Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

La defunción de un importador de último recurso

por Lyndon H. LaRouche, Jr.
23 de diciembre de 2000

En medio de sucesos coincidentes con la liquidación de la candidatura presidencial del vicepresidente Al Gore a manos de la mayoría de la Corte Suprema de los Estados Unidos, la economía estadounidense entró rápidamente a una fase de ruina política y económica equiparable, como lo he dicho antes, a la que sufrió el régimen alemán oriental Honecker y Mielke en noviembre de 1989.[1] A lo mejor pronto haya que recordar otro suceso histórico más antiguo, la caída del jefe de la Reserva Federal Alan Greenspan como reescenificación del vuelo, desde las páginas de la historia, en su camisón de dormir, del antes todopoderoso y aterrador lord sir George Jeffreys, magistrado principal de Inglaterra.

La economía de los Estados Unidos todavía no pierde el camisón, pero hay que observar que la catástrofe financiera ahora en marcha parece no tener fondo. Si las cosas siguen como van en los mercados mundiales, lo último que se verá de la burbuja de Greenspan será como un camisón vacío que, ya sin Greenspan, que quedó tirado por ahí, se pierde, agitado en sus peores contorsiones, allá en el horizonte. En las páginas de la historia futura, pero no muy distante, la ruina ya en marcha de la infladísima burbuja financiera estadounidense, se conocerá como "el fallecimiento del gran importador de último recurso".

Los historiadores futuros moverán la cabeza lenta y tristemente cuando lean que los principales periódicos y funcionarios políticos electos de los Estados Unidos de este momento se la pasaban hablando del desempeño continuo de "la economía", discutiendo qué será "bueno para la economía", una economía que ellos mismos ya habían matado y enterrado por la noche décadas atrás con el ejercicio del predecesor inmediato de Greenspan en la Reserva Federal, Paul Volcker. Lo que se viene abajo ahora no es una economía, sino una vasta burbuja financiera cuya expresión económica principal es el papel del sistema financiero estadounidense como "importador de último recurso" para el mundo en general.

Miren lo que se llama producción estadounidense. ¿Cuánto del contenido de la presunta producción estadounidense no es sino la reventa de componentes, ensamblajes y hasta productos enteros de importación? Comparen el país de origen de la ropa y casi todo lo demás, por tipo, que usaron hace unos veinte años y el país de origen del mismo producto o su equivalente actual. Vean cómo se recurre a operaciones prácticamente de esclavización de la mano de obra en el extranjero para exportar empleo productivo de los Estados Unidos (así como de Europa occidental) a regiones donde el precio de la mano de obra es el más bajo y las destrezas relativas las más marginales. Miren esas dizque empresas industriales estadounidenses. ¿Qué porción de los ingresos totales de esas entidades ha sido reflejo de la pura especulación financiera, como la de las fusiones y adquisiciones con eje en el distrito financiero de Londres?

De hecho, el mundo viene sosteniendo hasta ahora una enorme burbuja financiera denominada en dólares estadounidenses, en gran medida para apuntalar el papel de "importador de último recurso" que desempeña para buena parte del mundo la inflada e intrínsecamente quebrada economía estadounidense.

¿Qué pasa cuando esa burbuja financiera entre a su fase inevitable de desintegración en cadena? Eso es lo que ya está pasando.

La crisis de fin de año

Examinen los efectos que semejante viraje tiene en el poder de compra, y en las compras, de una gran parte del 40 por ciento de mayores ingresos familiares de los Estados Unidos. Esto abarca al 20 por ciento de mayores ingresos y a la mitad inferior de ese 40 por ciento, la cual representa la concentración más significativa de poder de compra entre el 80 por ciento de menores ingresos familiares. ¿Qué le ha pasado en fechas recientes a mucha gente del 40 por ciento superior? Presten atención al efecto especial de la mitad inferior de ese 40 por ciento, el elemento principal del poder de compra del 80 por ciento inferior de la totalidad de la población.

Ahora, véanlo desde el punto de vista de lo que los agentes de compras de los Estados Unidos han enfrentado en el manejo de sus cuentas de compras en el lapso de agosto-diciembre de 2000 de la planeación prenavideña de ventas. Observen las relaciones entre el hundimiento de la llamada "nueva economía" y el predicamento del administrador de las cuentas de compras de los comerciantes al menudeo, comerciantes al mayoreo y demás que pasan hoy día por dizque manufactureros. Observen el modo especial en que ésto afectará a la mitad inferior de ese 40 por ciento superior. Véanlo desde el punto de vista de la magnitud de las pérdidas de capital financiero sufridas por los llamados inversionistas y accionistas merced al hundimiento de la burbuja de la "nueva economía" en todo el mundo.

Vean el posible sobrante de mercancías sin vender de toda clase de empresas al día siguiente de Navidad. ¿Quién cuelga entre las ramas secas de ese pobre árbol de Navidad? Luego, piensen en el fin de enero y en febrero y en la primavera. ¿Qué efecto tendrán esas mercancías sin vender en el volumen de los pedidos que le haga al mundo entero el que fuera su importador de último recurso? ¿Qué efecto tendrán en China, por ejemplo? ¿O en México, por ejemplo? ¿En todo el mundo?

Con la caída del valor relativo del dólar estadounidense, tal vez en más de 10 por ciento, para terminar tal vez a 60 por ciento de su tipo de cambio actual, ¿qué le pasará al mercado mundial al que los Estados Unidos han servido de importador de último recurso del mundo entero?

Algo análogo, pero mucho, mucho menos severo, ocurrió en los Estados Unidos en 1929–1932. Lo que enfrentamos entonces fue una crisis financiera y económica mundial. Lo que amenaza al mundo inmediatamente hoy día es una crisis mundial de desintegración económica.

Cuando se consideran hechos como el efecto de la caída del poder de compra del importador de último recurso en la economía de los Estados Unidos y del mundo en su conjunto, tenemos una situación en la que ninguna de las medidas que siquiera le hayan parecido políticamente factibles ya sea al gobierno saliente de Clinton o al entrante de Bush tienen importancia alguna para las realidades del 2001. ¿Qué decir, entonces, de esos ilusos autoengañados que vienen pensando desde el punto de vista de "cómo adaptarnos a las realidades del nuevo gobierno". Dado que yo soy el único personaje internacional con una comprensión competente de las realidades de esta situación, ¿dónde reside el centro táctico, así como el estratégico, de la política mundial en ese momento?

Es hora de dejar el país de los sueños y volver a la realidad.

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[1] Véase Lyndon H. LaRouche, Jr., "Lesson of the Cole Incident: Stop Privatizing Our Generals", Executive Intelligence Review, 10 de noviembre de 2000.