Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Intriga y estrategia
Zbigniew Brzezinski y el 11 de septiembre

por Lyndon H. LaRoucheÌ
23 de diciembre de 2001

(II Parte)

A continuación publicamos la conclusión del ensayo de LaRouche sobre "Zbigniew Brzezinski y el 11 de septiembre". La primera parte apareció en la edición de Resumen Ejecutivo de EIR correspondiente a la 2a quincena de marzo de 2002.

Intriga y estrategia

Como reiteré al principio del capítulo anterior, mi perspectiva de larga data es que la estrategia competente para las naciones civilizadas siempre ha sido otra manera de llamar lo que definí antes como cultura. Así fue para la doctrina de guerra justa de san Agustín, y para ese Moisés Mendelssohn que diseñó el programa de educación militar que produjo a ese alemán ejemplar, Gerhard Scharnhorst.

O, para plantear lo mismo desde la perspectiva de la ciencia de la monadología de Leibniz y la geometría física diferencial riemanniana, los rasgos esenciales de la estrategia no han de encontrarse en medio de las fantasías de torre de marfil proyectadas sobre un pizarrón, sobre una mesa, o en el cajón de arena del patio de juego del niño; más bien, como en la elaboración de los grandes descubrimientos físicos de la ciencia física, y en los rasgos de la geometría física específica de ese dominio, la esencia de la historia es la naturaleza cognoscitiva del individuo humano, a través de la cual ha de introducirse la acción de cambio benéfico.

Por tanto, el hecho de que el programa humanista clásico que estableció los cimientos de lo que llegó a ser el estado mayor militar alemán fue el que diseñó Moisés Mendelssohn, a petición de Wilhelm Graf Schaumburg-Lippe, no sólo es una de las más deliciosas ironías en la historia militar moderna, sino que es la lección singular más importante sobre la manera de pensar de modo estratégico. Recalco eso aquí, para dejar claro, en contraste, la mezcla inherente de la combinación de maldad, demencia e inclinación a la autoderrota, propia de las doctrinas estratégicas de los círculos depravados de Harvard, como Elliott, Brzezinski, Huntington, Kissinger, y sus cómplices militares profesionales en las fuerzas armadas de los EU e Israel.

Tal y como resumí el razonamiento al comienzo del capítulo anterior de este informe, las nociones competentes de estrategia deben tener como premisa, en principio, la diferencia esencial que hay entre la geometría física de las acciones del hombre, por un lado, y el dominio de la acción característica de la bestia, por el otro. Esto quiere decir que, como el Fedón de Mendelssohn, cualquier doctrina estratégica verdaderamente científica, como todas y cada unas de las grandes renovaciones de la cultura clásica en el arte y la ciencia, presupone una apreciación moderna de la definición socrática que hace Platón de la inmortalidad del alma humana individual perfectamente soberana. La cuestión así planteada es: ¿por qué causa verdaderamente inmortal entregará un hombre su vida por otros? Contrario a la utópica "negación de la negación" del inmoral Emanuel Kant, de la guerra como "paz perpetua", o la noción de paz como guerra perpetua del perverso Huntington, no hay ninguna otra causa digna de arriesgar la vida de una persona justamente, salvo el interés más esencial de su alma inmortal. Con esa motivación, un buen hombre pudiera obrar maravillas, ¡y con frecuencia lo hizo!

O, para decirlo con otras palabras, el individuo mortal no tiene un interés duradero en la vida, excepto el de usar el medio, el talento, de esa vida mortal, para responder al interés esencial de su alma inmortal. Dado que todos moriremos tarde o temprano, ¿en qué consiste nuestro autointerés continuo eficiente cuando eso hubiere sucedido? ¿Qué debe hacerse de nuestra vida, como aporte nuestro a la continua mejora del futuro, una vez muramos? ¿Qué será lo importante para nosotros entonces? Así pues, podrán morir soldados jóvenes y valientes, mientras que soldados viejos, como el presidente Charles de Gaulle, sobreviven para servir al vivir más. ¿En qué contribuye nuestra vida, como algo en nuestro interior que viva después de nosotros, a mejorar el bien común de todo el pueblo de nuestra nación, y el bienestar general de toda la humanidad?

Tal es el principio de estrategia que debe gobernar al Estado, así como a todo individuo moral que forme parte de esa sociedad.

La característica del progreso en el desarrollo y el entendimiento de la estrategia militar de las culturas europeas modernas, desde Leonardo da Vinci y Nicolás Maquiavelo, hasta las innovaciones revolucionarias de adalides tales como Lazare Carnot y Scharnhorst, es un reflejo típico del surgimiento de la forma moderna del concepto humanista clásico de progreso científico per se, y también de estrategia. El origen de esta aplicación de la ciencia, y de las formas modernas de composición artística clásica humanista, al arte de gobernar en general, y a la práctica militar en particular, constituye la conformación del Estado nacional soberano en su forma moderna. Este es un Estado que presupone el principio supremo de alentar el bienestar general de todos los miembros de la presente y las futuras generaciones. Ese es el principio esencial de la cultura europea moderna en general, y por ende, de la estrategia moderna competente, y de la doctrina y la práctica militar en particular.

Las cuestiones de estrategia ubicadas de ese modo, las han abordado ya, en buen grado, los mejores especialistas clásicos de muchas maneras provechosas, algunas excelentes. Sin embargo, como ilustraré ahora, mis descubrimientos originales en la ciencia económica me permiten ir mucho más a fondo al meollo de la cuestión, algo que ha eludido a las exposiciones anteriores. En lo que ha de insistirse aquí, es que las cuestiones de estrategia deben abordarse desde la misma óptica que el fomento de esas facultades productivas físicas del trabajo per cápita, mediante las inversiones a largo plazo en ciencia y tecnología que aumentan la capacidad de un pueblo en términos de densidad relativa potencial de población.

Así pues, las mejoras en la práctica social que ocurren como resultado de elevar la calidad de vida de los miembros de la sociedad, le proveen a esa sociedad una clase de potencial estratégico relativamente superior, tanto en lo moral como en lo práctico, al de cualquier forma de sociedad oligárquica.

Los adversarios internos y externos de nuestra república estadounidense, basan sus ideas del poder en su inclinación moralmente depravada a admirar la imagen guerrera de alguna bestia poderosa. Por tanto, en su intento de perfeccionar su propia bestialidad, tienden a pasar por alto las lecciones que pueden desprendenderse del ejemplo del tigre poderoso atrapado en la fosa cavada por el hombre, o derribado por una lluvia de flechas hechas por el hombre, o a tiros disparados por rifles hechos por el hombre. No es la fuerza muscular, ni la "venganza de los ñoños académicos" de las fundaciones Smith-Richardson, Olin, o Mellon-Scaife, sino más bien, la fuerza de la cognición, lo que al final prevalecerá.

Así pues, el rey Luis XI de Francia flanqueó a una poderosa combinación de sus adversarios. De ese modo, Enrique VII de Inglaterra inició una mejora revolucionaria de la cultura y el poder de esa nación. La estrategia se enfoca en inducir al adversario de la civilización a pelear en un campo físico-económico desarrollado para que sea, de manera inherente, una alternativa ventajosa para las formas más nobles de sociedad. La victoria duradera se asegura convenciendo al contrincante potencial a que prefiera el beneficio justo, para él, de tu victoria, a la ruina de ambos por una guerra injusta. Aquí está la clave de la fatalidad que aguarda a la memoria y a los lacayos del agrarista de Nashville, Elliot, en lo esencial un romántico fascista.

El general MacArthur ganó la guerra del Pacífico más rápido, mejor, y a un costo mucho menor de lo que sus críticos pudieran haberlo hecho, sin un bombardeo nuclear innecesario, sino más bien evitando batallas innecesarias al concentrar su fuerza, en la medida de lo posible, contra la vulnerabilidad estratégica esencial de la nación isleña del Japón. De no haberse arrojado las bombas, es probable que hubiera sido necesario continuar el eficaz bloqueo contra el Japón por unas semanas más, para forzar a los recalcitrantes comandantes militares japoneses a aceptar el plan de rendición del emperador, pero no se hubieran perdido vidas estadounidenses en un asalto totalmente innecesario, y el fin de la guerra hubiese sido más grato para el pueblo de Japón y para nosotros.

De ese modo, Carnot utilizó de varias maneras la superioridad inherente de una Francia liberada del legado de la Fronde, de Francia como la principal nación científica del mundo de la época, una Francia cuyos agricultores habían sido recién liberados del feudalismo, para convertir la amenaza del desmembramiento de Francia en una derrota general para todos los numerosos ejércitos invasores, supuestamente conquistadores, de esos años. Así, los amigos de Federico Schiller, utilizaron sus estudios sobre las guerras religiosas de los Habsburgo de 1511–1648, para mostrarle a Rusia y a sus aliados prusianos cómo tenderle una trampa fatal al supuestamente invencible "Gran Ejército" del emperador Napoleón.

El enemigo típico a derrotar por la causa de la creación y defensa de la institución del Estado nacional soberano moderno, fueron y siguen siendo esas tradiciones oligárquicas heredadas de la cultura de tales formas perversas de sociedad como el antiguo Imperio Romano. Esto incluye las tradiciones románticas propias de ese imperio, como las que encontramos aún hoy, en las doctrinas y políticas culturales, judiciales y militares contemporáneas de inclinación fascista, tales como las de los golems harvardianos de Elliot.

Las armas esenciales a emplear al servicio de esta noble causa, son las armas de la cognición, el arma decisiva de cambio universal y fundamental, como definió Platón el principio de cambio. El rasgo característico de la mayoría de las guerras justas modernas, en siete siglos de civilización europea moderna, ha sido el empleo de los descubrimientos de principio físico universal, tanto los llamados principios físicos como los artísticos clásicos, para permitirle a los Estados nacionales soberanos hacer esos cambios con los cuales flanquear las capacidades de los imperios y otras formas de poder oligárquico. El potencial de combate del individuo y la unidad yace, en última instancia, no en su potencial muscular, sino —como en el mejor entrenamiento militar alemán orientado a la Auftragstaktik, en la tradición de Scharnhorst— en sus aptitudes cognoscitivas, desarrolladas para improvisar nuevas alternativas de flanqueo y acciones semejantes ante los más o menos inevitables, pero ineludiblemente inesperados desafíos.

