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La calma necesaria en medio de la tormenta

30 de septiembre de 2023 (EIRNS) — Desesperanzadora no sería la forma correcta de describir la situación actual del mundo, aunque ciertamente a quien esté desanimado pueda parecerle que es así. Los informes de los últimos días indican que puede estallar una nueva crisis bancaria, ahora desencadenada por el que debería ser el bastión protegido de la seguridad: los bonos del Tesoro de Estados Unidos, a los que las tóxicas inversiones apalancadas de los fondos especulativos han contaminado. Este fenómeno especulativo tiene raíces profundas, ya que la noticia no es más que el último acontecimiento de un proceso que lleva décadas en marcha, pudriendo literalmente desde abajo las economías y naciones transatlánticas. 

En ningún lugar se ve esto más claramente que en Alemania, cuya economía están desmantelando con mucha velocidad, primero como efecto del cáncer de largo plazo, luego con una desindustrialización "verde" radical, y ahora rematada por el efecto de las sanciones que le han impuesto a Rusia y los consiguientes altos precios de la energía. La crisis se agrava aún más por el hecho de que no se ha hecho ningún esfuerzo genuino por investigar los atentados de hace un año, al gasoducto Nord Stream, a pesar de los llamados internacionales en ese sentido, lo que indica los profundos efectos morales y culturales de la sumisión a los "poderes fácticos" de hoy en día. 

Al mismo tiempo, las naciones occidentales parecen insensibles a los efectos de sus acciones en todo el mundo, ignorantes, por ejemplo, de las décadas de dolor y sufrimiento infligidos a Afganistán a instancias de la ocupación estadounidense y británica. O, del mismo modo, a la multitud de naciones de toda África que fueron destruidas por las intervenciones de la OTAN o el saqueo económico neocolonialista, o ambos, cuyos ciudadanos huyen hoy a países europeos y de otros continentes en busca de algún tipo de futuro. 

¿Es de extrañar que Rusia y otros países hayan perdido la confianza en Occidente? Las potencias de Occidente, en particular Estados Unidos y Europa, no sólo no pueden admitir su responsabilidad en las crisis que han provocado en todo el mundo, como señaló ayer el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia en el caso de Afganistán, sino que incluso se muestran insensibles ante el colapso de sus propias economías y la difícil situación de su propio pueblo. ¿Cómo se puede confiar en alguien que está tan ciego incluso ante su propia supervivencia a corto plazo? 

Desde esa óptica, el peligro es extremo, y los rayos de esperanza, escasos o nulos. Sin embargo, esa no sería la historia completa, ya que la civilización humana no es unidimensional en ese sentido. El hecho de que exista una tendencia a la disminución de la cordura no significa que eso sea todo lo que está ocurriendo. 

El actual colapso transatlántico y el demente avance hacia una guerra mundial entre superpotencias están ocasionando que sucedan cosas no lineales. Por ejemplo, el creciente enfrentamiento entre Polonia y Ucrania por el suministro de cereales a los mercados polacos por parte de este último país, que ahora se ha sumado a la presentación en el Parlamento de Canadá de un nazi ucraniano asesino en masa de polacos. O el caso de Túnez, que ha rechazado los tímidos intentos de los países europeos de "gestionar" las hordas de inmigrantes para que no viajen a Europa, y que ahora ha enviado a su ministro de Asuntos Exteriores de visita a Moscú. Del mismo modo, se están produciendo revueltas crecientes en el Congreso de Estados Unidos, aunque está por verse si llegarán o no a alguna parte. 

Sin embargo, el suceso más destacable procede de Alemania, en la forma de una propuesta de paz fechada el 28 de agosto y redactada por cuatro expertos militares y diplomáticos alemanes. Su propuesta va más allá de la mera queja y la identificación del problema, para llegar a la audaz afirmación de que no hay otra alternativa que una paz negociada y bien organizada; de lo contrario, está en juego la existencia del mundo entero. 

En la reunión semanal de la Coalición Internacional por la Paz que se llevó a cabo el viernes 29 de septiembre, Helga Zepp-LaRouche enfatizó que las fuerzas detrás de Ucrania y la OTAN están respondiendo a la fracasada contraofensiva de Ucrania, involucrándose más directamente en la guerra, con lo cual aumentan la amenaza de un conflicto directo entre la OTAN y Rusia. Esa es una situación que va a conducir inevitablemente a una guerra termonuclear, si no se consigue descarrilar de alguna manera. Desde este punto de vista, la propuesta de Alemania no sólo significa un cambio desde dentro del callejón sin salida de ese país, sino un detonante de posibles acciones en otros más ampliamente. Por lo tanto, la propuesta debe difundirse internacionalmente para ayudar a liberar a personas que, de otro modo, se hallan rodeadas por la narrativa de los medios noticiosos dominantes, pero que ahora reconocen esta realidad en un estado elevado. 

La realidad, aunque peligrosa, puede y debe ser amiga de la persona que es un verdadero organizador y busca un camino para salir de una situación que, de otro modo, sería desesperada. 

La dinámica en el seno de la Coalición Internacional por la Paz (CIP) este viernes fue electrizante, y se asumieron numerosos compromisos para hacer crecer el proceso en las próximas semanas. Trabaja con el movimiento LaRouche y el Instituto Schiller para lograr este avance ahora, que nunca ha estado tan a punto y a la mano para este tipo de intervención puntual y revolucionaria.

 

Para mayor información escriba a preguntas@larouchepub.com

 

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