Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Sólo un nuevo sistema financiero salvará a las insolventes naciones del mundo

Parte 1

A continuación, el texto de la videoconferencia interactiva que sostuvo Lyndon LaRouche el 2 de agosto de 2001 con los asistentes a una reunión patrocinada por el Instituto Nacional de Contadores Públicos al Servicio del Estado (INCOPSE) y celebrada en México, DF. El grupo de interlocutores que presidieron el evento estuvo compuesto por el doctor Hector Luna de la Vega, presidente del INCOPSE, Francisco Javier Alejo, ex secretario del Patrimonio Nacional (1970-1976), Julio Zamora Bátiz, presidente de la Fundación Colosio en el Distrito Federal, ex diputado federal y ex embajador, el doctor Ricardo Carrillo Arronte y Marivilia Carrasco, presidenta del Movimiento de Solidaridad Iberoamericana en México.

Dr. Héctor Luna de la Vega: El Instituto Nacional de Contadores Públicos al Servicio del Estado les da a ustedes la más cordial bienvenida.

Culminada la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dio a la tarea de buscar dos soluciones, y lo hizo a través de dos grandes vertientes. Una, la identificada como la política, celebra su primera reunión en San Francisco, para posteriormente ser transferida ya como la Organización de Naciones Unidas a la ciudad de Nueva York. La otra vertiente, el buscar la estabilidad monetaria y un esquema crediticio de avanzada en su momento, propició una reunión en Bretton Woods y posteriormente trasladó la sede de sus dos resultantes precisamente a Washington: una de ellas, el Fondo Monetario Internacional, y la otra, el Banco Mundial. . .

En esta virtud, el Instituto Nacional de Contadores Públicos al Servicio del Estado hoy inicia este ciclo anunciándoles que la siguiente será transmitida desde Washington con un alto representante del Fondo Monetario Internacional para posteriormente hacerlo también con un alto representante del Banco Mundial y tener nosotros la oportunidad de configurar nuestro propio esquema, adoptar nuestras propias decisiones y obtener lo que mayormente beneficia a nuestro país, a México.

Hoy tendremos la oportunidad de escuchar una de las corrientes de pensamiento, tal vez una de las de mayor polémica por sus planteamientos, sobre el esquema que se desarrolla posteriormente a la Guerra Mundial. Los esquemas de una probable necesaria actualización de cómo se ve inmerso en esto que se origina en los 40 en un mundo denominado de "globalización", muy por encima de "filias" o "fobias", sino que exclusivamente determinar qué es lo que nos conviene en estas nuevas reglas del juego de carácter internacional y que en México, sin duda, habrá de ser uno de los actores fundamentales, como ya lo es.

Hoy, ha llegado a México precisamente Tony Blair, el primer ministro de Inglaterra quien, comentaba hace un momento con dos experimentados conocedores del desarrollo económico internacional, ha venido enarbolando la bandera de una "tercera vía". Una aparente tercera vía que es el equilibrio entre un libre mercado radical y una economía centralizada, también radical. Sin embargo, no olvidemos que él representa la realidad de Inglaterra, y que es una tercera vía para Inglaterra, más que para todas las naciones. A eso nos hemos reunido aquí, a tener la oportunidad de configurar, de conformar, nuestro propio esquema y seguir aportando a nuestro país cómo habremos de detonar su desarrollo económico y ubicarlo como uno de los actores fundamentales en la economía internacional.

Muy bienvenidos, y queda en el uso de la exposición el doctor Lyndon LaRouche.

Lyndon LaRouche: Hace unos días, el principal periódico de Suiza, el Neue Zürcher Zeitung, publicó un informe, un análisis de la situación en Argentina, y la conclusión del artículo era que la única esperanza para Argentina era una moratoria, que las propuestas y esquemas actuales no funcionarían. Esa es la naturaleza de la situación. Después, algunos otros periódicos, comentaristas y analistas europeos importantes, recogieron esa opinión.

Ahora bien, ésa no es sólo la situación de Argentina, situación que sigue a pesar del acuerdo temporal, el cual no funcionará. Esa es la situación del Brasil, en general, de Turquía y de Polonia, y de muchos otros países del mundo. El mundo hoy en día no está al borde de una depresión. ¡Ya estamos en ella!

