Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Informe especial

Capítulo 4

La lucha por la soberanía de las repúblicas
americanas


Benjamín Franklin

Anton Chaitkin, Cynthia Rush y Jeffrey Steinberg

Desde la alianza de los Estados Unidos con Francia y España durante la Revolución Americana, una lucha común por el desarrollo económico, y en contra del imperialismo y el feudalismo de los financieros, ha aunado los esfuerzos de patriotas en los EU, México y Sudamérica.

En sus años en París (1776–85), Benjamin Franklin forjó un pacto militar y fortaleció los lazos de otra índole con las monarquías de Francia y España, ambas gobernadas por miembros de la familia Borbón. Luego de que las tres naciones derrotaran al Imperio Británico, Franklin regresó a casa para dirigir la redacción de la Constitución de los EU, y para pasarle a Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro de la república, el ideal de Franklin del progreso fomentado por el gobierno: con aranceles proteccionistas y crédito público para crear industrias, y establecer condiciones modernas en lugar de una sociedad agraria atrasada.

Cuando George Washington tomó juramento como el primer Presidente de los EU, el 30 de abril de 1789, había perspectivas magníficas para el desarrollo de la humanidad.

Los amigos de los EU, el general Lafayette y el colega de Franklin, el astrónomo Jean Sylvain Bailly, conducían a la nueva Asamblea Nacional de Francia hacia la adopción de una monarquía constitucional que habría de garantizar la libertad y la prosperidad.

En tanto, España y sus colonias americanas, impulsadas por el reinado (1759-88) del extraordinario rey Carlos III, daban inicio a la creación de una mancomunidad transatlántica dotada de ciencia humanista y economía política, estrechamente ligada a Franklin y a su legado.

La revolución se extiende por la América española

El clamor a favor de la Revolución Americana y su rápida difusión abrieron las puertas para una nueva estructura de poder mundial: el de las naciones y pueblos soberanos. El poder británico, amenazado de muerte, respondió sanguinariamente a los sucesos de 1776–89 desatando el Terror jacobino en Francia, y operaciones idénticas contra el Hemisferio Occidental, usando el mismo establo de "radicales filosóficos" y terroristas asesinos.

De los 174O a los 1770, Benjamin Franklin había estado en contacto continuo con los círculos de Godofredo Leibniz en Alemania, cuyos dirigentes eran el colaborador científico de Franklin, Abraham Kästner, de la Universidad de Gotinga, y los seguidores de Jean Baptiste Colbert, el patrocinador francés de Leibniz. Ahora Franklin, Washington y Hamilton aplicaban el programa de Colbert, de crear industria guiada por el gobierno.

Y los dirigentes científicos y políticos que emergieron en la Nueva España (hoy México y partes de Centroamérica), Nueva Granada (Venezuela, Colombia, Ecuador), y los virreinatos de Perú, Chile y Río de la Plata, eran producto de exactamente las mismas redes europeas que colaboraban con Franklin.

El científico alemán Alejandro de Humboldt, discípulo de Kästner, durante su expedición a Sudamérica de 1799–1804, comentó en gran detalle sobre las políticas del rey Carlos III: "Ningún Gobierno europeo ha sacrificado más grandes sumas" que los reyes borbones de España para avanzar el conocimiento científico en el Nuevo Mundo. "En todas partes observamos un gran actividad intelectual, y entre los jóvenes, una maravillosa facilidad para aprehender los principios de la ciencia", escribió Humboldt.


Carlos III, Rey de España e Indias

Carlos III diseñó su plan para las Américas con la ayuda del colaborador de Franklin, el conde de Aranda, y con el economista colbertiano Pedro Rodríguez conde de Campomanes. Aranda ayudó a consolidar la alianza del "pacto de Familia" de 1762–63 entre Francia y España, y siendo el representante de su país en Francia, habló en 1777 con Franklin y su aliado, el ministro francés Vergennes, sobre cómo auxiliar la Revolución Americana. Conciente de que la Compañía de Jesús había organizado levantamientos contra la Corona en Paraguay, Perú y la Nueva Granada, Carlos instruyó a Campomanes para que redactara la orden de 1767 expulsando a los jesuitas de todos los dominios españoles en ultramar, alegando, entre otras cosas, que los jesuitas habían sostenido "relaciones traicioneras" con los británicos en las colonias.

Campomanes había establecido las Sociedades Económicas de Amigos del País por toda España. Estas sociedades seguían el modelo de las sociedades colbertistas de Francia, y de la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia, fundada por Benjamin Franklin en 1743 como un retoño de su propio club filosófico privado, el Junto.

Los Amigos del País también se establecieron en todas las capitales coloniales españolas. Eran puntos de reunión para los principales científicos de la región, que cada vez más adoptaban los principios republicanos y el concepto del hombre que habían impulsado la fundación de los EU. Fue a los Amigos del País que Humboldt visitó a cada paso en su expedición a Sudamérica, llevándoles los últimos avances científicos europeos, y transmitiendo los logros de estos republicanos talentosos a Europa y a la Sociedad Filosófica Americana de Franklin en Filadelfia. Un hispanista ávido, Franklin tenía en su biblioteca en la Sociedad Filosófica Americana muchas obras de los intelectuales más talentosos de España y de sus colonias en el Nuevo Mundo.

El número sin precedentes de expediciones y emisarios científicos enviados al Nuevo Mundo durante el reinado de Carlos ayudó a desarraigar los restos de la política feudal habsburga, reemplazándola con una actividad económica y comercial productiva. Por ejemplo, el inspector real de la Nueva España, José de Gálvez, posteriormente ministro de Indias, acabó con el brutal sistema de repartimientos que había esclavizado a la población indígena. Hubo expediciones a todos los confines de las colonias españolas en el Nuevo Mundo, lo que resultó en la creación de un gran número de instituciones científicas y académicas, cuyos planes de estudio incluían las enseñanzas de Leibniz, del astrónomo Johannes Kepler, del matemático y discípulo de Kästner, Carl Gauss, y de otros de los principales humanistas europeos.

