Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

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La revolución de LaRouche

EIR volverá a publicar escritos anteriores de Lyndon LaRouche Jr., para familiarizar a los lectores con sus descubrimientos

En defensa del secretario del Tesoro:
Alexander Hamilton

 

Nota: En el momento en el que escribió este documento, Lyndon LaRouche era candidato para la postulación del Partido Demócrata en 1987 a la Presidencia de Estados Unidos. El comité electoral LaRouche Democratic Campaign emitió una versión de este escrito, y otra, la que presentamos a continuación, se publicó en la revista EIR del 3 de julio de 1987.

22 de junio de 1987 – Hoy, Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro de nuestra república e Inspector General de nuestras Fuerzas Armadas, parece un gigante, y en comparación, nuestros líderes políticos contemporáneos, liliputienses.

Cuando Hamilton asumió el puesto de secretario del Tesoro, el endeudamiento y la economía de nuestra nación se encontraban en terribles condiciones, en muchos aspectos similares al desastre económico que estamos sufriendo hoy día. Bajo el programa de recuperación de Hamilton, se restauró nuestro crédito nacional, nuestro sistema bancario se convirtió en el más sólido del mundo, y se desató un próspero crecimiento por gran parte de nuestra nación.

Estas políticas crediticias, bancarias y económicas que Hamilton esbozó en sus famosos informes al Congreso, se llegaron a conocer con admiración y envidia, por el nombre de “Sistema Americano de economía política”.

Bajo los gobiernos de Thomas Jefferson y James Madison, el secretario del Tesoro Gallatin desechó el Sistema Americano y, a cambio, introdujo los dogmas del libre comercio de Adam Smith. El resultado de este cambio fue desastroso. Bajo los presidentes James Monroe y John Quincy Adams, se desecharon las ideas desastrosas de Adam Smith, y se restableció el Sistema Americano de Hamilton. Se salvaron el crédito, la banca y la economía nacional.

Los presidentes Jackson y van Buren destruyeron el Sistema Americano y reintrodujeron las políticas desastrosas de Adam Smith. El resultado de las políticas de Jackson fue el terrible pánico de 1837.

He pasado personalmente por una experiencia similar en mi propia vida. El empleo de las políticas de Adam Smith por parte de Coolidge y Hoover durante la década de 1920, hundió al mundo en una Gran Depresión. La mayoría de los estadounidenses sufrieron enormemente hasta 1938, cuando el Presidente Franklin Roosevelt comenzó a dar sus primeros pasos para prepararnos para una guerra, que ya entonces sabía que era inevitable, contra Hitler.

Desfile en la Ciudad de Nueva York para celebrar la ratificación de la Constitución de Estados Unidos en julio de 1788, en donde se destaca el buque “Hamilton”, nombrado así en honor del principal autor de los documentos Federalistas. Bajo el “Sistema Americano” de economía de Hamilton, Estados Unidos inició una era de crecimiento próspero.

Hoy, a muchos de ustedes les cuentan que fue el gasto militar lo que sacó a Estados Unidos de la depresión económica. Yo estuve allí, y vi, al igual que muchos de mi generación, cómo se organizó exactamente la recuperación económica de 1940-42. No fue la guerra lo que causó la recuperación económica. El Presidente Roosevelt creó la recuperación económica para llevar la producción de nuestras granjas e industrias al nivel necesario para apoyar nuestra movilización para la guerra. No fue la guerra lo que causó la recuperación económica; fue la recuperación económica la que hizo posible que nosotros y nuestros aliados ganásemos la guerra.

Podríamos haber tenido una recuperación económica aún mejor, si no nos hubiéramos visto forzados a hacer esto bajo las costosas e inflacionarias condiciones de guerra. A pesar de los costes inflacionarios de una guerra a gran escala, la recuperación estadounidense de 1940-43 fue una de las más exitosas en la historia económica del mundo. Toda la prosperidad que disfrutamos durante los 20 años siguientes a la guerra, fue resultado de los altos niveles de potencial agropecuario e industrial que desarrollamos para 1943.

Durante los últimos veinte años, bajo cinco Presidentes sucesivos, nuestra economía ha ido deslizándose cuesta abajo. Hoy en día, para la mayoría de nuestras familias, comunidades locales, granjas, e industrias, la situación es tan mala o peor que la de mediados de los 1930. Banqueros mundiales de importancia nos alertan de que estamos al borde del mayor crac financiero de la historia.

Ha llegado el momento de tirar a la basura la desastrosa política de libre comercio de Adam Smith, y devolver a nuestro país a lo que el secretario Hamilton fue el primero en llamar “el Sistema Americano de economía política”. Eso es lo que pretendo hacer como tu próximo Presidente electo de Estados Unidos.

Actualmente, más y más analistas políticos advierten que la cuestión del SIDA convertirá mi candidatura a la presidencia en una fuerte posibilidad. Cuando se les pregunta a algunos de entre estos analistas políticos, sobre cuál podría ser el efecto añadido de que un crac financiero se vuelva un problema en los próximos meses, miran hacia el cielo, como si fueran a desmayarse, y la respuesta es: “Esperemos que se pueda posponer el crac hasta después de las elecciones de 1988”.

Por razones técnicas, el único que podría predecir el momento exacto de un crac es algún gobierno o grupo bancario poderoso, que sepa el día en que se tenga planeado tirar del enchufe. A menos que uno tenga ese tipo de información, es imposible predecir, matemáticamente, el momento exacto de un crac financiero. Sin embargo, la burbuja financiera internacional ha crecido al punto en el que está a punto de estallar. Bajo estas condiciones, cualquier perturbación significativa podría desencadenar en los mercados un colapso tipo reacción en cadena. Cualquiera que imagine que se podría posponer hasta más allá del discurso de despedida a la nación del Presidente Reagan, en enero de 1989, sin la clase de cambios radicales en los programas de emergencia que propongo, está soñando con meras ilusiones.

Por lo tanto, cualquier estadounidense que se esté anticipando unos pocos meses o más, debería estar interesado en conocer mi filosofía económica y mis planes de acción de emergencia.

Mis programas están documentados en detalle en una cantidad de textos publicados, como el informe que presenté al gobierno de Reagan en agosto de 1982, y un informe especial de seguimiento que se presentó un año después. Dados los actuales hábitos de lectura de la mayoría de mis conciudadanos, es indispensable que resuma esta cuestión, en una serie de artículos más breves. En este artículo me enfoco en lo que podría ser la primera pregunta que le vendría a la cabeza a un ciudadano interesado: ¿Cuál es el núcleo de mi filosofía de la economía?

