25 de marzo de 2024 (EIRNS) — El pasado sábado 23 de marzo fue el 41 aniversario del anuncio que hizo el Presidente Ronald Reagan sobre su decisión de adoptar la propuesta de Lyndon LaRouche para que Estados Unidos hiciera una oferta a la Unión Soviética para que ambas potencias nucleares cooperasen en el desarrollo de una defensa basada en el espacio contra las armas nucleares, utilizando "nuevos principios físicos" como rayos láser y haces de partículas para interceptar y destruir misiles balísticos intercontinentales en vuelo. Durante aproximadamente un año, LaRouche había mantenido reuniones a puerta cerrada en nombre del gobierno Reagan con representantes de la Unión Soviética, al tiempo que discutía la idea con representantes del Presidente Reagan. En un discurso televisado a nivel nacional y visto por todo el mundo la noche del 23 de marzo de 1983, Reagan hizo su famoso anuncio, para conmoción de la casta dominante. Sus palabras: 

"Hago un llamado a la comunidad científica de nuestro país, a quienes nos dieron las armas nucleares, para que vuelquen ahora sus grandes talentos a la causa de la humanidad y la paz; para que nos den los medios de volver impotentes y obsoletas estas armas nucleares". 

Los medios informativos y la inmensa mayoría de la élite política estaba tan estupefacta y completamente perpleja que se vio obligada a llamar al director de la Fundación de Energía de Fusión (fundada por LaRouche) que en ese entonces era Paul Gallagher, para que acudiera a la televisión nacional a explicar de qué se trataba. 

Aunque los soviéticos no aceptaron la propuesta de LaRouche, y aunque los enemigos de LaRouche (y del Presidente Reagan, y de la humanidad) reunieron sus fuerzas para sabotear el concepto en Estados Unidos, y para reforzar al "equipo para detener a LaRouche" con el fin de desprestigiar al movimiento LaRouche. Si la propuesta de LaRouche se hubiese llevado a la práctica como él la había diseñado, el mundo hoy estaría en una situación mucho mejor, en lugar de estar ante la amenaza de un rápido descenso al Infierno termonuclear, que es donde nos encontramos ahora.