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De que está loco, lo está

El análisis más franco sobre los múltiples desórdenes mentales de George W. Bush es el del doctor Justin Frank, en el libro Bush on the Couch: Inside the Mind of the President (Bush en el diván: el interior de la mente del Presidente). Frank es un destacado psicoanalista y profesor de la Universidad George Washington.

"Si uno de mis pacientes con frecuencia dijera una cosa e hiciera otra, quisiera saber por qué. Si encontrara que seguido usa palabras que esconden su verdadero significado y finge una personalidad que oscurece la naturaleza de sus acciones, mi preocupación aumentaría. Si mostrara una visión del mundo inflexible, caracterizada por una diferenciación exageradamente simplista entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal, entre aliados y enemigos, pondría en tela de juicio su capacidad de captar la realidad. Y si sus acciones revelaran una indiferencia insensible —casi sádica y que él no reconoce— al sufrimiento humano... me preocuparía por la seguridad de la gente cuyas vidas toca. En los últimos tres años he observado, cada vez más alarmado, las inconsistencias y los estados de negación de la realidad de semejante individuo. Pero él no es uno de mis pacientes. Él es nuestro Presidente".

Frank concluye que Bush padece un déficit de atención por hiperactividad, un alcoholismo no atendido ni curado (es lo que se llama un "borracho abstemio"), un complejo de omnipotencia, paranoia, un complejo de Edipo, sadismo, una forma leve del trastorno de Tourette, y una incapacidad de distinguir entre realidad y fantasía.

Lo que el doctor Frank ha dicho sin tapujos es que Bush está loco. Eso es llamarle al pan pan y al vino vino.

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