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El Nuevo Trato para la humanidad no es verde,
¡es humano!

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Este artículo se publicó en la edición del 12 de febrero de 2020 de Executive Intelligence Review.

3 de febrero de 2021 — Está en marcha la mayor villanía en contra del bien común, literalmente frente a los ojos del público de todo el mundo, lo cual hará a los ricos aún más ricos y a los pobres aún más pobres y tendrá consecuencias catastróficas: motines por hambre y caos social total en las naciones industrializadas, genocidio contra los llamados países subdesarrollados y, en opinión de la oligarquía financiera, pronto será casi inevitable una tercera guerra mundial de los países de la OTAN contra Rusia y China. Todos estos acontecimientos desastrosas serán pronto la consecuencia, si todas las inversiones se dirigen hacia ramas de la industria “verde” ambientalista y si le sigue la eliminación completa de la inversión a través de los bancos centrales, no solo para la energía nuclear sino para todos los combustibles fósiles, como en el “Green Deal” o “Trato Verde” ambientalista de la Unión Europea (UE) o el “Green New Deal” o “Nuevo Trato Verde” del gobierno de Biden.

Lo que debería ser obvio para toda mediana empresa en la economía productiva, sorprendentemente está entrando solo de forma lenta al debate público: esta transformación de la economía, también promovida como el “Great Reset” o “Gran Reajuste”, por el príncipe Carlos y por Klaus Schwab del Foro Económico Mundial, significaría una extensa desindustrialización y un sacrificio masivo de la prosperidad de la población. Eric Heymann, un economista decano del Deutsche Bank Research, en un artículo de mediados de enero, criticó el “debate deshonesto” mediante el cual la UE quería imponer su Pacto Verde a la población, lo cual “no sería posible sin una parte sustancial de la dictadura ecologista”; e incluso eso, ¡es el eufemismo del año!

Si como quieren los arquitectos del Pacto Verde, todas las economías industriales se sujetasen a la “taxonomía” (es decir, que se lleve un registro de su llamada “huella de CO2”), se impondrá un sistema de clasificación de las llamadas actividades económicas “ecológicamente sostenibles” y todas las actividades privadas también se sujetarán a los dictados de una supuesta protección del clima; entonces, esto solo será posible con una dictadura y un control del pensamiento que haría que la Inquisición pareciese un día de campo.

Si esta utopía verde ambientalista llegase a convertirse en realidad (y no puede, porque conducirá de antemano al caos, como veremos en un momento) los precios extremadamente inflados determinarían el tamaño de las casas o apartamentos en los que cualquiera pueda vivir, a que temperatura podrán calentarse, cuales dispositivos eléctricos se permitirán todavía, que tan lejos podrás viajar con cuáles medios de transporte, con qué frecuencia podrías comer carne o si podrás comer frutas exóticas en absoluto. Y por supuesto, cada euro y cada dólar gastado en la “protección climática” es un euro que se pierde para inversiones en educación, sistemas de salud, investigación, infraestructura, comunicaciones modernas, seguridad interna y externa, pensiones y actividades de esparcimiento.

Producción desperdiciada en masa, muerte masiva

Los estados federales y municipios donde antes se extraían o procesaban combustibles fósiles en plantas industriales “marrones”, sufrirían pérdidas enormes en ingresos fiscales y desaparecerían los empleos. Al mismo tiempo, se estropearían muchos más paisajes con los ejércitos de turbinas eólicas, mares de paneles solares e interminables líneas de transmisión, que no solo tasajearían la naturaleza y destruirían el hábitat de los animales salvajes y matarían millones de aves, sino que también de ninguna manera estarían a salvo de ataques terroristas. Se necesitarían millones de turbinas eólicas en tierra y miles en alta mar, millones de estaciones de carga y módulos de batería para vehículos, miles de millones de módulos de almacenamiento de energía de respaldo, que requerirían enormes cantidades de hormigón, acero, cobre, plástico, tierras raras y otros materiales. Y eso, a su vez, requeriría una enorme expansión de la minería y la extracción de canteras en todas estas áreas, cosa que ni a los verdes les gustaría.

Sin embargo, el principal problema sería que esta transformación verde absorbería materiales, capacidades industriales y mano de obra, todo lo cual en última instancia representa un desperdicio total e inmovilizaría las capacidades que se requieren con urgencia para la supervivencia económica de la sociedad a largo plazo. Con el abandono de la energía nuclear y los combustibles fósiles, la producción de energía volvería al nivel que existía antes de la revolución industrial, con energía solar y eólica (o hidrógeno, que se obtiene de fuentes modernas de densidad energética).

