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Sermón de la Vigilia Pascual, del Rev. Dr. Munther Isaac, pastor evangélico luterano en Belén

31 de marzo de 2024 (EIRNS) —Seguidamente damos a conocer una transcripción no oficial del sermón de la Vigilia Pascual que pronunció, el sábado 30 de marzo, el reverendo Dr. Munther Isaac, de la Iglesia Luterana Evangélica de Belén, Palestina. A su izquierda, la Cruz de Pascua se erguía sobre los mismos escombros que, 175 días antes, en Navidad, habían ocupado el lugar del pesebre del Niño Jesús. 

Reverendo Munther Isaac: Queridos amigos, buenas noches desde Belén, y gracias por unirse desde diferentes partes del mundo. Estamos agradecidos por la tecnología que puede llevarnos de esta manera a diferentes partes del planeta. 

La Pascua se nos presenta a nosotros en Palestina en las circunstancias más difíciles. Han pasado 175 días desde que comenzó este genocidio, 175 días de bombardeos, asedio y hambruna. Nunca habría pensado que incluso en Semana Santa seguiríamos siendo testigos de esto. Pensé: "Seguramente, esta violencia ya habría cesado. Pensé, "Los líderes mundiales tienen algo de conciencia, al fin y al cabo". Aparentemente, estaba equivocado. 

Hoy hemos entrado en una nueva fase de la guerra de genocidio, en la que la población de Gaza está muriendo de hambre, sed y enfermedades. Los están matando de hambre. Es una muerte lenta. Están suspendidos, entre el Cielo y la Tierra, muriendo lentamente mientras el mundo los observa. "No tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos... y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado". (Isaías 53:2) 

Fue necesario que pasaran más de cinco meses y 32.000 muertos, entre ellos 13.000 niños, para que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara finalmente un alto al fuego. No obstante, nada ha cambiado sobre el terreno. ¿Desde cuándo le importan a Israel las resoluciones de la ONU? Israel nunca ha rendido cuentas, ni siquiera ha sido condenado por los líderes occidentales. Este sigue siendo el mayor problema hoy. 

En estos momentos estamos suplicando que entren alimentos y ayuda. Nos dimos por vencidos a un alto al fuego: Sólo traigan comida, agua y medicinas. Señor, ten piedad. 

Amigos, han hecho normal el genocidio. Como personas de fe, si de verdad nos decimos seguidores de un Salvador crucificado, nunca podemos estar de acuerdo con ello. ¡Nunca debemos aceptar la normalización de un genocidio! Nunca deberíamos estar conformes con que los niños mueran de hambre; no a causa de la sequía o la hambruna, sino de inanición, una catástrofe provocada por el hombre a causa del imperio: Normalizaron un genocidio, del mismo modo en que fue normalizado el apartheid en Palestina, y antes de eso, en Sudáfrica, del mismo modo en que fueron normalizadas la esclavitud y el sistema de castas. 

Nos ha quedado bien claro que los dirigentes de las superpotencias y quienes se benefician del colonialismo moderno no nos miran como iguales. Crearon una narrativa para normalizar el genocidio, tienen una teología para ello: Se ha normalizado un genocidio, esto es racismo en su peor expresión. 

Y los mismos dirigentes políticos y eclesiásticos, que en octubre se alinearon uno tras otro para dar luz verde a este genocidio, escudándose en la "legítima defensa", ni siquiera se atreven a condenar los evidentes crímenes de guerra que está cometiendo Israel. Son muy buenos planteando su preocupación, haciendo declaraciones de que están "preocupados por la matanza" de nuestros hijos. Nos da pena que el asesinato de nuestros hijos a manos de sus armas, de hecho les preocupe. Quieren convencernos de que verdaderamente les importa. Entonces su respuesta; se mantienen silentes mientras el genocidio está sucediendo, y luego salen a repartir caridad para alegar que "se preocupan". 

