Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Ciencia para maestros
Como visualizar el dominio complejo

por Lyndon H. LaRouche

Demostraré en estas páginas que el aspecto tácito, implícito, de la acusación que Gauss levantara en 1799 contra D'Alembert, Euler y Lagrange, se basa en la implicación de que estos últimos eran virtuales satanistas; y eso, en el sentido de la tradición filosófica tanto del medioeval Guillermo de Ockham y los fundadores del empirismo moderno, el veneciano Paolo Sarpi y su lacayo Galileo Galilei, maestro de Thomas Hobbes. Demostraré, sin exageración alguna, que dicha acusación de satanismo no sólo es pertinente, sino que debe subrayarse a fin de arrojar luz sobre los rasgos implícitos esenciales y la importancia política del argumento de Gauss sobre la matemática misma. También prestaré atención, como ejemplo, al papel rector del empirismo en la producción de doctrinas económicas incompetentes, ampliamente aceptadas, tales como el monetarismo contemporáneo, que han tenido tan importante papel en ocasionar el desplome de las economías de las Américas, Europa, Japón y otros lugares de 1971 a la fecha.

Como lo he indicado en publicaciones anteriores, el principal rasgo del significado funcional del reduccionismo filosófico —el empirismo, por ejemplo— en la ciencia física, es que pretende erradicar todo conocimiento de la existencia de lo que el célebre geobioquímico V.I. Vernadsky identificó como las facultades noéticas de la mente humana, que distinguen al ser humano de las bestias.[1] En el ámbito de la ciencia política y el derecho, esa negación de la distinción entre hombre y bestia es la base filosófica del satanismo.[2] De ello son típicos los seguidores sinarquistas y afines de G.W.F. Hegel y Friedrich Nietzsche.[3] Como aspecto más limitado del mismo tema, como lo denota la devastadora denuncia de Gauss, del fraude que encarna la obra de Euler y Lagrange, la expresión filosófica del satanismo que se llama empirismo es la base axiomática, no sólo de aquella aberración de los positivistas conocida como la "nueva matemática", sino lo que se ha reconocido en general, aún desde antes, como la matemática comúnmente aceptada en las aulas, y las modas económicas de los positivistas.[4]

Dentro de los confines de una ciencia física muy estrictamente definida, la influencia corruptora del empirismo es el papel que tiene como doctrina del eco contemporáneo, poderoso en lo político, de un "alto sacerdocio babilonio antiguo". El papel moderno de la tradición de ese sacerdocio en la ciencia es tal que, incluso muchos estudiantes y expertos presuntamente muy logrados en materia de ciencia física, caen presa de su propia creencia temerosa de que la llamada comunidad profesional no les tolerará ningún argumento en temas físico-matemáticos, en tanto el argumento planteado no se confine al ámbito desalmado, axiomáticamente apriorístico, de los conceptos reduccionistas (es decir, empiristas) de la matemática de aula. La misma perversión yace tras el difundido síndrome actual de las "dos culturas" en la vida académica: la separación categórica entre la práctica comúnmente enseñada de las llamadas ciencias matemáticas, y las llamadas humanidades.[5] Esa sandez acostumbrada tanto en la matemática académica como en las llamadas humanidades de la actualidad, es la premisa intelectualmente incapacitante de los esfuerzos propiciatorios de la víctima por granjearse la aceptación académica o popular de la expresión social de sus conceptos.[6]


Karl Gauss

En la física matemática, por ejemplo, la sumisión a esa clase de convenciones popularizadas por las aulas y los textos escolares es fuente común del fracaso de esfuerzos por "desmitificar" académicamente el dominio complejo, tal como definieron este último dominio Gauss, Riemann y demás. He hecho referencia específica aquí a las raíces pro satánicas del empirismo, para encaminar la atención del lector al efecto moral, por lo general insospechado, del principio falso y eficientemente corruptor de la mistificación empirista que aún prevalece hoy en las aulas universitarias y demás. Esta influencia, mentalmente anodadante, se propaga de la matemática a tales expresiones del mal como la que ha tenido la creciente influencia, de 1965 a la fecha, de la moda del "libre comercio" emanada de tales centros de sofistería gnóstica como el American Enterprise Institute. Dicha influencia de común se expresa en la errónea aplicación que hoy se acostumbra de la contabilidad estadística financiera a la economía en general. El efecto pernicioso de llevar al extremo tales modas estadísticas es de una notoria extensión, como lo expresan el caso de la Enron y otros ejemplos de la práctica política y social del momento.

Como demostraré aquí, la influencia de tales corrientes reduccionistas en la opinión popular es tal que, los esfuerzos por enseñar el trabajo de Gauss de 1799 sobre el principio fundamental del álgebra, a menudo fracasan, tan sólo porque se tentare al profesor a tratar de demostrar la existencia del dominio ontológicamente complejo dentro de los límites de supuestos que se hincan ante las opiniones académicas, y otras, más corrientes en la actualidad. Las opiniones académicas sobre muchos temas siguen muy contaminadas hasta la fecha por el prejuicio de que todo tiene que demostrarse de acuerdo con el supuesto popular de que, en últimas, la verdad yace axiomáticamente en el dominio de los números contables "reales" de la simple percepción sensorial, y no en el ámbito superior de lo que Euler y Lagrange maliciosamente calumniaron de números "imaginarios".

Lo que deseo destacar aquí es que, fuera un error intelectual tácticamente fatal tratar de mostrarle a un devoto reduccionista el argumento del dominio complejo gaussiano "en términos que estaría dispuesto a aceptar": términos encadenados a los supuestos axiomáticos esencialmente lineales de reduccionistas aritméticos tales como Euler y Lagrange. Por consiguiente, la única forma de mostrarle a tan díscolo interlocutor la irremediable necedad de los planteamientos de Euler, y de los suyos propios, es mediante la presentación socrática clásica de la hipótesis pertinente, como lo hago en este informe, que le haga volar en añicos sus creencias. El uso de este método de hipótesis entraña atacar, no el método escogido por el reduccionista, deductivamente,[7] sino epistemológicamente la falsedad de sus supuestos ontológicos fijos.

Por este motivo la epistemología, esa virtud específica de la obra de Gauss de 1799, fue lo que me llevó a situarla como la piedra angular del programa educativo inicial del movimiento de juventudes. Desde fines del siglo 18 hasta la fecha el centro inmediato de la disputa sobre esa obra ha sido, como lo señalaron en su momento los propios enemigos de Gauss, la insistencia de éste en ver los problemas de la física matemática moderna desde la óptica del estudio geométrico clásico, preeuclidiano, de aquellos mismos errores que Gauss delató como fruto del misticismo de "torre de marfil" de Euler y Lagrange.[8]


Como ejemplo del mismo misticismo que ataco aquí, hago referencia a un argumento erróneo planteado, entre otros, por Felix Klein: la falsa afirmación de Klein de que rasgos cruciales de los descubrimientos de Kepler, Leibniz y Gauss pudieran ser reproducidos por los métodos erróneos de seguidores de la Ilustración como Lagrange, Kant y Laplace, tales como Cauchy, Hermite, Lindemann y demás. El fraude implícito en los esfuerzos de estos últimos es su maliciosa exclusión de las geometrías físicas de Leibniz, Gauss y Riemann; es así como el célebre Maxwell confesó su complicidad por motivos políticos en la supresión de los aportes que el conocía como cruciales de Ampère, Weber, Gauss y Riemann a la electrodinámica. Este fraude sutil de Maxwell y demás es típico de todos los engaños que aún hoy se ofrecen oficialmente en aulas, textos y obras de referencia.[9]

Esa matemática fraudulenta de los reduccionistas sólo puede eludirse si las cuestiones subyacentes de los números contables, como las aborda Gauss en su Disquisitiones, se ubican en el ámbito de una geometría antieuclidiana esencialmente constructiva, "sintética". Y así, la obra de Gauss, apoyada en este caso en la geometría antieuclidiana de su maestro Kästner, es el factor clave, decisivo, de la matemática moderna para ofrecerle al estudiante una introducción competente a la física matemática moderna. El excluir de su consideración crítica las raíces axiomáticamente geométricas del ordenamiento de los números fue la premisa del fraude esencial perpetrado por Euler y demás, y del error prevaleciente entre los crédulos imitadores del método de Euler en la actualidad.

Tal era el triste estado de cosas en la educación que tenía a mi disposición, antes de que surgieran mis sospechas sobre lo que me enseñaban de estos temas en el aula escolar y por otros medios. Mis propios conceptos contrarios, conforme los iba desarrollando en ese medio intelectual relativamente hostil, avanzaron por los rumbos que presento en estas páginas. Por consiguiente insisto hoy que una enseñanza competente requiere que el maestro no se apoye en la autoridad putativa de los libros de texto, sino que ayude a que el estudiante experimente por cuenta propia los éxitos del descubridor original (la fuente), efectuando por sí mismo los descubrimientos físicos que se presentan. Explicaré de la siguiente manera este aspecto, como lo experimenté en mi juventud.

Por motivo de lo que era, para mí, una simple aproximación adolescente, más sencilla, del tema clave tratado en el ensayo de Gauss de 1799, siempre he insistido tercamente, desde el primer momento en que me topé con las supersticiones de "torre de marfil" que se enseñan como definiciones, axiomas y postulados de la geometría de escuela secundaria, que el asunto del diseño óptimo de una viga estructural funcional en el mundo real, basta ya para señalar que la matemática se tiene que demostrar desde la perspectiva experimental, física, y no con definiciones, axiomas y postulados a priori.

Señalo ahora, como entonces, aquella perspectiva experimental que coincide, de hecho, con las pruebas epistemológicas de los métodos de hipótesis experimentales presentadas en los diálogos socráticos de Platón, que encuentran eco en Corintios 1, 13, del apóstol Pablo. Desde mi adolescencia y después, hasta principios de 1952, aún antes de que llegase a dominar alguna parte de los aspectos decisivos, axiomáticos, de la obra de Gauss, Riemann y demás, tenía ya la prudencia de limitar las afirmaciones que presentaba en mis argumentos, a las mismas premisas epistemológicas clásicas que seguí empleando desde entonces, como lo hago hoy. El ridículo espontáneo y pueril que tan inefectivamente me arrojaban en el aula de la escuela secundaria compañeros de clase y profesores necios entonces, hace más de 65 años, no hizo más que convencerme, muy correctamente, de lo retrógrada que eran tanto la cultura académica como popular de ese momento.

Desde los años cuarenta, después de la guerra, he desarrollado y adoptado una forma cada vez más refinada de esa misma prueba epistemológica en todos mis argumentos de principio en materia de arte y ciencia física. La replanteo aquí en el mismo marco de referencia en que vine a conocerla en el intervalo 1948–1953, especialmente mediante la adición de mi comparación y contraste de 1952–1953, con los planteamientos de Georg Cantor de los 1880, y con los de Bernhard Riemann, métodos que prefiero a los de Weierstrass y Cantor, aún en el mejor momento del trabajo de este último, anterior a los 1890.

El principal motivo que tengo para replantear aquí ese argumento, es mostrar la naturaleza del bloqueo mental que he observado como causa frecuente de la incapacidad de muchos de captar las repercusiones más profundas de la obra de Gauss de 1799. Lo que me anima en este caso es la necesidad de fortalecer el programa de educación superior de nuestro movimiento de juventudes en este tema fundamental. Sin embargo, el público más general también requiere de este mismo argumento que incluyo aquí.


LaRouche durante una exposición en una escuela de cuadros
Alemania, Junio 2003

En ese sentido, como demostraré, aunque los temas implícitos en el estudio de Gauss de 1799 los han presentado más que hábilmente varios de mis colaboradores —el doctor Jonathan Tennenbaum, Bruce Director, y algunos de los jóvenes mismos—, creo que hace falta un grado adicional de perfeccionamiento de nuestro programa. El quid epistemológico de la diferencia funcional entre hombre y bestia debe presentarse con más hincapié como parte del argumento, y con el mismo grado de énfasis cualitativamente mayor que le doy aquí. En tales áreas temáticas de la epistemología he devenido el especialista del caso. La cuestión epistemológica más profunda ha sido el rasgo siempre intencional, mas a veces sólo implícito, de toda mi obra literaria, incluidos mis descubrimientos científicos originales de los principios de la economía, prueba crucial del fraude de la llamada "teoría de la información", y asuntos conexos. En el presente informe me ha parecido necesario ceñir ese pulidísimo criterio epistemológico más estrictamente al aspecto psicológico de los aspectos físico–científicos conexos de la matemática como tal.

La serie de temas interdependientes que así quedan enfocados es la que sigue.

1. ¿Qué es, físicamente, el dominio complejo?

La pregunta clave, abarcante, implícita en el estudio de Gauss de 1799 es esta: ¿cuál es la naturaleza del conocimento humano? ¿Qué pruebas experimentales existen que demuestren que, la existencia de la especie humana, tal como la conocemos, depende de algún principio universal de conducta humana individual y social, principio del que carecen todas las demás especies vivientes?

Procede a ese fin por aproximaciones sucesivas.

Comienza tomando como ejemplo una comparación entre la construcción de una solución a la tarea de doblar el cubo, como la solucionó Arquitas en la antigüedad, con el enfoque moderno que representa la denuncia de los errores de Euler y Lagrange en ese sentido, hecha por Gauss en 1799. Cuando se usa la solución de Gauss al problema ontológico del método algebráico de Cardan para las raíces cúbicas (ya resuelto geométricamente por Arquitas), para demostrar el principio ya en juego en los problemas axiomáticos de doblar la línea y el cuadrado —la existencia del dominio complejo, como dominio de poder eficiente (en el sentido del concepto de poder en Platón—, tenemos que reconocer que la realidad física del argumento de Gauss ya estaba clara y concluyentemente demostrada por los griegos clásicos preeuclidianos que proseguían la tradición de Pitágoras.[10] La tarea emprendida por Gauss en 1799 fue la de poner en evidencia ese mismo principio de la geometría preeuclidiana (es decir, antieuclidiana) en el marco de referencia de la física matemática moderna posterior al siglo 14.

]En otras palabras, como lo aclararé considerablemente más adelante, la física matemática moderna debe reconocer las circunstancias históricas específicas de la historia de la economía moderna que dieron pie a los pasos sucesivos de desarrollo, principalmente gracias a los esfuerzos de Gauss, Dirichlet, Abel y Riemann, de soluciones acordes con los principios superiores de un concepto general de curvatura del espacio–tiempo físico.

Los sucesos modernos, a partir de aquel Renacimiento europeo del siglo 15 que fundó la civilización europea moderna, nos han legado una nueva forma de expresión social y práctica de los mismos temas de geometría física que trataron Arquitas, Platón y demás. La sucesión de acontecimientos a partir de tales fundadores renacentistas de la ciencia moderna como Nicolás de Cusa, Luca Pacioli y Leonardo da Vinci, y su sobresaliente seguidor confeso, Johannes Kepler, echaron los cimientos para la la física matemática válida elaborada por Godofredo Leibniz y sus colaboradores en el siglo 17.