Para 1810, unos 20 años después de la muerte de Carlos III, cuando en las colonias las juntas empezaban a exigir la independencia total, era claro que la dirigencia republicana que había surgido del renacimiento leibniziano de Carlos se identificaba con el ejemplo de los EU, y quería que las nuevas repúblicas independientes siguieran el ejemplo de los jóvenes EU. Los contactos de Humboldt y Franklin en Perú, Nueva Granada, Chile y Nueva España constituían la facción principal dentro de los movimientos independentistas en desarrollo. El fermento pro estadounidense bullía en la región, y por todas partes circulaban copias de la Declaración de Independencia de los EU, del Common Sense (Sentido común) y Rights of Man (Derechos del hombre) de Thomas Paine, además de distintivos y emblemas simbólicos de la Revolución Americana. En tanto en la Gazeta de Caracas aparecían varios artículos sobre las ventajas de la Constitución de los EU, Juan Germán Roscio redactó la primera Constitución de Venezuela siguiendo las pautas de la de los EU.

Londres, sacudida, prepara su respuesta

Oligarcas británicos, con lord Shelburne a la cabeza, estaban empecinados en impedir a toda costa que se propagaran las ideas e instituciones revolucionarias republicanas en Europa y en las Américas. Las dos armas favoritas en su arsenal colonialista eran el terrorismo y la falsa "democracia".

Lord Shelburne, en efecto el "dogo" del "partido veneciano" angloholandés de los oligarcas rentistas–financieros, presidía el omnipresente Comité Secreto de la Compañía de las Indias Orientales británica. Ésta mantenía un ejército y una armada más grande y con mejores equipos que la Corona británica, y tenía ligas con las principales casas bancarias de la City de Londres, especialmente con Baring Bank, de Francis Baring, quien era uno de los tres integrantes del Comité Secreto de Shelburne. Shelburne reunía en su mansión de Bowood una gran tertulia, el equivalente a los think tanks exentos de impuesto de la actualidad, y mantenía a tales propangandistas como Adam Smith, Edward Gibbon, James Mill y Jeremy Bentham como los principales contrainsurgentes de la Compañía de las Indias Orientales.

Bentham, en particular, vino a la noticia de Shelburne después de la publicación, en octubre de 1776, de su diatriba contra la Declaración de Independencia estadounidense. Bentham rechazaba la idea misma de "derechos inalienables", y decía que todo pensamiento y actividad humana derivaban de la búsqueda del placer sensorial y de evitar el dolor, y que todas las formas de gobierno eran intrínsecamente represivas.


Jeremy Bentham

Bentham era el principal agente de Shelburne en la guerra contra la diseminación del republicanismo hacia Francia y las Américas. Cuando Shelburne asumió la conducción del Ministerio de Relaciones Exteriores y, posteriormente, llegó a ser el Primer Ministro, cuando se negociaba el Tratado de París (1782–83) que concluyó la Revolución Americana, parte del aparato de relaciones exteriores y de inteligencia de la Compañía de las Indias Orientales fue incorporada al Gobierno. En efecto, Shelburne y Bentham fundaron la cancillería británica y el Servicio de Inteligencia Secreta de la Gran Bretaña, hecho que fue conmemorado 200 años más tarde por el Instituto Real de Asuntos Internacionales (Chatham House) en un acto en el que el orador principal fue Henry A. Kissinger, el 10 de mayo de 1982.

En la mansión de Shelburne en Bowood, Bentham era el personaje central de un "taller de escritores radicales", del que emanaron muchos de los principales discursos pronunciados por los dirigentes jacobinos franceses Marat, Danton y Robespierre. Las diatribas de Bentham contra la idea de una monarquía constitucional, sus arengas a la turba, y sus detallados códigos legales, todos fundados en su "cálculo de placer y dolor", fueron traducidos al francés y llevados al otro lado del canal de la Mancha a los dirigentes del Terror jacobino. Bentham fue recompensado con una ciudadanía honoraria de la Francia jacobina, y su plan para establecer campos de concentración de trabajo esclavo, su infame Panopticón, estaba por construirse, y el propio Bentham pensaba mudarse a Francia para asumir el cargo de ministro de Prisiones.

Para 1808, Bentham había cambiado su enfoque, y dedicó los 24 años que le quedaban de vida principalmente a realizar operaciones en el Hemisferio Occidental, para bloquear la expansión de la Revolución Americana al sur, a lo que todavía era la América española.

En agosto de 1808 Bentham sostuvo una serie de reuniones con el traidor estadounidense Aaron Burr, el asesino del secretario del Tesoro estadounidense Alexander Hamilton. Burr había sido absuelto de cargos relacionados a su intento fallido de conquistar México y el sudeste de los EU, pero todavía enfrentaba una causa estatal por asesinato. Burr huyó a Inglaterra, donde de inmediato empezó a solicitar el respaldo de sus benefactores en la Compañía de las Islas Orientales y de la Corona británica, para llevar a cabo una aventura imperialista en México y en el Caribe. En una carta que le escribiera posteriormente a su secretario John Bowring, Bentham describió la trama: "Él (Burr) vino aquí en la esperanza de que el Gobierno auxiliara sus tentativas en México; pero el Gobierno acababa de hacer las paces en su disputa con España. . . En realidad quería hacerse emperador de México. Me dijo que yo sería el legislador, y que él enviaría un buque de guerra por mí. . . Me dijo que todos los mexicanos lo seguirían como un rebaño de ovejas".

Aunque el plan de Burr y Bentham no se hizo realidad en aquel momento, sería el fundamento de la posterior invasión a México de los ingleses, los franceses y los Habsburgo, que puso a Maximiliano en un trono mexicano de 1864 a 1867.

