Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Documentation: 'La locura en tanto geometría'
Rumsfeld como el 'Doctor Insólito II'
Esta declaración política la dio a conocer el comité de la campaña presidencial de Lyndon LaRouche, LaRouche in 2004.

26 de marzo de 2003.

La primera semana de la guerra del presidente estadounidense George W. Bush en el Oriente Medio bastó para desenmascarar las doctrinas militares del secretario de Defensa Donald Rumsfeld, del vicepresidente Cheney y de su pandilla de gallinazos como una bufonada o, aún más probable, algo peor. Desde entonces, los expertos profesionales del ramo y otros críticos han reconocido ampliamente las políticas militares utopistas del Departamento de Defensa del gobierno de Bush, como una mezcla de incompetencia militar elemental, con varios niveles de delirio ultramundano. Las alucinaciones del caso de la pandilla de Rumsfeld, Cheney y Ashcroft, han de reconocerse como una excrescencia, fruto de la fusión de dos ingredientes: primero, el fascismo nietzscheano del profesor Leo Strauss; y, segundo, el utopismo anglófono de esa corriente imperial y francamente satánica de Wells, Crowley, Russell, Hutchins, del ampuloso "complejo militar industrial", principal adversario hostil de la tradición clásica militar de estadismo de los Estados Unidos desde fines de la Segunda Guerra Mundial.

El dominio del aparato del gobierno de Bush lo detenta, hasta ahora, una combinación de fascistas importados de la Universidad de Chicago y encabezados por Cheney, cuya meta es la del profesor Leo Strauss, y la de Wells y Russell, de establecer un gobierno unimundista a la Hitler, a través de una guerra nuclear preventiva. En términos epistemológicos, la ideología "genéticamente" de corte nazi de un Strauss, era la de una figura cuyos propios escritos, como los de su seguidor Allan Bloom, recuerdan a los del filósofo nazi Martin Heidegger, quien influyó a Strauss. Los dogmas de Strauss son como una parodia nietzscheana del siniestro Trasímaco de la República de Platón. Ese mismo Strauss es la figura ideológica central de las devociones de la secta de gallinazos en el gobierno de Bush. Son estos gallinazos quienes, en la escenificación de Hitler y los generales de Donald Rumsfeld, han servido, cual personajes parecidos a lacayos, como el mecanismo de control de la carrera del presidente Bush hacia una guerra mundial imperial blandiendo armas nucleares, que empezó a partir de 2001.[1]

Las alarmantes lecciones de los campos de batalla de la primera semana de la guerra contra Iraq, obligaron a muchos a remontarse a la suma de todos los acontecimientos pertinentes dentro y fuera del Consejo de Seguridad de la ONU en las semanas recientes. Un número creciente se ha visto obligado a reconocer que el demencial salto del presidente Bush hacia una nueva guerra contra Iraq, lo indujeron los belicistas que controlan al Presidente, con la intención de que sirviera como el detonador de una reacción en cadena hitleriana que precipitaría, más o menos de forma rápida, una nueva guerra mundial, a no ser que se detenga. En este respecto, las advertencias del ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Dominique Villepin, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en contra de la guerra planteada por Bush, deben apoyarse como un hecho por todos aquellos gobiernos razonables del mundo, del modo en que muchos de ellos ya lo han hecho implícita o explícitamente. En este respecto digo, como ya lo he dicho de muchas formas y en varios escritos previos a éste, que a no ser que la nueva guerra mundial, implícita en las políticas del presidente Bush para el Oriente Medio, se detenga, y pronto, tendrá un resultado a escala global mucho peor que los horrores que Europa padeció en los 137 años anteriores al Tratado de Westfalia.

Para empezar a tener una idea de cómo llegó el presidente Bush a la trágica condición en que ahora se encuentra su gobierno, hay que remontarse a enero de 2001, poco antes de su amañada toma de posesión.

Poco antes de la toma de posesión del actual Presidente de los EU, en enero de 2001, pronuncié en Washington lo que ahora le parece a muchos un discurso profético, ante un público internacional. En dicho discurso, advertí que el inicio de esa presidencia coincidía con la previa entrada de los EU en la fase terminal de derrumbe del actual sistema financiero monetario internacional. Advertí entonces, que la toma de posesión de Bush bajo condiciones similares al período de crisis monetaria–financiera terminal de 1928–33, coincidía con la probabilidad de que poderosas fuerzas tras bambalinas pondrían en marcha a corto plazo un incidente parecido al incendio del Reichstag del 27 de febrero de 1933.

Ese incendio del Reichstag, al que me referí en dicho discurso, fue el incidente que utilizó el gobierno nazi para establecer la dictadura de Hitler. El incendio del Reichstag impidió así la alternativa: que la toma de posesión del presidente Franklin Roosevelt en marzo hubiera significado que los programas de recuperación económica afines de Roosevelt y del doctor Wilhelm Lautenbach de Alemania, pudieran haberse adoptado por Alemania en lugar de los programas de Hjalmar Schacht. De modo que, para el verano de 1934, el estallido de una Segunda Guerra Mundial en alguna forma se había vuelto inevitable, en un mundo gobernado por los líderes de Europa de aquella época.

Ese nuevo "incendio del Reichstag" al que me referí en ese discurso de enero de 2001, se produjo menos de 9 meses después, el 11 de septiembre de 2001. Al igual que el incendio del Reichstag de Hitler, el ataque del 11 de septiembre fue explotado por el vicepresidente Dick Cheney y tales seguidores del profesor cuasinazi Leo Strauss, como el procurador general John Ashcroft, para desatar una toma de poder fascista, paso a paso, desde dentro de los EU.[2] Ese incidente del 11 de septiembre, se utilizó luego para desatar una campaña de guerra en el ámbito internacional, guerra cuyo modelo era el craso error de Atenas en la Guerra del Peloponeso y aquellos antecedentes clásicos del fascismo, como los césares romanos, el emperador Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler. Así, la ideología de esta visión truhanesca imperial de Cheney y sus gallinazos fascistas, combina ahora los dogmas de "guerra nuclear preventiva" de Bertrand Russell con la modalidad nietzscheana importada de la ideología fascista alemana de Carl Schmitt, Martin Heidegger y Leo Strauss.

Más recientemente, George W. Bush, un Presidente de los EU con una capacidad intelectual severamente limitada, ha reaccionado con un berrinche mayúsculo por el efecto combinado de su propia desesperación ante una situación económica de los EU fuera del alcance de su capacidad racional de decisión y su aprehensión por la inminente derrota política de sus planes de guerra, que se veía venir entonces en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. Dicha explosión de rabia irracional, orquestada por Cheney en el papel de "Svengali", empujó a un "Trilby" Bush a declarar una guerra innecesaria, ilegítima e irresponsable contra Iraq, una guerra en violación del código pertinente del derecho internacional. Peor aún, esta es una guerra en que las políticas de los comandantes de butaca, Cheney y Rumsfeld, han dejado a las fuerzas militares existentes de los EU mal desplegadas y severamente limitadas en cuanto al equipo necesario para la misión que se les encomendó. La actuación de Rumsfeld en el papel de "Hitler y sus generales" en el Departamento de Defensa, produjo como resultado que, a la semana de empezar la guerra, no se podía ocultar ya un nuevo síndrome de "Guerra de Vietnam".

