Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Sobre el tema de los aranceles y el comercio

12 de enero de 2004

Durante 1959–1960, en mi condición de economista, empecé a alertar que, de continuar aplicándose las medidas de [el entonces presidente de la Reserva Federal] Arthur Burns hasta entrados los 1960, deberíamos esperar el estallido de una serie de crisis en el sistema monetario existente para la segunda mitad de esa década. Advertí que si continuaban esas medidas en práctica, a pesar de las señales de advertencia que representaban esas crisis monetarias, habría un derrumbe general del sistema existente de Bretton Woods. El presidente John F. Kennedy amenazó con corregir esas medidas erróneas; la crisis de los proyectiles de 1962, su asesinato, y la guerra oficial en Indochina que su asesinato hizo posible, aseguraron la continuación de las tendencias económicas de las que yo había alertado en informes de circulación (ciertamente) limitada. Sea que mi voz fuese o no muy escuchada en ese momento, se tomó la decisión de hecho con las consecuencias resultantes que yo había previsto.

Esas advertencias al principio se hicieron en círculos limitados, pero llegaron cada vez más a la atención del público en el intervalo de 1966–1967, en especial a raíz de los choques sucesivos de la crisis de la libra esterlina en el otoño de 1967, y la crisis consecuente del dólar estadounidense de enero–marzo de 1968.

El desplome general del sistema de Bretton Woods del que yo había advertido ocurrió entre cuando el presidente Richard Nixon derrumbó el sistema el 15 y 16 de agosto de 1971, y esa conferencia monetaria en las Azores de 1972 que puso en operación el sistema monetario de tipos de cambio flotantes al presente condenado a la ruina. El crac de 1971, el cual casi todos los demás economistas y libros de texto decían que era imposible bajo el dominio de los "estabilizadores estructurales" existentes, me definió como una fuerza intelectual de carácter político que los poderes establecidos tendrían que tomar en cuenta. Y, según su "cuenta", tendrían que deshacerse de mí tan pronto fuera posible, antes de que los efectos de la credibilidad que me granjeaba me llevasen a una posición de mayor influencia política de la que ellos pensaren tolerable.

A la sazón advertí que, si no aprendíamos la lección de esta experiencia de 1966–1972, el mundo se tambalearía en la dirección de nuevas amenazas de insurgencia fascista como las de 1922–1945.

Ahora estamos en las garras de la fase terminal de un derrumbe general del sistema financiero monetario mundial existente. Como advertí, también nos encontramos amenazados por una insurgencia fascista generalizada, de la que son meros ejemplos el impacto de la restauración de la doctrina estratégica de "guerra nuclear preventiva", llevada a cabo por el vicepresidente estadounidense Cheney, y la sustitución al estilo nazi de las fuerzas y la doctrina militar tradicionales, con una doctrina militar semejante a la de las legiones imperiales romanas, y con el propósito nazi de crear unas Waffen–SS internacionales que dominen al mundo.

El proceso que nos ha traído a esta situación, a partir del inicio oficial de la guerra de Estados Unidos en Indochina, ha tenido el carácter de un cambio de paradigma cultural de onda larga, un cambio cultural que irrumpió como la "contracultura del rock, las drogas y el sexo" de mediados de los sesenta, y el fenómeno relacionado de los sesentiocheros y las llamadas novelerías "posindustriales". A partir de 1971–1972 se ha venido desarraigando y destruyendo de forma sistemática a las instituciones de las que dependió la recuperación estadounidense de la depresión de Coolidge y Hoover, así como la recuperación de Europa de la ruina de la Segunda Guerra Mundial.

En este período de 1971 hasta el presente he advertido de la necesidad de resistir este cambio de paradigma cultural.

Estas advertencias han venido acompañadas de pronósticos económicos a largo plazo que han mostrado ser siempre evaluaciones precisas de la naturaleza y del momento de nuevos hechos decisivos en el sistema monetario económico. A estas advertencias, reivindicadas de manera reiterada, no se les hizo caso. Ahora los efectos acumulados de eso que yo había advertido, han condenado al presente sistema financiero monetario mundial a desaparecer.[FIGURE 1]

Esto significa que, o se aceptan ahora mis advertencias como se debe, o nuestra civilización en general enfrenta la muy probable posibilidad de un hundimiento relativamente inmediato en lo que emergerá como una nueva Era de Tinieblas planetaria generalizada.

