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Oh amigos, ¡no estos tonos!

13 de mayo de 2022 (EIRNS) — ¡Ya no más valses tipo (Leo) Strauss! 

No podemos seguir viviendo en un mundo dividido en contra de sí mismo, utilizando la guerra como moneda común para la resolución de las diferencias, por muy intrincadas que sean. La “armonía de los intereses de la humanidad” exige una Nueva Arquitectura de Seguridad basada en la política de “Paz por medio del Desarrollo”. Esa propuesta de LaRouche, que debería inspirar la diplomacia entre todas las naciones, requiere de una economía que aumente la densidad de población potencial-relativa del planeta. Eso, a su vez, sólo se puede hacer al dominar cada vez más el espectro electromagnético, inventando tecnologías que mejoren la calidad y las formas de energía disponibles per cápita, y por kilómetro cuadrado, para el trabajo productivo, para la agricultura y para el aumento del consumo de los hogares, en todo el mundo. 

El mundo necesita más gente, con nuevas generaciones que tengan un mayor acceso a los poderes del espectro electromagnético mediante la aplicación exitosa de “nuevos principios físicos”, expresados, por ejemplo, en procesos como la tan infravalorada fusión termonuclear. La revolución de las “máquinas-herramienta láser” podrían haber transformado ya el lugar de trabajo, y nuestras vidas, hace décadas, tanto para nosotros como para nuestros supuestos adversarios. Esa fue la propuesta de Lyndon LaRouche que se conoció como el “programa de armas de rayos” hecha a la Unión Soviética en 1983, una versión de la cual fue adoptada por el Presidente Ronald Reagan como Iniciativa de Defensa Estratégica. Un año después, LaRouche dio a conocer su “Borrador de un memorando de entendimiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética” para su campaña de 1984 por la postulación presidencial demócrata, y su posterior campaña demócrata independiente del mismo año. (larouchepub. com/spanish/pdfs/1984/ Resumen_ejecutivo-v1n21-19840415-lyn-informe_esp.pdf).

Al menos desde 1987, el entonces precandidato presidencial Joe Biden fue informado directamente de esta propuesta por los activistas de la campaña presidencial de Lyndon LaRouche en New Hampshire, que se cruzaban con él con frecuencia en casas y otros sitios que todavía estaban disponibles para todos los candidatos en ese mundo de elecciones casi reales que ya pasó. En una ocasión, hablando con dos organizadores, Biden respondió: “El problema con LaRouche es que piensa que la gente es más inteligente de lo que realmente es”. ¿La involuntaria autoevaluación de Biden en aquella ocasión, hace unos 35 años, sigue siendo su predisposición ahora? Semejante disposición mental en un líder, o en una población, dejando de lado el valor para cambiar los propios axiomas, y no tanto las armas termonucleares como tales, es lo que, en este momento, amenaza con condenar a toda la raza humana. 

La política transatlántica, extendida y mortalmente insensata de hoy día en contra de Rusia también puede desconcertar a Joe Biden. Es posible que él solo pretenda hacer que la entiende, mientras que agencias de inteligencia anglo-estadounidenses, “inundan la zona del Presidente” por medio de sus “asesores” y operando a través del Departamento de Estado y de Defensa de Estados Unidos a nombre de la City de Londres y de Wall Street, usurpan los poderes de la Presidencia y del Congreso con la ayuda de agentes de larga data como Chuck Schumer. iden se pregunta “si Putin tiene una salida”, mientras se prepara el escenario para una posible detonación de un arma nuclear táctica por parte de las mismas fuerzas que llevaron a cabo el 11 de septiembre del 2001. Son fuerzas que el Presidente Vladimir Putin, el primero en hablar con el entonces Presidente George W. Bush aquel peligroso día de hace más de 20 años, entiende muy bien. En esa ocasión, Putin informó a Bush de que le había ordenado a las fuerzas rusas de cohetes estratégicos que no actuaran. Pero no hace falta la destreza estratégica de Putin para ver la naturaleza estratégica de “perder-perder” del “Gran Juego termonuclear” que está en marcha actualmente. Hasta Jeffrey “terapia de choque” Sachs declaró recientemente, en una entrevista, que la actual ronda de sanciones puede haber perjudicado un poco a Rusia, pero ciertamente ha perjudicado al mundo, y además, que las sanciones sin diplomacia, como las está aplicando actualmente la OTAN a Rusia, son un absurdo. Sachs señaló que las agobiantes sanciones contra Venezuela no sólo no eliminaron su objetivo, el Presidente Maduro, sino que ahora Estados Unidos se ha acercado a ese país para negociar por el petróleo. 