Por desgracia, la relativa hegemonía política alcanzada posteriormente por corrientes contrarias, decadentes, y pro empiristas, en la llamada "Ilustración" europea del siglo 18, brindó la oportunidad a los seguidores empiristas de Sarpi, Galileo y Descartes en ese siglo para que casi destruyeran la ciencia.[11] Dos diestros formalistas de "torre de marfil" de entre los matemáticos de la época, los ya mencionados timadores fanáticos Leonhard Euler y Louis de Lagrange, encabezaron aquel ataque tramposo contra Leibniz que, afortunadamente, Gauss refutó en lo esencial en su propio ensayo de 1799.

El ascenso de Napoleón Bonaparte a un poder imperial de corte fascista, y el que él patrocinara la presentación de los dogmas empiristas de Lagrange, creó la oportunidad para un nuevo intentón de destruir las formas clásicas de la ciencia moderna francesa en el siglo 18, ataque continuado con mayor denuedo en los esfuerzos de Laplace y Cauchy, favoritos de la monarquía de la Restauración francesa, fundada por los británicos, para erradicar el programa leibniziano original de la tradición geométrica de Carnot y Monge en la Ecole Polytechnique. El mismo engaño se perpetuó en expresiones tales como los salvajes ataques a los fundamentos de la ciencia europea moderna, por una combinación de empiristas británi[FIGURE 22]cos y seguidores neocartesianos del ataque de Lagrange a las raíces leibnizianas de la Ecole Polytechnique francesa. A resultas, desde entonces, y especialmente desde los embustes de Clausius, Grassman, Kelvin, Helmholtz y demás, ese conflicto entre la buena ciencia clásica y los fraudes empiristas que se hacen pasar por ciencia (reduccionismo), ha perdurado hasta la fecha. Hasta ahora, en general, ha prevalecido el reduccionismo en lo político.

Habiendo dicho ese tanto sobre los rasgos históricos decisivos de estos problemas de la ciencia moderna, regreso al hilo del principal argumento ontológico que traigo aquí.

Hay dos descubrimientos elementales modernos de la ciencia física que ilustran el método ya empleado por antiguos como Pitágoras y Platón para resolver paradojas tan elementales como doblar la línea, el cuadrado y el cubo, y el carácter único, por su construcción, de los cinco sólidos platónicos.[12] Las aplicaciones modernas más elementales y cruciales del mismo método clásico son el descubrimiento original y único de la gravitación universal de Kepler, y la elaboración del principio universal de la acción más rápida de Fermat, continuada con la elaboración original de Leibniz del cálculo infinitesimal, y con el principio físico universal de acción mínima asociado con la catenaria.

Estos trabajos de Kepler, Leibniz y sus homólogos fueron los descubrimientos que atacaron recurriendo al fraude aquellos sofistas pro satánicos modernos diversamente conocidos como empiristas, cartesianos, fisiócratas, fenomenologistas y existencialistas.[13] El papel del culto al "libre comercio" es típico de la manera en que las variantes que pondré al descubierto aquí como formas de creencias pro satánicas, han inducido a un pueblo, tal como a muchos estadounidenses, a tender a destruirse a sí mismo, cual si huyera de su condición de principal potencia productiva del mundo, hacia la flácida decadencia de nuestra cultura depredadora, pro imperialista y consumista posterior a 1964, con el creciente deterioro moral, cultural y económico que se enseñoreó durante el intervalo de 1964 hasta la fecha. Veamos sucesivamente estos dos ejemplos, el de la gravitación y el de la acción mínima, como ejemplos ilustrativos del principio más básico y fundamental de cualquier método científico competente. El dejar de comprender el principio elemental que expresan ambos casos nos incapacitaría en cualquier esfuerzo posterior por definir un método científico de pensamiento moderno en general.

Como lo ha destacado el programa educativo de nuestra asociación en sus labores hasta la fecha, la observación de Kepler es típica de todo método científico válido, en tanto identifica los errores de juicio científicamente fatales comunes a la astronomía pro aristotélica de Claudio Tolomeo, Copérnico y Tycho Brahe. Muy a pesar de los supuestos matemáticos de todos aquellos astrónomos pro aristotélicos, las órbitas planetarias no sólo eran elípticas, con el Sol ubicado en uno de sus focos, sino que el movimiento de los planetas por sus trayectorias orbitales variaba continuamente. Como lo recalcó explícitamente Kepler, tal información demostró, entre otras cosas, que el producto reduccionista conocido como aristotelismo era un fraude.[14] La falsedad del "apriorismo" aristotélico, que reduce el conocimiento a la mera descripción de lo que perciben los sentidos, se demostró con un estudio más competente de ciertas clases de irregularidades en los propios fenómenos observados. El descubrimiento de la gravitación por parte de Kepler fue el lugar de origen de sucesos posteriores tan fundamentales como el descubrimiento único y original del cálculo infinitesimal por parte de Leibniz y, como aquí lo demostraré, del concepto crucialmente fundamental de la función de superficie riemanniana.

El método sofista (reduccionista) niega la existencia de la verdad conocible, tal como la negaron los timadores aristotélicos de la antigüedad, para el caso de la astronomía y cualquier otro, y como lo hizo el famoso timador moderno, el empirista neoaristotélico Emanuel Kant.[15] El reduccionista insiste en que sólo sabemos, en realidad, lo que nos presentan los sentidos.[16] Muy a pesar de los sofistas, las características medidas de la comparación de las órbitas planetarias de la Tierra y Marte bastan como prueba ejemplar de que la realidad física no se conoce por los sentidos; conocemos la realidad mediante la facultad específicamente humana de formular hipótesis y determinar experimentalmente la validez de aquellas hipótesis que resuelven las paradojas contradictorias que suelen surgir cuando intentamos explicar la conducta del mundo observado, fiados nada más de la descripción de experiencias de la percepción sensorial.[17]

¡Sombra y sustancia! La gravitación es una hipótesis demostrada por experimento, que define nuestro conocimiento de aquel principio físico universal en tanto principio que los sentido no pueden percibir de forma directa, pero que sin embargo afecta eficientemente los movimientos de aquellas meras sombras que son los aspectos percibidos de nuestro mundo. Esto trae a la mente del observador inteligente, que nuestro aparato sensorial es apenas una parte de nuestro organismo. Lo que nos informan los sentidos es, cuando mucho, de los efectos de la acción de un mundo por fuera de esos órganos sensoriales, pero no la imagen de la propia acción eficiente.[18] Los sentidos nos enseñan, cuando mucho, sombras proyectadas por un universo que existe allende la observación directa de los sentidos mismos. El ámbito de la percepción sensorial nos presenta apenas las sombras de principios reales que operan en un universo por fuera del dominio de la percepción sensorial directa. Lo mismo planteó Platón en su presentación de la forma de doblar el cuadrado (Teetetes)[19] y la construcción de los sólidos platónicos.[20]


Pierre D. Fermat y su gráfica sobre la propagación de la luz

¡Sombra y sustancia! Fermat descubrió que la propagación de la luz sigue una trayectoria de tiempo mínimo, no de mínima distancia. El refinamiento posterior de ese descubrimiento, en Huyghens, Leibniz y Johann Bernouilli, sucesivamente, desembocó en los descubrimientos conexos de Leibniz, de aquel principio de acción mínima universal que sirve por sí sola de base del cálculo infinitesimal, y el papel de la catenaria como expresión del rasgo más característico de lo que Gauss y Riemann luego denominaron, sucesivamente, como el dominio complejo.

Ambos desenlaces de aquellos casos ejemplares, el descubrimiento único y original de Kepler del principio de gravitación, y el principio físico universal de la acción mínima definido por Leibniz, desmienten el prejuicio ingenuo y falso que nos enseña que los sentidos nos muestran directamente el universo real en que existimos. Estos y otros descubrimientos afines de principio físico universal nos enseñan principios por los que podemos aumentar nuestro dominio visible, a voluntad, del universo; pero además nos muestran la naturaleza de aquel principio universal de hipótesis física, la facultad de la noesis,[21] mediante la cual podemos derivar la existencia de dichos principios físicos específicos, y ejercer dominio práctico de los mismos.

La adquisición de tan eficientemente práctico conocimiento de principios, que exceden las facultades de la percepción sensorial, nos permite definir la función eficiente de la percepción sensorial dentro de ese universo real, que yace nada menos que en el dominio complejo, un universo más allá del mundo de sombras de la percepción de los sentidos como tal. Describiremos esa relación validos de la siguiente ilustración.

El caso del firmamento nocturno

El más viejo antecedente conocido de lo que hoy llamamos "ciencia física" lo reflejan los antiguos calendarios astronómicos. El concepto de ciencia en la civilización europea hoy se remonta a un estudio geométrico de la astronomía que los pitagóricos pro egipcios denominaron "esféricas". El concepto de "principios físicos de eficiencia universal" hoy, se deriva de los astros "errantes" de nuestro sistema solar, vistos en relación al trasfondo del firmamento nocturno en las oportunidades de observación más claras.[22]

En la medida en que el hombre empieza a aproximar una "normalización" del firmamento nocturno—para compensar por el hecho de que cualquier observación desde un punto en la Tierra percibe vistas inmediatas desde un punto en la superficie de una cuasiesferoide en rotación y movimiento, nuestro planeta—, emerge un cierto concepto de lo que llamamos un "universo". De allí la interrogante: ¿qué es lo que vemos "allá arriba"?

Desde una posición "normalizada" en la Tierra, la exhibición astral parece encontrarse en la superficie interior de un espacio esférico de un radio grande pero indeterminado. En tiempos remotos, los acontecimientos solares a muchos le parecían insolentes vagabundos obstinados en relación al trasfondo de una gama de estrellas al parecer fijas, estrellas que parecían yacer a lo largo de la superficie interna de una esfera celeste. Llamemos a este mirar hacia arriba del universo el punto de partida pertinente del concepto de un sensorio universal de la raza humana, una vista de ese universo como se le presenta a nuestros órganos sensoriales. Aquellos que cometieron el equívoco de suponer que nuestros sentidos nos muestran de forma directa el universo real, tendían a la creencia de que las mediciones de lo que podía registrarse como el movimiento angular constante o rectilíneo de los cuerpos observados, sería tan sólo la forma estadística de la expresión de las leyes que regían al universo directamente, y, por ende, erraban al interpretar efectos legítimos como si sólo yacieran dentro, confinados a los límites de como un sensorio universal dentro del cual dizque estaría situada la existencia de nuestra Tierra.

De igual manera—como en el ejemplo de la forma errónea en la que el típico incauto moderno malentiende los movimientos cíclicos y periódicos de los mercados financieros, el incauto supone que diagramar las modalidades aparentes produce conocimiento de las supuestas "leyes del mercado"—, ese incauto no capta que los mercados financieros, cual esquilmar ovejas, son desplegados para atrapar y desplumar a los inversionistas embaucados, auxiliados por la propia codicia zonza del inversionista, por su tonta fe en "ver es creer", como cuando sustituye la diagramación simplista de modalidades estadísticas por lo que debió haber sido prestarle su atención a las causas físicas eficientes de los efectos.

Dicho eso, inclinemos la atención en dos direcciones. En una dirección tenemos, contrario a los reduccionistas, a aquellos antiguos más perpicaces que veían al universo dentro de los límites de una perspectiva preeuclidiana de ese sensorio semejante al de Tales y los pitagóricos. Tenemos también a sus sucesores legítimos, entre ellos al Aristarco que demostró que la Tierra giraba en órbita alrededor del Sol, y el Eratóstenes que midió la curvatura de la superficie del planeta (con notable aproximación), por observaciones hechas desde puntos en las inmediaciones del Mediterráneo, sobre la superficie del planeta. Entonces, tenemos la ciencia moderna, la cual hizo erupción en el Renacimiento centrado en Italia del siglo 15.

Volveré a enfocar nuestra atención en ese hecho cuando sea pertinente más adelante en este informe. Por el momento, concéntrate en el hecho de que el Renacimiento revivió el conocimiento de la Grecia clásica de los métodos de la ciencia física, del relativo obscurantismo intelectual de las tradiciones de la Roma imperial, y lo hizo en el marco de dar a luz los primeros Estados nacionales soberanos modernos: la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII. Éste también representó el nacimiento de la civilización europea que emerge de la prolongada edad de tinieblas que dominó a Europa con la emergencia del Imperio Romano y la posterior prolongación del feudalismo. [23] Además, fue la cuna de la ciencia moderna, como la caracterizan la obra de Brunelleschi, Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci y de su seguidor, Johannes Kepler, el fundador de un concepto inteligible de física matemática moderna. En resumidas cuentas, las circunstancias históricas más pertinentes a este informe son las siguientes.

Aunque el hecho de que la Tierra gira en órbita alrededor del Sol era conocido por los fundadores de la ciencia experimental del siglo 15, tales como Nicolás de Cusa, la Europa posterior a 1511 de la era cristiana, infestada por la Inquisición, regresó a los fracasados métodos aristotélicos de astronomía de "torre de marfil" de Claudio Tolomeo, Copérnico, y Tycho Brahe. Estos tres predecesores de Kepler e imitadores del reduccionismo aristotélico describían al universo como si yaciera dentro de la aparente regularidad estadística lineal de movimiento de la "superficie interna" del sensorio astronómico.

Ahora, siglos más tarde, se concibe el sensorio en lo profundo. El supuesto es que hay que considerar un universo en expansión de galaxias, y de configuraciones vastas y muy complejas dentro de cada galaxia. Sin embargo, tales descubrimientos recientes todavía no van a la cuestión crucial: ¿es el sensorio, así definido, real de suyo evidente? Esto nos fuerza a enfocar nuestra atención en la función del Estado nacional republicano moderno pro platónico, al darle la nueva definición necesaria a lo que significa la ciencia.

¿Cuál fue el supuesto patológico que llevó a las relativamente decadentes y reaccionarias autoridades europeas, con centro en Venecia, que predominaron luego de 1511, a tratar de darle marcha atrás al reloj de la ciencia, regresando a tales supersticiones reduccionistas como los métodos de Aristóteles y Guillermo de Ockham? ¿Cuál es la forma más simple de hacer claros los rasgos sistémicos de ese desenfreno de decadencia moral orquestado por Venecia en el intervalo de guerras religiosas de 1511–1648? Primero, toma en cuenta los orígenes sociales de la decadencia, y, luego, enfoca en las consecuencias epistemológicas.

Como lo subrayaré aquí, el asunto político suyacente que plantea la tentativa encabezada por Venecia para darle marcha atrás al progreso del Renacimiento del siglo 15, es la pelea en torno a la proposición: ¿es el hombre una bestia de forma superior, o es una especie categóricamente diferente y superior a cualquier otra forma de vida? En otras palabras, la cuestión es, una vez más: ¿cuál es la naturaleza funcional del conocimiento específicamente humano, que hace de la especie humana algo aparte de las bestias? ¿Cuáles son las condiciones en las que los miembros de una cultura se enfrentan con pruebas de tales consideraciones?

El Renacimiento centrado en la Florencia del siglo 15 es el hito histórico que separa la emergencia de la civilización europea moderna de los reconocidos aromas persistentes del filosóficamente irracional y decadente mundo romántico del feudalismo. El personaje intelectual central de ese momento de cambio histórico es el cardenal Nicolás de Cusa, cuya Concordancia católica planteaba tanto una reforma eucuménica del entonces destruido papado, así como remplazar al sistema feudal con un comunidad de principio de Estados nacionales soberanos republicanos,[24] y cuya La docta ignorancia aportó la aproximación inicial de una definición cabal de lo que vino a conocerse como la ciencia física moderna. El desarrollo complementario decisivo a ese efecto en Italia, fue la transición iniciada por el coraje de Juana de Arco, que hizo posible el primer Estado nacional moderno: una Francia unida bajo Luis XI. El segundo Estado nacional moderno fue la Inglaterra de Enrique VII.

