Escritos y discursos de Lyndon LaRouche


¿Están listos para hacer lo que se necesita ahora?
Por qué mi candidatura es única

Lunes 5 de agosto de 2002.

Había una expresión popular que decía: "No hay mal que por bien no venga". El impacto del derrumbe de ilusiones populares de los noventa, tales como la farsa de la "nueva economía", ha causado un despertar de lo que se convirtió en el hábito de nuestros estudiantes y ciudadanos de reaccionar de manera impulsiva, como por un reflejo condicionado, en lugar de pensar realmente.

Hoy, el problema típico para esos individuos es que el pensar de verdad en la economía, es como despertar de un mal sueño sólo para descubrir que viven una pesadilla de la vida real. Para muchos, el fin de esa negación de ensueño de la realidad de una debacle financiera, ocurre como el caso del hombre que huye de la realidad agazapándose en una trinchera en la que acaba de caer una granada. Algunos han descrito su experiencia más o menos como sigue: "Sé que me dijiste que me saliera de la bolsa, pero necesitaba las ganancias. Ahora lo he perdido todo". Les advertí a tiempo y varias veces. ¿Están listos para hacer lo que se necesita ahora? Cada vez más de ellos piensan en serio; y eso es bueno.

Más y más gente, tanto ciudadanos comunes como figuras institucionales alrededor del mundo, acuden a mí en busca de consejo sobre cómo bregar con los problemas para los que no pueden ofrecer una solución clara. Por fortuna, conozco lo suficiente la respuesta a tales preguntas para mostrar cómo sobrevivir al derrumbe monetario financiero actual. No tengo todas las respuestas, pero sé lo suficiente para librar la emergencia y ganar el tiempo y la libertad necesarios para atacar lo que resta de los problemas inmediatos.

Hay buenas razones por las que tales círculos voltean cada vez más hacia mí. Las soluciones son lo más importante hoy. Por ejemplo, uno debe preguntarse, ¿sería correcto en este momento un precio de entre 800 y mil dólares para el oro dentro del sistema de reservas de oro con paridades fijas que ahora, de repente, debe remplazar el sistema monetario autocondenado de tasas de cambio flotantes? Sin embargo, definir las soluciones requiere que determinemos la enfermedad que queremos curar.

Por más de 35 años he hecho del conocimiento público lo que se ha convertido en una serie de pronósticos económicos de largo alcance muy difundidos. El resultado de estos pronósticos constituiría un éxito rotundo para cualquier científico importante en cualquier rama de la ciencia. Los acontecimientos han demostrado de forma reiterada y consistente que mis pronósticos publicados nunca han errado. Aunque soy muy conocido, y mi trabajo seguido se discute acaloradamente entre círculos influyentes en la mayor parte del mundo, ningún crítico ha refutado de manera competente ninguno de esos pronósticos, aun cuando la mayoría ya ha sucedido.

El fundamento esencial de mi éxito consiste en que nunca pronostico ningún acontecimiento que no estuviera ya en marcha. Como explicaré en estas páginas, mi éxito ilustra el principio más elemental del método científico, de que un conjunto de políticas erróneas de una nación conforman un sistema que, una vez puesto en marcha, puede definir una trayectoria de una o varias décadas de duración, o más, que lleva a la catástrofe sistémica inevitable que le aguarda, inexhorablemente, como la muerte, al final de ese camino. A menos que dicha nación abandone ese camino y deseche esas políticas descarriadas, aunque populares, la catástrofe será tan inevitable como la reaparición del cometa Halley. La función implícita del pronóstico de largo plazo es advertirle a la sociedad que abandone a tiempo sus disparatadas opiniones populares, para evitar el desastre sistémico que ya le acecha adelante.

Ahora bien, un desastre monetario y financiero terrible ha golpeado. Pronto será claro para casi todo el mundo que el tipo de sistema monetario-financiero del FMI y el Banco Mundial está muerto y, pronto, enterrado, de una u otra forma. Nadie podrá salvar ese sistema ahora; sólo alguien enloquecido por la desesperación lo intentaría. El mundo ha llegado al final de ese camino. Todo lo que puede hacer ahora es adoptar un nuevo sistema del tipo que he definido. Si no se opta por esto último pronto, el planeta se despeñará en una nueva era de tinieblas de duración y dimensiones incalculables.

Por tanto, todo lo que he pronosticado pudo haberlo verificado cualquier economista competente. Sin embargo, con muy pocas excepciones, casi todos los economistas de renombre, y los gobiernos, se han equivocado de manera terrible una y otra vez sobre estas cuestiones, al paso de los últimos treinta y cinco años y pico. Se han aferrado de forma crédula y tenaz al ancla del barco condenado, a veces en piadosa admiración del estúpido capitán Alan Greenspan y su tripulación. Sobre todo por ese motivo, los principales partidos políticos de los Estados Unidos y sus presidentes han quebrado intelectualmente en sus políticas económicas y sociales, en lo programático y en lo intelectual, durante los últimos trinta y cinco años. Antes del 15 de agosto de 1971, y después, la abrumadora mayoría de los especialistas académicos de las universidades y los ideólogos, y sus libros de texto, han sido incompetentes de manera sistemática en lo que llaman su profesión. Este es el caso sobre todo de la mayoría de los profesionistas que entraron a las universiades a mediados de los sesenta o después.[FIGURE 21]

Es cierto que a esos presidentes los eligieron de manera más o menos democrática —tal vez menos que más—. Se comportaron de manera estúpida, en especial porque al menos un candidato presidencial disponible calificaba para enfrentar la crisis mundial en curso; pero, como en el antiguo Imperio Romano, los sistemas malos dependen del respaldo, o al menos de la tolerancia, de la opinión popular para su existencia.

El difundido hábito popular de no pensar de manera seria respecto a medidas y prácticas de importancia sistémica, es lo único que posibilitó este error de los economistas, banqueros, partidos políticos y gobiernos. La gente por lo regular prefiere respuestas "digeridas", como las que piden los presentadores de los programas de entrevistas de la televisión, respuestas que excluyen la posibilidad de pensar en realidad; una respuesta típica de esas es la tontería de, "Sí, yo creo en el libre comercio". Aun después de que el "derrumbe" global de los noventa se apoderara de la situación a comienzos de 1997, los profesionistas, en general, se han aferrado de forma histérica a supuestos y fórmulas que, de hecho, no tienen fundamento científico.

Bueno, eso puede cambiar ahora, muy rápido, y debe considerarse como algo bueno.

El problema era el sistema

Ahora bien, como pronostiqué acerca del destino de la presidencia entrante de George W. Bush, poco antes de su investidura, el actual sistema financiero y monetario mundial ha pasado de las crisis, a la desintegración. Hemos llegado a la fase en la que nada puede salvar ese sistema en su forma presente, la forma inherente al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, ambos en la bancarrota intelectual. Son los últimos instantes para el sistema financiero y monetario existente, tiempo en que la sobrevivencia exige un cambio profundo en la forma de pensar de los ciudadanos comunes, igual que la de las principales personalidades políticas.

Para definir al sistema financiero y monetario que se desintegra hoy, como sistema, debemos concentrarnos en los cambios fundamentales en el carácter de la economía de los EU y de otras economías pertinentes, a partir del sistema desarrollado por el liderato del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, de 1933–1945, a la versión modificada del diseño de Roosevelt en la posguerra, de 1945–1964, y el contraste de ambos con el actual sistema fracasado, que tomó el control en el intervalo de la guerra estadounidense en Indochina, de 1964–1972.