La doctrina desforada del Presidente de "cambio de régimen" amenazó a Saddam Hussein de manera personal, con una guerra preventiva contra Iraq, exactamente de la misma manera en que Hitler amenazó personalmente a Edward Benes con un "cambio de régimen" en 1938. Los hilos de títerero de la trama de mentiras hiladas a la Goebels, la unidad de inteligencia de gallinazos de Rumsfeld en el Departamento de Defensa, movieron a nuestro pobre Presidente. De modo que el Presidente invadió Iraq utilizando la misma suerte de pretexto que usó Hitler para invadir a Polonia en 1939. Y todo esto se hizo bajo la influencia de un inmigrante alemán ya finado, Leo Strauss, a quien patrocinara Carl Schmitt y cuyo único impedimento para portar el carnét del Partido Nazi era su ascendencia judía, que no pudo borrarse de su acta de nacimiento.

Los sucesos de la primera semana de la guerra han puesto en evidencia los delirios sobre los que operaba el trío del Presidente, el Vicepresidente y Rumsfeld al irse a la guerra. Al inicio de la segunda semana de guerra, el mundo expectante pudo ver la corroboración de ese desacato lunático de las consideraciones elementales clásica de la guerra y la estrategia moderna, que corre profundamente por las venas de esta "revolución en los asuntos militares" de los gallinazos utopistas. Aunque el poderío de los EU habría aplastado a Iraq tarde o temprano, aun pese a las metidas de pata a la Hitler de Rumsfeld, al igual que la Guerra de Indochina del secretario de Defensa Robert McNamara, no se vislumbraba una salida aceptable para el tipo de guerra planeada por los gallinazos de Rumsfeld y Cheney. La única solución para el presidente Bush, de haber sido racional, hubiera sido renunciar a la guerra y volver al proceso de la ONU. El presidente George Bush, en su loca carrera hacia la guerra, ha carecido, hasta ahora, de "los sesos y las agallas" requeridos para tal decisión.

Se vislumbra, en últimas, un resultado suicida para la civilización, de no lograr abortar las medidas estratégicas imperiales de los gallinazos straussianos. Estas son las mismas pautas externadas, tanto por los utopistas de la Casa Blanca, como por círculos afines tales como la camarilla de McCain, Lieberman, y Donna Brazile, auspiciadas por Conrad Black, grupo que ahora controla a la burocracia del Partido Demócrata. Este temerario impulso nietzscheano hacia la guerra lo tipifican los pupilos del desaparecido fascista nietzscheano, el profesor de la Universidad de Chicago Leo Strauss, al cual he identificado de forma reiterada anteriormente. El papel que desempeñan la segunda y tercera generación de seguidores de las enseñanzas de los fascistas fanáticos Strauss y Alan Bloom, lo representa la pollada actual de gallinazos de Cheney, los "hitlercitos" o "goebbelitos", tales como el Paul Wolfowitz de Chicago, el charlatán timador Richard Perle, el escurridizo Bill Kristol y personajes brechtianos afines.

La patología de corte nazi straussiana de los círculos de Dick y Lynne Cheney puede y debe describirse en términos políticos, históricos, militares y técnicos afines. De cualquier forma, el análisis técnico del asunto político–estratégico, necesario hasta donde llegue, no alcanza sin embargo una determinación más profunda del asunto psicológico central.

El meollo del asunto es que, al igual que la disposición similar nietzscheana de Adolfo Hitler, esta pandilla de svengalis straussianos que ha venido dirigiendo la guerra mundial imperial en curso del presidente George "Trilby" Bush, no sólo es descarriada, sino que es demente en términos morales y funcionales. En general, esta punta de políticas nietzscheanas es tan perniciosa como las de Hitler, tanto en sus propósitos como en sus efectos.

Peor aún, muchos de los llamados estadounidenses "ordinarios" de entre esa minoría considerable que todavía apoya tontamente la política belicista, también están locos, en el estricto sentido clínico del término. Tal y como el Casio de Shakespeare le advirtió a Bruto: la locura colectiva de estos populistas americanos que tontamente apoyan la guerra, no reside en sus estrellas, sino en ellos mismos, en tanto no piensan sino como "subalternos". Son muchos los miembros del Congreso que han reaccionado hoy como los "subalternos" descritos por el Casio de Shakespeare.

El problema con esta mentalidad típica de los "subalternos" debe reconocerse y corregirse, como un desorden extendido mucho más allá de la señalada camarilla de straussianos fanáticos. Lo que ha llevado a muchos personajes irresponsables del Partido Demócrata y a otros a apoyar y tolerar a fanáticos belicistas como Cheney, Rumsfeld, McCain y Lieberman, es una tendencia culturalmente incrustada en el entretenimiento popular, que lleva a la gente a someterse a este tipo de impulsos existencialistas nietzscheanos, que han hecho presa de la mayor parte de la generación del 68, la que llegó a la edad adulta en el período de la guerra de los EU en Indochina, en 1964–1972. La amplia tolerancia, hasta la fecha, de tales pautas, es pura y simplemente un caso de locura personal y colectiva, la cual comparten todos aquellos que participan de esta mentalidad populista (de "subalterno"). El peligro inmanente en esta situación general no podrá superarse, a no ser que se tome en cuenta de manera adecuada ese control dominante de la locura popular colectiva y se aborde con cierto rigor, del mismo modo en que el anciano Solón se dirigió a los atenienses descarriados, como lo hago yo aquí.

Ya he planteado el problema, he situado las paradojas, y ahora paso a desarrollar la solución.

1.  ¿Qué es la salud mental?

Mi primera aproximación a la definición de salud mental, es la dedicación a los descubrimientos y el conducirse según el principio de la verdad que puede descubrise, de la forma en que los diálogos de Platón definen la veracidad, a diferencia de los juegos de palabras esquizofrénicos de Strauss y Bloom. Por ejemplo, cuando un político típico de los EU dice que él o ella "seguirá la corriente", en general eso quiere decir que hay que "aprender" a llevarse con los demás en los campos de la política o la vida pública, en la vida universitaria y en infinidad de salones de clase de las escuelas públicas, adoptando las opiniones expresadas por los principales órganos de difusión o por la directiva de la empresa en el salón de juntas, o una temerosa sumisión a las opiniones de algún juez del cuarto circuito del tribunal federal de los EU, o de algún juez de Virginia que me ha tocado conocer. El tema en cada caso, es que "uno debe poner la verdad a un lado".

