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Terror en la plaza del mundo: el 2 de abril del presidente Bush

4 de abril (EIRNS)—"LaRouche in 2004", el comité de campaña del precandidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos para el 2004, Lyndon H. LaRouche, emitió la siguiente declaración que éste hiciera el día 3 de abril.

El Día de los Inocentes estadounidense llegó un día tarde este año.

El viernes 2 de abril la caterva de vampiros y ladrones, también conocidos como los estrategas de la campaña del presidente George W. Bush, llevaron a cabo una de las maniobras publicitarias más estúpidas de la historia moderna, con la manera en que orquestraron, junto con el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, los informes fraudulentos con los que pretendían convencer a los incautos más tontos del mundo de que hay un repunte de la ya tambaleante, inepta y decrépita economía estadounidense.

Hubo días en que el verdugo oficial faltó por enfermedad, pero no desatendió sus deberes por mucho tiempo. Es posible que el sistema financiero mundial no estalle el lunes, pero el pobre simplón de Bush activó los detonadores; pueda que el campo minado de las finanzas mundiales estalle la semana que viene o pueda que no, pero ya está presto a estallar casi cualquier semana o día. La ilusión de que podía posponerse la explosión del sistema monetario-financiero mundial hasta después de las elecciones generales estadounidenses de noviembre, salió de la facultad de Economía para instalarse en la de Psicopatología Clínica.

Es notable la reacción patética del presunto candidato presidencial demócrata, el senador John Kerry, a esta noticia. Si la declaración disparatada emitida por el senador Kerry salió de su propia cabeza o de las presiones influyentes ejercidas por los círculos del Comité Nacional Demócrata sobre su campaña, es algo que todavía no se sabe. No obstante, el hecho de que pronunciara una declaración tan disparatada nos pone sobre aviso de que él aún no está a la altura del reto de ser el próximo Presidente de los Estados Unidos. A no ser que se me permita tomar control de la dirección de la campaña demócrata del 2004, Kerry, con sus asesores actuales, de seguro será un desastre. No sólo el candidato Kerry, sino toda la actual caterva de caciques de la campaña del Partido Demócrata del 2004 también metieron la pata, y en grande. El presidente Bush es claramente un caso perdido, pero la presente dirigencia del Partido Demócrata no es mucho mejor. La pregunta es: ¿es mejor el juicio de los votantes ahora?

1923 y ahora

Quienes saben poco o nada de economía —tales como la persona típica de la generación del 68 entre los funcionarios de gobierno, profesores universitarios de economía, gerentes de empresas o los periodistas en general—, me desafían: "¿Cómo te atreves a afirmar que puedes predecir un crac económico? ¿Qué eres, algún tipo de loco que arma teorías de conspiración? Muéstrame tus gráficas de Wall Street para probar tus predicciones".

Primero, nunca hago predicciones. Las predicciones se las dejo a los necios que se niegan a reconocer que la historia es la historia de la selección voluntaria de pautas a seguir. Yo pronostico de maneras que toman en cuenta el factor voluntario en la economía. Que esos quejosos lastimeros expliquen cómo y por qué he sido, en base al historial público, el más exitoso pronosticador de largo plazo en las últimas cuatro décadas.

Primero, me baso principalmente en tendencias físico-económicas de largo plazo, en vez de las tendencias meramente monetario-financieras. Segundo, lo que pronostico son dos clases de sucesos: primero, la economía ha pasado a una etapa de su historia denominada "condición límite"; segundo, describo esa condición límite en términos de los principales cursos de acción opuestos, de entre los cuáles la sociedad tendrá que escoger al irse acercando a esa condición límite.

Al bregar con la suerte de crisis de desintegración internacional que el Gobierno del simplón de Bush desató el viernes, tenemos que reconocer cómo las decisiones que se tomaron en el marco de octubre-noviembre de 1998 desencadenaron una estrategia de erigir un "muro de dinero", en un esfuerzo por abatir la amenaza continua de un derrumbe generalizado de los mercados mundiales de derivados financieros. Desde entonces, el ritmo de generación de nuevos volúmenes de dinero necesarios para inundar, y apuntalar así, los mercados financieros, ha generado una espiral de inflación mundial que acelera. Mientras que la economía física estadounidense ha seguido contrayéndose, la tasa de emisión de agregados monetarios ha aumentado a un ritmo autoacelerante. Este fenómeno debe compararse con la Alemania de 1923, cuando el esfuerzo del Gobierno alemán de apuntalar la economía con la maquinita de dinero desencadenó la hiperinflación de junio-noviembre de 1923, que tronó al sistema financiero alemán.