El desarrollo político correlacionado fue el viaje de descubrimiento de Cristobal Colón, la realización de un proyecto organizado después de 1453 por Nicolás de Cusa, y que se llevó a cabo de acuerdo con mapas y otros diseños planificados y dirigidos por Colón en base a materiales que obtuvo de Toscanelli, colaborador de Nicolás de Cusa. Lo irónico del redescubrimiento de la tierra habitada al otro lado del Atlántico que realizó Colón en 1492, fue que coincidió con el precedente del salvajismo brutal de la monstruosa persecución que la España tiránica perpetró contra los judíos y los moros.[25] Esa brutalidad abrió las puertas para lo que ha dado en llamarse la "pequeña Era de Tinieblas", de guerras religiosas y relacionadas recurrentes en la Europa del período de 1511–1648.

Pese a los horrores brutales de esas guerras religiosas y relacionadas orquestadas principalmente por Venecia en el intervalo de 1511–1648, la tendencia secular de todo el lapso de 1401–1789, y posteriormente, a través de todos los altibajos, fue de progreso neto a lo largo del período visto en su conjunto, hacia formas de sociedad que liberaron a Europa del predominio de la degradación de la masa humana al estado de ganado humano ora perseguido o pastoreado. Por primera vez, el principio del ágape de Platón y el cristianismo, encontró expresión en el concepto de una sociedad política gobernada en derecho por ese principio de ley natural que posteriomente apareció como el principio fundamental de derecho constitucional en el preámbulo de la Constitución federal de los EU. Ese principio se expresa brevemente con los nombres combinados de un concepto interdependiente de soberanía nacional, bienestar general, y posteridad.

Esta doctrina de ley natural significaba tres cosas en la práctica: que el Estado nacional republicano debía ser perfectamente soberano; que los gobernantes no tenían ningún derecho moral a gobernar salvo que estuvieran dedicados en efecto al bienestar general de toda la población; y que la sociedad ponía los beneficios para su posteridad por encima del disfrute de los mismos de los vivos al presente. De allí que, aunque los Estados deben disfrutar de la soberanía, están obligados, acorde a la ley natural, a fomentar esos tres derechos y beneficios para todos los pueblos; de aquí que, estas condiciones concurrentes representan el fundamento de la ley natural para una comunidad de principio, más bien que un sistema basado en prescribir conflictos inevitables, tales como el de los empiristas Hobbes y Locke.

Esta revolución en el arte de gobernar iniciada en el Renacimiento del siglo 15, como aproximadamente la caracterizan la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII, dio lugar y fecha de nacimiento a la verdadera economía política. Este nacimiento de la economía política le dio una expresión práctica a una nueva definición legítima de la naturaleza apropiada de gobierno tanto para el individuo humano como para la sociedad. Este concepto de la responsabilidad moral que tiene el Estado de fomentar el bienestar general de todas las personas y su posteridad, es el origen de la sociedad moderna: la liberación progresiva de esa clase previamente marginada, la mayoría de la humanidad, del estado socio–político y económico en el que se le trata prácticamente como mero "ganado humano".

Es ese concepto moderno de ley natural, arraigado en una idea funcional de fomentar el bienestar general de todas las personas y de su posteridad individual y colectiva, lo que constituye la base de cualquier entendimiento competente del derecho y de la economía política en particular, y de la ciencia física en general. Es desde la perspectiva del concepto moderno de ciencia del siglo 15, que adoptamos a los precursores clásicos de la ciencia tales como a los pitagóricos preeuclidianos, como una parte imperfectamente desarrollada, pero integral, de las fundaciones para que emerga una ciencia moderna competente hoy.

Previamente, la gran masa de la humanidad a la que acostumbraba tratarse como ganado humano perseguido o pastoreado, tenía pocos derechos legales bajo la ley feudal imperial (ultramontana) que poco se diferenciaban, aun inconcientemente, de aquellas formas de derechos que se le concedían a los hatos de ganado bien tratados. Esta misma doctrina feudal, expresada por la tradición de los siglos 15 y 16 de la Fronda anglofrancesa tipo Anjou, fue la premisa de los dogmas neofeudalistas de los fisiócratas, como lo definió de forma axiomática el doctor François Quesnay. La doctrina de laissez-faire de Quesnay, como aquélla de Turgot, y la del Adam Smith que plagió todo su dogma del "libre cambio" en gran parte de los fisiócratas franceses, tenía como premisa la proposición de que los siervos del feudo no tenían mayores derechos que los que tenía el ganado pastoreado no humano y que, por tanto, las ganancias del feudo eran una expresión mágica de los beneficios como los de los cátaros que expresaba el título de propiedad del señorío que detentaba el de costumbre perezoso, parasitario, y decadente terrateniente aristocrático de turno, u otro poseedor del título de los derechos de propiedad o del "valor del accionista".

Previo al surgimiento del nuevo concepto moderno del derecho, un concepto del derecho del que son representativos tales obras de Cusa como su intrínsecamente complementarias Concordancia católica y posterior La docta ignorancia, la reducción del extranjero y de las clases bajas al estado implícito de ganado humano, definía a estos últimos como tan sólo al servicio de las clases dominantes, como es el caso con el ganado, en vez de medir el desempeño de la sociedad en términos de los beneficios que conlleva el mejoramiento de toda la población.

Por ejemplo, después de la Guerra Civil de los EU, las pautas para educar a los esclavos representadas por la obra de Frederick Douglass, generalmente fueron remplazadas por una doctrina que redujo el nivel de educación y la vida intelectual de los esclavos liberados a un nivel que bastaba para las ocupaciones serviles. Previamente, el principal economista del mundo en ese entonces, Henry C. Carey, demostró que la economía de los EU anterior a 1865 "perdió dinero" con el trabajo de los esclavos, mientras que las utilidades de esa esclavitud las usufructuaban principalmente intereses británicos y sus cómplices tories estadounidenses. El derrumbe catastrófico que sufrió en últimas la economía interna de Italia bajo el Imperio Romano plagado por la esclavitud, es emblemático de la suerte de falsa prosperidad apenas superficial y temporaria que disfruta una nación que obtiene la aparente prosperidad de los pocos a costa de saquear la tierra y las personas de los muchos, saqueando pues, así, tanto a esa tierra como a esas clases bajas a las que trata prácticamente como ganado humano.


Henry C. Carey

El descenso actual de unos Estados Unidos de América que fueran la principal potencia productora del mundo bajo los presidentes Franklin Roosevelt, Dwight Eisenhower, y John F. Kennedy, a una cultura consumista arruinada, decadente, y depredadora, refleja los efectos destructivos que han tenido las medidas monetario–financieras posteriores a 1971 del Fondo Monetario Internacional, bajo la dirección de los EU, sobre las naciones de las Américas, a las cuales dichas medidas fondomonetaristas impulsadas por los EU han llevado al derrumbe. El parásito que así destruye a su huésped, asimismo se condena a la destrucción por su propia temeraria necedad.

El principio del Estado nacional soberano, le dio al siervo el derecho a ser humano que le había quitado el feudalismo ultramontano, bajo un nuevo concepto de la ley de los Estados soberanos nacionales. El desarrollo de los poderes productivos del individuo y del derecho a participar en el fruto producido por tal desarrollo, vino a ser el propósito de la ley natural de la institución recién instituida: el Estado nacional soberano moderno. Bajo esta ley, la gente y la tierra de la nación ya no eran la leña a ser consumida solamente para darle calor a los oligarcas y a sus lacayos; defender y mejorar el bienestar de todo el pueblo y su posteridad vino a ser la forma calculable de la obligación de cuyo cumplimiento dependía la autoridad continua del Gobierno. Esa es, en primera aproximación, la expresión elemental de la institución moderna denominada economía política.

La transformación de este nuevo orden de sociedad en esa forma de organización, implícitamente calculable a través de definir la economía política, creó el marco indispensable para el nacimiento de la ciencia moderna europea en el siglo 15. La posibilidad de una mejora en las condiciones de vida de las generaciones tanto presentes como futuras, depende de la interdependencia objetiva de dos formas de actividad específicamente humanas, mediante las cuales el hombre logra lo que ninguna otra especie viviente puede hacer, efectuar aumentos a voluntad de la densidad relativa potencial de población de la especie humana.

Estas dos formas de actividad se caracterizan en sus efectos por, primero, el empleo eficaz de descubrimientos de principios universales y, segundo, por la comprensión del papel de principio que desempeñan las composiciones artísticas clásicas, tales como las tragedias clásicas de Esquilo, Shakespeare y Schiller, en capacitar a la sociedad con el propósito de que coopere a voluntad y de forma competente en fomentar eficazmente los beneficios y el aprovechamiento del progreso científico–físico.

La diferencia entre estos dos impulsos coadyuvantes estriba en que, en los descubrimientos fundamentales de principio físico universal, la mente creativa individual actúa en relación individual con el universo físico. En los principios de la composición artística clásica, el individuo actúa en relación a los principios de esos procesos sociales mediante los cuales la sociedad coopera en la aplicación de principios físicos universales descubiertos. Los beneficios de esas actividades son la única fuente real de ganancia económica para la sociedad. No hay ninguna otra fuente verdadera y legítima de ganancia que los beneficios combinados de la acción de descubrir y adoptar estas dos clases de principios universales.

Este punto de vista de la ciencia, dentro del marco de la economía política, obliga a la sociedad moderna a enfrentarse a sí misma con una perspectiva de nuevo cuño sobre la diferencia entre el hombre y las bestias. Como podemos demostrar claramente por la doctrina de Moisés, la obra de Platón, y los principios del cristianismo, por ejemplo, los individuos excepcionales de la sociedad previa podían discernir una definición esencialmente correcta de la naturaleza del hombre, que pone a nuestra especie aparte y por encima de las bestias. Pero el Estado nacional republicano moderno, como se desprende de la Concordancia católica de Nicolás de Cusa, representó la primera aparición de una forma de sociedad ordenada eficazmente para el fomento de aquellas formas de progreso congruentes con la naturaleza especial del ser humano, en tanto criatura cuya actividad característica es el descubrimiento y aplicación de estas dos clases de principios universales.

El Estado nacional republicano moderno es una forma de Estado que, tiene que estar dedicado de manera eficaz a la autoridad superior de la doctrina de ley natural que expresa el preámbulo de la Constitución federal de los EU, la cual no reconoce la existencia de un derecho a los "intereses de clase" de ninguna clase social. El concepto del "valor del accionista" que se propala en las naciones modernas hoy día, existe sólo como una doctrina específicamente fascista, de la tradición romántica de derecho de los cómplices de Hegel y Savigny, y de sus seguidores tales como el nazi Carl Schmitt. Al igual que la ciencia, la ley natural republicana mide el propósito y el desempeño por nada menos que pautas universales; específicamente, la universalidad de la raza humana, y el papel que se le tiene implícitamente asignado: ejercer dominio creciente y o asumir responsabilidad del bienestar de la humanidad, y mejorar el universo que habitamos.

Con el Renacimiento del siglo 15, la idea del hombre en el universo, en tanto ser universal así expresado por la práctica a voluntad, vino a ser la guía para esos cambios en la práctica de la humanidad que ameritan el nombre de progreso. Con la adopción del preámbulo de la Constitución federal de los EU en 1789, se estableció una pauta moral para toda la civilización europea moderna, con la cual la sociedad se obligaba a sí misma a regularse acorde al avance mensurable de toda su población, hacia mejorar el bienestar general de todo el pueblo y su posteridad. Con esa continuación de la fundación del Estado nacional moderno del Renacimiento del siglo 15, del Tratado de Westfalia de 1648, de la Declaración de Independencia estadounidense de 1776, y de la Constitución federal de los EU de 1789, se invocó una forma legítima de economía física como marco de referencia de una ley suprema de las naciones, misma que al cumplirse, representa una forma mensurable de la verdadera naturaleza humana. De ahí que, hay que fijar allí la fecha de nacimiento del nombre mismo de la historia moderna, y del concepto relacionado de la ciencia moderna.

Estas misiones de la república moderna no pueden cumplirse de otra forma que no sea el conocimiento acumulado y del aprovechamiento de esos principios físicos universales descubiertos que existen más alla del mundo de sombras de la percepción sensorial ingenua. Esta forma correcta de ver al hombre, su poder, y su misión, empieza cuando buscamos aquellos principios de ambas clases, mismos que, por su naturaleza se esconden a la simple percepción sensorial, cuyo conocimiento podría permitirle al hombre tratar de alcanzar un control sobre el ordenamiento invisible de los sucesos en el sensorio, que se refleja en nuestros sentidos como el firmamento nocturno.

Fue bajo esas precondiciones políticas que la ciencia moderna discernió el concepto del dominio complejo de los precedentes de la antigua tradición platónica.

2. El dominio complejo y la inmortalidad del hombre

La prueba de que el universo contiene principios físicos eficaces, que en sí mismos no son objetos directos de los sentidos, nos presenta con la necesidad de pensar en la relación del individuo con la naturaleza que nos rodea, en términos de dos geometrías. La primera es la que he definido en las páginas anteriores como la forma de geometría antieuclidiana del sensorio universal. La segunda es una geometría basada en nada más que una medición experimental de las relaciones mensurables dentro de un conjunto interrelacionado de aquellos principios físicos universales suceptibles a descubrimiento, y experimentalmente confirmados que se generan mediante el método de hipótesis de Platón. El primero es aproximadamente la geometría del mundo de sombras del espacio–tiempo de la percepción sensorial. El segundo es el universo que no se percibe, de esos verdaderos principios que producen esos efectos sensoriales paradójicos, que llevan a reconocer la existencia de esos principios físicos universales que son imperceptibles, pero que existen de manera eficaz. Estas dos geometrías están en todas partes interactuando.

Consideraremos esto primero, ya que afecta el trabajo del científico físico. Posteriormente examinaremos el asunto de la composición artística clásica.

En el primero de los dos casos, la interacción conocida entre esas dos geometrías, la de percepción y la física, es el efecto que refleja la física matemática moderna como el concepto de la realidad del dominio complejo de Gauss y Riemann. Dentro de este concepto combinado, la relación entre la segunda, la acción física eficiente, y la primera, la geometría física del dominio visible, se expresa como el efecto de sombras sobre los principios físicos del sensorio. Estos, en combinación, son el sujeto del concepto general de una función de superficie riemanniana en base, principalmente, al fundamento del concepto de Gauss de los principios generales de la curvatura.[26] Para la primera aproximación, considera este caso para la gravitación como la define Kepler. Luego, en la segunda aproximación, considera el desarrollo evolucionario del concepto de menor tiempo de Fermat, concepto que aparecería de forma más desarrollada como el concepto de Leibniz de acción mínima centrado en la catenaria.