Por tanto, el tema de este informe tiene que ver con ciertas medidas, radicalmente nuevas, que se necesitan con urgencia en lo que toca a la regulación de los aranceles y el comercio. Estas serán una parte fundamental de los cambios en el pensamiento y la práctica de nuestra nación, que tienen que hacerse pronto si ha de haber una esperanza realista de conjurar de manera duradera la al presente inevitable y pronta bancarrota de la economía estadounidense. Este derrumbe, a menos que se le dé marcha atrás mediante un viraje oportuno hacia la filosofía y la práctica del presidente Franklin Roosevelt en circunstancias comparables, significaría sumir al sistema monetario–financiero y económico mundial actual en una depresión relativamente mucho más profunda que la de 1928–1933.

A pesar de las cifras repetidamente fraudulentas elaboradas por el sistema de la Reserva Federal de sus presidentes Paul Volcker y Alan Greenspan, no hay ninguna posibilidad de recuperarse de la depresión general que al presente embiste a menos que, en el transcurso de los próximos cuatro años, estimulemos el crecimiento económico nacional con un cambio relativamente vasto de la política nacional, apartándose de la especulación en el mercado financiero, y regresando a la inversión de capital nuevo a mediano y largo plazo en empleos para la producción de infraestructura económica básica y otros bienes físicos útiles. Este programa de recuperación debe incluir inversiones en infraestructura económica básica de un orden de no menos de seis billones de dólares de hoy en los años inmediatamente adelante. Este crédito federal de nueva creación debe emplearse en inversiones a largo plazo para, elevar el nivel y la calidad del empleo de la fuerza de trabajo.

De este modo, mediante estas medidas, elevaremos el ingreso real de la nación y los estados por encima del nivel de equilibrio, y crearemos aun más vastas cantidades de inversión de nuevo capital a largo plazo, tanto en nueva infraestructura económica como en nuevas tecnologías.

Sin embargo, dada la desastrosa situación financiera mundial actual, incluso ese tipo de intento de recuperación fracasaría, a menos que el actual sistema monetario–financiero mundial de tipos de cambio flotantes al presente en bancarrota fuere sustituido por el regreso a ese modelo del sistema de tipos de cambio fijos establecido por la conferencia original de Bretton Woods durante la guerra. Esta nueva forma de sistema de tipos de cambio fijos como el de Bretton Woods debe incluir un compromiso de continuar a largo plazo con tales medidas por el lapso de las dos generaciones venideras, proporcionando crédito a largo plazo y a tasas de interés simple de 1 a 2%.

El cambio más decisivo de todos los que se necesitan, si es que la economía estadounidense ha de sobrevivir la catástrofe que embiste. es un cambio total y a fondo en el modo de pensar, abandonando las tendencias de los últimos cuarenta años, y regresando a la cosmovisión que expresaba el presidente Franklin Roosevelt, de la que dependió la recuperación de los efectos de las insensateces de los Gobiernos de Coolidge y Hoover. Nuestra supervivencia en tanto nación ahora dependerá de la voluntad de la mayoría de nuestro pueblo, y de nuestras instituciones de gobierno, de dar marcha atrás a esa tendencia de las llamadas ideologías "posindustriales" de la generación del 68 y la "generación X" de EU, Canadá y Europa Occidental que predominan hoy día. Debemos apartarnos de esas necias ideologías que nos han llevado a la ruina hoy, y retornar a lo que habían sido las medidas tradicionales y exitosas de la recuperación encabezada por Roosevelt en la última gran depresión mundial.