La forma categórica tan extendida de negar la existencia efectiva de la verdad, es el rasgo característico intencionalmente fraudulento de toda la carrera del desaparecido profesor Strauss, la loba nietzscheana que parió a la actual camada de gallinazos.[3] Ese es el núcleo de su doctrina fascista trasimaquiana, al igual que la de su seguidor Allan Bloom. Es también el dogma de los igualmente enemigos de la verdad y amigos de Strauss, entre los fascistas de Alemania en los círculos de la Escuela de Francfort. Entre estos últimos, se cuentan el filósofo oficial de los nazis, Martin Heidegger y los fascistas enemigos de la verdad Theodore Adorno y Hannah Arendt.

La promoción o adopción de doctrinas tales como el fascismo de Hitler y Leo Strauss, o la preferencia por la opinión pública o las opiniones de los especialistas, a costa de la verdad, son también síntomas de lo que debe definirse como enfermedad mental, un delirio sistémico. Observen fenómenos tales como el apoyo a la actual carrera belicista ilegítima del presidente Bush, como expresión de la locura colectiva. Yo señalo una locura colectiva, como aquella que se apoderó momentáneamente de la mayoría del electorado alemán bajo Hitler. Esa es una forma de locura colectiva que, de modo más reciente, se apoderó de las fuerzas políticas y redujo la lista de candidatos principales en las elecciones presidenciales de los EU en el 2000, a sólo dos incompetentes conocidos ligados a los gallinazos, cualquiera de los cuales probablemente lanzaría una guerra mundial a pocos años de tomar posesión.[FIGURE 203]

Este tipo de locura colectiva al que me refiero, se entiende mejor si se define, primero, en términos de la expresión de algunos desordenes mentales que le ocurren a los estudiantes, cuyos hábitos mentales se han formado a través de repetitivos ejercicios en la física matemática empirista y, especialmente, positivista radical, aún hoy día. Ahora procedo como corresponde.

Las matemáticas y la locura

Para nuestros propósitos aquí, primero definamos la "locura" como aparece disfrazada aun en las más elementales formas de disfunción en la física matemática formal.

Así, en estos términos, los empiristas Galileo, Thomas Hobbes, John Locke, el infame Adam Smith y el famoso René Descartes padecieron, al igual que Bertrand Russell, de demencia sistémica, en el más estricto sentido del término "demencia". Es decir, que la manera de pensar de Descartes sobre el universo físico se sustentaba en la subordinación de las pruebas físicas a supuestos axiomáticos incluidos que, de hecho, sólo pueden encontrarse en un universo inexistente de "torre de marfil". Las opiniones sobre temas económicos y militares del presidente Bush y las del ex vicepresidente Al Gore, expresan, de manera sistemática, versiones más o menos extremas de la locura de ese mismo tipo general (de "torre de marfil" utopista).

En la física matemática, la misma suerte de demencia clínica sistémica que se encuentra en los desatinos de Descartes, los repiten Euler y Lagrange, cuyos casos desenmascaró Carl Gauss en su declaración correcta sobre el teorema fundamental del álgebra de 1799. El mismo elemento patológico característico de Galileo, Descartes, Euler y Lagrange permea todos los libros de texto y aulas de clase aun hoy. Así, opté por el caso de este breve, pero importante ensayo de Gauss, como el pivote sobre el cual debían girar los programas de educación superior para los participantes del nuevo movimiento de juventudes que yo venía promoviendo. Mi principio fue, y sigue siendo, como se explica más adelante, que ningún movimiento de jóvenes universitarios entre 18 y 25 años de edad podría sacar con éxito a la sociedad del tipo de desorientación cultural que hace presa de la mayor parte de la civilización europea global de nuestros días, a menos que los participantes en dicho movimiento partieran del descubrimiento y dominio de las pruebas elementales de la verdad cognoscible, libre del empirismo, libre de la "torre de marfil".

Explico dicha conexión, por etapas sucesivas, en el transcurso de las páginas siguientes.

A primera vista, la definición matemática de demencia sistémica que nuestro programa pedagógico para el movimiento de juventudes deriva del ejemplo de Gauss, aparentemente difiere de la noción relativamente superficial de locura clínica ofrecida por los psiquiatras. Aún así, un psiquiatra moralmente idóneo, siguiendo mi argumentación presente, se sentiría obligado a asentir con el sentido de mis planteamientos y calificaría tal asentimiento con una observación que sería, más o menos, en los siguientes términos.

Para entender la dificultad del caso del psicólogo profesional, pregúntese a sí mismo ¿qué debiéramos significar cuando decimos que algunas personas son neuróticas, o peor? ¿No querríamos indicar, en el caso del neurótico, a una persona cuyo juicio con frecuencia es eficiente para negociar los múltiples desafíos de la vida diaria, pero que sufre de la precipitación recurrente de un rasgo emocional patológico, que orilla a dicha persona a actuar de una forma contraria a la realidad física? En determinada situación, esa persona parece racional; pero en otra, su conducta es funcionalmente absurda. Típico de tales neuróticos, es el alcohólico o el drogadicto, o la personalidad bipolar ordinaria, que puede ser competente en el trabajo, pero que golpea a su esposa o también a sus hijos, o amenaza con hacerlo bajo ciertas circunstancias, o lo hace más o menos de forma periódica. El empirista es categóricamente demente en grado y sentido similar.

Hablando en los términos más generales, hay dos tipos generales de casos prácticos de desórdenes sistémicos del juicio individual. Está, primero, el caso de la simple ignorancia, en la que el sujeto está expuesto a un desafío del que él o ella simplemente no tiene el conocimiento elemental pertinente, como el caso de un individuo criado en una tribu selvática, que trata de manejar un tractor de oruga de buenas a primeras. En un segundo tipo de caso general, el individuo o la sociedad reacciona bajo la influencia de supuestos axiomáticamente falsos respecto al hombre y la sociedad. Para él o ella, estos supuestos falsos funcionan como los axiomas de una geometría euclidiana de "torre de marfil", ejerciendo de este modo una influencia sobre la conducta del individuo, o grupo colectivo, más o menos grave y aún mortalmente patológica. Estos errores son el origen típico de la locura, o "falta de jucio", tal como se define bajo el punto de referencia de la Grecia clásica.[FIGURE 204]

En la geometría euclidiana o cartesiana, y en el empirismo del lacayo de Paolo Sarpi, Galileo Galilei, a la mente de la víctima la contaminan los mentados axiomas, definiciones y postulados a priori, "de suyo evidentes", de "torre de marfil", cada uno de la cuales, de hecho, no tiene la menor correspondencia con el universo físico. En contraste con estas formas popularizadas de locura euclidiana, empirista y cartesiana, las antiguas prácticas científicas preeuclidianas de Tales, de los pitagóricos y de Platón, del principio de construcción física, definen al universo como un dominio de la geometría física, como un espacio–tiempo físico universal. Con el Renacimiento europeo del siglo 15, de Filippo Brunelleschi, Nicolás de Cusa y Leonardo da Vinci, la corriente principal del progreso científico regresó, de la decadencia del romanticismo latino, a la tradición platónica de la Grecia clásica, esa tradición ejemplificada también por Eratóstenes, Aristarco y Arquímedes. De estos orígenes renacentistas, surge la obra de gigantes clásicos modernos de los que los ejemplos más útiles son Johannes Kepler, Godofredo Leibniz, Carl Gauss y Bernhard Riemann. De esta tradición científica clásica moderna, hemos heredado las nociones relacionadas con la forma riemanniana de geometría física clásica, de las cuales hemos expurgado la masa confusa de todas aquellas definiciones, axiomas y postulados a priori de Euclides, de los empiristas en general, y de los cartesianos en particular. Sólo se permiten aquellos principios físicos universales comprobados experimentalmente.[4][FIGURE 205]

El concepto riemanniano de geometría física sirve, no sólo para lo que hoy se entiende convencionalmente por "ciencias físicas", sino que se aplica a principios demostrables de aquellos aspectos de las relaciones sociales que determinan la relación eficaz de la humanidad con el universo en que vivimos. Como explicaré más adelante, este mismo principio se corresponde al principio característico de la composición y ejecución musical clásica (a diferencia de la romántica o modernista), al tiempo que se aplica a las ciencias físicas como tales.