Kepler sitúa el principio físico de gravitación universal respecto a la pruebas que atañen a los tratamientos sucesivos de las implicaciones de la construcción de los sólidos platónicos por Platón,[27] Luca Pacioli y Leonardo da Vinci.[28] Kepler parte de este entendimiento de las aparentes características armónicas elípticas del conjunto de órbitas solares, para dar el primer salto general de comprensión de lo que posteriormente vino a conocerse como la naturaleza física del dominio complejo. Este entendimiento le permitió a Kepler definir un conjunto de valores orbitales característicos de un planeta necesario, pero que también necesariamente había explotado, que yacía en una órbita designada entre Marte y Júpiter; un planeta que había explotado, como probó Gauss casi dos siglos después, constituyendo sus fragmentos el cinturón de asteroides.

Estas consideraciones de Kepler definen una acción invisible pero eficiente que ocurre en todas partes del sistema solar percibido, acción que causa que ese sistema se comporte de forma diferente en cada punto visible, y de la cual se puede dar razón en términos de la acción constante entre los movimientos visibles. Por tanto, tenemos que crear la imagen mental de un nuevo espacio–tiempo que, por una parte, corresponda a la percepción, pero, por otra, mueva la acción percibida por algún principio universal físico conocible, pero imperceptible. La conexión entre estas dos acciones, sombra y sustancia, respectivamente, define una nueva geometría en la que se combinan ambos efectos, el percibido y el causal, como si fuera una sola geometría.[29] Eso viene a ser el dominio complejo del principio universal de acción mínima de Leibniz, el dominio complejo como sucesivamente lo definen Gauss y Riemann en concierto con sus colaboradores tales como Lejeune Dirichlet, y otros como Abel, de cuyos resultados se valió el producto presentado por Riemann en alto grado.

Dejaré que mis colaboradores desarrollen las geometrías que así implica mi esbozo. El ejercicio asignado incluye el propósito de romper esa barrera que separa la visualización de la percepción simple de los hechos en el espacio–tiempo sensorial, del concepto de geometrías superiores que surge de la visualización sintética de los principios invisibles de acción que revelan su presencia en cada punto. La atención del lector se orientará más adelante a algunas de las implicaciones de ese asunto, luego de que hallamos comparado este caso al que representa el concepto del principio de composición artística clásica. De ahí que, un poco más adelante en este informe, aclararé el porqué de esta decisión mía.

El asunto de la ironía clásica

En una representación lograda de una tragedia clásica, o de una composición musical clásica, las imágenes sobre el escenario son sustituidas por un drama representado en el "escenario" interno de la imaginación de cada individuo en el público. La comparación de los dos escenarios, las sombras percibidas y la realidad imaginada, implica estados mentales humanos en contraste, análogo al contraste que hay entre la percepción sensorial y el reconocimiento del principio universal invisible que gobierna los movimientos de aquello que se percibe. Cada ejecutante clásico exitoso, sea dramático o musical, es conciente de eso de manera implícita, y lo gobierna una presciencia de semejante relación.[30] Esta es la llave para definir todo principio artístico clásico; también es la llave de toda práctica política que lleve a las naciones por una senda ascendente de autodesarrollo social de toda la especie humana.

Estas declaraciones iniciales sobre el asunto que ahora tenemos ante nosotros son para enfocar la atención sobre una pregunta: ¿cuál es el objeto que corresponde al acto mental de descubrimiento hipotético del individuo, de lo que prueba por experimento ser un principio físico universal? Ese acto mental corresponde a lo que Vernadsky define como noesis (biogeoquímica).

En la verdadera noesis, lo que nos interesa es la existencia de ideas que residan afuera del ámbito de la percepción sensorial, y que, sin embargo, sean ideas definidas, experimentalmente eficientes, con el mismo grado de definición en tanto ideas que el que podría atribuírsele a cualquier objeto percibido por los sentidos.[31] Platón las llama poderes.[32] Por tanto, por respeto a la naturaleza definida de tales ideas de principio, me refiero a estos diferentes conceptos como objetos del pensamiento.[33] Para precisar al máximo mi observación anterior: ¿cuál es el objeto del pensamiento que representa el acto de descubrimiento de un principio físico universal? ¿En qué consiste el que una persona reconozca dicho objeto del pensamiento en la mente de otra? ¿Cuál es el objeto del pensamiento afín cuya presencia dominante define la composición o ejecución lograda de una tragedia o composición musical clásica, a diferencia del mero sensacionalismo de la composición o ejecución artística romántica y modernista?[34]


Escultura de Platón

Los dos tipos de objetos del pensamiento que comparamos, físicos y artístico clásicos, poseen la calidad ontológica a la que me referí anteriormente en este informe respecto al descubrimiento original de un principio hipotético físico probado por experimento. El mejor ejercicio introductorio para obtener una idea de la equivalencia de los principios físicos universales con los objetos del pensamiento de la composición y ejecución artística clásica, es el estudio de la colección de los diálogos de Platón. En el conjunto de esa colección el estudiante encuentra los objetos del pensamiento llamados hipótesis platónicas, que atañen a los principios físicos; el mismo método rinde los otros conocimientos, también llamados hipótesis, que atañen a los principios de procesos sociales. Esta última clase de conocimientos de los procesos sociales ocupa el dominio de la composición artística clásica, y representa, como he subrayado en escritos previos, la llave para reconocer la interdependencia entre la composición artística clásica y una forma competente de la ciencia política de hacer historia.

En la composición clásica, como en el descubrimiento de principios físicos universales demostrados por experimento, toda la composición la genera un solo acto de cognición y nunca deja de ser una expresión de ese acto singular. Tomemos un ejemplo musical de este principio. Los últimos cuartetos de cuerdas de Beethoven, opus 131 y 132, son obras de un genio, aun por las pautas de las mejores composiciones previas de Beethoven; hasta la fecha, representan la más notable, coherente y alta expresión del principio de composición del contrapunto bien temperado que definiera J. S. Bach. Estas composiciones correctamente entendidas y transmitidas, como en los casos relacionados de las composiciones del llamado último período de Beethoven, fascinan a los poderes de concentración de la mente, sometiéndolos a una sucesión caleidoscópica de actos de descubrimiento emocionantes, en desarrollo coherente, de principio hasta después del final.[35] El principio ordenador que abarca esa sucesión es un objeto del pensamiento. Ese objeto del pensamiento es la idea generadora de la unidad de efecto de la composición.

Una gran representación de una tragedia clásica tiene un efecto parecido.

Dicho lo anterior, empecemos la definición de la composición clásica en general con una pregunta decisiva: ¿cómo descubre la mente del individuo el conjunto de principios de composición y ejecución? ¿Cómo se relaciona esto con el acto soberano del individuo de generar un principio físico universal experimentalmente confirmado? En otras palabras, ¿cuál es la característica de los objetos del pensamiento que le es común a los descubrimientos de principio a la ciencia física y a la composición clásica? ¿Cómo es que la respuesta a esa pregunta esclarece la razón por la que debemos situar la composición artística clásica y las formas contrarias de composición (o ejecución) en categorías cualitativamente opuestas? Las habilidades artísticas clásica y romántica no son perspectivas contrastantes del arte; representan especies distintas de existencia, opuestas la una a la existencia de la otra, de forma comparable a la esterilidad interespecífica de que gozan los mamíferos y los reptiles.

La llave para responder a la pregunta así planteada, la refleja ya, de forma típica, el relato de la definición que hace Pitágoras de la coma musical. Según ese relato, Pitágoras derivó la prueba de esa coma, en efecto comparando la división en, por ejemplo, la octava, de la voz cantada y la de un monocordio. En dicho experimento la coma se genera de forma constante, sólo cuando se trata de una voz cantante humana desarrollada hasta lo óptimo de su potencial natural, con métodos equivalentes a esa tradición del bel canto florentino del siglo 15, asociado al conocimiento musical que refieren los fragmentos que restan del libro La música de Leonardo da Vinci. El resultado es la misma característica de la voz cantante humana que se refleja en el conflicto sistémico entre el contrapunto bien temperado de Bach y el teclado igualmente temperado de los empiristas.

Por ejemplo, en la tradición del bel canto florentino, la distribución de los tonos y el fraseo de la voz cantante humana se establece en la memoria como un conjunto de ideas, en el sentido de los objetos platónicos del pensamiento en tanto ideas.[36] Este concepto de la voz del bel canto es el rasgo central de la composición clásica no sólo de la música, sino también de la canción y la ópera clásica alemana e italiana, que la poesía y el drama clásico de esas composiciones musicales requiere. Lo mismo aplica para la composición o declamación de la poesía, o para la subestructura musical de lo que ha de escenificarse como el drama en el teatro clásico.

Hay algo más de importancia crucial para distinguir la música en tanto arte clásico, por ejemplo, a partir de una física musical.

La escala musical del bel canto divide las categorías de la voz cantante humana en seis tipos, determinados por lo que se conoce como cambios naturales de registro, y también por diferenciaciones secundarias en los tipos de voz. El efecto combinado de estos y otros rasgos relacionados de los potenciales naturales debidamente desarrollados de la voz cantante humana, define la música como una expresión social, más bien que individual del uso de los poderes creativos humanos para generar y compartir la experiencia de la generación de objetos del pensamiento en tanto ideas. Este conjunto de relaciones sociales, que forman parte integral del "arca" de voces cantantes humanas, y el papel esencial del contrapunto en la composición musical clásica, definen a ésta y a su ejecución como un dominio de la composición artística clásica, más bien que como una especie de física matemática, aunque, por otra parte, las definiciones de los objetos del pensamiento humano para el arte clásico y la ciencia física son perfectamente congruentes.

Así, como ilustran el caso las fugas y preludios del Clavecín bien temperado de Bach, los principios del contrapunto bien temperado expresan la característica social de las ideas musicales. A este respecto, la ejecución musical clásica requiere que el instrumentista le imponga a los instrumentos las características de la voz cantante humana educada en el bel canto, de lo contrario, el aspecto instrumental deseado de la ejecución, aun de composiciones clásicas, degenera en un remedo de romanticismo como el de Lizt y Wagner, o incluso en el modernismo. Los músicos competentes nunca tocan las notas de la partitura; la partitura es un recurso mnemónico, una mera sombra de la intención del compositor clásico, que tiene que retraducirse al proceso, al objeto del pensamiento unificador, el principio, que es la composición ideada como un concepto único e indivisible a comunicar al público.

El entender estas funciones de la composición musical clásica, derivadas de las características naturales del bel canto de la voz cantante humana, lleva a discernir las funciones cognoscitivas de la propia voz humana hablada. La mejor forma de explorar estas conexiones es prestando atención al papel de las formas clásicas de la prosodia cantada, en las modalidades antiguas y modernas de la poesía de varios idiomas.[37] Las composiciones modernistas y la pronunciación de la poesía y la prosa son una expresión de formas de decadencia, que resultan en que las víctimas pierdan capacidades cruciales de composición y pronunciación de dicha prosodia, o de siquiera componer las formas de lenguaje hablado y escrito necesarias para comunicar lo que Percy Bysshe Shelley identifica como "conceptos profundos y apasionados respecto al hombre y la naturaleza". Esta pérdida del poder de la comunicación inteligible de ideas importantes se ha vuelto cada vez más aguda en las lenguas europeas en el curso de los últimos cuarenta años, desde que comenzó a popularizarse una "contracultura juvenil del rock, las drogas y el sexo", con la intención de erradicar la influencia de la cultura clásica.

Uno de los efectos notables de la propagación del llamado "cambio de paradigma cultural" después de 1963, entre aquellos que entraban a la adolescencia entre mediados y fines de los 1960 en Europa y las Américas, es un amplio deterioro del uso culto del idioma. Gran parte de este deterioro refleja el impacto destructivo de la "contracultura del rock, las drogas y el sexo", en el sentido del papel de la musicalidad (es decir, de la prosodia basada en el bel canto). Esto lo agravaron otros factores coincidentes, entre ellos, el alejamiento de la presente generación de la cultura orientada al futuro de las generaciones previas, hacia la pérdida del sentido de perspectiva histórica personal de la "generación del aquí y el ahora". A resultas de ese descenso moral cualitativo en cuanto a la perspectiva, es que la mayoría de aquéllos que ahora tienen entre cincuenta y sesenta años de edad han sufrido un deterioro existencialista, emocional e intelectual de sus poderes cognoscitivos, comparable al dogma patológico del "fin de la historia" de la secta sinarquista.

Este descenso cultural acelerado de las últimas décadas, se refleja en una pérdida de ese poder de prosodia arraigado en los principios de la poesía y el canto clásicos.

Las excepciones aparentes a ese aspecto de descenso cultural general en la capacidad de una prosodia inteligible por parte de las nuevas generaciones, incluyen la sustitución de la calidad de expresión necesaria para comunicar la clase de ideas representadas, pero no limitadas, por el descubrimiento científico clásico de principios físicos universales, por un sonsonete romántico del tipo que los crédulos confunden con el "habla elegante".

Considera el caso ejemplar del principal ideólogo pro fascista de la actual Corte Suprema de los Estados Unidos, el magistrado Antonin Scalia. Scalia es notorio por su confesión descarada de que niega la existencia de cualquier principio de derecho históricamente definido, y por su insistencia pública, reiterada y explícita en que su dogma nominalista, "orwellliano", de diccionario, de lo que él llama "texto", es un sustituto para la razón. Al respecto, Scalia fracasa en interpretar siquiera el preámbulo de la Constitución federal de los EU.

Considera, por ejemplo, el principio de soberanía.

La ironía de la soberanía

Cabe destacar que el empirista Thomas Hobbes expresa de forma explícita la al parecer instintiva aversión, suya y de los positivistas, a la ironía en general, y aun más a la metáfora. Como ya he señalado, el tema central de este informe, la reducción de la definición de "racional" a una forma de descripción mecanicista, de "conección de puntos", de la experiencia, tiene el efecto y la intención de proscribir el conocimiento de la existencia de cualquier realidad que no sea una especie de interpretación de "conexión de puntos" de la experiencia sensorial. Charlatanes tales como Bertrand Rusell y sus acólitos como Norbert Wiener, John von Neumann, y los de su calaña, llevan al extremo el dogma satánico de Hobbes.

Contrario al nominalismo implícito de diccionario de Hobbes y Antonin Scalia, sólo las formas de conducta mental humana descritas legítimamente como esquizofrénicas podrían suponer que lo que pudo proponerse como un significado literal de las palabras, abarca al conocimiento humano. El uso racional de cualquier idioma exige reconocer las similitudes con el dominio complejo de Gauss y Riemann. Las palabras se usan literalmente para designar las percepciones de cosas en tanto objetos, o las percepciones de impulsos emocionales. Pero el habla humana racional nunca es simplemente literal; el habla racional tiene su propia versión del dominio complejo. Mediante la ironía en general o, de forma más categórica, la metáfora, el habla inteligente abarca conceptos de realidades que actúan como principios físicos universales, más allá del ámbito de las descripciones literales de la percepción sensorial. A veces las ironías son engañosas, incluso falsas, pero la existencia de ironías veraces es indispensable para la comunicación humana veraz de ideas, sean ciertas o falsas. Por ejemplo, la poesía clásica se basa por completo en ese orden superior de intención que comparten el parlante y el oyente[38]

Estos significados superiores, más sutiles, permean la idiosincracia de un pueblo, y encuentran su expresión más refinada en la plástica clásica, tanto como las otras artes. La distinción entre las formas arcaica y clásica de la escultura griega antigua, y la redefinición original relacionada de la perspectiva por Leonardo da Vinci, son emblemáticas de esto. La gran escultura clásica le presenta a la mente un cuerpo, no fijo, sino de modo que la mente lo reconoce como captado a medio movimiento; la mente capta la existencia de ese movimiento, tal como John Keats describe este efecto en su "Oda a una urna griega". Este tipo de arte expresa principios, en el mismo sentido que el dominio complejo expresa principios de desarrollo continuo en accción, de una forma que las matemáticas de Galileo, Euler, Lagrange y Cauchy no pueden. La idiosincracia y el arte clásico comunican el sentido de principios de acción que yace más allá de la comprensión de la forma reduccionista de expresión literal.

