Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

'El papel del individuo es decisivo'

El precandidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche habló, vía telefónica, en el seminario Brasil–Argentina: La hora de la integración, realizado el 4 de julio en Buenos Aires, Argentina, que celebró la liberación del coronel Mohamed Alí Seineldín .

Muy pocas personas, hasta ahora, parecen entender dos cosas relacionadas: primero, que hay puntos de inflexión específicos en la historia de las naciones, y del mundo; y segundo, que en estos momentos de crisis, en estos puntos de inflexión, el papel del individuo es a veces decisivo.

Yo me referí esta semana, en un discurso sobre la candidatura presidencial estadounidense ahora en juego, a la naturaleza de la crisis y a la incompetencia total de mis dizque rivales a la Presidencia; incluyendo una debilidad estilo Hamlet de mi principal contrincante, el único que de otro modo podría considerarse seriamente como candidato, el senador John Kerry.

Ahora bien, hemos llegado de nuevo a ese momento. La historia tiene su legitimidad, una legitimidad de la que son típicas las mejores obras de la tragedia clásica. Cuando una nación se autoengaña, o la civilización se engaña ella misma, cuendo las personas se comportan como necios, las instituciones se vuelven decadentes, la civilización y las naciones caen en la miseria. Y llega un momento en que la gente está lista para que la despierten, y que la despierten a la acción para corregir sus errores, los errores de la civilización prevaleciente. El tema de la tragedia en gran medida pertenece a este tipo de temas en la historia real. A veces se refiere a una parte legendaria de la historia, a veces a la historia verdadera.[FIGURE 201]

Como el famoso caso del Hamlet de Shakespeare, que corresponde también a una lección importante de la historia real. Aquí está este soldado, Hamlet, que mata a la gente a diestra y siniestra en la guerra. Aniquila gente según su ánimo, pues clava la espada en la cortina sin preguntar primero quién está detrás. Sin embargo, cuando enfrenta una crisis, confiesa su cobardía, su falta de sentido de inmortalidad lo hace cobarde. Y se lanza de forma temeraria a su propia destrucción, y a la de su nación.

Ahora hemos llegado una situación tal.

Por ejemplo, me he referido a los sucesos del 3 y 4 de julio de 1863, a la famosa batalla de Gettysburg donde, después de un fracaso de las fuerzas de los Estados Unidos, comandadas entonces por el general *Hooker, el general George Meade llegó a Pensylvania y correctamente evaluó la situación, mientras las fuerzas confederadas avanzaban hacia el norte. Por sus decisiones, él, y sus comandantes, lograron que esa batalla, la tarde del 3, se volviera un punto de inflexión en la Guerra Civil, que era una lucha para salvar a la nación estadounidense.

A veces la gente a la que se recurre no es a los líderes principales, o designados como tales. A veces son sólo gente en posiciones de liderato que toman la decisión correcta. Y, al no fallar en tomar la decisión correcta, le permiten a la civilización avanzar.

Los EU deben cambiar de dirección

Hoy, en todo el mundo, estamos en ese tipo de situación. Y muchas cosas buenas ocurren alrededor del mundo. Por ejemplo, lo que ocurre en Europa y en Eurasia en general, que avanza en la dirección de emprender obras de infraestructura a gran escala y de largo plazo, de crear nuevos sistemas de crédito para estos programas, para que crezca el comercio y el desarrollo en Europa y partes de Asia. Esto es algo grandioso.

Mi intención, por supuesto, es tener un programa parecido para las Américas. Los Estados Unidos tienen que cambiar su forma de obrar, para regresar a los que éramos, para ayudar a que crezcan las repúblicas de las Américas, las repúblicas que nosotros y los británicos hemos hecho tanto por destruir. Tenemos que cambiar esa historia nuestra, para entrar a un período más heróico de la historia.

Ahora, en esto, tengo gran placer y me da mucha alegría estar de nuevo en contacto por teléfono con mi amigo el coronel Seineldín, porque él, en un sentido, representa el epítome de la historia de Argentina, cuando él, como comandante de sus propias tropas, actuó de manera tal que salvó el honor de Argentina, y por la valentía que demostró y las tropas que él comandaba. Siempre, bajo circunstancias trágicas, respondió como patriota de su país. Bueno, lo aplastaron, como también me aplastaron a mí en repetidas ocasiones. Pero aquí estamos, de nuevo en el escenario, y estoy divirtiéndome mucho más ahora, en el sentido de la misión histórica que tenemos, y también de la influencia que tenemos en diferentes partes del mundo; estamos llenando un vacío de liderato.