Por profesión, soy principalmente economista, y según los patrones científicos, muy exitoso. Toda mi obra en este campo cae en el marco programático del Sistema Americano, tal y como lo definieron destacados economistas como Benjamin Franklin, Hamilton, los dos Careys, y Friedrich List.

En ese contexto, he añadido un importante descubrimiento. Mi descubrimiento, que hoy se conoce en todo el mundo como el método LaRouche-Riemman, no invalida nada de lo que Hamilton proponía en su famoso “Informe sobre las manufacturas” de 1791, sino que solamente refuerza de manera importante las políticas de Hamilton. En el “Informe sobre las manufacturas” de Hamilton, aparece de manera prominente el siguiente pasaje:

Valorar y fomentar la actividad de la menta humana, al multiplicar los objetos de la empresa, no está entre las conveniencias menos considerables, por las que pueda promoverse la riqueza de una nación.

El meollo del Sistema Americano, es la conexión entre las creaciones de la mente, y los aumentos en las facultades físicas productivas del trabajo. Lo que he logrado, es mostrar que es posible predecir matemáticamente las tasas del crecimiento económico-físico que resultarán del empleo efectivo de una clase específica de producción intelectual de una nueva tecnología. Sobre esta base, he podido aportar una demostración científica nueva y más sólida de los motivos por los cuales el Sistema Americano de Hamilton fomenta un crecimiento económico sin depresiones, y por qué la doctrina de Adam Smith siempre guía a una nación a un nuevo desastre.

La mayor parte del razonamiento en las siguientes páginas, corresponde al ámbito de lo que la mayoría de los lectores probablemente llamarían “sentido común inteligente”. En Parte es un tanto técnico, pero puedo describirlo en términos que no requieran una educación matemática más allá de la escuela secundaria. No pido disculpas por incluir este material técnico. Contraria a la aparente creencia del Presidente Ronald Reagan, la economía es una ciencia, que solo los chapuceros la abordarían con nada más que unas pocas consignas prácticas.

Al final de este artículo, el lector reconocerá la importancia práctica de los asuntos técnicos que introduzco en la siguiente sección.

El núcleo de mi razonamiento

El error de la mayoría de los economistas modernos, y de los funcionarios de nuestro gobierno al informar sobre la economía, es que estas personas simplemente no saben qué es lo que tienen que medir.

Hay ciertas cosas que han estado creciendo en nuestra economía; hay otras que no han estado creciendo, como la agricultura, la industria, la estabilidad de los bancos, y el nivel de vida promedio de los hogares familiares. Lo que complace al gobierno de Reagan, se mide; lo que no complace al gobierno, o bien no se mide en absoluto, o se mide de manera incompetente. Como resultado, mientras que la economía se ha estado derrumbando, la administración ha estado informando que hay “crecimiento económico”. Hoover prometió “un pollo en toda cazuela”, pero ignoró la pregunta: ¿Cuántos estadounidenses podían todavía darse el lujo de una cazuela? ¿Qué es lo que debemos medir? Resumiré los aspectos más fundamentales del problema. Los antropólogos modernos insisten en que la forma más antigua de sociedad fue lo que ellos llaman “sociedad de caza y recolección”, en la que la existencia de la humanidad dependía de la pesca, la caza de animales y la recolección de vegetales y frutas silvestres. Asumamos, hipotéticamente, que estos antropólogos estuvieran en lo cierto. Mira esa sociedad a través de los ojos de un economista.

Se necesitaría un promedio de aproximadamente 10 kilómetros cuadrados de superficie de la Tierra para sustentar la nutrición de un individuo promedio en tal sociedad. Esto significaría que la población, a nivel mundial, no podría haber excedido de los 10 millones de individuos. Sería una existencia muy miserable. La esperanza de vida promedio estaría muy por debajo de los 20 años de edad, y el nivel cultural sería la de un bruto.

Tenemos un conocimiento bastante bueno sobre las densidades de población y las tecnologías que se utilizaban en las partes más importantes del mundo, a lo largo de un período de más de 2.000 años. Nuestro conocimiento se vuelve más preciso a partir de los grandes censos que realizó Carlomagno, en especial en Europa Occidental, en donde las estadísticas eclesiásticas son sumamente útiles, para permitirnos estimar las densidades de población por área con precisión considerable. Desde el siglo 15, la calidad de nuestros datos se hace sumamente fiable para estimar las tasas de cambio en las densidades de población.

Para nuestros propósitos aquí, no es necesario que yo entre en detalle sobre los tipos de métodos que empleamos para estimar las poblaciones y comprobar esas estimaciones. A lo que me refiero es bastante obvio: una diferencia muy esencial entre el comportamiento del ser humano y el de las bestias, como se ve a través de los ojos del economista.

Actualmente, hay más de 5.000 millones de personas. Incluso con las tecnologías existentes, como lo ilustra el caso de Bélgica en términos generales, podríamos sostener tres o más veces los niveles actuales de población, en un nivel de vida comparable al de Europa Occidental y de Norteamérica durante los días más felices de principios de los 1970. En otras palabras, desde la “sociedad de caza y recolección”, hemos aumentado la población potencial de la humanidad en unas mil veces. También hemos aumentado la esperanza de vida potencial en unas cuatro veces. Si medimos todas las formas de ingreso en kilocalorías consumidas, hemos aumentado el nivel de vida potencial en mucho más de mil veces.

En matemáticas, es común hablar de un aumento por un factor de 10, como un aumento de un orden de magnitud. Mediante el avance tecnológico, la humanidad ha aumentado su potencial en tres órdenes de magnitud. Las más inteligentes de las especies de bestias no podrían aumentar su densidad potencial de población ni siquiera en una fracción significativa de un orden de magnitud.

Desde el punto de vista del economista, la cuestión sobre la existencia humana que nos coloca por encima de las bestias, es que somos capaces de efectuar avances sucesivos en lo que llamamos conocimiento científico y tecnológico, y que podemos transmitir ese conocimiento, unos a otros, de tal modo que aumentamos el nivel de vida de la persona promedio, al mismo tiempo que aumenta el tamaño potencial de la población humana que puede sostenerse en este nivel mejorado. Ninguna mente de bestia alguna puede generar ni transmitir progreso científico y tecnológico.

El hecho más importante en historia económica, es el poder de la sociedad para aumentar la productividad mediante la generación de progreso tecnológico, y de asimilar estos avances tecnológicos en la práctica diaria de la sociedad en general.