La revolución en el arte de la guerra que ocurrió en Francia en 1792–1794, bajo la conducción militar del soldado y científico Lazare Carnot con la ayuda de sus colaboradores de la Ecole Polytechnique, también representa esa revolución en el arte de la guerra que continuaron los círculos de los humanistas clásicos alemanes Scharnhorst, Federico Schiller y Guillermo von Humboldt, contra el fascista Napoleón Bonaparte.[1] Típica de esta gran revolución en las armas, fue la sustitución de la conducción de los oligarcas tradicionales a caballo, o pastoreando una infantería aglomerada, por ciudadanos soldados como el científico ingeniero Carnot, y el artillero Scharnhorst, entrenado este último en el humanismo clásico. Si hacemos a un lado los dudosos y aparentemente interminables caprichos de Jomini, podemos considerar que las reformas de West Point bajo Sylvanus Thayer, representan un continuación de las enseñanzas derivadas de las reformas de Carnot, Scharnhorst, etc., en el desarrollo de la tradición americana posterior a 1815.

Lincoln ganó más que la guerra de 1861–1865 contra la Confederación, con el auxilio de la influencia del más grande economista del mundo de entonces, Henry C. Carey. El genio de Carey puso en juego la superioridad moral intrínseca del sistema agroindustrial de la Unión, contra la inferioridad moral y económica per cápita intrínseca del sistema esclavista. De manera similar, la insensatez de suyo condenada al fracaso del "choque de civilizaciones" geopolítico de Brzezinski, radica en el hecho de que las fuerzas sociales que desplegaría su estrategia, dependen del desplome de la sociedad a nivel mundial, a un estado muy inferior al actual en lo que atañe a costumbres y economía. La victoria de su causa malvada sería la perdición común de toda la humanidad; con tales desenlaces, no hay victorias.

Sí, la guerra con frecuencia es dura, no obstante lo sofisticado de los mejores desempeños de los comandantes y las fuerzas que despliegan. Las más crueles batallas deben librarse porque son decisivas para el desenlace del conflicto como un todo; lo correcto es elegirlas como complemento para evitar, o minimizar, otros enfrentamientos en la medida de lo posible. Hoy día, debe recordársele a nuestros planificadores un principio que antes se tenía por sentado: el objetivo apropiado es dominar el campo de batalla y al adversario, no su extinción, no la mayor proporción de muertos.

Cómo fracasarán los Kissinger, igual que Hitler

Irónicamente, la mentalidad perversa de Brzezinski, etc. es un eco de la misma Confederación encarnada en la herencia del Ku Klux Klan de los agraristas de Nashville del profesor Elliott. Concéntrense en el intento de Elliott y sus paniaguados, de planear una estrategia imperial global basada en su preferencia por la imagen de la "causa perdida" de la Confederación, de agrarismo montaraz y esclavismo. Esto descubre lo que obviamente debe ser la vulnerabilidad estratégica axiomática a explotar de cualquier dogma aportado por esos chacales de Elliot como Kissinger, Brzezinski, Huntington y sus confederados.

Lo mismo que ha de decirse de los engendros intelectuales de Elliott en Harvard, con una salvedad importante, para el caso de hoy, debe decirse de la forma similar en que la perdición de Adolfo Hitler, a fin de cuentas, fue acarreada por su propia ideología.

Implícitos en estos ejemplos y otros semejantes, hay una expresión común más profunda de este principio que impregna todo el recorrido de la historia moderna, de un modo específico. Me concentraré en eso ahora, y más adelante en la insensatez esencial, la perdición autoinfligida, como la de Hitler, de los confederados y seguidores de esos desgraciados agraristas de Nashville de Elliot.

Desde el derrumbe del de suyo condenado Imperio Romano occidental, más o menos en 300 d.C., hubo repetidos esfuerzos de reencauzar a la civilización de nuevo por el camino ascendente que había representado medio milenio antes la cultura helénica, hasta más o menos cuando los romanos asesinaron a Arquímedes en 212 a.C.

Así, los más oscuros períodos de la llamada "Era de Tinieblas" de Europa, vieron el surgimiento del Islam, que llevó las poderosas fuerzas de un renacimiento a la Mesopotamia del califato abasí, a Egipto y a España. La cooperación entre el califa Harun al-Rasid y Carlomagno, representa eso. Cuando los logros de Carlomagno fueron arruinados por los mandriles normandos y otros, las influencias del renacimiento de India, a través del Irán de Avicena, jugaron su papel.

Desde comienzos del milenio anterior al actual, hubo esfuerzos reiterados y persistentes para sacar a Europa de la depravación del sistema feudal. El liderato de Abelardo de París, de las grandes catedrales como la de Chartres, y de los emperadores Hohenstaufen y sus colaboradores, son típicos de esas iniciativas reiteradas. La gran obra de Dante Alighieri y la continuación de ese esfuerzo por Petrarca, son representativos.

El rasgo característico de esos choques entre el intento de llevar a cabo un renacimiento, y la depravación opositora organizada por Venecia y sus brutales instrumentos Plantagenet, fue la destrucción reiterada de los recursos políticos y físicos de los fundamentos intelectuales de los que dependían los esfuerzos emergentes de realizar un renacimiento. El derrumbe de la sociedad durante el período de la segunda a la cuarta cruzada, la pesadilla lunática de la Inquisición, y la continuación, por más de un siglo después de la cuarta cruzada, del esfuerzo ultramontano de "globalización" en general, redujo el estado físico-económico de la sociedad de tal modo que, junto con las pirámides usureras de préstamos internacionales, como las que en la actualidad a partir de 1971, desplomaron a Europa en la autoinfligida y genocida "Nueva Era de Tinieblas" del siglo 14.

La enseñanza reiterada de la historia es que, el progreso de la sociedad requiere comprometerse a un sinfín de mejoras científico-tecnológicas y afines de la infraestructura económica básica, la productividad física, y a mejoras impulsadas por la tecnología de las condiciones de la vida familiar de la población en general. Estos felices resultados van de la mano y se nutren del aumento y la difusión de formas cognoscitivas de conocimiento, y aumentos relacionados en las facultades físicas productivas de la fuerza laboral. Estos resultados requieren el sostén de movimientos e instituciones políticas poderosas. Aplástense esos movimientos e instituciones, y la civilización misma podría caer en breve, por desgaste, en todavía otra nueva era de tinieblas. Esa es la advertencia que hay que transmitirle hoy, de manera urgente, a las capas dominantes de gobiernos y a otros.

En todo el recorrido de la historia europea, desde el surgimiento de la antigua Grecia, el desarrollo específico más horrible fue el surgimiento del antiguo Imperio Romano y el legado jurídico, moral y militar que ese imperio y su tradición cultural continúan inflingiéndole desde entonces a la civilización europea extendida a todo el orbe. En la fase moderna de la historia, el fascismo, nacido como reacción a la Revolución Americana de 1776–1789; el fascismo nacido del Terror Jacobino de 1789–1794 y de la tiranía de Napoleón, ha sido la expresión más extrema de las cepas de cáncer que siguen animando el legado romántico, aún hoy día.

El libro de Huntington de 1957, El soldado y el Estado, y toda la producción importante de Huntington y Brzezinski desde entonces, representa esa tradición fascista en la forma extrema que expresa la combinación del plan del "choque de civilizaciones" con los suceso del 11 de septiembre. La definición de Huntington del soldado profesional, no es otra cosa que poner sobre un pedestal a esa clase específica de fascista con la que se pretende derrocar al Estado nacional, y establecer una caricatura del antiguo Imperio Romano pagano como el gobierno mundial hoy día.

La raíz de la maldad que expresan Huntington y Brzezinski, es cultural, un odio hacia la naturaleza del hombre como la definía Moisés Mendelssohn, por ejemplo. Por este motivo, la camarilla de seguidores de Elliot, de los agraristas de Nashville, como Brzezinski, Huntington y Kissinger, no sólo odian y procuran destruir la tradición intelectual americana; en el fondo, como sus predecesores Federico Nietzsche, el H.G. Wells de Thomas Huxley, Aleister Crowley y Bertrand Russell, lo que realmente odian, es a la humanidad, o, como en el caso de Nietzsche y sus seguidores, al mismo Dios.

Por consiguiente, la reacción, prácticamente instintiva, que al presente manifiesta la corriente oligárquica de la sociedad contra el progreso, es la de tomar medidas calculadas en su efecto, o aun en su intención, para resultar en una nueva era de tinieblas. Esto significa echar mano de medidas y acciones promaltusiansas, o congruentes con ellas, todo con el fin implícito de reducir el nivel de educación y de vida de la población en general. Esta ha sido la tendencia dominante de la política monetaria, económica, estratégica y cultural de los EU y del mundo, como se ha experimentado en los Estados Unidos, y en especial, en los últimos 35 años.

Hemos visto esas tendencias cada vez más lunáticas, hasta las honduras del fanatismo, en la difusión de la "contracultura del rock, las drogas y el sexo" de mediados de los 1960, en las depravaciones del mentado "movimiento de desescolarización", y en la proliferación del culto irracional —parecido al de los "flagelantes"— a la "ecología". Al destruir Nixon el sistema monetario de tipos de cambio fijos, destruyó el andamiaje de la inversión continua a largo plazo en el progreso científico y tecnológico de las facultades productivas del trabajo. El gobierno de Carter, conducido por Brzezinski, fue incluso peor que el de Nixon tanto en su propósito como en sus efectos; éste inició el programa de desregulación y de monetarismo fanático que ha producido un desplome continuo en los niveles de vida del 80 por ciento de las familias estadounidenses de menor ingreso desde 1977, al tiempo que arrancó de raíz empleos calificados y científicos a favor de empleos monótonos.

El embrutecimiento de la población, con un acento cada vez más marcado en las formas bestiales de entretenimiento de masas de todo tipo, degrada a la población a una condición de pesimismo cultural tal, que a su vez fomenta la decadencia más repugnante del estado mental y el comportamiento de la población en general. Las formas de degeneración más obvias están en los entretenimientos audiovisuales populares; pero, una comparación de las existencias de las librerías de hoy, especialmente las secciones de libros infantiles, con las de los años 1950 y principios de los 1960, muestra cómo han degenerado los gustos populares de todas las edades, peor en el menú que consumen los niños, y en últimas, más peligroso para el futuro de nuestra nación, y también de toda la humanidad. Como profesaba el culto a Dionisio, es a través de la corrupción de sus hijos, como en el caso de la contracultura del rock, drogas y sexo, que puede destruirse la civilización de los padres. Bajo tales circunstancias depravadas, hay una creciente propagación de la ignorancia y la población se vuelve cada vez más suceptible a la sugestión, especialmente la más joven, lo que puede explotar la oligarquía con mayor fácilidad. A uno debiera recordársele las creencias propias de las eras de tinieblas pasadas, incluyendo las inquisiciones, los flagelantes, la fascinación con la brujería y lo "mágico", etc.

