19 de abril de 2022 (EIRNS) —Existe una desconexión cada vez mayor entre las palabras pronunciadas por la élite transatlántica y la realidad a la que se pretende aplicar esas palabras. 

El creciente abismo entre palabras como “democracia”, “libertad” o “derechos humanos”, y la realidad de la destrucción causada por los autoproclamados promotores de esas supuestas virtudes en países como Irak, Libia, Siria y ahora en Ucrania, ya no se puede salvar haciendo referencia a un Estados Unidos mejor en el pasado o a una propaganda evidentemente fabricada del tipo “¡Rusia es mala!”. 

El intento de mantener el mundo unipolar que surgió con la caída de la Unión Soviética no puede tener éxito; las economías transatlánticas están entrando en una espiral acelerada de hiperinflación y colapso económico físico, un proceso alimentado no por Vladimir Putin, sino por el abandono de la economía física, a favor de la financialización oligárquica y el saqueo colonial. 

Los futuros (y presentes) ciudadanos de las naciones de este planeta (incluyendo enfáticamente a Estados Unidos y a las naciones de la OTAN y la Unión Europea), exigen y merecen, una mejor arquitectura de seguridad y desarrollo, dedicada a la creatividad singular de la especie humana entre toda la vida conocida. 

A diferencia de nuestros acompañantes de la mera biosfera, nosotros podemos transformar, en un momento, con una nueva idea, con una intención profunda, nuestra relación con toda la naturaleza y entre nosotros. Este poder de descubrimiento creativo es la fuente última del valor económico. 

Y un impulso apasionado para hacer y poner en práctica esos avances, es en sí mismo el estado de ánimo necesario para discernir la verdad de la narrativa, discernir el mundo real del cambio político, de los movimientos establecidos en un tablero de ajedrez predeterminado. 

El papel único del movimiento larouchista en la creación de un proceso de debate acorde con la facilitación social del descubrimiento individual, se reflejó recientemente de forma involuntaria en un artículo del periódico de Washington, Politico, sobre el embajador ruso en Estados Unidos, Anatoly Antonov. 

Mientras que una persona así debería ser muy solicitada para entrevistas que permitan comprender mejor la posición y los objetivos de Rusia, el artículo lo presenta como un hombre que está en la embajada dedicado a hacer girar sus pulgares, mientras su personal desaparece debido a que EU no está renovando sus visas, además de las expulsiones directas. La única excepción notable fue la participación de Antonov en la conferencia del Instituto Schiller del 9 de abril, en la que pensadores representativos de las principales naciones del mundo debatieron, deliberaron, a veces discreparon, y se decidieron a colaborar en la configuración de un mundo de paz, de desarrollo y plenitud científica y cultural. 

Estos son los rasgos del mundo que puede ser nuestro, si actuamos rápidamente para descarrilar el rumbo hacia la guerra nuclear que amenaza con sepultar al planeta, repentinamente, y como puede parecer a los tontos, accidentalmente, en cuestión de minutos aterradores de los que no habría retorno.