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LaRouche: No queremos una 'solución Allende' al problema Chávez de Venezuela.

22 de diciembre (EIRNS)— Según una declaración que dio a conocer ayer "LaRouche in 2004", su comité de campaña, el precandidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche expresó su preocupación por la peligrosa situación política de Venezuela, que degenera con rapidez, y en particular por las complicaciones adicionales que surgen por la conducta sumamente inestable y errática del presidente Hugo Chávez. El aparente estado personal de demencia clínica de Chávez representa una amenaza significativa a la seguridad de las Américas. Esto, sumado a la explosiva situación general de todo el hemisferio, amenaza con convertirse en el detonante de la bomba.

LaRouche, como uno de los principales aspirantes a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata de los Estados Unidos para las elecciones de 2004, señaló que sería negligente de su parte no llamar la atención a este asunto urgente, y a la mejor forma de resolverlo

Hay pruebas fehacientes de que Chávez es, de hecho, un demente en términos clínicos. Estas pruebas, que presentamos abajo, tienen que evaluarse como es debido, instó LaRouche. Si Chávez resulta tan desquiciado como parece ser el caso, entonces las partes pertinentes deben acordar una solución pronta, calmada y pacífica que induzca a Chávez a dejar el cargo, quizá con la ayuda de una asesoría profesional adecuada y amigable.

LaRouche puso de relieve que se requiere tal enfoque de inmediato, no sea que otros tramen alternativas muy malas al actual caos venezolano, como serían golpes, asesinatos y otros medios, que sólo desatarían una reacción en cadena y extenderían el problema a toda la región. LaRouche fue enfático: "No queremos una 'solución Allende' al problema Chávez".

Asimismo, LaRouche rechazó la idea que al presente fomentan el Diálogo Interamericano y otros grupos ideológicos de los banqueros, de usar a la Organización de Estados Americanos (OEA) para instrumentar una intervención supranacional en los asuntos internos de Venezuela, en violación a la soberanía nacional de ese país. Ese mecanismo lo emplearon Wall Street y el Departamento de Estado estadounidense en 2001 para derrocar al gobierno de Alberto Fujimori en el Perú, lo que estableció un precedente terrible para el hemisferio.

LaRouche reiteró que su política para las Américas sigue la tradición de John Quincy Adams, Abraham Lincoln y Franklin Delano Roosevelt, de que una comunidad de principios entre Estados nacionales perfectamente soberanos constituye el marco en el cual se emprenden en conjunto tareas de desarrollo económico de provecho mutuo.

El expediente de Chávez

La prueba esencial del desquiciamiento de Hugo Chávez se encuentra en lo que disfraza como sus conceptos "religiosos" o "teológicos". Emblemático de esto fueron sus declaraciones delirantes luego de que sus fuerzas ganaron 126 de los 130 puestos de la Asamblea Nacional Constituyente en las elecciones de julio de 1999, cuando dijo que la que su Polo Patriótico obtuvo una "victoria arrolladora". Anteriormente había dicho, "o estamos con Dios o estamos con el diablo. Y nosotros estamos con Dios porque la voz del pueblo es la voz de Dios". También habría dicho que Chávez ya no era Chávez, sino que era el pueblo y que el pueblo no podía ser detenido. Ganaremos con el favor de Dios y el pueblo, dijo.

Antes de que Chávez se lanzará siquiera a la Presidencia de Venezuela, Lyndon LaRouche dijo que los dos años que Chávez pasó en la cárcel en condiciones horribles, de 1992 a 1994, fueron un período decisivo para transformarlo, de un simple tonto, en un caso mental, generando una "metamorfosis milagrosa" en su cosmovisión. La forma específica que tomó su demencia fue la máxima típica del fascismo rómantico, de vox populi, vox Dei: "La voz del pueblo es la voz de Dios". El sentido de identidad personal que controla a las víctimas de esta perspectiva —como a Napoleón Bonaparte o Adolfo Hitler— es la de una unidad etérea con el "pueblo", y por ende, con "Dios". De allí que la víctima se sienta con el derecho de actuar como un césar romano, exhibiendo impunidad y desdén hacia el resto de los meramente mortales.