Estas inversiones por iniciativa de los gobiernos, que yo he seguido proponiendo, deben caracterizarse por inversiones de EU en infraestructura económica básica en categorías tales como: a) la generación y distribución de energía; b) gestión de aguas a gran escala y programas "ambientales" afines; c) transporte público, sobre todo ferroviario, de levitación magnética, y nuevos sistemas de transporte aire–tierra; d) instalaciones para la atención médica y sistemas afines; e) instalaciones para sistemas educativos; f) un programa de impulso científico orientado hacia el espacio; g) reforma de la infraestructura urbana. Como el proyecto TVA (siglas en inglés de la Administración del Valle del Tennessee) bajo el presidente Franklin Roosevelt, estas inversiones son inherentes a los ciclos de inversión con una maduración financiera inicial de entre un cuarto de siglo y medio siglo.

Estas categorías de inversión a largo plazo en infraestructura económica básica serán utilizadas como el principal estimulante nuevo para la expansión y la actualización tecnológica del empleo aumentado en la empresa privada.

La interrogante que se plantea de manera implícita, por tanto, es: ¿cuál podría ser la probabilidad previsible de que las nuevas emisiones financieras en inversión de capital pudiesen desviarse en lo principal hacia el desperdicio de la especulación financiera, desviada a desperdiciarse como lo hemos visto con los presidentes de que hemos disfrutado en las recientes tres y media décadas? No debemos tirar el nuevo capital al mismo excusado en que nuestra economía ha echado cantidades enormes de capital financiero invertido previamente bajo esos gobiernos despistados.

Por tanto, tenemos que plantear la siguiente interrogante que tiene que ver con los cambios necesarios en la política arancelaria y comercial.

¿Sobre qué bases podemos asegurarle de forma honesta a los inversionistas privados y del gobierno que el financiamiento de la recuperación económica a relativamente corto plazo no se desviará de los propósitos estipulados arriba, hacia un pozo sin fondo de "libre comercio" a largo plazo, como en el que nos han metido las disposiciones de los gobiernos y otros en las últimas cuatro décadas; cuatro décadas de cambio en la política nacional estadounidense, de apartarse de haber sido la nación productora más grande del mundo, para convertirse hoy en la nación parásito, intrínsecamente en quiebra, que procura estilos de vida de "pan y circo?[1]

Para analizar ese tema debemos situar los razonamientos en el contexto de la instrumentación del sistema de tipos de cambio fijos del "Nuevo Bretton Woods", un sistema que debe sustituir al actual sistema monetario–financiero mundial de tipos de cambio flotantes, al presente quebrado de manera irremediable. De allí que nuestro tema aquí, como lo explicaré, es el papel decisivo, por desgracia poco entendido, del conjunto de pautas relativamente fijas de mediano a largo plazo de aranceles y acuerdos comerciales en el proceso de una recuperación general de la presente economía de EU y del mundo.

Para situar ese análisis en sí, tomaré en cuenta el siguiente problema general de la vida mental, mismo que prevalece entrambos, los dirigentes y los ciudadanos comunes de nuestra nación, y otros lugares hoy. Doy inicio a ese análisis con la siguiente observación general, a la cual regresaré para examinar con una mayor profundidad necesaria más adelante en este informe.

La raíz del problema

Los correctivos importantes para esta crisis incluyen regresar a los principios estadounidenses de las pautas de aranceles y comercio, que constituyeron las doctrinas generalizadas de los fundadores de nuestra república, mismas que nos fueron de provecho cuando volvimos a ellas de forma repetida, como con el presidente Franklin Roosevelt. Hoy esas pautas, que serían de los elementos esenciales de cualquier recuperación económica funcional del derrumbe que embiste, enfrentan feroz resistencia. De prevalecer esa resistencia, nuestra república podría no sobrevivir los varios años venideros de crisis en una forma reconocible. Esta resistencia es tan grave amenaza a la existencia permanente de nuestra república como cualquier otra. Por tanto, hay que identificar las raíces de esa resistencia, si ha de salvarse la república de los peligros que hoy la amenazan.

El problema político principal que la mayoría de los dirigentes políticos de nuestra república son muy renuentes a abordar, es la popularidad de las nociones de corte axiomático como la del "libre comercio". Pese a que el "libre comercio" es una causa principal de la ruina de nuestra economía hoy, como lo muestran los efectos desastrosos del TLC, pocas figuras políticas han tenido el valor de encararlo con eficacia. El "libre comercio" ha llegado a arraigarse profundamente en los sofismas académicos pertinentes y afines más populares de nuestra época. De allí que los que sientan las pautas prefieran buscar remedios que no ofendan esa enfermedad de la sofistería contemporánea, para no ir contra la corriente mayoritaria de la opinión popular.