Muchos países se apresuraron a suspender su financiamiento a la UNRWA [Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Medio Oriente], basándose en meras acusaciones que no estaban plenamente probadas, pero no hicieron nada con respecto a las claras conclusiones de la CIJ [Corte Internacional de Justicia]. 

La cantidad de hipocresía es incomprensible, y el nivel de racismo que supone tamaña hipocresía es espantoso. 

Y ahora algunos políticos afirman que su paciencia con Israel se está acabando, y nosotros decimos: "Nada puede lavar la sangre que tienen en sus manos". La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU llegó demasiado tarde: No significa nada. Algunos actuaron como si debiéramos felicitar o dar las gracias a Estados Unidos por no vetar la resolución. Y yo digo ¡de ninguna manera! ¡Ellos son cómplices! No se puede deshacer el pasado. De hecho, Estados Unidos acaba de enviar otro enorme paquete de misiles para armar a Israel. ¿Realmente intentan engañarnos, afirmando que les importa o preocupa, obviamente para recuperar algunos votos? 

Si el flujo de armas estadounidenses se detuviera ahora mismo, en tres días esto terminaría. En lugar de eso, enviaron a Israel misiles para matarnos, y luego, ¡enviaron una fracción de la ayuda de alimentos que necesitamos! Esto va más allá de la complicidad: Esto es participación directa en este genocidio.

En esta Pascua, primero volteamos a ver la cruz: estamos de luto. Estos son días lúgubres, muy oscuros, y en momentos como este, los palestinos miramos a la cruz, nos identificamos con la cruz, y vemos que Jesús se identifica con nosotros. Para los palestinos la cruz es un símbolo importante. En Pascua, volvemos a vivir su detención, la tortura y su suplicio a manos del imperio, con la complicidad de una ideología religiosa, por supuesto. En la historia de la Pascua, encontramos consuelo y fuerza al saber que Jesús se identifica con nosotros. 

Hemos guardado estos escombros en nuestra iglesia desde Navidad, porque Gaza sigue bajo los escombros. Y porque a nuestra gente y a nuestros niños en Gaza todavía los están sacando de debajo de los escombros, en este mismo momento. 

Ayer contemplé con angustia la cruel escena de un niño a quien sacaron de entre los escombros. Sobrevivió milagrosamente al bombardeo, gracias a Dios. Pero cuando lo estaban sacando, repetía, "¿Dónde hay agua? Tengo sed". Esto me recordó las palabras que dijo Jesús en la cruz, cuando clamó: "¡Tengo sed!". Clamó, "¡Tengo sed!" en solidaridad con quienes están siendo masacrados por medio del hambre, sitiados y bombardeados. Jesús se solidariza con todas las víctimas de las guerras y de las hambrunas forzadas, causadas por los regímenes injustos y tiránicos de nuestro mundo. Es el grito de todos los oprimidos por la injusticia del poder y el silencio y la incapacidad de la humanidad para poner fin a la tiranía y la injusticia. 

Jesús clamó "¡Tengo sed!". Y le dieron a beber vinagre. Añadieron más dolor a Su dolor, más angustia a Su angustia. Y hoy, cuando Gaza eleva su clamor, y dice "¡Tengo sed!" le lanzan ayuda desde el cielo manchada con la sangre de inocentes. Algunos murieron ahogados mientras intentaban sacar del mar la ayuda que les habían lanzado. ¡Qué crueldad! 

Gaza tiene sed, y le dan vinagre a Gaza. 

Buscamos a Dios en este mundo. Lo llamamos a gritos y no recibimos respuesta. No hubo respuesta, al parecer, hasta que nos encontramos con el Hijo de Dios, clavado en la Cruz, gritando: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", (Salmo 22). ¿Por qué dejaste que me crucificaran? 