El problema es el siguiente: cuando se entra a una depresión, se entra a una crisis política. En los últimos años, sobre todo en la última década, el mundo ha estado dominado por los Estados Unidos y la Gran Bretaña, en especial por algunos financieros poderosos que están en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña, en particular. Por lo tanto, la gente tiende a ver en los Estados Unidos, entre los varios Estados nacionales del mundo, la mayor potencia que valga para afrontar cualquier tipo de crisis internacional. Y ciertamente, una depresión económica mundial, una fractura del actual sistema financiero y monetario, es una crisis mundial.

El problema es que en los Estados Unidos tenemos un presidente, y una presidencia, que no funcionan. Ahora bien, yo no diría que Bill Clinton ha hecho un trabajo excelente en el manejo de la crisis que venía durante su período, pero cuando Bill Clinton y Bob Rubin, como secretario de Hacienda, estaban a cargo, el mundo creía que, cuando menos, alguien en Washington respondería, y respondería positivamente, aun si no exitosamente. Lo que ha ocurrido desde que el nuevo gobierno. . . desde la pasada elección del 7 de noviembre, es que los Estados Unidos han estado en una crisis política permanente. Y el gobierno actual tiene programas que no funcionarán, que no pueden funcionar, y sólo hasta que lleguemos al punto en que se cambien esos programas, esto es, cuando el actual presidente de los Estados Unidos cambie su perfil programático, podremos comenzar a esperar una forma racional de respuesta a la crisis por parte de los Estados Unidos.

Ahora bien, por supuesto, los Estados Unidos no son la única nación del mundo. Hay ciertos acontecimientos muy positivos en otras partes del mundo. En la antigua Unión Soviética, por ejemplo; en Rusia. Rusia ha llegado a acuerdos con las naciones de Asia del Este y del Sur, cantidades cada vez mayores de tales acuerdos, que son acuerdos muy buenos que tienden en la dirección de la cooperación entre los Estados de Eurasia. También en Europa occidental. Italia y Alemania, por ejemplo, y en cierto grado Francia, y otras naciones, están en pláticas con Rusia y con naciones del Lejano Oriente y el Sudeste de Asia, etcétera, en esa dirección. Todo esto es muy bueno.

De no ser porque cierta gente atiza la guerra en el Medio Oriente ahora mismo, quizá naciones como Egipto cooperarían con los programas de desarrollo eurasiático que están en marcha. Estos nuevos programas podrían devenir la base de la revitalización de la economía mundial.

Crisis sistémica

Pero al actual sistema monetario mundial no lo podemos salvar. El problema es éste: la crisis que enfrentamos no es una crisis cíclica. Esta no es una crisis como la de 1929–1931; es una crisis sistémica, es decir, una desintegración del sistema, lo cual quiere decir que el sistema ha llegado al punto en que si se trata de continuar con este sistema, si se trata de mantener la economía mundial bajo este sistema, la economía mundial sencillamente se desintegrará. Bajo el actual sistema monetario y financiero, no habrá ninguna recuperación de la economía mundial ni de ninguna de las naciones que la integran. Se requiere un sistema nuevo.

Y eso es precisamente lo que el gobierno de los Estados Unidos, en este momento, y algunos otros gobiernos del mundo, no están dispuestos todavía a considerar. Hay en Italia parlamentarios importantes, entre otros, que han hecho propuestas en el sentido de una reforma general de la deuda, y otras reformas positivas. Otras partes del mundo están interesadas en este tipo de reformas. Ha habido propuestas de Japón en pro de reformas, con el Fondo Monetario Asiático, por parte del señor Sakakibara, hace algunos años. Esa propuesta aún está activa. Ha habido propuestas de Malasia que cuentan con la simpatía de China. Ha habido propuestas de Corea. Etcétera.

Así que hay propuestas de cambios, hay propuestas de cooperación, pero todavía no hay un acuerdo entre un número suficiente de gobiernos, para decidir demoler y poner en reorganización de bancarrota al actual sistema financiero, al actual sistema monetario. Mientras eso no ocurra, el mundo sencillamente se volverá inservible.

