Escritos y discursos de Lyndon LaRouche


'Un discurso que ha desatado una serie de sucesos que Bush no puede controlar'
Vueltas y revueltas entre las rosas de la Casa Blanca


Domingo, 30 de junio de 2002

Algún bromista bien pudiera vaticinar que el presidente George W. Bush quizás pronuncie muy pronto otro discurso en la rosaleda de la Casa Blanca, esta vez tratando de usar el tema del vertiginoso desplome de la economía mundial para desviar la atención pública del ruin desastre de la política de su gobierno en el Oriente Medio.

Particularmente a partir de su trágico pronunciamiento del pasado 24 de junio en ese jardín, algunos de nosotros, tanto demócratas como republicanos, hemos expresado la sospecha de que el Presidente de los Estados Unidos es la bola de un infernal billar romano mecánico en que las palancas de un lado las manejan sus asesores más lunáticos, mientras que las del otro están en manos de adversarios suyos aún más gravemente chiflados, aglutinados en torno a los senadores McCain y Lieberman.

De aquí, ¿para dónde puede seguir?

El domingo pasado, 30 de junio Gerry Rose, en el informe interno de nuestra organización para esa fecha, resumió las repercusiones del discurso de Bush con citas de la introducción de nuestro informe interno del miércoles, 26 de junio:

"En una extendida discusión del contenido del discurso de Bush y las realidades del Oriente Medio, Lyndon LaRouche dijo estar muy pesimista sobre la 'necedad' de Bush en torno a ese discurso del 25 de junio en el jardín de rosas. Si el presidente Bush no estaba dispuesto en ese momento a decirle a Sharon que cesara de inmediato sus ataques, mejor no hubiera hecho nada la Casa Blanca, porque ese

Escribía Rose: "La demente pandilla israelí en torno a Sharon se considera con luz verde para matar a Arafat, Presidente de la Autoridad Palestina, al mismo tiempo que fingen estar 'complacidos' con el discurso de Bush. LaRouche advierte que Arafat podría estar muerto en cuestión de horas, a manos de los israelíes. Sería algo parecido al asesinato del doctor Martin Luther King, y el caos posterior que destruyó el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos después de ese asesinato. Todo lo que tienen que hacer ahora los maniáticos de Israel es crear una atrocidad terrorista que le puedan achacar a los palestinos, y se irá por el sifón todo el presunto 'impacto positivo' del discurso en la rosaleda".

Prosiguió: "En realidad el gobierno de Bush está aterrorizado por el desplome económico y financiero, y ha cometido un gigantesco error que pudiera desembocar en una guerra general, en la que Israel podría hasta usar sus submarinos con armas nucleares contra Irán o Iraq. Los israelíes se desharán de Arafat y pondrán a Hamas en el poder; luego comenzará la guerra. LaRouche está decidido a que eso no suceda. La necedad de Bush ocurrió porque comparte la misma estupidez que sufren los enanos mentales que gobiernan prácticamente todo el mundo en la actualidad".

Agregó Rose: "El temor de todos esos gobiernos a la actual crisis de vertiginoso desplome económico y monetario, y la estupidez y estrechez mental de las élites internacionales, son lo que determina que para fines del verano de este año estallará una guerra de repercusiones incalculables. Las acciones del secretario de Hacienda Paul O'Neill, quien ha recalentado los temas propagandísticos de la campaña de reelección del presidente Herbert Hoover, ilustran cómo está saliendo de quicios el gobierno de Bush. Naturalmente, el discurso de Bush es la peor acción que pueda haberse tomado, porque acelera ese peligro de guerra".

Dos días después del discurso de Bush del 24 de junio, en el diario israelí Ha'aretz del 26 de junio, dos científicos espaciales israelíes declararon que Israel tiene ya la capacidad de lanzar proyectiles a cualquier lugar del mundo, lo que incluye, casualmente, al "blanco Estados Unidos". Al mismo tiempo el director de la Mossad, el servicio de inteligencia de Israel, presuntamente informó al Consejo del Atlántico Norte, órgano rector de la OTAN: "Israel no puede escatimar ningún esfuerzo por frustrar, impedir o demorar la obtención de armas de destrucción de masas por parte de países como Iraq, Siria y Libia".