Por tanto, como cuestión de precisión científica, debemos limitarnos en el uso del término "demencia", a aquellos conjuntos de creencias que se llevan a la práctica, y que, en efecto, violan de forma sistemática y comprobada esa combinación de la geometría física riemanniana, que abarca tanto el conocimiento del universo físico que rodea a la mente individual, como a los principios universales eficaces válidos de relaciones sociales, que gobiernan la coordinación de la sociedad en su relación con ese mismo universo.

Por lo común, la enseñanza y práctica de la psicología no trata de lograr una definición científica tan estricta y rigurosa como ésta. Los mejores entre los practicantes de esa profesión, tratan de definir la salud mental en términos de principios definibles, pero en general se quedan cortos en el reconocimiento de la importancia funcional de principios de veras universales —tanto principios físicos verdaderamente universales, como sus correlativos sociales— definidos de forma rigurosa.

En general, usualmente, las opciones menos competentes en las normas de la práctica de la psicología, es la dependencia más o menos frecuente de las normas arbitrarias para definir la llamada "conducta normal". Todos los genios científicos verdaderos en la sociedad actual son, por definición, "anormales". Por tanto, la única definición competente de una sociedad enferma es, de modo "axiomático", aquélla en que la norma de cordura predominante es ese conjunto de creencias que se acostumbra considerar "normal" o, como en el caso de las creencias erróneas respecto a la economía, que campean en los EU en la actualidad.[5] La crisis que azota a los EU hoy, la ha ocasionado lo que se ha aceptado como la forma "normal" de creencias y comportamiento de masas. Para escapar de dicha trampa, tenemos que descartar lo "normal" como pauta y escoger, en su lugar, una pauta comprobadamente universal, sin recurrir a la a veces útil, pero siempre resbaladiza, noción de lo "normal".

Por ejemplo: en la tragedia clásica, a partir de las mejores obras de los antiguos griegos, al igual que las producciones modernas de Shakespeare y Schiller, la raíz de todas esas tragedias que corresponden a una nación, a un pueblo en crisis, radica en los hábitos de conducta mental prevalecientes entre la población representada. Shakespeare escribe, "algo podrido hay en Dinamarca". Es el miedo de Hamlet a esa podredumbre convencional de su sociedad, su terror ante la perspectiva de la inmortalidad, lo que lo obliga, al igual que a su sucesor, Fortinbrás, a continuar la misma insensatez de Dinamarca que derribó al insensato de Hamlet. Igual que en el Don Carlos de Schiller, la tragedia de la vida real, de la guerra religiosa que conduce a un Felipe II de carne y hueso, a sus súbditos y a España misma, a la merecida ruina cultural que había vislumbrado Cervantes, ocurrió en España en el transcurso del siglo 17. La perdición trágica de las naciones estriba, como primero lo advirtió Solón de Atenas, en las normas insensatas de su cultura dominante decadente y, en segundo lugar, en la incapacidad de la nación para producir y nutrir líderes que puedan conducir a los pueblos trágicos a enmendar sus necias costumbres. El Prometeo encadenado de Esquilo, muestra la perdición de Grecia bajo una cultura contaminada por la perversidad polimorfa de sus inhumanos dioses del Olimpo.

Por tanto, especialmente en tiempos de crisis, debemos rechazar todo aquello que dé la apariencia de normal, y definir qué es lo que, en su defecto, debió haberse adoptado como lo normal. Como le reprochó el anciano Solón a sus necios atenienses, fue siempre lo que pasó a aceptarse como conducta "normal", lo que posteriormente acarrareó la amenaza de la perdición autoinflingida. Tal es la función más o menos indispensable de redefinir la locura de masas en la sociedad, como lo hago aquí.

Por razones relacionadas, que explicaré de manera más detallada aquí, seleccioné el ensayo de 1799 de Gauss sobre el teorema fundamental del álgebra, en oposición a los empiristas Euler y Lagrange, como la mejor opción normativa sobre la cual fundar un programa de educación universitaria moderna, o comparable.

Los jóvenes estadounidenses, por ejemplo, deben pasar a la vida adulta con una base segura de su sentido de identidad personal, en un sentido válido del significado de la verdad. No lo que los libros de texto, o la llamada opinión pública, definen como "verdad". Debe de ser lo que él o ella sabe que es verdad, por medio de nada más que la autoridad interna del conocimiento, como la validez experimental de un principio físico universal hipotetizado, un principio libre de todo gravamen de las definiciones, postulados y axiomas de "torre de marfil", y que signifique un conocimiento acertado de la verdad. Los jóvenes deben dominar la certeza de, por lo menos, un principio universal válido como modelo, a partir del cual proceder por el resto de su vida en la elaboración personal de su mapa del universo. Fue por esto, para definir una amarra de este nivel que pudiera compartirse, que escogí y propuse el ensayo de Gauss.

La crisis de `no hay futuro'

Hay también consideraciones contemporáneas especiales, que me obligan a insistir ahora en estas normas de la historia de la civilización europea extendida al orbe en la actualidad. Señalo el conflicto entre un representante típico de esa "generación del aquí y el ahora", que alcanzó la madurez en el intervalo de 1964–1972, aproximadamente, durante el surgimiento de la "contracultura juvenil del rock, el sexo y las drogas", y los hijos de la llamada "generación del aquí y el ahora". Hoy, más de un cuarto de siglo después, la vieja generación del "aquí y el ahora" ha producido hijos que han llegado a ser jóvenes adultos y adolescentes en edad universitaria, condenados a formar parte de la "generación sin futuro". A pesar de los casos notables, más o menos escasos, de excepción a la regla entre estas dos generaciones, el conflicto entre ellas es generalizado y profundo; es un conflicto que debe reconocerse y superarse, si esta civilización ha de encontrar un futuro civilizado en el transcurso de las generaciones inmediatamente venideras.