Este es el clamor del sentimiento de abandono, y estoy seguro de que así es como se siente hoy la población de Gaza. Abandono por parte de los líderes del mundo, no sólo los occidentales, por cierto, también los líderes árabes y musulmanes nos abandonaron. Muchos en la Iglesia, también, miran desde la distancia, y creo que es como Pedro en el Evangelio, que cuando vio que Jesús estaba siendo arrestado se mantuvo distante. Quería sentirse seguro. Le faltaba valor, como a tantos líderes de la iglesia hoy, que dicen una cosa a puerta cerrada y otra en público. 

Sin embargo, es en este lamento, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", en el que experimentamos a Dios, es cuando Dios se acerca a nosotros. Y es en este lamento donde sentimos su abrazo y su calor. Este es uno de los misterios de la Pascua. 

En esta tierra, incluso Dios es víctima de la opresión, la muerte, la máquina de guerra y el colonialismo. Sufre con la gente de esta tierra, compartiendo con ellos el mismo destino. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Es un clamor que resuena desde hace años en esta tierra. Es el llanto de toda persona oprimida, colgada en un estado de masacre. Es un lamento que Jesús compartió con nosotros en su dolor, tormento y crucifixión. Hoy, colocamos la Cruz sobre los escombros, recordando que Jesús compartió con nosotros la misma suerte, al morir en la Cruz, víctima de los colonizadores. 

Y oscureció. El Universo se oscureció lamentando la ausencia de la verdad. El Universo se oscureció, lamentando la ausencia de la justicia. ¡La Cruz es la máxima injusticia! Hoy, el universo está triste por el silencio de quienes toman las decisiones y su racismo, y por el silencio de muchos que no dijeron ni una palabra de verdad, por miedo, armados con la tecnología de la neutralidad y la inacción, arropados por la bandera de la paz y la reconciliación. ¡Hay todavía quienes públicamente no han pedido un alto al fuego! ¿Pueden creer eso? ¡Iglesias! 

Hace poco recibimos una carta de solidaridad -no estoy bromeando- de grandes iglesias de Europa que ni siquiera pedían un alto al fuego. Y les dije: "Esto verdaderamente es un insulto absoluto". 

Hoy, el Universo se oscureció, lamentando la apatía y la insensibilidad ante el sufrimiento que existe en nuestro mundo, y el racismo que llevó a normalizar y justificar un genocidio. 

Lo que más falta hace hoy a muchos en la Iglesia es valor. Conocen la verdad. Pero no la pronuncian porque temen las consecuencias, temen las repercusiones. Muchos en la Iglesia quieren evitar la controversia. Te imaginas, si Jesús hubiese caminado por la Tierra, evitando la controversia. 

Hay algunos líderes de la Iglesia que están dispuestos a sacrificarnos por comodidad, del mismo modo que nos ofrecieron un sacrificio expiatorio por su propio racismo y antisemitismo, arrepintiéndose en nuestra tierra de un pecado que cometieron en la suya. Todo ello, mientras proclaman que siguen a un Salvador crucificado, Quien lo sacrificó todo, soportó el dolor y el rechazo, por el bien de aquellos a quienes Él amaba. 

Nosotros, por supuesto, debemos dar las gracias a quienes han llevado nuestra cruz con nosotros, y son muchos. Verdaderamente le damos gracias a quienes vinieron a Palestina para solidarizarse con nosotros. Agradecemos a los médicos y enfermeros voluntarios de Rafah. Damos las gracias a quienes presionan para detener la venta del agua. Damos las gracias a quienes se manifiestan en las calles: Hoy, de nuevo, hubo una gran manifestación en Londres. Damos las gracias a quienes hicieron muchas concentraciones sentadas y manifestaciones no violentas. ¡Los escuchamos! ¡Esta es la Iglesia de Cristo! 

Y saludamos a quienes renunciaron a sus cargos en gobiernos y organismos internacionales en señal de protesta. 

Ellos han tenido valentía e integridad. Ellos comprenden que Gaza es, de hecho, la brújula moral de nuestro mundo, hoy. 

