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En esta Semana Santa, ¡revive el espíritu de Rapallo!

16 de abril de 2022 (EIRNS) — Hoy se cumple el centenario del Tratado de Rapallo, un acto de reconciliación que intentaba sanar, al igual que el Tratado de Westfalia de 1648, la  “ruptura irreconciliable” entre Rusia y Alemania tras la Primera Guerra Mundial. El Acuerdo de Rapallo, que fue firmado el 16 de abril de 1922 por Georgy Chicherin (Rusia) y Walther Rathenau (Alemania), establecía que Alemania y Rusia cancelaban todas las obligaciones financieras entre las dos naciones adversarias. El Tratado de Rapallo se hizo de tal manera que proporcionó a Alemania un medio económico para recuperar su identidad como Estado nacional soberano, fuera de las asesinas “reparaciones internacionales” del Tratado de Versalles. En lugar de limitarse a saquear el carbón, el azúcar y otras materias primas, como un joven Hjalmar Schacht, que más tarde se convertiría en ministro de Finanzas de la Alemania nazi, había propuesto a John Foster Dulles en una carta fechada el 20 de marzo de 1922 (menos de un mes antes), la Alemania del ministro de Asuntos Exteriores, Rathenau, celebraría un tratado para desplegar sus poderes productivos en cooperación con el recién formado Estado soviético de Rusia. Ese Estado, que acababa de salir de una revolución no consolidada, una guerra civil y una hambruna fulminante, había sido aislado por la comunidad diplomática mundial y necesitaba de la industrialización desesperadamente. Esto era especialmente cierto en lo que respecta a la necesidad de electrificación en todo el país, algo para lo cual el padre de Walther Rathenau, Emil Rathenau, colaborador de Thomas Edison, que había convertido a la AEG [Compañía General de Electricidad] en la mayor empresa eléctrica del mundo, había contribuido a preparar a su hijo para que lo entendiera bien. 

Tres meses después de la feliz consumación del Tratado de Rapallo, el ministro de Asuntos Exteriores, Rathenau, quien no sólo era industrial, físico e ingeniero, sino también artista, músico y escritor, fue asesinado, el tratado se fue a pique y el mundo se hundió en el infierno. Quizás la muerte de más de 60 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial no se hubiera producido si el Tratado de Rapallo hubiera tenido éxito. El esfuerzo en el que estamos embarcados ahora para lograr una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo es tan importante para la historia como este tratado; sin embargo, las consecuencias del fracaso, serían mucho más nefastas. 

Si bien es cierto que nos encontramos en una situación llena de peligros y crisis combinadas, el modo en que podemos abordar esta misión de enormes proporciones tiene que ser con el optimismo intelectual necesario para proponer soluciones diseñadas para la supervivencia duradera de la humanidad. Lyndon LaRouche identificó muy bien este método en su artículo del 22 de septiembre del 2000, “Jesucristo y la civilización”, en el que señala: “Consideremos el hecho de que la historia, tal como la conocemos actualmente, ha estado dominada por ciclos de derrumbe, y a veces, en el mejor de los casos, de recuperación. Por lo tanto, ¿cómo podríamos estar seguros, ahora, de que incluso si rescatáramos a la humanidad de los efectos del actual colapso financiero y monetario mundial, mediante las medidas que he propuesto, nuestra civilización así reanimada no comenzará a deslizarse, una o dos generaciones más tarde, hacia una nueva ronda de colapso, un colapso tal vez incluso peor que el que nos amenaza en este momento? ¿Es posible que incluso el dominio de la crisis financiera inmediata, requiera que también actuemos ahora para superar la amenaza más lejana de una nueva era de tinieblas? En otras palabras, aunque he mostrado cómo el mundo podría recuperarse del actual colapso financiero global, quizás el mundo no adopte esa opción que le he dado. ¿Existe, entonces, alguna enfermedad más profunda y de más largo alcance dentro de las instituciones principales actuales del mundo, que, como parece probable en este momento, impediría que el mundo aceptara un programa de recuperación tan viable y a corto plazo?” 

“…Lo dejaré a tu conciencia, para que consideres, si incluso la mera existencia actual de nuestra civilización, depende de que resolvamos este preocupante reto a largo plazo. Esto significaría, como mínimo, que adoptaríamos un compromiso eficientemente consciente para resolverlo, en un grado significativo, en el transcurso de una generación o más inmediatamente.”

NEPTUNO OFRECE UNA GUÍA PARA LOS AUTO PERPLEJOS 

Esta Semana Santa (en la que coinciden las temporadas del Ramadán, la Pascua judía y la Pascua de Resurrección) se ha ofrecido al mundo un regalo inesperado que proporciona un respiro momentáneo a las atascadas discusiones sobre geopolítica y estrategia militar que no muestran ninguna salida, y que sólo concluyen en una tragedia que condena a la civilización. Acaban de llegar noticias de las regiones exteriores de nuestro sistema solar, en un informe astronómico sobre el planeta Neptuno publicado a principios de esta semana. Ese planeta pone alegremente en tela de juicio los axiomas autodestructivos de la “ciencia” de quienes están presos en una trampa conceptual por lo demás ineludible “allá abajo”, en la órbita circular inferior de la condenada “anglosfera” transatlántica. 

