Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

La filosofía de la victoria: ¿Podemos cambiar el universo?

por Lyndon H. LaRouche, Jr.[1]
11 de febrero de 2001.

Prólogo

En una reunión celebrada en Washington a mediados de febrero de 1983, le advertí al gobierno soviético, así como a los altos niveles correspondientes del nuestro, que, a menos que el presidente Reagan ofreciera lo que más adelante anunció con el nombre de Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), y a menos que el gobierno soviético aceptara dicha oferta, el sistema económico soviético estaba condenado a venirse abajo en unos cinco años. Repetí públicamente ese pronóstico muchas veces en el curso de los ochenta. El presidente hizo la oferta,[2] y el gobierno soviético la rechazó de modo perentorio. El desmoronamiento consecuente del sistema económico soviético tardó unos seis años, no cinco.

En una conferencia de prensa que di en Berlín el 12 de octubre de 1988, la cual se teledifundió poco después a todos los Estados Unidos, pronostiqué la inminencia de la ruina en cadena del sistema económico soviético, la cual ya estaba en marcha y conduciría a la posible reunificación de Alemania en el futuro próximo.[3] Propuse un plan para afrontar esa crisis.

Mi plan de octubre de 1988 cobró luego la forma, más detallada, del prograna del "Triángulo Productivo Europeo" de 1990,[4] y se amplió y promulgó en la forma del programa del "Puente Terrestre Eurasiático" elaborado por mis compañeros en 1992–1993.[5]

Por desgracia, merced a la decisión conjunta de la primera ministra Margaret Thatcher, de la Gran Bretaña, el presidente François Mitterrand, de Francia, y el presidente George Bush, se adoptó un curso de acción directamente opuesto al que propuse en Berlín en octubre de 1988. Como resultado de la continuación, en 1989–2001, de esa política dirigida a arruinar la economía de Alemania y de los Estados que fueron miembros del CAME, política que pusieron en marcha conjuntamente Thatcher, Mitterrand y Bush en 1989–1990, no sólo se ha venido abajo el poderío de la antigua Unión Soviética, sino que la economía mundial en su conjunto está actualmente al borde del desmoronamiento económico más desastroso de la historia moderna.[6]

En las advertencias que hice en 1982–1983, hasta que el presidente Ronald Reagan hizo su anuncio del 23 de marzo de 1983, subrayé que el lado militar de mi proposición de defensa contra proyectiles balísticos estratégicos es apenas la superficie de la orientación estratégica que yo proponía. Tanto la economía estadounidense como la soviética estaban ya en un grado bastante avanzado de deterioro, por debajo del nivel de vitalidad física de largo plazo que las dos habían poseído desde mediados de los sesenta.[7] Sin un programa científico de urgencia que sirva de impulsor, semejante al económicamente exitoso programa espacial de Kennedy, tanto la economía estadounidense como la soviética estaban autocondenadas a la ruina inherente a la política económica que seguía cada cual. La diferencia más notable en su situación era que el riesgo de desmoronamiento soviético era a la sazón más inmediato que la posibilidad de la ruina económica estadounidense resultante. La única alternativa viable a mediano y largo plazo era generar una mejoría con un programa científico acelerado, dirigido y calibrado a darle marcha atrás al daño que le habían infligido ya a la economía física del mundo los cambios de orientación de 1966–1983.[FIGURE 1]

De modo que, ya dos años antes de mi proposición de defensa estratégica de mediados de 1979, yo había argumentado que la necesidad de recuperación económica de las dos superpotencias sobrepujaba con mucho los motivos de litigio entre ellas. Sí, teníamos que liberar al mundo de las garras del chantaje de los proyectiles estratégicos, pero debíamos aprovechar la necesidad de dicha defensa como pivote de un esfuerzo mundial de recuperación económica acelerada, del cual ambas partes se beneficiarían.

La diferencia esencial entre la caída del sistema soviético, en 1989–1991, y el hundimiento ya inminente de la economía mundial de las potencias angloamericanas, es su ritmo. Los dos se pusieron rumbo al desastre más o menos desde la época de la campaña electoral de Richard Nixon de 1966–1968.

Considerando mis discusiones de febrero de 1983 en Washington, la idea correcta de la situación mundial actual se expresa diciendo: "Dos sistemas económicos se han hundido; Rusia lucha ahora por reconstruirse a partir de los despojos que dejó el hundido y luego saqueado sistema soviético; el sistema angloamericano está ya en las últimas". Pero a pesar de todo, las potencias monetarias gobernantes del mundo actual están, en lo principal, empeñadas en defender desesperadamente el sistema monetario mundial posterior a 1971, que siempre estuvo condenado a la ruina, y que ha llegado ya al avanzado estado de crisis, bajo el presidente George W. Bush, en que ese sistema mundial no podría salvarse en su forma actual, ni siquiera por un lapso más o menos corto.

Así que, hoy estamos reunidos aquí, merced a los auspicios de la palabra escrita, no para considerar si todavía es posible que los Estados Unidos sigan existiendo, sino si es posible que escojan el camino practicable a la supervivencia. La filosofía clásica, correctamente definida, es la única rama de la ciencia en la que se pueden discutir racionalmente las soluciones posibles a semejante crisis.

Los fundadores principales de los Estados Unidos, y sus predecesores, como Benjamín Franklin y Cotton Mather, hubieran estado de acuerdo con la importancia que le doy a la filosofía. A veces, para sobrevivir, hay que saber nadar. El problema actual es el número relativamente vasto de camadas recientes de profesionales adiestrados en las universidades, parte de ellos ubicados en altos puestos gubernamentales, los cuales, como el "Ozimandias" del poema de Shelley, ni saben nadar en las aguas de la filosofía clásica ni estarían dispuestos a aprender, aun si la supervivencia de su nación depende de ello.

Como en muchos otros asuntos, las universidades de hoy en día y sus libros de textos han degradado lo que se enseña actualmente con la etiqueta de "filosofía" a enseñanzas que, por lo común, son desagradablemente triviales cuando de veras malvadas. Doll Tearsheet, la de Shakespeare, pudo haber dicho de lo que se llama filosofía en la actualidad lo mismo que dijo del título de "capitán" que se ponía Ancient Pistol: "¡Luz de Dios! Estos bribones harán la palabra tan odiosa como la palabra ocupar, que era una palabra excelente hasta que la maltrataron".[8] A menudo, como ocurre hoy día, cuando se habla de asuntos serios, se hace necesario usar otro término en lugar del malempleado nombre filosofía: epistemología, el asunto de los axiomas de suposición, con frecuencia ocultos, sobre los que descansa la totalidad de sistemas específicos de pensamiento. Si no, podemos hacer lo que hago aquí: valernos de otros medios para dejar las distinciones pertinentes tan claras que haya necesidad de buscarle un sustituto al nombre filosofía.

Así que, si vamos a entender el universo real en el que se autodestruyen culturas y aun grandes imperios, tenemos que empezar, como lo hago aquí, por hacer una distinción tajante e intransigente entre mi uso clásico de esos términos, enraizado en la historia, y el uso opuesto, trivial o cosa peor, común entre la fauna intelectual de los bajos fondos de la vida académica contemporánea, los existencialistas, pragmatistas, empiristas y positivistas lógicos.

A pesar de todo, se debe reconocer que el término filosofía significa el concepto más importante por dominar cuando se intenta afrontar la amenazadora realidad de la historia mundial presente, aun a corto plazo. La posibilidad de que la civilización siga existiendo, aun a plazo más o menos corto, depende por completo de líderes que se gobiernen con atención obligatoria al significado práctico de pensar filosóficamente, según defino aquí la filosofía.

De modo que las páginas siguientes abordan un asunto que se debe resolver como un problema filosófico de gran urgencia, asunto que se debe abordar, como lo hago aquí, en aras de la posible supervivencia de la civilización mundial existente recientemente. Para los fines de este repaso, subrayo la forma que asume la crisis para el tipo específico de civilización europea moderna extendida a escala mundial, concentrándome principalmente en el breve lapso inmediato de la crisis mundial cada vez más grave que está en marcha.[9]

La cuestión más importante y más fundamental que nos plantea la catástrofe que arremete hoy día es ésta: como cuestión de principio, ¿en qué grado, de qué manera y por qué medios puede el hombre obtener presciencia del método para cambiar deliberadamente, para bien, el rumbo que lleva el destino de su sociedad de modos específicos, aun para vencer así la peor catástrofe, aparentemente inevitable, como la que se nos viene encima actualmente?

Amenazados por la abrumadora probabilidad presente de que la civilización se hunda en una era de tinieblas planetaria de la humanidad, cómo podríamos cambiar lo que definiré aquí como el comportamiento característico presente de la humanidad, para llevar a esta civilización a puerto seguro, aun a plazo más o menos corto?

Escribo aquí como vocero de lo que se denomina a veces "la tradición intelectual estadounidense", esa tradición europea clásica expresada en la redacción de nuestra Declaración de Independencia (1776) y el preámbulo de nuestra Constitución Federal. Yo defiendo esas instituciones, y juzgo peor que inútiles, en el presente o en el futuro previsible, cualesquier propuestas de que se considere anularlas. La causa de las aflicciones que se autoimpone nuestra nación en la actualidad se localiza en influencias que han sido contrarias a esa tradición intelectual estadounidense.[10]

La raíz de nuestra crisis actual reside en la manera en que se ha llevado a posiciones hegemónicas orientaciones opuestas a esa tradición intelectual estadounidense, las cuales han gobernado y arruinado últimamente las instituciones que le dan forma a nuestra política nacional. Son esas superimposiciones, opuestas a dicha tradición, las que nos están arruinando. Por eso, ninguna acción posible dentro del marco limitado a los absurdos supuestos de formulación de estrategias actualmente hegemónicos en nuestro gobierno y la mayoría de las demás instituciones influyentes podría tener más efecto neto que asegurar y aun empeorar la catástrofe que se nos viene encima.

Yo ataco no solamente las medidas presentes de nuestro gobierno o nuestros partidos políticos, por ejemplo. Merced a las recientes tendencias corruptoras y hasta implícitamente traicioneras, en especial las del ascenso de los últimos treinta años y pico de la "estrategia sureña" de Nixon, los errores de formulación de estrategias de nuestra nación se han vuelto sistémicos. La catástrofe que amenaza actualmente a nuestra nación no es ni accidental ni cíclica; es sistémica, meramente ejemplificada por los rasgos cada vez más demenciales de los pronunciamientos públicos del asustado jefe de la Reserva Federal, Alan Greenspan.[11]

Con crisis sistémica quiero decir que debemos arrancar de cuajo mucho del conjunto implícito de axiomas que gobierna en la actualidad cómo se deciden los cambios de política que esas instituciones y la opinión pública prevaleciente están dispuestas a tolerar. La posibilidad de sobrevivir esta crisis depende de que se le dé respuesta correcta a esta pregunta: ¿Cuáles axiomas, adoptados o implícitos, del comportamiento actual de nuestro gobierno y nuestra ciudadanía en cosa de formulación de estrategias debemos reemplazar, y reemplazar con qué, para producir el pronto cambio de dirección hacia la supervivencia y la recuperación tanto de los Estados Unidos como de la civilización en general?

1.  La cuestión del método histórico

Dado que el hombre es una criatura que se distingue de las bestias por su libre albredrío, nada es fatal. En una sociedad de veras cuerda, los adivinos, astrólogos modernos, visionarios de "profecías bíblicas" y tipos semejantes no tienen posición de influencia en la formulación de estrategias. Así, la doctrina de la "objetividad histórica" predicada por socialistas como Kautsky y Plejanov a comienzos del siglo 20, por ejemplo, que alegaba cierto ordenamiento fatal de la historia, dizque "objetivo", dizque "antivoluntarista", nunca produjo más que resultados a fin de cuentas catastróficos para sus seguidores de esa época. Un resultado semejante le esperaba a seguidores posteriores de la misma doctrina prácticamente mecanicista de la "objetividad histórica", como los dirigentes soviéticos Brezhnev, Andropov y Gorbachov.

Aceptado el hecho de que el libre albedrío distingue sistémicamente al hombre tanto de lo inanimado como de las bestias, hay, no obstante, límites que definen lo que la naturaleza tolerará o no del libre albedrío humano. El libre albedrío no es el derecho de los individuos, o aun de las mayorías de sociedades enteras, a tomar decisones arbitrarias. Como lo argumentaré en las páginas que siguen, el libre albedrío es un principio superior del derecho, también llamado razón o derecho natural.

Hay formas especiales superiores de legalidad universal, que operar a un nivel superior que los aspectos no vivos de nuestro universo y aun por encima de procesos vivos que no sean la especie humana. Esas formas superiores de legalidad universal gobiernan el modo en que al hombre se le permite tratar de cambiar el universo en el que existe nuestra especie, o se le castiga por ello. Para hacernos capaces de prever las consecuencias más importantes que nuestras decisiones o el no cambiar nuestros hábitos pueden provocar, debemos descubrir esa legalidad superior. Por eso, hablo de "libre albedrío" con ciertas restricciones; en mis manos, quiere decir esa forma de "libre albedrío" congruente con esa legalidad superior que he definido repetidas veces, en trabajos publicados, como un principio universal de antientropía físico-económica.

Tales fueron los motivos de la controversia clásica entre el heroico Prometeo y la figura trágica del condenado oligarca satánico Zeus y sus dioses del Olimpo, en el Prometeo encadenado de Esquilo. Tal es la naturaleza subyacente de la crisis que amenaza con provocar la ruina próxima de nuestros Estados Unidos con el presidente George W. Bush. Esta última es la cuestión subyacente determinante a la que se refiere el asunto de este informe.

¿Cómo escoger, entonces, de entre los cambios implícitamente revolucionarios por hacer, en ejercicio del "libre albedrío", en los axiomas que gobiernan la formación de estrategias, sólo aquellos que representen un factor positivo en la forja de la historia?

El camino que toma una sociedad a menudo tiene a izquierda y derecha los pantanos definidos por extremos tan lunáticos como las opciones existencialistas arbitrarias o la capitulación ante el fatalismo. Hay senderos hallables para salir de terreno tan peligroso como ése al que las opiniones descuidas han arrastrado a la mayoría de las naciones contemporáneas. La cuestión está en saber cómo instruir al libre albedrío a hacer la elección axiomática correcta de sendero histórico.

Esta idea y práctica de la hechura de la historia es que he definido como la base científica para aplicar el método voluntarista. Sólo si se domina el uso de este método, refinado de esta manera, podrá la civilización librarse del horror que hoy día nos acosa. En ese informe, sitúo ese método voluntarista desde el punto de vista de la elaboración de Leibniz de su concepto de monadología.

En un momento en que todos los elementos influyentes que intervienen en la formación de estrategias y no son voluntaristas filosóficos tenderán a portarse como chambones, se plantea la siguiente cuestión: ¿por medio de qué intervención voluntarista podemos los demás poner en marcha el cambio necesario de rumbo?

El problema de la especificidad histórica

Siempre que la discusión toque la afirmación explícita o implícita del conocimiento de principios universales, debemos concentrarnos claramente en cierto problema especial, el de la especificidad histórica. Para nuestros fines presentes, definiremos y reexaminaremos esta cuestión de la especificidad histórica desde el punto de vista de la noción monadología de Godofredo Leibniz.[12] Ese asunto de método, situado así, es el que sigue.

Por razones que he definido ampliamente en escritos anteriores, cualquier discusión de este asunto se debe ubicar con referencia eficientemente implícita a la acumulación de conocimiento que posee la humanidad y, más estrechamente, cualquier cultura específica, hasta el momento de la discusión. En otras palabras, la investigación de asuntos relativos a la cuestión de método planteada al comienzo de este informe debe tomar su base empírica de la historia de los efectos eficientes del desarrollo anterior de las ideas, según define Platón este término y según definió Leibniz la idea platónica de monadología.

Tal es la circunstancia en la que una cultura específica, en un momento específico, se enfrenta a una amenaza específica a su existencia. Dicha amenaza se debe juzgar considerando no tan sólo que esa cultura está situada en el marco de la geografía mundial, sino también el legado del desarrollo cultural de dicha sociedad, acumulado de toda la historia humana hasta ese momento. Esta retrospectiva define el significado lato de especificidad histórica.

Por ejemplo, el gran artista e historiador William Shakespeare, a partir del legado de sir Tomás Moro de Inglaterra, localizó la especificidad histórica inmediata de la Inglaterra del siglo 16 en una serie de dramas históricos que culminan con el ascenso de Enrique VII (Richmond) como el gran reformador que creó una Inglaterra moderna para ponerla a la par con el modelo de las realizaciones semejantes sucesivas de Juana de Arco y Luis XI en Francia.

Así pues, en esa porción de la obra de Shakespeare, podemos ver el despliegue de la historia inglesa bajo los efectos de la manipulación imperial veneciana del papel de la oligarquía normanda por toda Europa y la región del Mediterráneo más en general a lo largo de tres siglos, desde los tiempos del rey Juan I (en la época que va de la Segunda a la Cuarta Cruzadas) hasta la Guerra de los Cien Años y las Guerras de las Rosas. Se trata de un segmento muy específico de la historia inglesa, así como de la de Francia, Europa y la región mediterránea en su conjunto. Para entender esa historia, hemos de reconocer que posee un carácter específicamente coherente, un carácter específico que se debe aplicar para poder entender el desarrollo que ha tenido lugar en ese escenario a lo largo de varios siglos y que ha afectado a varias regiones del planeta, en formas históricamente específicas, hasta la fecha.

El rasgo característico de esos tres siglos de historia es la inevitabilidad relativa de catástrofes como la era de tinieblas de mediados del siglo 14, resultado de las derrotas de los oponentes del dominio marítimo imperial de Venecia en todo ese lapso. La Guerra de los Cien Años y las Guerras de las Rosas en Inglaterra representan la calamidad constante que para toda Europa encarna esa influencia sostenida de Venecia.[13] De modo que la coincidencia del papel de Juana de Arco con los preparativos y el resultado del gran concilio ecuménico de Florencia, la victoria subsecuente de Luis XI en Francia, de Enrique VII en Inglaterra, y el inicio de los grandes viajes trasatlánticos de exploración, como el de Cristóbal Colón, organizado por los amigos de Nicolás de Cusa a partir del gran Concilio de Florencia, ejemplifican una revolución contra la maldad inherente al uso, en los siglos precedentes, de los títeres normandos por los talasarcas venecianos: el Renacimiento del siglo 15, la revolución en contra del legado de Venecia en la que se han basado desde entonces todas las realizaciones de la civilización europea moderna.[FIGURE 4]

Los dramas de Federico Schiller —por cuanto la trasmisión de la herencia de Shakespeare en los clásicos alemanes se vio influida por la obra de Kästner y Lessing— representan hoy día una norma historiográfica todavía más elevada que la de Shakespeare, aun cuando las dos son típicas de los herederos y portavoces del Renacimiento del siglo 15. Los estudios de Schiller de la guerra española contra los Países Bajos, la Guerra de los Treinta Años y el caso de Juana de Arco muestran el poder del gran historiador poeta para entresacar la esencia de la verdadera historia de un pueblo con los instrumentos del teatro clásico.

Es el mismo principio que expresa cualquier ejecución de la Pasión Según San Juan y la Pasión Según San Mateo de J. S. Bach que se dirija a modo de obtener la participación orgánica que deseaba Bach del compositor, los solistas, el coro y la congregación. La intención es que todos —compositor, solistas, coro y congregación— puedan participar en revivir esa pasión dentro de su propia experiencia cognoscitiva. La Gran Misa de Mozart, su posterior Requiem y las misas de Beethoven expresan el uso del arte para dar nacimiento a una genuina experiencia cognoscitiva de revivir la historia, compartida entre el compositor, los ejecutantes y el público. Estas obras no son ni ficción ni entretenimiento, sino la inferencia de la realidad cognoscitiva de la historia, en contraste con la torpe interpretación reduccionista de las sombras que se proyectan en las paredes de una caverna débilmente iluminada por una hoguera o vistas orcuramente en un espejo meramente sensible de la realidad.[14] La veracidad superior del gran arte clásico, a este respecto, es que cumple la función esencial de capacitar al público, entre otros, para revivir la experiencia cognoscitiva del asunto histórico al que se refieren el arte o una forma apropiada de servicio religioso.