El agente de inteligencia de la Compañía de las Indias Orientales, James Mill, se estableció como el enlace de Bentham con el general Francisco de Miranda, un agente británico nacido en Venezuela, que había sido parte del equipo de agentes que Shelburne desplegó en Francia cuando el Terror jacobino. La colusión con Bentham profundizó cuando Miranda fue enviado de vuelta a Venezuela a "liberar" la región de España, y a imponer un nuevo régimen basado en los planes detallados de Bentham para establecer una dictadura "constitucional", campos de concentración de trabajo esclavo, y otros estratagemas "utilitaristas" de control social. La constitución "liberal" modelo de Bentham para los Estados liberados de las Américas, establecía un gobierno dictatorial ejercido por un cuerpo al que él llamaba un "Tribunal de Opinión Pública". Este cuerpo regiría a la sociedad totalmente según el bestial "cálculo de placer y dolor" de Bentham. Entre los escritos de Bentham que se tradujeron al español, y que circularon extensamente entre los agentes británicos "revolucionarios", estaban su En defensa de la usura y En defensa de la pederastía.

Miranda fue uno de la veintena de agentes británicos en Sudamérica cuyas actividades contrarrevolucionarias exterminaron a muchos de los más importantes aliados mexicanos, venezolanos y colombianos de los patriotas republicanos estadounidenses. Entre los principales corresponsales y agentes de Bentham estaban: el argentino Bernardo Rivadavia; el pro británico y pro monarquista "Libertador" Simón Bolivar de Venezuela (aunque posteriormente atacó a Bentham, por nombre, pero por razones no del todo claras); José del Valle de Guatemala; y Bernardo O'Higgins de Chile.

Bentham escribió una serie de folletos instando a España a "liberar" todas sus colonias en Centro y Sudamérica, para facilitar las "revoluciones" fraguadas por los británicos para romper los nexos entre los EU y los nuevos blancos de conquista imperial blanda de los británicos. Sus folletos polemizaban contra cualquier forma de monarquía constitucional, así como también contra cualquier forma de sistema constitucional federal, es decir, contra el modelo de los EU. Su estado "utópico" era una dictadura centralizada, que practicaba el librecambismo de la Compañía de las Indias Orientales británica, es decir, saqueo perpetuo por parte de la oligarquía europea con centro en Londres.

Guerra en América del Norte y del Sur

Más o menos a partir de 1806, los cada vez más frecuentes ataques navales británicos y las insurrecciones de indios americanos instigadas por los británicos, incitaron a los EU a librar una segunda guerra (defensiva) de independencia. En 1810, los nacionalistas encabezados por Henry Clay, presidente de la Cámara de Representantes, exigieron derogar el librecambismo y los recortes presupuestales de los presidentes Jefferson y Madison, medidas que habían estrangulado la economía y arruinado las Fuerzas Armadas. En 1812, los EU le declararon la guerra a la Gran Bretaña.

Esta reafirmación del vigor nacional coincidió con acciones fuertes llevadas a cabo por el movimiento que simpatizaba con los EU en la América española, especialmente luego de que Napoleón invadiera a España en 1808 e instalará al títere José Bonaparte como el monarca español.


Napoleón Bonaparte

Las nuevas juntas de gobierno inundaron a Washington de misivas en las que instaban a entablar alianzas políticas y solicitaban ayuda para garantizar el éxito de su lucha por indendependizarse de España. En víspera de su propia guerra, los EU vieron el desenvolvimiento del conflicto armado en Sudamérica con gran simpatía e interés, pero no podían comprometer grandes recursos a la independencia iberoamericana, aunque Henry Clay y otros dirigentes instaron a los EU a reconocer de inmediato a las recién independizadas naciones sudamericanas.

El cónsul estadounidente Joel Poinsett, en su despliegue a la Argentina y Chile en 1810, encontró que era abrumador el sentir de establecer repúblicas al estilo de los EU en esas naciones. Poinsett asesoró a los patriotas chilenos en la elaboración de una constitución, e instó a los Amigos del País a adoptar el plan arancelario proteccionista de los EU. Pero los ataques navales y las tácticas terroristas de los británicos forzaron la salida de Poinsett, y allanaron el camino para el títere británico, el "Libertador" Bernardo O'Higgins, y Chile devino un notorio Estado cliente de la Gran Bretaña.

Después de la guerra de 1812–15, los EU enviaron al doctor Jeremy Robinson al Perú en 1818, donde organizó a los dirigentes republicanos en oposición a los planes para establecer una monarquía, y a favor de emular el modelo estadounidense. Se le consideraba una amenaza tan grande ala región, que fue asesinado por agentes de influencia británicos en 1823.

El cura Miguel Hidalgo y Costilla, partidario de la filosofía platónica, llamó por establecer una alianza con los EU cuando inició la guerra de Independencia de México. El 13 de diciembre de 1810 el cura Hidalgo nombró a un embajador y ministro plenipotenciario, investido de todos los poderes necesarios, "para que podáis tratar, ajustar y arreglar una alianza ofensiva y defensiva" con los EU.

El sucesor del cura Hidalgo, José María Morelos y Pavón, le envió un mensaje al presidente Madison de los EU: "Confiábamos, finalmente, en la ayuda poderosa de los EU, quienes así como nos habían guiado sabiamente con su ejemplo, nos franquearían con generosidad sus auxilios, previos los tratados de amistad y de alianza en que presidiese la buena fe y no se olvidasen los intereses recíprocos. . . Nos alienta sobre manera para insistir en esta solicitud, la íntima persuasión en que siempre hemos vivido, de que siendo amigas y aliadas América del Norte y México, influyeran recíprocamente en los asuntos de su propia felicidad y se harán invencibles a las agresiones de la codicia, la ambición y la tiranía".

Al tiempo que los "libertadores" que escogió trataban de encaminar el movimiento independentista en una dirección benthamita, la Gran Bretaña también dirigía la carnicería de los dirigentes republicanos que representaban una amenaza para sus intereses geopolíticos. Fue el duque de Wellington quien le "sugirió" a España desplegar al general Pablo Morillo, un curtido veterano de la guerra peninsular, a encabezar la reconquista de Nueva Granada (Venezuela, Colombia, Ecuador) en 1815 y pacificar a los súbditos rebeldes. Con pertrechos dotados por los británicos, Morillo capturó Bogotá en mayo de 1816, y procedió a la matanza sistemática de los más prestantes intelectuales humanistas de la región, entre ellos Francisco José de Caldas, amigo de Humboldt y correspondiente de la Sociedad Filosófica Americana. Para fines de 1816, el sádico Morillo había asesinado a más de 500 de los principales cuadros humanistas tan sólo en Nueva Granada, gritando, como la turba jacobina de la Revolución Francesa: "La revolución no necesita científicos". Un comentarista de la época escribió que el resultado sería que Nueva Granada "vivirá para siempre en la ignorancia y la oscuridad".