En ese sentido, el resultado de los cambios en la política y la cultura estadounidense posterior a 1962, se ha logrado casi del mismo modo en que la oligarquía del Imperio Romano manipuló la opinión popular de una población romana bestializada con los entretenimientos de los grandes circos, mismos que han servido de modelo para la mayoría de las diversiones de masas en los EU en la actualidad.

Así pues, la política directamente opuesta, el fomento de un mejor nivel de vida en general para la población, en combinación con un acento en el avance científico, técnico y afín en las funciones de la cognición, produce una calidad de población que resiste la tiranía oligárquica, mientras que la destrucción de los instrumentos del progreso científico y cultural en general, embrutece a la población, la hace cada vez más semejante a la bestia, como se le ha hecho a la mayoría de la población estadounidense, especialmente las recientes horneadas de niños, entre otros, desde la gran sacudida de 1962–1965.

Hay muchos casos de la historia, o que pueden inferirse de los rastros dejados por la prehistoria, que ilustran cómo al menos la mayoría de los grandes desastres que en el pasado han acarreado la caída de imperios, y la desintegración de culturas, reflejan la destrucción inevitable de cualquier sociedad que siga la misma dirección general que han echado a andar influyentes conspiraciones oligarcas como la de Wells y Russell, y la de la camarilla de los agraristas de Nashville, desde los 1950, a un ritmo creciente.

El meollo del razonamiento puede resumirse como sigue.

Como indica el caso representativo de la Revolución Americana de 1776–1789, una población nutrida, progresista y educada a un grado superior, como la estadounidense de esa época, que tenía condiciones y oportunidades superiores a las poblaciones de Europa, está preparada para asumir la responsabilidad por su propio destino, para asumir responsabilidad intelectual, en tanto pueblo, por las consecuencias de sus propias decisiones. De ello es representativo tanto la Declaración de Independencia de 1776, como la Constitución de 1789, documentos superiores por mucho, en calidad de contenido y en coherencia, a todas las constituciones de todas las naciones, desde entonces. Así, puñado de personas elaboró una gran obra.

Mediante las adversas y peligrosas condiciones que el Terror Jacobino de 1789–1794, la tiranía de Napoleón, y la depravación de los grandes bloques de poder de la Europa posnapoleónica le impusieron a nuestra joven república, nuestra nación fue aislada, oprimida y más fácilmente corrompida. Desde la depravación que representó entre nosotros el resurgimiento del esclavismo, nos pudimos recuperar por un momento, sólo por la victoria de Lincoln sobre ese mal que han representado los agraristas de Nashville en la mayor parte de los últimos cien años.

Los principales enemigos de nuestra nación siempre han procurado destruirnos principalmente induciéndonos a destruirnos a nosotros mismos, como lo han hecho más o menos con éxito desde las crisis de 1962–1965.

En toda nuestra historia como república a partir de 1776, el impulso más insistente del esfuerzo de destruirnos, venga de enemigos externos, o de traidores y necios a lo interno, ha consistido en alentar el falso dogma empirista radical del "libre comercio". Al inducirnos a someternos al "libre comercio" y a dogmas congruentes, han destruido buena parte de nuestra economía, han impedido su crecimiento continuo, y han empobrecido a proporciones cada vez más grandes de nuestro pueblo, igual a como la institución de la esclavitud arruinó las condiciones de la vida mental de la población no esclava, al tiempo que también saqueaba sus cuerpos.

No dejen que esa situación atroz nos desanime. Nuestra comprensión del uso que hacen de tales métodos depravados los enemigos contemporáneos de la civilización, tales como los engendros harvardianos de Elliot, apunta, ojalá, a dos errores de estrategia fatales y compulsivos de esos enemigos de la humanidad, que potencialmente podrían explotarse. Al destruir los medios de los cuales depende la fortaleza de la sociedad, hacen a la sociedad que gobernarían, más vulnerable a su propia ruina autoimpuesta, o impuesta desde el exterior, o ambas conjuntamente. Este es el resultado que vemos en los EU, en la antigua Unión Soviética, en Europa Occidental y Central, en África, y a través de las Américas hoy día.

En breve, estos tipos que siguen a Wells, Russell, Elliott, y demás, están tan ansiosos de abrirle un hueco al bote que tanto odian, que pasan por alto que probablemente se hundirán también, o preferirían, como propuso Russell en una ocasión, mandar al mundo entero al infierno, que vivir en un mundo dominado por la tradición intelectual americana. Tomen el caso de la presente dictadura militar fascista de Israel, tan empecinada en salirse con la suya hasta el punto del fanatismo, que pareciera preferir inflingirse su propia ruina, que siquiera considerar las medidas alternativas con las cuales podría sobrevivir un Israel cuerdo. La camarilla de Elliot, y los realmente fanáticos seguidores de Wells y Russell, parecen no desear nada tanto como el éxtasis de quemarse en vida sobre la pira wagneriana de su propio Götterdämmerung.

Comparen esto con ciertas ironías apropiadas del cómo la ideología maltusiana de Hitler llevó a Alemania a la autodestrucción bajo su tiranía.

Le sucedió a Hitler

Mentirosos y necios de la misma mentalidad, han procurado rastrear falsamente las premisas características del nazismo a sus supuestos orígenes en la "ideología alemana" en general, al militarismo prusiano, o al impacto del "industrialismo alemán". La verdad es exactamente lo contrario; al igual que en el caso parecido de la fascistoide Confederación en la historia de los EU, o el de los seguidores de la "causa perdida", como los agraristas de Nashville, el nazismo fue una enfermedad que funcionó para destruir todo lo que logró dominar. La forma en que Hitler se aprovechó del potencial científico-industrial y relacionado de la Alemania prehitleriana, en el intento de destruir las propias raíces culturales de Alemania, nos proporciona una excelente ilustración del tipo de relación que hoy existe entre la enfermedad, los engendros de Elliot, y la herencia cultural de la nación que infecta.[2]

Al igual Mussolini, Hitler fue un fascista a imitación explícita tanto de la ideología como de la práctica del Napoleón Bonaparte de Francia, y también de una variedad más depravada del romanticismo posnapoleónico, en la línea de descendencia del ideólogo fascista G.W.F. Hegel [3], y las olas de pesimismo cultural y depravaciones relacionadas que siguen fluyendo, aún hoy, de ideólogos existencialistas neokantianos tales como Schopenhauer, Nietzsche, Martin Heidegger, Karl Jaspers, Theodor Adorno, Hannah Arendt, etc.[4]

Los nazis también eran anticiencia y promaltusianos de forma axiomática, como apenas típicamente demuestran este aspecto axiomático tales programas como el de los "comensales inútiles" y los "campos de exterminio". Sin embargo, la misión original que Londres le encomendó a los nazis fue emplear el instrumento del legado científico-industrial y de la ciencia militar de Alemania, ambos producto de la cultura del Estado nacional alemán, para crear una maquinaria bélica capaz de destruirse en la maraña rusa que destruyó al Gran Ejército de Napoleón. De ahí que los excelentes residuos inmanentes del legado del movimiento humanista clásico alemán, de la tradición artístico-científica alemana de Scharnhorst y Moltke, fueron las principales herramientas ("capturadas", por así decirlo) que malgastó el régimen de Hitler para la misión militar que adoptó.

Es de notar, como planteó en 1948 un antiguo conocido de Huntington, el coronel Trevor N. Dupuy, que las pruebas son que, precisamente por la tradición de Scharnhorst y Helmuth von Moltke el "Viejo", las instituciones militares alemanas eran superiores, per cápita, a las de todas las demás naciones, incluso durante la Segunda Guerra Mundial.[5] La esencia de esta potencialidad superior es la tradición de Auftragstaktik, el principio de entrenamiento y conducción que se les inculcaba a los oficiales jóvenes y a los suboficiales de primera línea, que introdujo Scharnhorst, y que el "Viejo" Moltke recalcó. Esta fue la tradición inculcada por los círculos humanistas clásicos asociados con Schiller y los hermanos Humboldt. Claro, reconocer que el Auftragstaktik es el método de la educación humanista clásica traducido al uso de las armas, está por encima de las facultades de comprensión de Huntington.

Puede plantearse una cuestión complementaria con relación al papel de la ciencia alemana.

La historia moderna de la ciencia alemana tiene dos fases fundamentales. La primera fue la extensión de la ciencia del siglo 15 basada en Italia, el centro de la ciencia mundial en esa época, a través de los desarrollos que van desde Brunelleschi, al fundador de la ciencia experimental moderna, Nicolás de Cusa, pasando por Luca Pacioli y Leonardo da Vinci, quienes se consideran de manera explícita sucesores directos de Cusa, por Johannes Kepler, fundador de las formas modernas de la ciencia matemática comprensiva, hasta los avances de la ciencia en torno a Gottfried Leibniz, centrados en Francia. La segunda fase tuvo su inicio bajo la conducción de Abraham Kästner, seguidor declarado de Leibniz y maestro de Gotthold Lessing y Carl Gauss, y pasa por los círculos franco-germanos de Lazare Carnot, Gaspard Monge, Alejandro von Humboldt, Lejeune Dirichlet, Wilhelm Weber, y Bernhard Riemann.

En el transcurso de estas alianzas de los seguidores antiempiristas de Leibniz, como se expresa entre los científicos franceses y alemanes, y el científico y una vez huésped de Kästner, Benjamin Franklin, el papel de adalid mundial del descubrimiento científico, pasó de Francia, que había ocupado ese puesto en la era de Jean-Baptiste Colbert, a los círculos de Alejandro von Humboldt en Alemania.

El que Francia perdiera su papel de conductor mundial de la ciencia, resultó de tres influencias destructivas en la ciencia, distintas pero relacionadas, que introdujeron los intereses empiristas en Francia. [6] La primera, fue la destrucción inicial de la Ecole Polytechnique, dirigida por Monge y Legendre, a la sazón el principal cuerpo científico del mundo, por la dictadura de Napoleón. Segunda, fue la creciente influencia política de seguidores del empirista adversario de Leibniz, Leonhard Euler, tales como Lagrange, lo cual puso a la ciencia de Francia cada vez más bajo la influencia corrupta de Laplace, Cauchy, Poisson, etc. Tercera, la directriz que emanó de la monarquía restaurada en Francia por nombramiento de los británicos después del Congreso de Viena, que destruyó a la Ecole de cabo a rabo, expulsando a Monge al exilio interno, y forzando a Lazare Carnot al destierro en, sucesivamente, Polonia y Prusia, dejando a los farsantes Laplace y Cauchy al frente de la Ecole.