Pero éste no es un problema imposible de abordar. A comienzos del siglo pasado, antes de la Primera Guerra Mundial, ya una cantidad de economistas importantes consideraron la condición hipotética en la cual se podía desintegrar todo el sistema financiero. La llamaron crisis de desintegración, a diferencia de lo que se llamaba crisis cíclica. Y la consideraron y hubo varias discusiones.

La quiebra del sistema de Bretton Woods

Repasemos ahora qué es esta crisis y cómo empezó. Remontémonos al final de la última guerra mundial, cuando Franklin D. Roosevelt, en la conferencia de Bretton Woods, introdujo propuestas de reforma global para la posguerra. A pesar de su muerte, muchos rasgos de ese programa se configuraron como el sistema de Bretton Woods de la posguerra. Se siguió con ellos en Américs, en buena medida. Se siguió con ellos en las relaciones entre los Estados Unidos con Europa occidental y con Japón, y en otros casos también. En ese lapso, desde 1945, al final de la guerra, hasta aproximadamente mediados de los sesenta, el sistema monetario de entonces funcionó. Funcionó razonablemente bien. Hubo muchas injusticias con él. Tenía muchos defectos. Muchos países sufrieron discriminación con él, pero el sistema en su conjunto funcionó, en el sentido de que, sobre todo, las partes del mundo que estuvieron involucradas en ese sistema mejoraron su productividad, su nivel de vida y la esperanza general de vida.

Se dio un cambio más o menos al mismo tiempo que el presidente Kennedy fue asesinado, en 1963. Ese fue el año en que le dijeron a Konrad Adenauer, el canciller de Alemania, que se jubilara prematuramente. Ese fue el año en que le dijeron a Harold McMillan, el primer ministro del Reino Unido, que se fuera de paseo, con el escándalo Profumo. Ese fue el año del primer intento de asesinar al presidente Charles de Gaulle, de Francia. Y después del asesinato de Kennedy, y los efectos de la Crisis de los Cohetes de Cuba de 1962, el mundo comenzó a cambiar, de repente, para mal. El empeoramiento se inició como en 1964, con la llegada del gobierno de Harold Wilson en Inglaterra, que fue casi. . . digamos que se le podría calificar del gobierno de Jimmy Carter de Inglaterra de los sesenta. Destruyó cuanto estaba a la vista.

Más o menos al mismo tiempo, los Estados Unidos se involucraron en la inútil y desesperada y despreciable guerra de Indochina, que tuvo efectos en todo el sistema. En 1967, el sistema monetario mundial se comenzó a desintegrar, con la revaluación de la libra esterlina que hizo el gobierno de Harold Wilson. La revaluación de la libra esterlina de 1967 llevó a la crisis del dólar de febrero y marzo de 1968.

En el mismo lapso, los Estados Unidos comenzaron a cambiar. Hubo varios cambios. Hubo el fenómeno del 68, que fue en parte una reacción a la Crisis de los Cohetes y a otros cambios que habían demoralizado a la prometedora generación de la posguerra. Pero, al mismo tiempo, hubo un deterioro general en el proceso económico y en el proceso político. La campaña de Richard Nixon para la presidencia de los Estados Unidos fue un desastre, porque Nixon introdujo lo que se llamó la estrategia sureña.

Las dos tradiciones opuestas de los EU

Permítanme explicar brevemente que es esto, porque es importante entender la estrategia sureña para entender muchos de los problemas que han surgido en las relaciones entre los Estados Unidos y las naciones de América Central y del Sur, y muchos de los problemas actuales.

En la historia de los Estados Unidos, tenemos dos tendencias básicas. Podemos simplificar esto con los presidentes. El presidente Washington representa mi tendencia; se le dice tradición intelectual estadounidense de Benjamín Franklin. La misma tendencia representaban el presidente Monroe, el presidente John Quincy Adams, quien fuera en un momento secretario de Estado y luego congresista. La tradición de John Quincy Adams se continúa en Abraham Lincoln, y el pueblo de México recuerda quién fue Abraham Lincoln, en lo que hace a las relaciones.