En una economía dominada por las políticas posteriores a 1987 del sistema de la Reserva Federal de Alan Greenspan, la inflación sólo puede controlarse saqueando principalmente la riqueza física de los pueblos estadounidense y extranjeros. En la medida en que este saqueo se aproxima a un límite asintótico, la tasa de hiperinflación requerida para posponer un derrumbe sistémico tiende a moverse más y más en una dirección casi totalmente vertical, como fue el caso en la Alemania de 1923. Lo empinado de esta curva de hiperinflación deviene en lo que los físicos llaman una "condición límite". En ese momento una desintegración general del sistema monetario-financiero existente se torna inevitable, como lo es hoy día para las Américas, Japón y Europa Occidental y Central.

Cuando hayamos pasado a tal condición límite bastarán pequeñas perturbaciones para desatar la clase de explosión-desplome inherente a cualquier espiral hiperinflacionaria, como por ejemplo una espiral a la "John Law". Con una administración prudente puede posponerse la explosión, hasta cierto punto: las medidas temerarias tendrán un efecto parecido al de pisar un detonador en un campo minado. El pobre tonto del presidente Bush, sin la más mínima idea de lo que realmente estaba haciendo, pisó un detonador cebado el 2 de abril de 2004. Vaya manera de celebrar el Día de los Inocentes, aunque fuera un día más tarde.

Qué debemos hacer

Al bregar con un sistema hiperinflacionario a punto de estallar, ningún remiendo dentro de las reglas de ese sistema podrá lidiar con la amenaza de un desplome físico generalizado de la economía. Sólo un cambio súbito y radical de las reglas del juego que representa el sistema actual puede evitar la suerte de catástrofe, de otro modo inevitable, que amenaza a los Estados Unidos y a su pueblo en estos momentos, al tiempo que el bien intencionado, pero ignorante económico, senador John Kerry farfulla y tropieza con los retos que presentan los sucesos de la tarde del viernes 2 de abril.

Los cambios que requieren los Estados Unidos son ecos de la respuesta del presidente Franklin Roosevelt a la depresión creada por tales predecesores derechistas suyos como Coolidge, Mellon y Hoover. Tenemos que escoger el precedente de Roosevelt por tres razones interrelacionadas.

Primero, porque representa un precedente que tuvo éxito bajo circunstancias muy parecidas a la crisis del "día del juicio final" que hoy nos azota.

Segundo, porque aunque hay variaciones que en teoría pudieran funcionar tan bien o mejor que las de Franklin Roosevelt, en la política tenemos que contar con la esperanza de poder evitar cualquier acción repentina y drástica que no goce de la credibilidad que concede un precedente probado y relativamente exitoso, de preferencia un precedente tomado de la experiencia de la misma nación. Ese es el motivo por el que ningún candidato presidencial puede estar de veras calificado para la clase de crisis que hoy enfrentamos en lo inmediato, a menos que él o ella fuere un firme partidario de la excelente tradición de la democracia rooseveltiana. Una comprensión crítica de los precedentes pertinentes es el primer principio de la práctica política.

Tercero, el principal obstáculo que de inmediato se presenta a la tarea de emprender una acción de recuperación exitosa proviene de los miembros de la misma ralea de oligarquía financiera internacional —como la de esos financieros entonces asociados con Montagu Norman de Inglaterra y Hjalmar Schacht— que pusieron en el poder a los aliados de Hitler de entre los regímenes fascistas de la Europa continental en el período de 1922-1945. Hoy, como entonces, el obsceno espectáculo del esfuerzo por cobrar la deuda de Argentina es un ejemplo de la mentalidad y los métodos de esa misma oligarquía financiera.

Un Partido Demócrata necesitado de dinero para su campaña tiende, por tanto, a buscar apoyo financiero donde aparentemente está disponible en abundancia: del mismo género de oligarquía financiera que en un principio le entregó el mundo a Mussolini, Hitler, Franco y demás en el período de 1922-1945. Es por eso que el presidente del Comité Nacional Demócrata (CND) Terry McAuliffe se comporta de la forma tan enajenada como lo hace.

Existe una alternativa a una dictadura de los banqueros en los Estados Unidos hoy. En vez de correr tras el dinero como lo hace el presente CND, vayamos por una movilización de la gente, en especial la del 80% de menores ingresos familiares, a la que el CND ha tratado de forma tan ruin por cerca de treinta años. Yo hablo en el interés del pueblo, de todo nuestro pueblo, como dan fe de esto los principios de ley natural establecidos en nuestra Declaración de Independencia y en el preámbulo de nuestra Constitución federal.

Pueblo, ¡elige! Elige a tu candidato, o los banqueros que hoy prácticamente son dueños de las maquinarias de los partidos elegirán por ti, del modo que los banqueros lo hicieron en Alemania en enero-febrero de 1933.

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