Lo mejor de la ciencia de Francia se salvó para el mundo en general, en lo principal, por la intervención de Alejandro von Humboldt, quien estaba vinculado a la Ecole Polytechnique original, y quien entonces era muy cercano a Lazare Carnot. En el período de la restauración de la monarquía Borbón, Humboldt, quien era el protector principal de Carl Gauss en Alemania, rescató los aportes viables del grueso de la ciencia de Francia, a través de conductos tales como el Crelle's Journal. Para los 1850, la influencia de Humboldt había desempeñado un papel decisivo en consolidar los logros de la ciencia alemana en torno a prestantes figuras intelectuales tales como Gauss, Wilhelm Weber, Dirichlet y Riemann.

Para resumir: el desarrollo de la ciencia alemana desde Kepler hasta Riemann, abarca desde el ascenso de Francia a ser el centro internacional del progreso científico, hasta el Terror Jacobino de 1789–1794, y la transición, organizada por Humboldt, a través de los círculos de Lazare Carnot y la Ecole Polytechnique, al surgimiento de Alemania como la principal potencia científica del mundo a fines de los 1820. El avance de este desarrollo franco-alemán de la ciencia moderna posrenacentista siguió a pesar de que las facciones contrarias, las de la Ilustración inglesa y francesa, pasaron a ocupar posiciones oficiales dominantes en instituciones científicas alemanas, hasta que ocurrió la baja marcada por el ascenso de Hermann Helmholtz y de los seguidores del positivista radical, Ernst Mach. Desde entonces, a pesar de algunos pasos de alguna importancia, la noción académica de ciencia y de método científico que de común se acepta, ha degenerado muchísimo y de forma creciente, de muchas maneras, incluyendo, en especial, el papel de Bertrand Russell y sus confederados en muchas naciones, desde los 1890 hasta la fecha.

Estos desarrollos de los siglos 18 y 19 en el avance de la ciencia en Alemania, no sólo coincidieron, sino que empalmaron con la historia de la cultura clásica antirromántica en Alemania en esos mismos siglos. El nexo queda de relieve al considerar la importancia que le dieron a la defensa del legado de Leibniz y J.S. Bach, los dirigentes del renacimiento clásico del siglo dieciocho en Alemania, Kästner, Lessing y Mendelssohn, contra la decadencia de Rameau y Fux, en la música, y de la red de Antonio Conti, Voltaire, Leonhard Euler, Lambert, Lagrange, Laplace, Cauchy, etc., en la ciencia física. El renacimiento del método clásico en el arte, como lo representa la influencia de Goethe, Schiller y Heinrich Heine, en oposición a los románticos, estuvo representado, por otra parte, en la historia de los métodos clásicos de composición e interpretación musical, en oposición a los románticos, por Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Félix Mendelssohn, Schumann y Brahms.

Era común que todas estas corrientes específicamente clásicas, antirrománticas, en los asuntos militares, de la ciencia física y del arte, estuviesen unidas en torno a la vida interna de los círculos familiares correspondientes. Así como en mi propio caso, las conversaciones familiares sentados a la mesa, y otras tradiciones intelectuales relacionadas que se remontan directamente a un ancestro contemporáneo de Abraham Lincoln, las herencias culturales tienden a perseverar por tres o cuatro, o más, generaciones sucesivas, a menos que sean aplastadas por alguna intervención traumática. La Alemania descarriada por el sobrino del rey Eduardo VII de Gran Bretaña, el tontamente romántico káiser Guillermo, y la Alemania postrada frente a Hilter más tarde, contenía en su interior una amplia corriente fundamental, aún viva, de la herencia cultural clásica alemana que se remonta a la influencia de Kästner, Lessing, Mendelssohn, Haydn, Mozart, Goethe, Schiller, Beethoven, Scharnhorst, los Humboldt, etc., en la segunda mitad del siglo 18 y principios del 19.

De este modo, desde el período posterior inmediato a Hitler, hasta mediados de los 1960, el legado cultural clásico de Alemania, socavado y significativamente suprimido por la dictadura de Hitler, revivió, hasta que comenzó a ser aplastado en la secuela de la crisis de 1962–1965. En la anterior época de Hitler, los logros de la cultura alemana previa estaban a disposición del poder gobernante del momento.

Empero, en ese mismo período de Hitler, el legado clásico de Alemania era lo que más odiaban los ideólogos nazis, y lo que más temían. Las transmisiones de arte clásico del ministerio de propaganda de Goebbels a la tropa, a través de la radiodifusora militar oficial, muestran la preocupación del régimen por hacerse tan aceptable a la población alemana como fuese posible. La actividad del gran director Wilhelm Furtwängler para proteger a sus amigos músicos judíos, muestra la precaución del régimen de Hitler de posponer su "ajuste de cuentas" con las tradiciones de la población alemana, hasta que la guerra mundial de Hitler se hubiese ganado.

Es representativo de la suerte paradójica de la ciencia y la tecnología bajo los nazis, que el programa espacial de Alemania se suprimiera virtualmente hasta el momento de la histeria de las "armas maravillosas" del régimen nazi. Las instituciones alemanas de mayor eficacia durante el régimen de Hitler, como las fuerzas armadas, y la ciencia y el progreso tecnológico en la industria y en la infraestructura, eran aquellas cuyos rasgos característicos chocaban directamente con la ideología nazi. Esto es muy parecido a cómo los fascistas contemporáneos de EU, los que emergieron después de 1945, y de los que fueron representativos en los en los años de posguerra de 1950 y 1960 tales como Elliott y los seguidores de Bertrand Russell, usaron el potencial científico y demás de los EU que tanto odiaban los cómplices ideológicos de Bertrand Russell y los agraristas de Nashville, para llevar a los EU en direcciones opuestas a la tradición intelectual americana que había producido, y que expresaba, esas capacidades.

El plan para un "gobierno mundial mediante el terror de las armas nucleares", introducido por Wells, Russell y sus numerosos cómplices en el intervalo de 1913–1946, se convirtió de modo inevitable, no sólo en la disposición de destruir el Estado nacional soberano moderno, incluyendo a los propios EU, sino en un pretexto para bloquear el progreso científico y tecnológico fundamental, e incluso, como se ve en la "contracultura del rock, las drogas y el sexo" y con la propagación del culto al "neomaltusianismo" relacionado, de no sólo dar marcha atrás al reloj, sino de tirar por la borda el progreso alcanzado.

Es por tales medios que los seguidores y cómplices de la cábala de Wells y Russell y de los agraristas de Nashville, y sus similares, destruyen los medios que realmente garantizan victorias militares sostenibles, y, por lo tanto, más bien buscan simplemente arrasar el territorio y los pueblos sobre los cuales están perdiendo los medios con los que podrían gobernarlos.

Para redondear ese aspecto del razonamiento, cada rasgo central de la estrategia nazi durante el gobierno de Hitler, representaba un impulso que necesariamente habría de llevar a la autodestrucción de las partes del mundo que las estrategias y medidas relacionadas de Hitler pretendían destruir, y hasta borrar del mapa. Esta actitud autodestructiva de los nazis hacia los pueblos y territorios que ocupaban, o que aspiraban subyugar, era una imitación nazi de un Imperio Romano que ya se derrumbaba sobre sí mismo, aun en lo interno, desde el inicio de la gran ola de conquistas que comenzó al final del siglo tres d.C. Ese elemento decisivo en particular, de lo que a final de cuentas era la insensatez suicida de la ideología y la práctica de Hitler, se ha reproducido en una escala mucho mayor, en los efectos de la creciente influencia de los seguidores y compinches de H.G. Wells, Bertrand Russell y los agraristas de Nashville en el caso de los EU y Gran Bretaña hoy día.

Las consecuencias económicas

Lo que quiero resaltar en este punto de mi planteamiento, son las pruebas que demuestran que las probabilidades de éxito de los actuales agentes de las fundaciones Smith-Richardson, Olin, y Mellon-Scaife, son muy inferiores a las que tenía la pandilla de Hitler hace casi setenta años. El grado relativo de destrucción de los recursos existentes, tanto en el ámbito de la monarquía británica como en el de los EU, de dominio conjunto angloamericano y sus dependencias, se ha extendido mucho más en los últimos treinta y cinco y pico de años, desde la inflexión de 1962–1965, que la autodestrucción de Alemania y los territorios ocupados bajo Hitler.

A fin de comparar la situación de comienzos de la depresión de 1929–1933, con la que ha venido desenvolviendose durante los últimos 35 años, consideren lo siguiente.

Desde 1861, al comienzo de la guerra de los Estados Unidos contra la Confederación, hasta fines de 1917, hubo una acumulación relativamente tremenda del potencial económico y militar, una acumulación acelerada por el impacto de la movilización de la monarquía británica para lanzar su aventura geopolítica que llegó a conocerse como la Primera Guerra Mundial. A pesar del significativo desarme y las depresiones económicas posteriores a 1917, el núcleo existente de potencial militar y relacionado de fines de 1917, todavía estaba en pie para 1933, cuando el agente de Londres, Schacht, inició la movilización bélica de Alemania para lo que llegó a conocerse como la Segunda Guerra Mundial; un intervalo como de unos 15 años. La profunda destrucción actual de las economías de las Américas y Europa, empezó en el intervalo de cambio de 1962–1965, y ha significado la destrucción acelerada del potencial productivo y relacionado de las poblaciones y las economías de las Américas y Europa en esos más o menos 35 años desde entonces.

Los casos de las recientes guerras en los Balcanes, que continúan, y los casos de las operaciones israelíes contra los palestinos y las operaciones estadounidenses en Afganistán, sólo muestran el extenso efecto de la combinación de factores económicos, culturales y militares, que ha sido el resultado acumulado de los treinta y seis años de cambio paradigmático en la cultura, la economía y en la estrategia de los EU, en particular, durante un lapso que ya casi abarca dos generaciones.