Como ya lo he explicado en trabajos publicados, la veracidad de las composiciones artísticas clásicas como las de Shakespeare y Schiller, descansa en su comprensión del empleo del escenario clásico como un dominio distinto de los panoramas externos. La idea que se ofrece en el escenario clásico debe ser una representación veraz de la idea subyacente en las experiencias sensibles del panorama, pero el panorama y el escenario son medios diferentes, que difiere en el sentido de que, para presentar de modo compacto, en el escenario, la idea de ciertos sucesos que tienen lugar en una vastedad de espacio y tiempo, el compositor, como lo hizo Schiller con el personaje de Posa en Don Carlos, tiene que crear en el escenario la idea, que quizá no corresponda exactamente, en cada detalle, a la historia real, pero corresponde con veracidad histórica, a la esencia de la realidad histórica a la que hace referencia. La verdad sigue siendo la misma en ambos casos, pero los medios en los que la verdad se escenifica difieren. No hay excusa para escribir tragedia como ficción o para interpretar la tragedia clásica como escritura de ficción. De modo que ningún gran dramaturgo compondrá jamás una obra por alguna elección arbitraria de asunto; siempre escogerá un asunto cuya elaboración sea fiel a la historia real, y escogerá sólo asuntos para los cuales haya descubierto primero una representación veraz de la tragedia de la vida real, una verdad demostrable, en el escenario, con los medios de que el autor dispone.

Para entender los defectos y realizaciones de toda la tragedia clásica, desde las épicas homéricas hasta los dramas de Schiller, se debe interpretar y pintar la historia real con los ojos de los diálogos de Platón, como un ejercicio en la búsqueda del descubrimiento cognoscitivo de la verdad importante.

Junto con la devastadora crítica moral de Platón a los más grandes dramaturgos griegos clásicos que lo precedieron, los estudios históricos de Schiller, que se reflejan en sus dramas, ilustran lo que se debe entender por la expresión "filosofía clásica". La comparación entre la manera en que aborda Schiller el asunto de Juana de Arco y la tragedia de Hamlet de Shakespeare revela en Schiller ese nivel superior con el que los diálogos de Platón superan a artistas tan grandes como Esquilo y Sófocles.

Por la naturaleza misma del asunto, mucho de la historia real de la humanidad en general, aun de nuestra propia nación, nos es desconocida; pero, a pesar de esa limitación, debemos y podemos llegar a conclusiones de autoridad más o menos universal, en relación a los milenios recientes del surgimiento y desarrollo de la actual civilización europea extendida mundialmente, en especial los seis siglos de la civilización europea moderna, y, también, en relación a las conclusiones que tienen que ver con los efectos que puedan proyectarse al futuro por un lapso de hasta varias generaciones.

La mayor realización de Schiller, que rebasa lo mejor de Shakespeare, reside en la importancia que le da Schiller al principio de lo sublime.[15] Esta diferencia se manifiesta del modo más eficiente en su modo de presentar a Juana de Arco. La tragedia clásica tiende, con mucha frecuencia, a mostrar cómo se autodestruye la sociedad, a menudo por los profundos defectos morales de aquellos a quienes ha elegido situar en puestos de gran autoridad, cosa que pudiera alarmarnos en lo tocante al flamante presidente George Bush. Es útil, a más de edificante para el público que reconoce la posibilidad de escoger deliberadamente una alternativa a la tragedia. Sin embargo, sería mejor afirmar la alternativa que —como el caso de Juana de Arco, el caso de la vida real de que trata Schiller— ubica el significado superior de la vida y el propósito de la acción, como el cuarteto de cuerdas opus 132 de Beethoven, en lo sublime.

Lo que, a partir de semejante historia real de las ideas, podemos asegurar o al menos sospechar intensamente que se ha conocido, debe definirse en dos renglones bastante distintos, pero conexos.

En primer caso, sencillamente, hay cosas del pasado que podemos demostrar que se han conocido explícitamente en ese entonces y que nosotros podemos conocer en la actualidad como creencias más o menos válidas o claramente equivocadas, conforme cada una de ellas se encuentra en tales culturas y épocas anteriores específicas. Podemos así colegir los supuestos de principio correspondientes, necesariamente subyacentes, que van implícitos en la obra de un predecesor histórico.

Luego, por el otro lado, están los aspectos menos claros, donde las acciones consideradas expresan ciertos principios subyacentes inferibles que a lo mejor los representantes pertinentes afirmaron o no haber conocido, o casos en los que aquellos que al parecer afirmaron su conocimiento no nos dejaron indicios de las formas deseadas de prueba que pudiéremos repetir hoy día.

Heráclito y Platón, por ejemplo

Ejemplo típico del problema de hacer las distinciones de este tipo pertinentes hoy día son las cuestiones que nos plantean las atribuciones implícitas de ciertas nociones ontológicas esenciales, por ejemplo, a pensadores presocráticos como Pitágoras, Tales, Heráclito y sus predecesores. Para ilustrarlo, comparemos lo que sabemos de la convergencia aparente entre las ideas de Heráclito y Platón a este respecto.

Por ejemplo, en la obra de Platón, encontramos una aclaración definitiva e inteligente de un argumento que define la naturaleza esencial de la cualidad de la existencia como devenir, en tanto algo opuesto universal y axiomáticamente a la ingenua interpretación de los reduccionistas de objetos fijos como los de la percepción sensible. El propio Platón hace referencia a un argumento similar de Heráclito, pero los fragmentos que se conservan de los escritos de Heráclito nos intrigan y como que nos tientan a hacer extrapolaciones que pueden o no ser válidas. Platón parece admirar la noción de devenir de Heráclito, pero, puesto que quizá estemos limitados a los fragmentos de Heráclito que más o menos nos son conocidos, no podemos estar seguros, como de algo que se sabe a ciencia cierta, de que la coincidencia de Platón con Heráclito en este particular sea completa o que sea admisible extrapolarla y considerarla de calidad universal. Es decir, en el sentido en que le debemos atribuir universalidad funcional a cualquier idea validada, definida en el sentido cognoscitivo estricto del término idea.[16]

El método de Platón de abordar la existencia como devenir, implícito en la famosa alegoría platónica de la caverna, aleja la cuestión de la naturaleza de la existencia de las inferencias ilusorias de la certeza sensible ignorante, la eleva por encima de lo que se llama a veces "materialismo vulgar". Platón localiza la expresión empírica primaria de la existencia donde debe localizare, como un principio ontológico universal de cambio, y no en esas relaciones deductivas, etc, entre objetos como los de la certeza sensible que tanto estiman los reduccionistas. Aunque Heráclito apuntó hacia una alternativa similar al reduccionismo con su "nada es constante más que el cambio", es de Platón de quien obtenemos la primera forma dialéctica de exposición que no permite de veras conocer ese principio desde un punto de vista cognoscitivo en tanto principio universal físicamente eficiente.[17]

Por ejemplo, algunas de las ideas prácticas más importantes de las que dependen las realizaciones efectivas de la civilización moderna cumplen los requisitos de expresar ideas necesarias, pero no podemos demostrar con certeza que el autor al que nos referimos en cada caso fue conciente de esa implicación del modo en que nos gustaría desprender esa idea desde un punto de vista moderno en el método científico: como si fuera una idea aprehendida de una declaración dialéctica desde el punto de vista de una geometría de posición. Ese último método, llamado "análisis situs", (geometría de situación) por Godofredo Leibniz, y también conocido como "geometría de posición",[18] fue transformado después por Gauss, Abel, Riemann, etc, en la forma general de expresar paradojas ontológicas definidas experimentalmente en términos imposibles en el marco de un modo deductivo común y corriente de argumento matemático.[19]

Es cierto que la distinción que hago aquí es fina; sin embargo, como el descubrimiento de Kepler de la astrofísica en oposición al método chambón de Copérnico, o la devastadora diferencia infinitesimal entre la definición de Leibniz del cálculo y la versión fraudulenta pergeñada por Leonardo Euler (que odiaba a Leibniz), Lagrange y Cauchy, es una diferencia decisiva para toda la ciencia. Por eso, debemos estar seguros de que nos entendemos mutuamente con claridad en este asunto de puntos de distinción finos en apariencia.

A veces sabemos con certeza que la fuente mencionada no hizo un descubrimiento de la forma que los buenos deseos quisieran atribuirle.[20] Otras veces, como en la referencia de Platón a la noción de Heráclito de un principio ontológico de cambio universal, no podemos estar seguros de que Heráclito quería decir todo lo que Platón quiere decir cuando habla de la universalidad de un principio ontológico de cambio; sencillamente carecemos de pruebas de la cualidad adecuada para sustanciar la conclusión de que Heráclito suponía las implicaciones universalistas que podemos y debemos derivar del concepto de Platón. La necesidad de ser precavidos en estas comparaciones queda de relieve si consideramos las implicaciones de la especificidad histórica del lapso transcurrido entre la vida de Heráclito y la obra de Platón. De modo parecido, cuando se usa la expresión "platonismo cristiano", debemos tener en cuenta la especificidad histórica del lapso trancurrido entre la muerte de Heráclito y el nacimiento de Jesucristo.

Es una distinción fina, pero no tan fina que se pueda pasar por alto de modo competente. Es una distinción que debemos hacer siempre que nuestro asunto involucre apostar el futuro de la sociedad a la apreciación histórica correcta de algún principio universal profundo, como lo hago en estas páginas.

El uso del análisis situs

En los casos en que las distinciones finas son obligatorias, podemos estar seguros de lo que el autor quería decir sólo cuando su obra presente la idea en la forma del método de cognición que se expresa en los diálogos socráticos de Platón. En términos modernos, es el método al que me refiero aquí con expresiones como "análisis situs" y "geometría de posición". Es el método matemático de la ciencia física, opuesto a las interpretaciones deductivas, de "torre de marfil", de las geometrías "euclidianas", e interpretaciones afines de los matemáticos reduccionistas.

En la ciencia física, como subraya el ejemplo de la física atómica y nuclear, el conocimiento nunca se define por la certeza sensible, como lo implican los empiristas, entre otros. Más bien, como lo ilustra Platón con su alegoría de la caverna, la certeza sensible es como la superficie irregular de las paredes de una cueva débilmente iluminada, sobre la cual los movimientos de las sombras reflejan la acción real pero no nos muestran directamente la acción misma. De modo que en la ciencia física, sabemos algo sólo en la medida en que podamos demostrar la existencia de la acción real y sus características eficientes por medio del discernimiento cognoscitivo verificado experimentalmente. En la medida en que reconozcamos un objeto solamente por medio de nuestros sentidos, no lo conocemos de veras. Conocemos de veras sólo lo que conocemos con la calidad de rigor científico del modo cognoscitivo, antiempirista, antikantiano que refleja el método del análisis situs.

El método dialéctico de Platón en el que se apoyaron Kepler y Leibniz se refleja en la práctica científica moderna en forma rigurosa que identifican las expresiones "análisis situs" y "geometría de posición". Es el método demostrado penetrantemente en los diálogos socráticos de Platón. Es el método de Carl Gauss, y Riemann —por ejemplo, en su disertación de habilitación de 1854— sitúa la obra de Gauss en esta forma general de expresión para toda la física.

En vez de decir, simplemente, "ideas", modifiquémoslo declarando que me refiero tanto al proceso expresado por el descubrimiento original de una idea como al de la comunicación de dicha idea, en tanto idea, de una persona a otra. Los principios del descubrimiento original de una idea —por ejemplo, el descubrimiento original de un principio físico universal comprobado experimentalmente— son idénticos a medios por los que se comunica semejante idea, como conocimiento verdadero de la idea, de los procesos cognoscitivos de una mente a los procesos cognoscitivos de otra persona.

A este respecto, cuando empleamos el vocablo "idea" como lo harían Platón, Kepler o Leibniz, nos referimos a la clase de idea propia de un principio físico universal, tal como el descubrimiento original de Kepler del principio de la gravitación universal, que Kepler describe paso a paso en Nueva astronomía,[21] o a la idea de comunicación de dicha idea a otro individuo. O nos referimos a la noción de una idea común tanto a esos descubrimientos de principios físicos universales comprobados sea de procesos vivos o no vivos, como a la idea de la comunicación de ideas de esa cualidad específicamente cognoscitiva, según define Platón las ideas, de una persona a otra.

En la primera de las clases precedentes, hablamos de ideas relativas a la relación recíproca del caso "normalizado" del representante individual de la humanidad con la naturaleza. En la segunda clase, nos referimos al aspecto legítimo, funcional, de las relaciones sociales (verbigracia, las comunicaciones) en que las ideas respecto a la relación individual del hombre con la naturaleza o las ideas de la comunicación humana de ideas se comunican también en tanto ideas. Estas ideas se comunican a otras personas en la forma de cualidades específicamente cognoscitivas de conocimiento. En la segunda clase, hemos de juzgar dichas ideas comunicadas como una forma de hipótesis, sujeta a una forma de comprobación experimental ceñida a principios. La comprobación se define como algo que ha de medirse por el aumento del poder de la sociedad para existir, en y sobre el universo, desde el punto de vista físico. Por lo común, esta comprobación ha de medirse per cápita y por kilómetro cuadrado de un área transversal normalizada de la superficie terrestre.

En ese caso moderno, podemos decir que sabemos lo que quiere decir el autor porque, de ese modo, a través de esa facultad específica de discernimiento cognoscitivo, nos obliga a reproducir en nuestros propios procesos cognoscitivos el descubrimiento del significado de la idea verificable experimentalmente. Este principio gobierna el modo en que ocurre entre personas vivas la comunicación de ideas, según define Platón las ideas; es también el modo en que se comunican las ideas, en tanto ideas, del pasado al presente y al futuro.

En oposición a ese solo paso de la percepción por cuyo medio aprendemos a reconocer objetos en la forma de percepciones sensibles (verbigracia, la tosca noción del empirista de "certeza sensible"), el acto individual de conocer una idea exige tres pasos. Primero, debe haber el reconocimiento de una genuina paradoja de forma ontológica cuando se juzgan fenómenos observados desde el punto de vista de lo que antes se consideraban modos universalmente válidos de interpretar esos tipos aparentes de fenómenos.[22] Segundo, debe haber un acto de descubrimiento hipotético de algún principio universalmente eficiente, descubrimiento que resuelve la paradoja. Tercero, debe haber una prueba experimental del descubrimiento. Esta deberá ser una prueba concebida no nada más para demostrar que el principio hipotético funciona en ciertos casos, sino que debe funcionar como parte integral de todo el conocimiento. En otras palabras, la prueba debe demostrar si el principio hipotético es universal o no. Si no, no es un principio.[23]

Dado que los pasos primero y tercero se demuestran experimentalmente, una segunda persona que repite esos pasos se da cuenta de lo venturoso del pensamiento que engendró el descubrimiento hipotético en la mente del descubridor original, recreado en la suya propia. De ese modo, se conoce lo imperceptible, porque la existencia de esa idea gobierna eficazmente las sombras de la caverna de Platón. Este compartir el acto de descubrimiento de un principio comprobado experimentalmente define una idea de tipo platónico. Las ideas de principio generadas y comprobadas de este modo representan así ideas comunicables y eficaces en la práctica, aun cuando la idea misma no es perceptible a los meros sentidos.

De modo que el asunto de la historia, bien entendida, es la historia de las ideas, definida desde el punto de vista que acabo de resumir. De modo que la única idea válida de la historia es la historia de las ideas.

En el análisis situs, la evidencia de una contradicción se plantea dentro del andamiaje de un conjunto ya existente de ideas de principio. Dicho conjunto de ideas puede ser la noción del universo físico congruente con el llamado modelo euclidiano, como ocurre con la paradoja que llevó a Fermat a descubrir un principio del tiempo más corto que gobierna la propagación de la luz. Planteando el contraste de la reflexión con la refracción, Fermat definió una paradoja ontológica existente dentro del llamado dominio euclideano de las ideas del universo físico que se enseñaban ampliamente por entonces. La comprobación experimental del descubrimiento de Fermat, por parte de Huyghens y, más adelante, de los antinewtonianos Leibniz, Bernouilli y Fresnel, demostró que el principio de acción mínima universal no es meramente una hipótesis, sino una idea comprobada correspondiente a un principio físico universal.

Así pues, para resumir lo que acabo de decir:

En todos los casos, la generación y comunicación eficiente de ideas ocurre, como lo demostraré más adelante, solamente en la forma paradójica del análisis situs o la geometría of posición, cada uno de cuyos pares de elementos mutuamente contradictorios expresa la forma típicamente subyacente de declaraciones decisivas de un diálogo socrático. Para la exposición escolar válida más sencilla del asunto, piense el lector de nuevo el contraste de la reflexión y la refracción que planteó Fermat como una paradoja que define un principio universal del tiempo más breve, que supera el concepto equivocado de la distancia más corta. He aquí un ejemplo típico del modo en que se genera el descubrimiento comprobable de un principio universal, planteando la paradoja correspondiente en la forma de geometría de posición.

La comunicación de una idea ocurre con los mismos tres pasos que acabo de resumir.

Este método dialéctico, explícitamente platónico, empleado por individuos como Platón, Nicolás de Cusa,[24] Kepler, Leibniz y Riemann, es, en contra del tramposo G. W. F. Hegel y compañía, el único al que se puede aplicar significativamente la expresión "método dialéctico". Es el método con el que se incitan todos los descubrimientos de ideas comprobables, y la base para diseñar experimentos que prueben la universalidad de los principios hipotéticos generados en la mente por la declaración incitante de una paradoja ontológica en la forma de la geometría de posición.

Estas ideas no son imágenes de la percepción sensible, sino descubrimientos, demostrados experimentalmente, de soluciones a paradojas inherentes a la naturaleza defectuosa de la certeza sensible como tal. El descubrimiento de principios fuera del alcance de la percepción sensible, en el dominio de la microfísica, ilustra la noción de ideas comprobables de principio físico universal que brotan merced al acicate de paradojas planteadas en la rigurosa forma de declaración que exige la geometría de posición. Así lo ilustra la definición de Max Planck del quántum de acción, al igual que su defensa del método científico en contra de los seguidores fanáticos del positivista Ernst Mach.

El descubrimiento y la comprobación experimental de estas ideas, más allá de la certeza sensible, generadas por el acicate de una paradoja planteada en la forma de geometría de posición, es lo que podemos reconocer como conocimiento, por cuanto el uso estrictamente definido de ese término, conocimiento, ha de distinguirse lo mismo de ilusiones meramente fantásticas, como el simbolismo, que de interpretaciones ingenuas de la mera percepción sensible. Son sólo esas ideas, así definidas, las que constituyen conocimiento, en contraste con el mero aprendizaje.

Cómo usar la historia

Aun en el caso en que la reproducción de un experimento físico idóneo demuestre, dialécticamente, la factibilidad de la aplicación especificada por un autor, si no tenemos acceso a un ejercicio cognoscitivo especificado, que la fuente referida pudo haber dado, nos veremos en un cierto grado de incertidmbre respecto a lo que esa fuente se proponía. Por medio de la observación, pudiéremos concluir que el resultado es plausible, en la superficie; pero no reconocemos el modo en que el autor llegó a esa conclusión. O sea, contemplamos el resultado, pero no conocemos de veras el proceso, por esa fuente, con el que se efectuó el supuesto descubrimiento del resultado.

En otras palabras, mediante el método de tres pasos esbozado arriba, la mente de los descubridores del pasado se puede comunicar con la nuestra, aun si el descubridor del caso murió hace mucho. Y así, también nosotros estamos en capacidad de comunicarnos con la mente de personas que serán concebidas y nacerán mucho después de que hayamos muerto. Esta relación entre el pasado, el presente y el futuro, definida desde el punto de vista de las ideas, es la equivalencia de la idea de historia e historia de las ideas. No es mediante el aprendizaje enraizado en la certeza sensible, sino sólo mediante la comunicación cognoscitiva de ideas de calidad platónica, como entramos en relación eficiente con el conjunto de la humanidad: nuestros predecesores, nuestros contemporáneos y nuestra posteridad por igual.