Así, mientras los ciudadanos exijan simples consignas populistas como base para las opciones de orientación, nuestra república está condenada a la ruina. A menos que pueda enseñársele a la mayoría de nuestro pueblo a abandonar esa sofistería que es la opinión popular, a favor de seguir con el "libre comercio" y medidas afines, esta república no sobrevivirá por mucho tiempo. Por tanto, todo razonamiento simplista que tenga que ver con la política de aranceles y comercio, a favor o en contra, debe echarse a un lado. Hay que sustituir la sofistería con la razón, por impopular que pueda parecer la razón en estos días.

En lo que respecta a mi papel personal en estas cuestiones, las advertencias y medidas que he presentado en casi medio siglo han sido confirmadas por la historia hasta ahora. A lo largo de más de tres de esas décadas, desde 1971–72, mis razonamientos han circulado con amplitud entre los círculos dirigentes nacionales e internacionales. En el último período debe decirse que mis opiniones han probado ser correctas, y las de quienes se les oponían erróneas. Cuando personas en posiciones encumbradas rehúsan aprender las lecciones pertinentes comprobadas de esta importancia, debe examinarse la ideología causante de su tozudez con el propósito de erradicar esas opiniones sofísticas que han impedido la adopción de soluciones, cuya validez ahora queda ricamente demostrada para nuestra presente crisis, soluciones que ya se han postergado demasiado.

Asimismo, considerando mi posición, con el senador John Kerry entre los candidatos actuales con mayor probabilidad de obtener la nominación presidencial demócrata de 2004, tengo un grado de responsabilidad correspondiente especial de dar cuenta de las premisas científicas y relacionadas en las que fundamento mis planteamientos programáticos. Sea o no que todos los ciudadanos entiendan a plenitud los principios de mis logros ejemplares en el campo de la economía, tienen el derecho de tener acceso a un planteamiento meticuloso de los principios que empleo al abordar los asuntos decisivos que encara nuestra república en los cuatro a ocho años venideros. Tomo esa responsabilidad en cuenta aquí.

Debemos, por tanto, abordar los fundamentos del asunto de la política con respecto a los aranceles y las regulaciones del comercio. Debemos descubrir y erradicar los sofismas popularizados que han tumbado a nuestra república tan bajo, por tantas décadas. Debemos hurgar en las mentes de quienes han adoptado dichas sofisterías, en tanto que educo a los que deben llegar a ser los principales planificadores del próximo Presidente de EU. Con raras y preciosas excepciones, la generación de economistas con calificación universitaria que ahora domina, y el público en general por igual, ignoran de un modo patético los más elementales principios físicos a largo plazo de la economía política exitosa. En las presentes circunstancias del desplome general en marcha del actual sistema monetario–financiero mundial de tipos de cambio flotantes, esa ignorancia generalizada, incluso entre los profesionales, ahora representa una severa amenaza, una fuente de peligro mortal a la existencia continua de nuestra república.

Para citar lo que dije hace poco en una conferencia con jóvenes en Maguncia–Laubenheim (Alemania): en materia de economía el ciudadano estadounidense típico de hoy, sea de alto o bajo nivel académico, es como uno de un montón de peces cautivos en una pecera, a la cual, a su vez, la llevan al presente hacia el excusado cultural–financiero en donde podrían arrojar lo que contiene.