Establezcamos una clase de ecuación muy común, que expresa lo que acabamos de decir:

y = F(x)

en la que y representa una tasa de aumento en la productividad, y x representa una tasa de aumento de progreso tecnológico. F(x) representa una función expresada en términos de la tasa de aumento del progreso tecnológico. ¿Es posible construir una función matemática de la forma establecida? La búsqueda de tal función matemática-económica ha sido algo persistente desde que Leibniz fundó la ciencia económica moderna durante su obra del periodo de 1672-1716.

Lo que Leibniz hizo, en este respecto, fue establecer la ciencia económica como una rama de la ciencia física. Esta ciencia económica se conoció, durante el siglo 18, y en el 19, como la ciencia de la “economía física”. Algunas veces se la identificaba con otros términos, como “la ciencia de la tecnología”, y en francés, “polytechnique”. Esta rama de la economía, la “economía física”, es el área en donde reside la mayor parte de mi trabajo profesional.

Una función matemático-económica de este tipo es posible. Mi principal contribución a la ciencia económica, desde mis descubrimientos iniciales en 1952, ha sido mostrar cómo se debe definir tal función.

Esta función matemática no puede resolverse mediante el empleo de los métodos en los que se basan los pronósticos econométricos actuales. Esos métodos se basan en la influencia combinada de varias figuras influyentes de los 1930 y 1940: el profesor de Harvard, Wassily Leontief, principal diseñador del actual sistema de contabilidad del ingreso nacional, el profesor John von Neumman, y la doctrina de la “Teoría de la información” del profesor Norbert Wiener. Estos métodos defectuosos se conocen entre los especialistas como métodos de solución de “desigualdades lineales simultáneas”. Ningún sistema de desigualdades lineales puede representar la relación entre las tasas de avance tecnológico, y las tasas de aumento de la productividad física.

Lo que hice, comenzando por atacar esta mentira en los argumentos de Leontief, von Neumann y Wiener, fue volver al punto de partida de mis estudios de la adolescencia sobre la obra de Leibniz. Sobre esa base, en el transcurso de varios años de trabajo, redefiní el problema. La siguiente dificultad fue elegir una opción de matemáticas, adecuadas para resolver los problemas del tipo que había definido. Encontré la solución en la obra de un destacado físico del siglo 19, el profesor Bernhard Riemman. Por esa razón, mi descubrimiento se conoce como el método LaRouche-Riemman.

El primer problema crucial que encontramos en la búsqueda de construir el tipo de función matemática deseada, es el problema de definir lo que debemos entender por “creatividad” humana en lenguaje matemático. “Creación” es un concepto que no se puede definir en ningún sistema de matemática deductiva. Mi lucha adolescente con las famosas Críticas de Kant, me facultó para entender este problema, donde Leontief, von Neumman, y Wiener, habían fallado en hacerlo.

Definan la palabra “creación”. Prueben en la teología. Prueben en la cosmogonía. ¿Qué quieren decir con esa palabra? Muchos de ustedes quieren decir que, en un momento, algo no existe, pero en el siguiente momento sí existe. La transición desde el primero al segundo momento, lo llamarán: “creación”. ¿Qué sucede entre esos dos momentos, que causa que la nueva cosa se crea? No importa el tiempo que pasen atacando esa pregunta por medio de métodos de lógica formal aristotélica, o con matemáticas modernas deductivas, igualmente acabarán peor que como empezaron. A la persona que confía únicamente en la lógica deductiva, le parecería que “creación” es una palabra que empleamos para identificar algo que la mente humana no podría comprender nunca.

Este fue el argumento de Emanuel Kant, a través de sus Críticas. Kant insistió a lo largo de sus Críticas, pero especialmente en su última crítica, su Crítica del juicio, que los procesos mentales por los cuales los seres humanos crean un descubrimiento científico válido, no son inteligibles. Este fue el mismo punto de vista que adoptó von Neumann, no solo en sus doctrinas sobre economía matemática, sino en su teoría matemática en general. Este fue el punto de vista de Norbert Wiener en la “Teoría de la información”.

La solución a este problema de las matemáticas lo demostró que existía, por primera vez, una persona que fue probablemente el mayor genio de los últimos 600 años, el cardenal Nicolás de Cusa. Además de ser el pensador más destacado del Papado del periodo del Renacimiento italiano, Cusa fue el fundador de los métodos de la ciencia física moderna, y la influencia más directa en la obra de Leonardo Da Vinci y Johannes Kepler, entre otros, así como una influencia indirecta importante en Huygens y Leibniz, entre otros. Cusa mostró cómo la “creación” puede representarse como una idea inteligible, susceptible de representación matemática.

Cusa fue el fundador de una de las dos ramas principales de toda la ciencia física moderna. Galileo, Descartes y Newton son emblemáticos de los métodos de deducción formal, basados en los Elementos de Euclides. Cusa, Leonardo, Kepler, Leibniz, Gauss y Riemman, se cuentan entre los principales nombres de una facción opuesta en la ciencia, cuyo método se basa en la geometría no euclidiana. Por “geometría no euclidiana” me refiero a la que se basa totalmente en la construcción, sin axiomas, a partir de la cual se prohíbe el razonamiento deductivo.

Sin entrar en la historia detallada de este asunto científico, basta con decir lo siguiente. Cusa solucionó el problema que Arquímedes dejó sin resolver, el conocido problema de mostrar por qué el intento de encontrar la simple cuadratura del círculo se basa en un supuesto erróneo. Cusa descubrió un principio físico y geométrico, el cual definió como el principio del “máximo y el mínimo”, que los matemáticos modernos conocen bajo la denominación del “principio isoperimétrico” de la topología geométrica. El mayor avance, más allá de la formulación original de Cusa, lo aportó Karl Gauss. Un número de contemporáneos y colaboradores de Gauss trabajaron en refinar el descubrimiento de Gauss. Los resultados de este se resumieron en la obra de Riemman.

Hoy, llamamos a la variedad de la física matemática basada en el enfoque de Gauss a la geometría constructiva, “el dominio complejo de Gauss-Riemman”. La física riemmaniana se basa, principalmente, en la representación matemática de los procesos que evolucionan a estados superiores. Esta es la única rama de la física matemática en la que es posible explicar lo qué ocurre durante ese intervalo, que constituye el acto de creación, entre los dos momentos del no-ser y del ser sucesivo.