Así, la comunicación inteligente en un pueblo depende, en esencia, de aquellos significados irónicos, antireduccionistas, que yacen entre los intersticios de las imágenes literales. Introducirle a un pueblo nuevas ideas de principios, depende en gran medida de compartir ese caudal de dichas ideas en la práctica de la cultura y la lengua existentes.

[FIGURE 23]Por tanto, en general, es sólo en la medida en que un pueblo cuenta con la aproximación a una cultura y una lengua clásicas, que puede descubrir y deliberar sobre nuevas ideas. Lo que llamamos la libertad de los miembros individuales de una sociedad, depende de los procesos deliberativos dentro de la misma que se basan en la acumulación de ironías engastadas en la cultura y la lengua general de esa sociedad. Sin esas funciones de una forma culta de lenguaje rico en ironías, los miembros de una sociedad se degradan a la condición funcional de prácticamente ganado humano, incapaz de participar de forma eficaz en la creación del destino nacional común.

El modo más eficaz de desarrollar culturas, incluyendo culturas nacionales, es mediante el arte clásico, y más notablemente las formas clásicas de la poesía, el drama, la música y las artes plásticas. En la arquitectura, los principios clásicos son prácticamente esenciales para una cultura nacional saludable y feliz, de modo que la organización de las comunidades y la arquitectura de los edificios satisfaga una norma artística clásica inteligible.

En otras palabras, el mismo principio expresado por el dominio complejo para la ciencia física, se realiza en una forma explícitamente social a través del arte clásico. Esto es tan esencial para la felicidad y la vigencia funcional de un pueblo, que una sociedad saludable requiere una soberanía nacional perfecta basada en una forma de cultura clásica cada vez más rica y racional. No se permiten las "torres de Babel". Es necesario que las diferentes naciones tengan una norma común de veracidad, pero cada una obtendrá esa norma de forma voluntaria, y sólo mediante su propia función soberana, de un modelo clásico de cultura soberanamente nacional.

El medio a través del cual tales culturas y lenguas separadas, y respectivamente soberanas, pueden compartir un concepto común de la Verdad, puede describirse de forma provechosa como un principio de ecumenismo definido de forma amplia. En la teología, vinculamos semejante principio ecuménico con el concepto del "Dios Único", como en De Pace Fidei de Nicolás de Cusa o el razonamiento de Moisés Mendelssohn. Este concepto, el concepto de una ley natural universal, se ve más ampliamente, sin perder ninguna de las connotaciones del razonamiento de Cusa y Mendelssohn, cuando subrayamos la naturaleza del hombre y la mujer como hechos a imagen y semejanza del Creador, y con la responsabilidad asignada de ejercer dominio dentro de los límites de esa creación.

Las formas prácticas de relación ecuménica eficaz entre diferentes cuerpos religiosos, o naciones, son aquellas que limitan sus obligaciones comunes compartidas a una cierta definición de la naturaleza del hombre, como aparte y por encima de las bestias. Estos principios que les son comunes a los Estados respectivamente soberanos, o a los cuerpos de credos religiosos, limitan su autoridad supranacional o equivalente a los principios de un cuerpo de ley natural universal, tal como esos tres principios referidos que aparecen en el preámbulo de la Constitución federal de los EU.

Semejante principio ecuménico podría existir sólo si se fundamenta en una diferenciación estricta y universal entre el hombre y la bestia. En esencia, esa distinción no es otra cosa que el poder de la mente humana de descubrir principios físicos universales comprobados experimentalmente, que yacen más allá de las capacidades de la percepción sensorial como tal. La forma de dialéctica socrática que permea los diálogos de Platón, representa un cuerpo de principio universal que expresa esta distinción universal de la mente humana y, así, desde este punto de vista superior, define un cuerpo de armonía ecuménica que enlaza las soberanías perfectas de culturas nacionales separadas. En otras palabras, esa forma de la dialéctica es un principio común eficaz que legítimamente comparten culturas e idiomas nacionales que, de otro modo, son distintos y perfectamente soberanos.

Lo otro que hay que recalcar, es que el diálogo pertinente debe expresarse en términos de los predicados de cada cultura nacional soberana, aunque las conclusiones a las que se lleguen al fin y al cabo, sean verazmente las mismas en todas y cada una de esas culturas nacionales respectivamente soberanas. Esos aspectos de las culturas nacionales que satisfagan la norma de "clásico" que he expuesto arriba, son la expresión de los medios a través de los cuales pueda establecerse y mantenerse esa fraternidad ecuménica de culturas soberanas.

La cuestión central de la ley natural universal es la siguiente.

A primera vista, el individuo humano puede elegir entre dos identidades personales. Para la mayoría de las personas en las sociedades hasta ahora conocidas, la alternativa de identidad personal del individuo es aquélla asociada con la existencia mortal entre la concepción y la muerte. Para las personas con una disposición relativamente más culta, la identidad esencial del individuo reside en esa personalidad inmortal que habita de forma temporal en la existencia mortal. La primera alternativa, inferior, sitúa así la identidad mortal de la persona individual dentro de los límites de la percepción sensorial como tal. La segunda, un verdadero sentido de identidad individual humana, ubica la existencia inmortal del individuo, por nombre, tal como la buena ciencia recuerda el nombre personal de los descubridores de principio físico universal válido cuyas ideas, que de hecho pertenecen al dominio complejo de Gauss y Riemann o, de forma parecida, al de la composición artística clásica, pasan de generación en generación. El gran científico o artista clásico representa el ideal de una verdadera identidad individual implícitamente inmortal.


Bernhard Riemann

En la existencia de la sociedad hasta ahora, el éxito de cualquier cultura depende de las contribuciones del papel rector de las personas consagradas al segundo sentido inmortal de identidad universal, en tanto guías para un pueblo degenerado moralmente por poner un acento excesivo en el menos que universal sentido mortal inferior de identidad personal. Así, para toda la civilización europea extendida al orbe hasta nuestros días, las personas excepcionales con una perspectiva universal, como Solón de Atenas, el Sócrates de los diálogos de Platón, y el propio Platón, representan y son de la esencia para los orígenes internos de lo mejor de toda la cultura europea.

Lo que acabo de subrayar enfoca nuestra atención en la diferencia funcional esencial de la civilización europea moderna. La obligación del jefe de Estado es defender la soberanía y fomentar el bienestar general de los vivos, y de su posteridad, para el presente y el futuro de toda la nación. De allí que, la conducción de la nación requiere de personas que encarnen de manera eficiente un sentido histórico de universalidad y que, de ese modo, actúen como representantes indispensables de la conciencia nacional, para subordinar los impulsos parroquiales y mezquinos de la gente a la universalidad de la existencia histórica pasada, presente y futura de toda la nación. Esto le exige a tales dirigentes un compromiso, ya sea oficial o moral, para con un sentido de humanidad histórica pasada, presente y futura, e implica un compromiso con el descubrimiento y aplicación de principios que no son sólo aquellos propiamente característicos de la nación, sino también de la humanidad en general.

El problema relacionado del mundo hasta ahora, incluidos los EU y Europa, es que nuestro pueblo, incluso nuestros dirigentes, tienen una mente muy estrecha y son incluso miserablemente mezquinos para expresar de forma tanto moral como práctica, sus opiniones y prácticas. A lo largo de la historia conocida, como advirtió Solón de Atenas, las buenas sociedades han dependido de la intervención de dirigentes moral e intelectualmente excepcionales, tales como nuestro Benjamin Franklin, nuestro Abraham Lincoln, etc., para sacar al pueblo de una nación de esa insensatez en la que él mismo, como en las últimas décadas, se ha sumido. A este respecto, nuestra Constitución federal, que se creó con la ayuda de reflexionar sobre la advertencia de Solón de Atenas, ha sido el instrumento más duraderamente eficaz de toda la historia política moderna, incluso por largos períodos en los que se traicionó de forma salvaje esa Constitución, como en el intervalo de 1964 a la fecha. El elemento decisivo del verdadero genio de esa Constitución se expresa en su preámbulo, al cual se sujeta toda interpretación de los otros elementos de la Constitución, sus enmiendas, las leyes federales y los dictámenes de la judicatura federal. La invocación de ese principio trino de soberanía, bienestar general, y posteridad radicado en ese preámbulo ha sido el punto de referencia y de virtud nacional renovable, que ha hecho de nuestra Constitución política la más duraderamente eficaz de la historia conocida. El genio incomparable así engastado en ese preámbulo es lo que obliga al Gobierno federal a regresar al punto de vista de la verdadera universalidad, para rescatar a la nación de las necedades de las corrientes recurrentes, errantes, y mezquinas de la opinión popular. Así, cuando nos apegamos a esa Constitución, de ese modo, nuestra república cuenta con cierto genio para la inmortalidad —si es que lo usamos— que no han logrado otros hasta la fecha.

Es útil contrastar la importancia de esa perspectiva del preámbulo de nuestra Constitución, con el fatal tradicionalismo del código romano ultramontano de Diocleciano. La tradición, en el sentido de ese código, representa al peor enemigo de cualquier pueblo lo suficientemente tonto como para adoptar semejante política. Es el cambio para lo mejor el que debe constantemente remplazar tal tradición. El progreso científico y cultural clásico debe ser la tradición que constantemente remplace a cualquier otra tradición. Es en esto que se asegura la inmortalidad de la personalidad que habita en el individuo mortal. Sólo la nación así consagrada al progreso continuo puede asegurarle a sus ciudadanos el acceso merecido a la verdadera inmortalidad práctica.

Esto nos lleva a la cuestión de los principios de la curvatura.

3. Los principios de la curvatura

Vuelvo a enfocar nuestra atención en el tema inicial de este informe. Esta vez, centro la atención en el ejemplo de J. Clerk Maxwell quien —al igual que tales seguidores de Ernst Mach, como el Ludwig Boltzmann que tuvo un papel decisivo en establecer las bases para el fraude de la "teoría de la información" de Wiener y Von Neumann— es alguien que todavía se cuenta entre las figuras más influyentes del siglo 19 en la corrupción que contamina la instrucción y creencia científicas académicas y afines todavía en la actualidad.

La "explicación" censurable que dio J. Clerk Maxwell de su tratamiento fraudulento de los aportes combinados de Gauss, Weber y Riemann (y el principio de Ampère) a la fundación de la electrodinámica, es característica de los fraudes que aún hoy subyacen el concepto de cosmogonía generalmente aceptado en el ámbito escolar. La razón que dio Maxwell de su fraudulento proceder, fue, como él mismo dijo, su indignación "moral" ante la posibilidad de verse obligado a reconocer la existencia de "cualquier geometría" que no fuera "la nuestra". Se refería a la tradición reduccionista empirista de Sarpi, Galileo, Euler, Lagrange, Laplace, Cauchy, Faraday, Clausius, Grassmann, Kelvin y Helmholtz.[39] El resultado de esa expresión y otras afines del concepto popular, pero inmoral, que todavía prevalece en las aulas escolares y locales relacionados hoy día, es el siguiente concepto generalmente aceptado de la cosmogonía en general.

La forma de sofistería que he descrito como asociada a los "apriorismos" de Aristóteles y Euclides, y que se expresa de forma más radical en el empirismo moderno y sus derivados, representa la raíz de este problema.

Esta tradición apriorística produce un concepto reduccionista del universo, un concepto que es un conjunto intrínsecamente entrópico de definiciones, axiomas y postulados de "torre de marfil." El que los científicos físicos se sometan a aceptar ese fraude apriorístico, tal y como lo expresan Euler, Lagrange, Laplace, Cauchy y demás, da por resultado una interpretación matemática superpuesta, y axiomáticamente entrópica, de las pruebas físicas. Las teorías físicas aceptables son aquéllas que se diseñan para coincidir con este concepto de modelos matemáticos "generalmente aceptados en el aula escolar". A su vez, de las teorías así corrompidas se derivan deducciones, con el resultado de que se debate acaloradamente en círculos académicos las intepretaciones variopintas confeccionadas dentro de los confines de esos patéticos esquemas deductivos, y se divulga en la forma de debates ridículos y esencialmente superficiales de tales temas en la prensa cotidiana. En general, hoy todos coinciden en que el universo en su conjunto es esencialmente entrópico.

Como brevemente vuelvo a plantear el argumento aquí y ahora, una de las formas modernas más apropiadas de desenmascarar el fraude de cosmogonías de la variedad reduccionista, ha sido la elaboración de los conceptos de biosfera y noosfera por un gran sucesor de D.I. Mendeléiev, Vladimir Vernadsky.[40] Me he referido a ese aporte de Vernadsky en varios escritos previos. En la presente ocasión, simplemente resumo las aspectos esenciales pertinentes al tema bajo discusión. Lo que hay que recalcar fundamentalmente, es cómo el desarrollo y la aplicación por parte de Vernadsky de los principios de la biogeoquímica, le dieron una expresión fresca a lo que había sido, desde Platón y demás, el concepto clásico tradicional de que el universo es un compuesto multiconexo de tres espacios–fase distintos de principio: el aparentemente no viviente; el viviente; y el humano–cognoscitivo. El método de Vernadsky, la biogeoquímica, suministró la base experimental moderna para definir las distinciones de principio y las interconexiones de principio entre esos tres espacios–fase.

La obra sucesiva de Pasteur, Curie, Vernadsky y demás, demostró experimentalmente que la "vida", desde la óptica de la química física experimental, es una categoría de principio físico universal que es eficiente, pero que no yace dentro del ámbito de los procesos no vivientes. Por tanto, representa un espacio–fase universal distinto. De igual manera, los poderes creativos de la mente humana expresan principios que no yacen dentro del ámbito de los procesos vivientes en general. Por tanto, la cognición humana, que Vernadsky denomina noesis, y que se expresa por la dialéctica platónica, no es un principio que simplemente se deriva de manera experimental de los procesos vivientes en general: no puede derivarse de los procesos vivientes en general, sino más bien interviene dentro del ámbito de los procesos vivientes, cual principio antientrópico superior desde "fuera" de la vida en general.[41]


Louis Pasteur

[La aplicación por parte de Vernadsky de lo que él definió como la biogeoquímica, demuestra que los procesos vivientes dominan crecientemente a los no vivientes, y que la noesis domina crecientemente a los procesos biogeoquímicos. Desde la óptica de la termodinámica estadística, la vida es intrínsecamente antientrópica en relación a los procesos no vivientes; y la noesis también lo es en relación a los procesos vivientes en general. De allí que el universo, en tanto la interacción entre estas tres cualidades ontológicas de principio, es intrínsecamente antientrópico, ya que todos los espacios–fases son eficientemente multiconexos. El universo se rige por el principio que ha de derivarse del principio penetrante de la dialéctica platónica, como lo señala el Timeo de Platón, y como lo señalan Pacioli, Leonardo da Vinci y Kepler.

