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En juego: la supervivencia

16 de marzo de 2021 — En noviembre de 1996, Lyndon LaRouche publicó un artículo en la revista Executive Intelligence Review (EIR) titulado: “Lo genocida de las políticas alimentarias”. Comienza diciendo:

“Las siguiente serie de citas lo dicen todo.

“Debe leerse como selecciones que deben figurar en la declaración inicial de una acusación por crímenes capitales contra la humanidad, para ser presentada ante el tribunal apropiado. La dificultad claramente implícita, está en la selección de un tribunal compuesto por personas no contaminadas por la complicidad con personas e instituciones que han sido partes continuas en el crimen contra el que se presenta la denuncia”.

Luego LaRouche cita una serie de declaraciones, que piden una reducción maltusiana de la población y en particular que se utilicen los alimentos como arma para conseguir ese propósito, declaraciones de Bertrand Russell, Lester Brown, y quizás de manera más notable, de Henry Kissinger, quien escribió sin rodeos en su documento “NSSM-200” que “es posible que sean necesarios programas obligatorios y debemos considerar esas posibilidades ya. ¿Se considerarán los alimentos como un instrumento de poder nacional? … ¿Está Estados Unidos preparado para aceptar un racionamiento alimentario para ayudar a gente que no pueden controlar o no controlarán el crecimiento de su población?”.

Hoy, un cuarto de siglo más tarde, todavía no se ha convocado ese tribunal, y todavía no hemos ganado esa batalla contra el orden maltusiano británico. En realidad, la misión tácita a la que llamaba LaRouche entonces es el contexto de la conferencia internacional del Instituto Schiller hoy día, que se llevará a cabo este fin de semana del 20 y 21 de marzo.

Los defensores actuales del maltusianismo verde no son menos malvados que sus antepasados.

  • El Real Instituto de Asuntos Internacionales de Londres (Chatham House) proclamó en febrero que la producción de alimentos era la causa principal de la “pérdida de biodiversidad” y de otros problemas climáticos, y que por lo tanto debía reducirse drásticamente.

  • El enviado especial del Presidente Biden para el clima, John Kerry, amenazó el 9 de marzo a la Comisión Europea con imponer una dictadura verde global de arriba abajo: “El mercado va a dirigir la transformación de manera fenomenal en los próximos dos o tres años, créanme. En dos o tres años, los rezagados y los negadores del clima ya no tendrán cabida en nuestra política ni en nuestras economías”.

  • Ese mismo día, el secretario de Estado Antony Blinken le dijo a la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos que compartía plenamente la opinión de Kerry, de que “el financiamiento del desarrollo es una herramienta poderosa para abordar la crisis climática”, es decir, que se podía estrangular financieramente a los países para someterlos; que la descarbonización es la prioridad número 1 del gobierno de Biden; y que esta política “será el centro de atención en la cumbre climática [de Biden] del 22 de abril”.

  • A mediados de marzo, el Departamento de Saludo Servicios Humanos de Estados Unidos anunció con orgullo que había presionado a Brasil para que no permitiera la utilización de la vacuna rusa Sputnik V, y al mismo tiempo se negaba a proporcionar vacunas de los suministros que tiene Estados Unidos a ninguna nación del Tercer Mundo, incluidos Brasil y México. Hoy en día Brasil está devastado por una crisis incontrolada de COVID-19, debido en parte a la falta de vacunación, y ya está generando nuevas cepas del virus que amenazan a todo el planeta.

¿Es acaso diferente el acaparamiento de las vacunas contra la COVID-19 a la política de Kissinger de utilizar los alimentos como arma de la geopolítica británica para la despoblación?

El problema para los británicos, por supuesto, es que tales planes tienen una alta probabilidad de salir contraproducentes y de que les salga el tiro por la culata, en condiciones en las que las naciones tienen una política alternativa por delante, tal como la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, junto con una estrategia para llevar a Europa y a las Américas a ese Nuevo Paradigma Clásico, como el que se va a desarrollar en la próxima conferencia del Instituto Schiller.

 

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