Desde que asumió la Presidencia de Venezuela en febrero de 1999, cada vez que se le ha desafiado, Chávez ha invocado esa máxima, con fervor creciente, para justificar sus decisiones. Cuando los tribunales deciden en su contra, sostiene que no está limitado por ninguna ley o institución, porque él representa al pueblo, y por tanto, deriva, él es la voz de Dios.

A medida que arrecia la crisis, la declaración de "vox pópuli" asume un tono cada vez más "religioso", en tanto que la población venezolana también cae cada vez más bajo la influencia de movimientos religiosos carismáticos de diversas denominaciones. Cada uno afirma que escucha "voces" divinas que le dicen lo que tiene que hacer, lo que resulta extrañamente congruente con el papel que las élites oligárquicas interacionales les asignaría en su plan general para Venezuela.

El 1 de mayo de 2000, Chávez trató de forzar a la jerarquía de la Iglesia católica a arrodillarse ante él, alegando que "Cristo resucitó de entre los muertos para hacerse pueblo", y dado que Chávez representa al pueblo, amenazó con desatar la violencia "legítima" contra quienes se le oponen en la Iglesia católica. No obstante, se presentaba como un católico ferviente.

Pero en enero de 2002, Chávez se proclamó "cristiano evangélico" (protestante), para retractarse cuatro días después. Mientras tanto, la esposa disafecta de Chávez, Marisabel Rodríguez, aparece en ceremonias carismáticas (protestantes) fundamentalistas, pidiéndo a Chávez que enmiende su actitud.

Una de las exhibiciones públicas más recientes de la disociación mental clínica de Chávez, ocurrió en una de sus divagaciones semanales, en las cinco horas de su programa dominical de televisión y radio, "Aló presidente", el pasado 15 de diciembre. Ahí, Chávez le ordenó a sus jefes de guarnición y destacamentos militares desobedecer cualquier fallo de los tribunales en su contra, y a no seguir órdenes de nadie más que las suyas. Y a quienes piden su renuncia, les respondió:

"Chávez se va de aquí primero cuando Dios quiera, porque estoy en manos de Cristo, el Señor de Venezuela, él es el comandante, cuando él diga, obedezco, ¿entendido? Y segundo, el pueblo, y asumo que la voz del pueblo es la voz de Dios. Yo no me voy a ir de aquí por presiones de un grupo de gerentes, de un grupo de golpistas, de un grupo de fascistas".

A partir de este substrato, se alimentan diversas expresiones secundarias de la demencia de Chávez, algunas de las cuales se han destacado en los órganos de difusión. Por ejemplo, la revista "The New Yorker" publicó un perfil de Chávez en su edición del 10 de septiembre de 2001, firmado por Jon Lee Anderson, que contiene un informe de la entrevista que le hizo el autor al psiquiatra de Chávez, el doctor Edmundo Chirinos. Chirinos, quien se considera a favor del Presidente, dice que Chávez "prefiere abrazar sueños que parecen imposibles de alcanzar, en vez de enfrentarse a las duras realidades de la vida". Anderson resume la descripción que hace Chirinos de Chávez, como "un hombre hiperquinético e imprudente, impuntual, alguien que sobrereacciona a las críticas, que guarda rencores, es políticamente astuto y manipulador, y posee un vigor físico tremendo, que nunca duerme más de dos o tres horas por la noche".

Anderson entrevistó también a los funcionarios de la cárcel en la que Chávez estuvo preso a principios de los noventa, como el secretario del psicólogo de la prisión durante ese período. "Todas las mañanas, [Chávez] se sentaba en una silla al aire libre en un patio cerrado construido especialmente para él fuera de su celda", informan. "Había un busto de Simón Bolívar ahí, y con él hablaba". Volvía la cabeza del busto para verle el rostro durante la conversación, según los informes.

Anderson señala también que los asistentes de Chávez dicen que es un "adicto a la cafeína", que acostumbraba tomar 26 tasas de café negro al día hasta que sus asistentes se las arreglaron para reducirlo a "sólo" 16.

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