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Voceros de los oligarcas, “decepcionados” porque no se han cumplido las metas de la COP26 

10 de noviembre de 2021 (EIRNS) – Resulta esclarecedor que esos voceros asociados a los intereses financieros de la City de Londres y de Wall Street estén alarmados de que hayan aparecido tantos obstáculos en el festival de los espectros de la COP26 que sugieren que no será tan fácil la implementación de sus metas maltusianas de despoblación. No es que pretendan detener su cruzada; pero el connotado semanario financiero maltusiano británico The Economist y su homólogo estadounidense el Wall Street Journal, así como los grupos de planificación de la oligarquía, el Consejo Atlántico en Estados Unidos, y el Real Instituto de Asuntos Internacionales (RIIA por sus siglas en inglés, conocido como la Chatham House) están todos mostrando altos niveles de estrés. En un artículo publicado originalmente en la cadena estadounidense CNBC, Frederick Kempe, del Consejo Atlántico, señala que en un momento en que la demanda de energía está en aumento, y las energías limpias sustitutas todavía no se han puesto en marcha, “no puedes sacar el suministro de combustibles fósiles del mercado”. 

Kempe cita al enviado especial para el cambio climático de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Ahmed al Jaber, quien advirtió desde una conferencia en Riad que “el mundo ha caminado como sonámbulo hacia la crisis de suministro”, y señala que mientras el mundo se precipita hacia las energías “renovables” y a la descarbonización, la realidad es que los combustibles fósiles siguen siendo el 80% de la combinación energética y alrededor del 60% proviene solo del petróleo y del gas, lo que, según él, “es la espina dorsal de nuestra capacidad de cumplir los requerimientos globales de energía del futuro”. Kempe concluye que lo que el mundo está experimentando es “más una transición energética que una revolución energética. El paso de los combustibles fósiles a las tecnologías de energía limpia tomará años, y la única manera de acelerarlo es con más avances tecnológicos, como el almacenamiento en baterías; más cambios de política global, como impuestos al carbono e incluso mayores inversiones en energía limpia”. (https://www.atlanticcouncil.org/content-series/inflection-points/special-report-three-lessons-from-riyadh-and-glasgow-as-climate-change-collides-with-an-energy-shock/). 

¿Y qué del financiamiento climático? Un artículo de Chatham House (RIIA) del 5 de noviembre afirma que el financiamiento climático internacional es la clave para gestionar el riesgo climático global y que los planes climáticos de muchos países en desarrollo están condicionados a recibir el necesario respaldo financiero. Entonces, no es de extrañar que cuando los países desarrollados no aportaron este año los $100.000 millones de dólares prometidos en 2009, unos 46 países en desarrollo “expresaran decepción en la COP26”. También es un problema, dice el RIIA, que, aunque hay mucho dinero comprometido, todavía no se ha desembolsado mucho y “los detalles son opacos” en cuanto a qué dinero estará disponible y cuándo. Debido a que Estados Unidos es uno de los grandes emisores, se le está presionando para que aporte más dinero, y algunos otros países (como Canadá, Dinamarca y Finlandia) también están aumentando el apoyo financiero para la “adaptación”, respondiendo a los llamamientos del sector en desarrollo. Pero, los países del sector en desarrollo no están contentos con la manera en que van las cosas, tal como señaló el 3 de noviembre el Wall Street Journal, al informar sobre la exigencia de los Países en Desarrollo Afines (PDA), 24 países incluyendo a China, India e Indonesia, cuyo documento presentado a la COP26 exige la suma de $1,3 billones de dólares anuales después de 2026. Pero, como respondió un funcionario europeo, “no nos sentimos especialmente capaces ahora. Realmente no es el momento adecuado” para discutir esto. (https://www.chathamhouse.org/2021/11/climate-finance-elephant-room-cop26;https://www.wsj.com/articles/climate-finance-china-india-11636039142). 

En vista de estos problemas, se han depositado esperanzas en la Alianza Financiera de Glasgow para el Cero Neto (GFANZ por sus siglas en inglés), la criatura del Enviado Especial de la ONU para la Acción Climática y las Finanzas, Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra, cuyos miembros gestionan unos $130 billones de dólares en activos, e intentarán reducir a cero las emisiones de sus préstamos e inversiones para 2050. Pero, en su edición del 4 de noviembre, The Economist se pregunta “¿Pueden realmente salvar al mundo?” y luego se responde su propia pregunta con un contundente NO. Vean la situación: los mercados emergentes no están anunciando propuestas ambiciosas. “Los planes de China, India y Brasil son todos decepcionantes. No hay indicio de que esta sea la COP que acabe con el carbón, como quería Gran Bretaña, el país anfitrión. Los líderes mundiales todavía no han acordado detener el subsidio a los combustibles fósiles”. En principio, la GFANZ tiene “que cumplir un enorme papel para frenar el cambio climático”, pero tendrá que haber una “gran reasignación de capital”: para 2030 se necesitarán alrededor de $4 billones de dólares de inversión en energías limpias cada año, además de que el gasto en combustibles fósiles debe disminuir. Sin embargo, parece haber una desconexión entre cómo debería funcionar el plan idealmente (es decir, que el incentivo de ganancia de los inversionistas institucionales se alineará con la reducción de las emisiones, y que estos propietarios y financieros controlaran los activos globales que crean emisiones) y el hecho de que “la realidad de la inversión verde no cumple con este ideal”. The Economist enumera los varios problemas que han surgido con el plan y que “a pesar de los buenos deseos, esto no está bien alineado con la reducción del carbono”. Las promesas del GFANZ son buenas hasta donde llegan, alega The Economist, “pero el mundo necesita un precio generalizado del carbono para que las finanzas sean transformadoras. Eso se dirigiría a todas las empresas, no solo a aquellas controladas por algunos inversionistas institucionales”.

(https://www.economist.com/leaders/the-uses-and-abuses-of-green-finance/21806111)

 

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