Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Informe especial

Capítulo 3

Las regiones noéticas de nuestro planeta

Los actuales retos físico–económicos de nuestra era dividen al planeta en su totalidad en, esencialmente, tres regiones continentales principales: el continente eurasiático; África, en particular al sur del Sahara; y las Américas. Australia y Nueva Zelandia tienen un significado auxiliar. En cada uno de estos casos, la perspectiva a largo plazo se basa en estudios de la interdependencia funcional entre ciertas concentraciones principales de población y de recursos naturales a largo plazo, con énfasis inicial en los recursos minerales, como abordamos este asunto en el capítulo anterior. Los tres principales factores que definen a cada una de estas regiones de un modo funcional, son: 1) las relaciones político–económicas dentro de la región en su totalidad, definidas en términos físico–económicos, en vez de monetario–financieros; 2) el lapso de 25 a 50 años de desarrollo principal y relacionado de infraestructura económica básica para la generación y distribución de energía, gestión de aguas, transporte, desarrollo urbano y salubridad; 3) la administración físico–económica a muy largo plazo de la noosfera.

Las características político–económicas de cada una incluyen los siguientes rasgos salientes. Ahora quedará más claro el porqué una perspectiva más adecuada para tratar a las Américas como una región de desarrollo continental, tenía que aguardarse a que estuviéramos dispuestos a considerar las lecciones a aprender de la obra de Vernadsky.

El desarrollo eurasiático para hoy se define principalmente en términos de las relaciones físico–económicas a largo plazo con eje en Europa, la nación eurasiática de Rusia, y los centros de población del este, el sudeste y el sur de Asia. Este desarrollo define un cambio cualitativo en la población, de poner el acento en las zonas ribereñas a lo largo de los litorales, hacia el desarrollo y el aumento de la concentración de la población en zonas más al interior. Este progreso requiere un desarrollo gigantesco y a largo plazo de los sistemas de infraestructura económica básica a gran escala necesarios para hacer totalmente habitables estas zonas tierra adentro, de forma apropiada para la producción de alto rendimiento.

Aunque naciones asiáticas tales como India, China, Japón y Corea son productores capaces de bienes de capital importantes, las actuales necesidades para el desarrollo de áreas tierra adentro y de otras regiones subdesarrolladas, excede las capacidades actuales, y en lo inmediato previsibles, de esas partes de Asia. Esto define una oportunidad especial de comercio a largo plazo con Asia para Europa Central y Occidental. En general, la base para este comercio depended de un cimiento en la formación de capital a largo plazo para obras de infraestructura y otras relacionadas, con una maduración de entre 25 y 50 años. Esto representa un cambio en la historia de la economía. Con la introducción de transporte de alta velocidad mediante el desarrollo económico del interior del continente eurasiático, el transporte terrestre se vuelve más barato, en términos absolutos, y generalmente más rápido que el transporte marítimo, pues funciona en áreas en las que el transporte se integra a la producción local de riqueza.

Rusia y Kazajstán desempeñan un papel especial al respecto. El potencial científico de Rusia, ahora en gran medida inactivo, será de una importancia decisiva para el desarrollo de la región ubicada entre el este y el oeste del continente eurasiático. En este marco, debemos preveer el establecimiento de una muy postergada paz y de la cooperación pacífica en el sudoeste de Asia, que contribuya a conectar la región del Mediterráneo con la del océano Índico.

Esto no significa excluir a las Américas de este desarrollo eurasiático; señala el papel cualitativamente mayor del desarrollo de la economía interna, en vez del comercio exterior, dentro de Eurasia misma.

El desarrollo racional del continente africano requiere desarraigar las medidas deliberadamente genocidas impuestas sobre el África, desde los EU y otras partes, con tales políticas de control poblacional como el Memorando de Seguridad Nacional 200 (NSSM–200), del entonces asesor de seguridad nacional Henry A. Kissinger, adoptado en los 1970. A condición de que se elimine la actual práctica de genocidio, que al presente continúa, el gran reto para el desarrollo de África es la construcción de infraestructura económica básica a gran escala, de la que dependerá absolutamente el progreso económico racional de las naciones, en especial de aquéllas de África al sur del Sahara.

El centro y el norte de Asia, y el continente africano, cuentan con dos de las principales concentraciones de recursos minerales de las que depende el futuro de la humanidad en la actualidad. La tercera se encuentra en las muy subdesarrolladas naciones de Sudamérica.