Este no es el lugar para elaborar esta importancia de “las funciones de superficies de Riemman”. Nuestro propósito aquí, es simplemente identificar la naturaleza del problema de representación, y la ubicación en la que la se ha de encontrar la forma necesaria de solución matemática. Sin embargo, se deben elaborarse las siguientes cuestiones.

Si imaginas que la única forma de acción autoevidente en el universo fuese la acción circular, como lo demostró Cusa, entonces, todos los verdaderos teoremas y construcciones de la geometría euclidiana puede desarrollarse por construcción, en una forma no deductiva, no euclidiana. Esto se hace, primero, al imaginar el caso en el que la acción circular actúa sobre la acción circular, como si la una estuviera en ángulo recto sobre la otra, y que esto ocurre en cada intervalo de toda acción circular. Esto se denomina acción circular doblemente conectada. El espacio euclidiano, cuando se elabora por los métodos rigurosos de la geometría no deductiva (no euclidiana), está esencialmente triplemente conectada.

Con Gauss, damos un paso más. Sabemos que la simple acción circular no es una representación adecuada del universo real. Imagina una forma especial de acción circular, en el que el radio de rotación se va alargando a medida que la acción sucede: acción espiral. Ahora, imagina que el centro de rotación avanza en la dirección del tiempo, mientras esta ocurre. Nuestra acción espiral está ahora sobre la superficie exterior de un cono. Eso se llama, por razones obvias, espiral autosimilar. Ahora, en lugar de formas circulares de acción múlticonexa, sustitúyela con la acción espiral autosimilar múlticonexa.

Exprese lo que ha hecho en el lenguaje de la trigonometría, utilizando las funciones trigonométricas elípticas, hiperbólicas, e hiperesféricas para lograr este resultado. El resultado es la forma gaussiana del dominio complejo. Es la forma riemmaniana de este dominio complejo gaussiano, lo cual nos permite representar los tipos de procesos que se denominan propiamente “creativos”.

Aunque este enfoque riemmaniano nos permite implícitamente mapear funciones cerebrales a grandes rasgos, el método LaRouche-Riemman considera solo un aspecto de estas funciones cerebrales, el problema de representar la generación de tecnologías de orden superior. Ciertamente, a primera vista, lo que somos capaces de lograr de esta manera es “pasmoso”, pero al acostumbrarse a estas ideas, todo parece bastante obvio.

Comenzando con un conjunto de tres trabajos científicos que compuso Riemman, en 1853, como las disertaciones que le cualificarían para empezar como profesor en la Universidad de Gotinga de Gauss, el rasgo central de la obra de Riemman en conjunto, es su concentración en la hipótesis de que cualquier proceso físico en el universo se puede representar matemáticamente en el dominio complejo gaussiano. Riemman solo ofreció pruebas parciales de esto, pero hizo avances sustanciales y señaló el camino en la dirección en la que podrían desarrollarse pruebas más generales. Lo que sí logró, fue más que suficiente para las necesidades de un economista.

En referencia a la función, y= F(x), nuestro primer problema es el de definir el modo en que han de medirse tanto y¸ la tasa de crecimiento de la productividad, como x, la tasa de crecimiento del progreso tecnológico. El problema de definir y, es la parte más simple de la tarea. Definir x es el principal reto. Es ese reto fundamental que abordamos en este punto.

Si podemos representar de manera eficaz cualquier proceso físico que represente una nueva tecnología, ya se resuelve parte del problema de definir x. Si, además, podemos definir qué tipos de procesos físicos son más avanzados, y mostrar que de la misma manera en que representamos procesos físicos particulares, podemos medir qué proceso es la tecnología más avanzada. Podemos también medir qué tanto más avanzada es. ¿Cómo comparamos dos procesos físicos y decimos que uno es considerablemente superior económicamente al otro?

Vuelva a la obra de Leibniz, donde se definió, por primera vez, este problema.

La obra más importante de Leibniz en la ciencia económica empezó en París durante los mismos años (1672-1676) en que resolvió el plan de Kepler para crear un cálculo diferencial. Su obra en París se hizo, junto con la de Christian Huygens, bajo el patrocinio del primer ministro francés, Jean-Baptiste Colbert. La misión en la que entonces estaban involucrados Huygens y Leibniz, fue diseñar lo que se llegó a conocer como “revolución industrial”. Leibniz definió esta tarea como el estudio de los principios del empleo de la máquina movida por calor, mediante la cual “un hombre puede hacer el trabajo de cien”.

Esto comprendía los principios del diseño de la máquina movida por calor. Huygens, por ejemplo, trabajó en lo que más tarde se conocería como el motor de combustión interna movido por pistón. El trabajo de Leibniz le llevó a colaborar con Denis Papin en la creación de lo que sería el primer motor de vapor empleado con éxito para impulsar una embarcación (utilizando combustión externa).

El problema general en el centro de la obra de Leibniz en economía, fue definir la manera en que el aumento de la potencia de la combustión de carbón que se le suministra a la máquina, aumentaría el poder productivo del operario de la máquina. Es generalmente cierto, que los aumentos de la potencia utilizada por operario, harán posibles los aumentos de la productividad del operario. También es cierto, que, al elevar la temperatura operativa de los procesos, no solo podemos aumentar la productividad del operario, sino que podemos realizar tipos de trabajo que son imposibles de lograr económicamente a temperaturas más bajas.

Sin embargo, el trabajo le llevó más allá de estos problemas. Voy a describir el problema más de fondo en los términos más simples posibles de ilustrar. Imagine que dos máquinas utilizan la misma cantidad de calor por hora, y que ambas se emplean para hacer el mismo tipo de trabajo, pero, que el mismo operario, empleando una máquina, producirá más que utilizando la otra. Asumiendo que ambas máquinas están bien construidas, de acuerdo a su diseño, ¿cómo deberíamos definir la diferencia entre esas dos máquinas?

Leibniz le llamó a esta diferencia, “tecnología”. Por “tecnología”, queremos decir, en términos generales, la cualidad de organización del diseño de la máquina. Uno de los ejemplos más simples de esta noción de “organización”, es el uso de un punta afilada y dura, o el borde cortante de una herramienta. Se puede realizar el mismo trabajo con menor esfuerzo, y a menudo mejor. Desarrollamos una noción más general de organización, al definir todas las funciones de la máquina en términos de movimiento rotatorio.