Casi al mismo tiempo, en 1815, la Inquisición en la Nueva España (México) ajustició a Morelos, el dirigente independentista pro estadounidense, acusado de hereje. Tres años antes, la Inquisición también había matado de manera salvaje al cura Hidalgo, junto con su estado mayor, cinco de cuyos integrantes habían estudiado en el famoso Colegio de Minería, tan admirado por Humboldt. Las cabezas de dos de esos científicos se exhibieron de una manera horrorosa en las calles de Guanajuato, junto con las de Hidalgo y dos de sus más estrechos colaboradores.

La Doctrina Monroe, a favor del nacionalismo

Tras la guerra de 1812–15, en la que los británicos incendiaron la Casa Blanca y el capitolio, los nacionalistas recibieron un amplio apoyo público para tomar el control de los EU. El Banco de los Estados Unidos, de Hamilton, se restituyó después de un tiempo, y abrió de nuevo sus puertas en la Filadelfia de Franklin.

Mathew Carey, un católico irlandés refugiado que trabajó para Franklin en París y que tomó su lugar como publicista en Filadelfia, empezó a escribir y editar documentos analíticos sobre el proteccionismo, mismos que Henry Clay estudió con diligencia, agudizando sus ataques conjuntos contra el dogma británico librecambista de Adam Smith. Los agentes de Carey difundieron su labor editorial por todo el hemisferio, hasta Buenos Aires y Caracas. Por su parte, nacionalistas notables vinieron al norte desde Hispanoamérica, haciendo de la casa de Carey y de la Sociedad Filosófica Americana de Franklin sus centros revolucionarios en el exilio.

Luego de escribir la Constitución de Venezuela, Juan Germán Roscio fue arrestado, recuperó su libertad y se fue a Filadelfia en 1818. Carey publicó el libro de Roscio, Triunfo de la libertad sobre el despotismo.

Manuel Torres ayudó a dirigir el primer movimiento de independencia en la Nueva Granada, se escapó de que lo arrestaran, e inició un exilio permanente en Filadelfia en 1796. Sus escritos y discusiones personales ayudaron a darle forma al concepto estadounidense sobre el hemisferio. En 1820, la República de la Gran Colombia nombró a Manuel Torres como su embajador a los EU. En 1822, el presidente Monroe inició el reconocimiento formal de las nuevas repúblicas iberoamericanas cuando Manuel Torres, entonces próximo a morir, tomó juramento como embajador en una dramática ceremonia en la Casa Blanca.

En sus últimos años, el principal patrocinador de Torres fue Nicholas Biddle de Filadelfia, a quien el presidente Monroe y su secretario de Estado John Quincy Adams emplearon como oficial de inteligencia para asuntos hispanoamericanos.

En 1823 el presidente Monroe nombró a Biddle presidente del Banco de los Estados Unidos. Biddle, Carey y sus amigos formaron la Sociedad Pensilvana para la Promoción de la Industria Nacional, que logró que el Congreso, entonces dirigido por Clay, aprobara una ley de aranceles altos, junto con la autorización para que los ingenieros del Ejército empezaran a diseñar los primeros ferrocarriles de los EU. Carey y otros miembros de la Sociedad Filosófica Americana crearon el Instituto Franklin, un centro de investigación para la creación de un complejo de transporte público y privado, manufacturas y proyectos mineros, para empezar la industrialización nacional con apoyo gubernamental.


Presidente James Monroe

Esta iniciativa pensilvana tuvo repercusiones por todo el mundo. Uno de los seguidores de Hamilton y Carey, el economista alemán emigrado Federico List, proyectó abrir minas, cabildeó a favor de imponer aranceles, y luego regresó a Europa como cónsul de los EU. El trabajo de List a favor de una Zollverein (unión aduanera) y la construcción de ferrocarriles, ayudó a unir a los estados en pugnas mezquinas, en una nación alemana. Mathew y su hijo Henry C. Carey, junto con Federico List, serían conocidos en Iberoamérica como los economistas del Sistema Americano.

El secretario de Estado John Quincy Adams declaró en mayo de 1823: "La emancipación del continente sudamericano le abre a toda la raza humana la perspectiva de un porvenir, en el que esta Unión será llamada, a nombre de su deber para consigo misma y con innumerables eras de la posteridad, a desempeñar un papel conspicuo y dirigente. . . Para que el tejido de nuestas conexiones sociales con nuestros vecinos al sur pueda erigirse, con el paso de los años, con una grandeza y armonía de proporciones equiparables a la magnificencia de los medios que la providencia pone en nuestro poder, y en el de nuestros descendientes, sus fundamentos deben descansar en principios políticos y morales, nuevos y desagradables para los tronos y tiranías del mundo viejo, pero coextenso con la superficie del orbe y duradero como los cambios del tiempo".

El 2 de diciembre de 1823, en el Mensaje Anual de Monroe al Congreso, una sección preparada por Adams vino a conocerse como la Doctrina Monroe. Ahí se advertía a los europeos "que debemos considerar cualquier intento. . . por extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio, como peligroso para nuestra paz y seguridad. . . Con los Gobiernos que han declarado su independencia. . . no podemos ver intromisión alguna de cualquier potencia europea con el propósito de oprimirlos, o de controlar su destino de cualquier otro modo, bajo ninguna otra luz que no sea la manifestación de una disposición no amigable hacia los EU".