Antes del surgimiento de la "contracultura del rock, el sexo y las drogas", la perspectiva típica de un adulto europeo o estadounidense normalmente moral y conciente de su mortalidad, era la de un compromiso a un futuro promisorio para los hijos y nietos de su propia generación. No que la mayoría de esos europeos o estadounidenses fueran santos, pero contaban con ese sentido de una inmortalidad personal en efecto, en cierto nivel. La mayoría tenía la disposición a aceptar la parábola de los "talentos" del Nuevo Testamento. Hemos recibido cada uno una existencia mortal de duración incierta. Ese es nuestro talento finito, denominado vida mortal. Por tanto, la sabiduría recomienda, "úsalo bien".[FIGURE 206]

Por desgracia, esa tradición moral empezó a desaparecer con el advenimiento de la "contracultura de juventudes del rock, el sexo y las drogas" de mediados a fines de los 1960. La actual crisis moral y económica de los EU y Europa resultante, es un reflejo de ese cambio.

Los "beatniks" y la previa "cultura del rock" de la generación de Elvis Presley, ya se hacían eco del legado del culto dionisíaco de la degeneración existencialista europea de Heidegger, Jaspers, Leo Strauss, Theodore Adorno, Hannah Arendt y tales seguidores franceses del nazi Heidegger, como Jean–Paul Sartre. Esta corrupción copió los elementos más decadentes de la Alemania de Weimar posterior a Versalles de los 1920, y luego los llevó hasta lo extremo con la "contracultura del rock, el sexo y las drogas" de los 1960. Esto condujo, más de una década después, a la epidemia de "crisis de los 40", y balidos afines, en el sentido de que, "tengo que cambiar mi estilo de vida", cosas que estuvieron entre las consecuencias frecuentes predecibles en la mediana edad, de integrarse a una "generación del aquí y el ahora", que suponía vivir al margen de una historia que casi había llegado a su fin heggeliano–nietzscheano.

En tanto la posición social de la generación del 68 pasó a ser cada vez más dominante, se aceleró la degeneración de la economía y otros atributos culturales hacia las características de la llamada sociedad "posindustrial" o de "consumo". La economía degeneró bajo la creciente influencia popular de las modas posindustriales de dicha generación. La degeneración de la cultura y economía de la nación no se reconoció como la catástrofe que de hecho era, porque, para la cultura existencialista de la generación del "ahora" del 68, entonces en ascenso a los estratos superiores de la vida política, económica y social, su desliz hacia la decadencia se convirtió en "la norma".[FIGURE 207]

¿Qué hacer, pues, con los hijos de la generación del 68? Para la generación del "ahora", sus hijos, ya en edad de entrar a la universidad, constituían una realidad no muy agradable, y al igual que los ancianos, sus propios padres, eran vistos por los del 68, como el ex gobernador de Colorado, Richard Lamm, como una carga económica difícil de sobrellevar. Los hijos de la generación de la posguerra, o del 68, al crecer se encontraron, como adolescentes o jóvenes adultos, arrojados al basurero de lo que se denominó implícitamente la generación "sin futuro". La pasión de esta última por hacerse de un futuro entró en conflictos cada vez más frecuentes con las normas culturales contrarias de los impulsos de la generación del "aquí y el ahora". La fricción resultante es a menudo desagradable, casi tan apasionada como podría serlo un conflicto racial.

Bajo estas condiciones, las "normas" aparentes de la generación (¿o deberíamos decir "degeneración"?) del "aquí y el ahora" son, para la generación "sin futuro", creencias normativas peor que inútiles. En estas circunstancias, las simples costumbres fracasan como sustituto a la moralidad; la busqueda de una norma de veracidad debe substituir a las prácticas comunes de dependencia a la invocación de las costumbres establecidas como autoridad, para mantener el apego a las trágicamente fallidas tradiciones de los cambios paradigmáticos de mediados de los 1960. La continuidad de la existencia de la civilización depende ahora, de manera absoluta, del abandono de las tradiciones de la generación del "aquí y el ahora".

Lo que podría reconocerse, en términos funcionales, como la moralidad de un pueblo, ocurre en dos gradaciones. Al nivel más bajo, se expresa como un cometido al mejoramiento de las condiciones y personas de las generaciones venideras propias, y las de otras naciones y pueblos. El famoso Tratado de Westfalia de 1648, de cuyo precedente depende todavía hoy la vida civilizada entre las naciones modernas, es ejemplo de esta simple expresión de moralidad. A un nivel superior, nos encontramos con aquellos individuos extraordinarios cuyo ejemplo más diáfano es la mártir de Francia, Juana de Arco, o el reverendo Martin Luther King, que, en imitación de Cristo, utilizan su vida mortal de manera sabia, en beneficio de la humanidad futura.

La importancia del surgimiento del existencialismo desenfrenado, y hasta rábido, dentro de las corrientes culturales posteriores a la Segunda Guerra Mundial en los EU, es que tendía, y con bastante eficiencia, a erradicar la moralidad popular simple de la población y de las costumbres nacionales en general. La influencia intrínsecamente inmoral de la generación del "aquí y el ahora", la generación del presidente George W. Bush, ha tendido a desarraigar y eliminar la idea del progreso, de la cual habían dependido todos los logros verdaderos de nuestra república estadounidense. Esta forma de corrupción moral representada por la generación del "aquí y el ahora" convirtióse en algo así como una expresión de canibalismo cultural enderezado contra los propios padres e hijos de esa generación. Las víctimas más recientes de la generación de la contracultura de los 1960, son los miembros de la actual generación "sin futuro". De este modo, la perspectiva política del actual presidente Bush en su manifestación más extrema, expresa la misma esencia de decaimiento moral que la doctrinas explícitamente straussianas, heggelianas, y nietzscheanas del "fin de la historia" de los gallinazos de Cheney y Rumsfeld, de la generación del 68.

Hay este implícitamente terrible conflicto entre las generaciones. ¿Cómo podríamos superarlo? Mi juicio, que se ha corroborado en gran medida por el impacto de las actividades recientes de nuestro movimiento de juventudes, es que un movimiento de jóvenes de este tipo específico, es capaz de despertar un sentido de un futuro significativo, aun entre una buena parte de la generación a la que se indujo a vagar por largo tiempo dentro de las filas de la generación del "aquí y el ahora". Podemos cerrar la brecha de esta manera, y reconciliar a dos generaciones antagónicas alrededor de una causa común —el futuro—, que representa ya este movimiento de jóvenes. Por tanto, debemos reflexionar de manera más profunda, y con optimismo cultural, sobre las cuestiones que acabamos de identificar.

2.  ¿Quién es verdaderamente humano?

Esto conduce la discusión sobre la salud mental colectiva hacia cuestiones más profundas del comportamiento social colectivo. Plantéese de nuevo la vieja cuestión: ¿hay una diferencia fundamental entre el hombre y los monos? ¿Cuál es esa diferencia? Por ejemplo, ¿los padres de los simios creen en el futuro de sus nietos? Por tanto, ¿es aventurado preguntarse si era verdaderamente humana la conducta del profesor Leo Strauss, a la que me referí antes, o más bien el producto de alguna forma de "evolución cultural en reversa", que devino en algo menos que humano?