El sistema de posguerra de 1945–1964 contenía injusticias y otras fallas, pero sobre todo, representó un éxito neto, medido en términos de los resultados físicos de las economías y sus pueblos en su conjunto. El sistema financiero monetario mundial ahora condenado, el del FMI y el Banco Mundial, ha sido una catástrofe global. La recuperación de Roosevelt y el Sistema de Bretton Woods de 1945–1964, se caracterizaron por la gran construcción de infraestructura económica básica, incluyendo sistemas de salud y el aumento per cápita de la fuerza productiva física neta del trabajo en la agricultura y la industria. La característica de la evolución del sistema actual, desde los sesenta, ha sido el viraje de una sociedad productiva hacia lo que se ha llamado, de forma alternativa, sociedad "posindustrial" o "consumidora". Hay que regresar de ese viraje. Es cierto que esa necesaria marcha atrás no será una simple copia al carbón del Sistema de Bretton Woods de 1945–1964, pero sí un sistema con características similares.

Así, el sistema financiero monetario mundial enfermo que el presidente Richard Nixon instaló formalmente el 15 de agosto de 1971, diseñado bajo los asesores de Seguridad Nacional Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, y que dominó desde octubre de 1979 con los presidentes de la Reserva Federal Paul Volcker y Alan Greenspan, es la causa principal del desplome ahora acelerado de la economía física en todas las Américas y en Europa, así como en África. La economía estadounidense, como la de Europa, ha iniciado ahora un derrumbe sin fondo que, de no detenerse, será mucho peor que el de 1929–1933. A menos que sometamos al actual sistema financiero y monetario a una drástica reorganización por bancarrota, eliminando de súbito de los libros el equivalente a cientos de billones de dólares en valores puramente ficticios, o que los congelemos por el momento, no hay futuro para ninguna parte de las Américas, Europa o Japón en esta coyuntura.

Aunque la mayoría de los ciudadanos estadounidenses no han encarado aún toda la realidad de nuestra situación actual, los ojos y las mentes se abren a un grado que no hemos visto en los EU desde hace más o menos dos décadas. Los Rip Van Winkles[1] de nuestra opinión popular han dormido no menos de una generación. El trueno inexorable de la tormenta económica que se avecina ahora, es lo que, finalmente, ha perturbado su sueño ideológico. En último análisis, "No hay mal que por bien no venga". Por ello, Leibniz insistía que el nuestro es el mejor de todos los mundos posibles; es un mundo en el que el bien prevalecerá al fin. Por tanto, ¿por qué esperar? ¿Por qué no aprovechar la oportunidad ahora?

De este modo, usedes y yo hemos entrado en uno de esos tiempos agitados en los que, como escribió Heráclito, "nada es permanente sino el cambio". Es el momento de entender los cambios, para mal, para bien, y para peor, que le han sucedido a los EU desde 1929–33. Cada vez más de ustedes deben aceptar ahora la realidad de la idea del cambio.

Dejen de reaccionar meramente a lo que ven, escuchan y sienten de un momento a otro. Como lo demostró Johannes Kepler, el descubridor de la gravitación universal, no pueden determinar la posición futura de un planeta a partir de sus posiciones pasadas y presentes; primero, deben descubrir la órbita de largo alcance que controla el movimiento del planeta. Deben ver los procesos económicos como sistemas, en el sentido en que describimos cómo el descubrimiento de Kepler define un sistema. Imagínense en el Cielo, observando los últimos 2.500 años de historia de la civilización europea. Véanse como si estuvieran en el Cielo. Pregúntense, ¿qué nos enseña la experiencia de la historia sobre la trayectoria de tipo orbital que mueve a los EU hacia su destino en el futuro cercano?

Los invito a pensar. Olvídense de la opinión popular que los llevó a la trampa. ¡Piensen! Les doy las siguientes pistas esenciales de los motivos de mi éxito singular como economista, y, por ende, mis aptitudes únicas como candidato a la Presidencia de los EU bajo las condiciones del tipo de crisis económica mundial sistémica que aquí describo.

1.  La historia como un drama sistémico de la vida real

Un estudio comparativo de la tragedia clásica, contra el telón de fondo de la historia real, nos muestra que toda tragedia verdadera de la vida real le ha acaecido a un pueblo por una tradición sistémica predominante que controló la opinión popular pertinente y a la dirigencia de las instituciones autorizadas.

Cuando la sociedad lleva la trayectoria del vuelo de la sociedad en direcciones contrarias a las leyes de la naturaleza, como han arrastrado a los EU en los últimos treinta y cinco años, esa sociedad se mueve hacia su propia destrucción. El escenario clásico, como lo desarrollan los hitos, desde Sófocles, Esquilo y los diálogos de Platón, hasta Shakespeare, Lessing y Federico Schiller, ha ganado la distinción de presentar, de forma profética, la autocondena de naciones y culturas otrora poderosas, como la España habsburga, por el impacto a largo plazo de creencias dominantes patéticas, mismas que ninguna persona cuerda desearía repetir hoy. Las grandes obras del escenario clásico, bien ejecutadas, constituyen el instrumento más eficiente desarrollado hasta ahora para producir públicos que, como subrayaba Schiller, salían del teatro como personas más sabias y mejores de como habían entrado.

Así, por la voluntad de sus falsos dioses, un pueblo se autodestruye, como la cultura griega de la Ilíada, como la cultura de la Casa de Atreo. De modo que, quienes procuran jugar el papel de tales dioses falsos, en última instancia se condenan a sí mismos, como advierte Esquilo en su Prometeo encadenado.

Eso es precisamente lo que le ha pasado a los EU y su pueblo en los útlimos treinta y cinco años y pico, desde el comienzo de la guerra estadounidense en Indochina.

Como resultado de los cambios que coincidieron, de manera aproximada, con el estallido y continuación de esa guerra innecesaria, los EU se encuentran ahora al borde de su autodestrucción, de un modo no diferente al descrito en las grandes tragedias clásicas.[FIGURE 201][FIGURE 202]

La tragedia no es cuestión de resultados inevitables. La voluntad humana es libre de elegir trayectorias alternativas para su curso de acción. Nuestra capacidad para pronosticar el futuro probable de una nación se limita a nuestro conocimiento de la trayectoria que hemos elegido de forma implícita. Los verdaderos profetas no predicen la historia; ellos, como la Biblia describe a Jonás, advierten contra la ruina que ocurrirá si prevalece la opinión dominante al presente. No culpen al profeta por la catástrofe; culpen a la gente que no atiende a las pruebas de su propia insensatez.

En este universo no hay sucesos predeterminados de manera absoluta. La Voluntad de Dios, si no es que la nuestra, siempre puede intervenir para cambiar el destino. Sí, el universo se sujeta a leyes, pero el libre albedrío del hombre es capaz de descubrir otras nuevas, como las leyes físicas universales, y aplicarlas para cambiar el destino del hombre. El hombre también puede descubrir los errores en sus creencias, y liberarse de la condenación que esos errores le acarrearán. Siempre existe la posibilidad de que una cultura escape de semejante condenación autoimpuesta, la posibilidad de que pueda inducirse a una cultura a cambiar ella misma de formas que le permitirían sobrevivir. Pero no es libre de tomar alternativas arbitrarias; debe aceptar la realidad de esas condiciones.