Lo que deseamos conocer, es algún principio de organización del diseño de la máquina, que nos permita predecir qué tipos de cambio en la organización interna de la máquina, representan un modo más eficaz de convertir la energía del calor en un aumento de la productividad del operario de la máquina. Este principio nos permite medir la organización superior de una máquina con respecto a otra. Esta medición es la medida cuantitativa que se llama “tecnología”.

Para hacer la discusión lo más corta posible, definamos el movimiento rotatorio en los términos de lo que Leibniz definió como acción mínima física. La mayor parte del trabajo preliminar para definir los principios de tecnología, se emprendió en los círculos de Lazare Carnot y Gaspard Monge, en la Ecole Polytechnique de Francia, con el trabajo fundamental que se estableció durante los años de 1794 a 1815, antes de que la Ecole empezara a decaer bajo el liderazgo de Laplace y Cauchy después de 1815. La mayoría de los principios básicos de la tecnología de diseño de los aparatos mecánicos movidos por calor, se solucionaron en la Ecole durante este periodo, o poco después.

Estos colaboradores de Carnot y Monge fueron más allá, para empezar a definir algunos problemas de electrodinámica en particular, así como de termodinámica en general. La obra de Sadi Carnot, Fourier, Legendre es la más importante. Sin embargo, a medida que se reprimían a los científicos franceses bajo el régimen de Cauchy, el liderazgo mundial en progreso científico empezó a desplazarse a Prusia a partir de principios de los 1820, con un centro en Berlín, bajo el liderazgo de Alexander von Humboldt, y otro alrededor de Gauss en Gotinga. Durante los 1820, Gauss y su colaborador, Weber, emprendieron una reelaboración exhaustiva de la electrodinámica. Durante la década de 1850, se aclaró este trabajo sobre la electrodinámica, centrado en la colaboración de Riemman y Weber.

Ahora, lo más brevemente posible. Hay un error grave de insuficiencia en el Análisis de Fourier. El trabajo conjunto de Gauss, Weber, Dirichlet, Riemman, Weierstrass, y Cantor, se enfocó, en gran medida, en este problema del Análisis de Fourier. El dominio complejo de Gauss aportó un fundamento único para corregir este defecto. Se integró una visión más avanzada de la hidrodinámica con la electrodinámica. Esta visión nos permite hacer para la tecnología de la electrodinámica, lo que la Ecole Polytechnique hizo para la tecnología de la mecánica y la termodinámica más simple.

La idea clave consiste en fundamentar una noción de la acción mínima física en la acción espiral autosimilar múlticonexa, en vez de la acción circular múlticonexa. Este enfoque nos permite hoy, incorporar la física moderna de plasmas y los pulsos electromagnéticos coherentes bajo la noción de tecnología de Leibniz. Voy a señalar la gran importancia práctica de ese hecho, para organizar hoy una recuperación económica de Estados Unidos a largo plazo.

En igualdad de circunstancias, hay tres condiciones que han de darse para generar un aumento generalizado en la productividad de los operarios:

  1. La cantidad de energía utilizable a suministrar, tanto per cápita como por kilómetro cuadrado, ha de aumentar.

  2. Lo que a veces se denomina “densidad de flujo energético efectivo” de la energía ha suministrar y aplicar, debe aumentar.

  3. El nivel de tecnología de la organización interna de los procesos de producción, debe avanzar.

Los Presidentes Andrew Jackson y Martin van Buren destruyeron la economía del “Sistema Americano” de Hamilton, y volvieron a introducir los programas destructivos de Adam Smith. El resultado de la política de Jackson fue el Pánico de 1837, que se ilustra aquí en una caricatura contemporánea. El dibujo muestra a “Old Hickory” Jackson golpeando a la nación en bancarrota.
 
 

Estas tres condiciones son interdependientes. Si no se dan estas condiciones, la productividad de la producción tenderá a estancarse, y finalmente colapsará.

Antes de volver al problema de la medición de la productividad en sí, se debe agregar un punto más. El hecho de que podemos representar matemáticamente los progresos tecnológicos, significa que podemos representar esto en términos de los tipos de procesos mentales que generan estos descubrimientos. Esto no explica todo sobre la mente humana, sino que describe lo que deben hacer los procesos mentales para descubrir un avance científico, más allá de los niveles de tecnología existentes. En esta medida, la creatividad se hace inteligible.

Para elegir qué medir como aumento de la productividad, nos vamos de vuelta a la ilustración que se dio al comienzo de esta sección. ¿Qué determina si un cambio es para mejorar a la sociedad, o no? La respuesta debería ser obvia. Sencillamente: lo que sea que aumente la densidad de población potencial de la sociedad, lo que sea que aumente el número de personas que pueden sostenerse, en un nivel mejorado de vida y de cultura, por kilómetro cuadrado de superficie de tierra.

El motor de vapor de Corliss en la exposición del centenario en 1876. Con la reintroducción de los métodos del Sistema Americano después de la Guerra Civil, invenciones como esa fomentaron un crecimiento industrial sin precedentes.

Consideramos el problema de elaborar tales mediciones en varios niveles sucesivos de sofisticación.

Dado que nuestra definición de aumento de productividad debe corresponderse con el aumento de la densidad de población potencial, no debemos medir la producción en precios, ni en productos particulares. Medimos la producción en términos de la “canasta de mercado” de las necesidades de los consumidores y de los productores. El número y las cualidades de los productos en los cambios de las canastas de mercado con los avances tecnológicos. El trabajador de una cualidad superior de productividad exige un nivel de vida superior para mantener a su familia en ese nivel de potencial cultural. De este modo, tenemos que medir el producto de cuántas canastas de mercado individuales se producen con el trabajo de un solo operario. Hemos de tener en cuenta tanto los requerimientos de las canastas de mercado de los consumidores, como los requerimientos de las de los productores, medidos de la misma manera.

Entra en juego el problema de la disminución de la rentabilidad de los recursos naturales. Aquí entra en juego directamente la energía. Cuanta más energía per cápita, y cuanto mayor sea la densidad del flujo energético efectivo de esa energía, más poca podrá ser la calidad de los recursos naturales que podemos usar, sin sufrir un aumento en los costes de producción. Y dado que podemos utilizar recursos naturales de menor calidad y de manera económica, se amplían los límites de los recursos naturales; mientras que, si no se avanza tecnológicamente, se estrechan sobre nosotros los límites de los recursos naturales.