`Terriformar' las Américas

La exploración tripulada exitosa del interior del sistema solar empezó principalmente en Alemania en los 1920 y 1930, y en su mayor parte pasó a manos de los EU y Rusia en la década inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Ya para principios de los 1950, el pionero espacial adoptado por los EU, Wernher von Braun, planteó la tarea de enviar una flotilla a Marte, un vuelo espacial que Von Braun describió explícitamente como una versión del viaje de redescubrimiento de las Américas de Cristóbal Colón. Nuestro finado amigo Krafft Ehricke nos describió en detalle su diseño para la clase de instalaciones de producción a construirse en la Luna, que serían indispensables para llevar a la humanidad a otros planetas. Tras la muerte de Krafft, en honor suyo desarrollé, a fines de 1985 y principios de 1986, mi propuesta para establecer una ciudad científica bajo la superficie de Marte a lo largo de 40 años. Al mismo tiempo, puse de relieve que, cualquier tecnología apta para desarrollar una ciudad científica sustentable bajo la superficie de Marte, nos permitiría ejercer dominio sobre los que pudieran considerarse los sitios más inhóspitos sobre la faz de la Tierra.

A manera de generalidad, nosotros los seres humanos debemos encarar nuestra obligación de administrar la ecología de nuestro planeta, del modo que un granjero inteligente convierte un yermo en próspera agricultura. Las vastas regiones de América del Norte y del Sur que son casi páramos, consideradas junto con los enormes recursos minerales y biológicos del hemisferio, en especial el extraordinario sistema del Amazonas, representan uno de los grandes retos para la ciencia y la humanidad. ¿Cómo es posible que un hombre, una mujer o un niño sea pobre en una parte del mundo tan intrínsecamente rica como podríamos lograr que ésta deviniere?

Podríamos ver a Australia y a Nueva Zelandia con los mismos ojos con los que vemos a las tres regiones continentales principales. Podemos aumentar la función de la vida en este planeta; podemos, con ayuda del uso de los principios de la vida, mejorar el manejo de los proceos abióticos de nuestro planeta. Por tanto, nosotros en las Américas tenemos que adoptar un programa de largo alcance, como éste, como nuestra misión en el "espacio interior" del planeta que ahora habitamos. Con semejante programa podemos tener la certeza de que la población de Sudamérica aumentará sobremanera en lo que resta del presente siglo, y que, sin embargo, podrá llegar el día, en una época no muy lejana, en que ningún niño tenga que ser pobre.

El mecanismo práctico que necesitamos para ambas misiones de tal cualidad sublime, o incluso algunas más ordinarias, puede y debe cobrar forma como nuestra respuesta a la profunda crisis económica que hoy oprime al hemisferio, en especial a las regiones sureñas. Como propuse en mi Operación Juárez en 1982, tenemos que desarrollar un nuevo mecanismo de crédito dentro del hemisferio, mediante el cual creemos y administremos grandes flujos de crédito barato a largo plazo, crédito generado por Gobiernos soberanos que actúen en concierto para realizar mejoras de capital en la infraestructura económica básica y en las tecnologías de producción, con tipos de interés simple de no más de 1 o 2% neto anual.

Dentro de los propios EUA, la intención de este programa continental de desarrollo económico tiene que incluir la expansión de aquellas industrias que producen los bienes de capital que nuestros socios en América Central y del Sur necesitan. También tenemos que desarrollar fuentes esenciales de tecnología en varias regiones del hemisferio. Todo esto debe funcionar dentro del marco de una forma económica proteccionista de orden monetario de tipos de cambio fijos entre las monedas de las Américas, similar al de la exitosa fase inicial del sistema monetario–financiero original del Bretton Woods de la posguerra.

El desarrollo de un arreglo y perspectiva semejante en las Américas complementará y engranará de forma directa con el sistema afín de cooperación continental que ahora emerge en el continente eurasiático. Estos dos sistemas continentales serán la base de un sistema mundial con muchos de los rasgos del propósito y funcionamiento de la forma de sistema proteccionista del Bretton Woods de la posguerra, basado en tipos de cambio fijos y en convertibilidad a paridad fija, denominada en el patrón reserva de oro.