La declaración de Monroe puso como locos a los feudalistas. El príncipe Metternich de Austria le escribió el 19 de enero de 1824 al ministro de Relaciones Exteriores ruso Karl Robert Vasilievich conde de Nesselrode: "Estos Estados Unidos de América. . . han asombrado a Europa con un nuevo acto de sedición, más infundado, igual de atrevido, y no menos peligroso que el anterior. Han. . . anunciado su intención de poner, no sólo a potencia contra potencia, sino. . . a altar contra altar. . . Han lanzado su condena y desprecio contra las instituciones de Europa más dignas de respeto, contra los principios de sus más grandes soberanos. . . [Al] fomentar revoluciones dondequiera que se presentan, al lamentarse de aquéllas que han fracasado, al extenderle su mano a aquéllas que parecen prosperar, le brindan nueva fuerza a los apóstoles de la sedición, y revigorizan el coraje de cada conspirador. Si este diluvio de doctrinas perversas y ejemplos perniciosos se extendiese por toda América, ¿qué sería de nuestras instituciones religiosas y políticas, de la fuerza moral de nuestros Gobiernos, y de ese sistema conservador que ha salvado a Europa de la disolución total"?

El ministro de Relaciones Exteriores británico George Canning escribió el 8 de enero de 1825, poco después de que la Gran Bretaña reconoció a algunas de las nuevas naciones: "Los yanquis cantarán victoria; pero son ellos los que pierden más con nuestra decisión. El gran peligro de ese momento. . . era una división del mundo entre europeos y americanos, entre republicanos y monárquicos; una liga de Gobiernos agotados por un lado, y una de naciones vigorosas y en bullición, con los EU a la cabeza, por el otro. Nosotros nos interponemos, y nos asentamos en México. Los Estados Unidos nos han tomado la delantera en vano, y nosotros volvemos a unir a América con Europa. Seis meses más, y el daño hubiera estado hecho". Canning se jactó: "Hispanoamérica es libre y, si no manejamos lamentablemente mal nuestros asuntos, es inglesa".

Adams llegó a la Presidencia de los EU en 1825 y nombró a Clay como su secretario de Estado. Ellos enviaron a Joel Poinsett como el primer embajador extranjero al nuevo México independiente. Los aristócratas realistas pro británicos entonces dominaban el Gobierno de México, agrupados se agruparon en el partido conocido como los "escoceses", porque la mayoría eran miembros del rito escocés de la francmasonería, controlado por el servicio secreto británico.

Poinsett empezó a dar consejo a los más numerosos, pero desorganizados, ciudadanos faborables a la república, y a iniciativa suya, muchos activistas se integraron a las logias francmasónicas del rito de York, vinculadas a Pensilvania. A ellos se les conoció como los "yorkinos", o el partido Liberal. Poinsett desalentó sus planes de realizar una revolución armada, aconsejándoles la educación y el activismo político para alcanzar la victoria electoral. Ellos ganaron las elecciones al Congreso en 1826, abriéndose pasó para ganar la presidencia en 1828 con el general revolucionario Vicente Guerrero.

El diplomático británico Ward movilizó a los realistas contra Poinsett y la influencia estadounidense. En 1827, las legislaturas de Puebla y Vera Cruz, bajo el control del "partido europeo", exigieron que se expulsara a Poinsett de México. Aunque los liberales lograron llevar a Guerrero a la Presidencia en 1828, la campaña británica de odio terminó en la revocación de Poinsett.

Desde entonces, la oligarquía financiera y sus aliados medievalistas en la Iglesia sostienen que Poinsett era un masón entrometido, pero que la cancillería británica actuó de forma correcta con sus masones. Sin embargo, Poinsett impulsó la causa nacionalista, ayudando a crear un liderato patriota que pudiera defender a México en sus mayores momentos de crisis.

Proponentes del Sistema Americano emergieron en México en los 1840, dirigidos por el colbertista Esteban de Antuñano, aliado de la lucha continua de Henry Clay en los EU. Estudioso de las políticas proteccionistas de Alexander Hamilton y Federico List, Antuñano escribió un plan detallado para la industrialización del país en su Plan económico político de México, de 1845, seguido por su Plan platónico para hacer feliz a México, bajo el régimen federal, por semejanza en mucho con los Estados Unidos de América, de 1846. Pero al año siguiente su país se hundió en la guerra.

Lincoln versus los traidores y sus guerras

Los banqueros nororientales y los esclavistas sureños se unieron en el Partido Demócrata para controlar la política estadounidense durante casi todo el período de 1829–60, empezando con el régimen de Andrew Jackson (los banqueros británicos empezaron a ejercer una poderosa influencia directa en el distrito financiero de Wall Street en Nueva York: August Belmont llegó a los EU en 1837 en representación de los Rothschild). La pandilla banquero–esclavista le declaró la guerra a México (1846–48), y poco después dieron media vuelta y le lanzaron la guerra a los propios Estados Unidos, con la rebelión sureña.


Presidente Abraham Lincoln

El esclavista de Tennessee James J. Polk, ganó la Presidencia de los EU en 1844; el Partido Whig reveló que la Asociación de Libre Cambio británica financió la campaña de Polk. Éste consiguió la declaración de guerra del Congreso, mintiéndole al decir que México había invadido Texas. El régimen de Polk de inmediato hizo un acuerdo secreto con la Gran Bretaña para cederle lo que hoy es la Columbia Británica, parte el territorio de Oregón que estaba entonces en disputa, a cambio de apoyar la guerra contra México.

El ex presidente John Quincy Adams, que en ese entonces se desempeñaba en el Congreso, instó a sacar por completo a la Gran Bretaña de Norteamérica, y exigió la paz con la hermana república de México. Henry Clay, que estaba retirado, tildó la ofensiva contra México de guerra de "agresión insultante" y de "rapacidad". El joven congresista Abraham Lincoln, un whig junto con Adams y Clay, presentó ante el Congreso la "resolución de sitio", probando que Polk había mentido, y exigiendo que dijera el sitio preciso en el que México supuestamente había invadido a los EU.

Cuando Lincoln ganó la Presidencia en 1860, la crisis de la secesión sureña comenzaba. El régimen saliente de Buchanan era tan traicionero, que el presidente mexicano Benito Juárez, líder de los liberales, envió a su embajador Matías Romero a reunirse en secreto con Lincoln (que se sabía era favorable a los mexicanos) en Illinois, antes de que tomara posesión. Romero le dijo a Lincoln que el Gobierno mexicano estaba bajo ataque del "clero y el ejército. . . por sostener los privilegios e influencia que gozaban durante del régimen colonial".