La creciente dependencia del bombardeo aéreo, cada vez con mayor hincapié en una gama de extremos, desde la descarga en grande de bombas idiotas, hasta plataformas sobre el horizonte, representa, no tanto la ventaja de la superioridad aérea, sino la pérdida de capacidad para efectuar formas tradicionales de control de importancia vital sobre el terreno. Aunque algunos consideran que estos cambios representan avances, el efecto de sustituir el control del territorio por medidas de aniquilación, significa que la tendencia será atacar a las superpotencias dondequiera que presenten un blanco conveniente en el terreno. La ironía es que, en esta era de superarmamentos, el conflicto armado cada vez se inclina más en la dirección de una parodia de los conflictos de la edad de piedra, una tendencia cuyo resultado final no es la supremacía imperial, sino la desintegración de los pretendidos imperios bajo la embestida corrosiva del deslizamiento general hacia una nueva era de tinieblas, más o menos planetaria.

La historia ya ha visto sandeces como las de los cómplices de Elliott. Piensen en el famoso poema breve de Shelley, "Ozymandias". Piensen en la caída de toda cultura de Mesopotamia, desde la caída de la colonia marítima drávida conocida como Sumeria, hasta el presente. Piensen en la manera en que Babilonia y sus sucesores, los aqueménidas, acarrearon su propia ruina. Piensen en la ruina que Roma se echó encima por su propia cultura, por una política militar que los cómplices del finado profesor Elliot han copiado como caricatura, y, sobre todo, por su trágica dependencia en el imperio de la opinión popular —su "Proyecto Democracia"—. Piensen en la fatalidad que descubrieron los triunfantes enemigos del emperador Federico III, en su marcha victoriosa hacia la "nueva era de tinieblas" del siglo 14.

Lo que los fanáticos seguidores de H.G. Wells, de Bertrand Russell, del profesor Elliott, y de las fundaciones Smith-Richardson, Olin, Mellon-Scaife, etc., nos están acarreando a todos, incluso a ellos mismos, es relegar a la humanidad por vía rápida a una nueva era de tinieblas, probablemente a escala planetaria. ¿Dónde ésta, entonces, su perspectiva de victoria? Victoria no de seres humanos, sino más bien, de las epidemias y pandemias; dominada por esas formas subhumanas de parásitos y saprófitas, que sin pensarlo triunfan sobre la especie humana que derribose a sí misma.

Las relaciones pacíficas duraderas de la humanidad, dependen de relaciones que son más o menos de mutuo provecho indispensable para la misma. La posibilidad de que dichas relaciones sean durables, depende de los desarrollos culturales y tecnológicos que han hecho posible las mejoras sucesivas en la densidad relativa potencial de toda la humanidad.

Las implicaciones prácticas de semejante concepto de las relaciones entre los pueblos y sus naciones, dependen de la práctica eficiente de fomentar tales beneficios mutuos, pero también dependen, de un modo incondicional, de la percepción cognoscitiva de los socios, de los aspectos esenciales de esa cualidad de relación. Lo que une a las personas no es el simple hecho de que la existencia de una persona es de provecho para la otra, sino la conciencia de ambas de que el beneficio existe.

Ese es el significado que ha de atribuirse al concepto, del secretario de Estado de los EU, John Quincy Adams, de una comunidad de principio entre las repúblicas soberanas de las Américas. Debemos tener la intención de establecer un compromiso compartido con una comunidad de principio, pero también tenemos que asegurar que la puesta en práctica de dicha relación provechosa, en efecto, lo será para todas las partes.

3. El segundo granadero de Heine

El libro de Huntington El soldado y el Estado, de 1957, del cual cito su decimoctava edición, refleja la persistencia de la proyección de la decadencia a que ha sido degradada la política militar estadounidense y su estrategia global en los últimos cincuenta y pico de años. Las repetidas ediciones del libro (al menos dieciocho) desde 1957, implican lo que queda demostrado en sus escritos posteriores, y en los de Brzezinski. Las repetidas ediciones reiteran que esta sigue siendo la perspectiva a la que se han aferrado su autor, sus confederados y, más importante, los poderosos oligarcas financieros angloamericanos que patrocina a este parásito, por los últimos cuarenta y cinco años, o más.

Desde el principio, la calidad literaria del texto de Huntington hubiera servido para ganarle la mediocridad a él, y una mala reputación a Harvard.[7] Su estilo de argumentación es el del positivismo lógico, procurando caricaturizarse; tiene la huella característica, no de un pensador original, sino el rastro auténtico de un adulador académico rastrero de las filas de los golems de Elliott. El método de razonamiento que emplea es un desfile de definiciones arbitrarias, marrulleras, sacadas de la "torre de marfil", expuestas como si fuera desde el pizarrón, a un pobre grupo de estudiantes crédulos sin remedio. Desgraciadamente, su carencia manifiesta de capacidad para pensar realmente, es el menor de los problemas del libro. Como aprendí hace 56 años, cuando presté mi servicio militar en Asia, la más estúpida de las especies de víboras, puede ser la más venenosa.

La figura militar que emerge de la bruma que permea las definiciones de Huntington, es una parodia de ese fascista patético del ejército derrotado de Napoleón, que se muestra en el granadero que idolatra al emperador, en el poema de Heinrich Heine, "Die Grenadiere" ("Los granaderos").[8] (Robert Schumann le puso a su famosa musicalización del poema "Die Beiden Grenadiere" ["Los dos granaderos"]).

Los granaderos

de Heinrich Heine

A Francia los dos granaderos iban / Con licencia de la Rusia su presidio / Y al pasar por el suelo de Alemania / Sus cabezas con tristeza inclinaron

Al oir lo que ahí oyeron, el terrible relato / De su Francia, caída y derrotada / Su gran ejército todo roto y abatido / Y el emperador, ¡el emperador capturado!

Ahí lloraron juntos, los dos granaderos / Lloraron ante la terrible nueva / Exclamó uno: "Oh, mi pena me mata, mis lágrimas / ¡Mis viejas heridas arden cual llamas!"

Respondió el otro: "La canción se acabó / Y también yo, sólo la muerte deseo / Pero en la casa tengo esposa e hijo / Y mi muerte sería su ruina".

"¿Qué importan tu esposa y tu hijo? / Mucho mejor el camino que yo he escogido / Que mendiguen si tienen hambre y frío / Mi emperador, ¡mi emperador está en prisión!

Prométeme, hermano, que una cosa harás / Si ahora hacia mi muerte me apresuro / Mi cadáver a Francia llevarás contigo / Y que sepultado seré en suelo francés.

La Cruz de Honor con su banda escarlata / Sobre mi pecho colocarás / Mi mosquete en mis manos luego pondrás / Y en torno a mí, mi espada ceñirás.

Acostado en mi sepultura tendré el oído presto / Cual centinela aún desde mi tumba / Hasta que al cañón rugir de nuevo escuche / Y a los corceles relinchar sobre mí.

Entonces mi emperador cabalgará sobre mi tumba / Brillarán muchas espadas y sonarán al choque / Y yo me levantaré en armas y de mi tumba saldré / ¡Para defender al emperador, el emperador!"

Así resulta que Huntington, que se ha ungido como apóstol de la democracia, es un fascista en la práctica. Es un profeta declarado de una clase específica de fascismo, el fascismo universal. Propone un imperio mundial de fascistas universales, que seduce a sus despistados secuaces con la visión mágica de que se avecina un imperio estadounidense mundial, una parodia de esa antigua Roma que acarreó su propia ruina.

A lo largo de este informe, me he referido varias veces a la parte pertinente del discurso de Henry A. Kissinger el 10 de mayo de 1982 en la Chatham House(. . .) El quid de estas referencias, es que bastan para mostrar que esos planteamientos políticos, y quienes los formulan, representan algo cuyo carácter es completamente congruente con las implicaciones primordiales que le atribuyo a El soldado y el Estado, de Huntington.

Con ese texto como referencia, ahora enfoco las partes finales de este informe en dos características penetrantes, ejemplares, y de lo más relevantes del estado mental de Huntington, y de Brzezinski. La primera, es su hostilidad fanática a la idea misma de un principio de verdad en la elaboración de políticas. La segunda, es su mutuo desprecio y su odio manifiesto a los conceptos de ley natural que atañen a esa cualidad especial, sagrada, de la vida humana, a la cual me he referido con el título de "espiritual" en el capítulo 1 de este informe. Esas dos cualidades perniciosas, de modo axiomático, de sus razonamientos, han de diagnosticarse, como lo hago aquí, como expresiones distintas, aunque congruentes ,con algo que es, intrínsecamente, maldad pura.

Kant, Hannah Arendt y el fascismo

La existencialista Hannah Arendt, en un tiempo la amiga querida y correligionaria del filósofo nazi Martin Heidegger, insistía en la doctrina de que la verdad no existe, sino sólo la opinión. Ella subrayaba que su idea debe su validez filosófica en el siglo 20 a la influencia continua de Emanuel Kant, cuya serie de Críticas comenzó con su Crítica de la razón pura. Esta cualidad nociva de la influencia de Kant ya era un blanco principal de las advertencias de Federico Schiller contra Kant. Esta cualidad fascista de la influencia neorromántica de Kant, también había sido reconocida por el mismo Heinrich Heine que compuso Die Grenadiere, en la primera edición de su famoso escrito, Religión y filosofía en Alemania.

La misma Arendt busca la autoridad para su razonamiento, alegando la importancia de Kant entre los filósofos existencialistas modernos, apoyándose en la autoridad de su mentor Karl Jaspers. Este mismo dogma existencialista, profascista, de odio a la idea misma de la verdad, es el rasgo central de esa pieza de propaganda de la posguerra, La personalidad autoritaria, escrita por Theodor Adorno, Arendt, etc.

En muchas de las instituciones educativas de EU hoy día, se aterroriza y envilece a los estudiantes a través de la influencia de esas autoridades que insisten, haciéndose eco de Adorno, Arendt, etc., en que no hay verdad, sino sólo opinión, o lo que de otro modo se conoce como "torcer" los hechos. Sin embargo, Kant no era tan crudo y analfabeta como los doctrinarios de la teoría social del aula de clases de hoy. El razonamiento de Kant al menos tenía la apariencia de racionalidad, y por ende, más probabilidad de engatuzar a las capas educadas. La influencia de Kant en ese sentido, se ha demostrado por más de dos siglos a la fecha.

No obstante, aunque para ser fascista no se necesita estar cuerdo y ser culto, sí se requiere una cualidad superior de conocimiento para poder diagnosticar clínicamente, como lo hago aquí, el modo en que tales razonamientos patológicos como el fascismo adoptivo de Kant y las locuras asesinas relacionadas, como las de Adorno y Arendt, influyen a un estrato susceptible de los típicos liberales estadounidenses, y a otros, hoy día. La tarea de diagnosticar consiste, por supuesto, en definir un enfoque para su remedio, como lo hago implícitamente aquí.