También tuvimos presidentes que estuvieron en el otro bando. El otro bando lo formaba un grupo de banqueros, por lo común vinculados a Londres, a menudo concentrados en Nueva York, ejemplificados por Aaron Burr, de hecho un traidor a los Estados Unidos, que compitió por la presidencia en una ocasión. Fue el fundador del Bank of Manhattan. La tradición de Aaron Burr, junto con los propietarios de esclavos de las plantaciones sureñas, creó lo que se convirtió en su momento en la Confederación. Esa tendencia se conocía en los Estados Unidos como la tradición tory estadounidense, según la describió Franklin Roosevelt en su segundo período presidencial.

Ahora bien, Nixon representaba a la tradición tory americana, que representó un cambio respecto a la tradición intelectual estadounidense que representaron John F. Kennedy y, antes de él, Franklin Roosevelt.

Asi que con Nixon, tuvimos la estrategia sureña. La Estrategia sureña que se puso en movimiento en 1966, como parte de la campaña electoral de Nixon, fue la alianza del presidente Nixon, personalmente —para entonces, el candidato Nixon—, con el Ku Klux Klan y semejantes clases de racistas, como Trent Lott, que llegaría a ser el líder republicano del Senado. Esta tendencia, junto con una tendencia radicalmente liberal en la economía —el mentado modelo de Milton Friedman, el modelo de Friedrich Von Hayek que tenemos hoy en día—, comenzó a tomar el poder. La dedicación al desarrollo de la infraestructura, la dedicación a la mejora de las condiciones de vida del pobre, la promocion de la libertad y el mejoramiento de las relaciones sociales y los derechos, y las relaciones con las naciones de América del Sur y Centroamérica, comenzaron a deteriorarse a ritmo acelerado cuando Nixon se dirigía a convertirse en presidente.

Y Nixon, en 1971, hundió lo que quedaba del antiguo sistema de Bretton Woods con su decisión del 15 de abril de 1971 [de poner a flotar los tipos de cambio]. Y desde entonces, como se puede ver sobre todo en Iberoamérica, desde México hacia el sur, hasta el Cabo de Hornos, ha habido saqueo y destrucción sistemáticos de las otrora orgullosas repúblicas americanas del Sur, las repúblicas de habla hispana y portuguesa. Las arruinaron, con el sistema de tipos de cambio flotante. La especulación mercantil ha hundido las monedas arbitrariamente. Luego llegaron el FMI y otras instituciones como ésa a decir: "Devalúen su moneda". Entonces, los países dijeron: "Está bién, devaluaremos nuestras monedas". Pero luego el FMI y los demás dijeron: "Pero tienen que aumentar sus obligaciones de deuda, para cubrir las pérdidas potenciales de sus acreedores, derivadas de la devaluación de sus monedas". Y en consecuencia, hay una situación en América del Sur y Central, en la que, desde 1971, han más que pagado todo lo que hayan pedido prestado o que hayan adquirido como obligación de deuda hasta la fecha.

Pero, ahora tienen una deuda mayor que nunca antes, por la aritmética del FMI, y salieron perdiendo con el sistema de tipos de cambio flotantes, a diferencia del sistema de tipos de cambio fijos, lo cual ha ocasionado esta clase de crisis en esta parte del mundo. Esto se ve por todas partes del mundo. Una gran injusticia. Ya no estamos dedicados, como antes, a mejorar las condiciones físicas promedio de vida, con la inversión en la infraestructura económica básica, con el fomento de la soberanía nacional, es decir, proyectos soberanos, para fomentar el desarrollo de la industria de tecnología avanzada, para mejorar el comercio en las condiciones de tipo proteccionista que se necesitan.

Así que ahora tenemos un sistema que ya no se basa en desarrollar las facultades productivas del trabajo, y en desarrollar las facultades productivas del trabajo desde el punto de vista de una población en su conjunto. Y de este modo, gradualmente, en la medida en que más y más especulación financiera y las ganancias de capital de la especulación financiera reemplazan al antiguo sistema que sí funcionaba, hemos levantado en 35 años aproximadamente un sistema que no funciona. Ese sistema ahora se desmorona. Hoy en día, tenemos la cifra inédita de cientos de billones de dólares en obligaciones de deuda pendiente. Tenemos una economía mundial que se desbarata, una industria que se desbarata, una agricultura que se desbarata. No podríamos pagar nunca esas deudas en las condiciones programadas. Nunca. Si tratamos de pagar esas deudas, descubriremos que nos costará más pagar las deudas de lo que podamos ganar en las condiciones actuales.