Esto nos lleva un paso muy importante más allá y por encima del proceso elemental de tres pasos de descubrimiento y comunicación resumido arriba. Cuando obramos como seres cognoscitivos individuales, y no como bestias, hozando como cerdos en chiquero de la certeza sensible, las facultades de cognición que ejercemos en cualquier cosa que sea como una paradoja ontológica reflejan todo el peso de nuestra experiencia cognoscitiva individual de generaciones anteriores, implícitamente de toda la humanidad que ha existido hasta la fecha. Así que la mera existencia del desarrollo del lenguaje ejemplifica semejante efecto acumulativo de la experiencia cognoscitiva del pasado sobre el individuo en el presente.

Esto señala el papel indispensable de un modo humanista clásico de educación primaria y secundaria universal para todos los miembros de nuestra sociedad. El objetivo primario y la función de la educación debe ser capacitar a los jóvenes, en particular, para revivir las experiencias cognoscitivas importantes de generaciones pasadas, en especial los grandes descubrimientos y las grandes crisis de culturas y pueblos anteriores. Por medio de la búsqueda de la verdad cognoscitiva en esos modos humanistas clásicos de educación de los jóvenes en ideas, dicha educación echa las bases del desarrollo moral del carácter del joven y, por ende, del adulto.

El carácter moral superior del individuo que disfruta los beneficios de una educación humanista clásica, en contraste con las prácticas más generalizadas de nuestros días, se expresa en el desarrollo de personas que no solamente son, por lo común, más morales y sensatas que las de otras partes de la población, sino que están dotadas de cualidades superiores de aprovechamiento intelectual en cualquier profesión que desempeñen. Así, pues, la idea de una generalidad de desarrollo cognoscitivo, definida así históricamente, señala un estado mental inducido descrito como la expresión de un principios de hipótesis superior, expresado, típicamente, como el poder del individuo de generar familias enteras de descubrimientos.

Así que en los casos en que nuestro acceso a lo que quieren decir determinadas ideas no se da en la forma apropiada a la comunicación cognoscitiva de las generaciones pasadas con las presentes, no podemos estar seguros de que conocemos de veras la idea de esa generación anterior meramente a partir de los hechos que se nos han trasmitido. Donde broten tales dudas, no podemos afirmar ni que lo que el autor quería decir en ese asunto corresponde a nuestro propio discernimiento cognoscitivo del asunto, ni podemos, como en el referido caso de Heráclito, desdeñar la eficiencia de los datos experimentales que pudieren apoyar la conclusión aparente del autor. Nunca podremos entender la historia, y la hechura de la historia, mientras no hayamos puesto en juego los principios confiables involucrados en esos casos decisivos de matices de diferencia de interpretación.

No podemos pasar por alto la influencia de aparentes ideas de principio, aun cuando quedemos inseguros de si cierto pueblo entendió eficientemente o no la idea que influyó en cómo dicho pueblo le dio forma a su historia. Si ejercen semejante papel práctico, no se pueden pasar por alto ni siquiera ideas demostrablemente falsas, como las ponzoñosas y, demostrablemente falsas ideas del empirismo, sino que se les debe dar consideración crítica, aunque no confianza implícita, en nuestros análisis.

De modo que, en nuestros intentos de explicar lo que sabemos en la actualidad merced a nuestra familiaridad con ciertos aspectos de la historia previa de la humanidad, conocemos en realidad, en lo principal, sólo ciertas rebanadas de ese lapso relativamente minúculo de la existencia humana que estudiamos como la porción que coincide con la llamada historia escrita. Aun de mucho de ese lapso, nuestros datos son fragmentarios e imperfectos en otras formas.

En virtud de tales imperfecciones de los datos de que disponemos, debemos prestar atención especial a las posibles implicaciones de lo que no sabemos, así como a esas zonas borrosas en las que nuestro conocimiento es imperfecto, como en ciertos casos de la historia griega, como los de Pitágoras, Tales y Heráclito. Para obtener el grado de rigor que debemos aplicar para poder decir con justicia: "Sé", depende de nuestra sensibilidad a las posibles implicaciones de lo que no sabemos.

Esta precaución que se aplica al estudio del pasado es el adiestramiento indispensable de la mente en la clase de disciplina necesaria para trabajar en aspectos en que la historia todavía tiene que cobrar existencia, en el intento de ofrecer pronósticos razonables del futuro. Sin ese rigor, no podemos confiar en nuestros estimados de las consecuencias de los cambios de axiomas que estemos considerando llevar a la práctica.

Por eso, solamente adquiriendo el hábito de estudiar la historia en tanto historia cognoscitiva de la producción de ideas podemos cultivar lo que es mejor denominar comprensión epistemológica de las ideas. Cuando el vocablo "filosofía" se usa para referirse a una "comprensión epistemológica" madura y ricamente desarrollada de la historia en tanto la historia de ideas, surge entonces el pronosticador competente.

A ese respecto, pocas cosas complacen más al descubridor epistemológicamente maduro que el hallazgo de ese género de elementos de lo que se habían considerado trozos desconocidos de la historia y que revelan que uno había tenido razón o se había equivocado en su actitud hacia el posible significado de aspectos en los antes le faltaban conocimientos. En la ciencia, debemos dar grandes saltos al reino de lo hipotético, pero esos saltos se permiten solamente en la medida en que seamos epistemológicamente circunspectos respecto a opiniones en campos todavía inexplorados de la historia pasada y futura, advertencia que he ilustrado en mis palabras precedentes sobre el ejemplo de los fragmentos de Heráclito. Ya descubrirá el lector más adelante por qué insisto tanto en esa ilustración.

Con los seguidores modernos de Platón, Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci, Kepler, Leibniz, Gauss y Riemann, sobre todo, la ciencia moderna se define como un reino en el que el asunto de la intención conciente del autor de proponer un principio universal se nos hace conocido mediante el uso del autor de modos experimentales de demostración de lo que se alega que es un principio universal descubierto. Todos los asuntos de este reino específico se sitúan de inmediato dentro de los límites definidos por la obra de Platón; en esto, no podemos pasar por alto cierto trabajo importante que precedió al de Platón, pero tampoco podemos estar seguros de que los predecesores de Platón vieron estas cuestiones con la intención que claramente podemos ver en Platón y sus seguidores modernos mencionados. La referencia explícita de Platón a Heráclito es un modelo exacto.

Antes de pasar al tema de la monadología misma, concluyamos esta sección introductoria del informe con el resumen siguiente de los puntos más importantes que hemos expuesto hasta aquí. Para resumir ese método experimental al que nos hemos referido, digamos lo siguiente.

El descubrimiento de un principio físico universal válido empieza con un conjunto de hechos en los que se reconoce una paradoja ontológica. Semejante paradoja ontológica se debe reformular rigurosamente en una forma matemática o cuasimatemática, tal como Fermat mostró la relación paradójica entre la reflexión y la refracción. De esa paradoja, Fermat derivó un principio universal de acción más rápida, y no de distancia más corta, para la refracción de la luz.

Así que, al impulso del efecto combinado del descubrimiento de Kepler del principio de la gravitación universal y del principio de Fermat, Huyghens, Leibniz, etc, procedieron, a través de una serie de diseños experimentales bien elaborados, a la invención de Leibniz del cálculo diferencial original y a su formulación posterior de un principio general de acción mínima universal. Esta última formulación lo llevó directamente a su contribución más decisiva a la ciencia física, su monadología.[25]

Y así pasé yo, de defender la monadología de Leibniz en contra de Kant, durante mi adolescencia, a mis descubrimientos de 1948–1952, a Riemann. De ahí, fui a los "presocráticos" y a Platón, y de ahí otra vez a Platón y a Leonardo da Vinci, y de ahí, de nuevo, a Nicolás de Cusa. Así, también yo, como Leibniz, después de Fermat y Huyghens, recorrí el irónico camino del tiempo más breve.

2. Monadología

El método filosóficamente voluntarista mediante el que un individuo puede propiciar adrede cambios axiomáticos en la dirección futura de la historia humana, no se puede definir eficientemente como empresa, salvo desde el punto de vista implícito en el descubrimiento de una monadología por parte de Leibniz.

A estas alturas debemos abocarnos a un problema en lo tocante a la relación entre la matemática y la ciencia física. La mayoría de los graduados universitarios en matemática se han tropezado, por así decirlo, y se han roto las piernas intelectuales con este problema. El motivo de sus contratiempos no es que el tema de la geometría, como hemos de considerarlo aquí, sea demasiado complicado. El problema es la imposibilidad de entender lo que en realidad es una proposición muy sencilla, que voy a plantear, sin pedirle al lector que abandone cierto prejuicio muy común que se traslada de las creencias cotidianas de la gente ignorante a las aulas secundarias y universitarias aún hoy. Para seguir adelante con la presentación debemos a estas alturas hacer una pauta en el argumento que traíamos, para dejar claro lo que se quiere decir con la llamada geometría riemanniana.

Antes de que se introdujera el Estado nacional moderno, soberano, establecido en el transcurso del Renacimiento europeo del siglo 15, centrado en Italia, todas las formas conocidas de sociedad trataban a la mayoría de las personas como una especie de ganado humano, que las castas dominantes y sus lacayos, armados o no, podían cazar, cultivar, explotar y entresacar, igual que las bestias. Esta forma de sociedad se conoce como el modelo oligárquico de Babilonia; tal era la tradición de la antigua Babilonia, el culto espartano al Apolo pitio, de Delfos, la antigua Roma y el feudalismo bajo la hegemonía del conjunto de fuerzas de la potencia marítima imperial de Venecia y sus aliados normandos.

Tratábase de un modelo diametralmente opuesto a la fe cristiana; violaba la definición cristiana de la naturaleza humana. Subsistió, empero, y no fue hasta la época del gran concilio ecuménico de Florencia, y las secuelas de éste en la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII que apareció el principio antioligárquico del bienestar general o bien común en tanto condición legitimadora de gobiernos. La historia de la civilización europea moderna, extendida por el mundo desde entonces, ha sido un continuo conflicto entre herederos del antiguo modelo oligárquico, tales como la monarquía británica, y el Estado nacional soberano, como lo representa la tradición intelectual americana. Todas las grandes guerras de la civilización europea desde el siglo 15, incluidas las guerras religiosas del intervalo 1511–1648, han sido expresión de los esfuerzos de la facción oligárquica por eliminar de cuajo el Estado nacional soberano y los principios de economía derivados de ese modelo de Estado nacional.

Este principio del bienestar general, recién introducido al gobierno durante el Renacimiento del siglo 15, encuentra expresión en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de 1776, y en el preámbulo de la Constitución Federal de 1789. La mejor descripción de esos principios de la economía del Estado nacional soberano es el llamado Sistema Americano de economía política antilibrecambista, generalmente asociada con nombres como los del secretario de Hacienda Alexander Hamilton, Federico List y Henry C. Carey.[FIGURE 6]

Los casos del doctor François Quesnay, Adam Smith, lacayo de lord Shelburne, y Emanuel Kant son expresiones típicas de la clase de ideología pergeñada por la facción oligárquica en sus contraataques ideológicos para tratar de frenar la influencia del surgimiento del Estado nacional moderno y soberano. Es éste un problema cuyos efectos típicos se tratarán, como interpolación clave, en este momento de nuestro informe. Aunque el hombre está dotado de las facultades cognoscitivas y creadoras de la razón, que le sitúan aparte y por encima de las bestias, y aunque este principio cognoscitivo es la característica de la fe cristiana, como se destaca en 1 Corintios 13, entre otras referencias, la sociedad feudal y sus sucesores buscaron suprimir toda forma de desarrollo cultural que no abortasen el desarrollo de las facultades cognoscitivas de la mente humana individual.[FIGURE 7]

Esa misma campaña anticristiana de los intereses oligárquicos en la civilización europea se ha librado muchas veces haciendo uso de sectas seudocristianas. Tal era la tradición de la clase esclavista de los consabidos estados del sur de los Estados Unidos; tales fueron los dogmas en que se basaba la política económica y social de los fisiócratas y de Adam Smith, paje de Shelburne; tal fue el argumento central del irracionalista Emanuel Kant, quien odiaba a Leibniz, en defensa del movimiento romántico alemán, anticlásico, de fines del siglo 18 y el siglo 19. También fue ésa la base romántica, irracionalista, por ejemplo, de la doctrina nazi.

Veamos el ejemplo de la doctrina fisiocrática del laissez-faire, de Quesnay. La ideología de éste continuaba la notoria fronde profeudal normanda, así como la tradición pagana de culto al dios délfico Apolo, bajo el autoungido pontifex maximus Luis XIV. Quesnay predicaba que la riqueza de las propiedades feudales era producto del título aristrocrático que poseía el dueño de esas tierras, y que los campesinos que allí vivían eran mero ganado cuyo trabajo no aportaba en absoluto al margen de la producción por sobre los costos. La doctrina de "libre cambio" de Adam Smith en lo principal, un plagio de la doctrina de Quesnay y otros fisiócratas franceses de la era repite el mismo argumento. Tal era la doctrina de John Locke, cuyas enseñanzas, bajo la consigna de "Vida, Libertad, Propiedad", fue la ley fundamental de la Constitución de los Estados Confederados, sobre la cual se sustentaban las leyes esclavistas y se prohibía la alfabetización de "los de origen africano", tanto en tiempos de la Confederación como entre sus descendientes contemporáneos.

Entre las víctimas de tales enseñanzas y prácticas prooligárquicas, los propietarios de siervos y esclavos propiciaron una curiosa forma de creencia seudocristiana, llamada a veces "fundamentalismo cristiano", que se difundió por buena parte de lo que llaman hoy la "franja bíblica". Podemos llamarle "creencias religiosas de aquellos que se precian de considerarse ganado humano". Es así como las diversas expresiones de este credo seudocristiano, con su notorio estilo monotemático de quejas y agravios, a menudo se catalogaban todos juntos bajo el rubro de las sectas de la "iglesia baja", tales como aquellos pentecostalistas que ejemplifican el extremo más irracional de esto. No es coincidencia que el núcleo irreducible de aquellos fanáticos de la "iglesia baja" se hallan en los mismos lugares de los Estados Unidos donde el presidente Woodrow Wilson promovió el retorno del Ku Klux Klan (KKK) y se propagó la influencia de los llamados "agraristas de Nashville" a lo largo del siglo 20.

Estas variedades populistas de sectas religiosas, así como sus epígonos en la sociedad secular, típicamente se encuentran entre los infelices que se ven, en la práctica, como una subclase de un virtual ganado humano. Por la llamada "lógica" de la reacción visceral, hicieron un dios a su propia imagen, un dios no a imagen del hombre, sino del ganado humano: un verdadero "becerro de oro".

Conforme las regiones estadounidenses otrora industrializadas, de las que dependía la prosperidad nacional, se iban convirtiendo en yermos de herrumbre, al difundirse las medidas emprendidas en la campaña de la Estrategia Sureña de Nixon de 1966 a 1968, y al irse encogiendo los niveles de destreza de los empleados, y aumentando el número de empleos en que cada uno trabajaba, y el tiempo desperdiciado viajando de un empleo a otro, se fue perdiendo la importancia que antes se daba a la formación cognoscitiva de la persona individualmente y en familia, y aumentó la proporción de la población empleable que veía su condición virtualmente inmutable como la de un "ganado" humano prácticamente esclavo, como los "blancos pobres" oprimidos por los amos esclavistas por cuyos intereses se organizó la Confederación.

A medida que han decaído las pautas de la llamada cultura popular en los últimos 35 años, se propagó y empeoró el irracionalismo casi demente de los peores exponentes de la llamada iglesia baja, los más semejantes a ganado humano, tales como los "reverendos" Pat Robertson y Jerry Falwell. Acompaña a este fenómeno un vertiginoso aumento de los casos de desdoblamiento mental entre la población general.[FIGURE 8]

Como resultado inevitable de lo anterior se difunden tanto las sectas seudocristianas, eco de las hordas flagelantes del siglo 14 en Europa, y una creciente hostilidad a todo lo que hay de racional en la ciencia y la cultura en general. El resultado ha sido, al igual que durante la degeneración moral e intelectual de Inglaterra bajo la Casa Hanover en el siglo 18, la transformación de una grande y creciente proporción de nuestra población en yahoos [seres bestiales que aparecen en los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift—ndt]

Los prejuicios ignorantes populares entre las víctimas de este mal populista interpretan toda cuestión científica del mismo modo que ciertas sectas religiosas malinterpretan la Biblia. El populista ignorante insiste en que "Dios escribió la Biblia para que gente ignorante como yo (`ganado humano') automáticamente tenga comprensión perfecta de lo que está escrito en la traducción que usamos en nuestra iglesia". Creen que todo puede explicarse en términos de la simple percepción de los sentidos, y que eso quiere decir que todos los objetos que sus sentidos registran flotan por ahí, en una especie de "sopa" infinita de espacio vacío, que tiene cuatro sentidos de movimiento independientes: arriba-abajo, atrás-adelante, a los lados, y en el tiempo. Creen que cada uno de estos sentidos de dirección es de longitud infinita. En otras palabras, las creencias religiosas de las actuales variedades populistas pueden describirse ya sea como "religión para tontos" o simplemente "religión adecuada para las creencias de quienes se precian de ser ganado humano".

Por ese motivo, si hacemos a un lado algunos de sus conceptos desorbitados sobre cuestiones tan exóticas como las "profecías bíblicas", son adeptos de las estadística y, por ende, de la suerte (por ejemplo, los juegos de azar, fondos mutualistas, etc.) Su concepto de estadística parte del supuesto de que Dios diseñó el universo de tal manera que un ignorante lo puede entender perfectamente bien: todo lo que hay que saber se puede descubrir viendo, oyendo, oliendo y palpando. En sus oraciones y en los sermones de sus iglesias observamos una religión centrada en el regateo, a la puerta trasera del Señor, por algún favor personal, generalmente en materia de salud, gratificación sexual o riqueza. Su religión nos trae a la mente a los esclavos obedientes que mendigan migajas a la puerta de atrás de la gran casa blanca de su amo. Creen que todo lo que pueden observar los sentidos humanos se puede explicar trazando líneas más o menos rectas entre puntos sobre un papel.

Póngase al hijo o hija de un populista tal en la escuela, y la tradición familiar de ese estudiante le habrá preparado para aceptar las creencias de los tipos ideológicos del siglo 17 conocidos como "empiristas", tales como Galileo Galilei, Tomás Hobbes, Renato Descartes, John Locke e Isaac Newton. En breve, su concepto de la física se basa en algo que suele llamarse un modelo "euclidiano" del espacio, el tiempo y la materia. Sus tradiciones familiares seudorreligiosas les inducen a rechazar cualquier idea del mundo que no coincida con la doctrina empirista prooligárquica del "Dios para tontos".

Y sucede, claro, que el mundo real no funciona como manda el llamado "modelo euclidiano". Muchas veces, por desgracia, el cúmulo de pruebas que demuestran que el mundo no funciona así, no convence al creyente populista de que abandone su modelo disfuncional de realidad. Antes bien, él o ella adoptan o hasta inventan supersticiones por las que pretende obviar las pruebas de que el "modelo euclidiano" no funciona, y deposita toda su confianza en un tipo de oración indistinguible de la magia negra, acudiendo a una suerte de brujería que pretende obtener de una deidad todos los beneficios que la razón y la realidad no tienen por qué darle.

Como expresión de la popularidad de dichas supersticiones, los estudiantes universitarios muchas veces oyen a sus profesores emitir las siguientes instrucciones:

La geometría euclidiana es la forma lógica de aplicar la matemática a la descripción de los fenómenos físicos. Esta geometría consiste en una colección de definiciones, axiomas y postulados autoevidentes, todos los cuales nos vienen de una interpretación puramente intuitiva de la naturaleza y sus fenómenos.[26]

El fraude del argumento de este profesor puede identificarse de lo más puntualmente señalando que él pretende que la paradoja de la cueva de Platón nunca existió.

Su modelo geométrico (o parodia algebraica) supone que la causa y el efecto se desplazan entre puntos, por líneas rectas, más o menos de la misma manera en que el contador financiero común supone que ganancia es ingreso menos costos y gastos, en vez del enfoque más consecuente de considerar las acciones físicas reflejadas en ciertos costos y gastos como causas tanto de ingresos como de ganancias, y tratar de descubrir cuáles causan qué. Peor aún, el contador que interpreta sus cuentas demasiado literalmente para el bien de su cliente, considerará rentable cualquier "reducción de costo" o eliminación de gastos de los que depende el mantenimiento y mejoramiento de la producción y la rentabilidad; justamente lo que consiguió la "desreglamentación" de muchos sectores de la economía estadounidense, en grado tan devastador, especialmente durante el cuarto de siglo desde que asumió la presidencia Jimmy Carter.

