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Dos votaciones, tres guerras; pero sólo una humanidad

25 de abril de 2024 (EIRNS) — La semana pasada hubo dos votaciones en Estados Unidos, una del poder Ejecutivo y otra del poder Legislativo, que han precipitado a todo el planeta hacia una guerra general en tres teatros de guerra diferentes: Ucrania, el Sudoeste de Asia y la injerencia de EU en Taiwán contra China. ¿Quiénes sino Wall Street y la City de Londres podrían beneficiarse de esa política suicida? 

El jueves 18 de abril, Estados Unidos vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que habría allanado el camino a la plena incorporación de Palestina a la ONU y, por tanto, a su reconocimiento como Estado y a un camino hacia la paz. En lugar de ello, el veto garantizó que continuaría el genocidio en Gaza sin perturbaciones y aumentó la probabilidad de que la guerra se extendiera de Israel a Irán y, desde allí, a toda la zona de guerra del Medio Oriente; y posiblemente más allá. 

El sábado 20 de abril, la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos aprobó un proyecto de ley de ayuda militar de casi $100.000 millones de dólares para Ucrania, Israel y Taiwán, que fue aprobado por el Senado el martes 23 de abril y promulgado por el Presidente Biden el miércoles 24 de abril. El proyecto de ley proporciona decenas de miles de millones de dólares al complejo militar-financiero estadounidense (y de ahí, un traspaso a las firmas financieras en quiebra de Wall Street); enviará armas y envalentonará políticamente al gobierno neonazi de Zelenski en Ucrania y a los asesinos de Netanyahu en Israel; y ayudará a preparar una próxima guerra caliente contra China en la región Indo-Pacífica. 

En el momento preciso en que lees este informe, el gobierno de Biden amenaza con desatar una guerra financiera a gran escala e imponer sanciones contra China (una nación de 1.400 millones de habitantes con la economía más poderosa del planeta) como las que se han impuesto contra Rusia desde el 2022, las cuales contribuyeron en gran medida a destruir el dólar como moneda de reserva mundial. El secretario de Estado, Tony Blinken, se encuentra de viaje de tres días en China, donde va a indicar a las autoridades chinas que tienen que poner fin a toda cooperación económica significativa con Rusia, alegando que están proporcionando “tecnologías de doble uso” para la guerra de Rusia en Ucrania. Según un artículo publicado el 22 de abril en el Wall Street Journal, Estados Unidos ya está redactando sanciones que aislarían a los bancos chinos del sistema financiero mundial si no cumplen las reglas; precisamente la política que supuso un fracaso tan catastrófico contra Rusia. Repetirlo contra China bien podría inclinar al mundo entero hacia la desdolarización global y el desacoplamiento económico; esto sería el preludio de la guerra general. 

El Ministerio de Asuntos Exteriores de China denunció esta “maliciosa intención de frenar y suprimir el desarrollo industrial de China... [y] advertimos a Estados Unidos que suprimir la ciencia y la tecnología de China es... privar al pueblo chino de sus legítimos derechos al desarrollo. China responderá con firmeza”. 

Los rusos también se preparan para lo que viene. El ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, anunció el 23 de abril que el sistema de misiles antiaéreos de nueva generación S-500 entrará en servicio a finales de este año. Los medios informativos rusos señalan que se sabe poco sobre el S-500, salvo que, al parecer, es capaz de interceptar misiles hipersónicos, así como de destruir objetivos en órbita terrestre baja. Quienes en Occidente están contemplando persistentemente la posibilidad de un ataque nuclear de “decapitación preventiva” contra Rusia querrán pensárselo dos veces, si es que pensar todavía forma parte de sus capacidades. 

Al mismo tiempo, Rusia y China se están moviendo con la misma urgencia para trabajar con naciones amigas con el fin de ampliar los proyectos de desarrollo de infraestructura de alta tecnología en toda la región de Eurasia y el Pacífico, así como para explorar las relaciones financieras y comerciales con las naciones del BRICS que pueden eludir las sanciones mortales y la deuda especulativa asociada con el sistema en bancarrota basado en el dólar de Wall Street. El análisis del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, sobre el pasado y el futuro del sistema ferroviario Troncal Baikal-Amur, en el Lejano Oriente del país, es un ejemplo de ese enfoque. Hay que subrayar que la primera construcción ferroviaria de Rusia, que permitió abrir su enorme país al interior, se inspiró en el Ferrocarril Transcontinental del Presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, y en el Sistema Americano de economía en general. 

¿Por qué Estados Unidos no es hoy un aliado de tales esfuerzos, en lugar de ir a la guerra para detenerlos, siguiendo las órdenes de Wall Street y la City de Londres? Esa es la pregunta urgente que deben hacerse y responder los estadounidenses que están hartos de la guerra de Ucrania, que están horrorizados por el genocidio perpetrado en Gaza que Estados Unidos está respaldando, y quienes piensan que es una locura ir a la guerra contra China. 

Al igual que China, Rusia ha declarado en repetidas ocasiones que está dispuesta a cooperar con Estados Unidos y Europa, siempre que exista un verdadero beneficio mutuo y respeto por los intereses esenciales de cada uno. En su informe fundamental “Concepto de la política exterior de la Federación Rusa”, de 31 de marzo de 2023, el gobierno ruso declaró de forma inequívoca: 

“Rusia no se considera enemiga de Occidente, no se aísla de Occidente, ni tiene intenciones hostiles con respecto a éste; Rusia espera que en el futuro los Estados pertenecientes a la comunidad occidental se den cuenta de que su política de confrontación y sus ambiciones hegemónicas carecen de perspectivas, tomen  en cuenta las complejas realidades de un mundo multipolar y reanuden una cooperación pragmática con Rusia guiándose por los principios de igualdad soberana y respeto a los intereses de cada uno. La Federación Rusa está dispuesta a dialogar y cooperar sobre esa base”. 

Como ha insistido en repetidas ocasiones la fundadora del Instituto Schiller, Helga Zepp-LaRouche, somos Una Humanidad, y debemos resolver las necesidades de seguridad y desarrollo de todas las naciones, o no conseguiremos resolver la de ninguna.

 

Para mayor información escriba a preguntas@larouchepub.com

 

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