Es cierto que toda cultura conocida de los tiempos premodernos se ha autodestruido completa o parcialmente. En tiempos más recientes, en el transcurso del siglo 20, Europa se redujo ella misma a una condición muy inferior en el mundo, hundiéndose de manera estúpida en dos guerras generales. Esas guerras no se las ocasionó a Europa mas que la insensatez de los pueblos europeos, su incapacidad de abandonar lo que con justicia puede describirse de forma metafórica como su dotación de enfermedades infantiles culturales; por ejemplo, los legados románticos de sus tradiciones imperiales, monárquicas y napoleónicas. No había necesidad de que Alemania, Austro-Hungría, Rusia, Francia y el Reino Unido se hundieran en esas mentadas guerrras "geopolíticas". En el primer caso, dos káiseres y un zar necios, y un Clemenceau demente, ahogaron a sus propias naciones en la ruina mutua, al dejarse engatuzar por el más estúpido de todos ellos, el imperial Eduardo VII de Inglaterra.

Así, igual que aquellos que asesinaron a Wallenstein por lealtad a un monarca necio condenaron a Europa a continuar la Guerra de los Treinta Años, Europa se hundió ella misma en las dos Guerras Mundiales del siglo pasado.[2]

Los jefes de Estado europeos que llevaron a sus naciones a la Primera Guerra Mundial, tienen responsabilidad personal inmediata por la guerra, pero, como lo subraya Shakespeare en la escena final de la tragedia, no fue Hamlet quien condenó a la antigua Dinamarca; sino la cultura del pueblo danés de esa época: fue el sistema. Las costumbres de los títeres de Venecia, como los Habsburgo y la casa de Habsburgo, tuvieron la culpa principal de ese holocausto. Así, las costumbres de la Grecia de la Casa de Atreo la autocondenaron. Se aferran a sus tradiciones fracasadas, como los pasajeros autocondenados que no quieren abandonar un barco hundiéndose.

La causa de la falta relativa de poderío de una Europa arruinada hoy día, en relación al poder de los EU, ahora ellos mismos en proceso de autodestruirse dominados por el pánico, reside, todavía, en esos rasgos culturales que persisten en Europa, que expresan la influencia continua de la necedad que llevó a esas dos guerras generales del siglo pasado. Las naciones que rechazan a sus verdaderos profetas, acarrean su porpia ruina. Una cultura que rechaza un verdadero profeta se autocondena por su incompetencia moral para sobrevivir. De modo que, una cultura condenada debe decirse a sí misma: "La culpa no es de las estrellas, sino nuestra". Esos pueblos —los que ostentaban gran poder, y otros— tenían mentes estrechas, mentes estrechas tan llenas de tradiciones románticas que no quedaba espacio para el pensamiento serio.

De esta forma, antes, cada uno de los imperios antiguos de la Mesopotamia, en tanto imperios que carecieron de las cualidades culturales esenciales de aptitud para sobrevivir, acarrearon sobre sí su propia destrucción. Atenas se autodestruyó con la necedad de lanzar la Guerra del Peloponeso. La incapacidad moral de Roma para sobrevivir llevó a su propia condena autoimpuesta, del mismo modo que la misma tradición romántica condenó al Imperio Bizantino, y condenó al fraudulento sistema ultramontano del imperialismo teológico en la Europa feudal, y a la potencia imperial marítima de Venecia.

Sin embargo, aunque todas las culturas conocidas han sufrido una autodestrucción temporal o permanente, de esta manera, la prueba paradójica es que la humanidad ha progresado. Mientras que ninguna variedad de simio superior podría haber alcanzado nunca un nivel de población por encima de unos millones de individuos vivos, la humanidad hoy suma miles de millones, donde la mayor parte de la tasa de incremento la posibilitó el impacto que irradió el Renacimiento del siglo 15 en Europa. El Renacimiento revivió lo mejor de la herencia de la Grecia clásica, para crear los principios empleados para establecer las primeras repúblicas de Estado nacional soberano en la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII, y fundar la ciencia física experimental moderna.

Como toda paradoja ontológica verdadera, la existencia de esa paradoja pide el reconocimiento de un principio universal eficiente.

La bondad del hombre reside en esas cualidades que definen a nuestra especie como intrínsecamente revolucionaria, mientras que todas las pobres bestias son tradicionalistas. El "libre albredrió" no significa libertad arbitraria, ni mera opinión; el verdadero libre albedrío es lo que representa el descubrimiento original único de la gravitación universal por Kepler: el descubrimiento de valerse de lo que es un principio físico universal demostrado de forma experimental. En la práctica de la tradición artística clásica, distinta de la práctica axiomáticamente irracional del romanticismo y el modernismo, esta misma cualidad revolucionaria que coloca al individuo humano y a la sociedad absolutamente por encima de los simios, a menudo se identifica en la expresión castiza de la cultura clásica como el principio de "lo sublime".[FIGURE 22]

La economía como la ciencia sublime

Ahora, piensen otra vez. ¡Diviértanse de verdad! La economía no existía como forma de conocimiento científicamente racional antes del Renacimiento clásico, antirromántico, del siglo 15 con centro en Italia. La economía, así definida, tiene dos aspectos. La combinación interactiva de esos dos aspectos define el único enfoque competente para definir los rasgos característicos de forma sistémica de toda la civilización europea moderna extendida al orbe. El primer aspecto es la distinción esencial entre un individuo humano normal y cualquier bestia. La facultad del "libre albedrío" es la de generar una hipótesis, en el sentido que Platón le da al término. Esta es una hipótesis que puede probarse de manera experimental como un principio físico universal, del modo que Kepler, Leibniz, Gauss, Riemann, Vernadsky, etc. han definido la norma para esto.

El segundo aspecto es la trasmisión de dichos descubrimientos de principios universales, reproduciendo un acto original de descubrimiento dentro de los procesos mentales de otro individuo. Esta última característica social específica de las relaciones humanas, la facultad humana única de transmitir ideas de principios universales válidos, es la que define a la sociedad humana como distinta de un puñado bestial de individuos biológicos.

Esa combinación de las dos distinciones que acabo de resumir es, como mostraré aquí, la precondición para cualquier entendimiento competente de la economía.

Cuando una socieda descubre y adopta un principio físico universal válido de forma experimental, el poder de la especie humana en y sobre el universo aumenta, no sólo en grado, sino en lo cualitativo. Mientras que entre los animales la densidad relativa potencial de población de la especie tiene un límite genético, la facultad de la especie humana para descubrir el uso de principios físicos universales provoca un aumento en la densidad relativa potencial de población de la humanidad, un efecto físico que sólo ocurriría entre las formas inferiores de vida a través de una evolución biológica ascendente.

Muchas culturas, como en los mejores períodos del antiguo Egipto y de la cultura clásica griega, de forma más notable, dieron grandes pasos en el progreso científico, tanto en la ciencia física, como en lo que se reconocería en el Renacimiento del siglo 15 de Brunelleschi, Leonardo da Vinci y Rafael Sanzio, como formas clásicas de composición artística. Sin embargo, antes de que ese Renacimiento introdujese la noción de una república soberana basada en el principio del bienestar general, el lado social de la práctica científica estaba incapacitado y defectuoso en lo moral.