Romero escribió en su diario: "Le dije que México se había congratulado mucho con el triunfo del partido republicano, porque esperaba que la política de ese partido sería más leal y amistosa, y no como la del democrático que se ha reducido a quitarle a México su territorio para extender la esclavitud".

Lincoln "me preguntó cuál era la condición de los peones. . . pues había oído decir que estaban en una verdadera esclavitud y quedó muy complacido cuando le dije que los abusos sólo existían en pocos lugares y que eran contrarios a la ley".

Lincoln "me dijo. . . que durante su administración procurará hacer todo lo que esté a su alcance en favor de los intereses de México, que se le hará entera justica en todo lo que ocurra y que se le considerará como una nación amiga y hermana. Me agregó que no creía que nada pudiera hacerlo cambiar de este propósito".

El primer ministro británico lord Palmerston saludó a la reina Victoria el 1 de enero de 1861, celebrando "la pronta y casi lograda disolución de la gran confederación nordista en América". Entonces, Gran Bretaña, la Francia de Napoleón III y España invadieron México, mientras los EU estaban enfrascados en la guerra Civil. Esto permitió usar a México como una ruta de contrabando de pertrechos de guerra de la Gran Bretaña y Francia para la Confederación esclavista. Cuando impusieron al austríaco Maximiliano de Habsburgo como Emperador de México, los EU no pudieron hacer nada militarmente para ayudar a la guerra de resistencia del presidente Juárez. Pero cuando la Confederación se rindió, los EU movilizaron tropas hacia la frontera mexicana, abastecieron de armas a Juárez, y la independencia de México fue restaurada.

Gran Bretaña aprovechó la confusión que siguió inmediatamente después del asesinato de Lincoln en 1865, orquestando la genocida guerra de la Triple Alianza de 1865–70 contra Paraguay, acabando con 40 años de un sorprendente progreso educativo, industrial y de la infraestructura, basado en el Sistema Americano. El grado de desarrollo que se había alcanzado en esa nación fue tal, que el cónsul estadounidense Edward Augustus Hopkins describió a Paraguay como "la nación más unida, más rica y más fuerte del Nuevo Mundo".

La creación de un Nuevo Mundo

Sin embargo, los programas económicos del Gobierno de Lincoln, rebasando por mucho las necesidades inmediatas del período de guerra, siguieron maravillando y mejorando a la humanidad por una generación después de su asesinato. Los ferrocarriles financiados por el Gobierno, el bloqueo arancelario a la importación de bienes británicos hechos con mano de obra barata, las tierras agrícolas gratuitas, las universidades gratuitas y la emisión de crédito público, acarrearon un aumento inmenso del empleo y de la fuerza productiva de los EU, y de nuevas industrias, a una escala que empequeñeció a la antigua potencia, la Gran Bretaña imperial. Japón, Alemania y Rusia botaron los métodos británicos y adoptaron el prodigiosamente exitoso Sistema Americano.

El complejo industrial y científico nacionalista de Filadelfia siguió siendo el centro de la planificación estratégica estadounidense. Los escritos y la influencia política del economista Henry C. Carey llegaron a todos los países, en abierto desafío al eje de Londres con los banqueros de Wall Street en Nueva York, en tanto sus socios ferrocarrileros de Pensilvania construyeron las máquinas, las acerías y la infraestructura de los EU.

Con Matías Romero como intermediario del Gobierno de Juárez y de los que le siguieron, los filadelfios planificaron e iniciaron la construcción de una red ferroviaria nacional en México. William J. Palmer, un general de caballería que recibió la Medalla de Honor en la guerra Civil estadounidese, y que era socio del Ferrocarril de Pensilvania, diseñó los Ferrocarriles Nacionales de México en 1872›73. Al tiempo que se construían las primeras líneas, los miembros del equipo de Palmer organizaron y financiaron la "fábrica de inventos" de Thomas Alva Edison en Nueva Jersey; y George Barker, el científico en jefe del Instituto Franklin, asesoró a Edison en el desarrollo de la luz eléctrica, que llevó a la creación de centrales eléctricas públicas en todo el mundo.


Presidente Benito Juárez

De hecho, se construyeron miles de kilómetros de vías férreas en México, conforme los planes de Palmer.

Los aliados mexicanos de este desarrollo incluyeron a Carlos de Olaguíbel, quien se unió a Juárez y Matías Romero y atacó las teorías de Jeremy Bentham y Adam Smith. Olaguíbel advirtió en su libro de 1875, El proteccionismo en México, que el sistema maltusiano que le impusieron al país es "fatal, porque impide el acrecentamiento de la población, ese acrecentamiento de que tanto necesitamos, y que tendrá que mantenerse aun cuando se aumente demasiado, siempre que se proteja la industria".

Pero sobre el camino, la guerra financiera encabezada por J.P. Morgan de Wall Street llevó a Palmer a la quiebra y debilitó el poder de sus socios. Wall Street se apoderó de los ferrocarriles mexicanos, a medio construir, y empezó a desmantelar todo el programa de construcción nacional.

El Gobierno nacionalista de Perú trajo al estadounidense Henry Meiggs para construir el primer proyecto ferroviario a gran escala de Sudamérica, de 1868 a principios de los 1870, al parejo de los esfuerzos de Brasil, en los que participó el ingeniero estadounidense W. Milnor Roberts. Lincoln había restablecido la relación —rota por el presidente Buchanan— con el Perú, y los ingenieros estadounidenses empezaron a entrar.

Los peruanos planificaron que las líneas de Meiggs cruzarían la titánica cordillera de los Andes hacia Brasil y Argentina, y que los complejos acereros y manufactureros peruanos abastecerían al continente unificado de las herramientas necesarias para la modernización. El ferrocarril, el primero de su clase en el mundo, entró a los Andes, pero los inmisericordes ataques financieros internacionales evitaron su terminación transcontinental. Perú y Meiggs fueron llevados a la bancarrota.