Damos las gracias a Sudáfrica por su actuación en la Corte Internacional de Justicia y a Argelia por encabezar los esfuerzos en favor de una resolución de alto al fuego. Tanto Sudáfrica como Argelia, por cierto, son supervivientes del colonialismo occidental. Es ahí, donde reside su credibilidad moral. 

Llevamos una pesada cruz y damos las gracias a quienes nos ayudan a llevarla. Nuestro Viernes [santo] ha durado demasiado. Pero sabemos por la experiencia de Jesús, que este sufrimiento no es para la glorificación del sufrimiento. Sabemos que el sufrimiento siempre es un camino a la gloria y a la vida. Es una parada en el camino a la resurrección. Acompañamos a Jesús en su camino al Gólgota: Su solidaridad con nosotros nos fortalece, pero buscamos el domingo. 

Así que, en la Pascua, no solo miramos a la cruz, sino que volteamos a ver la tumba vacía. 

Cuando pienso en lo que dio a Jesús la fuerza, esta resistencia y poder, hasta el punto de que perdonó a sus opresores, hasta el punto de que dijo: "Hágase tu voluntad", y fue voluntariamente a la Cruz. Creo que Su resolución y determinación, Su resistencia, Su Sumud [perseverancia constante], vinieron de confiar en la voluntad de Su Padre, y de saber que Su Padre es capaz de resucitarlo de entre los muertos, y que finalmente lo hará: lo resucitará de entre los muertos. 

La fe de Jesús lo sostuvo y le dio fortaleza. Fue desafiante frente al Imperio. Se enfrentó a la Cruz e incluso a la muerte, con confianza y firmeza. Y debo admitir que hoy es tan difícil aferrarnos a nuestra fe. Es tan difícil mantener la esperanza. No podemos ver el Domingo; parece una imposibilidad. Nos engulle la oscuridad de la tumba. Nos han fallado las fuerzas. Estamos cansados. 

Es tan difícil hablar en estos momentos de la Resurrección. Estamos de luto. Nuestros hermanos de Gaza están muriendo de hambre, literalmente, ¡pero no podemos perder la fe en Dios! Este es nuestro último recurso. Y como tal debemos luchar para mantener esta fe. ¡No podemos perder la fe que tenemos! Hay que mirar a la tumba vacía. Debemos hacerlo. ¡Recordemos la tumba vacía! 

Y así, hoy, me lo predico a mí mismo, primero, con el Salmo (42):: "¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío". 

"Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío". 

"¿Por qué te abates, oh alma mía?". 

La resurrección nos da esperanza. El cristianismo es una fe de la esperanza. Y la esperanza no es negar la realidad. No estamos ciegos ante nuestra realidad y, como palestinos, nos damos cuenta de la corrupción y la maldad del mundo, probablemente más que nadie. 

¡Pero debemos negarnos a que ésta sea la última palabra! 

¡Cristo resucitó! ¡Esta es la última palabra! Cristo resucitó, y esto cambia todo! La tumba vacía es nuestra esperanza. 

Y detrás del feo muro del apartheid en Belén, que separa Belén de Jerusalén, y concretamente, en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, hay una tumba vacía, que nos recuerda que la última palabra no es la de la muerte, sino la de la vida. No la de la oscuridad, sino la de la luz. No la del genocidio y el hambre, sino la de la dignidad y el orgullo. 

La tumba vacía nos recuerda que la maldad, la injusticia, la tiranía, ¡no pueden tener la última palabra! 

Mira, si Cristo hubiera permanecido en Su tumba, César y Pilatos habrían triunfado. Roma habría ganado, y los fariseos también. Los opresores habrían salido victoriosos. 

¡Pero Cristo resucitó! ¡El imperio fue derrotado! Y todavía mejor ¡la muerte fue derrotada! 

Y por lo tanto, porque tenemos fe, no vivimos en la desesperación. La fe es lo único que no nos pueden quitar. 