A esas alturas LaRouche describió el anuncio del 26 de enero, de una capacidad de proyectiles balísticos intercontinentales por parte de Israel, como un repentino "cambio de fase" en la situación estratégica mundial, en un mundo ya arrastrado al umbral de la guerra por la combinación del desplome vertiginoso del actual sistema monetario y financiero internacional, y la creciente tendencia de algunos, tales como el procurador general estadounidense John Ashcroft, en el gobierno de Bush, hacia un tipo de gobierno por decreto al estilo del incendio del Reichstag, a partir de los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Rose concluyó, haciendo referencia a nuestros equipos editorial y de inteligencia: "A veces la noticia es que lo que uno pronostica es lo que sigue sucediendo".

Juegos infantiles

Una serie de espectáculos como el orquestado en la rosaleda de la Casa Blanca con el discurso presidencial del 24 de junio, inspira bromas como ésta: "¿Acaso el teleapuntador del Presidente será ventrílocuo?" El veneno vertido en la recitación de ese texto es obvio y ominoso, pero, ¿realmente comprendería el Presidente las repercusiones prácticas de las palabras que recitaba? ¿Acaso se ha convertido el Presidente en un autómata programado, que envían a declamar textos en un púlpito florido? ¿Será un títere grotesco? Para el dramaturgo trágico clásico, las pruebas son claras, y las consecuencias son todas feas.

Veamos algunos datos financieros interesantes. En lo que va desde que empezó a desbocarse el actual desplome del sistema financiero, en la primavera del 2000, los más ricos de todos los poseedores de "dinero viejo" de todas partes del mundo, han aumentado considerablemente, en promedio, sus activos financieros. Al mismo tiempo, en el lapso de dos años, no sólo la "nueva economía", sino empresas que alguna vez fueron de las más sólidas, junto con inversionistas y cuentahabientes en programas [de fondos de jubilación] 401(k), han estado quebrando a paso acelerado. La inferencia más obvia es que los ricos más astutos del mundo parecen estar de acuerdo con los pronósticos económicos de LaRouche, mientras que la gente terca y necia que desacató las advertencias y el liderazgo de éste, lo están perdiendo todo.

¿Cómo sucedió tal cosa?

Durante la mayor parte de las últimas cuatro déçadas, más y más personas en Europa y Norteamérica, entre otras, han establecido, o simplemente han acabado por aceptar, una nueva serie de reglas por las que esta gente juega. Son reglas muy distintas a las jugaron los estadounidenses y muchas otras personas cuando eran presidentes Franklin Roosevelt, Eisenhower y Kennedy. Para cuando el presidente Carter instaló a Paul Volcker, precursor de Alan Greenspan, como jefe de la Reserva Federal y virtual amo del Presidente de los Estados Unidos, ya estaban en pie estas nuevas reglas del juego monetario y financiero.

En los años noventa la llamada "generación de oro", los que habían ingresado a las universidades en los años sesenta, pasaron a los más altos cargos del gobierno y el sector privado, aceptaron las reglas del juego de Volcker y Greenspan. El juego ya era de por sí demente, pero el gobierno y el sector privado, y en general todo el mundo aceptaron jugar de acuerdo a esas reglas vigentes. Se le llamaba "ser práctico".

Veamos otro hecho muy importante sobre la actual situación económica y estratégica mundial: el lunático espectáculo de la Copa Mundial. Cual pugna de gladiadores, quien gana el partido, conquista el mundo. El que gana en la cancha deportiva, gana una noche con las chicas de sus sueños. ¿Qué cosas predominan en su pantalla de televisión? Espectáculos deportivos, espectáculos sexuales, espectáculos homicidas, orgías de casino tales como "el mercado". ¿Adónde ha ido la realidad? La mayoría del público estadounidense, incluidos los principales medios de gobierno y los principales partidos políticos, tienen la cabeza atrapada en la vida de fantasía de los espectáculos de masas, todos ellos sobre juegos de diferentes clases, y casi nada sobre la realidad.

