Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Las lecciones de la guerra para el estadismo hoy día

por Lyndon H. LaRouche

El Sr. LaRouche pronunció el siguiente discurso el 28 de mayo, en una conferencia realizada en Washington con motivo de la celebración del Día de los Caídos en guerra de los Estados Unidos. La conferencia fue patrocinada por "LaRouche in 2004", el comité de su campaña presidencial, y se difundió a todo el mundo por internet.

En estos tiempos quiero hablarles sobre las lecciones que tienen que aprenderse de la experiencia humana de la guerra. A pesar de que el Congreso se ha tomado tantas libertades con la fecha en que celebramos el Día de los Caídos, consideremos ésta, la semana del Día de los Caídos, y conmemorémosla acorde.

Déjenme empezar con la pregunta: ¿adónde encuentra uno en sí mismo, no sólo el coraje para librar una guerra, para participar en una guerra, cuando se hace necesario, sino dónde encuentra esas cualidades que le permiten a uno mirar más allá del corto plazo, de la próxima semana, o en su comunidad, y encontrar esa fuerza que necesita para actuar en base a cuáles serán las consecuencias de su conducta en las décadas por venir? Necesitamos este tipo de coraje hoy día en nuestros propios ciudadanos para que podamos empezar a pensar con claridad, como lo demanda la crisis actual. A pensar con claridad, como un reto parecido y diferente al que se le presentó a las personas que pelearon y murieron en las dos grandes guerras del siglo pasado, las dos guerras mundiales.

Y yo les pido que miren dentro de sí mismos, y revisen la historia de su familia, y lo que saben de sus familias, lo que conocen más allá de su familia inmediata, de la nación. Y que piensen en que uno vive, y uno muere, como la gente antes que uno, y que piense no sólo en lo que está obteniendo al vivir ahora, sino que también piense cómo se verá, cómo la forma en que se comporta, la forma en que responde a la crisis actual, se verá a los ojos de aquellos que ya murieron, que no pueden actuar más, pero lo están viendo a uno desde dentro de su propia mente, y le dicen: "¿Eres capaz de hacer lo que es necesario, como nosotros lo hicimos cuando nos tocó hacerlo?"

En mi caso —empecemos con mi caso, que tal vez los ayude a ver el suyo propio—; yo me remonto a casi 200 años, en términos de la experiencia de mi familia. Mis padres nacieron en los 1890, mis abuelos nacieron en 1860, y en la mesa de mi familia se sentaba un personaje, era un tatarabuelo que era muy famoso; era uno de los líderes del movimiento abolicionista, y por supuesto, se metió en problemas por eso. Siempre se sentaba a nuestra mesa cuando comíamos, y lo que dijera en tal o cual ocasión se recordaba, y se hablaba de ello una y otra vez. Y todas las familias tienen algo parecido. Mi historia se remonta 200 años.

En términos de la historia familiar de la nacion, es un poco más extensa. Mis primeros ancestros vinieron respectivamente a Norteamérica de Francia e Inglaterra en los 1670. Algunos vinieron a Pensilvania, otros a Quebec; otros ancestros vinieron de Escocia e Irlanda en los 1860. Uno era un soldado escocés —un tatarabuelo, era un espadachín profesional—, que vino a pelear en la Guerra Civil como parte del 1er Cuerpo de Caballería de Rhode Island; su hermano era un capitán de barco muy famoso de la línea White Star. En el mismo grupo también había unos irlandeses, que llegaron de Irlanda más o menos en ese período. También de la parte francesa vinieron de Quebec, y algunos vestigios de ancestros indígenas americanos. Así es que cuando me pongo en pie de guerra de vez en cuando, ustedes comprenderan el porqué. Pero así son las cosas.

Así que todos tenemos nuestras raíces particulares en nuestra propia historia familiar y en esta nación, y en otras naciones también. Y pensamos en nosotros mismos como seres mortales que vivimos por un tiempo, con una sucesión de familias, y dentro de una nación. Nos vemos a nosotros mismos como merecedores de ser recordados. Y recordamos a aquellos que vinieron antes de nosotros, y sus rostros todavía se mantienen en nuestras mentes. Este es el modelo en general para el desarrollo sano de cualquier niño o joven en la sociedad. La familia, el grupo en el vecindario, las raíces de la familia que se remontan dos o tres, o más generaciones; un sentido de dónde vino la familia, de dónde vino la nación; de lo que fue importante para aquellos que estuvieron antes que nosotros. Este tipo de cosas.

Así que, en lugar de pensar en lo que nos hace sentir bien, debemos pensar: "¿Qué es lo que nos haría sentir bien cuando hayamos muerto, cuando vayamos a la tumba? ¿Qué nos hará sentir que hemos hecho algo necesario, que hemos tenido el coraje de hacer algo necesario?" Todos morimos; vamos a morir tarde o temprano, y esa es nuestra historia, en esencia. Pero otras personas mueren en la guerra; y hay una pequeña diferencia entre morir en general, y morir en una guerra. Es apropiado pensar en esta comparación hoy; de que todos estamos en una situación similar. Algunos han tenido la experiencia de una guerra, otros no. Esa es parte de la experiencia de muchas personas en los Estados Unidos, y muchos estadounidenses murieron en las dos guerras mundiales.

Por ejemplo, hablamos de héroes que han muerto en el campo de batalla, pero la mayoría de la gente que muere en una guerra no muere en medio de la batalla, sino muere en lo que Clausewitz llama en sus escritos, "la fricción": accidentes, enfermedades. Por ejemplo, de mi experiencia, había un área en el norte de Birmania, y los soldados ahí se toparon con una enfermedad llamada "tifus de monte" o tsutsaka-mushi, en japonés, que los soldados japoneses habían traído a esa área de otras partes de Asia. En ese entonces no había una cura para esa enfermedad. De allí que esos soldados, muchos de los cuales vi morir, estaban tirados en una sala del hospital, muriendo en silencio, sin ninguna cura, y no volvieron a sus hogares y a sus familias.