Y así, cuando proclamamos en el domingo de Pascua, al Masih qam, "Cristo ha resucitado", declaramos que la última palabra la tiene Dios. Declaramos que se ha hecho justicia, que se ha reivindicado la verdad, que el imperio y sus aliados han perdido. Y hoy, después de 2.000 años, al seguir llevando la Cruz, derrotamos e incluso nos burlamos del imperio y de su teología. 

Tomamos el símbolo del poder de Roma, y el instrumento para humillar a los demás, y lo convertimos en el símbolo de nuestra fuerza, victoria y firmeza frente a la muerte. Y esto es así porque "al Masih qam, Cristo ha resucitado". 

Y la Resurrección insta a levantarse y actuar. Porque sabemos que la última palabra la tiene Dios, nos levantamos y actuamos. Construimos. Predicamos el amor [ágape], porque sabemos que el amor triunfa. Predicamos la paz, porque sabemos que la paz triunfa. predicamos la vida, porque la muerte ha sido derrotada. Jesús miró a la muerte a la cara y la venció: Y por lo tanto, nos levantamos y actuamos. 

Entonces, concluyendo... 

Amigos, confío en que nosotros, los palestinos, nos levantaremos. Nunca en mi vida me he sentido tan orgulloso y honrado de ser palestino que en estos 175 días: Orgulloso de nuestra resiliencia, de nuestro Sumud. Orgulloso de nuestra solidaridad mutua, de nuestra unidad. Y cuando digo que vamos a estar bien y que vamos a recuperarnos, lo digo porque conozco a mi pueblo, sé quiénes somos. Palestina es nuestra patria. Tenemos raíces profundas aquí. E incluso para los palestinos que viven fuera en otras partes del mundo, Palestina vive en ellos. Hoy Palestina se encuentra en cada esquina de la Tierra. 

Así que nunca renunciaremos a los derechos que Dios nos ha dado de vivir con dignidad y justicia. Y sí, también digo que nos recuperaremos, porque creo en un Dios bueno y justo, que gobierna el mundo con justicia. 

Probablemente nuestro mayor recurso sea la justicia de nuestra causa. Nuestro Sumud, nuestra firmeza, que está anclada en nuestra causa justa y en nuestro arraigo histórico en esta tierra. Pero también se fundamenta en la naturaleza justa de Dios. 

Y por eso, porque Jesús vive, podemos enfrentarnos a todas las cosas, mirar al imperio a la cara y derrotarlo. 

Por lo tanto, hoy, dejemos que el camino de la Cruz sea nuestro camino. Que el camino del amor sacrificado sea nuestro camino. Cristo crucificado, que sacrificó su amor por los que amaba, nos llama a la solidaridad dolorosa, a la solidaridad dolorosa del amor. Es una llamada a la acción: Para que la Iglesia sea la Iglesia de Jesús, para que siga las huellas de un Salvador crucificado. La Cruz es la solidaridad de Dios con la humanidad, en su dolor y sufrimiento. Y la solidaridad de Dios debe convertirse en nuestra solidaridad. Los seguidores de Jesús lo arriesgan todo para decir la verdad. 

No se trata de hacer declaraciones. Jesús no dijo: "Yo tenía hambre y tú oraste por mí e hiciste una declaración". No. Jesús dijo: "Yo estaba preso y tú me viniste a ver". Se trata de actuar. Debemos encontrar formas de hacer la diferencia. Debemos actuar, movilizarnos, presionar, cabildear, hacer que los poderes y los líderes rindan cuentas. 

Y como pueblo de la Resurrección, debemos incomodar al imperio. 

Hoy, la tierra de la Resurrección te llama a actuar, con esperanza y amor [ágape]. Hoy, la tierra de la Resurrección te llama a perturbar el imperio. Juntos, nos comprometemos a poner fin a este genocidio. Juntos nos comprometemos a trabajar por la verdad y la justicia. 

Sabemos que prevaleceremos, porque "al Masih qam, Cristo ha Resucitado". 

Amén.

 

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