Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Aflora la paradoja del arancel al acero

por Lyndon H. LaRouche

Por todo el mundo, muchas de las víctimas de la llamada "generación del 68" amenazan por el momento con volverse locas de remate en reacción al reciente anuncio del regreso del "comercio justo" a los Estados Unidos con el asunto de los precios del acero.

Lo que es noticia, es que la causa de su extrema ansiedad no es tanto lo del precio del acero en sí. El problema siquiátrico que vemos en el caso de algunos renombrados columnistas de los Estados Unidos y en otros, se explica por el hecho de que la mayoría de los de la "generación del 68", y muchos de sus hijos en edad universitaria, simplemente rehusan enfrentarse a ninguna paradoja, por el mero hecho de que se trata de una paradoja.

El nuevo arancel al acero plantea una clásica paradoja ontológica de libro de texto, que se puede resumir como sigue.

Un tipo repite el mantra acostumbrado: "El libre comercio es bueno para la economía, y tenemos que seguir aferrados a esa política". Pero el mismo tipo dice: "El acero también es necesario para la economía y éste no puede sobrevivir sin `comercio justo' ". Ante esta paradoja, algunos en los EU y en otras partes se transforman, de ciudadanos en apariencia sobrios, en algo que se parece a una criatura en un espectáculo de "fenómenos" de un carnaval de baja ley.

¿A qué se debe esta violenta reacción sicopatológica? Es como el caso del tipo que rompió los faros del automóvil "¡porque el motor no quizo encender!"

La mayoría en el Congreso y el Presidente de los EU respondieron al hecho de que la supervivencia de la industria del acero es un asunto de seguridad nacional para la economía como tal, así como para los requerimientos de la defensa nacional. Empero, los "baby boomers" típicos y ciertos columnistas de la prensa odian que se les recuerde que existe la realidad. Como el mecánico desaforado que hace añicos los faros, porque el auto que "acaba de componer rehusa funcionar", se lanzan furiosos contra un mundo que insiste en que se comporten de manera razonable.

Los objentantes odian las paradojas verdaderas. De allí que muchos en los Estados Unidos y Europa se sientan molestos al extremo por los nuevos aranceles al acero. Podría temerse que cualquier pollito que tengan al alcance, pronto pueda sufrir un terrible fin.

Es el caso de cualquier paradoja ontológica verdadera, que obliga a la mente a resolver el desafío de descubrir un principio físico universal, o uno parecido, como el descubrimiento original de Johannes Kepler de la gravitación universal, que resuelva la paradoja y haga que ésta, en efecto, desaparezca.

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Por más de 35 años, dos generaciones de estadounidenses, los que eran adolescentes entonces, y los hijos de éstos hoy, fueron condicionados a aceptar lo que se llamaba "la sociedad posindustrial". Desde entonces, las escuelas, la prensa, y las políticas de empleo se han combinado para lavarle el cerebro a la mayoría, y hacerle creer en un mundo anticientífico donde los "consumidores" triunfan, cual luditas contemporáneos, sobre los odiados "productores".

Entre las armas sicológicas desplegadas para llevar a cabo este lavado cerebral, hubo una combinación de medidas encabezadas por el cacareado mantra de "debemos luchar por el libre comercio y defenderlo". El "proteccionismo", la "tecnología productiva", las "ciencias físicas", la "industria" y los "agricultores", tornáronse en ideas "deprimentes", aptas sólo para las clases bajas que debían ser, de preferencia, mano de obra barata de otros países, usada como "maquila". Se decía una y otra vez, y se volvía a reiterar que "hay que forzar los precios a su nivel más bajo, aunque implique cerrar nuestras granjas e industrias".

Añádase a esta lista de mantras, la campaña para eliminar al Estado nacional, mediante locuras económicas tales como el TLC, la "globalización", y el establecimiento del "imperio de la ley mundial", como un arma para la destrucción de todos los Estados nacionales soberanos, incluyendo a los propios Estados Unidos.

Tal era la lista de mantras bajo el nombre genérico de "libre comercio".

Mientras, más o menos en 1995, empeoraron las locuras como el TLC, con la añadidura del sueño sicótico llamado "la nueva economía", que sólo recién se fue a la bancarrota en el mundo. La "nueva economía" se proclamó como la alternativa a la industria y la agricultura, la cual, junto con la maquila, nos liberaría de todo lo bueno que solía tener la economía de los Estados Unidos. Ahora, la "nueva economía" ha tronado como toda persona sana e inteligente sabía que iba a hacerlo, y nosotros, como los espectadores en el cuento de "El traje nuevo del emperador", súbitamente nos damos cuenta de que, al igual que el emperador, ¡estamos en calzoncillos!

Como el niñito inocente de ese cuento, el senador Daschle dijo en efecto: "Yo quiero mucho al `libre comercio', pero para salvar a la industria del acero hay que adoptar el `comercio justo' ". La declaración paradójica de Daschle, de la que se hizo eco el republicano Trent Lott, y la acción del Presidente, acorde a lo prometido por Lott, súbitamente transformó a todo el bendito mundo. La piedra angular de la locura económica que ha dominado cada vez más al mundo por casi 35 años, acaba de venirse abajo. A los de esas dos generaciones que sucumbieron al lavado cerebral de la ideología "posindustrial", les pareció que el universo de fantasía en el que vivían sus mentes, de pronto llegó a su fin, cuando el Presidente confirmó lo que Daschle y Lott habían dicho en su presentación en CNN.

Esta es una paradoja real, de la que todas las personas cuerdas y los lunáticos en recuperación aprenderán la lección apropiada. Contrario a los mantras del "consumismo", la riqueza que exista, será la que produzcamos. El mundo, si ha de sobrevivir, se encuentra ahora a un paso de volver al proteccionismo. ¡Ya era hora!

Claro, los que todavía tenían el cerebro lavado, se salieron más que un poquito de quicio. Mejor cuídese: el tipo con la mirada rara puede estar a punto de romperle los faros a su automóvil en el estacionamiento.

Una planta siderúrgica de U.S. Steel.

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