Había una sala en el mismo hospital, donde había tres personas que habían muerto, o estaban muriéndose, a causa de un accidente áereo; creo que era un avión C-46 que iba a viajar de Myitkyina, Birmania, a China, y se estrelló al despegar. Sobrevivieron al choque, pero inhalaron querosén o gasolina, estaban muriendo por los efectos de eso en sus pulmones, y estaban semicomatosos. Y día tras día se les cuidaba en sus camas, en esas salas. Había un individuo ahí, de origen hispano, que estaba muriendo de un balazo que le pegó un policía militar británico cuando él visitaba el pueblo. Así estaban, día tras día, y nosotros los mirábamos vivir muriendo, y una mañana, simplemente murieron, murieron en la noche, los cuatro.

Esa es la forma en que la mayoría de la gente muere en la guerra. No en la batalla, sino como resultado de la fricción. Eso fue parte de nuestra experiencia.

Así que tuvimos dos guerras mundiales. Veamos brevemente ambas guerras mundiales. Quiero que vean pequeñas escenas de películas de soldados estadounidenses en la Primera Guerra Mundial, y varias escenas también de cuando Alemania entraba a la Segunda Guerra Mundial, para que tengan un sentido de cómo se sentía eso. Estas son películas viejas de ese período. Ese era el tipo de guerra. Mucha gente murió.

Esta imagen de los soldados que van a la cima, se lanzan a la carga, y se enfrentan al fuego de ametralladoras y al alambre de púas. Esta fue una parte importante de la experiencia americana, una de las formas en que murió gente. También murieron en Francia, no sólo en las trincheras, sino también en incidentes de fricción, pero no regresaron. Y había familias que estaban esperando por ellos que nunca tuvieron la oportunidad de recibirlos en su retorno. Esa también es parte de la experiencia americana

Este es el fenómeno alemán. La marcha a la guerra. Ustedes ven la movilización. A uno le preocupa porque ve gente que marcha a la guerra. Uno piensa en lo que está pasándole por la mente al hacer eso; ve los horrores de la Alemania nazi con las tropas de la SS marchando, y otras tropas, marchando a la guerra, una guerra que iba a terminar en la virtual destrucción de Alemania. Esto fue sólo en el lado alemán en la Segunda Guerra Mundial.

Miren el caso de la guerra en Asia, para aprender una lección: MacArthur era un gran general, quizás uno de los mejores en la historia de los Estados Unidos. Hizo lo mejor para los Estados Unidos en tanto comandante. Peleó una guerra en el Pacífico bajo circunstancias que parecían desesperadas, y la llevó a una conclusión exitosa, incluso antes de Hiroshima. Él tuvo un par de batallas muy grandes, u ordenó un par de batallas pesadas, grandes, muy sangrientas, pero nunca libró peleas innecesarias. Él pasaba por alto islas que estaban ocupadas por los japoneses, y decía: "¿Para qué vamos a perder vidas tomando esas islas? Los tenemos aislados; controlamos los mares, controlamos el aire. ¿Para qué nos preocupamos? Vamos a regresar más tarde. No tenemos que pelear la guerra en esas playas; no es necesario tomar esas islas". MacArthur tenía un sentido de economía de guerra.

[FIGURE 4]MacArthur no estaba peleando una guerra para matar gente. El objetivo del soldado estadounidense en la Segunda Guerra Mundial no era matar individuos —tal vez algunas personas pensaran así—; pero no se trataba de matar. El propósito de pelear la guerra era ganar la guerra. El propósito era ganar la paz, no matar a todo el que quisieras odiar, sino ganar. ¿Ganar qué? Ganar la guerra, que es ganar la paz. Esa era la política de MacArthur. No necesitábamos invadir a Japón, nunca hubo la necesidad de hacerlo. En mi opinión, MacArthur nunca tuvo intención de hacerlo. Ciertamente, MacArthur no era el tipo de general que iba a hacer algo tan tonto como lanzar bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki. ¿Por qué no era necesario invadir a Japón? ¿Por qué hay el mito de que necesitábamos invadir a Japón? Esa es una gran mentira.

Japón es una nación isleña, sin las materias primas adecuadas en su territorio. Japón vive como una economía, una economía moderna, a base de importaciones de otras partes del mundo, incluyendo Asia. Por tanto, la estrategia estadounidense, la estrategia de MacArthur para la guerra en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, no era matar japoneses. La estrategia americana era lograr la rendición de Japón, una rendición pacífica. ¿Cómo? A través de crear una red de bloqueo; un bloqueo naval y aéreo para evitar que Japón obtuviese los materiales que necesitaba para mantener su economía y, por tanto, su maquinaria de guerra.

Era sabido en ese momento, aunque ustedes tal vez no lo sepan, que el Emperador de Japón, en el curso de 1945, había entablado negociaciones diplomáticas para la paz, y sus canal de negociación era el Vaticano, con los buenos oficios del cardenal Montini, que después fuera el papa Paulo VI, y de algunos amigos míos que estuvieron envueltos en esas negociaciones en ese momento. Entonces, los Estados Unidos sabían que tenían una oferta de Japón para una paz negociada. ¿Para qué invadir a Japón? ¿Por qué la paz no vino? Porque los Estados Unidos y Gran Bretaña no querían que hubiese paz luego de la muerte de Roosevelt. En parte, porque algunas personas querían venganza, no paz. Pero MacArthur y otros entendían que el problema que tenía el emperador era que él quería la paz, pero algunos de sus generales no querían rendirse. Por tanto, la política estadounidense era apretar, tener un bloqueo bien fuerte, naval y aéreo, que fue totalmente efectivo. Japón tenía que rendirse. Los generales iban a tener que darse por vencidos y someterse a la voluntad del emperador.

Y la paz que vino, que sí se llevó a cabo, después de Hiroshima y Nagasaki, fue la misma paz que el Emperador había negociado a través del Vaticano antes de esa situación. Por eso nunca hubo necesidad de que las tropas estadounidenses invadieran las islas de Japón. MacArthur no estaba ahí para matar a los japoneses. Su plan era ganar la guerra usando el poderío logístico y estratégico de los Estados Unidos, movilizado para crear las condiciones en las que los japoneses y sus instituciones iban a aceptar la paz en lugar de la otra alternativa, que era la guerra. Así era que solíamos librar las guerras.

Aquí hay un principio. Tal vez ustedes estén olfateando para dónde voy, esto, en cuanto a la política militar actual que, para ser fracos, es inmoral y desquiciada, y yo esperaría que nuestro país deje de hacer esto, porque es estúpido, es inmoral y es loco.