En la economía real, el aumento de la producción por encima de los costos y gastos incurridos para causarla, es resultado de la aplicación de acción física al proceso por el que se produce y distribuye dicha producción. Estas acciones expresan principios físicos, la mayoría de los cuales no se pueden representar competentemente en términos mal llamados "euclidianos" o del álgebra y la aritmética similares.

En la economía real, contra lo que digan seudoeconomistas de la variedad de sifón tapado de la cocina, como el senador Phil Gramm, economía quiere decir esencialmente economía física. La economía física, mi especialidad, es el descubrimiento de principios físicos y medios tecnológicos derivados de dichos descubrimientos, que le permitan a la humanidad generar una producción más allá del costo físico de los esfuerzos exigidos por esa misma producción.

Lo que aparece sobre la pared de la caverna mal iluminada del contador financiero son apenas las sombras de la realidad que se niega a ver el típico contador financiero, lamentablemente, por razón de la carrera que ha escogido y por su afinidad por aquellos lunáticos peligrosos conocidos como monetaristas.

Por este motivo toda ciencia física real es axiomáticamente no euclidiana, y no cuestión de interpretación formalista de "postulados paralelos". Ello no quiere decir que las investigaciones de paralelos, como las de Janos Bolyai y Nicolai Lobatchevsky, en el siglo 19, no sean útiles; pero deben verse como un examen de proposiciones planteadas en la forma de análisis situs, de la misma manera en que Fermat subvirtió la falacia de suponer que la luz sigue siempre el camino más corto, en vez del más rápido, que no siempre es el más corto.

Siempre ha sido a través de la exploración exhaustiva de paradojas, como las que surgen de tratar de demostrar la existencia de un postulado paralelo, que la mente alerta, cognoscitiva, se dispone a descubrir principios superiores que vuelquen todos los supuestos intuitivos que siguen prevaleciendo en tanto expresión de la física matemática aceptada en las aulas escolares. Las consideraciones críticas del "postulado paralelo" nunca fueron ni la cena ni la leña con que se coció; dichas consideraciones son más bien el horno en que los cocineros intentaban ensayar las recetas con las que estaban experimentando.

La confusión por la geometría "no euclidiana" sólo surge cuando los matemáticos no pasan de desarrollar un planteamiento en la forma del análisis situs, y no alcanzan el siguiente logro, como sí lo alcanzó Riemann, de descubrir una geometría que suplante del todo los restos contaminados de la aplicación supersticiosa de la física en la llamada geometría "euclidiana". Típico de tales incompetentes es el esfuerzo de comparar la disertación de habilitación de Riemann con algún aspecto de los postulados paralelos de otros. Con el enfoque de Riemann, el postulado paralelo, como tal, no entra para nada en la formulación del diseño.

La solución riemanniana sufre oposición principalmente porque los empiristas, que aún hoy dominan en las aulas académicas, generalmente se niegan a permitir en sus escuelas cualquier cosa que resulte ofensiva a esas mismas tradiciones populistas que he identificado como elemento destacado de las supersticiones paganas de la "religión para tontos".

En la ciencia real se deja completamente atrás toda matemática académica intuitiva y formal. Todas las expresiones intuitivas de definiciones, axiomas y postulados se desechan, por el simple hecho de ser intuitivas, en vez de principios universales necesarios, confirmados como tales por la vía experimental correspondiente. Hagamos a un lado, por consiguiente, la matemática de la "religión para tontos", y adoptemos en cambio conceptos de geometría física sustentados en pruebas experimentales críticas.

El rasgo en torno al que gira todo este argumento recoge elementos implícitos en el concepto de característica, de Leibniz, de la misma manera en que Riemann, cerca de siglo y medio después, se apoyó en ese concepto como fundamento de su disertación de habilitación.[27] El concepto de tales características en Leibniz, en el que se basa su definición del diferencial en el cálculo, reflejan la demostración de Kepler de lo incompetente del método empleado por Copérnico, Tycho Brahe y otros, y también prefigura la elaboración del concepto de tiempo mínimo introducido más adelante por Fermat.

Es así como el trabajo de Riemann define implícitamente el rasgo esencial de la existencia de un objeto natural claramente definido, tal como Vernadsky define el "objeto natural",[28] por su característica, de la misma manera en que Kepler define una órbita planetaria como una característica. Así, el diferencial del cálculo leibniziano (a diferencia del fraude de Euler y Cauchy que comúnmente se enseña en las universidades) constituye, desde el punto de vista de la matemática de "torre de marfil", una magnitud axiomáticamente inconmensurable, comparable a la especificidad de la órbita planetaria kepleriana en tanto característica única.

En ello radica la diferencia entre la ciencia física enseñada como matemática de pizarrón, y la ciencia física de verdad: Riemann señala la distinción crucial en la porción final de su disertación de habilitación. Este es el argumento crucial que ya hiciera Kepler en su Nueva Astronomía, contra el método de conectar puntitos propugnado por Tolomeo, Copérnico y Tycho Brahe. Es la diferencia crucial entre la física competente de la definición del cálculo de Leibniz, y las alteraciones fraudulentas de ese cálculo hechas por los ideólogos de "torre de marfil", Euler Cauchy y demás. La existencia de diferentes objetos naturales en el universo, cada uno con su propia característica, incluida la mente humana, es la definición de mónada. De allí los grandes aportes de Riemann a la ciencia física.

Por consiguiente el primer paso que debe darse ahora es ubicar el tema de la monadología en la forma que corresponde a ese argumento específico.

Al pronosticar los resultados de los esfuerzos del hombre por cambiar su futuro a voluntad, encontramos dos clases afines de dificultad.

La primera dificultad es descubrir cómo ejerce control sobre la naturaleza el hombre, a fin de mantener y mejorar la capacidad del hombre de sostener la cantidad y la calidad de vida de la existencia de nuestra especie. En la ciencia de la economía física medimos el resultado en términos de cambios de las características demográficas tanto de la población entera como de cada unidad familiar, per cápita y por kilómetro cuadrado del promedio de la superficie normalizada de nuestro planeta. Hacemos énfasis en estas ideas, tanto las ideas de los principios físicos de los procesos no vivientes, como los de los procesos vivientes, mediante los que nuestra especie ejerce creciente dominio sobre el universo.

En esta primera aproximación, por lo tanto, calculamos una expresión normalizada de la relación de hombre con la naturaleza, per cápita y por unidad de área, relación que se expresa como función de las ideas.

La segunda dificultad es definir los principios de las relaciones sociales mediante los que pueden transmitirse ideas de la primera clase para que la sociedad pueda coordinar sus esfuerzos por emplear efectivamente los principios por los que puede conseguirse una mayor capacidad del hombre, per cápita y por unidad de área, de ejercer dominio de la naturaleza. Estos principios se ejemplifican en la invención y presentación de las composiciones artísticas clásicas en forma plástica y no plástica, y en la aplicación de esos mismos principios artísticos clásicos a la comprensión de la historia y del estadismo.

Ambas clases de concepto, vistas en la actualidad, representan un desarrollo del intelecto humano cuyo mejor instrumento de realización es la forma clásica humanista de la educación.

Ahora veamos ejemplos de la primera de estas dos clases de descubrimientos.

¿Qué son los principios físicos?

Tomando en cuenta todo el material pertinente que se ha de considerar en esta ocasión, hemos incluido, para darle consideración especial, una forma comprensiva de físico matemática moderna que comenzó con los descubrimientos decisivos que hiciera el fundador de esa rama de la ciencia, Johannes Kepler. El eje del descubrimiento más decisivo de Kepler fue que desacreditó los métodos pueriles, de conectar los puntos, empleados generalmente por el avieso charlatán romántico Claudio Tolomeo, así como por los bien intencionados pero sistémicamente equivocados Copérnico y Tycho Brahe.

Dándose cuenta de las implicaciones platónicas de la paradójica curvatura de la órbita del planeta Marte, junto con otros hechos pertinentes, Kepler liberó a la ciencia de las garras asfixiantes de las variedades de matemáticas de "torre de marfil", y ubicó la identidad de una órbita planetaria en un valor característicamente inconmensurable correspondiente a un principio universal de armonía, específico de una órbita que no es necesariamente de curvatura uniforme. En otras palabras, Kepler definió la órbita como algo que se mide de acuerdo con un efecto mensurable, constante, pero no necesariamente uniformemente curvo, de cambio platónico.[FIGURE 11]

Kepler respondió a la dificultad de la órbita individual definiendo al sistema solar —considerado, funcionalmente, como un todo unificado armónicamente— como una subsumiente multiplicidad multiconexa (en términos de Riemann) de dicho cambio. Así pues, Kepler fue el primero en descubrir primero, de ese modo, ese principio de gravitación universal que los aspirantes a plagiarios intelectualmente incapacitados por la influencia del empirismo, como Isaac Newton, nunca pudieron ni siquiera empezar a comprender como concepción cognoscitiva de principio.[29]

De manera que la fundación por parte de Kepler de la primera forma competente de astrofísica moderna definió ciertos problemas decisivos de física universal, los cuales dejó a la atención de matemáticos futuros. Cuando dichos descubrimientos de Kepler se emparejaron con el descubrimiento de Fermat del principio geométrico "antieuclideano" del tiempo más corto, en contradicción paradójica con la llamada noción "euclidiana" de la distancia más corta, seguidores de Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci y Kepler, como Christiaan Huyghens y Godofredo Leibniz pusieron en marcha una forma generalizada del desarrollo de la ciencia física moderna.

Sobre esta base, Leibniz elaboró el cálculo diferencial e integral originales, según las demandas e implicaciones combinadas de los descubrimientos originarios de Kepler y Fermat. Se ha de contrastar este cálculo con las fraudulentas aunque difundidas definiciones escolares que dan, con la mera apariencia del cálculo de Leibniz, personajes aviesos como Euler (que odiaba a Leibniz), su seguidor Lagrange, y Cauchy, tramposo plagiario (de Abel, por ejemplo) y criatura de Laplace.

De las realizaciones de Leibniz en esta dirección, salió su descubrimiento de un principio de acción mínima universal y el principio, aún superior, conocido como su monadología. A través de la obra de Kästner y su alumno Gauss, principalmente, y con contribuciones importantes de Monge, Carnot, etc, tenemos las contribuciones decisivas y únicas que hiciera Bernhard Riemann a la fundación de una verdadera geometría antieuclidiana comprensiva.

La disertación de habilitación de 1854 de Riemann marca el primer acto de liberación de la ciencia física completamente, y de las matemáticas también, de las garras de esas fantasías de "torre de marfil" que habían baldado, de manera más o menos severa, la mayoría del trabajo científico moderno hasta ese momento. Esta conquista de Riemann sienta los fundamentos gaussianos para el desarrollo de mi concepto de lo que Vladimir Vernadsky definió como la noosfera.[30] Mi ubicación de esa noción de noosfera en el marco de mis descubrimientos en el campo de la ciencia de la economía física hace que el nexo del principio de monadología de Leibniz con la solución del problema de voluntarismo expuesto aquí, se pueda hacer más plenamente comprensible hoy en día.

Ubicaré este último asunto resumiendo como sigue lo que he dicho en otras ocasiones que son las implicaciones del concepto de noosfera que mi trabajo en economía física lleva a su nitidez necesaria.

1. Con principio físico quiero decir un principio descubierto comprobable experimentalmente, cuya aplicación genera un efecto humano en y sobre el universo, una cualidad de efecto de otro modo no determinado más que por el efecto de la aplicación humana intencional de ese descubrimiento de un principio físico universal.

La cualidad específica de la diferencia entre ésa, mi anterior definición de un principio físico universal, y las definiciones escolares comunes, se reconoce más fácilmente considerando la definición de noosfera de Vernadsky.

Ya desde 1938, Vernadsky dio una definición rigurosa de noosfera. La voluntad noética[31] transforma la relación funcionalmente definible de la biosfera con el universo que habita y rehace. La interrogante que Vernadsky dejo sin respuesta es qué función define el modo en que la humanidad puede adquirir presciencia de cómo dar el siguiente paso en transformar la acción de la humanidad sobre la noosfera prexistente?

Esta es una proposición del mismo tipo general que la respuesta de Kepler a la falta evidente de uniformidad de la curvatura de las órbitas planetarias. ¿Dónde reside la intención determinante, por medio de la cual el presente momento de acción ya contiene el siguiente cambio inmediato en una trayectoria de curvatura no necesariamente uniforme? En contra de Euler y Cauchy, éste fue el requisito de Leibniz para el intervalo "infinitesimal" del cálculo diferencial. En términos de Kepler: ¿cómo definimos la Mente del planeta; cómo definimos esa expresión obstinadamente persistente de la intención del planeta que no se puede atribuir simplemente a ciclos uniformes definidos matemáticamente? ¿Cómo puede la mente del hombre adoptar una intención exitosa de apartar el curso de la historia de su trayectoria presente?

Los aspectos conocidos de las caracaterísticas demográficas de las poblaciones humanas, que se reflejan desde la historia y la prehistoria, muestran que el desarrollo de la densidad relativa potencial de población de la especie humana no es fortuito en ningún sentido del término. Hay una intención expresa, especialmente en el aumento de largo plazo, desde el Renacimiento del siglo 15, con centro en Italia, de la densidad relativa potencial de población del efecto de la civilización europea moderna extendida mundialmente en las caracaterísticas demográficas de la población humana en su conjunto.

Este factor de intención, que corresponde a la noción de Kepler de la Mente del planeta, es lo que se expresa, típicamente, en la forma de intención explícita, como cambios inherentes a la fundación de la forma moderna de economía del Estado nacional soberano (por ejemplo, en contra del "libre comercio", de la "globalización"), y con el acento correlativo en el desarrollo de la infraestructura económica básica y la inversión en modos de progreso científico y tecnológico con uso intenso de capital. Esta realización depende, también, en grado más o menos decisivo, de la medida en que una forma de educación humanista clásica domine la instrucción primaria y secundaria de la niñez y la juventud.

Así, aunque Vernadsky pone explícitamente de relieve la calidad única de la función noética de la humanidad, por cuanto transforma la biosfera a estados superiores de antientropía, su razonamiento no define todavía esa cualidad específica de intención humana mediante la cual se expresa ese impulso noético como una "trayectoria" de dicha transformación de la biosfera. Esta omisión se aborda, y se corrige, introduciendo la definición voluntarista de "principio físico" antes descrita. Aquí radica nuestra deuda con Vernadsky, y también, la deuda de su legado con nosotros.

La existencia de dicho principio está determinada solamente por el método identificado indistintamente como análisis situs o geometría de posición. Recuérdese el proceso de descubrimiento de tres pasos arriba esbozado.

Dado un conjunto conocido (es decir, multiplicidad) de principios universales comprobados experimentalmente, dado un efecto que esa multiplicidad exige que sea necesariamente predeterminado, y dada una descripción de un efecto definible experimentalmente que contradice, paradójicamente, esa exige, con un margen de error significativo, ¿cuál es el principio universal que se debe agregar a la multiplicidad para ponerla en conformidad con la visión de realidad universal así ampliada? Este "modelo" ilustra el principio general propio de la geometría de posición. Tal es el modo en el que la física, definida de acuerdo con la disertación de habilitación de Riemann, invalida las formas de matemática deductiva en toda la práctica competente de la ciencia física, incluída la ciencia de la economía física.

El resultado de dicho descubrimiento que se expone en la disertación de habilitación de Riemann y cuyos cimientos principales que echó Gauss, es el reconocimiento de los efectos experimentalmente mensurables de la existencia eficiente de tales principios desde el punto de vista del cambio relacionado de curvatura del espacio-tiempo físico definido por la inclusión del principio recién descubierto. De ahí el razonamiento central de la disertación de Riemann. Aquí radica la contribución esencial de Riemann a toda la ciencia; aquí radica la contribución indispensable de Riemann a la comprensión más plena de la naturaleza de las órbitas keplerianas y las implicaciones más profundas de la obra de Leibniz y Gauss.

¿Cómo se puede, entonces, aplicar intencionalmente el descubrimiento comprobado experimentalmente de tal principio físico, para producir una nueva cualidad de comportamiento de la multiplicidad observada, considerada en su totalidad?

Exactamente el mismo principio de geometría de posición se expresa en el descubrimiento de J. S. Bach de un sistema de afinación bien temperado, y de su método de contrapunto, la inversión, basado en una expresión musical del mismo principio de geometría de posición empleado por Fermat para el descubrimiento del principio del tiempo más corto. El uso que hace Bach de la inversión, cuyo ordenamiento necesario se refleja característicamente en el principio lidio que se celebra en la Opus 132 de Beethoven, es un ejemplo perfecto del principio de análisis situs y de la manera en que dicho principio genera, en este caso para la música, una noción de idea musical sustentada en principios. Esta es la noción de ideas musicales, basada en la obra de Bach, que define la separación absoluta de los métodos de composición clásica de Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Schumann y Brahms, del sensacionalismo irracional de románticos como el bobo de Rameau, Liszt, Berlioz y Wagner.

La argumentación de Fermat en favor del principio del tiempo más corto en la refracción de la luz ejemplifica dicha paradoja de significación universal. La apreciación que hace Kepler de la implicación paradójica de la forma elíptica de la órbita de Marte es también una paradoja tal. El planteamiento de tales paradojas en la forma de contradicciones en la multiplicidad de referencia en la que surgen, es el prototipo conceptual de lo que es representable con el método de análisis situs o geometría de posición.

Si, con la forma de experimento apropiado, se demuestra que la solución hipotética que se propone, el nuevo principio universal, es universalmente válida, ese principio se ha de agregar a la multiplicidad. Aplicarle intencionalmente a la naturaleza semejante principio natural recién descubierto, es lo que causa el cambio pertinente en la multiplicidad que existía hasta ahí. En la transformación que resulta en la multiplicidad con eliminar los supuestos falsos y agregar los principios necesarios, se sustenta la noción de acción característica (es decir, acción mínima) de Leibniz. Esta noción está ya implícita en el desarrollo original de la astrofísica moderna por parte de Kepler, y en la labor de Leibniz para satisfacer la demanda correspondiente que Kepler le dejó "a futuros matemáticos".

Es la acción intencional de la mente humana individual al hacer dicho descubrimiento válido de un principio universal preexistente en el universo, la que, aplicando intencionalmente ese mismo principio, cambia el universo del cual se obtuvo ese descubrimiento. Es como si dijésemos que "en el principio era el Logos. . ." Esta cuestión de principio, ya citada unas páginas atrás, tiene todavía implicaciones más profundas, las cuales abordaré en breve, a su debido tiempo.

Por razones de énfasis y claridad, debo replantear el asunto que acabo de exponer.

La forma de acción característica que distingue a la especie humana de todas las formas inferiores de vida son los descubrimientos de principios universales físicos y concordes por medio de los cuales la cualidad de la relación funcional del hombre con el universo en su conjunto, expresada demográficamente, se eleva a un nivel superior. Estos descubrimientos tienen el efecto de transformar la multiplicidad toda del conocimiento tácito que tiene el hombre de los principios físicos universales.

Lo que he dicho hasta aquí significa eso. No es tanto lo ese descubrimiento individual, en y de sí mismo, lo que es característico; es la transformación de la multiplicidad en su conjunto, de su estado previo al descubrimiento a su estado posterior a la incorporación del descubrimiento. Es la transformación de la multiplicidad lo que le da su carácter universal a un descubrimiento de principio comprobado. Ese cambio en la universalidad de la multiplicidad es lo que constituye el sujeto de la forma característica de acción cognoscitiva humana. Esa característica es la que define el papel de la actividad noética humana de efectuar esas transformaciones que elevan la existencia del hombre en la biosfera al papel dominante del hombre en la noosfera.

Ese papel de la voluntad humana así informada, informado de esa manera, constituye el eje de nuestro interés en este informe en su conjunto.

Las multiplicidades que así se expanden son implícitamente de la forma general de las multiplicidades riemannianas, como lo ilustra la disertación de habilitación de 1854 de Riemann.

