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Leo Strauss y Carl Schmitt, el jurista de Hitler

por Barbara Boyd

Aunque los periódicos de todo el mundo han reproducido la denuncia de Lyndon LaRouche, del hecho de que los neoconservadores que actualmente dominan el Gobierno del presidente estadounidense George W. Bush —tales como el secretario de Defensa Donald Rumsfeld; el vicepresidente Dick Cheney; el jefe de la "agencia de inteligencia" de los también llamados gallinazis, Abram Shulsky; el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz; el director ejecutivo del proyecto Nuevo Siglo Americano, Gary Schmitt; y el procurador general de los Estados Unidos, John Ashcroft— son partidarios compulsivos del finado profesor de la Universidad de Chicago, Leo Strauss, muchos de ellos también procuran mitigar la reacción política de horror ante esta denuncia.

Por ejemplo, el New York Times del 4 de mayo presenta una caricatura de Paul Wolfowitz vestido de legionario romano, con un ejemplar de On Tyranny (Sobre la tiranía) en la mano. Ese es el libro que documenta la correspondencia entre Leo Strauss y Alexandre Kojève, el sinarquista satanista con sede en París a quien Strauss le enviaba regularmente a sus alumnos estadounidenses. En su artículo sobre los straussianos, el Times menciona una sola vez (y sin explicación alguna) a Kojève, a quien LaRouche ha identificado como "la conexión francesa de Dick Cheney", y omite cualquier referencia al padrino intelectual de Strauss, Carl Schmitt, el jurista nazi de la corona cuyos escritos fascistas —en gran parte financiados internacionalmente por los straussianos de la Fundación Lynde y Harry Bradley (ver recuadro)— tienen una gran acogida en los EU.

Kojève, un ideólogo del fascismo universal, del satanismo y de la violencia catártica como medios para revitalizar el orden social, también fue una figura destacada entre los poderosos círculos fascistas de la Francia del siglo 20, los sinarquistas. De hecho, el Movimiento Sinarquista del Imperio, fundado a principios de los 1930, era parte de un aparato europeo de empresarios, banqueros y funcionarios de gobierno consagrados a una Europa fascista unificada, con Adolfo Hitler como su instrumento de control.

Los nazis nombraron a Schmitt "jurista de la corona del Tercer Reich" por su papel protagónico en la subversión de la Constitución alemana de la República de Weimar, y porque aportó las torcidas teorías jurídicas que legitimaron al Estado totalitario nazi y su sed de conquista imperial. La Fundación Rockefeller le otorgó una beca a Strauss para emigrar de Alemania, gracias a los esfuerzos de su maestro, Carl Schmitt. Las notas de Strauss en las que adula el libro más famoso de Schmitt, The Concept of the Political (El concepto de lo político), que reduce toda relación política a la del amigo y el enemigo, aún circula en los EU hoy.

Al igual que el straussiano procurador general de los EU John Ashcroft hoy, Schmitt citaba la "situación excepciónal" del incendio del Reichstag —acto terrorista organizado en realidad por Hermann Göring— para justificar la suspención de las libertades civiles en Alemania. Como parte de sus acciones para convertir a Europa al fascismo, Schmitt se reunió con Benito Mussolini, a quien promovía y con quien intercambiaba comentarios sobre Friedrich Hegel, y desempeñó un papel destacado en la creación de los mitos fascistas de la España de Francisco Franco, al revivir al medievalista católico Juan Donoso Cortés.

Después de la guerra, Schmitt sostuvo correspondencia con los sinarquistas y con Kojève, tomando como blanco al Estado nacional estadounidense y su paradigma cultural de progreso científico y tecnológico, para sustituirlo por un sistema feudal fascista de imperios, cuyos súbditos son gobernados mediante mitos y desinformación.

La autora corroboró el renacimiento americano de Schmitt, en un intercambio telefónico con la revista Telos el 14 de mayo. Telos, fundada como la revista teórica de la "nueva izquierda" estadounidense en mayo de 1968, sirve de foro para las ideas de Schmitt y trabaja con proponentes del fascismo universal como Thomas Fleming del grupo Southern Partisan —a favor de la Confederación sureña—, Alain de Benoist de la nueva derecha francesa, y Norberto Bobbio y el movimiento separatista italiano Lega Nord. Cuando llamé, les expliqué que estaba profundamente intrigada con Carl Schmitt, pero que no había llegado más allá del hecho de que era un nazi. "Estadounidenses estúpidos", respondió el representante de Telos, "ustedes desconocen y nunca han leído los escritos de Schmitt posteriores a la guerra". No obstante, mi interlocutor dejó claro que no afirmaba que Schmitt había dejado de ser fascista. "Sí, sí", dijo, "Schmitt fue un criminal terrible y moralmente despreciable, pero qué no ves que algunos criminales horrendos seguido tienen las ideas más interesantes".