El rasgo característico del cambio revolucionario en la cultura europea que procuró Dante Alighieri, y que Nicolás de Cusa y Juana de Arco definieron, era que ningún gobierno tenía la autoridad moral para gobernar, a menos que estuviese comprometido de manera eficiente al fomento del bienestar general, no sólo de todos los vivos, sino de la posteridad. Tales son los tres principios universales fundamentales (soberanía, bienestar general, y posteridad) en los que se fundamenta de forma incondicional la expresión legítima de la Constitución Federal de los EU.

Antes de ese Renacimiento, los seres humanos se dividían políticamente entre los gobernantes y sus paniaguados, por un lado, y por el otro, las clases de personas que eran tratadas como ganado humano. El ganado se subdividía entre ganado doméstico y salvaje. Incluso en los EU de hoy, hay ciudadanos con una degeneración moral, como los utilitaristas en la tradición de Jeremías Bentham, que todavía insisten que no debe educarse a los niños y jóvenes "por encima de su condición social predestinada en la vida". Esos utilitaristas degenerados se cuentan así entre los que consideran a la gente como "ganado humano", casi como una forma de propiedad. En cuanto a semejantes opiniones sobre la educación, aun algunos de los padres de familia estadounidenses de hoy consideran a sus hijos como una propiedad en la práctica, igual que con la prole de los vecinos.

Uno concibe la naturaleza intrínsecamente sublime de la humanidad, con justicia, como compuesta de personalidades individuales soberanas, dotadas del potencial intelectual de generar hipótesis válidas que sirven como principios universales. Esto requiere que las relaciones sociales se basen en la expresión de esa cualidad sublime.

Debemos educar a la juventud en la dirección de abarcar en su interior los mejores frutos del progeso humano científico y artístico clásico a la fecha. Debemos educarlos como seres humanos, no como bestias entrenadas del campo y el establo. Esa transmisión de una cultura evolutiva ascendente, de una generación a la siguiente, es lo que define las relaciones humanas sanas, a una sociedad sana. Cualquier garantía de una economía duradera y exitosa de manera sistemática, depende del fomento del potencial creativo de toda persona, del potencial de reproducir actos originales de descubrimiento de hipótesis como principios universales probados.

El rasgo característico de todos los casos conocidos de culturas fracasadas es que son culturas depredadoras, cuyos miembros participan de los beneficios de saquear a los pueblos de otras culturas, o se componen de aquellos que gobiernan a capricho sobre quienes les sirven en la capacidad de ganado humano doméstico. Los fisiócratas como Quesnay aplicaban este último sistema. La monarquía británica combinaba ambos rasgos odiosos, la brutalidad doméstica e "ingresos invisibles" del exterior, bajo las doctrinas utilitarias abrazadas por Jeremías Bentham. La doctrina de John Locke, que define a la gente como "propiedad", la versión más radical de Locke, el dogma del "valor de accionista" del nominalista enciclopédico Antonin Scalia, magistrado de la Suprema Corte de Justicia de los EU, y las doctrinas depredadoras del profesor de Harvard, William Yandell Elliot, copiadas en el documento NSSM-200 del asesosr de Seguridad Nacional, Henry A. Kissinger, representan ejemplos de filosofías de práctica que definen culturas farcasadas de un tipo en esencia depredador (ver recuadro).

El concepto sistémico necesario de humanidad como un todo no existía en la práctica de ninguna cultura conocida hoy, hasta antes de las obras revolucionarias de Nicolás de Cusa, como lo ejemplifica su Concordantia cathólica, que establece el marco de una comunidad de principios entre Estados nacionales soberanos, y su De docta ignorantia, el libro que dio inicio a todas las corrientes válidas de la ciencia física moderna. Reconocemos más rápido este concepto de humanidad, partiendo de la perspectiva de mis contribuciones originales a la ciencia de la economía física.

La ciencia económica es, como lo definió Leibniz por primera vez en sus escritos pertinentes del intervalo 1671–1716, una ciencia de la economía política. Mis propios descubrimientos originales de 1948–1953 en la ciencia de la economía física, tienen sus raíces en mi adopción, siendo adolescente, de 1936 a 1940, de la perspectiva esencialmente platónica de Gottfied Leibniz, en oposición a representantes tales de la "Ilustración" británica, francesa y alemana, y sus predecesores empiristas, como Francis Bacon, Thomas Hobbes, John Locke, Descartes, Hume y Emanuel Kant. La importancia de esa educación de joven, y su papel posterior en mis descubrimientos como economista físico, queda más clara, me parece, de manera pedagógica, comparando el origen y desarrollo de mis propios descubrimientos originales con la definición de la noosfera de Vladimir Vernadsky.[3]

La noosfera

Desde el descubrimiento de la noospera por el biogeoquímico ruso Vladimir Vernadsky, ningún científico moderno competente cree de veras en la superstición utópica popularizada hoy bajo el nombre de "ecología".[4] Como mostraré, en resumen, de 1948 a 1953 llegué a conclusiones que en general ajustan a la definición de noosfera de Vernadsky, pero desde un punto de partida diferente, y con algunos resultados significativamente diferentes. Mis descubrimientos en la rama de la ciencia conocida como economía física, se basan en las conclusiones a las que llegué durante ese intervalo de 1948–1953. Mi éxito singular como pronosticador de largo plazo depende sobre todo de la elaboración de esos descubrimientos. Mi calificación distintiva para definir soluciones a la crisis presente, resulta de décadas de aplicación y refinación de esos descubrimientos.

Desde mi óptica, existen, como explicaré, dos omisiones categóricas fundamentales en la obra de Vernadsky. Sin embargo, observar sus logros singulares desde la posición ventajosa de mis propios descubrimientos, quizás ofrezca el enfoque más eficiente para enseñar una cualidad de la economía pertinente para enfrentar la crisis global que destruye al mundo en este momento.

Explico esto y su importancia para sentar la política económica estadounidense hoy.

Por razones pedagógicas, que no necesito detallar aquí, propongo que el estudiante, tal vez de la talla de un estudiante o gradudado universitario brillante, no pierda de vista los siguientes puntos de referencia histórica.

La diferencia fundamental de principio entre la ciencia económica de Leibniz y sus entonces contemporáneos cameralistas, tiene su expresión concentrada en su uso del término alemán kraft. Este, significa potencia, en el mismo sentido en que Platón definió potencia como la cualidad que coloca a una superficie en un orden superior de existencia física que una línea, y a un sólido en un orden superior de existencia física que una superficie.

El mismo principio físico que Leibniz asocia al uso de kraft, es el rasgo central del escrito de 1799 de Gauss donde anuncia su teorema fundamental del álgebra. Gauss define el significado geométrico físico del dominio complejo, desenmascarando los errores crasos de D'Alembert, Euler y Lagrange. La noción de potencias, en la definición de Gauss del dominio complejo, tiene la misma importancia ontológica que la noción de potencias en la obra de Platón, y la noción de kraft en Leibniz como principio económico.

El mismo concepto de kraft es fundamental en la célebre disertación de habilitación de Riemann de 1854, la cual se elabora más que nada sobre la obra precedente de Gauss. Riemann define una geometría puramente física, antieuclidiana,[5] sin los rasgos patológicos inherentes a cualquier geometría a priori, como la de Euclides.[6] Riemann sustituye la idea de un espacio tiempo dimensional a priori, con una geometría cuyas "dimensiones" constituyen principios físicos universales demostrados de manera experimental.