2. Hay una jerarquía de tres tipos conocidos de multiplicidades, distintos entre sí, que concuerdan con esa definición de principios físicos universales: a) la multiplicidad de los procesos no vivos en general; b) la multiplicidad de los procesos vivos en general; y c) la multiplicidad de los procesos cognoscitivos. La naturaleza general de las distinciones experimentales y las interrelaciones entre las tres clases de multiplicidades es la que definió, desde el punto de vista de la biogeoquímica, Vladimir I. Vernadsky. Las tres, combinadas como clases multiconexas, constituyen lo que Vernadsky denomina una noosfera.

Observemos brevemente estas distinciones, utilizando el punto de vista que plantea Vernadsky.

Hay varios tipos de hechos que se han de juzgar decisivos, o más o menos decisivos para distinguir la vida, como principio físico universal, de las nociones de principios físicos universales propios de los procesos no vivos. En otras palabras, qué hechos respaldan la insistencia de Vernadsky en que los procesos vivos no se derivan, mediante evolución "espontánea", a partir de los procesos no vivos.

En cada caso, como en la distinción empírica de Luis Pasteur, en química, entre los procesos no vivos y los vivos, o en la estrategia biogeoquímica de Vernadsky para abordar esto, ponemos la atención en un efecto que en sí mismo es sujeto del estudio químico después del hecho, pero que es producido, para constituir un hecho, por un proceso vivo que de ninguna manera puede ser duplicado "espontáneamente" ("objetivamente") por un proceso no vivo. Busquen la más significativa de las finas distinciones que presentan dichos casos.

Así, por ejemplo, según el criterio del peso relativo del material involucrado, la atmósfera y el agua de la Tierra se componen, predominantemente, de procesos no vivos, pero su existencia en tanto atmósfera, océanos, lagos y corrientes, es predominantemente producto de un proceso vivo, la biosfera. Algo parecido ocurre con las formaciones de roca fósil y el suelo. El resultado neto es material no vivo producido por procesos vivos, por el propio principio de la vida. Vernadsky define dichos elementos no vivos de la biosfera como productos naturales de la biosfera.

En un caso paralelo, de manera similar, las facultades de cognición peculiares del individuo humano actúan sobre la biosfera para producir efectos en ésta que sólo pueden existir como existen en tanto productos de la cognisción humana. Dado que las tres categorías de principios universales son conocidas por su producción de efectos físicos, estos efectos constituyen cada cual los productos naturales de los procesos correspondientes, y cada categoría —no vivo, vivo y cognoscitiva— es un principio físico universal.

Las clases de hechos mencionadas revelan que la vida es un principio físico universal independiente pero multiconexo con lo que son razonablemente los principios físicos universales que a todas luces gobiernan los procesos no vivos como tales. La biogeoquímica de Vernadsky lo prueba implícitamente. De modo que el universo obró sobre los procesos no vivos a fin de producir las condiciones para la vida. ¿Cómo sabía el universo que debía hacer eso? Háganle esta pregunta específica a Johannes Kepler, por ejemplo. ¿Cómo sabía el universo que debía producir las condiciones de existencia de la vida cognoscitiva en el desarrollo de los procesos vivos? Pregúntenle a Kepler, de nuevo.

En general, la implicación que plantean estas pruebas de que que hay tres clases de principio universal demostrablemente distintas, es que su multiconexión debe ser una sola multiplicidad multiconexa, comparable, en la historia de la filosofía, al Absoluto de Platón, que existía "desde el comienzo". Como sospechaba Vernadsky, sin haber estudiado la obra de Riemann en la fuente, el universo físico en su conjunto es de la forma riemanniana inherente a los nexos entre los tres tipos distintos de principio físico universal indicados aquí.

3. Mi contribución de principio, llevando estas concepciones a un nivel superior al especificado por Vernadsky, es doble: a) definí la forma de dichas multiplicidades conceptualmente, desde la perspectiva de la obra de Riemann, la cual, hasta donde se conoce, Vernadsky (1938) reconoció como de interés, pero que, hasta donde se sabe, no abordó realmente; b) definí el principio de antientropía económica física, desde cuya perspectiva se debe definir el carácter funcional de la noosfera.

A partir de las consideraciones resumidas hasta ahora, se debe situar la noción de antientropía, conceptualmente, en el marco de la visión riemanniana de esas tres clases de principios físicos universales. La cualidad fundamental del carácter multiconexo de un universo definido de tal modo, es que es característicamente antientrópico.

Las transformaciones que se generan en toda esa multiplicidad mediante el descubrimiento de un principio físico universal comprobado experimentalmente que aumenta el poder del hombre en y sobre la naturaleza, per cápita y por kilómetro cuadrado, son la norma para definir la antientropía como característica de la noosfera. Esto, planteado en los términos de una ciencia de economía física, aporta la noción y las bases para la medición de la antientropía, y también, prueba su existencia y su definición.

4. Cada uno de estos tres tipos, cuando se ven desde el punto de vista de mi mencionada contribución original a este campo, se define como una cualidad distinta de multiplicidad desde el punto de vista de los métodos experimentales apropriados para definir un principio físico universal válido, y, sin embargo, cada multiplicidad sucesiva de éstas produce efectos físicos mensurables que no se pueden generar desde los confines de la multiplicidad de orden relativamente inferior. Por razón del método experimental, el método de principio que indica Vernadsky, la prueba de esta limitación de la multiplicidad inferior demuestra que la multiplicidad relativamente superior es una forma de existencia que difiere absolutamente, tanto en origen como en cualidad, de la multiplicidad relativamente inferior.

De nuevo, como lo resumí arriba: Vernadsky muestra la naturaleza general de esta prueba, para la vida, con relación a los procesos no vivos, y para la noosfera, con relación a la biosfera subsumida. La definición del papel explícito de los procesos cognoscitivos en la determinación del cambio en la antientropía económica física relativa de la noosfera es contribución solamente mía, contribución que, originalmente, se la debo principalmente a mi estudio y defensa de la noción de monadología de Leibniz, en mi adolecencia (en aquel entonces, una defensa contra las Críticas de Kant).

Esta forma en que la vida y la cognición efectúan cambios cualitativos en la multiplicidad de un universo patentemente no vivo, se expresa en la transformación del ordenamiento funcional de las relaciones en el dominio relativamente inferior por intervención a través de una acción desde el dominio relativamente superior. De modo que, como lo muestra Vernadsky, el principio de la vida transforma las características de la acción dentro del dominio no vivo pertinente, definiendo así a la biosfera; mientras que, como también lo muestra Vernadsky, la intervención de la cognición transforma la característica de la acción en la multiplicidad de la biosfera. La característica de ambas transformaciones, es la antientropía. La antientropía, no la entropía adorada por las víctimas de seguidores de Newton como Clausius y Kelvin, es la expresión del principio supremo determinante de la legalidad y coherencia en el universo en su conjunto.

Mi contribución, en esa cuestión específica, ha sido principalmente definir la norma económica física con la que se ha de definir la antientropía en la noosfera. Mi trabajo en este sentido ha hecho factible el tipo de método necesario para vencer una crisis como la que amenaza a la civilización inmediatamente hoy en día. Vernadsky señala el papel decisivo antientrópico de la cognición como tal. Yo cambio el foco de atención a las funciones internas de la voluntad humana de ordenar intencionalmente la dirección de los cambios en la biosfera causados por la intervención cognoscitiva humana.

Dado que, en todos estos casos ejemplares, la forma de la acción es imponer una intención física sobre el universo, o a lo que Kepler se refería como a la intención de la Mente del universo, cualquier principio universal demostrado experimentalmente es un principio físico en sus efectos. Así, los principios universales atribuibles a los procesos no vivos, vivos y cognoscitivos como tales, son todos principios físicos universales por igual.

En este sentido, desde la visión riemanniana indicada de las implicaciones del carácter multiconexo de las tres clases específicas de principios físicos universales, los cuestiones siguientes se plantean y, también, implícitamente, se resuelven de manera provisional.

El razonamiento de Vernadsky, resumido en la publicación referida de 1938, significa que el universo es una función multiconexa de tres clases específicas de principios universales, cada una distinta de las otras pero, puesto que siempre son eficientemente multiconexas, todas y cada una de ellas subsumidas por el principio universal único correspondientemente implícito. Esta multiconexión de ese principio único subyacente, cuyas implicaciones funcionales acabo de resumir antes, exige que reconozcamos al universo como expresión de un principio único de creación universal, cuya existencia, no los calendarios "euclidianos", revela un "comienzo" tácito. El comienzo existe para nuestro conocimiento de la existencia de un universo autodesarrollante solamente como certeza de la existencia de un universo que está universalmente limitado por sí mismo: una simultaneidad de la eternidad, en la que las secuencias van ordenadas por la acción, no por el tiempo del reloj. El tiempo se determina por secuencias definidas cognoscitivamente, no las secuencias por el tiempo del reloj.

Sin embargo, también dicta, sin ninguna posibilidad de desacuerdo legítimo, que si uno acepta la noción de ese principio, el "comienzo" no se va hallar en los espacios puramente fantásticos de la patética noción del tiempo lineal infinitamente extendido, que se origina en la certeza sensible, sino más bien, como lo exige la alegoría de la caverna de Platón, en el universo real, conocido explícitamente sólo a la cognición. Sólo en el espacio-tiempo físico específico de la cognición, en vez de la bestialmente ingenua certeza sensible, las personas sensatas pueden usar el término "comienzo" como al inicio del Evangelio de San Juan.[FIGURE 12]

Cuando se toman en cuenta esas implicaciones, nos hace falta una definición correspondientemente apropiada de la palabra creación. En la medida en que la humanidad descubra las intenciones de la voluntad del Creador que son parte integral de la universalidad de la creación, el hombre se arroga y le da a su voluntad el poder de emplear esas intenciones, cognoscibles en tanto principios físicos universales, para cambiar el universo de manera congruente con el principio de la creación universal. Este, en otras palabras, es el hombre que obra guiado por esas cualidades de la razón que la historia nos muestra que son específicas de los modos clásicos de descubrimiento y composición artística y científica.

El poder de descubrir la voluntad eficiente para obrar de acuerdo a la razón así definida reside en la capacidad del individuo para alzarse por encima de la prisión y los grilletes que significan el dominio del placer o el dolor inmediatos, para ver nuestra existencia mortal como un instrumento actuante en y por el adelanto de esa intención que la razón nos descubre como la intención (es decir, los principios universales) de la creación en su conjunto. De este modo, la sugerencia inmediata de inmortalidad se ejemplifica con las contribuciones continuas de descubrimientos válidos de principios que le dan a la humanidad las grandes mentes científicas y los grandes compositores de formas de arte clásico desde hace siglos y mucho más.

Entra la monadología como tal

Lo que acabo de resumir en los razonamientos anteriores se debiera reconocer fácilmente como una nueva exposición, en el contexto de las implicaciones más generales de las cualidades pertinentes y decisivas de los descubrimientos modernos, de la noción de monadología que Leibniz introdujo en diversas ocasiones, principalmente en las que específicamente aborda el asunto con ese nombre. Esto le debe parecer menos sorprendente a cualquiera que tome en cuenta que yo me convertí a la perspectiva de Leibniz en esta materia durante mi lucha de adolecente contra los argumentos de las denominadas Críticas de Emmanuel Kant, así como, una década después, contra la degenerada expresión del argumento esencial de Kant en Bertrand Russell y acólitos satánicos de Russell como el profesor Norbert Wiener y John von Neumann.

Observemos ahora de nuevo la relación entre la definición de Kepler de la intención expresada en las órbitas planetarias y el surgimiento del reconocimiento de Riemann de la intención de la noción de la mónada de Leibniz. Ubiquemos así la forma en que hemos de abordar el empleo práctico del concepto de monadología.

Hay dos puntos de referencia, tanto para definir la noción de característica como para presentar la noción de la mónada de manera nueva y moderna. Una es la noción de Kepler de la órbita característica de cada planeta, ordenada armónicamente, como lo define el sistema solar en su conjunto. La segunda es la noción de soberanía, como se desprende de la característica de la actividad cognoscitiva de la mente humana individual: el uso que hace Kepler de Mente al definir la noción de la intención que gobierna la órbita de un planeta.

La noción de órbita kepleriana ubica la intención de la órbita en el efecto de la posición que debe proponerse obtener a través del movimiento, en contraste con una posición determinada por una forma "euclidiana", como predicado de una trayectoria determinada matemáticamente. Para Kepler, el valor armónico relativo de la órbita, inherente al principio de las áreas iguales, expresa la naturaleza de esta intención. La composición armónica de la composición orbital del sistema solar en su conjunto es el segundo nivel de aproximación del objetivo que intencional del planeta.

Esta intención, expresada en una característica correspondiente, define a la mónada. Los tipos de mónadas existentes, se clasifican en cuatro clases: no viva, viva, cognoscitiva y absoluta. Con "absoluta" debemos significar "el universo", como simultaneidad universal de la eternidad de las ideas, en la que el tiempo existe sólo en el sentido de una secuencia de acciones de forma cognoscitiva. Quiero decir que dicho universo se conciba como una mónada.

El mismo principio de la mónada es característico del método de composición bien temperada de J. S. Bach, el método con el que Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Schumann, Brahms, etc, desarrollaron la composición clásica y los principios afines de la interpretación.[32] La "forma germinal", la decisiva inversión contrapuntística en torno a la cual gira toda la composición, es inherente a la intención expresa del compositor, y de los interpretes adecuados, como el despliegue anticipado de la composición completa que se ha de oír.

La forma de composición musical clásica, que Haydn, Mozart, Beethoven, etc, derivaron de los descubrimientos precedentes y de su perfeccionamiento a manos de J. S. Bach, tiene la cualidad esencial de reducir toda la composición a una sola idea, concebida en los procesos cognoscitivos de la mente, del director y demás, como una sola idea prácticamente instantánea: una mónada. Esa idea, que implica el desenvolvimiento subsecuente de toda la composición, es la que sustenta y gobierna el ataque del intérprete competente en la primera nota. El intérprete que no ataca el intervalo de inicio de la composición de esa manera, no conseguirá, por tanto, comunicarle efectivamente al auditorio la idea de la composición en su conjunto. Esto también se aplica a los dramas como Hamlet de Shakespeare, en donde una mala selección de ataque al "ser, o, no ser", asegurará el fracaso de la interpretación de esa obra desde ese momento hasta el irónico diálogo final entre Fortinbrás y Horacio, cuando el cuerpo de Hamlet es sacado del escenario.

Hagamos aquí una breve pausa. A partir de esta línea de desarrollo, Kepler especificó la necesaria existencia previa de un planeta desintegrado que se movía en una órbita determinada armónicamente entre las órbitas de Marte y Júpiter. Unos dos siglos después, Gauss iba a demostrar que los asteroides eran fragmentos cuya característica orbital era la atribuida al planeta faltante desintegrado de Kepler.[33] La característica definida armónicamente de la órbita determinante del planeta expresa el principio de la mónada leibniziana.

De modo que la órbita del planeta, y también la configuración del sistema solar, son trayectorias inconmensurables, aunque, no obstante, predeterminadas, como se refleja en la congruencia de la característica orbital del planeta faltante con las características orbitales de los asteroides principales.

Regresaremos a considerar ciertas implicaciones funcionales de eso, luego de comparar la soberanía aparente del sistema solar de órbitas planetarias, con la soberanía de los procesos cognoscitivos de la mente humana individual. Ahora que tenemos una idea general de los principios de la ciencia física como tal en perspectiva, resumamos la argumentación en favor del segundo tipo de principios, los ejemplificados por la composición artística clásica y el estudio de la historia y puntos afines del arte de gobernar, desde el punto de vista de los principios y métodos de la composición artística clásica. Concentrémonos en la cuestión de la relación funcional de los procesos cognoscitivos de los individuos ocupados en el descubrimiento e intercambio de descubrimientos de todo tipo de principios físicos universales, incluidos los de la composición artística clásica.

En el caso de la ironía clásica, como la metáfora o una afirmación en la forma de análisis situs, la acción cognoscitiva que "sintetiza" la solución a la paradoja, ocurre dentro de las fronteras sensorialmente opacas de los procesos cognoscitivos soberanos del pensador individual. Sin embargo, la capacidad de demostrar la veracidad de la idea hipotética sintetizada es verificable con los criterios de demostración experimental única; y la experiencia de ese acto sintético de cognición se puede comunicar mediante la réplica en los procesos cognoscitivos soberanos de otro individuo.

La efectividad de ese descubrimiento, que se expresa en tanto que se aplica a la práctica, muestra la realidad de la idea y la manera por la cual esa idea, aunque invisible a la certeza sensible, se puede conocer eficientemente, y ese conocimiento, se puede compartir eficientemente entre las personas. Esto es más patente en el caso de los descubrimientos en la ciencia física experimental, pero es también esa cualidad de la composición artística clásica que la distingue, esencialmente, de los románticos y de retoños bastardos del libertinaje romántico como el modernismo y el posmodernismo.

Más aún, la capacidad del individuo para ejecutar dicha acción cognoscitiva, ya sea como descubrimiento original o como una réplica de otro, depende del cultivo de las facultades cognoscitivas, como en el modo de educación humanista clásica en dichos descubrimientos acumulados desde la historia previa.

Compare el lector los principios artísticos clásicos con los de la ciencia física del modo siguiente.

Considere el cálculo diferencial de Leibniz desde este punto de vista. El diferencial ahí es idéntico, en tanto tipo-carácter, a la inconmensurabilidad de una órbita planetaria kepleriana. El diferencial debe estar en la forma matemática correspondiente a una aseveración en análisis situs, ya que el papel de la característica armónica y de las áreas iguales apunta hacia el origen de la necesaria expresión paradójica de la órbita en su totalidad. Ese diferencial es la característica de la trayectoria en cuestión.

La cualidad cuasisoberana del diferencial de Leibniz, en contra de la forma linealizada de Euler, Cauchy, etc, apunta al concepto de la mónada. Se ha de concebir como expresión del principio ontológico de que "nada es permanente sino el cambio", y no como expresión en términos del espacio-tiempo físico axiomáticamente "euclidiano" de los reduccionistas. La individualidad del elemento es su cualidad soberana, no su semejanza a un objeto sensible. De ahí, la noción de su existencia en la forma de una mónada.

La transmisión de tales concepciones de la ciencia física, orientada implícitamente a tareas, y sus derivados tecnológicos, en el funcionamiento de la sociedad, define el sujeto de la composición artística clásica, más estrechamente, y del estudio clásico de la historia y el arte de gobernar, más ampliamente.

La mónada soberana

Considere de nuevo el uso que hace Kepler de "Mente", en referencia a la intención que expresa una órbita planetaria. Ahora, primero, compare esa Mente del planeta con las facultades cognoscitivas soberanas de la mente de Kepler. Luego, desde ese punto de mira, considere la Mente del Sol, que se expresa desde el punto de vista de la panoplia de características orbitales de las órbitas del sistema solar en su conjunto. Considere esa Mente del Sol a través de la mente de Kepler.

Luego de dicho ejercicio, considere la función que se expresa en la intervención del principio físico de la vida en el ordenamiento de los aspectos no vivos del universo. Luego considere, de modo parecido, la intervención de los procesos cognoscitivos en el ordenamiento de los procesos internos de la biosfera. Después de eso, considere estas materias a la luz de los conceptos opuestos de la termodinámica que defienden Clausius, Kelvin y Grassmann, por ejemplo.

Llegado ahí, revise lo que se ha considerado hasta este momento, concentrándose, primero, en la cuestión de los principios físicos universales de la vida y la cognición, y vuelva luego a examinar la cuestión de los principios físicos universales de los procesos no vivos. Comience con la mente humana y sus facultades cognoscitivas. Para medir, primero debemos conocer nuestro instrumento de medición; debemos comenzar aquí, porque aquí tenemos el concepto cognoscible de la existencia de una mente soberana. Luego debemos comparar la noción de una mente soberana, la nuestra, con la intención manifiesta en su relación con los procesos vivos (la biosfera) y con los procesos ostensiblemente no vivos, como las órbitas planetarias.

