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¡Tenemos que aplastar la farsa de las finanzas ecologistas!

30 de diciembre de 2020 — Los gobernadores de los bancos centrales de mayor peso en el mundo, bajo la guía del ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, han activado su plan genocida para aprovechar el poder de los bancos centrales y los megabancos “demasiado grandes para quebrar” que están ligados a ellos, para apoderarse de la política económica y quitársela a los gobiernos electos, con el fin de cortar el crédito a cualquier empresa que produzca lo que ellos consideran “emisiones de carbono” demasiado grandes. El hecho de que el carbón no tiene nada que ver con el clima es conocido por todos los científicos competentes del mundo, los que realmente se basan en la mentación creativa y no en las proyecciones de las computadoras.

El plan imperial británico no se trata del clima; no es más que la última excusa inventada para cometer genocidio a gran escala. Antes fue la eugenesia, con el cuento de que las “razas inferiores” de África e India simplemente no entendían la “necesidad moral” de cumplir contratos para exportar su comida, solo porque millones de indios y africanos se morían de hambre. (El próximo número de EIR tiene un artículo de Matthew Ogden sobre cómo fue que las hambrunas forzadas en India convencieron a los próceres de Estados Unidos a rebelarse contra el imperio británico).

Luego vino lo que estos oligarcas califican de “ley natural” del “derecho a la propiedad privada” (también en el próximo número de EIR hay un artículo de Fred Haigh sobre la “constitución” de John Locke para su colonia de esclavos en Carolina, que define el derecho a tener gente en propiedad como una ley natural de Dios. Esta visión genocida se eliminó en la Constitución de Estados Unidos para afirmar el concepto de Leibniz del “derecho a la búsqueda de la felicidad”).

Ahora inventaron el fraude dizque “científico” conocido como el “cambio climático antropogénico” generado por el carbón; el carbón que generan las máquinas, los animales de las granjas y los seres humanos. No les importa que el carbón sea el alimento de la vida vegetal; se le tiene que eliminar junto con la gente y los animales. Como ideología, el movimiento de LaRouche lo ha denunciado y combatido por décadas, con argumentos realmente científicos. Pero ya no es una cuestión ideológica simplemente. Es un plan maltusiano para llevar a cabo la propuesta del príncipe Carlos para reducir a la población humana a unas mil millones de personas, cosa que los lores británicos dicen que es la máxima “capacidad de carga” de nuestra Tierra. Recuerden que lord Betrand Rusell, ideólogo de esta oligarquía, decía que: “Si se pudiera diseminar una peste negra por el mundo una vez en cada generación, los sobrevivientes podrían procrear libremente sin que el mundo se llene demasiado”. Y fue Barack Obama quien les dijo a los jóvenes africanos de la Universidad de Soweto que no deben aspirar a tener casas grandes con aire acondicionado, ni automóviles, porque el mundo “va a hervir”.

Para cualquier ser humano pensante es obvio que la actual pandemia y hambruna que ha engendrado (la “peste negra” de hoy) se pudieron haber impedido si las naciones industrializadas de Occidente no hubieran desmontado intencionalmente sus sistemas de atención médica como parte del proceso de “privatización” (que es el término breve para decir que la ganancia está por encima de las vidas humanas) mientras que se le niega a las naciones en desarrollo el acceso a los sistemas funcionales de atención médica. Para resolver esta crisis se necesita la cooperación entre las principales economías e instituciones científicas del mundo, en especial de Estados Unidos, China y Rusia. Consideren esto al tratar de entender la idea que está detrás de la satanización de Rusia y de China. ¿No saben los proponentes de este nuevo macartismo en Estados Unidos y en el Reino Unido que esta división del mundo en bloques geopolíticos enfrentados está causando millones de muertes? ¿O esa es su intención?

El Presidente Trump fue elegido porque rechazó la reliquia de la Guerra Fría e insistía en que ser amigos de Rusia y de China “es algo bueno, no es algo malo”. Lo empujaron a que se echara para atrás en ese compromiso noble a través del Rusiagate, los confabulados en el golpe y los portavoces del complejo militar industrial metidos en su gabinete de gobierno.

Pero no es demasiado tarde para que Trump actúe. El ambiente controlado en todo el país se puede romper si él convoca a una cumbre a los Presidentes Vladimir Putin de Rusia y Xi Jinping de China, para abordar todos los aspectos de la crisis global. Y perdonar a Julian Assange y a Edward Snowden sería un primer paso útil.

La Organización de LaRouche (ver www.laroucheorganization.com) se fundó antes de Navidad para abordar todos estos aspectos, junto con el Instituto Schiller (schillerinstitute.com), y aglutinar a toda la gente de buena voluntad en el mundo que de otra manera se encuentra aislada. Esta es una crisis de la civilización, no de cada nación en particular. Puede ser la oportunidad para implementar un nuevo paradigma para la humanidad en su conjunto, si la gente actúa.

 

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