Así que, en consecuencia, el mundo está en bancarrota. Se los puedo decir con toda franqueza, el sistema bancario central de los Estados Unidos está en bancarrota. Yo lo he documentado. No voy a entrar en detalles. Si quieren saber por qué algunas veces los Estados Unidos se comportan como lo hacen, ése es uno de los motivos. El sistema bancario de Europa occidental está en bancarrota. La especulación en telecomunicaciones, la llamada "nueva economía" de especulación, ha agravado esto en Europa occidental a extremos increíbles.

Por lo tanto, hemos llegado al punto en que hay naciones que desearíamos que funcionen. Tenemos un desempleo abrumador en los Estados Unidos. Ya comenzaron los movimientos de capital financiero fuera del dólar hacia Europa occidental y Canadá, porque los Estados Unidos vienen perdiendo su posición. Japón está en bancarrota, la segunda economía monetaria del mundo por sus dimensiones. Y por todo el mundo, prácticamente toda nación hoy en día, con la excepción de China, está en bancarrota.

Por lo tanto, lo que tenemos que hacer —como lo harían muchos de ustedes que son contadores y asesores financieros, si tuvieran la oportunidad— es someter el sistema a una reorganización por quiebra, del mismo modo en que lo haríamos con una empresa en bancarrota que fuese de importancia nacional, mediante una reorganización por quiebra. Del mismo modo que tomaríamos un banco esencial para el interés nacional y, aun si estuviese en bancarrota, lo intervendríamos para protegerlo y recuperarlo por ser el tipo de institución que necesitamos en el interés nacional. Protegeremos y restauraremos las industrias nacionales que son esenciales para las naciones. Protegeremos y restauraremos a los agricultores, porque la producción de alimentos es esencial para las naciones. Vamos a dar protección contra la bancarrota; eso es lo que vamos a tener que hacer.

Todos los que sabemos hacer cuentas y que sabemos economía, dado los hechos de la situación, debemos aconsejar al mundo del mismo modo en que aconsejaríamos a un cliente de una firma o banco privado: "Mire, ¡está usted en quiebra! Hagamos una reorganización por quiebra y salvemos esta empresa mediante esa reorganización". Debemos hacer lo mismo con las naciones. Lo mismo con el sistema monetario financiero mundial. Declararlo en bancarrota, con el propósito de salvar a las naciones, de salvar a la población humana.

Pero hoy en día, cuando decimos eso, alguien comienza a gritar —sobre todo en los gobiernos— y a decir: "¡No se puede hacer eso! ¡La gente tiene sus deudas y los acreedores tienen sus activos! ¡Tienen que pagarles!" Y uno les dice: "Bueno, no podemos pagar y a la vez mantener viva a la raza humana. ¿Qué propone usted?" Y vuelven a aullar.

Ahora bien, hay en el mundo muchas personas —una cantidad sorprendente, y yo he hablado con algunos de ellas— que estarían de acuerdo conmigo en que este sistema requiere una reorganización por quiebra. El problema es cómo conseguirlo, cómo conseguir una reorganización por quiebra. Bueno, lo que va a tener que ocurrir es lo siguiente.

Un buen número de nosotros, que somos influyentes, sea que estemos o no en el gobierno, nos vamos a tener que reunir y discutir este problema. Y vamos a tener que avanzar paso a paso, de manera profesional, con las medidas que se tienen que tomar para salvar esas economías y para salvar al sistema de comercio mundial. Tenemos que salvar el comercio mundial, salvar las economías, salvar a las naciones, a cualquier precio.