Intrigada por esa definición de Schmitt como el Hannibal Lector de la política moderna, presioné más, y supe que parte de la facinación de este grupo con Carl Schmitt viene de su odio violento contra los EU y de su afán por promover la Confederación sureña como modelo político.

La carrera de Carl Schmitt en la posguerra

Luego de que los estadounidenses lo encarcelaron, interrogaron y liberaron en Nuremburgo, Schmitt se retiró a su hogar en Plettenberg. Como castigo por participar en el ascenso de Hitler al poder, y por no someterse a la desnazificación, confiscaron la biblioteca de Schmitt y le prohibieron enseñar, bajo el argumento de que sus enseñanzas "seducían" a los jóvenes estudiantes.

Schmitt vivía del subsidio de los industriales y oligarcas alemanes que habían apoyado la imposición de Hitler. Por ejemplo, Schmitt le dijo a Kojève que mantenía un contacto continuo con el Ministro de Economía de Hitler, Hjalmar Schacht, el agente de Montagu Norman, el Banco de Inglaterra y los Harriman que organizó el financiamiento del proyecto Hitler. Schmitt lamentaba que Schacht no haya podido dar un discurso a su lado, arreglado por Kojève, en el Club Rhein–Ruhr de Düsseldorf, el cual frecuentaban tanto él como Schacht y antiguos financieros industriales nazis.

Entre 1949 y principios de los 1970 varios filósofos nihilistas y existenciaistas estadounidenses se apropiaban libremente de las ideas de Schmitt, por su notoriedad como nazi y fascista universal, sin atribuírlselas públicamente. Leo Strauss fue quizás el personaje más importante en apropiarse de secciones enteras de las críticas de Schmitt al liberalismo, al moralismo y a la modernidad. Pero Herbert Marcuse, Hannah Arendt y otros miembros de la Escuela de Fráncfort, así como C.J. Friedrich de Harvard, Hans J. Morgenthau, Henry Kissinger y Samuel Huntington, también adoptaron parte de su pensamiento.

Cualesquiera que fuesen las diferencias secundarias de quienes se apropiaron de las ideas de Schmitt, todos coincidían, al igual que él, en que el hombre es incapaz de conocer la Verdad o a Dios, y que la voluntad de poder de Nietzsche, acompañada de la destrucción incondicional y la violencia, y de la guerra de unos contra otros de Hobbes, aporta el marco apropiado para evaluar la condición del hombre y para cambiar las relaciones humanas. En un universo falto de un Dios y una Verdad congnocibles, o con verdadero significado, la desinformación y los mitos propalados por una élite a una población inestable y estupidizada, permite la gobernabilidad y contener a la población. Fuera de la academia, sin embargo, Schmitt siguió escribiendo y difundiendo obras entre estos círculos, hasta su muerte en 1985. Estas obras tratan en su mayor parte sobre una teoría fascista de las relaciones internacionales después de la guerra fría, y plantean la formación de bloques federados o imperios en vez de Estados nacionales soberanos. Cada imperio sería cultural y racialmente heterogéneo, y una potencia dominante gobernante tomaría las decisiones sobre quién sería el enemigo de una región federada dada, y como gobernante protegería a ambas de otros imperios y de grupos terroristas heterogéneos empeñados en una "guerra civil mundial".

Para los 1960, a Schmitt ya lo veneraban en las escuelas "posmodernistas" nihilistas que surgieron de las revueltas sociales de la época. Kojève, por ejemplo, en una ocasión salió de un seminario patrocinado por el ultrasionista Jacob Taubes en Alemania, y dijo en público que iba a Plettenberg para hablar con Schmitt, el único hombre "en toda Europa con el que vale la pena conversar". En medio del escándalo resultante entre la comunidad judía alemana, el mismo Taubes reconoció finalmente que él también había viajado en secreto a Plettenberg para reunirse con el infame nazi.