En Platón, Leibniz, Gauss y Riemann, por ejemplo, pasar de una línea a una superficie requiere una forma de acción física, un potencial de acción que no existe en la línea, una acción, ontológicamente fuera de esa línea, que genera un orden superior de potencia, la superficie.[7] De este modo, se requiere una acción física específica para genera un sólido a partir de una superficie. Así, estas transformaciones, estas acciones físicas, se reflejan como sombras sobre las geometrías simples.[8]

Tomen cualquier principio físico universal probado de forma experimental, como el descubrimiento singular de la gravitación de Kepler. ¿Pueden ver, oír, oler o tocar la gravitación? No obstante, existe de modo bastante eficiente. Lo que vemos, oímos, olemos y tocamos, no es la gravitación, sino más bien, los efectos de la gravitación sobre el mundo de nuestars percepciones sensoriales. Así, debemos distinguir entre lo que nos presentan los sentidos, percepciones sensoriales que son sólo sombras del universo real, y los principios universales eficientes cuyo control del universo real se refleja en la demostración que realiza el experimentador calificado, de la existencia eficiente de principios que la percepción sensorial no representa de forma directa.

Esa es la lección fundamental de la demostración de Gauss de 1799, de que lo que los matemáticos de la torre de marfil como Euler y Lagrange pensaron que sólo eran números "imaginarios", pero que reflejaban la existencia de principios físicos eficientes, existentes al margen de la percepción sensorial, pero controlando de forma eficiente la acción que se refleja en efectos como de sombra, registrados como esta percepción. El dominio complejo de Gauss, Riemann, etc. es el dominio físico.[9]

Ese principio de realidad es fundamental para comprender los logros de Vernadsky.

El concepto riemanniano, situado así de forma histórica, es intrínsecamente indispensable en cualquier forma competente de enseñanza y práctica económica hoy. Puesto que el poder del hombre en y sobre la naturaleza, per cápita y por kilómetro cuadrado, depende del descubrimiento y la aplicación de principios físicos universales verificables de manera experimental, el estudio de los procesos económicos requiere que veamos el espacio económico físico definido por un número creciente de dimensiones, cada una de las cuales constituye un principio físico universal demostrado de forma experimental. El proceso de descubrimiento y aplicación de esos principios es la fuente del aumento de los poderes de la sociedad sobre el universo, la fuente primaria de todos los aumentos en la fuerza productiva del trabajo.

Usando el mismo principio de demostración experimental empleado por Kepler, Vernadsky definió al universo compuesto por lo que son, desde la óptica de Riemannn, tres espacios fase universales multiconexos, aunque distintos en lo funcional: el abiótico; el vivo y sus fósiles; y las facultades creativas, físicamente eficientes, de la mente individual. Mi propia obra reconoce los logros de Vernadsky, hasta donde llegan, pero mis descrubrimientos en la economía física dependen de dos consideraciones adicionales de las que carece la obra conocida de Vernadsky:

Aunque Vernadsky manifiesta su intención de estudiar la obra de Riemann, no hay evidencia en los textos disponibles pertinentes de que ese estudio haya llevado a algún efecto significativo. El concepto de Riemann de una geometría multiconexa, antieuclidiana, es indispensable para llevar los objetivos que Vernadsky perseguía, a un resultado exitoso.

La definición de Vernadsky de la distinción entre la biosfera y la noosfera, que él identifica como el principio noético de la mente humana individual, es válido, pero a los escritos de Vernadsky se les escapa el aspecto social fundamental de los procesos noéticos (creativos, cognoscitivos). Tiene razón en cuanto a la función del intelecto creativo individual, pero pasa por alto el papel decisivo del proceso social de la trasmisión específicamente cognoscitiva de la experiencia de reproducir descubrimientos originales de principio universal.

Mis propios descrubrimientos de 1948–53 en la economía física se fundamentan precisamente en esas dos consideraciones ausentes en el trabajo conocido de Vernadsky.

Aunque llegué a conclusiones paralelas a la distinción entre lo abiótico, la biosfera y la noosfera, de Vernadsky, yo partí más que nada del principio de cognición platónico (socrático), del modo que esto impregna el método y los conceptos de Leibniz. De otra forma, la distinción de principio entre lo abiótico y los procesos vivos, tan difundida por la influencia de Luis Pasteur y sus círculos, influyó en mí, como en Vernadsky y en muchos otros.

Partí, desde la adolescencia, de mi compromiso por definir la noción de cognición de Leibniz contra las Críticas de Kant. La farsa de la "teoría de la información" del profesor Norbert Weiner me resolvió, desde 1948 en adelante, a mostrar la relación entre el descubrimiento "voluntarista" de principios físicos universales y los aumentos sistémicos de las facultades productivas físicas del trabajo.

Y fui más lejos. Mi fascinación con la brecha de casi dos milenios entre la cultura científica clásica de Grecia y el renacimiento de ese conocimiento con la cultura moderna europea, me impulsó a comparar la función de las formas clásicas de ironía en la poesía y el drama, con la recreación de descubrimientos originales de principios físicos luego de un intervalo tan largo como el que hay entre la muerte de Arquímedes y el renacimiento del método y el conocimiento científico con personalidades como Leonardo da Vinci y Johannes Kepler. Me concentré en ciertas figuras a las que se identificaba falsamente a principios del siglo 20 como "románticos", incluyendo a Keats, Shelley, Goethe y Heine, y elaboré mi propia evaluación crítica de Los siete tipos de ambigüedad[10] de William Empson, como referencia para mi trabajo del intervalo 1948–1953.

Esto me llevó a conclusiones que más tarde adopté, a fines de los cincuenta y hasta principios de los setenta, como mi propia versión del concepto de noosfera de Vernadsky. Aunque todos los rasgos esenciales de mis descubrimientos se establecieron antes de que prestara atención a la obra de Vernadsky, mis propios conceptos se enriquecieron mucho con ese encuentro. Por ese motivo, entre otros, recomiendo mucho el estudio de Vernadsky como materia obligatoria de cualquier educación secundaria o universitaria competente sobre economía hoy. Dicho esto, no necesito dedicarle más tiempo a las claras diferencias entre nuestros conceptos, y puedo tratar con libertad la combinación como una experiencia pedagógica unificada para el estudiante pensante.

Mi visión de la noosfera

La diferencia elemental entre lo que meramente es percepción sensorial aprendida, en la que las formas inferiores de vida nos superan a menudo en desempeño, y el conocimiento, que es competencia única del Creador y de los seres humanos, cuya identidad esencial está hecha a Su semejanza de especie, representa la cuestión central de todo trabajo científico. El mejor paradigma pedagógico conocido para conceptualizar esta distinción, es la alegoría de la Caverna de Platón.[11]

Platón, como lo reproduce el apóstol Pablo, en Corintios 1:13, advierte que lo que nos presentan nuestras percepciones sensoriales son, a lo sumo, meras sombras de la realidad que proyecta esas sombras. Platón las compara con la sombras sobre la superficie irregular de las paredes de una cueva apenas iluminada. En su mejor desempeño, la percepción nos presenta la reacción de los órganos sensoriales a un estímulo real, pero que no se ve. Conforme aprendemos a distinguir y a correlacionar las similitudes y diferencias entre diversas experiencias tales, aprendemos a percibir como si usáramos un radar.[FIGURE 23]

El conocimiento de los objetos que proyectan las sombras de la percepción sensorial, es una cuestión diferente. El conocimiento comienza como una reacción a ciertas pruebas de que la percepción sensorial, por sí misma, no es una guía fiable para reaccionar ante el universo. Estas pruebas tienen la característica que el formalismo pertinente denomina paradoja ontológica. En la composición artística clásica, una paradoja ontológica la representa una metáfora válida, una metáfora que expresa una autocontradicción obstinadamente real en las pruebas literales que ofrece la simple percepción sensorial. En todos los casos, la ciencia física o la composición artística clásica, por ejemplo, el método para superar esas ambigüedades de significado, estas paradojas ontológicas, es el método socrático, el método de los diálogos socráticos de Platón considerados como un solo ejercicio espiritual multifacético, como método para entrenar la mente en la ciencia del conocimiento.