¿Quién, pues, es realmente humano? ¿No debemos reconocer que el profesor Strauss, Alan Bloom y sus seguidores gallinazos ligados a Rumsfeld y Cheney estaban, y están, locos en su conjunto? ¿Son seres humanos quienes, como Adolfo Hitler, o los emperadores Tiberio, Calígula, Nerón, Ricardo III de Inglaterra, Felipe II de España, Napoleón Bonaparte y los casos más pertinentes para nuestra discusión de G.W.F. Hegel y Friedrich Nietszche, antes que él, los que han regresado a formas de comportamiento humano que son esencialmente antinaturales y que, en efecto, conforman una suerte de especie seudohumana? Estos han pasado a ser el equivalente de una especie cuya existencia misma es moral y funcionalmente peor que la de una forma de vida inferior determinada naturalmente.

Estas no son simples interrogantes formales de ciencia. Como lo recalco aquí: las conexiones ideológicas entre Adolfo Hitler y aquellos gallinazos que al presente habitan los nidos de Rumsfeld y Cheney, demuestran que estas preguntas que planteo aquí son asuntos apremiantes para la seguridad nacional, incluyendo los "asuntos militares".

Para definir y encontrar la respuesta a tales preguntas de importancia científica y de seguridad nacional y su estrategia, debemos encontrar respuesta en las diferencias axiomáticas entre el romanticismo de los empiristas modernos de la civilización europea extendida, por un lado, y el legado clásico europeo compartido por Platón y sus seguidores modernos, tales como Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci, Johannes Kepler, Godofredo Leibniz, Gauss y Riemann, con la elaboración de la Declaración de Independencia de los EU y el impresionante preámbulo de su Constitución federal.

La definición práctica de humanidad que es decisiva para entender la causa y la cura para ese tipo de fascismo imperial ejemplificado por los seguidores del profesor Strauss, Rumsfeld, Cheney y sus gallinazos hoy día, es más o menos como sigue.

1. El asunto decisivo es, primero: ¿cuál es la diferencia absoluta entre la especie humana y todas y cada una de las posibles especies de miembros posibles de una clase de simios superiores?

La prueba empírica es: si la especie humana fuese un miembro de una clase biológica de simios conocidos u otros monos superiores, dicha especie no hubiese logrado alcanzar una población viviente total de más de unos cuantos millones de individuos bajo las condiciones de los ciclos de las glaciaciones de los últimos dos millones de años. Algunas fuentes estiman que la población humana del planeta hoy llega a más de seis mil millones de individuos.

2. El asunto decisivo es, en segundo lugar: la capacidad de cualquier sociedad humana de alcanzar niveles de población sustentables, depende en una primera aproximación, del uso conciente de ideas transmisibles del cúmulo de aquellas nociones contemporáneas que la ciencia física identifica como derivados técnicos de principios físicos universales que pueden corroborarse experimentalmente.

La respuesta crucial suplementaria es, como he mostrado en varios escritos previos: ningún representante de la clase de los simios superiores puede generar la clase de hipótesis platónica que conduce al descubrimiento de un principio físico universal.

3. El asunto decisivo es, de igual manera: el progreso tecnológico del hombre hacia ese efecto acumulativo, depende de la transmisión del conocimiento de los principios universales que subyacen dicha tecnología, lo que significa experimentar de nueva cuenta el acto de descubrimiento original.

La respuesta crucial decisiva es: ningún representante de la clase de los simios superiores ha mostrado la capacidad para desarrollar y utilizar un lenguaje apropiado para la transmisión de tales conceptos. Esta es una diferencia cualitativa esencial de principio, entre cuasisociedades de simios superiores y una sociedad verdadera de la clase que se necesita para generar, transmitir y utilizar descubrimientos de principio físico universal.

El conocimiento que contienen estos tres puntos se refleja en los resultados obtenidos por el trabajo del biogeoquímico V.I. Vernadsky de la división del universo de efectos biogeoquímicos conocidos, en tres tipos de espacios–fase universales interactuantes, si bien distintos en términos experimentales: a)lo abiótico; b)lo vivo como tal, la biosfera incluyendo sus fósiles; y, 3) la noosfera, los efectos físicos atribuibles, incluidos los fósiles de aquellas acciones atribuibles únicamente a las funciones cognoscitivas de la mente humana individual, que no se producen en ninguna otra especie viviente. En palabras de la famosa tesis de habilitación de Bernhard Riemann de 1854, estos tres espacios–fase son multiconexos, lo que resulta en una definición del universo conocido, en una lectura verdadera de la historia interna de la ciencia física moderna, como esencialmente kepleriana y también riemanniana. La función humana individual dentro de dicho universo es única.

4. Por tanto, el asunto decisivo más importante es: ¿qué acción específica ejecutan los seres humanos que ninguna otra forma de vida inferior puede ejecutar, para generar aquellos efectos que separan a la especie humana y la ubican por encima de todas las demás?

La respuesta está implícita en el ataque de Carl Gauss de 1799 referido antes, sobre las falsificaciones deliberadas del teorema fundamental del álgebra por aquellos empiristas como Euler y Lagrange (y de manera notable, también Immanuel Kant).

Explico esto, repitiendo lo más someramente posible lo que he dicho o escrito en numerosas ocasiones sobre el tema.

¿Percepción o conocimiento?

Esto nos pone la continua disputa entre Lagrange y Gauss bajo un nuevo enfoque. El problema esencial consistía en si el hombre era sólo otro simio superior parlante. En el dominio de las llamadas ciencias físicas, esta cuestión profunda de moralidad personal es si el conocimiento del universo por el hombre se limita o no a una combinación de "hechos" definidos por la percepción sensorial, e interpretados según un conjunto arbitrario de definiciones, postulados y axiomas de "torre de marfil", como los de la geometría euclidiana.

Los ideólogos empiristas Euler y Lagrange llegaron a extremos, incluso al fraude abierto, como el del colaborador de Euler, Maupertuis, quien insistía en que la física matemática debe limitarse a una combinación de percepciones sensoriales con una conjunto arbitrario de definiciones, postulados y axiomas cartesianos.[FIGURE 208]

Los fundadores de la ciencia física moderna, tales como Brunelleschi, Cusa, Leonardo da Vinci, Kepler, Fermat, Pascal, Huyghens, Leibniz, Bernouilli, Lavoisier y demás, hicieron hincapié, cada uno por su cuenta, en las pruebas experimentales que comprobaban la capacidad de descubrimiento del hombre de aquellos principios físicos de eficacia universal cognoscible, que resultan invisibles a la observación directa por los sentidos humanos. Un ejemplo típico de esto último, es el descubrimiento singular y original de Kepler del principio físico universal de la gravedad, en la forma en que expone los detalles de este proceso de descubrimiento en su Nueva Astronomía de 1609. El desarrollo del descubrimiento del principio físico universal de acción mínima por los esfuerzos sucesivos de Fermat, Huyghens, Leibniz y Bernouilli, en combinación con los descubrimientos de Kepler, es la prueba más concluyente sobre la base de un descubrimiento científico experimental de que los argumentos de Euler y Lagrange, que Gauss atacó, eran falsedades histéricas, como lo demuestra Gauss en su ensayo de 1799.