La rehabilitación de Schmitt en los EU

A principios de los 1970 se dieron los primeros pasos para hacer aceptable el fascismo de Schmitt a los estadounidenses, cuando el profesor George Schwab de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, alumno de Hans Morgenthau, tradujo sus obras. Schwab y Morgenthau fundaron el Comité Nacional sobre Política Exterior Estadounidense (NCAFP, siglas en inglés) en 1974, como órgano de consultoría avocado a la perspectiva de Morgenthau sobre el "realismo" en la política exterior estadounidense, basado en las relaciones de poder despojadas de nociones "engañosas" de idealismo o moralidad en el trato entre las naciones. Últimamente al NCAFP lo financiaban las fundaciones Olin y Smith Richardson, las cuales, al igual que la Fundación Bradley, destacan por financiar la "revolución conservadora". Los funcionarios del NCAFP incluyen al autor de la política de "contención" de la guerra fría, George Kennan, y al ex presidente de la Reserva Federal de los EU Paul Volcker. Entre los miembros del comité ejecutivo, directivos y asesores, se encuentran: Kenneth Bialkin, ex presidente de la Liga Antidifamación de B'nai B'rith; los ex embajadores estadounidenses Thomas Pickering y Jeane Kirkpatrick; y el ex especialista en asuntos soviéticos del Consejo de Seguridad Nacional, Richard Pipes.

A fines de los 1970 Heinrich Meier, de la Fundación Siemens de Alemania, también empezó a trabajar en una reformulación de Schmitt ad hoc para la naciente revolución conservadora. El straussiano Meier era también protegido del fascista alemán Armin Mohler (autor del libro La revolución conservadora en Alemania: 1918–1932), quien estudió en la universidad con Schmitt. concentrándose en los diarios de Schmitt de la posguerra, su obra inicial con Leo Strauss y en cómo Schmitt resucitó al filósofo español Juan Donoso Cortés para legitimar a Franco, Meier presenta a Schmitt con una nueva cara, como el teórico de la guerra religiosa permanente o de la guerra civil mundial en el nombre del Dios de la religión revelada, cuya teoría escudriñaremos más adelante. El colaborador de toda la vida y albacea literario de Strauss, Joseph Cropsey, de la Universidad de Chicago, le dio acceso a su "amigo" Meier a todos los archivos de Strauss. Esa universidad publicó la versión en inglés de los dos libros de Meier sobre Schmitt, financiados por Fundación Bradley y facilitados por Hillel Fradkin. Fradkin, otro straussiano, enseñaba en el Comité sobre Pensamiento Social en Chicago, fue vicepresidente de la Fundación Bradley de 1988 a 1998, y estuvo a cargo de los programas de la Fundación Olin; actualmente dirige un grupo de asesoría straussiano en Israel, llamado Centro Shalem. Recientemente sustituyó a Elliott Abrams, del Iran–Contra, como jefe del Centro de Ética y Política Pública (EPPC, siglas en inglés) en Washington. Jeane Kirkpatrick preside al EPPC, al que promueven como un centro que busca "reforzar los lazos de la tradición moral judeocristiana y el debate público sobre temas de política exterior y nacional".

Los otros autores importantes de la renovación de Schmitt se concentran en Telos. Por años un bastión del marxismo y de la Escuela de Fráncfort, en 1987 Telos declaró a la izquierda y al Partido Demócrata en bancarrota política, y emprendió "una reevaluación de la historia intelectual del siglo 20, centrándose principalmente en los autores y las ideas reprimidas, comenzando con Carl Schmitt y el populismo estadounidense". Desde entonces Telos le ha dedicado ediciones completas a los escritos y al pensamiento de Schmitt, así como a expresiones parecidas de sinarquismo, aportando también respaldo teórico a los movimientos ecologistas y populistas antiglobalización de los EU.

Paul Piccone y Gary Ulmen, los dos principales promotores de Schmitt en Telos, apoyan la disolución de los Estados nacionales en favor de unidades regionales autónomas de gobierno. Junto con otros, en Telos están particularmente fascinados con el planteamiento de Schmitt sobre el orden de la posguerra, el cual se compondría de imperios o Grossraume, que reemplazarían al Estado nacional moderno, mismo que, para Schmitt, representa el origen de todos los males. En la teoría de Schmitt, Estados culturalmente homogéneos, controlados por un Estado mayor, reemplazarían a los ingobernables Estados nacionales. También han revivido los violentos ataques de Schmitt contra Alexander Hamilton y la Constitución estadounidense, así como los elogios a John Calhoun y la Cofederación, a nombre de su teoría schmittiana del populismo.

El libro de Ulmen sobre Grossraume lo financió la Fundación Bradley. Hasta hace poco la editorial Telos Press también publicaba los documentos del NCAFP de George Schwab.