Piensen en la forma en que los juegos controlaban a los necios dizque ciudadanos de la antigua Roma imperial, en tiempos de Nerón y todos aquellos que le siguieron por el camino a la famosa Era de Tinieblas en que Roma y su cultura sumieron a toda Europa Occidental. A menos que cambiase las reglas de ese juego, Roma ya estaba perdida desde cuando Nerón ascendió a emperador, a menos que cambiasen las reglas mismas bajo las que funcionaba el Imperio. Siglos después esa perdición arrasó tanto a Roma como a sus ciudadanos, que fueron destruidos porque siguieron cumpliendo las reglas que su propia perdición dictaba.

Ahora la realidad se desenvuelve mucho más rápidamente que en tiempos de Nerón. Para todo el que tenga el conocimiento y la inteligencia para reconocerlo, cuando el presidente Kennedy fue asesinado los Estados Unidos cayeron en decadencia, a menos que el país dejase de regirse por las nuevas reglas del juego "políticamente fijadas en concreto" durante los gobiernos de Nixon y Carter. A casi cuatro décadas ya de la muerte del presidente Kennedy el juego llega casi a su desenlace final. Y es así como los pecados de los padres descienden sobre hijos y nietos. Así es la historia.

El nombre del juego en que está atrapado el presidente Bush son "juegos" como los de azar, como los de la "teoría del juego" de la gran burbuja financiera de Alan Greenspan, como los juegos lunáticos de la mentalidad de simulacro de guerra de gente como Wolfowitz, Perle, McCain y Lieberman, y como los juegos de video asesinos.

Cuando la gente prefiere los juegos a la realidad, se les llama dementes. Cuando los juegos sustituyen la realidad de una nación, la nación deviene demente en el sentido de asegurar su propia destrucción. Así es que en ciertas condiciones de crisis, cuando la supervivencia misma depende de romper las reglas irrompibles del juego, naciones enteras enloquecen colectivamente, junto con sus gobiernos, justamente como lo están haciendo muchos gobiernos de mundo en la actualidad. La causa de esa demencia de masas es la costumbre de sustituir, con el acto de ganar un juego, el afrontar los retos de la vida real, en un mundo real que sólo existe afuera de los jardines infantiles en que se desarrollan las fantasías indecibles de niños, jóvenes, maduros y viejos por igual.

El problema es doble: Las reglas del juego son locas, pero todo el mundo —incluido el presidente George W. Bush— insiste en seguir jugando ese juego. La tenaz adhesión de este Presidente a una de sus formulaciones programáticas, por tanto, a menudo ocasiona espectáculos como los de un personaje de caricatura de Hollywood, que intenta cruzar un puente inexistente. Las reglas del juego que sigue, o por las que lo manipulan, son ese puente que ni siquiera existe.

El Presidente fincó su campaña en una política de reducción de impuestos que socava ahora la capacidad de mando de su gobierno. El Presidente, al igual que los demócratas, capituló ante la revolución "jacobina" de Newt Gingrich en materia de deuda pública, del intervalo 1994-1995, que ahora mina la capacidad de gobierno del ejecutivo. El Presidente, al igual que otros muchos, se ha entregado a la doctrina radical del "libre comercio", que incluye cosas como el Tratado de Libre Comercio norteamérica (TLC) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), impide cualquier solución a la explosiva crisis actual del comercio internacional, e intenta mantener un equilibrio políticamente imposible entre las medidas proteccionistas que urgen ya y la pasión enfermiza del mundo por el "libre comercio".

El Presidente se ha comprometido a grandes gastos y expansiones militares, y a una siempre creciente lista de aventuras militares en el extranjero, al mismo tiempo que despedaza los mecanismos económicos de los que depende en absoluto cualquier movilización económica real. Cabe imaginar que existe, en las profundidades del gobierno estadounidense, un autómata que entona "ahora debo destruirme", para no ir a hacer nada en su propio interés que contravenga los compromisos que tiene programados. Podría pensarse que fue ese autómata el que dictó el discurso recitado por el presidente Bush en el jardín de rosas de la Casa Blanca, el pasado 24 de junio.

Sí existe una salida, un camino de regreso a la cordura. Esa vía se llama "alto a los juegos; volvamos a la realidad". Paremos la marcha demente de Sharon hacia la guerra nuclear.

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