Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

El reino de la ilusión marcha triunfante
Los emperadores Bush y Nerón

por Lyndon H. LaRouche

A veces tengo que interrumpir mi papel de actor en el escenario de hacer la historia presente, y salir de la acción momentaneamente, para pronunciar un soliloquio sobre las cuestiones más profundas que plantea el curso de los acontecimientos que se desarrollan en la escena.

Vean los métodos brutales con que se suprimen las noticias de zonas de guerra como Afganistán y el Oriente Medio, y el hecho de que los principales órganos de difusión de los Estados Unidos y otros países virtualmente no difuden ninguna noticia de verdad. Cuando al ciudadano ya no se le dan informes veraces de los principales sucesos de actualidad, sería no sólo tonto, sino inmoral, pedirle que emita un juicio de la situación del momento, en base "a los hechos hasta donde los conozco". Alguien tiene que pasar al frente del proscenio, como a veces prescribía Shakespeare, para enfocar el drama que se desarrolla.

La facción dominante en los dos principales partidos políticos de los EU, de la que son representativos el presidente Bush y los senadores McCain y Lieberman, está comprometida con políticas que instalarían el reino eterno de un imperio mundial que parodie al de la antigua Roma. Por esa y otras razones relacionadas, es más que correcto comparar la farsa trágica que se desarrolla en el escenario del gobierno de los EU, con el precipitoso proceso de degeneración que sufrió Roma bajo los sucesores de Augusto y Tiberio, siendo los casos más notorios los de Calígula y Nerón.

Por supuesto, no existe un modelo exacto de nuestros dos "emperadores Bush", en la Roma del 37 al 68 d.C. Pero, el principio trágico es el mismo en ambos casos, y el perfil político de Bush, Rumsfeld, Cheney, Wolfowitz, etc., exhibe cada vez más los rasgos "geométricos" del reinado de Nerón. Lean los relatos de Tácito y otros de esa era, y se horrorizarán de las semejanzas que asoman entre los dechados que se desarrollaron ahí y entonces, con los que amenazan con desplegarse ante nosotros aquí y ahora.

Las principales diferencias entre los protagonistas del actual gobierno de los EU y los de la Roma de 37–68 d.C., son dos. Primero, el legado cultural de la Revolución Americana, tan noblemente reafirmado por Abraham Lincoln y Franklin Roosevelt. Segundo, el hecho de que el imperio mundial del fascismo universal de Brzezinski, Huntington, y Kissinger, etc., es una insurgencia, pero que todavía no ha logrado triunfar. De hecho, el gobierno de Bush bien podría desintegrarse por su propia defensa de una etapa avanzada de esa degeneración económica y cultural que ha venido desarrollándose aquí por más de 35 años. Mi responsabilidad, y la vuestra, es aprovechar esos dos factores de excepción, como la premisa estratégica sobre la que podemos movilizar para salvar a esta nación, y también al mundo en general. Mi deber es actuar para salvar a nuestra nación, cuando no hay ningún otro liderazgo calificado para realizar la tarea que al presente tenemos ante nosotros.

Las reacciones del Presidente, del secretario de Defensa Rumsfeld, y del vicepresidente Cheney, ante las situaciones de Afganistán, el Oriente Medio, y el derrumbe monetario y financiero mundial, muestran a una nación cuyo gobierno no tiene la cabeza en el universo real, a una nación obsesionada con las mentiras deliberadas usadas para alentar la ilusión de que hay una recuperación económica en marcha. Comparen los sucesos de la quema de Roma con los del 11 de septiembre y su secuela. El reino de la ilusión marcha triunfante, como un desfile de muertos vivos, marcando el paso al batir de los tambores de sus propias ilusiones desesperadas, y cada vez más histéricas. El Presidente chilla de forma ritual, como la Reina de Alicia en el País de las Maravillas: "¡Túmbenles las cabezas!" Así que el castillo de naipes se vendrá abajo. El batir de los tambores en Afganistán y el Oriente Medio predice el trágico fin de las políticas económicas y estratégicas del momento.

Es su condena, pero también, probablemente, la de todos nosotros además, igual que la hecatombe de la ira de Nerón cortó abiertas las venas y cercenó las cabezas de tantos de la élite gobernante —y de otros—, de la Roma de entonces.

El propósito de mi aparte es inducirlos a comparar el estado mental del gobierno de Bush, con el de la Roma de Nerón. Como les advertí, no traten de establecer un paralelo exacto. Más bien, traten de encontrarle el sabor a las similitudes irónicas, a los rasgos comunes de lo que de otra forma son dos casos específicos bien distintos. La clave para establecer las similitudes y diferencias, es que reconozcan que la política de los EU bajo Bush hoy día, se orienta estratégicamente a establecer un imperio mundial anglófono de fascismo universal, lo cual es un intento de parodiar el antiguo imperio de la Roma pagana.

Fíjense en la opinión popular que prevalece en Washington hoy día, y tal vez reconozcan el comportamiento asqueroso, trágicamente necio, de la opinión popular en tiempos de Nerón. Comparen los delirios de Nerón y sus círculos, con los de los círculos hegemónicos del gobierno, el Congreso, y las cortes federales de EU hoy día. Vean con claridad la trágica fatalidad que asoma para los EU en las implicaciones de seguir los dislates en Afganistán, y seguir apoyando al régimen fascista israelí de Ariel Sharon. Una opinión popular que apoyaría tales políticas, sería la marca de una potencia mundial de suyo condenada.

Comprendan lo enorme de la necedad de tantos entre vosotros, que todavía son embaucados a creer en la anhelada ilusión de una recuperación que no existe. Reconozcan cómo su credulidad cava la fosa que amenaza con convertirse en nuestra catástrofe nacional. Con esas palabras, regreso a mi papel en el drama mundial que se desenvuelve ante vosotros.

<<Página Anterior