Además, la manera en que los espacios–fase respectivos de procesos no vivientes, vivientes, y noéticos interactúan, es un principio físico universal. Esta interacción tiene la forma que Platón identifica como poderes, en contraste con el principio estéril, contrario, de Aristóteles y los empiristas de energía, y, como argumenta Filón de Alejandría, por ejemplo, en contra de la esterilidad "poscreación" de un Dios como el que define erróneamente Aristóteles.

Revisa las implicaciones metodológicas de lo que acabo de escribir. Revisa el tema desde la perspectiva de la epistemología.

Sustitutos fraudulentos del método científico, tales como los de Aristóteles y los empiristas explícitamente, y de los reduccionistas en general, abogan por definiciones, axiomas y postulados a priori, en base a la premisa de que esos supuestos arbitrarios parecen explicar un universo de sombras limitado a las aparencias sombrosas de la percepción sensorial. Al igual que hacen Euler, Lagrange, Laplace, Cauchy Clausius y demás, ellos luego interpretan los fenómenos estadísticamente, de acuerdo con los preceptos de esas presunciones arbitrarias. Una epistemología que aborrece las presunciones arbitrarias, examina los procesos mentales humanos para descubrir ahí todas las presunciones aplicadas a la interpretación de la experiencia.

El resultado es comparable al argumento principal de Riemann en su disertación de habilitación: en la ciencia física no puede permitirse ningún supuesto universal que no esté arraigado, como lo está el descubrimiento de Kepler de la gravitación universal, en pruebas que demuestren que cierta clase de fenómenos pertinentes existe sólo como reflejo de un objeto del pensamiento, un conjunto de principios físicos universales que existen sólo por fuera, y más allá del alcance, de la mera certeza sensorial. Sin embargo, la eficiencia de esos principios físicos universales es demostrable en base a un escrutinio experimental riguroso de la experiencia, especialmente —tal y como define Vernadsky la noosfera— de la experiencia del hombre en cambiar su universo a voluntad mediante la aplicación del descubrimiento de tales principios. De ahí que, el universo de la investigación científica física tiene una naturaleza físico–geométrica doble, que combina la experiencia sensorial, en tanto proceso intrínsecamente alineal en principio universal, con la "curvatura" de las acciones eficientes (principios físicos universales) externas a la percepción sensorial directa.

Nuestro Sol creador

Por ende, tenemos el siguiente cuadro del universo de la humanidad, visto experimentalmente. Procedo a desarrollar ese cuadro en dos pasos sucesivos de aproximación.

En primera aproximación, el universo parece componerse de dos conjuntos de principios físicos universales: el primer conjunto de principios, m, como la totalidad implícita de tales principios sujetos al descubrimiento; y el conjunto menor, n, de principios experimentalmente confirmados conocidos por la humanidad en la actualidad. Sin embargo, en segunda aproximación, el universo m ya se desarrolla de una manera antientrópica antes de la intervención voluntariosa del hombre. Para ilustrar ese argumento, toma el caso de la "historia" del sistema solar.

Nuestro mejor conocimiento hasta la fecha es que el sistema solar empezó como un sol solitario con exuberancia juvenil y en rápida rotación, dentro del universo en general. De acuerdo con los principios de Kepler, al girar este sol joven se desprendió parte de su propia materia en un disco que giraba en órbita alrededor del mismo sol. Si suponemos que dentro de ese disco ocurre la fusión nuclear polarizada, entonces fuere posible que la fusión polarizada, y sólo la fusión polarizada, haya generado la tabla periódica observada del sistema solar. Esa materia del disco generada por la fusión, por "destilación fraccionada" habría quedado en aproximadamente las órbitas platónicas definidas por Kepler. Luego, según la interpretación de Gauss del asunto, las características elíptico–armónicas de la órbita habrían "condensado" la materia distribuida a lo largo de cada órbita, para formar los planetas pertinentes y sus lunas. El concepto crucial de esta hipótesis la aporto la prueba de Gauss de la tesis de Kepler sobre la existencia del planeta desaparecido autofracturado, los escombros conocidos como el cinturón de asteroides.

Tales conclusiones de Kepler, Gauss y demás concuerdan con las características primarias de lo que he descrito de forma resumida como el concepto sistémico biogeoquímico del universo que tiene Vernadsky. En otras palabras, el argumento es que el universo se crea como un universo intrínsecamente en autodesarrollo, en un proceso de desarrollo expresado, entre otras, por la generación inherente de estados de organización propia cada vez más diferenciados. Además, que el principio antientrópico de la cognición (noesis) ya existía en ese universo "desde el comienzo", pero se pudo expresar como el hombre sólo con el surgimiento de ciertos nuevos estados de organización local del universo, generados legítimamente como parte del desarrollo propio antientrópico total del universo. Dado que los principios antientrópicos de la vida y la noesis son de una cualidad universal intrínseca en un universo multiconexo, el universo siempre fue antientrópico en sus totalidad. El poder manifiesto del hombre de aumentar a voluntad su dominio del universo mediante nada que no sea la noesis, lo demuestra experimentalmente. Tal es la labor de la epistemología; ninguna idea es legítima, a no ser que la necesidad de que nazca se demuestre desde una perspectiva experimental.

Este concepto del universo tiene una demostración complementaria. Los hombres y las mujeres que conciben su existencia personal de una manera congruente con ese concepto del universo, son los dirigentes más eficaces de la humanidad en la ciencia física, en el arte, y en otras formas. Aquéllos que comparten la carga de un "sentimiento" contrario respecto al universo, tienden a fracasar como dirigentes ante cualquier crisis en la obra de su vida.

Si crees que eres verdaderamente inmortal, en el sentido del universo que he resumido aquí, entonces tienes una capacidad inconmovible de conducción eficaz en lo que resulte ser la obra apropiada de tu vida, como lo hizo Juana de Arco para lo que vino a ser el Estado nacional republicano soberano, por ejemplo; como lo demuestra la obra de Beethoven; como hizo Federico Schiller en su condición de poeta, dramaturgo, filósofo e historiador. Para el científico que aborda este tema de reflexión como lo hago yo aquí, existe una prueba físico–científica muy clara de ese concepto sublime de la inmortalidad. El peso de tal línea de argumentación es, tomando en cuenta el sitial extraordinario que ocupa el hombre en el universo, la perspectiva tocante a ese universo que produzca la motivación más eficaz para mejorarlo es una expresión de la perspectiva que más se corresponde a lo que realmente es el universo.


Albert Einstein (segundo a la derecha) con otros científicos

Este universo no tiene comienzo, y no tiene fin. Como lo planteara en una ocasión Einstein, el universo es finito e ilimitado. No existe nada fuera de él, y no existe nada antes o después de él. Es un universo antientrópico en autodesarrollo, regido por ese mismo principio personal que se refleja en la obra desarrollada en la madurez del gran científico creativo y artista clásico; es un universo personalizado, representa un Creador personalizado, conocible como tal porque expresa el mismo principio noético que coloca al ser humano aparte y por encima de todas las formas inferiores de existencia. En aquellos andares nuestros que llamamos nuestra vida mortal dentro de este universo, el tiempo no se mide de atrás hacia adelante, sino más bien de abajo hacia arriba, de la misma manera en que lo indica el despliegue del sistema solar, partiendo de un sol solitario con exuberancia juvenil y en rápida rotación. Lo que deberíamos llamar "progreso" es arriba, y lo que llamamos "tradición" o "entropía" es abajo. Es, por tanto, un universo maravilloso en el cual vivir.

¿Qué es, entonces, nuestra vida? La respuesta viene: "Tu vida es lo que hagas de ella, lo que hagas por la humanidad pasada, presente y futura en su totalidad, lo que hagas por que el hombre asuma a voluntad las responsabilidades crecientes por el desarrollo noético del universo mismo". Tu vida, tu inmortalidad, es tu labor a tales efectos. No tienes sino una breve existencia mortal; por lo tanto, usa ese talento sabiamente, conforme a lo que el universo y su Creador requieren de ti en cuanto a tu labor. Tal discernimiento respecto a la condición de nuestra breve existencia en un marco mortal, nos libera de todas esas dudas que hacen cobardes de todos los que son como el Hamlet de Shakespeare, todos como los relativemente mejores representates de entre casi todos los actuales dirigentes políticos de los Estados Unidos, por ejemplo. Quienes comprendemos esos principios, somos más poderosos moralmente que otros, porque no necesitamos de ninguna forma, como Hamlet, dudar del valor de cualquier bien que podamos contribuir para el mejoramiento de la condición humana, y el mejoramiento del universo en el que habitamos.

Esto se reconoció, al menos hasta cierto grado útil de aproximación, aun entre ciertos poetas ingleses que siguieron a Shakespeare. Wordsworth habló de "intimaciones de la inmortalidad", Keats describió el asunto con una elegancia bella en su "Oda a una urna griega", y Shelley fue a la esencia de la cuestión práctica en su "En defensa de la poesía", al celebrar los períodos de la historia de un pueblo durante los cuales hay un repunte del "poder para comunicar conceptos profundos y apasionados respecto al hombre y la naturaleza".

Cuando hemos llegado así a nuestra reconciliación con el hecho de la vida mortal y la muerte, como el réquiem por un héroe, o un amigo difunto nos debe conmover con júbilo a recordar este hecho, somos capaces de devenir personas verdaderamente morales, por fin. Cuando vemos que la brevedad de la vida mortal tiene un propósito, que expresa la realización de la labor de noesis del alma inmortal, no hay nada, como quien dice, "que pueda impedirnos" llevar a cabo esa misión que para nosotros y el Creador es más preciosa que nuestra misma existencia mortal.

El universo está ahí, sin nada fuera de él, sin comienzo ni fin. Si nos hacemos parte de su propósito, somos todo; si traicionamos ese propósito, somos como nada. Así que, nuestro concepto de ese universo es la gran fuente de fuerza adicional, que produce los dirigentes más grandes de la ciencia, el arte clásico y la vida política.

Por desgracia, relativamente pocas personas han llegado a conocer ese concepto. Buscan, neciamente, el significado de la vida en el basurero que es en general el cuerpo de opinión popular del momento. Hoy, muchos se parecen en algo al cantante de basura, que muere de manera fea de una dosis excesiva de una droga dizque recreativa. Es el hedor del pesimismo, lo que es la opinión popular prevaleciente hoy, el que produce los hamlet miedosos que han servido como los relativamente mejores dirigentes políticos, y que fomenta esa rabia miedosa de desesperación popular de la que los matones fascistas de hoy, los llamados "neoconservadores", comen cuales buitres voraces.

Tales temores desmoralizadores se nutren de una actitud pesimista hacia el progreso de lo que se llama la ciencia física, y por la difusión de la influencia satánica de sectas existencialistas de aquellos enemigos de la verdad, al estilo de la Escuela de Fráncfort. Por un lado, el optimismo hacia el universo y el lugar del hombre en él engendra moralidad y alegría; las actitudes pesimistas respecto al progreso científico y tecnológico, y el pesimismo hobbesiano respecto al hombre son la materia de la que se confeccionan los hitler.

Que el sol brille en nuestro concepto del universo del que formamos parte. Ese sol no es un objeto, sino un proceso que se desarrolla por sí mismo, como lo es el universo en su conjunto. Hay que vernos en ese marco, y ver, sobre todo, el lugar especial, para siempre inmortal, de la humanidad en el proceso universal, sin límite ni fin, del total de la Creación.

Una vez reconozcamos la existencia de principios físicos universales como objetos del pensamiento (implícitamente riemannianos), habremos logrado acceso a una comprensión más ventajosa de las implicaciones prácticas de los conceptos generales de curvatura desarrollados por Gauss y Riemann, sucesivamente.

Tú no "ves" esta curvatura en sí con los sentidos. No arruines tus días tratando de lograrlo. La ves con tu mente, no tus sentidos. Sin embargo, puedes demostrar su existencia eficiente con la ayuda de las pruebas que aportan tus sentidos, así como Kepler descubrió la intención que reconoció como la gravitación universal. Examina el objeto del pensamiento que fue el descubrimiento de Kepler de la gravitación. (No pierdas tiempo innecesariamente en ese baboso de Galileo y sus seguidores de secta empiristas.)

Piensa en lo que identifiqué, arriba, como el sensorio. Trata de establecer una correspondencia entre los sucesos celestiales observados, por ejemplo, y la superficie implícita del interior de ese sensorio. ¿Cómo, entonces, hemos de tratar los movimientos irregulares? Es decir, los movimientos que no se corresponden con los conceptos de leyes físicas como Aristóteles o Claudio Tolomeo, por ejemplo, lo hacían. Ahora, define una curvatura de algo que toca la trayectoria aparente del planeta o estrella, una trayectoria que no se ha de ver con los ojos, sino sólo en la imaginación. Esta trayectoria medida, más no vista, toca y regula la acción a lo largo de la trayectoria en el sensorio, a cada punto. El movimiento de esa trayectoria no vista a lo largo del sensorio, define el impacto de una geometría física no vista, de la que la trayectoria aparentemente vista no es sino una sombra de la realidad.

Al regresar, de una manera más radical que Gauss lo había hecho públicamente, a la geometría (constructiva) física preeuclidiana (por ejemplo, antieuclidiana) como la pitagórica de Platón y demás, Riemann erradicó todas las reliquias de las geometrías euclidianas o afines de la opinión competente de la ciencia moderna, sin dejarnos nada que no fuera el sensorio de la observación, cuyos movimientos reflejados expresan las curvaturas físicas no vistas asociadas con aquellos objetos del pensamiento que conocemos como principios físicos universales.

En cualquier momento de la experiencia, el conjunto existente de tales principios físicos universales puede estimarse como la representación de lo que he denominado los "m" principios físicos universales del universo en su totalidad. De estos "m" principios posibles, la humanidad hasta ahora conoce, realmente conoce, sólo unos "n". Cada uno de estos se corresponde a una curvatura, pero el conjunto de tales principios conocidos también define una curvatura en relación a lo que se observa experimentalmente en términos del sensorio. El efecto combinado de esas curvaturas también representa una curvatura, misma que implícitamente determina la interacción de todas las curvaturas tras bastidores que se tomen en cuenta.

Ahora viene la intervención a voluntad del hombre en el universo guiado por tal conocimiento adquirido. La acción a voluntad de la humanidad, en aras de un cúmulo de tales principios descubiertos, cambia el universo. Por ejemplo, el ritmo de la acción eficiente del hombre sobre el universo acelera en la medida en que aplica el avance científico. El avance científico cambia de esa forma la curvatura neta del universo aparente. Así, el hombre crea nuevos estados de la naturaleza, de manera que cambia la curvatura del universo de la acción y la experiencia del hombre.

De allí que, al conocer más de los principios del universo, cambia nuestra opinión sobre la curvatura del universo. Al lograr aplicar ese conocimiento aumentado, cambiamos la curvatura del universo de la acción del hombre.