Al establecer semejante forma fructífera de cooperación entre Eurasia y las Américas, podremos brindar la ayuda que se necesita con urgencia para concretar los principales aspectos infraestructurales a gran escala del desarrollo de África, en especial en África al sur del Sahara. Mientras, nuestra capacidad para impulsar un programa NAWAPA–Más de cooperación entre Canadá, los EU y México, le demostrará al continente entero que estamos decididos a alcanzar las metas que nos hemos propuesto para todo el hemisferio, y más allá.

Cultura y nación

Cuando escucho las palabras "gobierno mundial", me acuerdo de la bíblica Torre de Babel, y me pregunto: ¿Podría ser cierto el relato de la Biblia? Luego pienso en el "gobierno mundial", y sé que el principio que expresa ese relato de la Biblia es verdadero, sea cual fuere el tiempo o lugar al que pueda referirse. Es verdadero, porque sería una consecuencia segura el que un gobierno mundial produjera un resultado trágico que cae precisamente en esa clasificación general.

Explico a lo que me refiero, de la forma más sucinta posible, y hasta donde mi deber aquí lo exige.

La diferencia esencial entre el hombre y la bestia es que sólo el individuo humano es capaz de descubrir aquellos principios universales validables de forma experimental, a los que los sentidos no tienen acceso directo, como el descubrimiento único de Kepler de un principio universal de gravitación. En el uso del lenguaje hablado y escrito, la bestialidad cobra la forma de un supuesto significado simple de diccionario de las palabras. Estos son los mentados significados literales o, en términos técnicos, representan una perspectiva nominalista, como la del irracionalista medieval Guillermo de Ockham.

En el uso culto del lenguaje, como en la gran poesía o el drama clásicos, las palabras no tienen significados simplemente literales. El habla culta refiere ideas que corresponden a realidades que existen más allá de la simple experiencia de nuestros sentidos. El discurso inteligente, aun entre gente relativamente ignorante, se distingue por el papel de la ironía; y la poesía clásica es típica de este papel de la ironía.

Tal como nos aseguran hispanohablantes de las naciones de Iberomérica hoy día, la misma lengua raíz, el español, tiene diferentes connotaciones conforme pasamos del español convencional usado en una parte de América Central y del Sur, a otra. Por lo general, estas diferencias son expresiones de ironía, la misma suerte de ironía que presentan toda la gran poesía y drama clásicos. Por ironía nos referimos a un conjunto de significados múltiples de las palabras y frases, según el contexto en el que se expresan.

En cualquier cultura, su historia específica se refleja en las diferencias entre las ironías que se han integrado a una cultura idiomática nacional a lo largo de generaciones. La capacidad de un pueblo para expresar lo que Shelley señalaba como "ideas profundas y apasionadas respecto al hombre y la naturaleza", yace en el uso apto de tales legados de la ironía. Es compartiendo dichas ironías, que un pueblo puede alcanzar el discernimiento para autogobernarse de forma eficaz, por medio del cual el pobre Sancho Panza pudiera haberse capacitado para gobernar una ínsula.

Si intentamos transformar lenguajes existentes ricos en ironías en argots de corte nominalista, le quitamos a un pueblo el poder de gobernarse a sí mismo de forma inteligente. En todos los sentidos, sería mejor desarrollar el autogobierno en torno a una lengua rica en tal repertorio de ironías, y lo más libre posible de la esclavitud del nominalismo. Que los hablantes de las diferentes naciones lleguen a entenderse entre ellos, y con otros, mediante la comprensión del puente de ironías por el que dos culturas lingüísticas puedan desarrollar el discernimiento necesario para gobernar tanto sus asuntos internos como las relaciones entre todos ellos.

El concepto de formas especiales de cooperación orientada a la misión entre un grupo de naciones que tienen algún conjunto de metas estrechamente interdependientes, requiere que la cooperación no se degrade a algo como un Torre de Babel. Más bien, que las diferencias en la comprensión sean las ironías que impulsen a las diferentes naciones a hacer descubrimientos en los que quizás nunca se hubiese pensado de haberse dejado a las naciones resolver las cosas aisladas las unas de las otras. Que nuestras diferencias nos enriquezcan, en conocimiento y espíritu.

Lo que propongo es un sistema de Estados nacionales soberanos de las Américas en su totalidad, como región tal.

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