En la civilización europea extendida al mundo, las formas más importantes de subrayar la importancia de un apego de principio a responder con veracidad a las preguntas y a otros desafíos, provienen principalmente de los diálogos socráticos. Esto significa que uno no tiene el derecho moral a creer algo simplemente porque se le ha enseñado a creerlo; tampoco es permitido evadir el asunto citando a supuestas autoridades religiosas, en vez de los hechos, como lo hacen los más peligrosos cuerpos de fanáticos religiosos hoy día. Las únicas personas verdaderamente morales son aquellas que asumen la responsabilidad personal de sostener sólo lo que sea veraz; para ella, esa responsabilidad debe expresar una cualidad soberana de autoridad personal e individual, y también la responsabilidad personal por las consecuencias de actuar, o inducir a otros a actuar, en base a lo que uno ha llegado a creer que es veraz.

En el universo real, la veracidad no significa la autoridad de alguna creencia fija, tratada como depositaria de la verdad absoluta, sino un compromiso de servirse de las facultades de los miembros individuales de la sociedad, individualmente o en concierto, para descubrir un juicio que sea verazmente congruente con la mejores pruebas y medios disponibles a esa sociedad. La veracidad también significa un compromiso a estar dispuesto a derribar cualquier creencia que uno haya descubierto, verazmente, que sea errónea.

El problema de definir la verdad, se sitúa precisamente en esa cuestión central que señalaban las Críticas de Emanuel Kant, la cuestión del principio de la hipótesis. Kant, que odiaba la verdad, conocía a su enemigo seleccionado, la razón, y trabajó duro para remover esa cualidad humana de cuantas víctimas posibles pudiese alcanzar su doctrina. Al negar de plano la existencia eficiente de la hipótesis, negación que es el tema central de su Crítica de la razón pura, Kant de ese modo negaba la existencia del posible conocimiento de la verdad. Esa es la cuestión sobre la cual los existencialistas seguidores del precursor nazi Nietzche, el nazi Heidegger, y Jaspers, Adorno, Arendt, y el Jean-Paul Sartre de Heidegger, sentaron las premisas de sus doctrinas diversamente nazis y similares.

La influencia de Kant en este sentido, tiene relación específica con las características políticas y sociológicas de los golems harvardianos de Elliott y, más importante, con las feas consecuencias de cualquier práctica basada en sus creencias.

Al principio Kant fue un empirista británico que se había convertido, antes de los 1870, en un importante exponente germanoparlante del empirismo de David Hume. Siguió vinculado estrechamente con esa red europea de salones contrarios a Leibniz, iniciados originalmente por Conti, en donde destacaban figuras como Voltaire y el fisiócrata Quesnay. Esta red incluía el salón organizado en torno a tales personajes de la Academia de Berlín como el reduccionista Leonhard Euler, que odiaba a Leibniz. Para seguir el razonamiento de Kant a través de su serie de Críticas, debe tomarse en cuenta la influencia de los ataques de Euler a Leibniz en las Cartas a una princesa alemana, donde encontramos, en el razonamiento fraudulento de Euler, la matriz del razonamiento contra la verdad que reproducen todas las Críticas de Kant.

Kant, incluso el Kant de las Críticas, representa el mismo empirismo que Paolo Sarpi, Galileo, Bacon, Hobbes, Locke, Antonio Conti, Newton, Mandeville, Quesnay, y Hume anteriormente. Pero el de Kant constituye la esencia del empirismo reubicado en las categorías de una forma de razonamiento aristotélica. Kant se basa en el ilusionismo de los matemáticos que antes empleo el adorador de Newton, Euler, al atacar el cálculo de Leibniz en general, y la monadología con más énfasis.

Ya sea en su forma original, la de Sarpi, o en el empirismo reconstruido de Euler, Lagrange, Kant, Laplace, etc., el empirismo, desde el surgimento del modelo angloholandés del siglo 17, es la ideología característica de la versión angloamericana, ahora amenazada, de una forma de gobierno marítimo imperial al estilo de Venecia, ejercido por una oligarquía rentista-financiera. El empirismo así definido, es la única religión en la que la oligarquía realmente cree cuando se le arrincona. Para esos círculos, como lo fue para Hobbes y Locke, el otro nombre del empirismo es: "¿No es esa la naturaleza humana, después de todo?" De ahí que esa tradición empirista es, entre otros efectos, el punto de partida del fascismo moderno. Constituye la base axiomática del fascismo universal característico de Elliott, sus golems, y los intereses oligárquicos financieros que representan las fundaciones Smith-Richardson, Olin, y Mellon-Scaife.

Voy a dejar en claro la pertinencia de ese énfasis en la biografía intelectual de Kant, luego de las siguientes observaciones que ubican la cuestión a discutir.

El debate sobre la verdad

Desde los registros conocidos más antiguos en que se aborda este asunto de la hipótesis, lo que ha estado en juego en el debate son dos cuestiones distintas, pero interdependientes. Primero, está la cuestión de sí la certeza sensorial individual es una representación fidedigna del universo existente fuera del pellejo del individuo humano aislado. Segundo, está la cuestión respecto a si existe o no alguna tradición creíble, que a menudo se llama ideología, que puede o debe superponerse a la percepción sensorial, para que podamos guiar nuestras acciones en respuesta al universo, de acuerdo a como se refleja dentro de los límites de la certeza sensorial.

Las formas arbitrarias de creencia religiosa o semejante, son ejemplos de lo antedicho, tradiciones superpuestas o sus equivalentes funcionales fabricados más recientemente. En la civilización europea extendida al mundo desde la antigua Grecia por ejemplo, el intento más importante de definir la verdad respecto al universo físico en general, o a las experiencias en el mismo, ha sido la controversia entre el método socrático clásico de Platón y los llamados sistemas reduccionistas, de los cuales se deriva la matemática generalmente aceptada en el aula escolar, a partir de su versión de una supuesta geometría euclidiana.

Para ir al meollo de las dos cuestiones, observen el surgimiento de la civilización y la ciencia europea moderna en el siglo 15, luego de la prolongada corrupción por la influencia del romanticismo. Mis asociados y yo a menudo hemos planteado la importancia de señalar la manera en que fue sepultado, bajo los fraudes del farsante romántico Claudio Tolomeo, el conocimiento de la posición del Sol como el centro del sistema solar, algo que la ciencia clásica griega ya había establecido con anterioridad. Hemos documentado de forma reiterada cómo los métodos anticientíficos, no sólo de Tolomeo, sino también de Copérnico y Brahe, fueron derribados de forma exitosa por el descubrimiento de Johannes Kepler de un principio de gravitación universal.

Este aspecto de la historia antigua y moderna de la astronomía europea, es una de las ilustraciones más simples del hecho de que el ascenso del imperio romano y la continuación de su legado, significó una caída general en la cultura de la que la cultura europea comenzó a salir sólo con el renacimiento de los métodos de la cultura científica clásica, en el período que va desde Brunelleschi, Nicolás de Cusa, y Leonardo da Vinci, hasta Kepler.

Kepler es el iniciador de la primera aproximación a una física matemática comprensiva, la cual constituye el marco más apropiado para identificar con precisión el modo en que se han peleado las cuestiones fundamentales de la veracidad durante los últimos siete siglos de historia europea moderna.

Bajo la influencia de la ideología pagana de Roma y del romanticismo derivado que persistió en la Europa feudal, los sistemas formales de pensamiento más ampliamente aceptados sentaban sus premisas de modo axiomático en suposiciones tipo torre de marfil, generalmente vinculadas al nombre de Aristóteles. La defensa continua de los fraudes románticos de Claudio Tolomeo, hecha por muchos teólogos, incluso ya entrado el siglo 17, es típica de eso. El supuesto era que, hay ciertos principios categóricos de la organización del universo que existen a priori y fuera del justo poder de la mente del hombre como para ser desafiados. En otras palabras, una ideología. De ahí que tengamos afirmaciones patológicas tales como: "¡No puedes cambiar la naturaleza humana!" De ahí que, de manera similar, tan tarde como cuando trabajaban figuras modernas tales como Copérnico y Tycho Brahe, el supuesto era que el espacio y el tiempo físico eran, de manera axiomática, "euclidianos".

Para el creyente en tales sistemas de torre de marfil, el observador tenía, por lo tanto, que ajustar los hechos observados, como las posiciones planetarias y estelares, dentro del supuesto de que el universo sólo funcionaba de una forma congruente con las formas aristotélicas de supuestos euclidianos de torre de marfil. Ahí yace la necedad ideológica común a los sistemas de Tolomeo, Copérnico, Brahe y también de Galielo, que, por lo demás, están en conflicto el uno con el otro.

Contra esto, Kepler fue el primero en introducir el concepto de principios físicos universales demostrables experimentalmente a la construcción de una forma comprensiva de física matemática. Kepler adoptó la prueba que mostraba que la órbita de Marte, por ejemplo, era contraria de modo anómalo a los supuestos eucliadianos a priori de Tolomeo, Copérnico, y Brahe. Kepler se impuso a sí mismo el desafío de identificar esa intención propia del sistema solar, que correspondiera a la diferencia eficiente entre el modo cómo realmente procedían las órbitas solares, y lo que prescribían los dogmas aristotélicos de torre de marfil. Cuando ese concepto de intención, como lo presentó Kepler, se comprueba con métodos de experimentación comprensivos, llega a conocerse como un principio físico universal. Este concepto de intención, como lo emplea Kepler en su Nueva astronomía, también se llama hipótesis. Esa cualidad platónica de hipótesis, cuando se comprueba, le da a la sociedad civilizada moderna un ejemplo modelo del significado rigurosamente científico del término verdad.

Esto se aplica en lo inmediato a cuestiones de la ciencia física, pero, como he destacado en toda mi obra sobre los principios de la economía física y la prognosis, también es un modelo de la naturaleza de la verdad respecto a los principios de composición y ejecución artística, así como de la política dirigida de acuerdo con esos principios clásicos del arte de gobernar que constituyen la cualidad principal que se refleja en la Declaración de Independencia y la Constitución de 1789 de los EU.