Si ampliamos los límites de los recursos naturales, el resultado es que un kilómetro cuadrado promedio de tierra sostendrá un número creciente de personas. Si nuestro progreso tecnológico se estanca, se estrechan los límites de los recursos naturales. Si retrocedemos tecnológicamente, y se tiene menos energía para su uso en la producción, per cápita y por kilómetro cuadrado, la sociedad está en camino de colapsar.

Por estos motivos, no es adecuado medir la productividad en términos de cestas de mercado actuales. Lo que hemos de medir es una tasa de crecimiento de la productividad, una tasa que debe ser suficientemente alta, de manera que ampliemos los límites de los recursos naturales, en vez de permitir que se estrechen.

Economía política

Una economía moderna tiene dos aspectos interdependientes. El primero aspecto, el cual hemos destacado hasta ahora, es la economía física: la producción y distribución física de bienes. Este es el aspecto del proceso económico que se enmarca en la economía física, tal y como hemos analizado lo que involucra esta. La segunda parte es el proceso político que gobierna una economía. Estos procesos políticos incluyen la emisión de moneda, la organización del crédito y de la banca, la política fiscal y los aranceles.

Dado que el empleo, la producción y distribución física, en lado físico o real del proceso económico, se organizan mediante la compraventa en precios de dinero, y se fomentan o suprimen de acuerdo a la forma en que se organizan el crédito y la banca, y se ven afectados por los impuestos, las dos partes, la física y la política, interactúan de esta manera. Esta interacción es lo que tenemos que entender que queremos decir cuando usamos el término “economía política”

El conocimiento de la economía física de nuestros Padres Fundadores se obtuvo, a partir de 1766, en mayor medida relativamente, de la industria y ciencia francesa, y su conocimiento teórico de Leibniz, o de la influencia indirecta de Leibniz. El énfasis en las “facultades productivas del trabajo” en el “Informe sobre las manufacturas” de Hamilton, es estrictamente leibniziano. Sus nociones del lado político del proceso económico se remontan mejor al periodo anterior a Edmund Andros en la Colonia de la Bahía de Massachusetts, y la influencia de Cotton Mather en el siglo 18. La obra de Benjamin Franklin, de 1729, “Una modesta investigación en la naturaleza y necesidad del papel moneda” es una afirmación de la política de Cotton Mather, una política que se basaba en el empleo exitoso de la emisión de papel moneda y de “banca estatal” en el periodo anterior a Andros en la Colonia de la Bahía de Massachusetts.

Nuestros Padres Fundadores no tenían ninguna de las ilusiones sobre la “magia del dinero”, tan populares en Washington y en otras partes, hoy en día. Ellos sabían que la fuente de la riqueza era la producción de bienes físicos y las mejoras en obras públicas tales como los caminos, canales, puentes, puertos, y obras similares. El papel moneda, el crédito, la banca y demás, eran arreglos necesarias para asegurar un comercio eficiente, pero nada más que eso.

Hoy en día, cuando planteo lo que haré como Presidente, siempre salta alguien para preguntar, “¿de dónde va a salir el dinero?” Muy sencillo, bajo nuestra Constitución, el Congreso de Estados Unidos promulgará una ley para autorizar la emisión de entre $500 mil millones y $1 billón de dólares en billetes del Tesoro. El gobierno federal no gastará este dinero. Se prestará, a través de los canales del sistema bancario, a granjeros, manufactureros, empresas de servicios públicos, y a las cuentas de capital de las agencias federales, estatales, y locales responsables de construir obras públicas. Vamos a volver a poner a trabajar a las granjas, a las industrias y a la gente para producir nueva riqueza física. Producirán más riqueza de la que se prestó para poner en marcha esta producción. Sus salarios, y los ingresos de las actividades de las granjas y las manufacturas, pondrán una cantidad de dinero adicional en circulación, aumentarán los ingresos fiscales del gobierno federal (sin tener que elevar las tasas impositivas).

Si este dinero se presta a un bajo coste de financiación, a un tipo de interés inferior al 2%, y si los programas tributarios federales proporcionan amplios créditos fiscales de inversión a quienes inviertan en la creación de puestos de trabajo de alta tecnología en la producción, lo habremos hecho bastante bien sin tener que tomar prestado de nadie más que de nosotros mismos.

El problema hoy, y durante los últimos 20 años, ha sido que el lado político de la economía se ha gestionado mal, muy mal. El porcentaje de la fuerza de trabajo total empleada en producir riqueza física se ha estado derrumbando, mientras que se ha acumulado la suma total de desempleados y el empleo en la administración y en los servicios superfluos. Se han hecho tremendas fortunas en la especulación financiera, sin ningún aumento de la producción física que las respalde. Nos hemos hundido cada vez más y más en la deuda, para producir cada vez menos y menos per cápita. Es una forma terrible de manejar un ferrocarril.

Los únicos riegos importantes de que el gobierno genere grandes emisiones de dinero para prestar son los que derivan de la política crediticia y fiscal que pudiesen transferir el dinero en la dirección incorrecta, es decir, en mayor especulación financiera, y en más y más empleos en la administración y en los servicios de calidad marginal. El truco está en reducir la carga fiscal sobre las inversiones en tecnología avanzada, en puestos de trabajo de producción de bienes, y dirigir la mayor parte del crédito recién creado hacia estos tipos de inversión.

Mi meta inmediata es añadir 5 millones de nuevos puestos de trabajo industriales, con énfasis en las tecnologías mejoradas, durante los primeros dos a tres años de mi gobierno, y guiar a la nación en la dirección de emplear a la mitad de la fuerza laboral nacional total en ocupaciones de granjeros, operarios industriales, y operarios empleados en la construcción y el mantenimiento de servicios y obras públicas.

No hay magia en esto. Es una simple cuestión de que el gobierno llegue a un consenso con los empresarios granjeros e industriales, y de que el gobierno cumpla las promesas de fomentar el progreso tecnológico en la expansión de la producción y el empleo en las industrias manufactureras y en formas similares de empleo. Fijar los incentivos fiscales de inversión altos, mantener el tipo de interés crediticio bajo que fluya a través de los bancos privados, y asegurar que se genere un ritmo suficiente de progreso científico.

Este programa no será inflacionario. Será deflacionario. Cuanto mayor sea el percentil de la fuerza de trabajo empleada en la producción de riqueza, y cuanto menor sea el percentil empleado en la administración y en servicios marginales, menor será el coste de todo artículo producido; y menor el número de salarios por servicios adicionales agregados al precio de lo que produce el granjero u operario industrial. También, contener la especulación. Eso será indispensable en condiciones de crisis financiera; en general, es una buena práctica, dado que todo dólar ingresado de la especulación se convierte en un dólar adicional de costo general, añadido al precio de las mercancías.