El primer paso, ahí, es definir lo que debemos entender como el significado del término principio físico universal.

Tomemos tres ejemplos de la ciencia física. Primero, el descubrimiento del principio de la gravitación universal, hecho de manera exclusiva por Kepler. Segundo, el descubrimiento del cálculo, logrado de forma singular por Leibniz, pero completado de inicio en la expresión de un principio universal de acción mínima, en colaboración con Jean Bernoulli. Tercero, el descubrimiento del dominio complejo de Gauss. Los tres involucran el descubrimiento y la prueba de la existencia eficiente de un principio físico universal que demuestra controlar el comportamiento de la experiencia sensorial, pero que no se encuentra como objeto de la percepción dentro de los límites de la percepción sensorial.

La obra de Vernadsky en el campo que definió como biogeoquímica, aplicó los métodos de Kepler para definir un principio físico universal de la física matemática.[12] Estos métodos, desarrollados por los seguidores de Kepler, Fermat, Huyghens, Leibniz, Gauss, etc. se emplearon para demostrar de manera experimental que existen tres clases respectivamente distintas de acción física eficiente en el universo conocido. Toda práctica económica competente en el mundo actual depende de la comprensión de ese hecho y de su importancia específica para su aplicación general.

En el método científico debe haber una verdadera paradoja ontológica en la persistente experiencia pertinente de la percepción sensorial aprendida. La definición inicial que hizo Kepler precisamente de dicha paradoja del movimiento regular, pero no uniforme, la representó la prueba de que la órbita de Marte es casi elíptica, no circular. Esto requirió el descubrimiento de alguna intención eficiente, actuante, sobre el sistema solar. El hecho de que las órbitas planetarias son casi elípticas, y de forma más notable, que el Sol yace en uno de los focos de la elipse, produjo la prueba de principio que Isaac Newton expurgó de su lectura de la obra publicada de Kepler de las llamadas "tres leyes".[13] Ese papel del Sol, y las características armónicas de cada órbita y sus relaciones dentro del sistem asolar, llevaron a Kepler a definir el principio universal de la gravitación. Ese descubrimiento representó el acontecimiento central del nacimiento, asistido por el partero Kepler, de las formas competentes de la fisica matemática moderna.

Vernadsky usó el mismo método moderno para definir las distinciones paradójicas, en términos ontológicos, entre tres clases de pruebas físicas universales: primero, lo que son los procesos abióticos, manifiestamente entrópicos; segundo, los procesos vivos característicamente antientrópicos, y sus fósiles; y, tercero, las acciones antientrópicas de los procesos noéticos que sólo existen en el hombre.[14] Como destaca la obra de Pasteur sobre la cerveza y el vino, hay determinaciones de carácter válido que ocurren en los procesos vivos, pero que están ausentes en las formas no vivas. Como lo ha acentuado mi obra, el aumento premeditado de la densidad relativa potencial de población de la especie humana, mediante la aplicación de descubrimientos de principios físicos universales, es un fenómeno que no existe en las formas de vida inferiores. Por eso, las distinciones de este tipo, una vez demostradas con las normas experimentales requeridas para definir un principio físico universal, dividen al universo en tres espacios fase distintos, pero multiconexos de forma eficiente.

La naturaleza de esa multiconexidad es, en sí, de fundamental importancia. Las implicaciones tienen dos aplicabilidades categóricas.

Primero, como lo mostró la obra de Vernadsky en biogeoquímica, el aumento acumulativo de la proporción de los procesos vivos y sus fósiles, como la atmósfera y el agua, en el globo terráqueo, muestran la intención de la vida de dominar cada vez más lo no vivo. "En el largo plazo", el principio de la vida es más poderoso.

La segunda implicación es más profunda, tanto para el científico, como para el teólogo. Nos enfrentamos a una prueba que respalda una propuesta que planteé a nuestra Fundación para la Energía de Fusión a principios de los ochenta, misma que presentamos a los Laboratorios Lawrence Livermore. ¿De donde vienen los planetas, con sus órbitas? Si el sistema solar es "kepleriano" en vez de "newtoniano", y si el universo se organiza como un sistema de espacios fase multiconexos abiótico, viviente y cognoscitivo, consideremos proposiciones del tipo siguiente. Hubo debates y discusiones considerables sobre esto entre los físicos veteranos y otros asociados a nuestra Fundación, de los que la figura más notable era el profesor Robert Moon. El corolario era: ¿Estamos dispuestos a descartar las matemáticas generalmente aceptadas en el aula de clases hoy día, cuando entran en conflicto con las pruebas físicas? El profesor Moon se contaba entre los que estaban dispuestos a respaldar y explorar esa propuesta; otros físicos distinguidos entre nosotros, no lo estaban.

En general, la implicación de la obra de Kepler para la astrofísica moderna es la suposición de que el Sol era una "bola" que giraba a gran velocidad, esparciendo gran cantidad de su materia en su rotación. Sin embargo, si asumimos el tipo de fusión termonuclear que le atribuimos al Sol, ¿cómo se explica la conocida tabla periódica de los elementos del sistema planetario de hoy? ¿Hierro? Sí; pero, ¿que hay con la región superior de la tabla? Yo planteé la interrogante: ¿No tendería la materia esparcida en la primera fase a quedar "polarizada"? Y al ser golpeada por dicha radiación desde el Sol, ¿no podría inducirse esa fusión polarizada en la envoltura generada? ¿Sería eso suficiente para explicar la conocida tabla periódica "natural" del sistema solar? Los expertos estimaron que sería suficiente.

De adoptarse esas proposiciones, entonces el sistema solar se habría generado por el Sol mediante un tipo de "destilación fraccional". Según el principio de Kepler, la materia que cae en las trayectorias orbitales keplerianas se condensaría en planetas y lunas asociadas, de modo que el cuerpo en órbita tendría las características orbitales keplerianas del plasma distribuido a lo largo de la órbita en su conjunto.

Esa hipótesis sólo se ha probado de manera parcial, pero la refiero, no obstante, sólo como una forma conveniente de ilustrar una cuestión fundamental que, de otro modo, alarmará a muchos lectores.

En un universo compuesto de espacios fase multiconexos, como reconstruyo la noosfera de Vernadsky, prevalecen las siguientes condiciones.

Primero. El término "universo" sólo puede usarse para definir existencias en la esfera de lo que se ha validado de forma experimental como principios físicos universales. Nada existe "antes", "afuera" o "después" de ese universo.

Segundo. En virtud de la naturaleza del hombre como un ser cognoscitivamente creativo, contrario a Isaac Newton y Emanuel Kant, por ejemplo, se prueba la existencia de un Dios eficiente de manera universal en toda la esfera de ese universo, como objeto de certeza científica, como ser cognoscitivo.[15]

Tercero. El principio de acción dentro de ese universo es el de las características reflejadas por el propio progreso de la humanidad mediante el descubrimiento y aplicación de principios físicos universales.