Sachs, Kissinger y otros que han hecho declaraciones con las que la gente sensata podría estar de acuerdo, no son capaces de enfrentarse a su propia complicidad en la destrucción sistemática y deliberada de lo que se denominó a finales de las décadas de 1970 y 1980 las “naciones en transición”, aquellas que estaban en la cúspide de la capacidad industrial “plena”. Estas naciones, como Irán, Pakistán y otras, al adquirir tecnologías de energía nuclear como fuentes de energía, podrían haber intercambiado minerales estratégicos, materias primas y productos semiacabados y acabados por una capacidad productiva autosuficiente. Vieron esta nueva plataforma tecnológica que logró la economía japonesa, una vez destruida por la guerra, incluido por las armas atómicas, pero que fue transformada en un período de 30 años en una de las economías más productivas del mundo. Iraq, Pakistán, Irán, Libia, Marruecos, Brasil, México, etc., también aspiraban a ser como los “japoneses”, pero Kissinger, Brzezinski y sir George Bush no estaban dispuestos a aceptar eso. La guerra contra Afganistán, que en realidad ha durado desde 1979 hasta ahora, incluyendo lo ocurrido a Zulfikar Ali Bhutto de Pakistán, al Sha de Irán, a Indira Gandhi de India, y en última instancia, a Saddam Hussein de Iraq, debería ser una advertencia para todas las naciones y líderes en cuanto a lo que les ocurrirá si “se unen a la OTAN”, “apoyan las sanciones contra Rusia”, etc. 

La alternativa es “decir la verdad, con valentía y claridad, sin artificios”. El ex embajador alterno de Australia en China (1974-76) y embajador en Irán (1985-87), John Lander, dijo lo siguiente en una presentación el 1º de mayo en la Iglesia Unida Wesley de Melbourne: “Sentí que debía hacer una advertencia. Las declaraciones públicas desquiciadas y beligerantes de los últimos días me han dejado muy deprimido... ‘Ama a tu prójimo como a tí mismo’ se aplica tanto a los países como a los individuos. Es la esencia de la diplomacia, cuyo objetivo principal es la resolución pacífica de los conflictos. Me ha guiado a lo largo de mi carrera. Por lo tanto, para la paz, el amor en el sentido más amplio al que Jesús se refería, es la respuesta.… Sin embargo, estamos sometidos a un diluvio casi diario de exigencias en las que detestan y temen a China. Es la política del odio. Es la misma sinofobia irracional que condujo a la política de la Australia blanca, el ‘peligro amarillo’ que nos llevó a la guerra de Vietnam, y ahora, la ficción de la ‘amenaza china’. 

“La idea de que China tiene ambiciones de expansión territorial similares a las de la Alemania nazi es un alarmismo y un sinsentido. China no ha amenazado con atacar a Australia ni a ningún otro país. No ha invadido ningún país. Por el contrario, Estados Unidos ha invadido países de América Latina, Asia, especialmente Vietnam y Oriente Medio, sobre todo Libia, Iraq y Afganistán, causando la muerte de millones de personas y otros millones de refugiados a los que sometemos a una cruel e inhumana detención indefinida simplemente por el delito de buscar una vida mejor.... 

“Nuestros dirigentes han perdido de vista ese hecho, de que lo que le hagas a los demás se te hará a ti... Así que tengo miedo, no de la amenaza de China, sino de la psicosis bélica que se apodera del cuerpo político australiano con respecto a China. También me asusta la complacencia del público en general en Australia, que parece creer que lo que le sucede a Ucrania no nos puede pasar a nosotros. Puede [sucederle], y lo hará, si Australia continúa colocándose como enemigo de China. Tenemos la suerte de que China aún no ha declarado a Australia como su enemigo”. 

Otras voces sensatas están hablando más claramente que antes. En Europa, el general Leonardo Tricarico, ex jefe de las Fuerzas Aéreas de Italia y director de un grupo de reflexión estratégica italiano, declaró a la televisión nacional La7: “Cuando (el secretario general de la OTAN, Stoltenberg) dice que la adhesión de Suecia y Finlandia contribuye a la seguridad del Atlántico Norte…, yo le pregunto: ¿contribuye la adhesión de Suecia y Finlandia a la seguridad de la región del Atlántico Norte o hace exactamente lo contrario, es decir, ayuda a desactivar una situación ya explosiva?”. 