Para continuar preparando el escenario para el punto pertinente a demostrar aquí, añádanse los antecedentes que siguen como clarificación.

En un intento por refutar la tesis de Gauss de 1799, Lagrange, y también su facción, insistieron en que Gauss había "hecho trampa" en su tesis de 1799, al "introducir la geometría" y no limitarse a la aritmética deductiva. En un argumento "genéticamente" similar al de Lagrange, además del argumento de su seguidor, el plagiario Agustín Cauchy, el alemán Félix Klein salió en defensa póstuma de Lagrange, atribuyendo el descubrimiento de la cualidad "trascendental" de pi, ya probada por Cusa y otros, al trabajo sucesivo de los ideólogos matemáticos empiristas Hermite y Lindeman.

El fraude, o autoengaño histérico de Euler y Lagrange, consistió en la evadir el hecho de que el universo no se corresponde con las matemáticas deductivas de la geometría cartesiana. Lo que Gauss atacó, específicamente, fue la evasión fraudulenta de Euler y Lagrange del hecho de que sus falsos argumentos dependían de forma axiomática del apego al recetario de "torre de marfil" de la geometría cartesiana. Lo que Gauss había demostrado en su tesis de 1799 sobre el teorema fundamental, es que el universo real no se adhiere a matemáticas basadas en los supuestos geométricos cartesianos que se presumen autoevidentes, sino, más bien, a un universo diferente, aquél del dominio complejo, en el que el principio físico universal de la acción mínima de Leibniz ocupa una posición medular.

El argumento de Gauss no era del todo original. En su ataque a las falacias de Euler y Lagrange de 1799, Gauss replanteó en términos modernos exactamente lo mismo que tales seguidores de Pitágoras, como Arquitas y Platón, acerca de la diferencia de poderes entre las líneas, las superficies, los sólidos y el espacio–tiempo físico. Gauss abordó el aspecto de la relación de los poderes entre las líneas, las superficies y los sólidos, del mismo modo en que los griegos lo habían hecho, pero en el marco de la ciencia física moderna redefinida por sus predecesores modernos tales como Cusa, Leonardo, Kepler y Leibniz.

Con esto, en cuanto a lo que al asunto de las matemáticas se refiere, llegamos al aspecto decisivo del problema que nos ocupa, la diferencia entre el hombre y los simios.

¿Saber o sentir?

Los órganos sensoriales de un ser humano son parte integral de los procesos fisiológicos dentro de los confines de su piel. Lo que registran sus sentidos es, en el mejor de los casos, no el mundo fuera de su cuerpo, sino las reacciones de sus órganos sensoriales a algún estímulo externo. La geometría euclidiana o cartesiana formal surge del supuesto de la interpretación del individuo de los arreglos que su aparato sensorial define de manera "autoevidente", de la geometría física del espacio–tiempo físico del universo fuera de su pellejo.

El pensador científico rechaza el engaño de que tales geometrías imaginarias puedan definir el espacio–tiempo físico real fuera de su pellejo. El científico dirá, en efecto: "Debo suponer que el mundo real, fuera de lo que mis sentidos puedan llevarme a creer, no es lo que mis hábitos perceptuales sensoriales indican. En lugar de adivinar a ciegas cómo será el universo, déjame atacar el problema de manera indirecta. Déjame ver si puedo controlar ese mundo exterior a un grado significativo, y producir así ciertos cambios efectivos, duraderos y sensibles en un mundo en el que la realidad le es invisible a mis sentidos".[FIGURE 209]

Vuelva ahora a las páginas de la Nueva Astronomía de Kepler de 1609, a las mismas páginas de cuya traducción inglesa el fanático empirista Isaac Newton y sus ayudantes falsificaron su plagio del descubrimiento original de Kepler. Aun dicho plagio no fue original, recurrieron al fraude de la acción a distancia del nefasto empirista y maestro de Thomas Hobbes, Galileo Galilei, para tratar de cubrir las huellas de su propia falsificación.

Kepler se enfocó en una anomalía surgida de una observación más detallada de la órbita de Marte, para reconocer un error científico común en la astronomía antigua de Claudio Tolomeo, y también en la moderna de Copérnico y Tycho Brahe. Del estudio de esta anomalía, que en realidad controla la órbita planetaria, Kepler demostró la existencia de un principio físico universal eficaz, si bien no observado, llamado gravedad, que existía fuera de los supuestos pro aristotélicos de "torre de marfil", comunes a la práctica de estos tres astrónomos descarriados. Un estudio parecido de anomalía contraria a la fe en la geometría sensorial de "torre de marfil", condujo a Fermat y a sus seguidores al principio universal físico de acción mínima de Leibniz.

Estos descubrimientos y otros éxitos sucesivos en el descubrimiento de principios físicos universales, se han alcanzado, todos y cada uno de ellos, por ese método de hipótesis que es el rasgo fundamental del método del diálogo socrático de Platón. Cualquier prueba experimental de tal hipótesis define a aquellas hipótesis corroboradas de principio físico universal como no visibles, si bien eficaces. Es a través de la aplicación consiente de tales principios, que la especie humana —una sociedad— aumenta su poder para dominar al universo fuera del pellejo del hombre.

El arte clásico como ciencia física

El mismo principio que acabamos de ilustrar para el caso de lo que acostumbra llamarse "ciencia física", también define los principios que distinguen los métodos de composición artística clásica de aquellos modos de composición o interpretación intrínsecamente irracionales, como el romanticismo o las varias modalidades modernistas.

La demostración más clara de esta conexión se da en el caso de la distinción entre la cultura clásica griega, y la llamada escultura arcaica, como de lápida. Como la Oda a una urna griega de John Keats debería ilustrarnos, la escultura clásica griega, al igual que el enfoque revolucionario en la pintura de Leonardo da Vinci y Rafael Sanzio, y tales obras como el "Busto de Homero contemplando al ciego Aristóteles", sustituyen ese elemento inerte, de "naturaleza muerta", con la representación de un instante de vida en movimiento continuo. No es esto una ilusión mágica; se trata del mismo principio expresado por el uso de la catenaria por Brunelleschi en la construcción de la cúpula de la catedral de Santa María del Fiore, en Florencia, del que hizo eco el descubrimiento de Leibniz de la definición de la relación del dominio complejo de la catenaria con el principio universal de acción mínima.

En la poesía y la música, es esencial el principio de la coma pitagórica para lograr una composición física científica y artística. La coma se define, según el relato del argumento de Pitágoras, en la diferencia natural que se general al comparar la voz cantante más natural, como el bel canto florentino, por ejemplo, con la división lineal inerte de un monocordio. La diferencia entre la música humana y la lineal no se determina de modo matemático, sino por una reflexión determinada de manera natural de la diferencia entre un instrumento musical vivo y uno inerte.

