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Podemos ganar la pelea contra el fascismo; acabándolo desde su raíz

16 de enero de 2021 — ¿Cómo hubiera sido la vida durante la Inquisición, si el impío oficio hubiese tenido el poder concentrado actualmente en las manos de los monopolios de la informática como Facebook, Amazon, Twitter, Apple, y Google? 

Al Presidente Donald Trump lo sacaron casi universalmente de las plataformas de internet, algo que la vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia comparó con una explosión nuclear. El imperio británico sigue torturando a Julian Assange, y lo mantiene encarcelado en una prisión británica de alta seguridad. Edward Snowden, quien denunció la vigilancia masiva anticonstitucional generalizada, sigue exilado en Rusia. El legado de Lyndon LaRouche, que lideró una pelea política por medio siglo en Estados Unidos, fue sometido a una campaña infame de calumnias y a una censura oficial por parte de los medios de comunicación corporativos. 

Ahora, Parler, una de las plataformas en el ciberespacio en la que todavía se podía expresar Trump libremente, fue eliminada ya por Google y Apple de sus tiendas de aplicaciones, y luego exilada de internet por Amazon, en cuya junta directiva se sienta un ex jefe de la Agencia de Seguridad Nacional. A otra plataforma de las redes sociales para la libertad de expresión, Gab, le bloqueó Visa su medio de pago. Luego el New York Times comenzó a atacar a las plataformas seguras para mensajería, Signal y Telegram. ¿Se convertirá la privacidad misma en algo ilegal? La agencia de prensa Associated Press descubrió de repente un alarmante resquicio que permite a los “extremistas” cometer delitos del pensamiento eludiendo la “moderación”: los podcasts. 

En el reino de los gigantes de la informática no hay tolerancia ni lesa majestad, cuyo dominio ha calificado el Presidente de México como una nueva Inquisición, en su declaración en la que anunció que su gobierno coordinará una respuesta internacional contra la amenaza a la libertad de expresión. 

¿Pero quizás les gustaría evitar toda comunicación electrónica? ¿Para reunirse y platicar en persona? No precisamente en estos días. Y si lo hacen, ¿los van a considerar como “terroristas” internos, sujetos a las nuevas leyes bajo consideración por el Congreso demócrata, que las podrían aprobar en un chasquear de dedos como aprobaron el juicio político contra Trump en la Cámara de Representantes, en un estado de terror amplificado? 

¿Por qué sucede todo esto? ¿Porque Trump dio un discurso en Washington, un discurso que el Presidente no terminaba todavía en el momento en que ocurrió el asalto al Capitolio, a dos y medio kilómetros de distancia? ¡No! 

Tampoco proviene este montón de medidas dictatoriales, repugnantes a la consciencia, de una toma “socialista” de Estados Unidos, ni de demócratas impacientes por saldar cuentas políticas con Trump. Nada de esto. Es mucho más lo que está en juego. 

Lo que amenaza es nada menos que la mayor de todas las insurrecciones intentadas, un golpe contra la soberanía nacional misma, y contra el fundamento de la legitimidad de un gobierno que promueva el bienestar general. Nos enfrentamos a lo que Lyndon LaRouche se refería como esa “lama cenagosa” que representan los intereses y visión de una oligarquía financiera de la inteligencia tecnológica, con sede otrora en las capitales imperiales financieras de Roma, Venecia, y el imperio anglo-holandés, con sede ahora en la City de Londres, Wall Street, el Valle del Silicón, y las agencias de inteligencia de los Cinco Ojos (Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda). 

Frente a la desintegración de su sistema financiero transatlántico, que ha alcanzado un punto de inflexión luego de saquear las inversiones físicas de las últimas décadas, esta lama cenagosa no busca la recuperación, ni siquiera un esfuerzo honesto de “Reconstruir mejor” (como era la consigna electoral de Biden), sino imponer la dictadura de los bancos centrales, en donde se haría a un lado la soberanía nacional de un gobierno electo, el progreso humano y hasta el avance científico, en aras de combatir la supuesta amenaza aterradora del cambio climático catastrófico, provocado por lo que los ambientalistas consideran el mayor de todos los males: el crecimiento de la población humana y el avance de los niveles de vida. Mienten cuando dicen que los recursos naturales son la bonanza fija de la naturaleza, y que el hombre saquea sus riquezas. ¡Una insensatez! Los seres humanos crean sus recursos, mediante las facultades cognoscitivas de nuestra mente, y desarrollan el conocimiento con base a la razón humana universal, socrática. 

Esta lama cenagosa piensa utilizar al decrépito Joe Biden y a la fanática encarceladora Kamala Harris para poner a Estados Unidos en la vía de la muerte ambientalista, de energía solar en vez de recrear la energía del Sol mediante la fusión nuclear controlada; en el conflicto geopolítico para impedir que el mundo adopte un nuevo paradigma, que reproduzca el asombroso logro económico de China y la independencia global de Rusia; y seguir con la decadencia cultural para hacer pedazos la universalidad de la razón humana y convertirla en piezas de identidad partidista. 

Contra todo esto, la Organización de LaRouche se propone destruir por completo la visión oligárquica que ha plagado a la humanidad por milenios, y crear el paradigma de relaciones económicas e internacionales que han desarrollado Lyndon y Helga LaRouche, basado en la utilización de más energía, con mayores densidades energéticas, y desarrollar nuevos recursos para elevar a todos los seres humanos y acabar con la pobreza, para llegar a un mundo futuro en donde podamos alcanzar la satisfacción compartida en develar los misterios de la vastedad del espacio extraterrestre, de las complejidades del átomo y la belleza sublime del arte clásico. 

¡Por estas metas hay que luchar! 

No es hora de rendirse ante el asalto contra la libertad de expresión, de pensar y de actuar. Para citar a Franklin Roosevelt, “este es principalmente el momento de hablar con la verdad, toda la verdad, con franqueza y con valentía”. 

Hablemos con la verdad, la verdad sobre Lyndon LaRouche, y cómo su exoneración, el perdón para Assange y para Snowden, y la publicación de todos los documentos desclasificados sobre el fraudulento asalto a la Presidencia de Trump, se puede asestar un golpe poderoso contra esa lama cenagosa que busca devorar el gran potencial de la humanidad. 

 

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