Los británicos usaron entonces a su Estado cliente, Chile, dándole dinero y buques de guerra para lanzar una invasión que destruyera al Perú. El secretario de Estado estadounidense James G. Blaine vino al rescate de Perú por medios diplomáticos y de otro tipo en esta guerra del Pacífico de 1879–81. Empezaban a ganar la guerra, cuando asesinaron al presidente estadounidense James Garfield y destituyeron a Blaine. Perú quedó a merced del saqueo de una dictadura directa de los banqueros que la redujo a una pobreza bestial, destruyendo 30 años de logros magníficos de cuatro presidentes peruanos. A Blaine lo forzaron a comparecer ante audiencias del Congreso sobre "corrupción", que presidió Perry Belmont, hijo del representante estadounidense de los Rothschild, August Belmont. Blaine presentó un valiente testimonio en el que denunció que el ataque contra Perú era una operación británica para beneficio de las finanzas londinenses.

Blaine tuvo otra oportunidad como secretario de Estado de 1889 hasta su muerte en 1892. Él desarrolló el concepto de "reciprocidad" proteccionista con otras naciones del hemisferio, en equilibrio comercial para crear de forma premeditada industrias de alta calidad, con buenos salarios, de forma simultánea en todos los países. También impulsó planes para construir ferrocarrilles que unieran a América del Norte y del Sur.

En los últimos 25 años del siglo 19, hubo un resurgimiento de las políticas del Sistema Americano por toda Iberoamérica. Los Gobiernos de Carlos Pellegrini y Vicente Fidel López en Argentina (1890–92), de José Manuel Balmaceda en Chile (1886–91), de Rafael Núñez en Colombia (presidente en 1880–82, 1884–86 y 1887–88), y del naciente grupo de proteccionistas en Brasil, ejemplificados por Ruy Barbosa, ministro de Finanzas de la recién creada República en 1891, buscaban transformar sus naciones con políticas proteccionistas asociadas con Hamilton, Federico List y Henry Carey.

La Comisión Ferroviaria Intercontinental, creada por Blaine, empleó ingenieros del Ejército estadounidense para levantar planos y planificar líneas que unieran a los EU hasta Argentina y Brasil, y le presentó un mapa completo del proyecto al Presidente William McKinley en 1898. McKinley celebró los planes de Blaine como el futuro de la humanidad, en un discurso que dio en 1901 en la exposición panamericana de Búfalo, en donde fue asesinado.

A McKinley lo reemplazó su vicepresidente y rival político, Theodor "Teddy" Roosevelt, quien puso fin a las relaciones estadounidenses de la era de Lincoln con Iberoamérica. La facción financiera transatlántica de Teddy fraguó este golpe desde antes, en 1898, imponiéndole al presidente McKinley una guerra que no quería emprender en contra de España, con la conquista de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

Las fuerzas pro estadounidenses en el sur no se daban por vencidas, aunque los antiamericanos habían tomado al Gobierno estadounidense. En diciembre de 1902, en una famosa nota diplomática enviada a Teddy Roosevelt en respuesta al cobro forzoso, a punta de cañoneros, de la deuda venezolana, por parte de los acreedores británicos, alemanes e italianos, el ministro de Relaciones Exteriores argentino Luis María Drago reafirmó la primacía de la Doctrina Monroe:

"Entre los principios fundamentales del derecho público internacional que la humanidad ha consagrado, es uno de los más preciosos el que determina que todos los Estados, cualquiera que sea la fuerza de que dispongan, son entidades de derecho, perfectamente iguales entre sí y recíprocamente acreedoras por ello a las mismas consideraciones y respeto.

"Pero el cobro compulsivo e inmediato [de la deuda], en un momento dado, por medio de la fuerza, no traería otra cosa que la ruina de las naciones más debiles y la absorción de su gobierno con todas las facultades que le son inherentes por los fuertes de la tierra. Otros son los principios proclamados en este continente de América. `Los contratos entre una nación y los individuos particulares son obligatorios según la conciencia del soberano, y no pueden ser objeto de fuerza compulsiva', decía el ilustre Hamilton. `No confieren derecho alguno de acción fuera de la voluntad soberana'. . .

"Tal situación aparece contrariando visiblemente los principios muchas veces proclamados por las naciones de América y muy particularmente la doctrina de Monroe, con tanto celo sostenida y defendida en todo tiempo por los EU".

Pero Teddy ni siquiera respondió a la carta de Drago. En 1905 Teddy Roosevelt canceló la Doctrina Monroe, al anunciar un "corolario": los EU pueden invadir a las naciones del hemisferio a voluntad para cobrar deudas y con propósitos similares. Y esta perversidad cobró forma en repetidas ocasiones, en lo que el mundo llamó la "diplomacia del dólar".

Con Teddy, J.P. Morgan de Wall Street terminó de tomar y monopolizar las principales industrias de los EU —ferrocarriles, acerías, empresas eléctricas— que habían construido los adversarios nacionalistas de Wall Street.

Pero ciertos métodos y objetivos del siglo 19 no podían ser aplastados con tanta facilidad.

Edward J. Doheny desarrolló de forma independiente el petróleo de California en los 1890, después de que Pensilvania creara la industria petrolera, y que los Rockefeller y los financieros británicos se apresuraran a quedarse con ella. Por su cuenta, Doheny fue a México en 1900 para empezar ahí la producción de petróleo, de manera que los ferrocarriles propuestos para el hemisferio pudieran funcionar de forma eficiente con petróleo, en vez de hacerlo con carbón importado.

Doheny y otros esbozaron la creación de un vasto complejo industrial y de infraestructura para vincular a los estados del Pacífico de los EU, Iberoamérica y el Lejano Oriente. Un consorcio organizado por Doheny, vinculado al presidente estadounidense entrante Warren Harding, negoció un acuerdo con el líder soviético Vladimir Lenin en 1920 para desarrollar el petróleo y el carbón de Siberia, y exportar hacia Rusia 3 mil millones de dólares en equipo ferroviario y otros bienes de capital. Esto hubiera llevado al nuevo régimen soviético a restaurar la rota alianza ruso–estadounidense.