La pecera que así aprisiona a esos cautivos es una ilusión respecto a la naturaleza de la economía en general, y del dinero en particular. Ese ciudadano es víctima de creer en un conjunto de supuestos de corte axiomático que son falsos ante la realidad, tal como el dogma conocido como el "libre comercio", un dogma en el cual cree con mayor o menor devoción. Sus creencias las delimita un conjunto de tales supuestos axiomáticos o cuasiaxiomáticos, que lo impulsan a negar cualquier realidad que exista fuera de los límites de la congruencia con sus conjeturas ilusorias.[2]

El problema es que el ciudadano típico ve las opiniones que deriva de tales supuestos cuasiaxiomáticos como "prácticas", y por ello considera que las opiniones contrarias a esas suposiciones son "imprácticas", "sólo teóricas", o quizás lo que el existencialista de mente enfermiza de hoy ridiculiza como "teorías conspirativas".[FIGURE 2]

De este modo, la mente del ciudadano inadvertido queda apresada entre los lados de una pecera en la que la mente nada, como si rehusara aceptar la noción de que de veras exista algo fuera de esa pecera, ni siquiera los mismos lados de la pecera. Semejante ciudadano, dentro de su pecera de autoilusión llega a ser así comparable a los legendarios lemmings, que saltan del borde del abismo a las rocas abajo, en aras de "la unidad del partido", porque ceñirse a la idea de actuar de manera diferente sería socialmente inaceptable. Sin embargo, por lo general el hombre de la pecera en realidad no salta al abismo; más bien, deja que su pecera de ilusión lo lleve a su ruina como si fuera de modo espontáneo. Así la economía más productiva del mundo en 1963, se ha transformado en estos cuarenta años en el desastre que ha producido para hoy el hábito adquirido.

Regresaré a este problema estratégico decisivo de la salud mental de EU hoy más adelante en este informe, luego de primero sentar las bases para ese examen identificando ahora la forma en que un sistema de "libre comercio", como el actual sistema monetario–financiero de "tipos de cambio flotantes", destruye una economía al destruir esos modos de inversión de capital de los que depende la prosperidad continua.

1. El concepto de capital

Olvídate de lo que nos habían enseñado a la mayoría de nosotros hoy los que creían saber de economía. Haz a un lado lo que el economista común entrenado en la universidad intenta enseñarte sobre economía, incluso ante la prueba de que esas enseñanzas han conducido a nuestra nación a la condición actual prácticamente de bancarrota. En vez de aceptar esas ilusiones populares, piensa como debiera hacerlo un científico.

Desde el punto de vista de cualquier forma competente de práctica elemental de administración de empresas, el concepto de capital es inherente a los costos de producción "acumulados". Existen dos conceptos directamente contrarios de dicho capital: físico versus financiero. En el estado mental desorientado tan difundido hoy día, que se ha convertido en lugar común entre la mayoría de los economistas, contadores y el público en general, se supone que el capital tiene esencialmente la forma de tenencias financieras (que son, después de todo, sólo "papeles", en vez de medirse de un modo primordial y ontológico en términos reales, es decir físicos).

El capital físico real incluye las mejoras, como las de la infraestructura económica básica, que constituye una forma de capital físico, en vez de las nociones ficticias, a menudo engañosas, de capital financiero que todavía son muy populares hoy día. De otro modo, aparte de tales fantasías contables, podemos estar de acuerdo con esa práctica de la contabilidad mayoritaria que define "corriente" como lo que pudiera aparecer en el balance general, o en el estado de pérdidas y ganancias al cierre de un año fiscal. Si empleamos un ciclo anual como pauta de comparación, del mismo modo en que usamos la misma medida, el ciclo del año solar (o sideral) como la pauta de comparación en la astronomía, tenemos entonces las siguientes distinciones pertinentes para nuestra consideración aquí.

Tenemos que hacer las distinciones aproximadas entre: el capital de corto plazo (el invertido en el intervalo, a menudo menor de un año, entre el inicio de la producción de un producto y su adquisición para el consumo); el capital de mediano plazo (que involucra un ciclo de inversión, producción y consumo contenido en unos pocos años); y el capital a largo plazo (como la maquinaria, planta y equipo) cuyo ciclo de vida de inversión puede ser tan largo como una o dos generaciones (desde un cuarto hasta medio siglo).