Neptuno ya había puesto las cosas enormemente difíciles hace unos treinta años, cuando la nave espacial Voyager registró en 1989 temperaturas que demostraban que era más cálido que su vecino más cercano, Urano, a pesar de que Neptuno está a más de mil millones de millas más de distancia del Sol que Urano, y por tanto debería haber registrado temperaturas más frías. Ahora, observaciones recientes han demostrado que, a mitad de su temporada de verano de 40 años, que comenzó en el 2005, el hemisferio sur de Neptuno se había enfriado 8° Celsius, o 14° Fahrenheit, entre el 2003 y el 2018. Es como si la temperatura se enfriara en un “verano terrestre” entre finales de junio y la primera semana de agosto. ¡Pero esperen! Hay más. En ese mismo hemisferio, y en un período de sólo los próximos dos años, de 2018 al 2020, las temperaturas del Polo Sur de Neptuno aumentaron 11° Celsius, o 19,2° Fahrenheit. ¡Genial! 

Mientras que los tontos y enfurecidos escritores de libros de texto intentarán decir que esto no tiene implicaciones en nada de lo que ocurre en la Tierra, ¿qué explicación tiene esto? ¿Por ejemplo, cómo podrían relacionarse los cambios con la actividad solar? ¿Cómo podrían compararse estas nuevas observaciones con otras anomalías en otros planetas o sus satélites durante el mismo período de dos décadas? Lo sucedido en Neptuno tiene implicaciones para la Tierra precisamente porque acaba de cambiar nuestras ideas de lo posible, lo admitamos o no, y de lo que debe considerarse como “certeza científica” en materia de astronomía, incluido el clima, que algunos van a estar consternados al saber que eso también es astronomía, no “ciencia política”. 

La economía física, sin embargo, permite una resolución de orden superior de problemas internacionales aparentemente insolubles. Justo cuando parecía que el poder arbitrario, caprichoso, y en última instancia, autodestructivo (llamado también “imperio de la ley”) ejercido por la anglosfera contra Afganistán, Siria, Iraq, Pakistán, y de hecho, también contra Ucrania, sólo se podría frenar exponiéndose a una guerra termonuclear, las ideas y acciones de esta asociación, por ejemplo en el proceso deliberativo expresado en la conferencia del Instituto Schiller del 9 de abril “Por una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo para todas las naciones”, se han convertido ahora en una parte esencial del debate estratégico internacional. La función del segmento del sudoeste de Asia, de nuestra propuesta “La nueva ruta de la seda se convierte en el puente terrestre mundial” se puso de manifiesto en Pekín la semana pasada, inmediatamente después de esa conferencia, con la presentación que hizo Hussein Askary en la reciente conferencia titulada, “Conectividad y cooperación entre China, Afganistán y Pakistán bajo la perspectiva de la Franja y la Ruta”, en la que Yue Xiaoyong, embajador y enviado especial para asuntos afganos del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, dio el discurso principal. 

Mientras Rusia advertía a Estados Unidos que la escalada armamentística de Ucrania podría provocar consecuencias incalculables, y Medvédev declaraba que si Finlandia y Suecia se unían a la OTAN se desplegarían misiles nucleares e hipersónicos rusos en Kaliningrado, el canciller de Austria se reunía con Putin y establecía los medios por los que esa nación seguirá recibiendo gas, pagando a Rusia en euros, en lugar de en rublos. La cordura aún puede prevalecer. Y aunque muchos han comentado con nerviosismo la última “mirada perdida” de Joe Biden al final de su “declaración política” de 40 minutos en el Colegio Agrícola y Técnico de Carolina del Norte (donde intentó dar la mano a alguien que no estaba allí), sería bueno preocuparse mucho más por el hecho de que, cuando se trata de un futuro duradero conocible, sin el trabajo del Instituto Schiller y la Organización LaRouche, el mundo transatlántico tiene las manos tan vacías como Joe Biden al final de su discurso. 

POSDATA: SAN AMBROSIO DE MILÁN HABLA A LA PASCUA DEL 2022 

En la Semana Santa del año 387, Ambrosio, obispo de Milán, Italia, quien reclutaría a Agustín a la fe católica, pronunció nueve homilías sobre el tema de “Los seis días de la creación”. Fue un exhaustivo debate sobre el Génesis y el principio de la creatividad universal, realizado con el fin de tender un puente entre el judaísmo y el cristianismo, y entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El que sigue es un extracto de la última de esas homilías, pronunciada el sábado anterior al Domingo de Resurrección. En estos días en los que la superación de las crecientes divisiones es de importancia existencial para la raza humana, que requiere de la comprensión de personas de diferentes orígenes y creencias, San Ambrosio es un ejemplo de ello: 

“Compartimos, de hecho, con el resto de los seres vivos los canales sensoriales ordinarios, pero ellos no hacen uso de estos de la misma manera que nosotros. La ternera levanta los ojos al cielo, pero no es consciente de lo que ve. Lo mismo ocurre con los animales salvajes y las aves. Todos los seres vivos tienen la misma libertad de ver, pero sólo el hombre tiene la voluntad para interpretar lo que percibe. Él contempla la salida y la puesta de los signos celestes. Ve la gloria del cielo y se maravilla con el orbe estrellado. Él es consciente del aspecto diferente de cada estrella. Sabe cuándo surgen la estrella de la tarde y la de la mañana y por qué aparecen en esos momentos. Los movimientos de [la constelación de] Orión, así como las fases de la Luna, son bien conocidos por él. Él comprende cómo 'el Sol conoce la hora de su puesta' y cómo conserva su curso asignado con la debida regularidad. Otros seres vivos también tienen el poder de oír, pero ¿quién otro que el hombre adquiere el conocimiento por el sentido del oído? Sólo el hombre, de entre todos los seres terrestres, es capaz, por medio de escuchar, de la reflexión y la sabiduría, recoger los secretos del conocimiento. Él puede decir: Escucharé lo que el Señor Dios me dirá. Lo más importante de todo es esto: el hombre se convierte en el órgano de la voz de Dios y da voz con sus labios corporales a las palabras oraculares del cielo...”.

 

Para mayor información escriba a preguntas@larouchepub.com

 

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