Así que no hay que sentirnos desalentados. Nosotros nos acordamos de cómo era Argentina antes, del poder y orgullo de Argentina en los 1940, en la posguerra. Nos acordamos de nuevo de cómo Argentina era todavía una nación fuerte en 1984, a pesar de la derrota de las Malvinas. Tenía grandes tradiciones, una gran historia, y la dieta de la gente era excelente —a veces un poco demasiado excelente— en Buenos Aires. La familia normal podía disfrutar de una buena comida. Esos eran mejores momentos, pero se han perdido.

Pero la gente sigue ahí, la gente sigue teniendo el mismo potencial. Y con el derrumbe del viejo sistema internacional, este sistema tiránico que ha destruido tantas naciones, se nos ofrece, nuevamente, un punto de inflexión en la historia, tal que si encontramos los dirigentes, podemos cambiar la situacion, acabar con nuestra necedad y retomar la senda del progreso.

Mi confianza, como saben, se fundamenta en lo que veo en la joven generación, especialmente los jóvenes de entre 18 y 25 años de edad, los de la llamada generación universitaria, o los que son de esa edad, los que estarían empezando a ejercer su profesión, que tienen unos veintitantos años y se vuelven médicos, científicos, líderes de otros tipos. Mi optimismo se basa en eso. Estos jóvenes saben que han entrado a un futuro, como jóvenes adultos, de una sociedad que no tiene futuro. Lo que han heredado de la generación de sus padres, especialmente en Europa y las Américas, es una situación sin futuro. Por tanto, ellos son sensibles al desafío de desarrollar dentro de sí mismos las capacidades de conducción, que tal vez no los lleven de inmediato a los cargos dirigentes más encumbrados de la sociedad, pero que les permitarán, en tanto una fuerza de conciencia, ir a la generación más vieja, la que todavía ocupa los cargos de poder, y regresar a esa generación más vieja nuevamente a la senda del progreso.

La conducción vendrá de los `coroneles'

Me acuerdo de un chiste que contaba un viejo amigo mío, el general Jean–Gabriel Revault d'Allonnes de Francia. Teníamos una reunión a principios o mediados de los 1980, y él mencionó una anécdota, una historia verdadera, de cuando él era el único coronel dentro de un grupo de generales franceses, sentados en una mesa en la Alemania ocupada. Discutían qué se hace cuando se desata una nueva guerra; y él, siendo un jóven coronel, dijo: "Bueno, lo primero que haces ¡es despedir a todos los generales! Y traes de vuelta a los coroneles para dirigir la guerra". Y el punto es, por supuesto, que a veces, cuando se avecina un período de conflicto, los líderes de antaño están tan habituados a las condiciones de paz que, cuando llega la guerra, no pueden responder de manera apropiada, y a veces la gente más jóven puede reaccionar mejor.

Hoy estamos en esa situación. La vieja generación, gente que tiene ya cincuenta o sesenta años de edad, la generación del 68, la generación que vino después de la crisis de los proyectiles [cubanos], del asesinato de Kennedy, huyó aterrorizada de una sociedad productiva, a una sociedad del placer, consumidora. Esta gente dirige el mundo, y está haciendo un desastre. A algunos puede revivírseles. A otros puede dárseles un puntapié para que asuman los papeles de liderato que se requieren de ellos. Pero la respuesta vendrá de los Coroneles, es decir, de los jóvenes a los que aún no se ha entrenado para el comando superior, pero que insisten que los comandantes superiores salgan y hagan lo que debe hacerse.

Por tanto, tengo confianza, por mis experiencias recientes en las Américas, en Europa, tengo la confianza de que hemos Llegado al momento en que podemos reclutar a los jóvenes y actuar como los coroneles, como decía el general Revault d'Allonnes, para darles los puntapiés a los generales, a los líderes de la sociedad, para que emprendan el camino a la reconstrucción.

Estamos en una encrucijada de la historia, un punto de inflexión en el que podemos seguir adelante. Pero también en un momento de crisis, de tragedia. Si no avanzamos, la civilización mundial está condenada a la destrucción. Si podemos aprovechar el momento e inspirar a la gente para actuar, ganaremos, y será uno de los momentos más importantes de toda la historia; si ganamos.

Muchas gracias.

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