Teníamos una política militar diferente antes de que se deshicieran de MacArthur, y antes de que Eisenhower terminara su mandato presidencial; teníamos otra tradición, una tradición militar diferente a la que tenemos hoy en día. Era diferente a lo que se vio en Vietnam, y era diferente a lo que vemos hoy.

¿En qué consistía esa política? Esa política fue desarrollada en el siglo 18, y hay dos individuos que son las figuras más importantes que debe estudiar cualquier persona que quiera entender esto hoy día. El primero era el principal genio militar de Francia —no como Napoleón, que era más un bandido que un genio militar—: el general Lázaro Carnot.

Él ya era, de hecho, un genio militar y se le dió el mando de las fuerzas francesas en 1792. En ese momento, Francia era invadida por todos los ejércitos de Europa, y la intención de esos ejércitos era dividir a Francia en pedacitos, cortarla en pedacitos. A Carnot se le dio el mando, un mando sin esperanzas en ese momento, y él tornó esta situación desesperada en una victoria total, en cosa de dos años. Reformó los ejércitos de Francia. Hizo una movilización científica del tipo que Franklin Roosevelt hubiera entendido y hubiera imitado feliz de la vida. Estas fuerzas militares de Francia en Europa se convirtieron en algo invencible y todos los ejércitos invasores fueron derrotados. Por desgracia, Napoleón arruinó todo después.

En este mismo período había otro gran genio militar en Alemania: Gerhardt Scharnhorst. Él fue educado en la escuela de un famoso alemán, Wilhelm Schaumburg-Lippe, y la educación, el programa educativo de esa escuela fue diseñado por Moisés Mendelsson, el famoso Moisés Mendelsohn que diseñó el programa de enseñanza de la escuela militar que produjo a una de las grandes mentes militares de Alemania: Gerhardt Scharnhorst. Cuando Napoleón mandó al Grand Armée, predecesor de las Waffen-SS de Hitler, a invadir a Russia, los alemanes prusianos, influidos por Scharnhorst, desarrollaron un plan que se basó en el trabajo de un primo, o primo político, de Federico Schiller; y en base a los estudios de Schiller sobre la guerra en los Países Bajos, la Guerra de los Treinta Años, el alto mando prusiano diseñó un programa que se le presentó al Zar de Rusia, una política de defensa estratégica que resultó en una trampa y en la destrucción de Napoleón.

Este concepto de defensa estratégica es congruente con la idea de un ejército ciudadano. Una de las cosas que surgieron de Francia bajo Lázaro Carnot, y en Alemania, bajo la influencia de Scharnhorst, fue la idea del ciudadano soldado. Los alemanes eran mucho más eficientes que los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, y esto se ha estudiado extensamente, porque tenían un programa de entrenamiento a fondo, y de reservas, basado en el programa de Scharnhorst. En los Estados Unidos creamos una fuerza militar después de varios años de desatender los preparativos necesarios para un ejército de reserva, y de crear una fuerza militar capaz de enfrentar ese tipo de problemas.

Así que fuimos a la Segunda Guerra Mundial como una tanda de babosos en lo militar. Yo mismo lo vi, fui testigo presencial. Pero con eso ganamos la guerra; nuestros mejores comandantes entendían cómo usar nuestro poderío económico, desarrollado bajo Franklin Roosevelt, para darnos la capacidad logística, para ganar la guerra en base a la logística. Y los Estados Unidos ganaron la guerra en base a la logística, no con el poderío de matar. Ahora no tenemos la capacidad de ganar una guerra, sólo la capacidad de librar una guerra perpetua, de pelear hasta que se canse uno. Y eso es lo fundamental.

Nosotros salimos de la Segunda Guerra Mundial no sólo como la principal potencia de este planeta, sino como la única potencia de este planeta. Ninguna otra nación representaba una potencia mundial; sólo los Estados Unidos. No había necesidad de invadir al Japón. Controlábamos todo; controlábamos el ambiente, controlábamos sus cielos, controlábamos sus mares. No necesitábamos invadir. Estábamos preparados —algunos de nosotros al menos—, para hacer las paces con Japón. Entonces, ¿para qué librar una guerra? ¿Para qué invadir?

Hay un tipo muy famoso, Maquiavelo, que mucha gente malentiende hoy día, quien sentó una política militar en su obra sobre los libros de Tito Livio, en donde dice que cuando uno derrota al enemigo, nunca debes tratar de rematarlo, porque el enemigo podría empezar a pelear de nuevo, en desesperación. Uno nunca le cierra las puertas al enemigo a bayoneta, u de otra forma, a un enemigo derrotado. Lo que uno hace es emplear el poderío que tiene para crear las condiciones para que el enemigo acepte una solución pacífica al conflicto, que es la forma como debemos abordar nuestros problemas hoy en día. No debemos ser la policía del mundo como si fuésemos legiones romanas o las Waffen-SS de los nazis; andar por el mundo matando gente y destruyendo a países dizque forajidos, que se supone tienen armas de enorme poder destructivo. Eso es una idiotez. Eso es criminal. Lo que tenemos que hacer es desarrollar dos cosas: una, la defensa estratégica en lo profundo, que es en lo fundamental el poder económico físico; aumentar el poder de la producción del trabajo, de los trabajadores, del pueblo, como hizo Roosevelt en los 1930; desarrollar el sistema educativo de uno; abrir fábricas; crear nuevos empleos productivos. No una sociedad de consumo, sino una de trabajos en una economía productiva; granjas que funcionan; máquinas herramienta que funcionen. Dejemos de ser la sociedad de consumo en la que hemos degenerado, y volvamos a ser una sociedad de producción.

Tenemos la capacidad en los Estados Unidos hoy día, en tanto nación, de establecer nuestra seguridad a nivel planetario sin virtualmente disparar un sólo tiro en ninguna parte de este planeta. Lo único que requerimos es aprender las lecciones de la historia de los siglos pasados, incluyendo la historia de Roosevelt, y establecer un plan para reconstruir una economía mundial que se pudre, y decir: "vamos a hacer nuestra parte para revivir una economía que ha fracasado".