Tomemos, por ejemplo, el cambio de fuentes de energía asociadas con la combustión química, a las "densidades de flujo energético" cualitativamente superiores de la fisión nuclear, y a las densidades cualitativamente aún superiores de la fusión nuclear, o, quizás, las llamadas reacciones materia-antimateria.

Por ejemplo, si proscribimos la fisión nuclear como una fuente de energía principal, le imponemos límites a la condición humana, límites que han de resultar en una catástrofe mundial para la especie humana. Si no dominamos la fusión nuclear, nos espera otra catástrofe para toda la humanidad un poco más adelante. Aquéllos que desean mantener a la mayoría de la humanidad en la condición de prácticamente ganado humano, se empeñan, por tanto, en impedir el uso general de la fisión y la fusión nucleares como fuentes de energía, ya que si mejoramos el nivel de vida, y educación, de la humanidad en general, ¿qué oligarquía podría esperar seguir con su dominio absoluto de la humanidad? La oligarquía prefiere mantener a las masas de la humanidad en un estado de pobreza brutal y tan estúpidas como permitan las condiciones, como vemos de los cambios posteriores a 1973 en las normas de salud pública, educación, cultura popular y otras relacionadas, en los Estados Unidos y en otras naciones.

Esto vuelve a enfocar nuestra atención en la naturaleza de los males esenciales del aristotelismo, el empirismo y cosas por el estilo, tanto en lo tocante a la práctica de la ciencia que se enseña y se practica, como en la educación y en las pautas culturales (incluyendo las normas religiosas, tales como esas de los alcohólicos y drogadictos, dizque reformados o potenciales, bipolares u otros, conocidos como los "fundamentalistas religiosos" al estilo de Elmer Gantry) en general. Estupidiza al pueblo, y ya lo habrás reclutado a las filas de ganado humano por su propia voluntad. Las "reformas" educativas para los ex esclavos después de la Guerra Civil de los Estados Unidos, de "no educarlos más allá de su sitio indicado en la vida", representa la misma política de mantener a la gente cautiva dentro de los establos y las chozas, o en los campos yermos y basureros apestosos donde se guarda al ganado humano.

4. Satanismo y economía


Figura del dios Mitra sacrificando al toro

Las observaciones inmediatamente anteriores nos traen ahora al punto de la discusión que se prometió al inicio de este informe: el satanismo y la sociedad, o el empirismo como base del satanismo de facto que practican en nombre de la economía política el American Enterprise Institute, la Fundación Heritage y demás criaturas del pantano. Primero, algunos hechos históricos esenciales sobre el satanismo.

La tradición del satanismo en la Europa moderna se remonta, principalmente, al reinado del emperador romano Tiberio, practicante del culto a Mitra en la isla de Capri; y en segundo lugar, al papel de la oligarquía financiera veneciana desde cuando hizo la de potencia marítima imperial de Europa y el Mediterráneo; más generalmente, a partir de los desarrollos iniciados durante el intervalo entre el reinado del emperador Otón III y la Conquista Normanda, hasta el ocaso de las aspiraciones imperiales del Estado veneciano hacia fines del siglo 17. Pero la tradición del sistema veneciano de diplomacia y espionaje, y su papel de manipulador de la historia europea a través de sus redes financieras oligárquicas, se han mantenido hasta la fecha. Ataca explícitamente a las tradiciones de Capri y Venecia en estos aspectos históricos de tanta importancia hasta la fecha, y pensarás que habrás alborotado un avispero político y religioso.

El punto de referencia central para identificar la importancia histórica que aún tienen Tiberio y la secta de Capri, en ciertos aspectos fundamentales de la historia europea del siglo 20, es el énfasis que ponen los propios satanistas en el papel histórico real de Tiberio y su yerno de hecho, Poncio Pilato, en la crucifixión de Cristo. La secta de Tiberio en Capri de hecho, es el principal culto moderno al anticristo.

Este conjunto de conexiones, que aún hoy revisten gran importancia, se expresa en las sectas explícitamente pro satánicas de Bertrand Russell, destacado compinche de H.G. Wells, los hermanos Julian y Aldous Huxley, y el "teósofo" y satánico declarado, Aleister Crowley. Gregory Bateson, alguna vez consorte de Margaret Mead, fanática del control demográfico, con todo y su bastón de bruja, también aparece al centro de las redes vinculadas a las sectas pro satánicas de Capri. La historia del fascismo [42] a partir de su fundador, el ocultista Napoleón Bonaparte, pasando por Mussolini, Hitler y Franco el de España, es una historia impregnada de la tradición ocultista pro satánica de las actividades del culto a Mitra de Capri en el siglo 20, incluidas las sesiones con Maxim Gorky en la gruta de esa secta en Capri. La principal expresión del satanismo en nuestros días, es el fascismo como lo practican los neoconservadores estadounidenses vinculados a Leo Strauss en la órbita del vicepresidente Dick Cheney.[43]


Napoleon Bonaparte

El plantear la cuestión del satanismo, como lo hago aquí, no es en forma alguna una exageración de la pertinencia práctica de esta materia para la sociedad contemporánea. Como lo atestigua el peligro de guerra mundial que representa esta secta realmente sinarquista de neoconservadores, nadie en su sano juicio puede oponerse a que se plantee el asunto del satanismo en relación con las crisis estratégicas mundiales del momento. El problema que debe asimilarse es el de entender como fenómeno clínico, la naturaleza y las causas de esta clase de enfermedad mental y fenómeno de masas, como lo hago en el presente informe.

Como indiqué desde el principio de este informe, la esencia del asunto es que el suprimir la sensibilidad a la diferencia esencial entre hombre y bestia es lo que funcionalmente distingue, de hecho, lo que es el satanismo. Visto el asunto de esa forma científicamente rigurosa, nos vemos obligados a reconocer que toda la historia conocida de la sociedad antes del referido Renacimiento del siglo 15 entrañaba un estado de cosas en el que algunas personas cazaban o criaban a otras en condiciones de prácticamente ganado humano. El trato de ganado humano, de bestias, que se le daba a la mayoría de la humanidad, degradaba a esa misma bestialidad a sus cazadores y custodios. Así, pues, la prehistoria y la historia del hombre han sido, en lo esencial, una larga lid por liberar a la humanidad de esa bestialidad autoinfligida.

Esta lucha contra la hegemonía de la bestialidad en la historia de la civilización europea abarca sucesos destacados tales como la historia de la ciencia desde los pitagóricos, Solón de Atenas y Platón, hasta el principio de la universalidad humana en tanto imagen del Creador, establecida por Jesucristo y propagada, principalmente, en el Evangelio según san Juan y las Epístolas de san Pablo. La actualización del impacto de ese cristianismo, enmarcado en el clasicismo griego, sobre el judaísmo y luego el islam, abonó el terreno para el primer surgimiento del Estado nacional moderno en las condiciones producidas cuando el latín dio pie, durante el Renacimiento del siglo 15, a un acento renovado en la cultura clásica griega, moral e intelectualmente superior, de la Academia de Platón en Atenas.

Como ya señalé, las guerras religiosas orquestadas desde Venecia en la "pequeña era de tinieblas" del intervalo de 1511 a 1648, y la destrucción del renacimiento francés del siglo 17 por una combinación del legado de Luis XIV y la Ilustración del siglo 18, redujeron las posibilidades de perpetuar el legado político de la fundación del Estado nacional moderno en el Renacimiento, al apoyo de Europa a los esfuerzos comandados por Benjamín Franklin en Norteamérica. Los esfuerzos dirigidos desde Londres por Jeremy Bentham, peón de lord Shelburne, y otros —que impulsaron la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 como maniobra para abortar el movimiento en pro de la constitución de Bailly y Lafayette—, y el posterior Terror jacobino y el reinado de Napoleón, echaron a perder la posibilidad de establecer en Europa verdaderas repúblicas como la estadounidense. El resultado fue la agridulce mescolanza de ciertas reformas del orden feudal en Europa, desembocando en el ahora típico modelo de democracia liberal parlamentaria angloholandesa dominada por los banqueros.[44]

En la actualidad, desafortunadamente, el éxito de las corrientes derechistas asociadas con la campaña presidencial de Richard Nixon de 1966–1968, y el mando de ese orden que devino en manos del proconsulado de Henry Kissinger, George Shultz, Paul Volcker y demás, desató una arremetida contra la tradición constitucional de los EU, que hoy le ha acarreado la ruina tanto a las Américas como a Europa y el África al sur del Sahara.

No obstante, la Constitución de los EU es la más durable de todas las formas de gobierno concebidas hasta la fecha, Constitución que ha sido rescatada repetidamente del borde de la tumba, como ocurrió durante las presidencias de Abraham Lincoln y de Franklin Roosevelt. El elemento más decisivo de esa Constitución —su verdadero genio— es su preámbulo, que constituye, como ya lo he descrito, la ley fundamental de nuestra república.

Para redondear el argumento de este informe, consideremos la siguiente evaluación estratégica de la actual situación mundial.

Si tú fueras el diablo mismo, y desearas erradicar del planeta todo lo que representare la diferencia eficiente entre el hombre y la bestia, ¿de dónde lanzarías tu ataque? Para establecer un imperio mundial de Satanás, digamos, ¿qué parte del mundo escogerías como primer blanco a tomar?

Remóntate al verano de 1944. La penetración victoriosa de las fuerzas aliadas en Normandía asegura el fin próximo del régimen nazi. El presidente Franklin D. Roosevelt, agotado por la combinación de sus labores y males persistentes, se dispone a reorganizar el mundo en la posguerra, como un mundo compuesto de una unidad de principio anticolonialista entre Estados nacionales soberanos. Ha escogido una vez más a su vicepresidente Henry Wallace, como su candidato vicepresidencial en la próxima convención del Partido Demócrata. La derecha, dentro y fuera de los EU —representativa de los intereses financieros, y sus cómplices, tras los gobernantes sinarquistas de Alemania nazi, Italia y España fascistas, y la Francia de Vichy— está resuelta a protegerse del espectro de la justicia inminente y garantizar que se le ponga fin a la política que representa Roosevelt. Es así como le imponen a Roosevelt al senador Harry Truman, como remplazo de Wallace, en esa convención.


Dwight Eisenhower con John F. Kennedy en la transmisión del poder, 1961

La elección del presidente Dwight Eisenhower dio marcha atrás, por un momento, a la toma de poder fascista en los EU bajo Truman, pero resultó ser sólo un revés temporal para las ambiciones de las fuerzas faccionales utopistas del pretendido fascismo internacional, actualmente vinculadas con rubros tales como "neoconservadores" y "revolución en los asuntos militares". La crisis de los proyectiles en Cuba de 1962, el asesinato del presidente Kennedy, y el inicio oficial de la guerra estadounidense en Indochina, transformaron a los EU de la principal economía productiva del mundo, en la sociedad de consumo parasitaria, insolvente y depredadora mundial en que ha degenerado para estas fechas.

El rasgo esencial de este cambio lo representa el caso del magistrado Antonin Scalia con su doctrina pro fascista y francamente pro satánica del "valor del accionista". La esencia de la cualidad de fascismo de la que Scalia es apenas un ejemplo, es la negación de los principios esenciales de la Constitución estadounidense, especialmente los principios antisatánicos del "bienestar general" y la "posteridad".

La negación del derecho de la población a desarrollarse y trabajar en servicio de aquel progreso científico y tecnológico esencial para la naturaleza humana de toda la población, es la esencia del satanismo en la práctica; una bestialización de la población, en tanto ganado humano que se considera apto solamente para presa de una clase financiera rapaz.

El objeto de tales maniobras no se limita a privar a la población de su derecho al desarrollo de la sociedad. El carácter realmente satánico de la arremetida contra la Constitución estadounidense es el cometido a erradicar de la población la voluntad popular de participar en el progreso científico y tecnológico. Si se hace degenerar a la gente de ese modo, ella —al igual que la opinión popular de la ciudadanía de la antigua Roma imperial acudía a disfrutar los bestiales espectáculos del circo de gladiadores— se volverá fascista igual que aquellos antiguos romanos. Entonces ella, y las poblaciones similares de otras naciones sojuzgadas, se convertirá en una masa depredadora de hombres–bestia, para lograr la realización del objetivo satánico de erradicar de entre los hombres un orden que estaba dedicado al principio de que el hombre y la mujer están hechos igualmente a imagen del Creador. No hay política más satánica que revivir ese antiguo Imperio Romano de Tiberio y demás.

¿Puede alguno de ustedes ser tan degenerado, como para estar dispuesto a transar con la intención satánica que expresan los mutantes neoconservadores que infestan el Gobierno estadounidense, y los tiranos del Comité Nacional del Partido Demócrata en la actualidad?


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Notas

[1] Lyndon H. LaRouche, The Economics of the Noösphere (EIR, Washington, D.C., 2001).

[2] Como lo mostraré en el transcurso de este informe, el empleo del término "satanismo" no es cuestión de alguna variedad de creencia religiosa. Es también una categoría de la ciencia política, y como lo muestro aquí, también de la ciencia física. De cualquier modo, aparte de las cuestiones que abordo en este informe, su expresión en diversas formas forma parte de los tópicos de la práctica política del derecho, o, como en el caso de las sectas propias de Aleister Crowley de Gran Bretaña o el ocultismo sinarquista, puede aparecer como tema de seguridad pública o hasta del interés de la seguridad nacional.

[3] Véase Lyndon H. LaRouche, Jr., et al., The Children of Satan. (LaRouche in 2004, Washington, D.C., 2003).

[4] El Bertrand Russell que generalmente estaba equivocado en cuestiones de ciencia verdadera, no obstante estuvo en lo correcto al declarar que el positivismo, como el de Ernst Mach, era simplemente otro nombre del empirismo radical. Lo mismo puede decirse del reduccionismo en general. La función que generó el pensamiento empirista como la maldad de las doctrinas sociales utópicas de Bertrand Russell, Norbert Wiener, John von Neumann, y Marvin Minsky del MIT, expresa el nexo entre el pensamiento empirista en la física matemática y las cualidades satánicas de la perversidad que genera la mentalidad matemática en los ámbitos de la práctica social y del arte. La influencia que continúa al presente de los dogmas económicos sistémicamente patológicos de Wiener y Von Neumann, es emblemática de los peores efectos sobre las economías de la nación y del mundo hoy día.

[5] Se alude a Two Cultures and the Scientific Revolution de C. P. Snow (Cambridge University Press, Londres y Nueva York, reedición de 1993).

[6] Por ejemplo, entre los experimentadores muchos descubridores originales brillantes pasan años de su vida procurando asegurar la aceptación de sus logros experimentales por "la revisión de sus colegas", distorsionando sus descubrimientos de un modo tal que sus opiniones sean aceptables al estéril sacerdocio babilonio de la mafia contemporánea de la reduccionista "revisión de sus colegas". La cacería a la que se sometió el amigo de Albert Einstein, el brillante Kurt Gödel, en el Princeton Institute, por el grupo de hienas de los ideólogos de Bertrand Russell, es representativa de la pauta general.

[7] En otra de esas raras ocasiones en las que Bertrand Russell no dijo falsedades, puso de relieve que el método inductivo reduccionista consiste simplemente en tomar prestados los supuestos frutos de la deducción futura. Suficiente para la ilusión de las "ciencias inductivas".