Cuarto. Las características de los tres espacios fase actúan de manera conjunta en cada aspecto de la totalidad del universo, para el efecto de la antientropía típica de la vida, y también de la cognición humana.

Quinto. El propósito manifiesto de Dios es la redención del hombre en tanto hecho a la imagen del Creador vivo del universo. De otro modo, esto se establece como el principio del ágape, como lo identifica Platón y como se refleja en el evangelio de San Juan y en Corintios 1:13. Esta noción de ágape se conoce también como el principio del bienestar general, o bien común, en el que se fundamentó la existencia de la forma soberana del Estado nacional moderno desde el Renacimiento del siglo 15 en adelante, como en la obra de Nicolás de Cusa. El propósito del individuo es hacer el bien, como subrayaron Cotton Mather y Benjamin Franklin en sus papeles destacados en la construcción de la república constitucional soberana de los EU.

¡Es esto economía? Es economía real, como explicaré los rasgos más decisivos del fundamento de mi relación singular de éxitos como pronosticador de largo plazo. Mi reconocimiento de la función indispensable de los descubrimientos de Riemann es, en sí mismo, una ventaja esencial sobre el enfoque de Vernadsky al abordar la relación entre el descubrimiento individual de un principio físico, y el progreso económico; pero, por sí mismo, dejaría de señalar la naturaleza decisiva del desafío que la economía representa para la sociedad. En este respecto, esas cinco cuestiones epistemológicas de teología que acabo de describir, son decisivas.

El modo cognoscitivo de transmisión de ideas formalmente clásicas de ciencia física y composición artística, como lo representan los diálogos socráticos de Platón, define los "mecanismos" por los que se efectúa la transmisión del conocimiento de principios verdaderos. El modo en que operan los procesos sociales, como la educación en general, para fomentar o impedir dichas formas cognoscitivas de transmisión, es lo que predetermina el resultado probable, dos generaciones después, del comportamiento de la generación adulta presente para la sociedad.

2.  Conclusión: los EU como tragedia

Así, los errores catastróficos de los EU desde 1964, han producido la horrible situación estratégica económica global de hoy. Si la generación adulta que hoy cría una familia deja de cumplir con su obligación de hacer lo que Cotton Mather y Benjamin Franklin recomendaron, la obligación de hacer el bien, sus nietos y bisnietos, como ahora, probablemente cosecharán la catástrofe resultante, una catástrofe global inminente ocasionada más que nada por la corrupción de la generación que ingresaba a las universidades a mediados o fines de los sesenta, y la corrupción de la generación que ellos, a su vez, criaron.

Como la órbita de un planeta de los anillos exteriores del sistema solar, el término de un ciclo de la historia no es cuestión de sólo años, sino, a veces, de generaciones. Así como el conocimiento de las leyes del sistema solar exige prestar atención a la órbita completa, en vez de a supuestos basados en la mera experiencia reciente, "mi experiencia" de una generación es casi inútil como prueba de un principio, excepto en tanto seamos capaces de mostrar las consecuencias de la actividad de esa generación sobre varias generaciones posteriores, al menos de manera implícita.

Precisamente por ese motivo, ninguna enseñanza económica es competente, excepto si se basa en el pronóstico de largo plazo del tipo que he practicado. Para tener una comprensión competente de cualquier cosa importante respecto a una economía, es esencial tratar el proceso económico como un sistema físico-social multigeneracional, como yo lo he hecho.

Por ejemplo, hasta la forma más simple de financiamiento de las inversiones modernas a gran escala en infraestructura económica básica requiere que el desembolso de capital necesario se equilibre con el ingreso y las reparaciones realizadas en aproximadamente un cuarto de siglo —una generación contemporanea— y que el impacto posterior de esa mejora se evalúe durante un ciclo no menor a dos generaciones —un breve intervalo contemporáneo de medio siglo—. Debemos medir tales efectos, no sólo por las inversiones que hagamos, sino también por el daño a la sociedad futura que provoquen las inversiones que dejamos de hacer. (No sean como el tonto que murió por la explosión de una granada porque insistía que, "No dejaré esta trinchera hasta que sepa que la guerra terminó".

Considerando esas y otras cuestiones relacionadas, el poder de la sociedad para sobrevivir y prosperar depende de la cualidad y magnitud del desarrollo de las cualidades cognoscitivas de los miembros individuales de la sociedad. ¿Hasta qué punto pueden pensar de forma científica?, por ejemplo. Más importante aún que la ciencia física, es el desarrollo del potencial moral del individuo mediante la autodisciplina adquirida en esos principios de la composición artística clásica que coinciden con el método socrático de Platón. Es el desarrollo cognoscitivo combinado del joven en el lado cognoscitivo de la llamada ciencia física, y también de los principios artísticos clásicos en la poesía, el drama, las artes plásticas y la música, lo que alimenta el potencial moral del futuro adulto.

Este potencial moral se expresa en que el estudiante llegue a encarnar en su ser cognoscitivo, una reexperimentación cognoscitiva de los descubrimientos de principio efectuados por mentes individuales del pasado, incluyendo fuentes del pasado distante como las figuras de la cultura clásica griega. El estudio de la historia humana, desde la óptica de esa reexperimentación de la historia de las contribuciones de las ideas cognoscitivas, es el único modo de inducir de manera eficiente un sentido moral al joven en proceso de maduración, es el método a veces descrito como educación humanista clásica.

Los errores de toda sociedad conocida, anterior a nuestra época, han sido fruto de un acento inadecuado, o falta del mismo, en dicho enfoque humanista clásico para fomentar las facultades cognoscitivas de la mente individual.

La combinación de ideas válidas con ideas absurdas, encarnadas implícitamente como principios de la práctica de una población y sus instituciones, forma un sistema en el que estas ideas sirven como un agregado de definiciones, axiomas y postulados interactuantes de ese sistema. La discrepancia entre ese agregado y los principios de una forma de sociedad duraderamente exitosa, es la esencia del factor trágico en toda cultura conocida a la fecha, incluso la de los EU hoy.

El idiota que corre hacia su autodestrucción hoy, es la persona que niega la existencia de la verdad, sobre todo si interfiere con su compromiso a esa mera opinión compuesta de forma irracional, que lleva a nuestra nación hacia la autodestrucción.

Es así, por la opinión popular de nuestra nación, que está ahora se balancea al borde de una autodestrucción esperada. El tonto que se rehusa a pensar, dado que ya tomó su decisión, es el que se sarandea como un legendario lemming, al filo del despeñadero de la opinión popular generalmente aceptada, hacia la tragedia que le aguarda abajo en las rocas.


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[1] Holgazán bueno para nada de un cuento de Washington Irving, que duerme 20 años, y al despertar encuentra todo cambiado.

[2] Wallenstein, como Schiller presenta la situación, era una verdadera figura trágica, que sólo acariciaba la idea de poder escapar de la guerra; pero la responsabilidad por la continuación de esa guerra religiosa recayó en aquellos que lo asesinaron y consintieron en esa acción.