Heinrich Meier presenta diversos aspectos de los escritos de Schmitt de la posguerra, para pintar al jurista nazi como un místico católico cuya crítica al liberalismo moderno se basa fundamentalmente en la religión revelada, una perspectiva que provoca una respuesta apasionada entre los fundamentalistas cristianos estadounidenses, y legitima las guerras religiosas libradas para regresar a las estructuras sociales oligárquicas de la Edad Media.

Según Schmitt, lo que cuenta para mantener cualquier entidad política es el empuje, la fe, la esperanza y el valor, creando una mitología que despertará y desarrollara esas fuerzas con la mayor intensidad en sus sujetos. Schmitt cita el discurso de Mussolini de octubre de 1922, donde el Duce dijo: "Hemos creado un mito; el mito es una fe, un entusiasmo noble; no necesita ser real, es un empuje, una esperanza, fe y valor. Nuestro mito es la nación, la nación que queremos hacer una realidad concreta".

'O están conmigo o están contra mí'

Meier alega que Schmitt, hacia el final de su vida, optó por la religión revelada como el método más poderoso de control social y, para entonces, había escogido a "Prometeo", el titán que exaltaba la razón humana, como su más acérrimo adversario. Según Schmitt, la arrogancia del hombre en creer que la Verdad puede conocerse, y que Dios y los principios del universo pueden descubrirse mediante avances en el conocimiento humano, ha resultado en una era impía de caos, neutralidad moral, relativismo y esterilidad burocrática, que ha despojado a la vida de todo significado, y a la política de la nobleza, el honor y la religión.

Schmitt sostiene que sin el pecado original no hay orden social. El hombre no es bueno por naturaleza, sino malo, y depende de Dios para su salvación; el hombre perdió la gracia al asimilar el conocimiento. Si el hombre es bueno y no "malo y peligroso", alega Schmitt, Dios pierde su capacidad de exigir obediencia absoluta, su soberanía. De otro modo, pero en palabras de Strauss, "según la Biblia, el principio de la sabiduría es el temor del Señor; según los filósofos griegos, el principio de la sabiduría es la curiosidad". La humanidad debe adoptar una posición entre estas dos opiniones incompatibles, "Atenas o Jerusalén".

Lo terrible del Anticristo, escribe Schmitt, es su devoción por la ciencia —"el siniestro mago recrea el mundo, cambia la faz de la tierra y somete a la naturaleza"— y la promesa de la "realidad de la paz y la seguridad, que el hombre ya no tiene que distinguir entre el amigo y el enemigo y, por tanto, entre Cristo y el Anticristo. . . Quien quiera obedecer el mandamiento de la acción histórica no debe dejarse enajenar ni disuadir por sus enemigos, a quienes la Providencia utiliza y por quienes plantea sus interrogantes".

La revelación es "el único camino permitido hacia Dios", porque "sólo el Dios incomprensible es omnipotente". Dios obliga a hacer algo, no "porque sea bueno, sino porque Él lo manda". La Providencia utiliza amistades y enemistades históricas para poner el orden mediante lo que Dios permite o no permite. El papel del hombre no es el de entender el mandato de Dios, sino el de obedecerlo incondicionalmente. En opinión de Schmitt, las Cruzadas y las conquistas representan las batallas políticas más importantes jamas emprendidas en la historia porque representan el triunfo de los creyentes sobre el "enemigo", los paganos y los judíos.

La Fundación Lynde y Harry Bradley

Hasta el 2003, la Fundación Lynde y Harry Bradley tenía más de 500 millones de dólares en activos. Inicialmente, Bradley financiaba a la Sociedad John Birch y a la revista National Review de William Buckley, pero en 1985 tuvo un cambio total, cuando Rockwell International compró la empresa Allen–Bradley por 1.651 millones de dólares. Bradley, junto con las fundaciones John Olin y Smith Richardson, entre otras que operan desde la Philanthrophy Roundtable (Mesa Redonda de la Filantropía) del American Enterprise Institute (AEI), han financiado la imposición del proyecto neoconservador en los EU, mediante puestos y becas en universidades, periódicos como el Weekly Standard, y cuerpos de consultoría como el AEI y la Fundación Heritate.La Fundación Bradley comenzó su significativo y selecto financiamiento tras reclutar a Michael S. Joyce como director. Joyce, que antes presidía la Fundación John M. Olin y la Mesa Redonda, inició su carrera con su camarada straussiano Irving Kristol y el Instituto de Asuntos Educativos en Nueva York. Entre los miembros y ex miembros del consejo de la Fundación Bradley se encuentran J. Clayburn La Force, (Rockwell International), William Bennett, George Stigler y Frank Shakespeare.

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