[8] Los términos complementarios, geometría "preeuclidiana" y geometría "antieuclidiana", representan un concepto que introdujo a la ciencia europea moderna el destacado matemático del siglo 18 y maestro de Gauss, Abraham Kästner. La geometría "antieuclidiana" en el sentido de las geometrías de Gauss, Riemann, etc., se define al comienzo de la disertación de habilitación de 1854 de Riemann. Las geometrías "antieuclidianas" son específicamente contrarias a las mentadas "geometrías no euclidianas", como las de Lobatchevski y Jonas Bolyai, las cuales constituyen reformas dentro de los límites de los principios de las geometrías euclideanas a priori. Véase el prefacio de Joseph Ehrenfried Hofmann, a la obra de Abraham Gotthelf Kästner, Geschichte der Mathematik (Georg Olms Verlag, Hildesheim-Nueva York, reedición de 1970), págs. xiii-xvi. El elogio de Hofmann a Euler, D'Alembert, Lagrange y Laplace, representa la opinión fraudulenta contra Gauss y su maestro Kästner, la cual persiste hasta la fecha.

[9] De acuerdo con el influyente Klein, por ejemplo, la definición de lo matemáticamente trascendental en general, y de pi, en particular, fue lograda originalmente por Hermite y Lindemann, trabajando sobre lo que era, de hecho, una definición fraudulenta de esa tarea de Euler y Lagrange, sucesivamente. En realidad, el concepto moderno de lo trascendental lo presentó primero Nicolás de Cusa, en un tratamiento crítico de los descubrimientos de Arquímedes. La definición físico matemática moderna de lo trascendental, se introdujo como aspecto integral de la comprobación de Leibniz de un principio del origen de lo infinitesimal, una comprobación que forma parte integral de su definición entrelazada a la catenaria de los logaritmos naturales y del principio de acción mínima física universal. Euler, que odiaba a Leibniz, al negar la existencia de lo infinitesimal, como por ejemplo, en sus Cartas a una princesa alemana de 1761, creó un sustituto fraudulento, radicalmente reduccionista, del infinitesimal de Leibniz, en la definición mal planteada de Euler y de Lambert sobre lo "trascendental". De ahí el elogio de Klein en pro del reduccionismo, a la obra de los seguidores reduccionistas de Lambert, Hermite y Lindemann. Los errores señalados incluyen a los que presentan los dizque modelos matemáticos de las superficies de Riemann omitiendo señalar alguna noción del significado físico de dicha superficie. Sobre los descubrimientos de Ampère, Weber, Gauss y Riemann, en oposición al reduccionista Grassmann etc., ver el artículo de Laurence Hecht, "The Significance of the 1845 Gauss–Weber Correspondence", en la edición de otoño de 1996 de 21st Century Science & Technology.

[10] Razonando desde el punto de vista de los conceptos preeuclidianos de la geometría física, Platón definió el concepto de "poder" como lo que refleja esos descubrimientos por medio de los cuales la mente humana es capaz de aumentar el poder del hombre de actuar a voluntad sobre el universo (por ejemplo, Teetetes). A este concepto de "poder" se opuso el famoso adversario de Platón, el sofisticado reduccionista Aristóteles, quien introdujo la noción de "energía" de los reduccionistas que se emplea en la termodinámica reduccionista a partir de Clausius, Grassmann, Kelvin, etc. Véase "La diferencia entre dúnamis y energeia" del doctor Jonathan Tennenbaum, en la edición correspondiente a la 2a quincena de marzo de 2003 de Resumen ejecutivo de EIR.

[11] El método de Descartes debe tratarse como una variante del empirismo.

[12] De nuevo, el concepto de "poder" de Platón, en oposición a la metafísica de "torre de marfil" de la mentada "energía".

[13] Desde que se esbozó este informe, mi colaborador Michael Liebig ha subrayado firme y correctamente su tesis de que la raíz del problema permanente de la civilizacion europea, aún hoy día, es lo que Sócrates y Platón atacaron como la forma esencial de la maldad pura de su época, los sofistas. Y yo agrego, los predecesores de los sofistas como los reduccionistas eleáticos, como Parménides y el culto délfico a Apolo. Los reduccionistas modernos, tales como los empiristas, son esencialmente una continuación de ese culto popularizado a la sofistería que destruyó la civilización de la antigua Grecia, y también a Roma, desde adentro. La tradición sofista constituye el mismo ácido con el cual la civilización europea contemporánea, incluyendo la opinión popular estadounidense, casi ha destruido a los Estados Unidos y a Europa desde adentro en las últimas cuatro décadas. El sofismo se entendería mejor como el sinónimo emblemático de la generalidad de los métodos del reduccionismo.

[14] La escuela de retórica de Demóstenes desplegó a Aristóteles para abrirse paso en la Academia de Platón. Su Ética nicomaquea es emblemática del método sofista. El plan de Claudio Tolomeo, que se basó en el método fraudulento de Aristóteles, fue un esfuerzo por destruir la astronomía más competente de esa época, el legado de Aristarco y Eratóstenes. Kepler aborda explícitamente la falacia metodológica de Aristóteles en su propio informe sobre el descubrimiento de la gravitación. El método de Aristóteles es el método reduccionista de otro modo intrínseco al nombre de la sofistería.

[15] (Kant, un rabioso empirista de la escuela de David Hume con anterioridad, produjo su serie de Críticas fundamentadas en una expresión sincrética del empirismo que incorpora las enseñanzas de Aristóteles). Mientras tanto, cuando este informe se redactaba para su publicación, mi asociado Bruce Director elaboró la misma cuestión esencial, contrastándola con el descubrimiento revolucionario que presentó Bernhard Riemann en su disertación de habilitación de 1854. Véase Riemann for Anti-Dummies núm. 47 de "Defeating I. Kant" de Bruce Director, en www.theacademy2004.com.

[16] "¡Sólo es una teoría!" es la protesta típica del intelecto estéril empapado en los dogmas de la simple certeza sensorial. El hecho curioso del asunto, es que el promotor de esas opiniones milagrosamente deja de atar los cabos que manifestarían al menos la sinceridad de especie de su doctrina.

[17] En realidad, como lo he ilustrado ocasionalmente, este descubrimiento de Kepler requiere el concepto tácito de una función de superficie riemanniana, como el medio para representar la imagen mental del concepto de Kepler visualmente.

[18] De nuevo, la imagen que transmite el concepto de una función de superficie riemanniana.

[19] Sobre esto, ver nuevamente lo que escribe Jonathan Tennenbaum sobre el uso que hace Platón del concepto de "poder", aquí, en oposición al término reduccionista de "energía", introducido posteriormente por el adversario de Platón, Aristóteles.

[20] En este caso me refiero al tratamiento que le da Platón a las implicaciones de esa construcción en su Timeo.

[21] El término de Vernadsky para las facultades singularmente humanas de razón creativa, mediante las cuales los individuos descubren las hipótesis que se demuestran, experimentalmente, como principios físicos universales, principios que existen fuera del alcance de las formas inferiores de vida, y fuera del alcance directo de nuestras facultades de percepción.

[22] El método del "pozo profundo" empleado por Eratóstenes y otros, permitía observar las estrellas durante el día. Por ejemplo, el método de observación que le ayudó a realizar su célebre estimación de la curvatura de la Tierra.

[23] El surgimiento del Estado nacional moderno, desde el cenagal de la antigua Roma imperial y del feudalismo ultramontano, se debe estudiar, principalmente, como un impulso de la sociedad hacia su liberación del concepto ultramontano, romántico, de derecho imperial. Este proceso se divide principalmente en dos períodos. El primer paso de la humanidad hacia la liberación de lo ultramontano, se ejemplifica en el rechazo a la fraudulenta "Donación de Constantino", desde Carlomagno hasta Dante Alighieri. Ese primer período lo trata el historiador jurídico Friedrich August von der Heyde en su Die Geburtsstunde des souveränen Staates (Druck und Verlag Josef Habbel, Ratisbona, 1952). La segunda fase es el nacimiento del moderno Estado nacional republicano soberano en el transcurso del Renacimiento del siglo 15, como lo expresan la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII. Mi esposa, Helga Zepp-LaRouche, ha hecho pública la comparación de ambos casos.

[24] Concordancia católica es, en principio, la sucesora de La monarquía, de Dante Alighieri. Esta última, que refleja la totalidad de la obra principal de Dante, definió el surgimiento propuesto de una forma de sociedades nacionales libres de los grilletes de la hegemonía feudal ultramontana veneciana y normanda de los siglos 13 y 14.

[25] Esta expulsión de los moros y judíos fue el crimen contra Dios y la humanidad que dio la pauta para la brutal autodestrucción de España de 1511 a 1648, y la posterior erupción del carlismo y las secuelas fascistas como la patológica doctrina de la hispanidad.

[26] Bernhard Riemann, (Sobre las hipótesis que fundamentan a la geometría) Über die Hypothesen welche der Geometrie zu Grunde liegen, en Berhard Riemanns gesammelte mathematische Werke, H. Weber, ed. (Dover Publications, Nueva York; reedición de 1953).

[27] Por ejemplo, Timeo.

[28] Por ejemplo, De Divine Proportione.

[29] De aquí que, lo que Euler rechaza erróneamente como "imaginario", es lo real, y lo que Euler denomina "real", ¡es producto de la imaginación sensorial!

[30] La tarea del dramaturgo o el compositor, es la de prever el ordenamiento de las sombras representadas en la acción vista y oi[ACUTE]da en el escenario, y la de ordenar esos elementos de sombra desplegados de tal modo irónico que provoquen que el público busque en su propia mente la realidad a la que corresponden esas sombras. Es como si Dios ordenase el movimiento visible del sistema solar para que sea la causa de que la mente de Kepler reconozca la realidad de un principio universal de gravitación. De este modo, el intérprete adecuado de una composición musical clásica lleva a cabo su ejecución para forzar el verdadero propósito del compositor sobre el público. El más grande director del siglo 20, Wilhelm Furtwängler, se refería a esto como tocar "las notas entre líneas".

[31] Véase a B. Riemann, "Zur Psychologie und Metaphysik," Bernhard Riemanns gesammelte mathematische Werke, op. cit., págs. 507–538. N.B. págs. 509–520.

[32] Jonathan Tennenbaum, op. cit.

[33] Hay quienes reconocen estos objetos del pensamiento, y los que protestan que "no se puede", como Kant.

[34] Es ejemplar la desagradable práctica de los arreglos del "director de teatro" de los dramas clásicos, más repugnantes que las versiones que pretenden superar.

[35] La ejecución de cualquier composición clásica de calidad similar, requiere que el interprete y el público, por igual, hagan "suyo" el proceso unificador del desenvolvimiento de la composición completa. Esto se logra reduciendo el proceso de desarrollo de toda la composición, desde un portentoso momento de silencio antes de su inicio, hasta un momento de silencio al final, a un solo principio de desarrollo. Los últimos cuartetos de Beethoven son quizás los mejores casos a considerar desde este punto de vista. En vez de una sucesión de fases, un proceso inconsútil de desarrollo trascendental, un concepto de desarrollo que expresa el desenvolvimiento de la composición toda como una sola idea, una idea comparable al concepto de Kepler sobre la organización del sistema solar.

[36] Esta concepción de la música es la que adoptó Kepler a partir de las implicaciones del tratamiento que da Platón al modo en que se determinan los cinco sólidos platónicos, y el tratamiento de Luca Pacioli y Leonardo da Vinci a la misma cuestión.

[37] Compárense las modalidades italiana y alemana clásica modernas de la aplicación de la voz cantante humana en el bel canto a la composición de la canción clásica. Ver A Manual on the Rudiments of Tuning and Registration, Book I: Introduction and Human Singing Voice, John Sigerson y Kathy Wolfe, coordinadores del proyecto. (Instituto Schiller, Washington, D.C., 1992).

[38] En el arte clásico no hay espacio para el mero simbolismo; aquí, no tengo el propósito de tolerar o permitir el simbolismo.

[39] Proponer que las opiniones de Maxwell sobre esta cuestión son emblemáticas de Inglaterra, pasa por alto la obra del fundador del concepto de la computadora digital programable, Charles Babbage. Babbage, el joven Herschel, y el ataque de Peacock a la incompetencia de las matemáticas que se enseñaban a principios del siglo 19 en Gran Bretaña, ejemplifican la existencia de una corriente competente de cultura moderna internacional en la ciencia física, que operaba en paralelo con las tradiciones incompetentes de la "Ilustración".

[40] Aquí es suficiente anotar que la elaboración del famoso descubrimiento de Mendeléiev tuvo dos fases de desarrollo sucesivas. La primera, es la que generalmente llama la atención y la representación desde un punto de vista reduccionista. La segunda, el enfoque óptico–geométrico, paralelo al concepto de poder de Platón, en lugar de la doctrina desorientadora de energía de Aristóteles, destacada en la obra de nuestro principal colaborador, el finado químico físico profesor Robert Moon de la Universidad de Chicago, todavía no se comprende plenamente. Sin embargo, el tratamiento que da Vernadsky a la biosfera y a la noosfera, llevan las implicaciones del segundo nivel de la obra de Mendeléiev. Para mala fortuna, la influencia corruptora del grupo de análisis de sistemas de la Universidad de Cambridge de Gran Bretaña, de lord Kaldor, etc., influído por John von Neumann, sobre la ciencia soviética a través del Instituto de Análisis de Sistemas Aplicados, de Laxenberg, Austria, indujo la difusión de una perspectiva pro maltusiana y pro reduccionista entre algunos estudiantes rusos de la obra de Vernadsky al final de la era soviética. Consecuentemente, el hecho de que la obra de Vernadsky muestra implícitamente que el universo es antientrópico, en vez de entrópico, se nubla ante una porción importante de sus seguidores en Rusia y Ucrania hoy día.

[41] Este concepto de noesis corresponde a los concepos complementarios del alma humana individual y el Creador en la teología cristiana, por ejemplo. El aspecto inmortal de la vida humana, que constituye el lugar de las facultades creativas dialécticas de la mente humana, representa un estado superior de ser que el de los mismos procesos no vivientes y bióticos. Vernadsky, como Platón, le da a la cualidad ontológica de esa alma una base rigurosamente científica experimental.

[42] Es decir, lo que se conoce oficialmente en los archivos de posguerra de los servicios de inteligencia estadounidense y francés de la Primera Guerra Mundial, con la designación de "sinarquismo nazi–comunista".

[43] La forma de fascismo imperial de hoy día, por ejemplo el "neoconservadurismo", se conoce con denominaciones tales como "fascismo universal" y la forma copiada de la Waffen SS internacional nazi conocida en los Estados Unidos como la "revolución en los asuntos militares".

[44] El intento por establecer la Quinta República en Francia, bajo la cual las finanzas nacionales de Francia estarían ligadas al modelo estadounidense de un sistema de tipos de cambio fijos basado en las reservas de oro, es la aproximación más notable de una república verdadera en Europa a la fecha. Eso se arruinó con los acontecimientos dirigidos por los EU en 1971–72, pero el legado de ese aspecto del "gaullismo" persiste como un beneficio futuro potencial hoy día.

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