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Más allá de la multipolaridad

1º de abril de 2022 (EIRNS) — El fútil intento de mantener el mundo presuntamente unipolar de las tres últimas décadas, sólo puede llevar a una guerra nuclear que acabe con la civilización, y a la destrucción “verde” de la economía física en el camino. Aunque ese es el rumbo que parece que la casta dominante angloamericana ha emprendido, es un rumbo que cada vez más partes del mundo están abandonando, en pensamiento y en acción. 

En un caso de extralimitación devastadora, la manera descarada en que se ha venido utilizando el dólar como arma de guerra económica, transmite un mensaje claro a los gobiernos que son sensibles a su población: ¡abandonen esa moneda ya! Ya están avanzando los acuerdos comerciales entre el rublo ruso y la rupia india y el rublo y el yuan chino. Hasta el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, está elogiando el potencial que tienen los países del BRICS para establecer un nuevo sistema financiero. Las naciones africanas, llamadas a elegir entre un Occidente dizque “democrático” y una alternativa supuestamente “autocrática”, están optando por una alternativa de desarrollo independiente y no como lo exigen sus antiguos colonizadores. 

Aunque las “élites” transatlánticas se comportan como animales rabiosos, y exigen al mundo que se les unan para aplastar a Rusia y China, está naciendo una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo. En Pakistán, por ejemplo, el Primer ministro Imran Khan, está ventilando públicamente y con estruendo el intento angloamericano por destruir su gobierno mediante un voto de censura, en lo que constituye un ataque directo a la tan presumida “defensa a la soberanía nacional” que fue aplastada despiadadamente con el asesinato del mandatario de ese país en la década de 1970, Alí Bhutto, bajo la dirección de Henry Kissinger. Mientras que Victoria Nuland sermonea a la Unión Europea y a las naciones africanas sobre los peligros de China y Rusia, estas dos naciones participan en la reunión de Anhui, China, para analizar el futuro de Afganistán y de sus países vecinos, sobre la base de la soberanía y el desarrollo económico. 

¡El Bien, sí puede tener éxito! 

¿Nos vamos a permitir el optimismo de pensar en la forma que adoptará el nuevo mundo? ¿Y nos exigiremos a nosotros mismos (y a los demás) la moralidad necesaria para llevarlo a cabo? 

“¿Cómo deberíamos tratar de estimar, de antemano, por qué y cómo… dos generaciones por delante podrían juzgar los resultados de nuestro acuerdo para actuar ahora?”, se preguntaba Lyndon LaRouche en su artículo del 2005, “The Dialogue of Eurasian Civilizations: Earth’s Next Fifty Years” (El diálogo de las civilizaciones euroasiáticas: Los próximos 50 años de la Tierra). Y se responde: “El fundamento implícito de un conocimiento competente de la competencia de nuestras opciones, no reside en la experiencia del pasado, sino en la competencia de nuestra experiencia del futuro”. 

Te invito a experimentar ese futuro el 9 de abril, en la conferencia del Instituto Schiller, “para establecer una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo para todas las naciones”. Los ponentes en la conferencia van a plantear la experiencia de la arquitectura de seguridad, económica y de desarrollo del nuevo paradigma necesario, y señalar el rumbo para superar lo que de lo contrario, sería una tragedia que acabaría con la civilización. (Por una Conferencia para Establecer una Nueva Arquitectura de Seguridad y Desarrollo para todas las Naciones (nationbuilder.com)). 

“El gran error, a menudo fatal, es pasar por alto la realidad, de que las soluciones deseadas sólo existen, como en la ciencia física, en el descubrimiento de nuevos principios que, con razón, pero también a menudo ásperamente, anulan la mayor parte de todo lo que la opinión generalmente aceptada podría haber tendido a creer actualmente. Por lo general, desafortunadamente, se ha dado el supuesto erróneo de que la crisis anterior fue producto de la transgresión de algún conjunto de valores tradicionales, cuando en realidad, fue causada por la incapacidad de llevar a cabo una necesaria transgresión de ese conjunto de valores, como ilustra ese principio el caso de la Revolución Americana leibniziana de Benjamin Franklin, al igual que el caso real de Wallestein, como lo trata Schiller en su obra”. 

¿Tienes claro cuáles son ahora esos valores habituales erróneos a transgredir? 

 

Para mayor información escriba a preguntas@larouchepub.com

 

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