¿Qué es lo que vamos a tener que hacer? Bueno, en general, vamos a recomendar que congelemos los activos financieros impagables. Y lo segundo que vamos a tener que hacer es asegurar que el empleo actual, en especial el empleo esencial, siga, que la producción continúe, que se cumpla con el pago de las pensiones, que las empresas sigan con sus negocios, que los bancos que están en bancarrota sigan funcionando para las necesidades de las comunidades. Y vamos a congelar todo lo demás. Luego vamos a encontrar un modo de crear un nuevo mecanismo de crédito, mediante los gobiernos nacionales y su cooperación, y vamos a derramar crédito en el sistema con propósitos muy bien especificados.

Desarrollo de la infraestructura

Por ejemplo, infraestructura. Consideren la relación entre los Estados Unidos y México, por ejemplo. México tiene una gran deficiencia en infraestructura. La red ferroviaria y de transporte en general, la red de distribución de energía, el aprovechamiento de los recursos hidráulicos. Para que México realice sus posibilidades, necesita un enorme desarrollo de la infraestructura. Requiere un aumento enorme del empleo, es decir, para el consumo interno, sobre la base de la infraestructura en general. Los Estados Unidos, México y los países al sur deben cooperar en este tipo de empresa. Debemos utilizar la infraestructura como motor, y al mismo tiempo tratar de mantener niveles de empleo y producción —desarrollo de infraestructura a largo plazo, 20 a 25 años— a fin de crear una base para reconstruir las economías.

Consideremos el caso de lo que proponemos para Eurasia. Yo he estado involucrado en algo; rendí testimonio ante el Comité de Economía de la Duma sobre esta materia. Y realmente ésta no es una discusión nueva; hemos estado discutiendo esto con Eurasia desde hace tiempo. Yo planteé la cuestión de la reorganización (de Europa oriental) posterior al sistema soviético en 1988, en un discurso televisado que di en los Estados Unidos y en Berlín en octubre de 1988. Desde entonces, he venido promoviendo el concepto de un Triángulo Productivo Europeo, un proyecto de desarrollo de este tipo.

En ese entonces, eso incluía a Rusia. Lo extendimos para incluir a China y otros países. Reconocimos que Europa occidental, para revivir de su acutal condición de quiebra, debe tener mercados más grandes. Esos mercados existen ampliamente en Asia, China, el Sudeste de Asia, Sudasia, Japón, etc. De tal modo que si estos países cooperasen en la creación de un nuevo sistema, podemos, mediante proyectos de desarrollo de infraestructura a gran escala, podemos reconstruir la economía mundial. Reconstruirla rápidamente.

Mi meta es hacer que los Estados Unidos recobren el juicio y participen ese tipo de cooperación con Asia. Tenemos programas que hoy en día involucrarían a Egipto, que está interesado en avanzar en esa dirección, de participar en este proyecto cooperativo eurasiático. Y Egipto podría tener un papel decisivo en cuanto a llevar el desarrollo a una mayor parte del Africa. Ya tienen ustedes sobre la mesa el mismo tipo de ideas para América, en espera de ejecución. Han estado sobre la mesa por más de 20 años. Así que los Estados Unidos, en su propio interés, de seguro, deberían estar de acuerdo en participar con estas naciones de Asia, Europa y de otras partes del mundo, que se dan cuenta de que deben declarar al sistema actual en bancarrota y dar inicio a un sistema nuevo.

Entonces, lo que tiene que ocurrir, primero que todo, es que nosotros, los que somos, yo diría, más sensibles a la realidad y quizás tengamos algo de pericia, nos debemos reunir y discutir, y mediante nuestras discusiones debemos dirigirnos muy rápidametne a educar a otra gente, incluídos los políticos. Ya saben lo que pasa cuando hablan con un típico político estadounidense, incluso los más inteligentes del Senado estadounidense, por ejemplo, que a veces me resultan problemáticos. Pueden pensar, pero a veces hay que trabajar un poquito para que piensen con claridad. Tienen otras "consideraciones", "consideraciones políticas". Tenemos que decirles: "Vamos a intervenir el sistema para hacer una reorganización por quiebra". Lo primero que harán es gritar. Chillarán y quizá se vayan del cuarto. Pueden hacer todo tipo de cosas raras. Puede ser que corran en busca de un siquiatra.