La conducción: el caso de Juana de Arco

Ahora, en cuanto al individuo. El individuo tiene que tener el coraje personal de ejercer una posición de mando en la guerra, porque los soldados proceden siempre que confíen en sus comandantes. Pero los comandantes tienen que tener el coraje que inspire a los soldados a trabajar con los jefes. Necesitamos personas que sean dirigentes en el sentido real de la palabra. No gente que diga "haz lo que te digo, si no te pego un tiro", sino que la gente la sigue porque le tiene confianza, se siente inspirada de confianza. No como los tontos que elegimos hoy día, sino dirigentes que infundan confianza en sus seguidores.

Tenemos algunos ejemplos de dirigentes en la historia moderna. Por ejemplo, en el siglo 15, Juana de Arco. Una muchacha, una doncella campesina que tuvo el cometido de forzar a un rey que no servía para nada, a convertirse en un rey decente de Francia, y restablecer a Francia en su dignidad como nación, en tanto nación. Y fue exitosa. Pero, debido a la traición de ese mismo rey, Juana de Arco fue torturada por la Inquisición inglesa, y quemada en la hoguera después de ser torturada. Ella rehusó capitular, y al rehusarse a capitular, y al aceptar el riesgo de que la quemaran en la hoguera, ella hizo posible, no sólo la existencia de Francia como el primer Estado nacional soberano bajo Luis XI, sino que inspiró a círculos en la Iglesia católica a llevar a cabo reformas que vimos más tarde en el siglo 15, en el Renacimiento. Esta pobre muchacha campesina, que tenía un sentido de misión en la vida, que empleó su vida para hacer el bien porque había que hacerlo, inspiró a la gente en su alrededor. Y con su coraje inspiró a una nación, y más que sólo a esa nación, a establecer el primer Estado nacional soberano moderno en la historia de Europa.

El ejemplo de Francia bajo Juana de Arco, el ejemplo de Luis XI, se aplicó en Inglaterra para librar a Inglaterra de una tiranía, la tiranía de Ricardo III, y Enrique VII de Inglaterra estableció el segundo Estado nacional soberano en este planeta.

Vino después de eso un intento de los enemigos del Estado nacional, los venecianos, de destruir a Inglaterra, en tanto Estado nacional. Para hacer eso, infiltraron agentes en Inglaterra para corromper al sucesor de Enrique VII, a Enrique VIII. Éste tenía un problema sexual; tenía un asesor religioso, Zorzi, su consejero matrimonial. Atormentaron a Enrique VIII con la promesa de una mujer, Ana Bolena, que no era más que una prostituta, y ese rey estúpido fue corrompido, e Inglaterra destruida.

Mataron a Tomás Moro, no porque se opusiera al divorcio del Rey para casarse con Ana Bolena. Lo mataron porque se opuso a esta corrupción de Enrique VIII. Inglaterra había sido el segundo Estado nacional soberano; se estaba desarrollando como una gran economía, de su previo estado de ruina bajo los Plantagenet, y se le destruyó. El dio su vida, Tomás Moro, para inspirar a gentes como William Shakespeare, que fue uno de sus grandes seguidores intelectuales, y a otros, para mantener viva la llama en Inglaterra; aquello que los venecianos habían tratado de destruir en el caso de Enrique VIII, y otros. Y es debido a este coraje de Tomás Moro en Inglaterra, y debido a la influencia de Shakespeare, en especial, y de gente como él y sus colaboradores, que se estableció en Norteamérica, sobre todo con la colonia de la Bahía de Massachussets, un concepto de un nuevo Estado nacional construido en estas colonias, en momentos en que Europa estaba tan corrupta, tan desgarrada por las guerras religiosas de 1511 a 1648, guerras religiosas del tipo que algunos quieren desatar hoy día por el mundo. Y en esa época, la gente de Europa dijo: "Vayamos a Norteamérica. Vayamos y establezcamos los fundamentos de una nueva nación en ese continente". Y los Winthrop y los Mather, en Massachussets, son emblemáticos de esta gran aventura.

Entonces vino Penn en Pensilvania con Logan y otros. A medida que las cosas empeoraban en Europa, más y más gente vio en América del Norte un lugar donde construir una república siguiendo el legado de Luis XI de Francia, el legado de Juana de Arco, el legado de Enrique VII, el legado de Tomás Moro, de construir esa república en esta nación. Y esos grandes europeos, porque no podían concebir construir este tipo de república en la Europa del siglo 18, voltearon sus ojos a las colonias inglesas en Norteamérica, en especial los círculos personales de Benjamín Franklin, para ayudar a establecer los fundamentos para crear esta república que es, por tanto, una excepción histórica en la historia moderna de la raza humana. Esta fue la primera república real que se estableció en la historia moderna de la humanidad. Y se estableció en base a estos fundamentos que nos aportó Europa, en lo principal.

Y sin el coraje de la gente que lo hizo, gente como Juana de Arco y Tomás Moro, no pudo haberse hecho. Por tanto, yo no le estoy recomendando a la gente que vaya a que la quemen en la hoguera o a que la decapiten. A mí no me gusta ese tipo de entretenimiento, como a alguna gente. Pero sí les estoy diciendo que tienen que encontrar dentro de sí, algún elemento del tipo de calidad de coraje, la calidad de ver hacia el futuro, un futuro que uno va a dejar como legado después que se le acabe la vida mortal, y decir: "lo que yo soy en la historia de la raza humana, es como yo veo mi pasado —mis padres, mis abuelos, mis ancestros—; yo me veo como un individuo mortal pasajero pero quiero que mientras mi vida dure, signifique algo. Y por tanto, voy a pasar mi vida de una forma sabia, y si tengo que morir en el campo de batalla, voy a invertir mi vida de una forma sabia, dedicarla a un propósito de importancia para mi nación, y para la raza humana".

Y la gente que piensa así, que encuentra sus raíces familiares y en la historia, y también en el futuro, de esa forma, tiene el coraje de enfrentar con júbilo el tipo de desafío que nosotros en tanto nación enfrentamos hoy día. Y uno desearía que, a medida que hablo, aquellos que han muerto, o cuyas familias hicieron el sacrificio con sus muertes durante dos guerras mundiales en el siglo pasado, pudieran estar con nosotros hoy día para escucharme decir esto, y verlos a ustedes oir esto, para que ellos puedan creer que en esta nación hay algo que todavía vive, que hace que su sacrificio no haya sido en vano.