Vuelva la mirada al interior de los procesos cognoscitivos de su propia mente, la mente en cuyos confines soberanos ocurre ese acto de descubrimiento mediante el cual se aumenta potencialmente el poder de la humanidad en y sobre el universo. Concéntrese en la congruencia, demostrada experimentalmente, entre el descubrimiento de Kepler sobre la solución a los errores de la obra de Copérnico y Tycho Brahe, y la confirmación de Gauss de todo el sistema de Kepler con el caso experimental decisivo de las órbitas de los asteroides. Contraste la congruencia de ese descubrimiento de principio, de Kepler, con la incapacidad de Copérnico, Brahe, etc, para escapar del dominio ilusorio de las seudorrealidades, el dominio neurótico de la intuición ingenua, que toma erróneamente la certeza sensible por el universo real.

Por eso, tales ejemplos —y hay muchos otros, por supuesto— llevan a la cualidad específica de la noción de devenir inherente a los diálogos de Platón. Es a través de la facultad de cognición, y no de la certeza sensible, como realmente conocemos el universo; la idea del universo que se presenta a nuestra mente mediante la cognición no es un universo de cosas que nadan, como en movimiento browniano, en alguna sopa euclidiana infinita, sino, más bien, un universo que sólo nos es conocido a través de las transformaciones que resultan en cambios de cualidad axiomática en nuestro modo de pensar y de actuar sobre el universo. Esos cambios, definidos en términos cognoscitivos, son la forma más elemental de las ideas.

Para la certeza sensible, en el nivel más simple, los huevos o las gallinas se consideran popularmente como objetos evidentes de suyo. Esa es la opinión respecto a los huevos y las gallinas entre los que roban los gallineros, como los zorrillos, las zorras y diversas variedades de hurones. En contraste, entre las personas cognoscitivamente maduras, en la ciencia, la existencia de huevos expresa una intención encarnada en la existencia de las gallinas, y en el caso de las gallinas, la intención de los huevos. Con todo, esa intención de las gallinas o sus huevos no existe independientemente del carácter funcional de la situación en la que se expresan tales intenciones.

En el descubrimiento de tales intenciones radica el verdadero conocimiento del universo, tal como deriva Kepler el principio de intención, como su noción de gravitación universal implícita en la órbita de Marte. Sin embargo, la intención de Marte no se puede definir más que en el marco (situación) universal del sistema solar en su conjunto. Estas nociones de intención se han de contrastar con el dogma aristotélico de esos incompetentes filosóficos que toleraron la farsa de Claudio Tolomeo por tanto tiempo, o los bachilleres crédulos que se tragan la conseja de que Copérnico descubrió que la Tierra gira alrededor del Sol, o los afanados que escriben en los suplementos dominicales que la cultura europa moderna es "copernicana". La noción de intención de Kepler, ejemplifica un concepto universal de existencia, que no ocurre realmente sino en la forma de una intención que sustenta un devenir.

Este nexo de una intención con la noción de un devenir es el principio fundamental del descubrimiento de Leibniz de un verdadero cálculo diferencial e integral, descubrimiento al que fue conducido por la tarea que le dejó Kepler "a futuros matemáticos". Una cualidad específica de intención, inherente a una cualidad específica de devenir, representa una característica, en el sentido que le dan Leibniz y Riemann a dicho término. Esta noción de característica es, a su vez, el contexto en el que reside la noción de monadología leibniziana.

Esta cuestión debiera estar clara simplemente desde el punto de vista de la experiencia de cualquier persona que ha hecho realmente un descubrimiento o que, quizá como estudiante, haya podido reproducir la experiencia de un descubrimiento válido de un principio físico universal. Lo vuelvo a plantear ahora, en resumen.

El caso de una paradoja expresada en la forma de análisis situs va al punto. Todos los descubrimientos ocurren como fruto de soluciones a paradojas de tipo ontológico. El desafío de esa paradoja provoca un acto de concepción. Es ese acto de concepción el que, si tiene éxito, produce la forma hipotética de una solución a dicha paradoja que nace en una mente soberana individual. La demostración experimental de la validez de esa hipótesis define un principio físico universal.

Así que el proceso cognoscitivo que genera una hipótesis comprobada de ese tipo es emblemático de la imagen mental apropiada de la realidad. La imagen del proceso cognoscitivo que hemos experimentado en nosotros, sea al descubrir un principio físico universal válido o al repetir la experiencia de semejante descubrimiento histórico, es la única noción racional realmente existente de la existencia real de cualquier cosa. Sólo en la medida en que llegamos a nuestros conceptos por medio de ese método cognoscitivo de nociones generadoras de principios, se puede decir verazmente: "Sé".

Una persona puede decir: "Vi", u: "Oí", o: "Toqué", u "Olí", apoyada en la confianza en la fiabilidad de nuestra capacidad para distinguir entre la realidad y la ilusión en cuestiones de experiencia sensible. Cuando dicha persona pone el verbo "conocer" en lugar de "vi" u "oí", esa persona está, en el caso común, hablando falsamente. No obstante, a veces, como en el caso de la comprobación experimental de un principio físico universal, uno puede decir justamente de las experiencias sensibles: "Sé".

Por ejemplo, una persona que atestigua: "Vi", pudiera ser correctamente interrogada: "¿Cómo sabe que eso es lo que vió?" La persona que defiende su observación con un desplante: "¡Lo que vi es lo que sé!", hace una aseveración errada. No sabemos lo que vemos; requerimos de alguna forma cognoscitiva de corroboración, antes de que la experiencia sensible se pueda convertir en conocimiento.

Por ejemplo, en el caso del testigo que afirma: "Vi a ese hombre" (señalándolo), a menudo es apropiado, y puede ser necesario, seguir esa declaración con una serie de preguntas, como: "¿Cómo lo sabe usted?", "¿Cómo sabe usted que no se equivoca?" Sólo en el caso en el que se han aplicado, real o implícitamente, las pruebas pertinentes, se puede decir honradamente de la experiencia sensible: "Lo sé".

Pero, aunque lo que acabo de escribir es una aseveración verdadera, hasta donde llega, las cosas no son realmente tan sencillas.

La posibilidad de definir la realidad de manera cognoscible, libre de toda suerte popular de intuiciones ilusorias, radica en las relaciones sociales definidas por la cognición, en vez de los modelos herméticos a lo "Robinson Crusoe". En la reproducción de descubrimientos válidos de principios que hace una mente en relación con otra mente, el descubridor se hace autoconciente de sus propios procesos cognoscitivos, a través de su reflejo en tanto generación de la misma idea en la mente de otros.

En esta relación recíproca entre dos pensadores que se refieren al mismo objeto de práctica, uno reconoce el acto de cognición en el otro, y anticipa el reconocimiento del acto correspondiente de cognición en él mismo. Entonces, de este modo recíprocamente autoconciente, la acción de cognición se hace objeto de cognición.

Esta noción de una forma cognoscitiva de autoconciencia es fundamento de toda educación competente en la ciencia física y la esencia de la composición y la interpretación artísticas clásicas.

En la capacidad de compartir con otros ese descubrimiento cognoscitivo de un principio universal, de manera orientada por una tarea, el conocimiento real del universo físico deviene en sujeto de intención conciente. Distinguiendo unas ideas tales de otras del mismo origen cognoscitivo, es como podemos distinguir una idea de otra como forma de existencia de las ideas, situadas en un proceso social.

Este aspecto social del proceso de acumular ideas válidas, cognoscitivamente, en el curso de generaciones sucesivas, define lo que se considera propiamente principios clásicos de composición e interpretación artística. Los principios comprobables de composición artística clásica también ofrece las bases para la aprehensión de la historia real y de las artes del buen gobierno. El descubrimiento del Estado nacional soberano, realizado por vez primera en el Renacimiento europeo del siglo 15, centrado en Italia, se encuentra entre los ejemplos más apropiados de esta relación entre los métodos válidos de composición artística clásica, como en Leonardo da Vinci y Rafael Sanzio, y el arte de gobernar.

Por ejemplo, una tragedia clásica, como las de Shakespeare o Schiller, se basa en un problema definido por la historia real o mítica (como los poemas épicos de Homero) de una situación real históricamente específica.[34] Generalmente, la composición es historia verídica. El drama bien interpretado en el escenario provoca que los procesos cognoscitivos del espectador reconozcan el error implícito y la solución probable basada, en principios, a ese error en alguna situación desastrosa de la historia. La aplicación de las facultades críticas (cognoscitivas) al asunto de verificar lo apropiado de la interpretación dramática, tiene, entonces, la función de la prueba experimental de una hipótesis; si el tratamiento crítico muestra que la concepción generada es veraz con respecto al principio de la historia real representada, el drama ha ejecutado la función de inducir conocimiento en los espectadores, conocimiento en el mismo sentido que una comprobación, en el laboratorio, del presunto hallazgo de un principio físico.

Así que el dominio de la naturaleza por el hombre, mediante el progreso de la ciencia física, depende del dominio del hombre sobre el desarrollo de los procesos sociales en los que se sitúa el despliegue de la historia y la práctica del arte de gobernar. Ese es el significado de la ciencia clásica y la composición artística clásica, como lo expresan, por ejemplo, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 y el Preámbulo de la Constitución Federal de los Estados Unidos de 1789.

La cualidad que separa al arte clásico del romántico o de cualquier otro arte vulgar es la diferencia en la cualidad de emoción que le es esencial a cada cual. En el arte vulgar, la emoción pertinente son, predominantemente, efectos sensuales. En el arte clásico es la sensación cognoscitiva de una "luz que se enciende en la mente". De este modo, el aspecto central en las Pasiones de J. S. Bach es la decisión de Cristo en Getsemaní. En la Pasión Según San Juan, Bach subraya esto con la aposición musical del odioso grito en pro de la crucifixión de Cristo. En el famoso spiritual negro "He never said a mumblin' word", esa "luz que se enciende en la mente" es el referente típico al uso de la "luz" en el arte clásico, sea en la palabra o en la pintura. Como en el Otelo de Shakespeare: Hay luz, y, luego, hay luz.

Esa "luz" del acto de descubrimiento cognoscitivo, o de reconocimiento, es una cualidad especial de pasión. Esa pasión es la cualidad de movimiento en el arte clásico y en la ciencia física. Esta cualidad de pasión, propia del pensamiento cognoscitivo y no del pensamiento reduccionista deductivo, es la base de las emociones que se describen, al hablar de las relaciones físicas del hombre con el universo como movimiento y fuerza en el universo. En toda composición artística clásica y pensamiento afín, esto se aprehende como inspiración clásica, y como la cualidad de acción artística clásica.[35] Estas nociones de inspiración para la acción son la base de la idea de intención, y así empleó Kepler precisamente ese método de análisis situs al cual me he referido repetidamente aquí, para concentrar las facultades cognoscitivas de su mente en la cuestión de la intención del comportacmiento del planeta en órbita y su sistema solar.

El "órgano sensorio" con el cual las facultades soberanas de la mente individual perciben la manifestación de un principio en ese universo físico en el cual existe la persona individual, es el "órgano" de las facultades soberanas de la cognición del individuo. Así como representamos la experiencia sensible de la vista o el oído con el órgano por medio del cual se realizan dichas percepciones, las manifestaciones de un principio las conocemos con un tipo diferente de "órgano sensorio", el de la cognición. De modo que las imágenes de un principio físico universal son creadas por la mente según los requisitos del órgano mediante el cual se perciben dichas cualidades de principio: el órgano de las facultades de cognición soberanas.

Así, para la cognición de un principio, las nociones de "luz", "inspiración para la acción" y "sentido de movimiento", son las cualidades que expresan nuestra capacidad de sentir al verdadero universo que ha movido a las meras sombras sobre el muro de la percepción sensible de la caverna débilmente iluminada.

Esas experiencias cognoscitivas también tienen la cualidad de ser deliberadas, en contraste con las meras pasiones de la carne. El sentido del modo en que un principio físico universal encarna una intención voluntaria, tal como la de la órbita de Marte, o el principio de gravitación universal, como concluyó Kepler originalmente, es la esencia del pensamiento científico respecto a la naturaleza externa al hombre. La percepción de formas de descubrimiento artístico clásico y de expresión de un principio universal, proporciona la intención y la capacidad de acción que le da la inspiración que le imparte al espectador la voluntad de actuar en concierto por amor al bien.

El dizque pensamiento lógico abstracto, "objetivo", es la preparación del fallecido que hace el cosmetólogo intelectual para su viaje a la fosa común donde están enterradas la astronomía del charlatán Claudio Tolomeo y muchas otras invenciones inútiles de los pedantes. Sin pasión cognoscitiva, no hay descubrimiento demostrable de principio universal, sino tan sólo la tumba donde los kantianos y sus símiles están enterrados, morando en el Purgatorio, porque el Infierno no recibe al doblemente muerto.

Como ese célebre falsificador del cálculo que odiaba a Leibniz, Leonardo Euler y luego el plagiario Cauchy, protegido de Laplace, Clausius, Kelvin y Grassmann, entre otros, pergeñaron lo que vino a conocerse como las tares leyes de la termodinámica, con base en el supuesto puramente arbitrario, de "torre de marfil", de que el universo es implícitamente el universo de los procesos no vivos, según lo conciben, axiomáticamente, los empiristas y sus retoños los positivistas.

La versión posterior más radical del dogma de Clausius, etc, de mediados del siglo 19, sufrió una degeneración moral e intelectual mayor, hacia las formas de positivismo radical propias de Bertrand Russell y Ernst Mach. Ludwig Boltzmann llegó a tener un papel principal en sistematizar el dogma de Clausius y compañía. Norbert Wiener y John von Neumann, acólitos de Russell, compensaron su expulsión de la Universidad de Gotinga, que dirigía Hilbert (por incompetencia y faltas relacionadas) pergeñando los dogmas seudocientíficos de la "teoría de la información" y el "análisis de sistemas", y Erwin Schrödinger, seguidor de Boltzmann, intentó degradar los descubrimientos de Pasteur, Vernadsky, etc, en un dogma nada incongruente con la termodinámica estadística de Boltzman.

De manera que hoy en día, tenemos el espectáculo de lo que podrían ser fugitivos de la legendaria isla de Laputa de Jonathan Swift, prometiendo crear una "inteligencia artificial", reemplazar la inteligencia humana que han repudiado y llegar al extremo de repudiar la vida misma, para así dar sitio en la Tierra a la propuesta proliferación de autómatas superhumanos.

Con el espectacular hundimiento en marcha de la mentada "nueva economía", basada en bobadas como las de Clausius y sus sucesores, la adoración religiosa de esos superhombres nietzscheanos existencialistas llamados "autómatas inteligentes", menguará a unas cuantas bandas lastimosas, desparramadas, de cuasiflagelantes, a medida que vuelva a predominar la dura realidad de que la inteligencia humana es indispensable para producir lo necesario para la vida.

Cuando examinamos la doctrina de Clausius y compañía desde el punto de vista de las consideraciones axiomáticas que impregnan este informe, esa Torre de Babel creada por los empiristas y sus seguidores, como Euler, Laplace, Cauchy y Clausius, es un absurdo patente. Estos seres ostensiblemente humanos afirman, como su suposición axiomática fundamental, que el universo está creado en su totalidad según una especie de supuesto mecanicista reduccionista deductivo implícito de que "todavía tenemos que descubrir si este universo tolerará o no la existencia de vida en general, y vida humana en particular". Para cualquier adulto inteligente y razonablemente culto, reconocer ese devastador sofisma axiomático en que se funda todo el sistema de razonamiento de esos tipos debería hacer obvio el sofisma de la doctrina de la entropía universal.

Abordemos el asunto desde el ángulo opuesto al de los supuestos axiomáticos de esos desafortunados. Preguntemos, no si la vida es posible, sino más bien, ¿cuál es la naturaleza del universo que nos trajo a la existencia y nos dio la capacidad de aumentar nuestro poder en y sobre ese universo? El razonamiento, expresado por Vernadsky en términos de la biogeoquímica, indica la dirección de la respuesta a esa pregunta que nos debemos hacer. Mis propios descubrimientos y trabajos relacionados en el campo de la economía física, nos permiten hoy en día expresar lo que de otro modo esta implícito en la obra de Vernadsky, como la base para formular la política en y entre las naciones.

El crimen menor de gente como Euler, Laplace, Cauchy y Clausius —es decir, pasando por alto las pruebas de sus intenciones malévolas— es que, aferrados al esquema deductivo del reduccionista radical de los procesos no vivos, pasan por alto insolentemente el principio de situación (es decir, el análisis situs) de Kepler y Leibniz. Niegan, bastante histéricamente, el universo en el cual ellos mismos existen.

Cada órbita del sistema solar en el que existen tiene una característica, expresada como la noción de un número inconmensurable. Así que cada objeto de indagación científica se define por un tipo de característica similar, y representa así una mónada en el sentido que le da Leibniz al término. Sin embargo, estos tipos de características, aunque se puedan distinguir experimentalmente, no tienen precisamente el mismo valor en todas las situaciones en que ocurren. En la práctica, el valor de su característica se ajusta conforme a la situación/posición en la que descansan.

Esto implica, primero, un número único para el objeto como tal, pero, también, un número singularmente específico que ubique la existencia de esa mónada numerada en el contexto funcional de su situación/posición.

De modo que la entropía existe como fenómeno observado en la situación en que aparece. Así, para Pasteur, Vernadsky, etc, la materia ostensiblemente inorgánica, como tal materia, se comporta de manera diferente dentro un proceso vivo como su situación y en una situación de referencia no viva, tal como un residuo de un organismo vivo en descomposición, o simplemente en una situación que sea inmediatamente no viva. No obstante, Vernadsky destaca, desde el punto de vista de la biogeoquímica, esos productos naturales de la biosfera que parecen material típicamente no vivo, tienen una determinación "histórica" en el desarrollo de la biosfera, la cual constituye su situación "histórica" pertinente. Aquí la insensatez de Clausius y los ingenuos que lo siguen, se hace obvia.

Este principio de situación, tal como lo acabo de referir, una vez más, aquí, es decisivo. La perspectiva general a subrayar, aun para la generalidad de los legos, es la eficiencia con la cual los procesos cognoscitivos cambian las características de la biosfera, y en la cual los procesos vivos (por ejemplo, la biosfera) transforman las características de los no vivos, como lo han mostrado Pasteur, Vernadsky, etc.

3. Economía física y vida

Para pasar, de la exploración que hizo Vernadsky del problema, a la manera en que la humanidad pueda cambiar intencionalmente su actual destino ostensible, tenemos que añadirle tres renglones interdependientes a la imagen que diera Vernadsky de la noosfera en 1938.

Primero, la infraestructura económica básica. ¿Cómo debemos hacer florecer el desierto? ¿Qué debemos hacer, aparte de las condiciones benéficas precedentes para la vida humana ya proveídas por la biosfera, para llevar a la biosfera misma a ese estadio superior de organización indispensable para aumentar el poder de la humanidad para existir en y sobre el universo? En este punto, nuestro razonamiento se imbrica directamente con el de Vernadsky.

Segundo, el desarrollo de los proceso de producción de los que depende el mantenimiento y mejoramiento de la existencia humana a los niveles actuales y otros mejores.

Tercero, la constitución de la organización de la sociedad, y de la educación y cultura general de su pueblo, de manera que haga posible el esfuerzo cooperativo requerido para organizar los esfuerzos de la sociedad de modo apropiado, tanto para las necesarias mejoras en la infraestructura económica básica como en los procesos de producción física y distribución de los bienes y servicios esenciales.

Los tres se combinan convenientemente en un solo asunto, bajo el título del automejoramiento de la reproducción de las características demográficas de la especie humana y sus familias. Las mediciones principales se hacen per cápita y por kilómetro cuadrado de la sección transversal normalizada de la biosfera. La tasa de mejoramiento de esas características es el foco de medición de valores estimados: es decir, la tasa de la tasa de cambio de tales valores.

Comienzo por concentrar la atención en el papel de la infraestructura económica básica como el rasgo principal del empalme entre la noosfera y la biosfera. Al respecto, incluyo algunas explicaciones de lo que he planteado en publicaciones anteriores.

¿Qué es la infraestructura económica básica?