En el núcleo del método económico y científico que desarrolló Lyndon LaRouche, está su reconocimiento, que estableció científicamente, de que existe una relación integral entre la densidad de flujo de energía utilizada en el proceso de producción y la densidad de población potencial relativa que hace posible eso.

El número de personas que podía vivir en la Tierra durante el período de cazadores-recolectores, cuando solo se disponía del viento y del Sol para la propagación de conejos y bayas en el "proceso de producción" en esa época, estaba en el rango de unos pocos millones. Incluso con el dominio de la electricidad y algunos otros avances tecnológicos, el viento y el Sol siguen siendo fuentes de energía con la misma densidad de flujo energético que tenían hace más de 10.000 años.

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Janwikifoto
Hans Hoachim Schellnhuber, CBE, fundador del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, alega que la “capacidad de carga” de la Tierra es, cuando mucho, de solo mil millones de personas. Actualmente somos 7.800 millones.

Hans Joachim Schellnhuber, Comendador de la Orden del Imperio Británico (CBE), fundador del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, quien durante mucho tiempo ha propagado la "Gran Transformación y Descarbonización de la Economía Mundial", asocia esa densidad de flujo de energía con una "capacidad de carga" de la Tierra de mil millones de personas, cuando mucho. Hoy en día viven en la Tierra casi 8 mil millones de personas y según estimaciones de la ONU, en 2050 vivirán tan solo en África alrededor de 2.500 millones de personas, es decir, significativamente más de lo que Schellnhuber cree que es bueno para el mundo entero.

El efecto realmente espantoso de la transformación de una economía en una en la que solo se utilizan tecnologías verdes, no consiste solo en el derroche monetario. Más grave aún, la densidad de flujo energético que se utilizaría entonces en las economías de los Estados occidentales significaría no solo el fin de esos Estados como naciones industrializadas, sino también la destrucción de las capacidades industriales necesarias para superar el subdesarrollo de los llamados países en desarrollo.

En vista de la pandemia de COVID-19 ya desenfrenada en los países del Sur Global, las mutaciones que ya han ocurrido y ciertamente seguirán ocurriendo en el futuro, así como las hambrunas de "dimensiones bíblicas" --como lo planteó David Beasley, del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas-- existe un riesgo de muertes en masa a una escala sin precedentes. La oligarquía financiera maltusiana, que desde la publicación de la propaganda acientífica del Club de Roma (sobre los supuestos límites del crecimiento) ha declarado que el principal peligro es la supuesta superpoblación de la Tierra, sólo necesita dejar que los cuatro jinetes del apocalipsis (guerra, hambre, enfermedad y muerte) corran libres para reducir la población al nivel deseado.

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CC/Camerafiend
Toronto durante el Apagón Noreste de 2003.

Una falla de energía de largo plazo”

Pero como ya se mencionó al principio, de todas maneras la utopía verde nunca se hará realidad en la forma en la que la publicitan, porque no se puede abandonar la energía nuclear y los combustibles fósiles en naciones relativamente altamente industrializadas como las del sector transatlántico sin provocar apagones y una precipitación en el caos. La red eléctrica paneuropea volvió a acercarse peligrosamente a eso el 8 de enero de este año, cuando debido a una falla en Rumania, se produjo un apagón que solo pudo ser superado por suministros de energía adicionales desde otros países para estabilizar la red.

Según los expertos del proveedor de electricidad austriaco EVN, fue la segunda gran interrupción más grave en la red europea hasta la fecha, en la que se alcanzó el tercero de cuatro niveles de alerta y las máquinas susceptibles ya habían reaccionado a la reducción de la frecuencia eléctrica. Numerosas centrales eléctricas tuvieron que suministrar energía adicional, y se tuvieron que movilizar las centrales hidroeléctricas de almacenamiento por bombeo y las centrales eléctricas de gas aún existentes, para que la red de seguridad pudiera salvarse del apagón en una especie de operación de bomberos. Pero estuvo cerca.

El rumbo actual que lleva la oligarquía financiera, para obligar a aceptar la descarbonización de la economía por todos los medios, solo puede describirse como una política vertiginosa del mayor riesgo, en la que la perspectiva de hacer su agosto especulando con los $30 billones de dólares previstos que se gastarán en el Gran Reajuste, ha barrido cualquier preocupación por el bien común de la sociedad. Pero esta política es mortal para un gran número de personas. Ha llegado el momento de abordar urgentemente el asunto que la Oficina de Evaluación Tecnológica del Parlamento Alemán (Bundestag) examinó en un estudio de 2011, titulado “El peligro y la vulnerabilidad de las sociedades modernas; el ejemplo de una falla de energía a gran escala y por largo tiempo”.