En la poesía clásica, es vital el papel de la voz humana cantante, potencialmente educada en el bel canto. De igual modo, el contrapunto bien temperado, como lo define con precisión científica J.S. Bach, define una gran distancia con las patética producciones de "longaniza" del reduccionista y virtualmente lobotomizado Rameau. Como Franz Schubert demuestra este punto de un modo simple y conciso en su arreglo del Erlkönig de Goethe, es la yuxtaposición de la entonación y las voces lo que distingue la comunicación de la pretendida ironía y la metáfora —que son la esencia de las cualidades humanas de pensamiento expresadas—, de las interpretaciones monótonas del barboteo, como de teletipo, de un texto, o de los vacuos barboteos grandilocuentes del romanticismo y el modernismo.

La característica común a todo arte clásico y sus interpretaciones reside esencialmente, no en lo sensorial, sino en la imaginación compartida del ejecutante y el escucha. En una obra de teatro bien ejecutada, una obra de Shakespeare por ejemplo, la atención del público es rápidamente transportada del cuadro en escena a la escena de la imaginación del público, como lo señala Shakespeare al abrir el coro en Enrique V. Lo mismo sucede en el caso de la ejecución de grandes obras de música clásica, en donde se reúnen las mentes del compositor, del ejecutante y de un público dispuesto, en el dominio común de los poderes cognoscitivos de la imaginación.

La conexión entre el arte clásico y la ciencia clásica, como la de Platón, Cusa, Kepler, Leibniz y Gauss, tiene el objetivo de unir los poderes cognoscitivos de los miembros individuales de la sociedad en un esfuerzo hacia una meta común. A través de la educación de las relaciones sociales dentro de la sociedad, con la ayuda de la composición e interpretación de formas clásicas de composición artística, nos encontramos mejor capacitados para promover los descubrimientos individuales de aquellos principios físicos universales no vistos, ni oídos, hacia procesos sociales con una orientación hacia la misión de común propósito, a través de la cual la humanidad conquista la naturaleza exterior. Es a través de estos medios que el hombre se eleva por encima de las bestias y se diferencia a sí mismo de los simios.

Pero es más que sólo eso.

Nuestra vida mortal no es sino un instante de la eternidad. Considerar nuestra personalidad simplemente en términos de nuestra frágil y breve existencia mortal, tendería a promover la desesperanza en cualquiera ocasión en la que enfrentemos circunstancias difíciles. Sin embargo, si nos concebimos a nosotros mismos como asimiladores, perfeccionadores y transmisores de ideas revolucionarias, tales como descubrimientos de principios físicos universales válidos, del pasado al presente y hacia el futuro, y tal vez añadiéndole algo a ese legado, obtendremos un sentido de que nuestra existencia personal se ubica esencialmente en el campo propio de las criaturas pensantes, en la eternidad del pasado, el presente y el futuro de la existencia humana.

De modo que, cuando reflexionemos sobre los beneficios que podamos transmitir de esta manera a nuestros predecesores, cuyos sueños realizamos, y a los hijos y a los nietos después de nosotros, nos sentiremos justamente optimistas acerca de nosotros mismos, de nuestro paso por el presente, cualquiera que resulte ser el lapso de nuestra vida mortal. El descubrimiento original de cualquier persona, de cualquier época del pasado, que se me permita conocer, o el conocimiento de cualquier persona de importancia universal, como por ejemplo la pequeña campesina Juana de Arco, una vez captada por mí como idea universal, nunca morirá para mí mientras mi mente viva. Voy a luchar, por tanto, por esa causa. Este es el modo en que viven las gentes de bien.

Aquí yace la importancia de un pujante movimiento de jóvenes, aun bajo las condiciones más oprobiosas y amenazantes de la sociedad en general. No es cuestión de sentirse bien; es cuestión de ser bueno de verdad, en el sentido que mandan los principios del Preámbulo de la Constitución federal de los EU, ser bueno en el sentido en que Leibniz, el principal adversario del depravado John Locke, define la justa búsqueda de la felicidad, la felicidad de vivir efectivamente como un ser histórico pensante en el pasado, el presente y el futuro, todo a la vez.

Es por estas razones que el líder político excepcional, al igual que el líder artístico y científico, sigue siendo, por el momento, el líder decisivo indispensable de la sociedad, especialmente en una sociedad que es presa de una tragedia autoinfligida, como los EU hoy día. Es un papel que, a falta de sustitutos idóneos, me veo obligado a cumplir. Yo les ofrezco el futuro. Vean en esto a sus hijos, los hijos de sus hijos, y a aquéllos que están por nacer. Protéjanlos de ese mal que representan los rapaces gallinazos seguidores del viejo brujo perverso Strauss, de lo que significan sus guerras y planes de saqueo, en favor del pasado, el presente y el futuro combinado de la humanidad, hoy. La humanidad es buena. Es la mejor criatura en la eternidad del Creador. Defiéndela como corresponde; sé verdaderamente humano.

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[1] Mariscal de campo Erich von Manstein, Verlorene Siege (Lost Victories: The War Memories of Hitler's Most Brilliant General), Presidio Press, 1994. Para un recuento devastador de la estupidez de los generales fascistas de Hitler, comparables a la tiranía de Rumsfeld sobre sus generales.

[2] No sólo la carrera del profesor de la Universidad de Chicago, Leo Strauss, se lanzó con el patrocinio de Carl Schmitt de Alemania, el diseñador de ese Novterordnung (Nuevo Orden) que se usó para otorgar poderes dictatoriales a Hitler después del incendio del Reichstag. La política belicista del gobierno de Bush y el borrador del "proyecto de ley, Patriota 2" y las doctrinas afines de Ashcroft de Guantánamo, se copiaron de los campos de concentración y los dogmas legales desarrollados por Carl Schmitt.

[3] Encontramos una forma de demencia y resentimiento contra la verdad en los textos doctrinarios del juez de la Suprema Corte de Justicia de los EU, Antonin Scalia. A diferencia de los textos francamente cabalísticos de Leo Strauss y sus seguidores, los diálogos de Platón, el principal blanco del odio externado explícitamente por Strauss, se basan en principios constructivos corroborables experimentalmente, como la misma tradición pitagórica de Arquitas y Platón que el ensayo de 1799 de Gauss planteó en la forma de física matemática del dominio complejo. Con Platón, no se necesita debatir la interpretación del texto, se debe repetir la experiencia de la construcción experimental que Platón aporta. Cualquier debate sobre la traducción o copiado de los escritos de Platón, sólo puede resolverse mediante la epistemología de dichos métodos de construcción. El método de la argumentación de Strauss y Scalia son ejemplos específicos de juegos de palabras nominalistas racionales esquizofrénicos, una demostración de expresiones diagnosticables en el uso del lenguaje, que se corresponden con —y a menudo reflejan— el modo de pensar esquizofrénico.

[4] Bernhard Riemann, Über die Hypothesen welche der Geometrie zu Grunde liegen, H. Weber, ed. (Dover Publications, Nueva York, 1953).

[5] Entre los peores casos del uso incorrecto de lo "normal" como pauta, hay ejemplos de violencia real o de amenazas promovidas por los prejuicios religiosos o raciales.

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