Supongamos que fuera Presidente por dos mandatos. En ese caso, antes de que salga de la Presidencia, se habría duplicado el porcentaje de la fuerza de trabajo nacional empleada como operarios manufactureros, mientras que el número de trabajadores agrícolas se mantendría en el porcentaje que hay actualmente. Esto reduciría, casi a la mitad, el costo real de todo artículo manufacturado producido, simplemente mediante grandes recortes en la carga de gastos generales añadidos a los precios de las cosas producidas.

¿Equilibrar el presupuesto? ¡Fácil! El truco de equilibrar el presupuesto consiste, en esencia, en mantener bajos las tasas impositivas, y los ingresos fiscales elevados. ¿Cómo? Sencillamente: Aumentando el ingreso nacional. Las bajas tasas impositivas suponen, entre otras cosas, una inversión más rápida en nuevos puestos de trabajo. Al expandir la producción, el gobierno gana más de la ampliación de la base de contribuyentes, de lo que pierde por no aumentar las tasas impositivas. El gobierno debe llegar a un equilibrio razonable entre los dos, sujeto al imperativo de las necesidades nacionales.

La parte política de la economía es la parte más fácil del problema. No necesitamos nada más que un gobierno con el conocimiento, la voluntad política, y apoyo político, para hacer lo que ha de hacerse. Los verdaderos retos mentales provienen del área de la economía física.

Mi programa impulsado por la ciencia

Mi primera preocupación, como Presidente, aparte de evitar que estalle el sistema financiero, será aumentar las tasas de empleo productivo. Aquellos de entre ustedes con bastante edad como para recordar entre 1940 y 1943, entenderán esto más rápido. Debemos empezar con las instalaciones de plantas y puestos de trabajo que podemos reabrir para la producción. En pocos años, luego de que se afiancen las nuevas inversiones de capital en instalaciones y maquinaria, se verán los altos ritmos de progreso tecnológico. Esa es la manera en que funcionó entre 1940 y 1943; y esa es aproximadamente la manera en que funcionará durante de la mayor parte de mi primer gobierno.

Será durante los dos últimos años de mi gobierno, que se comenzará a sentir el impacto del progreso tecnológico entre la población en general.

Mi deber es asegurar que, mucho después de que haya dejado la Presidencia, Estados Unidos esté absorbiendo las mejoras tecnológicas a ritmos suficientes como para aumentar la producción per cápita diez veces en cada generación, aproximadamente. Estos no son castillos en el aire; ya tenemos, o tenemos a la vista, nuevas tecnologías adecuadas para impulsar el mayor auge en la historia de la humanidad.

Empiezo con el personal del sector científico y relacionado. Par alcanzar lo que me he propuesto como meta, tenemos que aumentar el percentil de la cantidad de científicos, ingenieros y operarios de investigación y desarrollo, a un 10% del total de la fuerza laboral.

Mi siguiente problema, será reconstruir la industria estadounidense de máquinas-herramienta a una escala y un ritmo suficiente de reemplazo para transferir las nuevas tecnologías generadas en la investigación y desarrollo a la producción en general. Si los incentivos de los créditos fiscales en inversión son suficientemente elevados, y si los grandes flujos de crédito barato fluyen a la industria, entonces, el apetito de la industria por los productos mejorados del sector estadounidense de máquina-herramienta, será enorme. El gobierno debe asegurase de que el sector de máquina-herramienta se esté alimentando con grandes dosis de los tipos de progreso tecnológico que nuestras industrias consumirán bajo tales circunstancias.

El Presidente, con la cooperación del Congreso, dispone de tres armas económicas fundamentales, para fomentar altos ritmos de progreso tecnológico:

1) El gasto de defensa de Estados Unidos;

2) Programas de investigación y desarrollo no militares apoyados total o parcialmente por el gobierno; y

3) Obras públicas, llevadas a cabo tanto por el gobierno como por las empresas de servicios públicos.

Si el gobierno federal planifica su presupuesto correctamente en estas tres áreas, el gobierno puede determinar el impacto neto de este gasto, para fomentar que los altos ritmos de progreso tecnológico se desborden sobre la inversión privada.

El problema práctico, en el que he estado trabajando durante una década, con mayor énfasis, es concebir la mejor manera en que bien sea yo, o algún otro Presidente, pueda hacer esto.

Resulta que todo el progreso tecnológico que probablemente ocurra en la Tierra durante los próximos 50 años, se concentrará en cuatro áreas:

  1. Procesos de plasma organizados a altas densidades de flujo energético. La fusión termonuclear controlada como principal fuente de energía para el hombre en la Tierra, y en la exploración espacial, es una parte fundamental de esto. Sin embargo, con estas “temperaturas”, y con las técnicas asociadas para el manejo de plasmas calientes, se revolucionará toda rama de la metalurgia, y romperá los límites de todo límite actualmente imaginable de los recursos naturales en la Tierra.

  2. Pulsos controlados de radiación electromagnética coherente, y pulsos compuestos de este tipo. Esto ya está surgiendo como una revolución en el diseño de máquinas-herramienta, y será la industria de máquinas-herramienta del futuro.

  3. Biofísica óptica. Actualmente, está en proceso un avance fundamental más allá de la biología molecular, el estudio de todos los procesos vivientes como procesos electromagnéticos de características especiales afinados de modo característico. Esta dirección en la biología estaba implícita en las obras de Luca Pacioli y Leonardo da Vinci, y se aceleró por un tiempo con la obra de Louis Pasteur y otros sobre la “actividad óptica” de los procesos vivientes. Las técnicas modernas nos permiten, cada vez más, llegar a estos procesos en lo muy pequeño. Como resultado, hay una revolución en la biología en proceso.

  4. Nuevas dimensiones en la tecnología de computación. Necesitamos ya urgentemente lo que denominan, modos de “procesamiento paralelo” del diseño de computación, capaz de procesar miles de millones o incluso billones de OCF (Operaciones de Coma Flotante) por segundo. El avance en esta dirección está en marcha. En marcha, pero más lejos está el desarrollo de nuevos tipos de computadoras híbridas analógicas/digitales ópticos, capaces de efectuar soluciones explícitas en problemas no lineales planteados en términos del dominio complejo gaussiano. Necesitamos estos instrumentos para varias ramas de laboratorio y otras investigaciones. Necesitamos tales instrumentos para ayudarnos en el control remoto de nuevos procesos productivos de energía densa y en aplicaciones de la exploración espacial.