Aunque la obra de Kepler siguió los precedentes que proporcionaron Platón, Nicolás de Cusa, Luca Pacioli, y Leonardo da Vinci, la obra de Kepler en astrofísica fue el primer reto sistémico a la tarea de definir la eficiencia de principios físicos universales mediante mediciones experimentales cruciales. Este no era un concepto nuevo para los pensadores modernos tales como el Cusa que definió el lugar de la medición en la ciencia, ni para el seguidor declarado de Cusa, Pacioli, ni para Leonardo, ni tampoco para los pensadores científicos prerromanos pertinentes; pero fue el aspecto principal del nacimiento de una revolución en el pensamiento de la Europa moderna posterior al 1400 d.C., y se convirtió en el fundamento de un gran avance en la ciencia y la economía europea sobre todas las formas anteriores de sociedad conocidas. Así, el éxito del descubrimiento de Kepler, produjo un avance revolucionario en la defensa del principio de la verdad cognoscible.

Kepler fue, por tanto, el primero en definir lo que se denomina propiamente astrofísica, en vez de simplemente astronomía. Lo que hay de competente en la ciencia física moderna brota de esa revolución hecha por Kepler. El quid de las cuestiones que plantean los descubrimientos científicos de Kepler y otros relacionados, es: ¿qué sustituye a las supersticiones sobre el universo de la torre de marfil, propias de una concepción aristotélica de la geometría euclidiana? La importancia de los descubrimientos de Kepler, en el marco de esa cuestión, es que la elección de un tema implícitamente universal por parte de Kepler, la astrofísica experimental, constituyó una situación singularmente apropiada desde la cual realizar la exploración de la búsqueda del conocimiento de principios físicos verdaderamente universales en general.

El efecto combinado de que Kepler fundara la astrofísica, y el planteamiento experimental de Fermat de la paradoja del menor tiempo, en vez de la distancia más corta, derribó la autoridad del esfuerzo de basar la ciencia física en la fe ciega del reduccionista en un concepto del universo físico incluído en la geometría euclidiana. La obra de Huyghens, Leibniz y Bernouilli, sobre las implicaciones de los descubrimientos de Kepler y Fermat, llevó al maestro de Gauss, Abraham Kästner, a definir la necesidad de una geometría antieuclidiana, y a través de la obra de Gauss sobre los principios de la curvatura, a Riemann a derrumbar totalmente todas las formas de geometría a priori, tanto las modalidades de la llamada euclidiana como la no euclidiana.

Riemann llevó a su conclusión implícita, la demostración de Kepler de la autoridad primaria de la intención (hipótesis) y de los principios físicos universales comprobados experimentalmente. Después de la importantísima disertación de habilitación de Riemann de 1854, la ciencia, el tiempo, el espacio y la materia, como las representa implícitamente una interpretaciíon reduccionista de la geometría euclidiana, dejó de existir en las concepciones competentes sobre el tema de la ciencia física. Fueron barridas todas las definiciones, axiomas y postulados de meras ideologías de torre de marfil; donde habían estado las nociones reduccionistas del espacio abstracto, el tiempo y la materia, sólo quedaron los principios físicos universales experimentalmente validados.

Por lo tanto, probablemente el aspecto más perdurable de mi obra original, fue reconocer el lugar que ocupan en la ciencia física ciertas clases de principios que generalmente son etiquetados como principios de composición artística. Son principios que pueden definirse con las mismas concepciones de paradoja ontológica, hipótesis y principio universal, inherentes a los dominios de experimentación abiótica o biológica. Están incluidos apropiadamente bajo el título de principios antirrománticos clásicos. Para reconciliar mis descubrimientos originales a ese efecto, me vi obligado a reconocer que el tipo de universo físico que así definían mis descubrimientos, no podía comprenderse de una manera eficiente, salvo aplicando las concepciones revolucionarias de una geometría física diferencial introducidas por Riemann.

Los principios clásicos surgen en la composición artística en torno a las nociones más refinadas del significado práctico de los términos ironía y metáfora. Estos conceptos, así captados, tienen un sentido distinto de significado físico eficiente.

Contrario a lo que dicen los gramáticos descerebrados, esos que aborrecen la idea de un silogismo incompleto, o la ambivalencia en una declaración, toda aserción importante sobre cualquier cosa, en cualquier idioma, involucra la intención de representar una experiencia real, cuyo intento de representarla de un modo formalista en el habla, es de suyo contradictoria.

La ilustración más conveniente de esa materia del idioma, es la paradoja de la reflexión y refracción que plantea Fermat en el ambiguo concepto del "menor tiempo". El descubrimiento del principio general del tiempo relativista que resuelve esa paradoja, define a esta como una verdadera metáfora, en el sentido platónico.

Por ese motivo, ningún uso formalista de cualquier idioma, ningún sistema matemático formal, podría describir el universo real. Es el proceso de generar esas hipótesis comprobables experimentalmente, lo que nos lleva al conocimiento de nuevos principios físicos universales, que deben ser el motivo principal del esfuerzo para perfeccioar el uso del idioma. El objeto de la razón no es imponer congruencia con las normas establecidas, sino forzar a la sociedad a reconocer la verdad que nunca se nos aparece primero, salvo como una declaración que se afirma de lo que le parece a los formalistas cognoscitivamente bloqueados, y a otros no poetas, que representa un error, una inconsistencia.

Las ambigüedades del discurso que deben crearse en un intento de describir una realidad realmente paradójica, constituyen así ese aspecto del idioma que atañe al proceso mediante el cual se inspira la generación de hipótesis comprobables, por el reconocimiento de la realidad de las paradojas ontológicas.

Las implicaciones más amplias y profundas de la cuestión que acabo de resumir, han de verse a la luz del más fundamental de los problemas del estudio científico de los dominios abiótico y biológico. Los dos casos fundamentales antes referidos, el de los descubrimientos de Kepler en la astrofísica, y el enfoque de Fermat sobre "el menor tiempo", ilustran el hecho de que el verdadero conocimiento humano del mundo fuera de nuestras certezas sensoriales, sólo se obtiene mediante soluciones cognoscitivas de las paradojas ontológicas que surgen del intento del hombre por explorar el universo que actúa desde fuera de nuestras percepciones sensoriales.

Al descubrir que la visión del universo proveniente de la percepción sensorial es falsa, progresamos. Corregimos los errores de la percepción sensorial, generando nociones de principios físicos universales comprobados experimentalmente, que operan fuera del alcance de la observación directa mediante la percepción sensorial. Las culturas cultas, en lo científico, reconocen, por tanto, que el universo de la percepción sensorial no es un verdadero universo, sino sólo una sombra curiosamente distorsionada que la realidad proyecta sobre nuestro aparato sensorial.

Del mismo modo, debemos reconocer que los principios de cooperación social mediante los cuales la sociedad aumenta su densidad relativa potencial de población, son objeto de la generación de esas formas comprobables de hipótesis que pertenecen a los principios de las relaciones entre los seres humanos en el espacio-fase de los procesos cognoscitivos, en tanto que la investigación científica del espacio-fase abiótico, evoca en la cognición esas hipótesis comprobables que muestran ser principios físicos universales.

El arte arbitrario, como el de la composición simbólica, es inherentemente falso, ya que rechaza el tener que responder a cualquier principio de hipótesis. Esta distinción se hace más clara cuando reconocemos la relación entre las artes plásticas y las no plásticas, por un lado, y el arte de gobernar, por el otro. Así como el arte hace referencia a un proceso de la humanidad relacionado con la historia, las lecciones del arte que es veraz respecto a su propio marco histórico, son la base de la mejor cualidad del arte de gobernar. Como corolario, el arte que no es históricamente veraz, será fuente de una mala práctica en el estadismo, y de sufrimiento para la nación y su pueblo. De este modo se plantea la veracidad en el arte; el arte que acepta este requisito moral de modo autoconciente, es el que correctamente se denomina clásico.

"¿No es sólo la 'naturaleza humana'?"

La prueba empírica de que el individuo humano está esencialmente aparte y por encima de todas las demás criaturas vivientes, ha de encontrarse en la relación entre el principio de la hipótesis y la cualidad de evidencia experimental que establece una hipótesis como principio físico universal. De allí que el principio de veracidad y el de hipótesis constituyan dos facetas de la misma realidad. Esta verdad es también la prueba de que la naturaleza humana es algo aparte de la concepción de sociedad que tienen los empiristas.

A la inversa, al negar la distinción de que la hipótesis es lo que define al individuo humano como absolutamente aparte y por encima de las bestias, los empiristas como el estudiante de Galileo, Hobbes, preceptúan lo que Hobbes, Locke, Hume, el fisiócrata Quesnay, Mandeville, Adam Smith, Jeremy Bentham, y el camarada golem de Huntington y Brzezinski, Kissinger, defininieron como la "naturaleza humana" británica.[9] Notablemente, Kissinger identificó esto con precisión como el quid del conflicto entre el presidente Franklin Roosevelt y el primer ministro británico Churchill durante la Segunda Guerra, e implícitamente, la causa por la que Kissinger hizo de mí su blanco personal desde hace tiempo, como alguien a quien él considera portador de la tradición intelectual americana que Kissinger profesa odiar.

El hecho de que la especie humana es única entre todas las criaturas vivientes, en el sentido que una persona individual normal es capaz de ejercer la facultad individualmente soberana de cognición, propia de esa especie de individuo, define la naturaleza del hombre de manera distinta a la de las demás especies. Esta distinción del individuo humano respecto a las bestias, es el fundamento empírico de la noción de la existencia físicamente eficiente del dominio espiritual, como un espacio-fase en lo que debe entenderse como la forma riemanniana de geometría física diferencial del universo en su conjunto.

Esta distinción de la persona individual soberanamente cognoscitiva, es el fundamento de la noción funcional de la ley natural, el concepto de responsabilidad ineludible de promover el bienestar general de todo individuo humano y su posteridad.

Este concepto de la función universal físicamente eficiente del bienestar general, también es el fundamento de la definición coherente de las relaciones humanas. Resumiré las siguientes consideraciones de importancia primordial.

Primero, la creatividad que genera esas hipótesis de las que depende la perpetuación exitosa de la existencia humana como tal, constituye una forma de acción que existe para el hombre, pero sólo en dos expresiones. En lo inmediato, la única fuente de tales hipótesis para la humanidad, es la acción de los procesos cognoscitivos internos de las personas soberanas individuales. Como corolario, las relaciones sociales, como la cooperación para el uso de principios universales válidos, ocurre solamente como una forma apropiada de interacción entre, respectivamente, procesos perfectamente soberanos de las personas individuales. En segundo lugar, y por otra parte, la eficacia de tales principios descubiertos, demuestra que el universo en su conjunto está compuesto de tal modo que contiene la obligación de obedecer las órdenes de la humanidad que se expresen como hipótesis validadas.