Las ideas como fuente de coraje

Y esa es la fuente donde uno encuentra su fortaleza, y hay otra fuente que uno tiene que invocar para encontrar fuerza, y son las ideas. Alguna gente cree que lo importante es lo que sabe de la experiencia, la experiencia sensorial; lo que puede tocar, palpar, oler, lo que ve en su comunidad, en su barrio, su interés mezquino personal. Alguna gente piensa así; esta es una forma tonta de pensar porque uno no entiende entonces la diferencia entre el hombre y los animales. Piensen en todas las personas que ustedes conocen que dicen que el ser humano no es más que otro simio. Yo reconozco que hemos elegido políticos que parecen eso, pero el hombre no es un simio, no es un mono. El hombre tiene una calidad que no tiene ningún animal. Si el hombre sólo fuera un mono superior, o un simio superior, la raza humana no hubiera llegado al nivel de varios millones de individuos en población. Pero tenemos miles de millones. ¿Cómo llegamos a miles de millones de personas de un ser que es como un simio, que sólo puede mantener una población, digamos de mono, de unos cuantos millones en población a nivel planetario? ¿Cómo lo logramos? Porque el hombre tiene una calidad que ningún mono tiene. Así que no traten de hacer monos de los hombres. El hombre es capaz de descubrir un principio universal que no se puede oler, ni tocar, ni palpar, pero que la mente puede definir y puede probar de forma experimental.

Esto es lo que queremos decir cuando decimos en el cristianismo, en el islamismo, o en el judaísmo, que el hombre y la mujer son hechos, igualmente, en la imagen del Creador del universo. Porque todos tenemos dentro de nosotros ese poder de descubrir la verdad, la verdad del principio universal, lo que ningún simio puede hacer, que ninguna forma inferior de vida puede hacer. Y a través de ese poder somos capaces, podemos cambiar la relación del hombre con la naturaleza, mejorarla, podemos transmitir estos descubrimientos a nuestros hijos a lo largo de varias generaciones, podemos construir sociedades donde no había otra cosa que selva. Es por esta razón que el hombre es sagrado. Es por esta razón que cada ser humano, cada vida humana, es especial y sagrada. Es por eso que cada ser humano, individual —hombre o mujer— es igual en esta calidad, y sólo tenemos que desarrollarla al máximo.

Lo que le da a uno el poder de enfrentar grandes crisis, es reconocer esto; pensar en términos de estos principios que uno puede descubrir y demostrar, como descubrió Kepler la ley universal de gravedad, que presentó en un libro que publicó en 1609. Uno puede descubrir esos principios y decir: "Si yo puedo aprender una idea, redescubrir una idea, o aportar un nuevo descubrimiento. Y si yo puedo pasar estos descubrimientos que he tomado en parte de gente que vino antes que yo, y si puedo pasárselos a la próxima generación, si puedo enriquecer estos descubrimientos con algo que yo le aporto, entonces viviré para siempre como ser humano porque en el tiempo que tengo ocupando una vida mortal he tomado el legado, la heredad de ideas de las culturas de la gente que me precedió, recogí de otras culturas aparte de la mía, y lo junté en parte, y se lo transmití a gente joven, como los buenos maestros transmiten estos descubrimientos a los niños. Y cuando muera, estas ideas que yo he hecho posible, estos logros, se transmitirán a los que vienen después de mí. Y por tanto, lo más grande de ser humano es ser de veras una persona que actúe de forma tal que justifique la caracterización de un ser —hombre o mujer— hecho igualmente en la imagen del Creador del universo, que se nos ha dado el poder para transformar este universo, que podemos transmitir estos descubrimientos de una generación a otra, para desarrollar a la raza humana de sus imperfecciones iniciales como una criatura bestial, a esta calidad, a algo que es muy superior.

Y por tanto, si yo puedo hacer algo con mi vida que ayude ese proceso, entonces, mi vida en verdad significará algo, y yo podré irme de esta vida con una sonrisa, porque yo he ganado la batalla por el bien de lo que significa la vida personal.

Por tanto, cuando se trata de guerra o cosas como la guerra, la persona del otro lado es un ser humano, hecho a imagen del Creador del universo, igual que yo, de la misma naturaleza, con el mismo interés fundamental. Si tan sólo lo supiera. Por tanto, la función de la guerra es defender esta heredad, este legado, este legado cultural que se nos ha dado, pero invitar a otros a compartirlo con nosotros. Invitarlos a que entren en fraternidad con nosotros y decir: "Dejen de ser tontos, nos vamos a defender —si ustedes se vuelven locos, como tontos, como orates—, vamos a pararlos, si nos fuerzan a hacerlo. Pero vamos a regocijarnos cuando ustedes regresen a ser humanos y acepten las condiciones de la fraternidad y de la paz". Y ese tiene que ser el objetivo de una guerra. Defender lo que hay que defender, cosa de que se pueda preservar, conservar para la humanidad, conservar la dignidad de la vida de nuestra gente, el propósito de nuestra cultura. Pero no es para conquistar y destruir como una bestia tratando de destruir a otra bestia. No comemos hombres.

El propósito es juntar a la raza humana en una comunidad de Estados soberanos, cada uno perfectamente soberano, pero unidos por un entendimiento de ciertos principios comunes con los cuales podemos vivir juntos. No sólo vivir juntos, no nada más llevarnos el uno con el otro, o matarnos los unos a los otros, sino vivir junto con el otro porque estamos ocupados viviendo nuestras vidas, haciendo aportes que no causen vergüenza a los que nos antecedieron. Estamos aportando algo al futuro. Por tanto, cuando uno se orienta hacia el futuro de esta forma, uno tiene una fuente de coraje que ningún otro ser humano tiene, porque no tiene ese sentido de ser.

El Renacimiento Yiddish y sus enemigos

Veamos algo terrible. Brevemente veamos lo que está pasando en Israel y Palestina hoy día. Aquí tenemos este corto de lo que está pasando en Palestina e Israel ahora mismo. Déjenme ser muy franco, porque estos son tiempos de ser francos: están matando gente, y uno no emplea palabras suaves para describir la dura realidad. Hace mucho tiempo en Rusia había un tipo perverso. Su nombre era Zubatov, el coronel Zubatov. Él encabezaba la policía secreta, que finalmente fue desbandada en 1905. Se llamaba la Ojrana. Este tipo, Zubatov, reclutó a un individuo llamado Vladimir Jabotinsky, quien se hizo agente de la Ojrana, que era una agencia de la inteligencia rusa afiliada a los servicios de inteligencia británicos de la época. Un estado policíaco.