En los próximos 10 a 15 años, hay tres programas de gobierno urgentes, cada uno de las cuales requiere inversiones intensivas en todas o algunas de estas cuatro áreas. 1) Defensa. El rápido de desarrollo de Moscú de su propia versión de la “Iniciativa de Defensa Estratégica”, de la cual se supone que la primera generación se instalará para 1992, y el rápido avance de Moscú en el desarrollo de armas de radiofrecuencia y otras armas de asalto estratégicas y tácticas. 2) Biología. Es muy improbable que podamos obtener la cura contra el SIDA, sin una contribución destacada del papel que juega la investigación de la biofísica óptica. Además, el avance en esta dirección será importante en nuestros esfuerzos constantes para conquistar el cáncer, y tratar con varios problemas de enfermedades del envejecimiento del tejido. 3) Un proyecto de colonización Luna-Marte, con el objetivo de establecer la primera colonia humana permanente para 2027 DC.

Me propongo orientar lo máximo posible de la partida de adquisiciones de la defensa hacia los sistemas avanzados. Esto será indispensable para mantener una defensa nacional eficaz, y tendrá el beneficio secundario de desarrollar nuestro sector de máquinas-herramienta, para gran provecho del sector civil.

Probablemente debamos gastar $3.000 millones de dólares anuales en investigación biológica sobre la cura del SIDA. Una gran porción de este debería ir a la biofísica óptica, para encontrar instrumentos más eficientes para detectar varias formas de clases de SIDA y otros tipos de virus. Gran parte de este gasto irá para instrumentos de laboratorio de diseño avanzado, indispensables para esta investigación. Esto generará una valiosa rama nueva de la industria dentro del sector de máquinas-herramienta.

El programa Luna-Marte no es un proyecto de “prestigio” opcional. La misión principal de este programa es el establecimiento de laboratorios astrofísicos a una distancia requerida del Sol. La tarea principal de estas instalaciones cerca de la órbita de Marte es enfocarse sobre los fenómenos muy inusuales de nuestra galaxia y de otras más distantes. El beneficio inmediato de esto es descubrir nuevos principios físicos del universo, principios que se volverán indispensables para la vida en la Tierra durante la segunda mitad del siglo que viene.

Dado que un programa razonable para la colonización de Marte requerirá de unos 40 años o más para desarrollarlo, debemos empezar ahora, o puede que empiece a ser demasiado tarde para las necesidades de nuestros tataranietos.

La única forma previsible en la que podríamos colonizar Marte de manera económica, sería construyendo en la Luna la mayor parte de las naves espaciales y el equipo que utilizaremos en Marte. Así que la industrialización de la Luna (en gran parte con industrias automatizadas o semiautomatizadas) es un trampolín necesario para la colonización de Marte.

Para que el programa Luna-Marte se complete, paso por paso, en unos 40 años, lo proyecto como el principal programa para impulsar la ciencia de mi administración y de las siguientes. En cuanto al personal, el proyecto será aproximadamente de la escala que adoptó el gobierno de Kennedy para el programa de la NASA. El programa de la NASA reportó a la sociedad civil, 10 centavos de dólar por cada centavo de dólar que se gastó en la NASA. El programa Luna-Marte tendrá el mismo tipo de efecto.

Por ejemplo, el primer paso es desarrollar una manera más barata y mejor para entrar en la órbita terrestre, desde la superficie de la Tierra. Nos encontramos en el límite de la eficiencia y costo para la potencia de los cohetes. Ya estamos listos para proceder con un mejor enfoque. Este enfoque se basará en un vehículo dividido en dos partes, una aeronave y una aeronave espacial. La aeronave ascenderá a la estratosfera a velocidades de entre 8 y 16 veces la velocidad del sonido. Ahí, la aeronave lanzará la nave espacial, y volverá a un aeropuerto en la Tierra. Tengo a mano dos diseños de tales sistemas, uno que se desarrolló en Alemania Occidental, y una modificación del programa alemán que se desarrolló en Italia. Estamos hablando de algo que podría desarrollarse para volar en unos siete años, teniendo en cuenta todos los cuellos de botella razonables.

Tal aeronave hipersónica tendría otros usos. A ochos veces la velocidad del sonido, podríamos volar al aeropuerto más distante de la Tierra en no más que tres horas y media. Al doble de esta, podríamos alcanzar Tokio en una hora, y Europa Occidental en media hora de tiempo de vuelo, probablemente una hora de terminal a terminal. El desarrollo de tales aeronaves significaría un salto gigante en la reestructuración de nuestra industria aérea, y en la reestructuración de las empresas que son proveedoras de esa industria. Las mismas tecnologías tendrían muchos otros usos, aparte de del diseño de aeronaves como tal.

La manera en que nos retornaría la inversión del programa Luna-Marte, sería en semiciclos de cinco años. Tendríamos que anticipar el dinero anticipado para cubrir la inversión completa cada cinco años de las fases del programa, pero, durante los segundos cinco años, nuestra economía obtendría el retorno de la inversión en forma de una productividad obtenida de las tecnologías desarrolladas durante los cinco años anteriores, y así sucesivamente. Para cuando se estableciera la primera colonia permanente en Marte, el proyecto completo no nos costará un céntimo neto; habríamos obtenido un beneficio sustancial sobre el total de la inversión.

Estos diversos programas de investigación y desarrollo serían la contribución del gobierno para generar las nuevas tecnologías necesarias para impulsar el desarrollo del sector de máquinas-herramienta, y, por consiguiente asegurar que el sector privado tenga los ritmos de avance tecnológico más altos posibles, y aumentos en la productividad.

Para asegurar el mejor resultado, los Departamentos del Tesoro, Comercio y Energía, utilizarían el método LaRouche- Riemman. Ese método de análisis se emplearía para controlar los cuellos de botella en el flujo de tecnologías avanzadas hacia la economía, con el fin de detectar el problema; y trabajar para corregirlo mucho antes de que ocurra una desaceleración significativa en la tasa de crecimiento económico nacional.

Si hoy Alexander Hamilton estuviese vivo, sonreiría y me acusaría de “robarle su programa”. Entonces, me pediría: “Muéstrame cómo elaboraste los métodos para medir la conexión entre los ritmos de progreso tecnológico y las tasas de aumento de las facultades productivas del trabajo”. No hablaríamos de mucho más, porque en lo demás estaríamos automáticamente de acuerdo.