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¿El fin de la antidiplomacia?

7 de julio de 2024 (EIRNS) — El "efecto Orbán" golpeó al mundo esta semana. Las acciones del Primer ministro de Hungría Viktor Orbán, al volar a Kiev para discutir la paz con el Presidente Zelenski de Ucrania, y luego a Moscú para hacer lo mismo con el Presidente Putin de Rusia, pusieron de manifiesto que no ha habido diplomacia en Occidente durante años. Dejando a un lado lo que se consiguió y lo que no se consiguió inmediatamente, como dijo Orbán, "quedan muchos pasos por dar para acercarnos al final de la guerra. Sin embargo, hemos dado el paso más importante: hemos establecido contacto.... He concluido mis conversaciones en Moscú con el Presidente Putin. Mi objetivo era abrir los canales de comunicación directa e iniciar un diálogo sobre el camino más corto hacia la paz. Misión cumplida. Continuará el lunes". 

No está claro lo que Orbán tiene planeado para el lunes, sin embargo, el mismo viernes 5 de julio, que voló a Moscú y se reunió con Putin durante 2,5 horas, también apareció en la publicación estadounidense Newsweek, en un extenso artículo de opinión titulado “The Point of NATO Is Peace, Not Endless War” (El asunto de la OTAN es la paz, no la guerra sin fin). Aparte de su dominio de la historia propio de un estadista, critica la hipocresía de la OTAN al afirmar que "hoy, en vez de la paz, la agenda es la búsqueda de la guerra; en vez de la defensa, es el ataque. Todo esto va en contra de los valores fundacionales de la OTAN.... En la actualidad, cada vez son más las voces dentro de la OTAN que defienden la necesidad —o incluso la inevitabilidad— de una confrontación militar con los demás centros de poder geopolítico del mundo. Esta percepción de una confrontación inevitable funciona como una profecía que se cumple. Cuanto más crean los dirigentes de la OTAN que el conflicto es inevitable, mayor será su papel en precipitarlo.... La OTAN cumple su propósito cuando gana la paz, no la guerra. Si elige el conflicto en vez de la cooperación, y la guerra en vez de la paz, se estará suicidando". 

También el viernes 5, el Primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, dio su primer discurso público desde que recibió varios disparos el 15 de mayo en un intento de asesinato; declaró que, si su salud se lo hubiera permitido, se habría unido a Orbán en la visita a Moscú. Frente a los aullidos de los belicistas, enfurecidos por el acto de diplomacia de Orbán, Fico replicó: "No hay suficientes, repito, no hay suficientes conversaciones de paz, iniciativas de paz". Hace sólo unas siete semanas, Fico estuvo a punto de perder la vida, debido a su negativa a sumarse a la histeria bélica. 

En la vecina Bulgaria, el Primer ministro Dimitar Glavchev, del gobierno provisional, declaró que la próxima semana ofrecerá a la OTAN los servicios de Bulgaria para la mediación en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Y el 4 de julio, de regreso de la reunión del Consejo de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Astaná, Kazajistán, el Presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (que había mediado en las fructíferas negociaciones ruso-ucranianas de 2022, hasta que el británico Boris Johnson descendió sobre Kiev para romperlas) se comprometió apasionadamente a renovar la diplomacia: "Esta batalla no beneficia ni a Rusia ni a Ucrania. Los únicos ganadores de la guerra son los mercaderes de sangre y muerte. Quiero creer que ahora es posible reducir las tensiones y sentar las bases de la paz. Estamos dispuestos a hacer nuestra parte, como hemos hecho hasta hoy, para crear y proteger ese terreno”. 

El "efecto Orbán", en un nivel es simplemente una voz que afirma lo obvio, que el derramamiento de sangre y el enfrentamiento termonuclear no tienen otro final que la diplomacia, y otros que se dan cuenta de lo que ha faltado en la escena en Occidente. La semana comenzó con el propio Orbán, ya que Hungría asumió la presidencia semestral rotatoria del Consejo de la Unión Europea, asumiendo un cargo con más ceremonia que poder oficial. Y los tres mandatarios citados son de Europa Central, no de Alemania, Francia o Italia. Y aunque el propio Orbán sea más maduro, pausado y culto que el candidato a la Presidencia de Estados Unidos Donald Trump, tiene algunas debilidades similares, con la posibilidad de quedar atrapado defendiendo el genocidio israelí o culpando a los inmigrantes de todos los problemas de Hungría. Sin embargo, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Y esta semana, el tuerto puede haber abierto algunos ojos sobre lo antinatural y peligroso que ha sido el reciente periodo de antidiplomacia en Occidente.

 

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