Pero luego les decimos: "¡Venga y siéntese! Le digo que tenemos que declararlo en bancarrota. Examinemos el asunto paso a paso. Supongamos que se decide no declararlo en bancarrota. ¿Qué va a pasar?" Y hay que hacer que encaren la realidad de lo que pasaría con los Estados Unidos y con este mundo si no lo hacen. Y, por lo tanto, si no hacen ustedes ese tipo de trabajo educativo. . .

Debemos reunir a personalidades internacionales, figuras políticas veteranas y demás; tenemos algunas hoy en este auditorio. Este tipo de personas se sentarán y planificarán entre ellas lo que deben decirle a la gente en posiciones de poder, sobre una base amplia, qué hacer para abordar esta crisis mundial.

Comunidad de naciones soberanas

Esta no es una crisis nacional. Es una crisis mundial. Demanda líderes nacionales fuertes, que vayan a trabajar juntos por soluciones globales, no por la globalización, sino por soluciones globales. Por ejemplo, si todos los sistemas bancarios están en quiebra, ¿cómo crean crédito? Sólo hay una forma de crear crédito. Se le llama banca nacional. Sólo el Estado puede declarar al sistema en reorganización nacional. Un Estado nacional soberano tiene la autoridad moral intrínseca, por derecho natural, de crear crédito para la misma nación, y de utilizar ese crédito tanto como crédito para comprar como también en términos de moneda nacional. Y de controlar su uso a fin de garantizar el flujo de fondos hacia cosas que son absolutamente esenciales para hacer que la economía se mueva.

Hoy en día, sin embargo, sencillamente eso no lo puede hacer cada nación por su lado. Tiene que haber un número de naciones que se reúnan, en paralelo, para acordar hacer lo mismo y luego acordar también fijar sus monedas mediante un sistema de tipos de cambio fijos, como el que establecimos con el antiguo sistema de Bretton Woods entre 1945 y los sesenta. En esas condiciones podemos, entonces, con un sistema de tipos de cambio fijos y bajos costos del endudamiento, de entre 1 y 2 por ciento, podemos emitir un sistema de crédito a 25 años, préstamos de largo plazo, mayormente para infraestructura y para inversión de capital a largo plazo, lo cual podriamos introducir al mercado mundial mediante acuerdos de comercio y hacer no sólo que esta economía mundial se ponga nuevamene de pie, sino que crezca.

Por ejemplo, vean lo que China trata de hacer ahora mismo, no más como ejemplo de optimismo. Recientemente, el primer ministro Zhu Rongji, fue a Emsland en Alemania, donde tienen una vía de pruebas y tienen el equivalente a un ferrocarril de levitación magnética. Este tren puede correr a 300 kilómetros por hora, en realidad a más, y está plenamente probado y funciona. Alemania tenía el propósito de tener dicho sistema para su propio uso, para convertir su red ferroviaria en una red de levitación magnética. Pero eso casi se clausuró. Emsland está a punto de cerrar. Zhu Rongji estuvo en Emsland, en la primera prueba (yo estuve ahí poco después), y él decidió que su país, China, está interesado en este proyecto, y el jefe del gobierno de Shanghai, en China, decidió que este proyecto debería comenzar desde China. Que China comenzaría por construir un transrapid, esto es, un sistema de levitación magnética, desde la ciudad de Shanghai hasta el aeropuerto de Shanghai. Se hizo una propuesta similar para Pequín. El proyecto de Shanghai ahora está en marcha, es ya operable. Una línea de ferrocarril de levitación magnética estará en operaciones desde Shanghai hasta el aeropuerto de Shanghai. También está planeado enlazar la línea de Shanghai con la de Pequín.

Grandes obras de infraestructura

Ahora bien, en 2008, China va a tener los Juegos Olímpicos. Y para entonces, China se propone tener varias rutas con trenes de levitación magnética en muchas ciudades de China. Tiene planes a gran escala para construir corredores de trasnporte a través de Eurasia, desde Japón hasta Rotterdam, en Europa. Tiene planeadas cuando menos tres rutas, y posiblemente cuatro. Rusia está de acuerdo en constuir un enlace ferroviario con Japón, entre el este de Rusia y Asia y las islas de Japón. Hoy, cuando el jefe de Estado de Corea del Norte llegue a Rusia, habrá pláticas para completar, con la cooperación rusa y sudcoreana, el nexo ferroviario desde Pusan, en el extremo sur de Corea del Sur, hasta Corea del Norte a lo largo de las viejas rutas, hacia la red ferroviaria china y la red rusa, lo cual quiere decir que se puede ir en ferrocarril desde Pusan, en Corea del Sur, a través de Eurasia, hasta Rotterdam.