Debido a la extrema complejidad de una sociedad moderna y de alta tecnología basada en la división del trabajo, en la que se entrelazan diversas infraestructuras críticas, como la tecnología de la información, las telecomunicaciones, el transporte y el tráfico, el suministro de energía y la atención médica, estas sociedades son sumamente vulnerables, como lo han dejado claro los repetidos ataques terroristas, los desastres naturales y los accidentes particularmente graves. Todos estos sistemas dependen de un suministro de electricidad, y un apagón prolongado y generalizado tendría consecuencias devastadoras. Los estudios llegan a la conclusión de que difícilmente podría evitarse un colapso de toda la sociedad.

Entre las consecuencias inmediatas tendríamos: la falla, inmediatamente o después de unos días a más tardar, de los servicios de telecomunicaciones y datos, teléfonos fijos, centrales locales, redes celulares, suministro de energía de emergencia, radiodifusoras públicos (y por lo tanto la comunicación entre autoridades, población y empresas que utilizan teléfonos) e Internet. El transporte y el tráfico por carretera, ferrocarril, aire y agua se detendrían inmediatamente o después de unas horas, y el tráfico sería caótico inmediatamente después del corte de energía. Los cruces, túneles y sistemas de barreras estarían bloqueados, se producirían grandes embotellamientos del tráfico, se producirían numerosos accidentes, los servicios de rescate y la atención de los heridos a veces se volverían imposibles, las personas quedarían atrapadas en el metro, trenes y ascensores.

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CC/Kit Conn
Parque eólico cerca de Palm Springs, California.

Escasearía el combustible para los vehículos y se interrumpiría el suministro de alimentos y suministros médicos a la población. Habría un colapso importante en la atención médica y farmacéutica para las personas, que se verían severamente restringidas después de solo 24 horas. Los fármacos perecederos como la insulina, las reservas de sangre y los líquidos de diálisis difícilmente estarían disponibles. Ya no se podría contactar a los servicios de urgencia mediante una llamada al 911. Se pueden esperar daños graves a la salud o la muerte de muchas personas durante la primera semana.

Como resultado, el orden público comenzará a colapsar, una parte de la población mostrará una gran disposición a ayudar, pero otra parte será más despiadada, más agresiva y más violenta. Ocurrirá un comportamiento apático o similar al pánico. Según el informe de la TAB:

Los cortes de energía como un excelente ejemplo de "efectos de daños en cascada" deberían por tanto seguir teniendo una alta prioridad en la agenda de los responsables en la política y en la sociedad, también con el fin de concientizar sobre este tema a las empresas y a la población. El informe presentado por la TAB también debería contribuir a ello.

El Nuevo Pacto Verde significa un caos por la ruptura de muchos conceptos básicos de la sociedad moderna que dependen del suministro de energía abundante e ininterrumpida, disponible ahora solo a partir de combustibles fósiles y energía nuclear. A continuación se muestran algunos ejemplos: ascensores en apartamentos de gran altura, tránsito urbano, cirugía hospitalaria, sistemas de riego y fertilización agrícolas y procesos industriales.
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CC/Michael Bednarek
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CC/Almondbite3
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CC/Farmartin.
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Ford Motor Company

Evidentemente, estas “personas responsables” han demostrado en las últimas décadas una enorme capacidad para hacer exactamente lo contrario y para suprimir casi por completo cualquier conciencia de los enormes riesgos de sus políticas. Esto es así con respecto a las consecuencias, por ejemplo, de la eliminación nuclear y ahora la planificada eliminación de las industrias de combustibles fósiles en países como Alemania, y pronto la UE y Estados Unidos, así como respecto al concepto neoliberal de vivir al límite para maximizar las ganancias. Cuando el presidente Richard Nixon destruyó el sistema de Bretton Woods en 1971, y acabó con los tipos de cambio fijo y desacopló el dólar de la paridad con el oro, fue Lyndon LaRouche quien publicó con visión de futuro el pronóstico de que una continuación de estas políticas monetaristas necesariamente conduciría a una nueva depresión, un nuevo fascismo, y el peligro de una nueva guerra mundial o, por el contrario, sería necesario un giro hacia un nuevo orden económico mundial justo.

A partir de entonces, LaRouche analizó cuidadosamente cada paso más en la dirección de una mayor desregulación de los mercados financieros a favor de la especulación y señaló sus consecuencias.