[3] Lyndon H. LaRouche, The Economics of the Noösphere (La economía de la noosfera. EIR News Service, Washington D.C., 2001)

[4] Por razones relacionadas a la práctica patológica a veces llamada "buenos modales" o "urbanidad", lo que la gente dice creer, a menudo difiere de lo que de verdad piensa. Por ejemplo, aun algunos físicos brillantes, cuyos logros los realizaron desafiando los cánones del escrutinio generalmente aceptado, se agacharán en ademán lastimero ante los dioses paganos de la matemática del aula de clases generalmente aceptada. Exceptuando casos patéticos del FBI como el célebre "ponebombas", el difundido encomio a la "ecología" tiene más que ver con concesiones federales y de financiamiento, que con cualquier prueba científica.

[5] El primer científico moderno en distinguir entre una geometría no euclidiana y una antieuclidiana fue Abraham G. Kästner, figura científica destacada del siglo 18 y maestro decisivo de Lessing y, más tarde, de Carl Gauss, quien fuera un oponente odiado de las rabietas destructivas de la ciencia romántica de torre de marfil de la época. Las geometrías antieuclidianas, como proponía Kästner, dan al traste con el sistema de definiciones, axiomas, y postulados de la acostumbrada geometría euclidiana del aula de clases, como lo hizo Riemann y como yo me apego a él en esto. La perspectiva antieuclidiana de Gauss, que se refleja en tales escritos como la documentación del teorema fundamental del álgebra de 1799, se suprimió de la mayor parte de su obra posterior, como Gauss explicó después, por el ambiente político adverso que mantenían los círculos románticos de Lagrange, Laplace, Cauchy, G.W.F. Hegel y otros. Que Gauss mantuvo su óptica antieuclidiana se refleja más claramente en la disertación de habilitación de Riemann de 1854, la que en esencia tiene como premisas los fundamentos que definió Gauss.

[6] Con la excepción los libros del X al XIII deLos elementos.

[7] Es similar al ontológicamente absurdo y reduccionista en extremo aserto: "una línea es la distancia más corta entre dos puntos". Propiamente definida, una línea es el camino de la velocidad más rápida dentro del espacio-tiempo, como describieron este concepto de forma sucesiva, Fermat, Christian Huyghens, Leibniz, y Jean Bernouilli. Por ejemplo, el principio de la catenaria. La catenaria, o el principio de la "cadena colgante", que existe en lo funcional sólo dentro del dominio complejo que definió el ataque de Gauss de 1799 a los errores axiomáticos de D'Alembert, Euler, y Lagrange, es la prueba para las matemáticas elementales de la escuela intermedia y la univesidad, de que no existe ninguna geometría en el mundo real, salvo la geometría física, como prueba el trabajo pertinente de Kepler, Fermat, Leibniz, Bernouilli, Gauss y Riemann, sobre la cuestión del principio de acción mínima.

[8] Esto significa, como primer paso para remover la paja de la enseñanza de la geometría euclidiana, que el espacio no puede definirse en tres estados lineales de dirección conectados por simple toración. Más bien, refleja, como ya lo sabían los científicos clásicos desde Arquitas y Platón hasta Erastóstenes, tanto la diferencia en potencia entre la línea y la superficie, y entre la superficie y el sólido. La prueba de Gauss de 1799 de la existencia eficiente real del dominio complejo, por tanto, es un aspecto fundamental, el virtual ABC, de toda ciencia moderna competente.

[9] El error craso de Euler y Lagrange, de relegar el dominio complejo (físico) al dominio de la mera fantasía (los "números imaginarios") también se expresó en el ataque iracundo de Euler, en sus Cartas a una princesa alemana, contra la definición de Leibniz del cálculo infinitesimal. La definición de Leibniz del cálculo infinitesimal se encuentra en su colaboración con Jean Bernouilli, que define la relación catenaria-tractriz que refleja el principio de una senda de menor acción universal.

[10] William Empson, Seven Types of Ambiguity (Siete tipos de ambiguedad. Penguin Books, Middlesex, 1961).

[11] Platón , La república.

[12] El propio Kepler le atribuye de manera explícita este método a Nicolás de Cusa, Luca Pacioli y a Leonardo da Vinci, como sus predecesores en cuanto a método científico. La docta ignorancia de Cusa, fue la que primero introdujo el método de la ciencia moderna física experimental.

[13] Era amplio sabido que Hooke era la fuente probable del plagio de Newton a la obra de Kepler. Recientemente, uno de mis colaboradores descubrió una fuente en la cual el propio Newton escribe una referencia de que se copió a Kepler.

[14] Previo a los fraudes de dos seguidores utopistas de Bertrand Russell, los matemáticos de "torre de marfil" Norbert Wiener ("la teoría de la información") y John von Neumann ("análisis de sistemas", "inteligencia artificial"), la expresión "entropía negativa" ("negatoentropía") acostumbraba a usarse para identificar el principio que distingía los proces vivientes de los no vivientes. Las ingeniosas, pero dudosas, especulaciones del ex estudiante de Ludwig Boltzmann, Erwin Schrödinger y los fraudes descarados de Wiener, Von Neumann y sus víctimas, me obligaron a adoptar el término antientropía para evitar confusiones con la paca de especulaciones populares de torre de marfil asociadas con Wiener, etc. Las mescolanzas de Wiener y Von Neumann se arraigaban en los supuestos desaforados previos de una interpretación infundada de la obra de Sadi Carnot, de la Ecole Polytechnique, hecha por los colaboradores de Clausius, Grassmann y Kelvin, y en el dogma reduccionista de las "tres leyes de la termodinámica". Estos conceptos reduccionistas de estos colaboradores, de por sí malos, fueron empeorados por los fanáticos reduccionistas asociados con Ernst Mach y Boltzmann, en especial después de los fraudes horrendos que le hicieron a Max Planck los machianos. Wiener y Von Neumann reflejan la asociación de Bertrand Russell con los círculos positivistas radicales de los machianos. La característica epistemológica que tienen en común todos estos matemáticos de torre de marfil, incluyendo a Boltzmann de forma notoria, es que son reduccionistas radicales del tipo que exigen que no debe permitirse la existencia de nada fuera de un espacio euclidiano puramente mecanicista. De allí que Wiener definiera la "entropía negativa" como una ocurrencia estadística dentro del tipo de universo abiótico en que matemáticamente no se permite la existencia de ningún ser humano. A propósito, algunos ocurrentes activos podrían planter dudas filosóficas sobre la existencia en el mundo real de Wiener y von Neumann. La expresión correcta para el uso en el mundo real, donde los seres humanos sí existen, por tanto, es la "antientropía".

[15] Respecto a los aspectos pertinentes sobre la naturaleza del hombre, véase el Fedón de Platon y el Fedón de Moisés Mendelssohn. También compárese a Filón el Judío, también conocido como Filón de Alejandría, sobre la cuestión del alma. La cognición activa, el acto de descubrimiento, o la transmisión de un principio universal, requiere una noción de tiempo que es distinta de la acción que se ubica de manera axiomática dentro de la percepción sensorial. El individuo que actúa acorde, vive de forma eficaz en un espacio-tiempo físico, en el cual persiste el ordenamiento, pero en el que el tiempo-reloj es sólo un reflejo insubstancial de la secuencia. El individuo cognoscitivo vive para siempre en su "lugar" en la eternidad universal del espacio-tiempo físico ordenado de manera cognoscitiva. De modo que, si revivimos los actos de descubrimiento de Platón o de Arquímedes, sus descubrimientos viven dentro de nosotros, y ellos actúan, aún hoy, sobre nosotros, a lo largo del tiempo interpuesto.