En general, la expresión "infraestructura económica básica" se debe emplear para significar todas esas mejoras en la totalidad del territorio, considerado como tal, indispensables para crear las condiciones en las que "el desierto pueda florecer". Esto abarca el desarrollo general del transporte, el aprovechamiento de los hidráulicos y sistemas de energía. También abarca darle especial importancia a la explotación y administración de campos y bosques de modo que aumente la tasa de conversión de la radiación solar en formas de biomasa utilizable de manera que sean de provecho para promover el mantenimiento y el aumento de las facultades productivas del trabajo. Consecuentemente, abarca la planificación urbana y su desarrollo, además de los campos administrados y los bosques administrados.

Observe esto el lector desde el ángulo desde el que Vernadsky define la relación entre la biosfera y la noosfera. Defina luego esa relación en términos funcionales, primero desde el punto de vista de Vernadsky, y, luego de eso, desde el punto de vista de la ciencia de la economía física.

La "historia" geológica de la Tierra, descrita desde el punto de vista de la biogeoquímica, indica que la pauta del surgimiento evolutivo aparente de las especies se debe concentrar no tanto en la idea de la evolución por especies y más en el modo en que el autodesarrollo de la biosfera, mediante la acumulación de sus productos naturales (tales como la atmósfera y los océanos), crea los requisitos de los que depende el surgimiento de tipos superiores de especies. El significado de la especie emergente se convierte entonces, primariamente, en el efecto de su existencia de cambiar las características de la multiplicidad de la biosfera en su conjunto.[FIGURE 13]

Este autodesarrollo de la biosfera, en tanto proceso de la biosfera, llegó al punto, hace una cantidad desconocida de millones de años, en el cual las condiciones de la biosfera necesarias para la forma de vida cognoscitiva, el hombre, fueron sustentables. A esta imagen debemos inyectarle la noción de la ulterior transformación de la biosfera por parte del hombre, mediante lo que Vernadsky define implícitamente como los productos naturales de la vida (humana) noética, incluyendo las formas cultivadas de campos y bosques, y que hoy en día debemos reconocer como los precursores de la infraestructura económica básica moderna.

Supongamos, entonces, que la sociedad opera de manera que una minoría de la población total goza de los beneficios de las mejoras infraestructurales, mientras que la mayoría no. Entonces, se debilitará el desarrollo de la productividad potencial de la mayoría. Ya volveremos aquí, bajo el encabezado del Estado nacional, a esta consideración decisiva.

Observe el Asia central de hoy. Hay superficies enormes con abundancia de lo que se llama "recursos naturales", pero condenados hasta ahora a permanecer sumamente subexplotados, por falta de la infraestructura económica básica. Ahí pudiere vivir una densa población altamente productiva. Para generar ese cambio, se debe desarrollar la infraestructura económica básica, en corredores de desarrollo de hasta 100 kilómetros de ancho que que cuenten con transporte público, grandes obras hidráulicas y redes de generación y distribución de energía. Semejante red de corredores emergentes transformaría mucho de esta región de desarrollo disperso en un rico potencial de crecimiento de la población y su prosperidad.[36]

Más aún, con transporte de carga de alta velocidad (verbigracia, levitación magnética) a través de Eurasia continental, desde lugares como Rotterdam hasta Japón, y a través del Estrecho de Bering, la eficiencia de la inversión en el desarrollo de la producción física de bienes aumentaría enormemente sobre el actual grado de dependencia del transporte de carga transoceánico. Cada milla (o kilómetro) de dichos corredores de desarrollo rinde con creces lo que cuesta su construcción, un rendimiento más que compensador en la forma de la producción que se dará a cada 50 millas más o menos de la ruta. Esto contrasta con la falta general de producción a cada 50 millas de transporte transoceánico. En ese sentido, por el aumento de la producción y de la productividad que hace posible, un corredor de desarrollo explorado apropiadamente y bien desarrollado, le cuesta a la economía mucho menos que nada neto.

Por consiguiente, debemos reconocer que la superposición de la noosfera sobre la condición prenoosférica de la biosfera no es meramente algo montado encima de ésta, sino que significa una aceleración del desarrollo de la biosfera como biosfera, con el efecto buscado de mejorar las precondiciones para el desarrollo humano, al mismo tiempo que aumenta la tasa de rendimiento funcional de una biosfera que ahora incluye al hombre y a las actividades del hombre como parte de esa biosfera.

Yo destacaría la atención que puso el científico espacial Krafft Ehricke en la "industrialización de la Luna", y mi extrapolación de ese plan para generar artificialmente condiciones biosféricas naturales en una estación laboratorio del tamaño de Los Alamos en Marte. Para replantear el asunto: el sistema solar creó las condiciones para el autodesarrollo de una biosfera en la Tierra, en el curso de lo cual, surgieron las condiciones para la vida humana. En la exploración espacial de largo plazo, en la cual hombres y mujeres permanezcan "en el espacio" por meses o más, no podemos depender indefinidamente en el llamado "sostén artificial de la vida". Debemos utilizar los principios de la biosfera, cuyas lecciones aprendimos a partir del surgimiento y mantenimiento de la vida humana en la Tierra, para que nos ayuden, cada vez más, a desarrollar la reproducción de procesos como los de la biosfera "en el espacio".

Por lo tanto, el desarrollo de la biosfera se continuó, principalmente a través de lo que he descrito aquí como infraestructura económica básica, como parte integral de una noosfera que la incluía. Nuestra continuación de ese proceso de desarrollo de la biosfera (bajo el reino de la noosfera) es una condición para el surgimiento de niveles superiores de existencia humana. El hombre, así, eleva el nivel de desarrollo de la biosfera por encima del alcanzado por la biosfera prehumana.

Ahora bien, de este modo, los productos naturales de una biosfera situada en una noosfera se suman a un nivel superior de cualidad y masa relativa que pudiera alcanzar la biosfera sola bajo el estado "natural". Por ejemplo, los bosques manejados por el hombre, si se manejan apropiadamente, son mucho menos propensos a los incendios devastadores que los bosques del monte silvestre. Por ejemplo, la distribución controlada y el reprocesamiento del agua hacen posible un gran aumento de la cantidad y la calidad de la biomasa por kilómetro cuadrado. Por ejemplo, el saqueo de la finca familiar hasta los huesos, con los niveles de precios que se pagan directamente a los agricultores por debajo de la paridad, como en el gobierno de Carter, convierte enormes extensiones de tierra agrícola y afín en zonas desérticas, como ocurrió en los Estados Unidos de América durante los años veinte y treinta.

Así como el principio de la vida interviene en los procesos no vivos para convertir el comporamiento de éstos en lo que podemos reconocer como la biosfera, así la intervención cognoscitiva del hombre en el desarrollo de la biosfera altera el comportamiento de ésta. En tales casos, se alteran las leyes internas del comportamiento del objeto en el dominio subsumido, con el efecto que Pasteur y otros notaron en los casos de la fermentación de la cerveza y el vino. Estos cambios son mensurables, como productos naturales de la vida. Así, la intervención de la cognición en la biosfera, redefine la biosfera en tanto incluye esas categorías de comportamiento que reconocemos como infraestructura económica básica. Estos cambios en la biosfera son mensurables, y constituyen las condiciones para el mantenimiento y la mejora de la vida humana. Son productos naturales de la noosfera, y así deben reconocerse y considerarse.

La medición requerida por una ciencia de economía física es la tasa relativa de aumento de la densidad de población potencial de la población humana, tomando en cuenta las mejoras de la esperanza de vida, y mejoras en las características demográficas de los hogares y de la población en general, su bienestar general, meta que el Preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos especifica que ha de ser la ley inalterable que gobierne las decisiones de nuestra república.

La producción como tal

La norma para medir la productividad no es el producto contado como tal, sino, más bien, la tasa relativa de aumento, estancamiento o declinación de las facultades productivas del trabajo. Esta medida se toma per cápita y por kilómetro cuadrado, y está condicionada al requisito de que mejoren las características demográficas de las familias y de la población en general. Estas mediciones dan una idea aproximada, y en esa medida expresan, la noción de densidad relativa potencial de población. En otras palabras, éstos son modos diferentes de medir, con aproximación razonable, la tasa de cambio de la antientropía de lo que Vernadsky definía como la noosfera.

A estas alturas, es importante precaver a esos críticos que, una vez más, pudieren exigir una norma de medida matemáticamente exacta. Todas las constantes importantes de la ciencia física son, por su naturaleza, valores relativos, y, por ende, inconmensurables en última instancia. En el campo específico de la economía nacional y mundial, es de advertírsele a los críticos que el valor de la producción y de la productividad, consideradas en lo pequeño, varía de acuerdo con las características del llamado marco macroeconómico en que estén situadas. La razón de emplear aproximaciones no es que nuestras mediciones no sean suficientemente refinadas en detalle; la cuestión es que cualquier cambio en la noosfera en la cual se sitúa la economía altera el valor funcional que se ha de asignar implícitamente a cualquier objeto localizado.

Veamos un ejemplo de la física en general. Del trabajo realizado por los científicos por décadas, surgen fuertes indicios experimentales de que lo que normalmente se consideran constantes universales pudieran no ser exactamente constantes, sino que quizá se alteren con los efectos impacto de la radiación del espacio estelar, y, al menos en ciertas condiciones, quizá sean diferentes para materiales subsumidos en procesos vivos que los que se encuentran en la misma especie de mónada presente en procesos no vivos. Así, en la ciencia física en general, y en la economía más estrechamente, debemos pensar que las características son inconmensurables en última instancia, como pensaba Kepler.

La magnitud, la característica, que intentamos medir, cuando menos en un grado razonable de aproximación, es una característica verdadera, propia de la órbita u otra existencia similar a la mónada a la que se refiere. Pero, nunca debemos olvidar que el universo no es la suma de sus partes, sino una multiplicidad, la cual constituye el contexto y el determinante de la existencia de cada parte. Nuevos descubrimientos válidos no harán que una característica sea menos característica; pero el número exacto propio de ésta nunca se conoce en grado enésimo, y puede estar sujeto a alguna modificación significativa conforme aumenta la extención de nuestro conocimiento sobre el universo.

Al cambiar la biosfera, como lo hace la existencia de la noosfera, estamos cambiando la multiplicidad económica "macroscópica" en la cual ocurre todo acto de producción u otra acción local económicamente significativa. De modo que toda estimación de los valores económicos locales de producción y cosas afines es aproximada. Las distinciones hechas entre semejantes sucesos locales pueden ser sólo aproximaciones, pero los valores relativos estimados tienen el tipo de significación para la aplicación práctica que sugiere la idea de una aproximación competente.

La esencia paradigmática de la noosfera es el acto de cognición mediante el cual la mente individual genera un descubrimiento válido de principio físico universal. Ahí radica la esencia de la cualidad de antientropía específica de la noosfera, la distinción funcional entre la noosfera y la biosfera. Aquí está el meollo de la singular y específica capacidad de la humanidad para cambiar al universo.

La construcción del equivalente de lo que se llama, después de Riemann, experimento único, no sólo es la prueba indispensable de un principio físico universal. De los requisitos del diseño de dicho experimento, se desprenden eso que llamamos tecnología de los descubrimientos científicos de principio universal. Uno de los ejemplos más eficientes de esto es la demostración experimental única que hizo Wilhelm Weber del principio de la electrodinámica de la fuerza angular de Ampere. La prueba de principio se expresa en el diseño del aparato experimental; a la inversa, a partir del examen de los rasgos fundamentales del diseño de la máquina herramienta del aparato experimental, surge la factibilidad de la aplicación del principio.

Así, en la economía moderna, especialmente en conexión con lo que se llama programas "relámpago" impulsados por la ciencia, debería existir una estrecha relación simbiótica recíproca entre los científicos investigadores, las funciones de diseño de máquinas herramienta y la introducción de la tecnología comprobada, a través de grupos de ingenieros altamente calificados, en el proceso de diseño de productos y métodos de producción. En dichos casos, la variable principal en desempeño neto es el desarrollo de una correspondiente estructura de empleo de la fuerza laboral total, de tal modo que los componentes "impulsados por la ciencia" y el estrato auxiliar inmediato, sean una proporción creciente de la fuerza laboral empleada total.

De modo que un ascenso premeditado en la composición de las categorías de ocupaciones y empleo de la fuerza laboral total debe ser un proceso de acercar a una porción creciente de esa fuerza laboral cada vez más a la generación "económica física pura" de tasas rápidas de adelanto de la tecnología de producción y diseño de productos. Sería útil llamar al proceso el principio sociológico de antientropía en la noosfera. Retomaremos algunas implicaciones decisivas del mismo asunto, pero desde un punto de vista diferente, un poco más adelante en esta sección final de mi presente informe.

El desarrollo de la acumulación de descubrimientos comprobados experimentalmente toma la forma de una multiplicidad riemanniana. El añadido de nuevos descubrimientos resulta en el establecimiento de una nueva multiplicidad. Lo decisivo es la antientropía implícitamente mensurable que genera por semejante serie de multiplicidades que se va desplegando. El avance del desarrollo de esta multiplicidad es la característica fundamental que mueve el progreso económico físico en tanto tal. Sin embargo, los beneficios relativos para la economía dependen de la voluntad y la capacidad de la sociedad para utilizar la ventaja de dichos descubrimientos en transformaciones en el empleo, el diseño de productos y la producción misma, así como en el desarrollo de la infraestructura económica básica en el modo y en la medida que lo requieran estos ascensos del potencial tecnológico para su aplicación eficaz en la producción y la distribución.

Por ejemplo, en la cuestión de la infraestructura. Veamos primero, el caso de la energía. La capacidad de realizar los beneficios de los descubrimientos válidos de principio universal y de la tecnología conexa exige por lo general que aumente no sólo la producción de energía per cápita y por kilómetro cuadrado, sino también mejoras cualitativas tales como una mayor densidad de flujo energético y la organización coherente de los flujos de energía en la distribución y la aplicación.

En el caso de la administración de los recursos hidráulicos, aumenta la magnitud del flujo necesario de agua per cápita y por kilómetro cuadrado. Este requisito sólo puede satisfacerse con métodos cada vez más avanzados de desalación y reprocesamiento del agua.

En el transporte de carga, la capacidad de equilibrar la relación entre los inventarios de trabajo en marcha y el producto final demanda el tipo de mejoras revolucionarias en el transporte que hacen que la clasificación de la carga y elementos relacionados de despacho y administración de inventarios pasen a ser característica inherente del sistema. El uso del transporte de levitación magnética para pasajeros es impresionante; pero eso no debe oscurecer el hecho de que los beneficios potenciales en el manejo de carga y cuestiones relacionadas son mucho más impresionantes económicamente que el más rápido transporte de pasajeros.

En la noción de infraestructura urbana, hasta a personas de mediana cultura les debe ser fácil reconocer que el modo en que se han transformado las ciudades de fines de la Segunda Guerra Mundial a la fecha ha sido crecientemente catastrófico en sus efectos proyectables a mediano y largo plazo. El modo en que se promovió el "suburbanismo" —como con Levittown en el estado de Nueva York; o el uso de lo que se inició, para la era de las armas nucleares, como el sistema de carreteras de la defensa nacional, para extraerle una renta de precio suburbano a lo que eran terrenos para pastizales y cosas semejantes— ha sido económica, social y moralmente contraproducente, en una gran medida.

Del hogar al sitio de empleo hay que viajar cada vez más tiempo. La vida social, en el hogar y en cualquier otra parte, se deteriora por consiguiente. Las ciudades se deberían construir desde el subsuelo, hacia arriba, considerando que los aspectos principales de la subestructura y otras estructuras tienen que seguir funcionales por cientos de años. Dada la condición de descomposición económica y de otra índole que se ha venido acumulando en los Estados Unidos y otras partes del mundo, sobre todo en los últimos treinticinco años y pico, no estamos actualmente en condiciones de ejecutar el tipo de revolución tecnológica en diseño urbano que la razón nos señalaría ya hoy en día. A veces, cuando tenemos un problema serio, en la vida, en la economía de una nación, carecemos de los medios para hacer las correcciones obvias; pero la experiencia muestra que ser conciente del problema para cuya corrección completa no tengamos los medios nos advierte no continuar la tendencia indeseada y nos orienta hacia el inicio de la nueva tendencia necesaria en provecho de las generaciones venideras y del interés nacional, definido en su conjunto.

El Estado nacional moderno

Los hechos son claros. El ritmo más intenso de mejoramiento de las condiciones de vida de la humanidad que se haya registrado jamás vino como resultado de ciertos acontecimientos del Renacimiento europeo del siglo 15 [gráfica 1].[FIGURE 101] Mediante los papeles entrelazados de Juana de Arco de Francia, el gran concilio ecuménico de Florencia, la fundación del primer Estado nacional soberano moderno por el rey Luis XI, y el papel revolucionario similar que desempeñó Richmond (Enrique VII) en Inglaterra, se creó en esa época un nuevo tipo de institución política en Europa. Esta fue el principio de que ningún gobierno tiene autoridad moral para gobernar a menos que esté eficientemente consagrado a promover el bienestar general de toda la población y de su posteridad. Esto condujo a la posterior fundación, en el siglo 18, de la primera verdadera república en un Estado nacional soberano moderno, la de los Estados Unidos de América, de 1776 a 1789. He abordado este tema en muchas publicaciones y conferencias públicas a lo largo de varias décadas. Es necesario resumir algo de ese material de nuevo, aquí, a fin de aclarar un punto.

Todas las culturas de la historia conocida anteriores a esa revolución del siglo 15 en la práctica del arte de gobernar, fueron como las tiranías imperiales que proliferaron en la antigua Mesopotamia. Eran de una forma congruente con lo que los escritores griegos clásicos llamaban el modelo oligárquico. En esta clase general de tipo de sociedades, una minoría, una casta gobernante u oligarquía, auxiliada por una corte de lacayos, parte de ellos armados, gobierna sobre la mayoría de su pueblo y otros pueblos, degradando a quienes gobierna a la condición de ganado humano, ya silvestre ya en rebaños. La oligarquía cazaba, domesticaba, criaba y seleccionaba los rebaños, tal como el granjero captura animales silvestres del campo y de los bosques y desecha del rebaño a los especímenes considerados demasiado independientes en sus impulsos o un exceso o una porción por cualquier otro motivo indeseable de la población total. Así fue Babilonia, así fue la Esparta diseñada, como Roma después, por el culto délfico del Apolo Pitio.

Esa fue la condición de la humanidad bajo el imperio romano, tanto en el de Occidente como en Bizancio. Esa fue la condición, especificada por el Código del emperador romano Diocleciano, que se convirtió en la médula de lo que pasó por ley bajo el feudalismo europeo.

Aunque Platón definió muy bien la idea de la república, y aunque el principio fundamental del derecho constitucional estadounidense, la llamada cláusula del "bienestar general", era inherente al cristianismo, las luchas para realizar una sociedad justa así constituida se frustraron hasta que ocurrió esa revolución en el arte de gobernar en el siglo 15 europeo, una revolución resumida en dos influyentes escritos de ese período, ambos de Nicolás de Cusa: Su Concordancia Catholica, donde define una comunidad de principios entre Estados nacionales soberanos, y su De Docta Ignorantia, la obra fundadora de la ciencia experimental moderna. Cusa y su círculo inmediato prepararon el camino e inspiraron viajes como el de Cristóbal Colón, e iniciaron la evangelización que se llevó a cabo en lugares como América.

Desde la época de la segunda y la cuarta cruzadas, y hasta fines del siglo 17, Venecia surgió como el enemigo principal del intento por desarrollar al Estado nacional moderno. Esta era la Venecia que había salido de esas cruzadas como una potencia marítima imperial por todo el litoral mediterraneo y Europa en general. En el intento de hacer fracasar el desarrollo del Estado nacional soberano y la nueva cualidad de cultura que representaba, Venecia ahogó a Europa en repetidas guerras religiosas en el intervalo 1511–1648, concluyendo con la Guerra de los Treinta Años de 1618 a 1648.

En esas condiciones del intervalo 1511–1648, y aún después, más y más líderes republicanos de Europa vieron en América el lugar para construir colonias que se pudieran tranformar Estados nacionales republicanos soberanos. Hubo esfuerzos heroicos, aunque frustrados, entre los movimientos de independencia de Iberoamérica, pero sólo en los Estados Unidos se fundó una verdadera república. La Declaración de Independencia de 1776 y el preámbulo de la Constitución Federal estadounidense de 1789 ejemplifican este nexo con el Renacimiento del siglo 15.

