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La venganza nunca termina; evitemos la tragedia por medio de un compromiso con el futuro 

4 de septiembre de 2021 — La retirada de Estados Unidos y la OTAN de Afganistán, y toda la ocupación militar de 20 años a ese país, se reconocen ampliamente como el peor desastre de la historia de la OTAN. 

Pero, ¿se han aprendido las lecciones de este fracaso? 

Poco después del atentado suicida que mató a una docena de soldados estadounidenses y a más de 100 afganos en el aeropuerto de Kabul, el presidente Biden anunció a los responsables: “No perdonaremos. No olvidaremos. Los cazaremos y los haremos pagar”.

Aunque hacer esa declaración (y utilizar drones para vengarse) era obviamente muy superior a prorrogar la fecha de la retirada de Estados Unidos, el hecho de que esa declaración se considerara políticamente necesaria o conveniente apunta a una enfermedad profunda y generalizada en las instituciones dominantes de la región transatlántica. Esta enfermedad se ve de forma mucho más avanzada en Gran Bretaña, cuyas instituciones tratan frenéticamente de asegurarse de su capacidad de seguir proyectando fuerza en cualquier parte del mundo, y de continuar con su política de “guerras sin fin”, con o sin Estados Unidos. La enfermedad viene en una negación de la naturaleza de la especie humana, una negación que mira hacia un futuro en el que se mantiene la dominación pasada, en lugar de mirar hacia una era de un proceso de desarrollo nuevo, de crecimiento y de cambio de dinámica. 

Esquilo plasmó esta tensión en su trilogía Orestíada, en la que una serie de asesinatos por venganza, incluido un pedido de venganza en la forma de las Furias (las Erinias) se transforma, por mediación de la propia Atenea, diosa de la sabiduría, en una preocupación por el futuro. Las Erinias furiosas se convierten en las Euménides (las Agraciadas), y sirven como fuerza constructiva para el futuro de Atenas. 

La política de “guerras sin fin” que ha venido a caracterizar el enfoque transatlántico desde el asesinato del Presidente John F. Kennedy, en contra de las cuales arremetió Trump en sus campañas, y contra lo que Biden tomó, lo que podría ser, un paso importante con su retirada de Afganistán, se debe sustituir con una política de paz a través del desarrollo. En el Foro Económico Oriental, celebrado en Vladivostok, Rusia, los Presidentes de Rusia y China, Vladimir Putin y Xi Jinping respectivamente, plantearon aspectos de este principio, e insistieron en que el desarrollo es el camino a seguir, y que la “democracia” no puede inculcarse a punta de cañones. 

¿Tendrá la orden ejecutiva de Biden para desclasificar los archivos del FBI sobre el 11 de septiembre, un resultado que de a conocer las verdades que arrojen nueva luz sobre la espantosa experiencia de 20 años en Afganistán? Terry Strada, quien encabeza al grupo Familias Unidas del 11-S, se alegró: “Estamos muy entusiasmados de que el Presidente haya forzado la publicación de más pruebas sobre las conexiones saudíes a los atentados del 11-S. Llevamos demasiado tiempo luchando con el FBI y la comunidad de inteligencia, pero esto parece un verdadero punto de inflexión”. 

El que Biden esté tomando medidas para desclasificar esa información, luego de haber tomado una decisión en Afganistán a pesar de la enorme presión de los medios de comunicación y de las capas políticas, puede ser un poderoso flanco contra las agencias de inteligencia cuyas mentiras se han utilizado para mantener la política de “guerras sin fin”. 

¿Llevara el impulso de alejarse de las guerras permanentes a una mejora en las relaciones con Rusia y China? ¿Podrá una parte cada vez mayor de los líderes y pensadores del mundo, con tu ayuda, llegar a comprender que el interés personal verdadero e inmortal del individuo no reside en mantener el poder sobre los demás, sino en hacer el bien? 

Si es así, la época actual puede ser una singularidad, un punto de inflexión, el cambio de una geometría a otra, en el que derrotemos al imperio y levantemos la cabeza del fango del conflicto para mirar a las estrellas que guardan nuestro futuro. 

Lyndon LaRouche dedicó su vida a luchar por un mundo así, un compromiso que continúa Helga Zepp-LaRouche y el movimiento LaRouche a nivel internacional, en la actualidad.

 

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