En noviembre de 1920, un grupo de empresarios de Caifornia asistió a la toma de posesión del presidente mexicano Álvaro Obregón, un revolucionario nacionalista a quien el Gobierno estadounidense rehusó reconocer como presidente. Los californianos buscaban restaurar la alianza de desarrollo entre México y los EU que Teddy Roosevelt y sus patrocinadores depredadores habían roto.

La corriente, favorable al Sistema Americano, de Esteban de Antuñano y Carlos de Olaguíbel del período de 1840–70 en México, se había mantenido directamente, llevándola a la Revolución Mexicana de 1910, y se expresaba en la idea del "Estado intervencionista" que más tarde defendieran Obregón y su ministro de Finanzas Alberto J. Pani.

El programa de Pani subrayó la necesidad de tener un Estado dirigista para conducir la industrialización. Pani señaló que "la maravillosa historia de transformación japonesa durante la revolución Meiji" debería reproducirse en México, es decir, la forma en que Japón se deshizo del feudalismo e impulsó el patrocinio gubernamental de la industria pesada.

Obregón, en su Manifiesto a la Nación donde anunciaba su candidatura el 25 de junio de 1927, dijo:

"Debemos ser sumamente cautos con las inversiones que en nuestro territorio pretendan realizar los intereses imperialistas de Wall Street y dar toda clase de facilidades compatibles con nuestras leyes al capital industrial comercial y agrícola, que del vecino país quiera venir a cooperar con nosotros al desarrollo y explotación de nuestros recursos naturales, para que así podamos ser más conocidos por el capital honesto de la vecina república, que será siempre nuestro aliado para dar a conocer la verdad en su propia nacionalidad, cuando los intereses absorbentes de Wall Street pretendan tergiversar la verdad para provocar conflictos y crisis internacionales entre la cancillería de ambos países como ha ocurrido en repetidas ocasiones".

El presidente Harding murió en 1923 en circunstancias misteriosas. Doheny y otros simpatizantes de Harding, que tenían un poder independiente de Rockefeller y Wall Street, fueron enjuiciados con una trampa armada en torno a unas concesiones petroleras supuestamente ilícitas, conocido como el escándalo del "Teapot Dome", y la mayoría de sus empresas fueron destruidas. Los EU entraron luego a un período de especulación desenfrenada e imperio del crimen organizado, en tanto los banqueros de Londres y Wall Street promovieron el ascenso al poder de regímenes fascistas.

Revive la Doctrina Monroe: la política del Buen Vecino

A partir de 1933 el presidente Franklin Delano Roosevelt hizo un cambio revolucionario en la estrategia y economía de los EU en el Hemisferio Occidental. Roosevelt sacó de cuajo la política destructiva de saqueo financiero y de materias primas impuesta por su primo Teddy Roosevelt, de triste memoria, y en su lugar restableció la política exterior de John Quincy Adams, misma que expresa la Doctrina Monroe de 1823, y que se fundamenta en un cometido total a la industrialización y al establecimiento de una comunidad de principio entre Estados nacionales perfectamente soberanos.


Presidente Franklin D. Roosevelt

En su discurso de toma de posesión el 4 de marzo de 1933, Roosevelt explicó su Nuevo Trato para la transformación audaz de los EU mediante la creación de crédito, grandes proyectos de infraestructura, obras públicas y medidas proteccionistas. Además: "Dedicaré esta nación a la política del buen vecino, del vecino que resueltamente se respeta a sí mismo, y por eso mismo, respeta los derechos de otros; el vecino que respeta sus obligaciones y respeta la inviolabilidad de sus acuerdos en y con un mundo de vecinos".

La política del Buen Vecino de Roosevelt, de 1933–45, tuvo efectos muy poderosos, como puede verse, por ejemplo, en el hecho de que Roosevelt hábilmente tomó la parte de Lázaro Cárdenas cuando éste nacionalizó los intereses de las petroleras Shell y Standard Oil en 1938.

La misión sin precedentes que envió a Brasil en 1942–43, la del aliado cercano de Roosevelt, Morris Llewellyn Cooke, elaboró planes detallados para transformar a Brasil en una potencia industrial moderna; y se enviaron misiones parecidas a otros países. Al mismo tiempo, Franklin Roosevelt movilizó a las naciones iberoamericanas para derrotar al fascismo en el intervalo de 1938 a 1945.

El gran sueño de Roosevelt era acabar con los imperios coloniales de la Gran Bretaña, Francia y Portugal, y desarrollar a las naciones subdesarroladas con el uso intensivo de capital y de energía. El financiamiento del impresionante complejo acerero brasileño de Volta Redonda por parte del Eximbank de los EU, y el apoyo brindado a proyectos industriales en otros países, son ejemplos del método de Roosevelt.

El cometido de Roosevelt para con el desarrollo le granjeó muy buena voluntad a los EU, y un gran respeto a Roosevelt en lo personal, entre los dirigentes iberoamericanos, como se ve de la carta que el presidente saliente mexicano Lázaro Cárdenas le escribió a Roosevelt en 1940. En esa carta, Cárdenas le expresa su agradecimiento por la comprensión y el entendimiento que el mandatario estadounidense había mostrado en la resolución de las numerosas e inescapables dificultades que siempre surgen entre vecinos. Cárdenas le dijo a Roosevelt que sólo con su Gobierno los mexicanos habían tenido la posibilidad de hablar con libertad sobre los problemas, sin tomar en cuenta las diferencias en lo que toca al poder, y de esa forma buscar decisiones de común acuerdo, dictadas únicamente por el afán de ambos por la justicia.

La Alianza por el Progreso de John F. Kennedy a principios de los 1960, fue un intento de revivir aspectos de la política del Buen Vecino. Pero el asesinato de Kennedy en 1963 abortó cualquier posibilidad de lograr esa meta.

Esto deja la responsabilidad de revivir la misión de los EU de llevar justicia al mundo, totalmente en manos de la presente generación.

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