El blanco principal de la Ojrana a la sazón eran los judíos de Rusia. La organización principal de los judíos de Europa Oriental, y en particular de los de Rusia, se llamaba el Bund, que estaba basada en el norte de lo que entonces se conocía como Rusia. El Bund se conocía en los Estados Unidos como el Círculo Obrero.

Esta gente representaba un movimiento llamado el Renacimiento Yiddish, que era una extensión entre los judíos de Europa Oriental, de la tradición de Moisés Mendelssohn. Y el judaísmo moderno, y todos sus logros, que fueron muchos, resultó sobre todo de una revolución en las normas del judaísmo, efectuada a través de la influencia de Moisés Mendelssohn, una de los más grandes intelectos del siglo 18.

Fue por Moisés Mendelssohn, y su familia y sus amigos, que los judíos primero lograron que se les tratara como seres humanos en Austria. Esto fue bajo el emperador José II. Y finalmente se les concedieron derechos civiles a los judíos en Alemania, la dignidad total de ciudadanos. Y bajo la influencia de Moisés Mendelssohn, y del programa de Moisés Mendelssohn, logramos alguna de la mejor música que jamás se compuso, porque Mozart, Beethoven y otros grandes compositores, los círculos de la familia Bach, eran todos parte de esta misma tradición, la llamada tradición clásica, que estaba vinculada a estos círculos judíos de Mendelssohn.

Por ejemplo, Schubert, algunas de las canciones para el culto judío se compusieron con la ayuda de Franz Schubert. Mozart también estaba aliado estrechamente con la familia Mendelssohn. Beethoven también recibía subsidios, en parte, de Itzig, de Leipzig, que formaba parte de la familia Mendelssohn. Los grandes aportes de los científicos, médicos e intelectuales judíos, como Heinrich Heine y otros, a Europa, y a la civilización como un todo, vino de esta gente. Tuvimos en Europa oriental el Renacimiento Yiddish.

La misma tradición con gente famosa como Salomón Aleichem aquí en los Estados Unidos, gente que vino a los Estados Unidos, que era judía de Alemania, y mucha de ella fue parte del Renacimiento Yiddish. Aún hasta los 1960, en la movilización en torno a Martin Luther King de los derechos civiles en los Estados Unidos, el elemento judío que participó en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos vino sobre todo del Renacimiento Yiddish, el legado que los inmigrantes del Renacimiento Yiddish trajeron a los Estados Unidos.

Los críos de Jabotinsky

Así que aquí tenemos la gran tradición a la que se oponía la Ojrana, el coronel Zubatov, de quien Jabotinsky era un agente. Jabotinsky, entonces, actuando como agente, fue a París y trabajó con los peores agentes de la Ojrana en el mundo, el hombre que escribió los llamados "Protocolos de los sabios de Sión".

Él también se involucró, entre otras cosas, en una operación de la inteligencia británica en Turquía, los llamados Jóvenes Turcos. También fue a Italia, donde se hizo colaborador de Benito Mussolini, se declaró fascista como él, y su organización en Italia era parte de la organización militar fascista de Italia. Cuando Hitler primero fue elegido en Alemania, Jabotinsky ofreció apoyarlo si abandonaba su antisemitismo. El movimiento de Jabotinsky es un movimiento fascista.

Este movimiento emigró a Israel, se estableció ahí y sus integrantes se convirtieron en el brazo del terrorismo en Israel, el terrorismo de Menajem Begín. ¿Se acuerdan de Menajem Begín, el tipo que le puso una bomba al Hotel Rey David? Mientras el tipo estaba bañándose en el hotel, le pusieron una bomba; el pobre tipo en su bañera mientras el edificio caía a su alrededor.

Estos eran asesinos de verdad, y en el curso de los acontecimientos, digamos de 1967 hasta como diez años después, los sionistas tradicionales como Nahum Goldmann fueron apartados de las posiciones dominantes de poder, y el Likud, que incorporaba las ideas y las aspiraciones de estos fascistas, fascistas declarados, confesos, se hizo cada vez más del poder en Israel.

Ariel Sharon representa ese movimiento fascista. Lo que vemos, o pudieron haber visto, en la pantalla, es una copia de una operación que los nazis alemanes llevaron a cabo contra el gueto judío de Varsovia en el 43, que ahora el fascista Sharon está aplicando contra los guetos palestinos en el Oriente Medio, en Israel y en Palestina. Y la gente está diciendo: "si estás en contra de Sharon eres antisemita". La gente que dice eso es mentirosa, degenerada moral. Y no es tolerable semejante cosa. Que alguien diga: "Yo soy judío y estoy luchando por los judíos", y haga lo que el movimiento de Jabotinsky está haciendo, un grupo abiertamente fascista, un Jabotinsky al cual Hitler rechazó, porque Hitler no quería abandonar su antisemitismo. Y perpetrar estos crímenes que las Fuerzas de Defensa de Israel están llevando a cabo a sabiendas que es una copia al carbón de lo que hicieron los nazis contra los judíos en Varsovia, y hacer eso contra los palestinos, esto es un crimen contra la humanidad. Esto es genocio. Y cuando alguien dice: "Si llamas a eso genocidio, eres antisemita", entonces está enfermo.

El problema es el siguiente: ¿Cuánta gente en los Estados Unidos, por ejemplo, defendería a Sharón, defendería lo que están haciendo los israelíes, mientras otros israelíes están arriesgando su vida en oposición? Recuerden que este es el gobierno de Sharon, que subió al poder de manera indirecta a través de un asesinato terrorista, el asesinato del primer ministro Rabín, quien se dio cuenta que no debían seguir este tipo de cosas. Tenemos un gobierno terrorista, un gobierno que subió al poder mediante el terrorismo, el asesinato del primer ministro de Israel, y el crimen jamás ha sido castigado. Tenemos un gobierno fascista criminal a cargo de Israel. Punto. No me hablen a mí de hombre de paz. Al Sr. Presidente le han dado mala información, deben mandar a Condoleezza Rice de nuevo a la escuela a que aprenda algo.