En Estados Unidos, el senador Rand Paul, que recientemente desafió y se comprometió a oponerse a la creación de la Junta de Gobierno de Desinformación, se interpuso en la asignación de $40.000 millones de dólares a Ucrania. Exigió el nombramiento de un inspector general para (¡imagínense!) informar realmente al Congreso sobre el destino de esos $40.000 millones de dólares (e implícitamente, de los hasta 60.000 millones de dólares que, con la aprobación de este proyecto de ley, irán a parar a Ucrania), diciendo: “No importa lo simpática que sea la causa, mi juramento de cargo es por la seguridad nacional de Estados Unidos de América” afirmó Paul. “No podemos salvar a Ucrania condenando a la economía estadounidense”. 

El senador Chuck Schumer, con el que siempre se puede contar para votar a favor de la guerra, denunció a Paul en nombre de Wall Street y de la comunidad de inteligencia de los banqueros: “De las declaraciones que hizo el joven senador de Kentucky se desprende que no quiere ayudar a Ucrania” dijo. “Lo único que conseguirá con sus acciones de hoy es retrasar esa ayuda, no detenerla”. El senador Paul, que no comparte los puntos de vista económicos de Lyndon LaRouche, tiene sin embargo un olfato relativamente intacto, lo suficiente al menos para detectar el olor a traición moral de Schumer. 

El sofista Schumer sigue los pasos políticos del “innoble embustero”, profesor de la Universidad de Chicago, Leo Strauss (1899-1973), sobre quien Lyndon LaRouche y sus asociados han escrito extensamente (“Profile: Leon Strauss, Fascist Godfather of the Neo-Cons”; EIR, 21 de marzo de 2003; larouchepub. com/other/2003/ 3011profile_strauss.html). Strauss fue el “maestro de los maestros” del ex subsecretario de Defensa y funcionario del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, así como de otros neoconservadores que fueron, a su vez, responsables de la política original del “mundo unipolar” que expandió la OTAN tras la caída del Muro de Berlín, mintiendo todo el tiempo que “no se expandiría ni una pulgada hacia el Este”. Si Finlandia y Suecia consiguen ahora entrar en la OTAN, la anglosfera no sólo volverá a violar ese acuerdo de 1990. 

Otro momento straussiano se produjo recientemente en un intercambio en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, entre el senador de Massachusetts, Ed Markey, y la subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Karen Donfried. Markey le pidió que declarara esencialmente que Estados Unidos no tiene intención de “plantear una amenaza existencial” a Rusia, ni de hacer un primer uso de las armas nucleares. Su respuesta saliéndose por la tangente fue: "Estados Unidos no es parte de este conflicto... Estados Unidos está dando ayuda en materia de seguridad y armas a Ucrania, pero no se trata de que Estados Unidos proporcione armas nucleares a Ucrania”. 

Este “doble discurso straussiano” es como un paso de baile verbal (llámese paso doble) para engatusar, con el que se quiere familiarizar a todos por medio de una dizque “jerga de la autenticidad”, con frases hechas como “el estado de derecho”, “la justicia restaurativa”, “la guerra contra el terrorismo”, “la junta de gobierno de la desinformación”, “autocracias contra democracias”, etc. etc. Sin embargo, se ve impotente a través de verdaderas concepciones del arte de gobernar que se traducen en una acción potente por parte de los ciudadanos. El comité por la Coincidencia de los Opuestos, la “Operación Avicena”, una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo, tal vez incluso un esfuerzo renovado de “Alimentos para la paz”, como el anterior Proyecto de Memorando de LaRouche de 1984, todas las ideas generadas por el Instituto Schiller y sus cofundadores Helga Zepp-LaRouche y Lyndon LaRouche, son las “ideas pesadas” que cuando se unen a la acción directa basada en las masas para su aplicación, son capaces de superar los sofismas geopolíticos que, de otra manera, seguramente llevarán al mundo a una destrucción cierta. La potencial nueva era de prosperidad de la humanidad, como se ve por ejemplo a través de los ojos del telescopio espacial James Webb, exige una nueva era de madurez de la humanidad. Eso comienza con el rechazo de la adicción a la guerra y a las sanciones criminales, que son una forma de guerra contra la propia humanidad. “¡Oh, amigos! ¡No más de estos tonos!”

 

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