Hay muchos otros tipos de obras. India tiene planeadas obras semejantes en cooperación con otras naciones. Cosas similares se discuten en el Sudeste de Asia, así como en muchas de las provincias de China. Así que el mundo está listo, donde se encuentra la mayor concentración de la población del mundo, en China, el Sudeste de Asia, India, India, Paquistán, Bangladesh, y demás. Esto representa un gran mercado si se dispone de crédito, a largo plazo, a bajas tasas, para vender y llevar la tecnología que necesitan esos países. Esas naciones crecerán, podrán cumplir con sus obligaciones sobre la base de estos créditos de largo plazo, y las naciones de Europa occidental, Rusia y América pueden crecer. Podemos hacer lo mismo en América. América tiene enormes recursos, en su mayoría sin aprovechar debido al subdesarrollo de la infraestructura. Con un desarrollo adecuado de la infraestructura, esas regiones tan potencialmente ricas en recursos naturales, pueden volverse utilizables por la humanidad. Hoy en día, hay un hemisferio escasamente poblado, el subcontinente sudamericano. Hay un potencial tremendo para el crecimiento, similar al tipo de cosas que son posibles en Eurasia.

Así que tenemos frente a nosotros la perspectiva de que, si estamos dispuestos a deshacernos de un sistema en bancarrota, declararlo en bancarrota, aprender las lecciones que debimos haber aprendido al comparar nuestra experiencia del período 1945–1964 y desde entonces, debemos ser capaces de idear, sobre la base precedents probados, los programas y el tipo de cooperación que puede sacar al mundo de su crisis presente y ponerlo en la vía de la recuperación.

La base científica del optimismo

Como he dicho, lo que se necesita es que gente como ustedes y yo y otros, comencemos a asumir la responsabilidad, una responsabilidad urgente, de discutir entre nosotros para aclarar nuestras propias mentes sobre cuál es exactamente el programa de reorganización por quiebra correcto para este planeta enfermo. A nuestra vez, habremos de educar a las fuerzas políticas pertinentes y a elementos de la población en general en cuanto a que esto es lo que debemos hacer. Debemos dejarles claro cuáles son las alternativas de hacerlo, y cuáles son las alternativas, las consecuencias, de no hacerlo.

Sobre esa base, estoy optimista por la raza humana.

Cuando uno ve al mundo como científico, se da cuenta de que todo gran descubrimiento en la ciencia viene de descubrir que lo que la gente creía en un momento dado respecto a la ciencia, era erróneo. La opinión popular era errónea. Y no se ha hecho ningún descubrimiento científico mediante la opinión popular. A veces, los descubrimientos científicos, para nuestra buena fortuna, reeducaron a la opinión popular. Y así es en política. Enfrentamos una situación que para mucha gente es extraña y aterradora. Quienes somos más viejos y más sabios entendemos. En general, entendemos lo que se tiene que hacer. Tenemos que ver las lecciones del pasado, e idear un programa para el futuro, como lo hace cualquier científico en una crisis. Y en esas condiciones, yo creo que debemos ser optimistas. Debemos decir que durante trentaicinco años, en particular, el mundo ha actuado como una manada de tontos, sobre todo en los Estados Unidos y en Europa occidental. Hemos actuado como una manada de tontos. Bueno, quizá hemos descubierto ahora que somos una manada de tontos, y al descubrir ese hecho, quizá podamos ocasionar que dejemos de ser una manada de tontos.

Y quizá el sufrimiento que ahora encaramos pueda llegar a ser, en el futuro, algo que las generaciones venideras puedan rememorar como una gran lección. De modo que podamos estar agradecidos de haber sufrido de este modo, ya que sólo sufriendo de este modo es probable que podamos recuperar la cordura, y hacer lo que debimos haber hecho.

Gracias.

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