Lo peor es que no sólo hay gente en los Estados Unidos que apoya esto, que simpatiza con eso, que son en lo principal los peores antisemitas de los Estados Unidos. ¿Ustedes quieren encontrar un verdadero racista antisemita en los Estados Unidos? Encuéntrese un cristiano sionista, y se va a encontrar ahí al típico miembro del Ku Klux Klan; son los peores antisemitas. Los Pat Robertson, los Jerry Falwell, y demás; son implícitamente fascistas ellos mismos. Y muchos americanos han caído en la trampa.

Peor que eso, tenemos una política militar equivocada, no tenemos una política de defensa estratégica. No tenemos una economía que esté a tono como para servir de base para una defensa estratégica. No tenemos una política de paz para el mundo. Si yo fuera Presidente de los Estados Unidos hoy día, estaríamos juntando al mundo y sería exitoso, porque el mundo lo quiere. Estados Unidos todavía tiene un legado, una autoridad, que si regresa a ser lo que debe ser —y nosotros queremos cambiar esta crisis financiera, y tenemos que tener cooperación en este planeta—, las naciones del mundo nos harían caso, los pueblos de todo el mundo nos harían caso y se nos unirían. Tenemos ese tipo de poderío. ¿Por qué no lo usamos entonces?

Nunca hubo una recuperación

Voy a llegar al punto final. ¿Cuál es la situación? Lo he planteado antes, pero es muy importante reiterarlo en este contexto que acabo de definir. Veamos ahora la función típica de desplome, la llamada triple curva (gráfica 1.) He hablado sobre esto antes, pero vamos a repasarlo.

Voy a mostrarles esto paso a paso, porque hay varias cosas que han pasado hace poco que van hacer a esto mucho más significante. En 1995, como he dicho en otras ocasiones, estuve en una conferencia en el Vaticano sobre la salud, y como participante, les di este documento en el cual traté de ilustrar lo que estaba mal con la economía mundial, que por supuesto tiene que ver algo con la situación de la salud pública hoy en día. Esta es la naturaleza del problema.

Tenemos un sistema ahora, desde 1966, una degeneración de la economía estadounidense, hay una degeneración de lo que solía ser la nación más productiva del mundo, ahora somos una nación consumista. No producimos, importamos y podemos importar menos y menos ahora, y no podemos pagar por ello. ¿Qué tipo de sistema tenemos? Tenemos los agregados financieros, que es este crecimiento del papel en las bolsas de valores que están creciendo a un ritmo muy alto. Para mantener este mercado financiero hay muchísima emisión monetaria, se está imprimiendo dinero y canalizándolo hacia estos mercados para inflar esta burbuja de papel financiero. Y mientras hacemos esto, el crecimiento de los agregados financieros y los agregados monetarios está canibalizando la economía existente. Entonces, la verdadera economía de los Estados Unidos está derrumbándose: industrias, granjas, etcétera. Veamos la siguiente gráfica.

En este caso (gráfica 2,) esta fue la situación a la que llegamos en el año 2000.

Lo que ésto representa es que llegamos a un punto en el que el ritmo del incremento de la emisión de dinero necesario para sostener a los mercados financieros, era mayor en cantidad, que los agregados financieros que estaban salvando. Aquí hubo una aceleración aguda del derrumbe de la economía física. Esto sucedió en el tercer trimestre del año 2000, en términos reales. La gente no le prestó mucha atención, o no quizo prestarle mucha atención, porque los agregados financieros todavía iban en ascenso. Y la gente no le prestó mayor atención, hasta que se sintió el impacto total del derrumbe de la llamada "nueva economía".

Aquí (gráfica 3) tenemos cifras reales, o cifras basadas en datos del gobierno, y pueden ver que hubo un cruce, un punto de cruce, en donde el empleo baja, el empleo en las manufacturas

—es decir, el empleo real; la situación es aún más desastrosa para la agricultura—; las utilidades de las empresas fluctúan, la deuda sube, pero está emitiéndose dinero a un ritmo más rápido que el del aumento de los mercados financieros. Cuando uno llega a ese punto, ha llegado a una situación que tiene un precedente histórico: la Alemania de 1923. Alemania estaba haciendo cosas parecidas entonces para apuntalar el valor del marco, al tiempo que pagaba las llamadas indemnizaciones de guerra. Hasta el segundo trimestre de 1923 había inflación, pero no era caótica, ni una burbuja hiperinflacionaria. de súbito, en junio y julio de 1923, la burbuja estalló. Para noviembre, el marco alemán ya era inservible. Lo que ven aquí, en esta gráfica, es algo similar a lo que pasó en Alemania en 1923.

Ven en los mercados hoy en día, si están prestando atención a los informes de lo que está sucediendo en el mundo: desde que Enron se derrumbó, ahora está claro que cada vez que se les dijo que había una recuperación en marcha, o indicios de una recuperación del sistema financiero internacional o de la economía de los EU, era mentira. Las cifras fueron todas falsificadas. Y ahora mismo, esta misma semana, empieza a salir la magnitud de este fraude. Nunca hubo una recuperación, nunca hubo ningún repunte. Y lo vemos en el mismo día de hoy: el día empieza con los mercados al alza, pero luego uno se entera que la razón por la que aumentaron las utilidades es porque nunca mencionaron los gastos; y la empresa reportó las mayores pérdidas jamás. Este tipo de estafa. Así que la gente en los Estados Unidos hoy está ante el hecho de que no hay recuperación, nunca hubo una recuperación, y nunca habrá una recuperación bajo este sistema. El mundo está yéndose a la depresión, a la mayor depresión en la historia moderna, en este momento.

El precio del oro subió cinco dólares en un día. Este no es un aumento en el valor del oro, sino una devaluación del dólar. Estamos en una depresión, estamos viviendo ya en una depresión mucho peor que la de 1929–1933. Está sucediendo. Es irreversible. Todo lo que se está haciendo al presente para evitarlo, empeora la situación. Pero hay soluciones.

Hay soluciones

Y aquí viene lo pesado. ¿Cuál es la solución? Si uno ve la historia de los Estados Unidos y del mundo de 1945 a 1965, ese es el período de la llamada recuperación de la posguerra. Y si uno ve la economía de los Estados Unidos de 1966 hasta ahora —y usé las cifras de 1966 porque la economía que teníamos en el período de reconstrucción en los EU, Europa, Japón, y hasta cierto grado en América del Sur y Central—, esa fue una verdadera recuperación, fue un éxito. Hubo muchos problemas, mucha injusticia, pero en términos de las cifras económicas, fue un éxito, era real. Hubo un aumento en el poder del trabajo. Se producía más, había más disponible, y los niveles de consumo mejoraron.

