Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 11

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Ciencia y cultura

 

La situación nos exige energía nuclear

por Ingrid Torres, miembro del LYM

Técnicos de FFTF trabajan en el ensamblaje de barras de combustible nuclear en 1986. (Foto: Departamento de Energía de EU).

Hoy día, bajo una dinámica hiperinflacionaria, con burbujas especulativas a punto de reventar, deudas impagables y aún con la capacidad física de las máquinas–herramienta para reconstruir la infraestructura de las naciones (ver Prometeo núm. 4), el mundo está al borde de una nueva Era de Tinieblas. Estos son factores que, aunque la gente no los conozca, determinan su futuro.

Este proceso comenzó con la desvinculación del dinero de la economía física en los 1970, con el Gobierno estadounidense de Richard Nixon, quien rompió con el sistema de Bretton Woods; y se agudizó con la política del ex presidente de la Reserva Federal estadounidense Alan Greenspan en 1987, con la creación de mecanismos como los derivados financieros. Tan grave fue esto, que ahora se piensa que no necesitamos producir, que sólo requerimos “dinero”. Esto es lo que se conoce ahora como la sociedad posindustrial. Para poder entender el colapso económico que azota hoy a la humanidad, necesitamos comprender el proceso dinámico de decadencia tanto del sistema económico de libre comercio como de la cultura.

La causa no es el sistema económico como tal. Esto sólo es el efecto de una cultura sofista, con una población que, incapaz de enfrentar su mente con el universo físico para descubrir cuáles son las verdades del espacio físico que nos rige, se apega sólo a la verdad de su “sentir”. Ésta es la cultura que adoptó la generación sesentiochera, la cual, tras vivir una época traumática durante la guerra de Vietman y la guerra Fría, así como los asesinatos de grandes líderes como Martin Luther King, Malcom X y John F. Kennedy en Estados Unidos, y que en México se reflejó en la matanza de Tlatelolco, “decidió” que la realidad no era tan buena, que era mejor vivir “el aquí y el ahora” en un futuro tan incierto. A esto se sumó la contracultura del sexo, las drogas y el rock, y la ideología relativista del Congreso a Favor de la Libertad Cultural (ver “Los hijos de Satanás” en Resumen ejecutivo de la 2a quincena de noviembre de 2004) en los 1950, que impusieron la visión de que el hombre es sólo un animal que “depreda” todo lo que encuentra.

De ahí surge el odio irracional a la ciencia y la tecnología, y la adopción de una economía de servicios dirigida al mero consumo, la cual ahora es incapaz de sostener físicamente a la población existente.

Por eso es crucial abordar la solución a la crisis en dos niveles, como lo ha propuesto el economista Lyndon H. LaRouche. Primero, requerimos el sistema económico de un Nuevo Bretton Woods basado en paridades fijas entre las monedas, para darle estabilidad a las economías y permitirles la inversión mediante crédito productivo emitido por bancos nacionales, a una tasa de interés fija de 2% para la construcción de grandes obras de infraestructura a entre 25 y 50 años, y así reconstruir físicamente a los países con una política de bienestar general.

Segundo, el reconocimiento de la diferencia esencial entre el ser humano y los animales, al redescubrir los principios físicos universales (reflejados en las máquinas-herramienta) que han permitido desarrollar la infraestructura con la tecnología requerida para poder aumentar de forma volitiva la población, hasta llegar a los más de 6 mil millones de seres humanos que somos hoy. Esta diferencia marca la evolución del ser humano, que cambia su “hábitat” (la biosfera) mediante nuevos descubrimientos universales cuya importancia no sólo es desarrollar el entorno, sino descubrir la naturaleza misma del hombre.

Por eso es crucial la inversión e investigación nuclear, para aumentar el potencial físico creativo de la población. Usemos la energía nuclear como el trampolín para dejar en el pasado la pobreza y otros problemas de la humanidad, y preocupémonos por tener individuos más morales en la sociedad.

—Artículo cortesía del semanario digital Prometeo.