Ahora hemos llegado al final del camino: detrás del intento de imponer el Nuevo Trato Verde en el mundo está el intento desesperado de la oligarquía financiera de la City de Londres, Wall Street y el Valle del Silicón, de darle soporte vital, una vez más, al sistema financiero que está irremediablemente en bancarrota, inyectándole una enorme suma de $30 billones de dólares y así cosechar una última ganancia gigantesca para los especuladores de este mundo. ¡Después de nosotros el diluvio! Hay "súper inversionistas" como Jeremy Grantham, de la empresa de gestión de activos de Boston, Grantham, Mayo, Van Otterloo & Co., quien, en sus análisis, está convencido de que el comportamiento humano es el mismo que el de las ratas:

Habrá algunas semanas de dinero extra y unas semanas de poner tus últimas y desesperadas fichas en el juego, y luego una quiebra aún más espectacular…. Cuando se alcanza este nivel de súper entusiasmo obvio, la burbuja siempre, sin excepción, se ha roto en los meses siguientes, no en algunos años.

¿Qué tan mal se pondrá? Como el crac de 1929, dice Grantham.

Otra implicación para la autodestrucción de Occidente por el Nuevo Trato Verde ambientalista, es la probabilidad, de casi el 100%, de que su implementación conduzca a la Tercera Guerra Mundial y a la extinción de la humanidad. Si Occidente se desmantela económicamente a través de políticas verdes, mientras que China y toda Asia crecen imparablemente, existe un riesgo creciente de que esto conduzca a un enfrentamiento nuclear, ya que, dadas las políticas actuales de la OTAN y las diversas doctrinas de seguridad de Estados Unidos, no se puede suponer que la OTAN se disolvería de una manera pacífica similar a la de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia. El Almirante Charles Richard, Jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos, es solo uno de los muchos militares que acaba de expresar la opinión, en la revista mensual Proceedings, publicada por el Instituto Naval de Estados Unidos, que hoy día es más probable una guerra nuclear con Rusia o China y que, por lo tanto, Estados Unidos debe modernizar su arsenal nuclear, lo cual ya está en pleno apogeo.

Mejor elige la supervivencia humana duradera

Incluso si muchas instituciones parecen haberse decidido por el rumbo descrito aquí, no es demasiado tarde para tomar la alternativa. La pandemia de COVID-19 ha demostrado cuán extremadamente vulnerables somos realmente como especie humana y que, de manera realista, solo tenemos una oportunidad de asegurar nuestra supervivencia a largo plazo: uniéndonos en un nuevo paradigma de cooperación entre todas las naciones de este mundo para dedicarnos a las verdaderas tareas comunes de la humanidad.

La clave para superar la crisis está en una imagen del hombre que no ve a la humanidad como un parásito de la naturaleza cuyas actividades contaminan y destruyen a la pobre Madre Tierra, por lo que sería bueno reducir al máximo el número de personas (pero ¡no tanto como para dejar a la oligarquía sin suficiente personal de servicio!). El hombre, simplemente, no es un ser sensorial manipulable que pueda ser controlado por la forma moderna de pan y circo y la degradación de la industria del entretenimiento.

La humanidad es la única especie cuya razón creativa está en conformidad con las leyes del universo e incluso es una parte integral desarrollada del mismo. Es precisamente esta capacidad la que permite a la humanidad descubrir una y otra vez, nuevas hipótesis revolucionarias sobre las leyes físicas del universo, que luego se utilizan en el proceso de producción para definir plataformas completamente nuevas del nivel de vida humano, de la esperanza de vida, de entender realmente el cambio climático que se ha estado produciendo durante millones de años y de una mayor perspectiva para crear los requisitos necesarios para los futuros vuelos espaciales interestelares a través de la colonización del espacio más cercano.

Ahí es donde, por fin, entenderemos de qué se trata el cambio climático y como los movimientos cíclicos de nuestra galaxia afectan al llamado clima. Sin embargo, para resolver el problema, no necesitamos paneles solares o turbinas eólicas, sino más bien el uso de la fusión nuclear como fuerza motriz para las misiones tripuladas a Marte y más allá. El hombre es el ser que puede perfeccionarse intelectual y moralmente sin límites, porque eso corresponde a las leyes del universo, del cual la humanidad es la parte más desarrollada. Necesitamos reajustar el reajuste y necesitamos una redefinición positiva de la misión del hombre en el universo.

 

Para mayor información escribir a preguntas@larouchepub.com

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