Pero de 1966 en adelante, se detuvo. Empezamos a descender, y el ritmo de descenso aceleró. En 1971, por ejemplo, Nixon desacopló al dólar del sistema de reserva de oro, y creó el sistema de tipos de cambio flotantes. Y la economía de los EU no se ha recuperado de los efectos de eso.

Entonces vino Brzezinski. No culpen a Carter; Carter era meramente presidente, pero la batuta la llevaba Brzezinski. Bajo la dictadura de Brezezinski, de 1977 a 1981, la destrucción de la economía básica de los Estados Unidos, y la desregulación, causó la mayor destrucción de la economía estadounidense de la historia moderna. Y esta destrucción ha continuado con las leyes Garn-Saint Germain y Kemp-Roth, y otras. Hemos saqueado a Europa, a Rusia en particular, después de 1989–1991, y nos salimos con la nuestra, porque hemos podido saquear a otros países. Europa, cuando el poder soviético se hundió, perdió poder, porque ahora estaba a la merced de los intereses angloamericanos. Y saqueamos a Alemania, a Europa continental, y empezó el saqueo total de Rusia. Polonia ha sido saqueada. Los polacos estarían felices del regreso del comunismo, igual en la mayor parte de Europa Oriental. Vean a Japón, Japón está a punto de estallar, hay una economía industrial saludable, pero el sistema financiero japonés, que ha estado apoyando a EU, está por reventar.

Vean a los países de ASEAN, a otros países asiáticos. El hundimiento está en marcha. Estamos en un derrumbe mundial, causado por un cambio en el sistema financiero, de un sistema que más o menos funcionó, que fue el de posguerra, que fue creado por Franklin Roosevelt. De 1945 a 1965, tuvimos una economía, una economía real, con pautas que de verdad funcionaban. Desde 1966, hemos ido, paso a paso, a una economía que no funciona. La deuda pendiente hoy, nunca podría pagarse. Estamos sobre una burbuja de bienes raíces. La burbuja de Fannie Mae y Freddie Mac (agencias de garantías hipotecarias cuasigubernamentales de los EU-ndr.) está a punto de estallar. ¿Qué día va a estallar? No lo sé. Pero va a estallar. La gente va a encontrar que las hipotecas que tiene en las área de Washington o Nueva York, sus casas, esas chozas que valen cientos de miles de dólares, van a depreciarse en grande. Los trabajos van a desaparecer, las empresas van a cerrar.

¿Qué hará el gobierno ante esta situación? Va a suceder. Si tuviéramos a un Franklin Roosevelt, uno sabría que hacer. Congelaría lo que hay que congelar y reorganizaría, sometería al sistema económico a una reorganización por bancarrota, y se podría componer esto. Regularíamos el comercio a nivel mundial. Un nuevo sistema de tarifas, un sistema proteccionista. Nos aseguraríamos que la gente no fuese despedida, nos aseguraríamos de que los bancos no cerraran las puertas, aunque estén en bancarrota, para seguir con el comercio. Y la gente debería estar empleada, y el gobierno debe emprender proyectos de infraestructura a gran escala, para crear empleos y estimular el crecimiento, y podríamos hacer esto en cooperación con otras naciones del mundo que están desesperadas. Y si los Estados Unidos dijeran, estamos dispuesto a hacerlo —si yo fuera presidente ahorita mismo haríamos eso— todos estarían de acuerdo, dirían "sí". Estarían de acuerdo conmigo. Tal vez no sabrían la mitad de lo que yo digo, pero estarían de acuerdo porque en este momento la gente está buscando liderato, un liderato creíble de alguien que sabe lo que está diciendo, que va a actuar, y que es de fiar. Y van a decir: "muy bien, vamos a trabajar contigo". Y nos sentaríamos a la mesa para hablar de los detalles, y lo haríamos.

Lo que necesitamos ahora es una movilización de coraje, de los líderes del mundo que no tienen mucho coraje, y de la gente que pueda infundirles ánimo. Pero podemos salir de este lío, lo hemos hecho antes. Reorganizar un sistema financiero y monetario no es la gran cosa del mundo. Es difícil; nos tomaría 25 años reparar el daño que se le han hecho al mundo y a los EU con los cambios de los últimos años. Pero lo podemos hacer. Lo podríamos hacer con métodos que no serían distintos a los métodos que empleó Franklin Roosevelt a partir de 1933. Funcionó entonces, la versión de posguerra de Roosevelt funcionó, funcionaría otra vez. Reconstruímos a Europa con gente como Jean Monnet en el período de posguerra en Europa; lo podemos hacer de nuevo. Podemos trabajar con Rusia, podemos reconstruir a Rusia. Hay mucho potencial en China, en el sureste asiático, en India, si creamos un sistema que ellos necesitan, y ellos representan los mercados que necesitamos para los productos que podemos producir y que ellos necesitan. Y con un programa de créditos de 25 a 30 años entre las naciones, con eso podemos sacar a esta nación y al mundo de este lío.

Tenemos que decidir, sin embargo, qué mundo queremos construir. No un mundo en donde le decimos a todos cómo gobernarse. No le podemos decir a la gente tú eres un Estado forajido hoy, mañana no, pero ahora sí. Hay ciertos principios en donde cada pueblo tiene el derecho de autogobernarse, y de tener una república perfectamente soberana. La política de los Estados Unidos, como John Quincy Adams les dijo a las naciones de Sudamérica y del mundo: en cuanto tengamos el músculo para hacerlo, vamos a expulsar a los británicos y a los Habsburgo de las Américas, y vamos a establecer una comunidad de repúblicas perfectamente soberanas. Tenemos que hacer lo mismo hoy. El mundo que queremos no es un mundo donde nosotros queramos ser el dictador o el emperador. Lo que nosotros necesitamos es un mundo donde tengamos naciones perfectamente soberanas, que colaborarán en beneficio mutuo, y que establecerán principios, una comunidad de principios.

Y ahora, tenemos un gran trabajo. que es reconstruir la economía mundial, y hacer al mundo un lugar seguro donde vivir. Creo que podemos ser exitosos. Yo estoy dispuesto a hacerlo. ¿Quién más?

Gracias.

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