De este modo, está escrito en el primer capítulo del Génesis, que el hombre y la mujer están hechos igualmente en la imagen del Creador del universo, y que la especie humana tiene una autoridad y responsabilidad singular de ejercer su dominio sobre ese universo. La imagen del hombre y la mujer, en tanto individuos soberanos, es la de la facultad de cognición singularmente específica al hombre entre todas las cosas vivientes.

Es la verdad universal de la cuestión, verdad esencial y comprobada experimentalmente.

Regresando entonces a las cuestiones decisivas de estadismo que nos presentan las obscenidades de los golems de Elliot.

La superioridad, e incluso la actual necesidad absoluta de esa forma moderna del Estado nacional soberano que fomente el avance científico de largo aliento, y el progreso relacionado que se manifiesta en la densidad relativa potencial de población, reside en la función de la facultad singular de ese Estado para satisfacer la exigencia constitucional de promover el bienestar general, así como la defensa nacional, mediante la creación de crédito a largo plazo y bajo costo, para promover el aumento de las facultades productivas laborales de la humanidad, per cápita y por kilómetro cuadrado. Esta emisión de crédito depende de medidas proteccionistas, de la regulación del comercio y la producción, con el propósito principal de impedir los efectos destructivos del desgaste o de la simple anarquía en los procesos esenciales de producción, comercio y consumo, que constituyen los males característicos de las mentadas prácticas de "libre comercio".

Mientras, el mundo ha llegado a un punto en que —en el intervalo de la desintegración acelerada de las crisis financiero-monetaria y económica hegemónicas, mutuamente distintas, pero que interactúan entre sí—, la civilización misma no podría continuar sobre este planeta, si no regresa a ese modelo del Estado nacional republicano por el cual se libró la guerra civil de los EU de 1861–1865, para garantizarlo como un derecho de la humanidad en todo el planeta.

La oposición a ese plan, la integran las fuerzas salvajes de la oligarquía financiera con mentalidad imperial. En tanto que la ruina que se infligía a sí mismo ese sistema anglo oligárquico se hacía cada vez más inminente en el transcurso del recién terminado siglo veinte, los otrora orgullosos círculos dominantes del poder oligarca financiero, se han vuelto cada vez más estúpidos e inmanejables. En el transcurso del pasado siglo, han dominado la vida de todo el planeta con sus juegos geopolíticos sangrientos, con dos guerras mundiales y muchos otros horrores, todos los cuales han tenido como su principal propósito desarraigar y destruir esa especie de sociedad que amenazaba con sustituir su hegemonía.

Como en el caso del Imperio Romano, o las guerras de los ultramontanos europeos de la época medieval, y las guerras religiosas de 1511–1648, el parásito que cava su propia ruina, los intereses que han desplegado a los golems de Elliot y sus patrocinadores, en efecto dicen: sométanse a nuestros deseos, no importa que tan descabellados sean, o podríamos matarlos a todos de cualquier modo. Así es como descienden las eras de tinieblas sobre la humanidad, como debe habérnoslo advertido el segundo granadero del poema de Heine, a raíz del 11 de septiembre.

La cuestión es un conflicto entre dos concepciones mutuamente excluyentes de la naturaleza humana, la nuestra contra la de ellos. Ellos son los malvados, en la definición más estricta del término.

¿Pueden decir ustedes, por tanto, que cualquier persona pensante que considere las implicaciones de lo que han hecho Elliott, sus golems y sus patrocinadores oligarcas, en el transcurso del tiempo desde que Brzezinski, Huntington y Kissinger llegaron a Harvard, verdaderamente esté sorprendida por, ya sea lo que sucedió el 11 de septiembre, o por la práctica de genocidio que dirigen los angloamericanos, en aras de intereses oligárquicos financieros, en la mayor parte de África y otras partes del mundo hoy día? Si han leído, y entendido lo que esos lacayos, como los golems de Elliot, han escrito y anunciado en sus discursos, y hecho con sus manos, durante estas décadas, ¿podrían ustedes decir honestamente que no estaban advertidos?

FIN

<<Página Anterior


[1] Las continuas conexiones entre los miembros de la Ecole Polytechnique, Lazare Carnot y Alejandro von Humboldt, señalan el camino en el cual las divisiones faccionales en la ciencia reflejaban divisiones políticas más profundas. Hasta la muerte de Bernhard Riemann, las principales corrientes en la ciencia física europea pueden trazarse desde Nicolás de Cusa, a través de la sucesión de personajes como Leonardo da Vinci, Kepler, Leibniz, Kästner, la facción de Carnot dentro de la Ecole Polytechnique, Alejandro Humboldt, Gauss, Wilhelm Weber, el protegido de Alejandro Humboldt, Dirichlet, y Riemann. La oposición a esta corriente en la ciencia venía de los empiristas y kantianos, incluyendo a ese timador Leonhard Euler, a Lambert, Lagrange, Laplace, Cauchy, Clausius, Grassmann, Helmholtz, Felix Klein, etc. La convergencia de las políticas militares de Carnot, con aquellas de Scharnhorst y demás, que hacían hincapié sobre el principio de defensa, y el destierro de Carnot a Magdeburgo, Alemania, luego de que los británicos instalaran a la corrupta monarquía de los Borbón con la restauración en Francia, ocurre al tiempo que los descubrimientos antiempiristas de Fresnel y Ampère, este último, típico de la facción de Lazare Carnot en la Ecole. La estrategia del Estado nacional soberano republicano, busca superar los afanes de los conflictos, con una comunidad de principio de los Estados nacionales soberanos, como señaló el secretario de Estado de EU, John Quincy Adams.

[2] Cuando tomamos en cuenta el papel decisivo que jugó la reforma judáica del judío ortodoxo Moisés Mendelssohn en el desarrollo de la ciencia y la cultura clásica de Alemania desde mediados del siglo 18, cualquier discusión sobre la cultura alemana no puede hacer menos que poner de relieve el papel de los judíos en desarrollar esa cultura. La destrucción del judío aleman, así como al judío del Renacimiento Yiddish de Europa Oriental, fue el primer golpe decisivo en la determinación de los nazis por exterminar la cultura alemana.

[3] La identificación de Hegel con el fascismo aparece temprano, como su admiración del tirano Bonaparte como héroe. Bajo las condiciones posteriores al Congreso de Viena, Hegel se convirtió en un defensor virulento del príncipe Metternich, elaborando una teoría del Estado prusiano, que condujo a las doctrinas de su cómplice Savigny, y a las doctrinas jurídicas fascistas de Carl Schmitt, etc.

[4] El escrito de la posguerra The Authoritarian Personality de Adorno, Arendt, etc. (Harper, Nueva York, 1950), es típico del modo en que vino a desarrollarse el alegato ideológico fascista de Alemania, de los existencialistas neokantianos como Jaspers, y la seguidora de Jaspers, Arendt, en contra de la existencia de la verdad.

[5] Trevor Nevitt Dupuy, A Genius For War: The German General Staff, 1807–1945. (Hero Books, Fairfax, Virginia, 1984 [Prentice-Hall, 1977]). Ver también, de Helmuth von Moltke, The Franco-German War Of 1870–71, con introducción de Michael Howard. (Greenhill, Londres, 1992).

[6] El empirismo, y su sucesor, el positivismo, lograron su presente influencia en las culturas europeas en tres fases generales. Empezó con el otrora señor de Venecia, Paolo Sarpi, como producto simplificado de los métodos aristotélicos de "torre de marfil", en base a la premisa de la admiración de Sarpi por el irracionalista medieval Guillermo de Ockham. El empirismo inglés original de sir Francis Bacon y Thomas Hobbes, lo introdujeron directamente a Inglaterra Sarpi y el lacayo personal de Sarpi, Galileo Galilei. Posteriormente experimentó una fase de evolución en la red europea de salones dedicados a aplastar la influencia de la principal figura científica del mundo de entonces, Gottfried Leibniz. Esa red giraba en torno al agente veneciano basado en París, el abad Antonio Conti, padre de la Ilustración francesa y británica del siglo 18. En el siglo 19 apareció una versión todavía más radical de empirismo, en la forma del positivismo. La forma extrema de éste es el positivismo lógico, también conocido a veces como "empirismo radical".

[7] Luego de la primera edición del libro, Huntington y Brzezinski prácticamente fueron expulsados de Harvard, lo cual confirma que había autoridades ahí que compartían plenamente mi evaluación sobre las cualidades intelectuales del libro. Rápidamente, Elliot colocó a Kissinger en todas las posiciones privilegiadas que ocupó Brzezinski, hasta que fue expulsado.

[8] El texto del poema de Heine en alemán, al cual un admirador de la obra de Heine y seguidor de Félix Mendelssohn, Robert Schumann, le puso música:

Die Grenadiere

Nach Frankreich zogen zwei Grenadier,

Die waren in Ruland gefangen.

Und als sie kamen in deutsche Quartier,

Sie lieen die Köpfe hangen.

Da hörten sie beide die traurige Mär:

Da Frankreich verloren gegangen,

Besiegt und zerschlagen das groe Heer—

Und der Kaiser, der Kaiser gefangen.

Da weinten zusammen die Grenadier

Wohl ob der kläglichen Kunde.

Der eine sprach: "Wie weh wird mir,

Wie brennt meine alte Wunde!"

Der andre sprach: "Das Lied ist aus,

Auch ich möcht mit dir sterben,

Doch hab ich Weib und Kind zu Haus,

Die ohne mich verderben."

"Was schert mich Weib, was schert mich Kind,

Ich trage weit beres Verlangen;

La sie betteln gehn, wenn sie hungrig sind—

Mein Kaiser, mein Kaiser gefangen!

Gewähr mir, Bruder, eine Bitt;

Wenn ich jetzt sterben werde,

So nimm meine Leiche nach Frankreich mit,

Begrab mich in Frankreichs Erde.

Das Ehrenkreuz am roten Band

Sollst du aufs Herz mir legen;

Die Flinte gib mit in die Hand,

Und gürt mir um den Degen.

So will ich liegen und horchen still,

Wie eine Schildwach, im Grabe,

Bis einst ich höre Kanonengebrüll

Und wiehernder Rosse Getrbe.

Dann reitet mein Kaiser wohl über mein Grab,

Viel Schwerter klirren und blitzen;

Dann steig ich gewaffnet hervor aus dem Grab—

Den Kaiser, den Kaiser zu schützen!"

[9] Kissinger, op. cit.