La nuestra fue una república preparada para la guerra desde el comienzo. Con el asalto a la Bastilla de París, el 14 de julio de 1789, por quienes habían sido o eran agentes de lord Shelburne y Jeremías Bentham de Londres, el principal aliado de los Estados Unidos de América en la Guerra de Independencia de 1776 a 1783, Francia, se hundió en el Terror jacobino de 1789 a 1794, y después en el reinado de Barras y el primer fascista moderno, Napoleón Bonaparte.[37] Con el resultado del Congreso de Viena, los Estados Unidos quedaron aislado y en peligro, de fuera (de Londres y la Santa Alianza) y de adentro (los tories estadounidenses entre los intereses financieros y esclavistas). Entonces, un gran protegido del ex presidente John Quincy Adams, el presidente Abraham Lincoln, derrotó a los títeres británicos de la Confederación en la Guerra Civil, y, en concierto con Henry C. Carey, inició el gran desarrollo agroindustrial que hizo de la economía estadounidense la más poderosa y más avanzada en lo tecnológico entre los Estados nacionales del mundo. Esto hizo del sistema americano de economía política, de Alexander Hamilton, Mathew Carey, Federico List y Henry C. Carey, la mejor forma de política económica existente entre las naciones del mundo.

Con el asesinato del presidente William McKinley en 1901, el gobierno de los Estados Unidos cayó en manos de dos impenitentes herederos de la Confederación, el presidente Teodoro Roosevelt y el descarado fanático del Ku Klux Klan Woodrow Wilson. El presidente Coolidge no fue mejor. En las condiciones de una gran crisis económica y con la amenaza encima de una nueva guerra mundial, el presidente Franklin Roosevelt devolvió a los Estados Unidos, por un momento, a la tradición intelectual estadounidense expresada en su Declaración de Independencia y el preámbulo de su Constitución Federal. La estrategia sureña de la campaña de Nixon de 1966–1968 marcó el viraje que condujo de vuelta al reino de las ideologías y prácticas de la neoconfederación de Teddy Roosevelt, Woodrow Wilson y Coolidge en los más altosniveles de los dos partidos políticos principales.

A través de su historia hasta la fecha, la tradición intelectual estadounidense ha sido inseparable de una política exterior ecuménica. Así fue con Benjamín Franklin. Esto se expresó en la Doctrina Monroe de 1823, elaborada por John Quincy Adams, adiestrado por Franklin; fue la herencia de Abraham Lincoln y el tema de la política del "Buen Vecino" de Franklin Roosevelt y de la "Alianza para el Progreso" de John F. Kennedy. El secretario de Estado de Nixon, Henry A. Kissinger, ejemplifica a quienes, por su propia boca, han estado sistemáticamente del lado opuesto.

Este repaso resumido se concentra ahora en los aspectos axiomáticos de la forma soberana del Estado nacional moderno que dan cuenta de su enorme superioridad sobre todas las culturas anteriores en promover el bienestar general de la humanidad.

La distinción funcional de la forma soberana de república del Estado nacional moderno es que termina con la subyugación de la mayoría de la población al estado práctico de ganado humano. La formulación de las doctrinas económicas, etc, según esa intención le impone a los gobiernos las responsabilidades de: a) proteger el desarrollo económico nacional, medido per cápita y por kilómetro cuadrado; b) promover el desarrollo de la infraestructura económica básica del territorio nacional en su conjunto; y, c) fomentar el progreso científico y el uso de la tecnología derivada de éste para promover el avance de la capacidad productiva del trabajo de todos los hogares de los que se compone la población.

La aproximación a tales medidas en el reinado de Luis XI resultó en que prácticamente se duplicó el ingreso nacional de Francia en las cuantas décadas que duró. La transformación electrizante de Inglaterra bajo el reinado de Enrique VII, es un caso comparable. Estas y otras medidas afines, derivadas de los aspectos axiomáticos que cobraron autoridad en el Renacimiento del siglo 15, la añadieron al efecto de los rasgos irradiados de la forma soberana moderna del Estado nacional, el ímpetu para su efecto sin precedentes de mejorar cualitativamente las condiciones demográficas de vida de las poblaciones.

En todo esto, la cuestión esencial es la promoción del desarrollo y la aplicación de las facultades cognoscitivas de la persona individual, tanto en lo tocante a la ciencia y tecnología como en las actividades culturales propiamente clasificadas bajo el encabezado de principios de composición artística clásica.[FIGURE 14]

Como es típico del modo en que los Estados Unidos han sido destruidos bajo la influencia de degenerados existencialistas como Teodoro Adorno y Hannah Arendt, el mayor crimen que se ha perpetrado en las décadas recientes sobre las familias de los Estados Unidos de América, es mucho menos la opresión de sus cuerpos que la magnitud en que se han destruido sus almas. Al negar la existencia de la verdad cognoscible, en favor de la mera opinión, y al rechazar los métodos socráticos con los cuales el individuo puede descubrir la verdad, y al imponer métodos de instrucción escolar y otras formas de educación que ponen el acento en lo sensorial, opuesto a lo cognoscitivo, las facultades mentales y la moral de la población se ha erosionado enormemente, donde no han sido destruidas todavía.

El florecimiento de la educación clásica y su práctica en la ciencia y el arte, fomenta lo que deviene en el potencial productivo de la población y su inclinación a cooperar en hacer que las mejoras relacionadas en las condiciones materiales y culturales de vida sean la práctica general. El individuo humano es naturalmente creativo; eso lo distingue de las bestias. Esa es la cualidad del individuo que, si se evoca y se alienta, es el origen de caminos ascendentes a mejoras revolucionarias en la condición de la humanidad. Eso que Platón y el apóstol San Pablo llamarían el principio de ágape es la facultad de la humanidad para cambiar el universo.

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[1] El autor es un contendiente registrado por la candidatura a la presidencia de los Estados Unidos para 2004.

[2] Discurso difundido por televisión a todo el país el 23 de marzo de 1983.

[3] Este pronóstico resultó enteramente correcto.

[4] Jonathan Tennenbaum y otros, Das `Produktive Dreieck' Paris-Berlin-Wien: Ein europäisches Wirtschaftswunder als Motor für die Weltwirtschaft (Wiesbaden, EIR Nachrichtenagentur GmbH, agosto de 1990); "The Economic Geography of Europe's `Productive Triangle' ", EIR, 3 de agosto de 1990.

[5] La labor organizativa en torno a este informe empezó alrededor de 1993. El 9 de junio de 1991 se publicó un informe completo en el informe especial de EIR "Can Europe Stop the World Depression?"

[6] El "noveno pronóstico" de LaRouche se publicó en Resumen Ejecutivo volumen XI, número 12 de la segunda quincena de junio de 1994, con el título "La desintegración venidera de los mercados financieros". En cuanto a las implicaciones programáticas de la confirmación de ese pronóstico, véase también Lyndon H. LaRouche, "Comercio sin moneda" Resumen Ejecutivo, volumen XVII, número 16, la primera quincena de septiembre de 2000.

[7] Un dato útil sería la caída de la libra esterlina del primer ministro británico Harold Wilson a fines de 1967, y la subsecuente crisis del dólar estadounidense en marzo.

[8] Es decir, "cayó en mala compañía". William Shakespeare, Enrique IV, Segunda Parte, acto II, escena IV.

[9] La característica distintiva de la civilización europea es la combinación de la herencia cultural clásica griega (en especial la de Platón) y el cristianismo. Esto se extiende a través de la propagación del islamismo, que comparte con el cristianismo y con la tradición mosaica de Filón de Alejandría y de Moisés Mendelssohn, el concepto de que el hombre y la mujer están hechos por igual a imagen del Creador del universo y facultados específicamente para gobernar todas las cosas dentro de dicho universo. Otras culturas, especialmente entre las de Asia, no necesariamente parten de esa imagen de la naturaleza humana específica de la expresión europea de la corriente judío-cristiano-islámica plantada profundamente en la civilización europea moderna extendida por el mundo. Sin embargo, dado que la civilización europea es la cultura más poderosa del mundo, cosa medible per cápita, el destino del mundo entero está determinado por las circinstancias de la crisis de la civilización europea moderna extendida por el mundo.

[10] Ejemplo notable es el secretario de Estado Henry A. Kissinger, que se autocalificó de orgulloso enemigo de esa "tradición intelectual estadounidense", en el discurso que dio el 10 de mayo de 1982 en la Chatham House, de Londres. De modo parecido se autocaracterizó Kissinger en su libro Un mundo restaurado (México, Fondo de Cultura Económica). En el discurso de 1982, Kissinger subrayó que ésta había sido su posición cuando fue secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford.

[11] La documentación más apropiada de la tendencia de Greenspan a desintegrarse ante las cámaras de televisión se dio después de que se escribieron las líneas anteriores, en su presentación ante el Congreso de los Estados Unidos, el martes 13 de febrero de 2001. Como dicen por ahí: "¡Se le zafó un tornillo!"

[12] Véase Gottfried Wilhelm Leibniz: Philosophical Papers and Letters, Leroy E. Loemker, compilador (Dordrecht [Países Bajos], Kluwer Academic Publishers, 1989), pp. 592–721. Las referencias son, implícitamente, a la Teodicea de Leibniz y a sus Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, publicados póstumamente, en los que refuta a John Locke en términos que tuvieron un papel decisivo en la formación de los conceptos y la redacción de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776). Véase Philip Valenti, "The Anti-Newtonian Roots of the American Revolution", EIR, 1 de diciembre de 1995.

[13] Con "inevitabilidad relativa", quiero decir las consecuencias inherentes a la terca adherencia a un conjunto defectuoso de creencias axiomáticas implícitas y a las prácticas que traen aparejadas.

[14] Primera epístola de San Pablo a los corintios, capítulo 13.

[15] Véase Federico Schiller, "On the Sublime", en Friedrich Schiller, Poet of Freedom, vol. III, p. 225 (Washington, Instituto Schiller, 1990).

[16] Autobiográficamente: durante 1951, el rompecabezas que representan las semajanzas y diferencias entre la importancia de los fragmentos conocidos que se le atribuyen a Heráclito y la claridad del argumento de Platón sobre las implicaciones ontológicas del "devenir", animó un viraje en mi propia manera de abordar los problemas de la economía física. Para poder sacar cualquier conocimiento útil para fines modernos del estudio de la perspectiva homérica, los pensadores presocráticos, los dramaturgos clásicos y los diálogos de Platón, se deben apreciar las diferencias cualitativas entre ellos. Si el lector siente curiosidad por averiguar de dónde me forma la pasión por la especificidad histórica que subrayo aquí, la respuesta está implícita en este trabajo.

[17] Véase más adelante, en esta misma parte introductoria, la discusión de las "ideas" conocidas "desde un punto de vista cognoscitivo". Este concepto de ideas es un rasgo central de todas mis ideas que considero importantes. Impregna la redacción de estas páginas. Véase Platón, Parménides.

[18] Loemker, op. cit., pp. 247-248.

[19] Bernhard Riemann, "Über die Hypothesen, welche der Geometrie zu Grunde liegen", (1854) Bernhard Riemanns Gesammelte Mathematische Werke, H. Weber, compilador (Nueva York, reimpresión de Dover Publications, 1953), pp. 272-287; "Theorie der Abel'schen Functionen", (1857) op. cit., pp. 88-144; y otros trabajos en la misma compilación. Es desde el punto de vista del primer trabajo citado, la disertación de habilitación de 1854, como se debe ubicar la base física de la obra de Riemann sobre las implicaciones de las funciones abelianas y las cuestiones de la hipergeometría.

[20] Por ejemplo, Isaac Newton no descubrió el principio de la gravitación universal; hizo un intento chambón de plagiar la edición de la Nueva astronomía de Kepler que la que disponían él y sus colaboradores en Inglaterra en ese entonces. Más aún, como lo ilustra la paradoja newtoniana de los tres cuerpos, el principio de Kepler de la gravitación uiversal no se puede desprender de lo que Newton y compañía divulgaron de su lectura de Kepler con el nombre de "las tres leyes de Kepler". De modo parecido, Copérnico no "descubrió" que el Sol es el centro del Sistema Solar; esto era conocimiento griego antiguo mucho antes del charlatán Claudio Tolomeo y fue subrayado por el cardenal Nicolás de Cusa en el siglo 15. Kepler demostró que el método de Copérnico no podía haber producido semejante descubrimiento de principio, original y concluyente.

[21] Johannes Kepler, New Astronomy (1609), William Donahue, traductor al inglés. (Cambridge, Cambridge University Press, 1992). Se le advierte al lector de esta versión inglesa del fraude contenido en el desdén del traductor y de Owen Gingerich por la condena explícita de Kepler del método incompetente que siguieron Claudio Tolomeo, Copérnico y Tycho Brahe, la condena de esas personas por falsificar lo que es, de hecho, lo que Kepler dijo ser el rasgo característico de sus conquistas revolucionarias en esta empresa considerada en su totalidad. Cuando se lee ese prefacio y la introducción del traductor, se imagina uno a un detective que señala el cadáver tirado en un charco de sangre en medio del cuarto, mientras el testigo responde: "¡Yo no veo ningún muerto!"

[22] La misma función desempeñan, en la poesía clásica y en las formas cultas de lengua hablada y escrita, la ironía en general y la metáfora en particular. Es notable el odio de Tomás Hobbes, discípulo de Galileo, a la metáfora. La metáfora, que es la expresión literaria del mismo principio que el análisis situs, es el uso de la lengua en el que se exprea la cognición. Dado que Hobbes, siguiendo al amo de Galileo, Paolo Sarpi, está resuelto a negar la naturaleza cognoscitiva del individuo humano, que lo separa de las bestias, él, como su admirador y seguidor declarado Henry A. Kissinger (op. cit.), está obligado, por su odio al hombre y a la razón, a exigir que se excluya el comportamiento humano de la composición de la literatura.

[23] A esto se le llama a veces el principio del "experimento único".

[24] En la fundación de la ciencia física experimental moderna en la Docta ignorancia de Cusa, está el punto de origen de la obra de Luca Pacioli, Leonardo da Vinci, William Gilbert y Johannes Kepler, así como de personajes como Leibniz, Gauss y Riemann después de ellos. Este método se conoció, por ejemplo, en el siglo 16, como el método socrático de la docta ignorancia.

[25] Véase nota 2.

[26] Aún peor que este dogma "euclidiano" es el caso en que el profesor y su libro de texto saltan de la geometría a un álgebra o aritmética más o menos puramente abstracta, que contiene todas las sandeces de los errores del dogma "euclidiano", pero simplemente los oculta a la vista, como lo hicieron Norbert Wiener ("cibernética") y John von Neumann ("análisis de sistemas"), acólitos de Bertrand Russell.

[27] Cf. Riemann, disertación de habilitación, sección III op. cit., págs. 283 288. Cualquiera que estudie detenidamente esta obra de Riemann, tomando en cuenta la situación política en ese momento, tras los Decretos de Carlsbad en Alemania, puede ver que sus referencias a Arquímides, Galileo y Newton, a quienes Riemann ya consideraba poco más que farsantes, eran políticamente obligadas.

[28] Véase Vladimir I. Vernadsky, "On the Fundamental Material-Energetic Difference between Living and Non-Living Natural Bodies in the Biosphere", traducción de Jonathan Tennenbaum y Rachel Douglas en 12st Century Science & Technology, edición de invierno de 2000 2001. Esta fue la primera traducción completa al inglés de esta obra crucial de Vernadsky, y ofrece la perspectiva más clara del cuerpo conceptual del gran fundador de la biogeoquímica. Fueron obras anteriores de Vernadsky, por los mismos lineamientos pero menos completas que esta obra de 1938, las que empleé como argumento central de la ciencia de la economía física en la primavera de 1973, que a su vez sirvieron de base a la fundación de la Fundación de Energía de Fusión (FEF) y su influyente revista Fusión. Para la biografía completa de Vernadsky, véase Kendall E. Bailes, Science and Russian Culture in an Age of Revolutions: V.I. Vernadsky and his Scientific School, 1863–1945 (Bloomington, Indiana University Press, 1990).

[29] Véase Kepler, The Harmony of the World, E.J. Aiton, A.M. Duncan y J.V. Field, traductores (The American Philosophical Society, 1997, passim). Nótese el modo en que el fenómeno de las "áreas iguales" se aplica a la distinción de los valores relativos entre las características de las varias órbitas. Tal es la raíz del modo en que Newton y compañía incurrieron formalmente en la "paradoja de los tres cuerpos". Lo que lleva a los newtonianos, y a sus crédulos seguidores, al hoyo del "problema de los tres cuerpos" es que diluyen la obra de Kepler y excluyen la importancia especial que le dio éste al decisivo principio de la armonía. Tratar de separar la armonía bien temperada que impregna el estudio de Kepler de las "áreas iguales" crea inevitablemente la "paradoja de los tres cuerpos" en la física escolar elemental, tal como tiende a fomentar la composición e interpretación musical malas entre los románticos. Cuando observemos cuán histéricamente niega la generalidad de los newtonianos la existencia de semejante nexo, notemos la importancia particular de su negación histérica de que haya tal nexo en la astrofísica de Kepler, en relación con el cual H. Helmholtz y su cómplice Ellis hicieron sus berrinches (Sensations of Tone) en contra de J. S. Bach y compañía, por el asunto del adiestramiento de la voz en el bel canto y por las cuestiones conexas del buen temperado. Esta y otras implicaciones semejantes del nexo entre la obra de Kepler y la de Bach es un asunto especial de la historiografía misma.

[30] Op. cit.

[31] Por eso, Vernadsky le llamó al resultado noosfera.

[32] En el caso de Brahms, la exposición perfecta de ese principio se ve en su cuarta sinfonía, que tiene por eje la cita de una inversión del Adagio Sostenuto de la sonata "Hammerklavier" sonata, op. 106, de Beethoven. Las ejecuciones de esta obra dirigidas por Wilhelm Furtwängler son de importancia especial, dada la confianza de éste en esa idea de "ejecutar entre las notas" que es parte integral de la ejecución competente de una obra de composición unitaria clásica, en especial una obra larga compuesta con una calidad tan unitaria como esa sinfonía de Brahms.

[33] Cf. Jonathan Tennenbaum y Bruce Director, "How Gauss Determined the Orbit of Ceres", Fidelio, verano de 1998.

[34] El ejemplo de la obra de Schliemann de hallar prueba física de cosas aparentemente míticas como la del sitio de la antigua Troya de la Ilíada es de este tipo.

[35] En esto reside la médula de la diferencia entre los métodos románticos de composición y ejecución de Rameau, Liszt, Berlioz, Wagner, etc, y los métodos clásicos de composición y ejecución de Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Schumann y Brahms. Así lo subraya el modo en que ese joven discípulo del romántico Czerny, Franz Liszt, se puso a tratar, como lo revelan las transcripciones de ejecución de Liszt, de convertir hasta composiciones clásicas como la Fantasía Wanderer de Schubert en sensiblería romántica. En las composiciones musicales clásicas y su ejecución, es la resolución, como si fueran metáforas clásicas, de lo que parecen disonancias contrapuntísticas, creadas por inversión bachiana, la cualidad distintiva de la pasión de dicha música. La "ejecución entre las notas" de Furtwängler ejemplifica el método de ejecución congruente con la concepción clásica del mundo, en contraste con la lectura romántica de la partitura en busca de efectos sensuales.

[36] Sobre el Triángulo Productivo Europeo, véase la nota 4. Sobre el Puente Eurasiático, véase Jonathan Tennenbaum y otros, The Eurasian Land-Bridge: The `New Silk Road'—Locomotive for Worldwide Economic Development (Washington, EIR News Service, Inc., enero de 1997).

[37] Napoleón, el autoproclamado "nuevo César", fue el modelo que copiaron Mussolini, Hitler y otros fascistas de las décadas que siguieron a Versalles. El modelo del fascismo moderno fue formulado por un estusiasta de Bonaparte y por algún tiempo agente de Metternich, el filósofo del Estado prusiano G. W. F. Hegel. Aunque Karl Savigny recibió la influencia de Hegel y sentía simpatía por él, el seguidor más congruente de Hegel fue Carl Schmitt, en cuya doctrina hegeliana del derecho, incluida su teoría del Estado, se fundó la promulgación del decreto del 18 de febrero de 1933 que instauró la dictadura nazi.