En todo examen competente de la función que tiene el capital en una economía comenzamos con el concepto de capital físico, y comparamos los ciclos de producción y desgaste y las tendencias así definidas. Tenemos que hacer un contraste entre el verdadero capital físico invertido y el valor monetario empleado para la contabilidad financiera de los costos de esas inversiones físicas. Esto nos plantea el reto de regular los valores financieros del capital a fin de que sean conformes con la valuación funcional, en vez de la noción de objeto por objeto de la valuación financiera comparativa asignada a los valores físicos. La regulación del comportamiento financiero y monetario con el propósito de controlar las insensateces fanáticas intrínsecas al comportamiento irracional a menudo inducido por la fe ciega religiosa en el dinero, es el medio por el cual, pese a las ilusiones sobre el dinero, podemos fomentar un efecto sano en la economía física real. Esta función de cordura del gobierno es lo que se conoce como "proteccionismo".

Se deben comparar dos ideas contrastantes, aunque válida cada una, propias de la idea de valor físico del capital físico.

Primero, tenemos que reponer el capital físico que va gastándose. Segundo, tenemos que tomar en cuenta los efectos adicionales del agotamiento tecnológico. No sólo debemos remplazar el capital gastado por el uso; debemos introducir la tecnología nueva más avanzada necesaria para vencer el atraso causado por la falta de mejoras tecnológicas. Ese par de consideraciones nos obliga a introducir la noción de valores económico–físicos como tales, de la manera siguiente:

Gauss, Riemann y la economía

En materia de ciencia económica, como en el caso de cualquier rama de la ciencia, siempre hay un principio universal particular, fundamental, subyacente, que define de manera apropiada la materia. Sin fidelidad a un principio válido tal no hay ciencia, sino la mera opinión de un sofista, como es emblemático en los acostumbrados libro de textos y la instrucción sobre economía en el aula de hoy.

Como cuestión de principio científico–físico, el fundamento conocido de una ciencia de la economía, como lo indicaré aquí, se remonta al menos a las vidas adultas de Solón de Atenas y Platón. Pero la existencia de una verdadera economía es una creación de la historia europea moderna, que tuvo sus comienzos en la fundación de los primeros Estados nacionales modernos, la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII, a fines del siglo 15.

El principio fundamental que sustenta una ciencia de la economía, de cuya aplicación se deriva la economía moderna, es el concepto de "poder" (dúnamis en el griego antiguo) que adoptó Platón, principalmente de la obra de los pitagóricos. Todas las variedades importantes de las doctrinas modernas incompetentes sobre economía política, como el empirismo de Locke, Mandeville, Quesnay, Adam Smith y Jeremías Bentham, tienen su raíz en su incompetencia intrínseca al simplemente evadir o negar de plano la existencia del principio de "poderes", como Euler, Lagrange, et al., han negado la existencia real de los principios físicos universales leibnizianos que tienen una autoridad superior en el universo a cualquier simple aritmética financiera o de otra índole.[3][FIGURE 3]

El derrumbe del sistema monetario–financiero mundial de tipos de cambio flotantes que al presente embiste, es un ejemplo de lo que resulta de la especie más extrema de incompetencia general en las teorías económicas, como las de la mayoría de la generación de las figuras políticas y académicas destacadas en la actualidad, víctimas emblemáticas de la generación "sesentiochera" que anda en sus cincuenta años de edad o entrando a los sesenta. El reconocimiento de esa incompetencia sistémica es crucial, como lo mostraré más adelante en este informe, para entender las necedades de muchas de las opiniones académicas generalizadas respecto al tema de los aranceles y el comercio.

Lo que los reduccionistas como Leonhard Euler, Thomas Huxley y Federico Engels, o los reduccionistas más radicales Ernst Mach, Bertrand Russell, Norbert Wiener y John von Neumann, nunca quisieron entender, es que el individuo humano no es un simio superior ni una forma de no–vida, como las simples máquinas. Esa observación es el punto esencial del razonamiento contra los reduccionistas, el razonamiento que hizo Carl F. Gauss contra Euler, Lagrange, et al., en su obra de 1799, El teorema fundamental del álgebra.

Ahí desenmascaró los errores necios de Euler y Lagrange sobre el tema específico de la física matemática. El "dominio complejo" de las matemáticas, el cual Euler, Lagrange y otros empiristas habían rechazado, refleja el conocimiento del hombre de esos principios físicos fundamentales que se prueban por experimento y que no se perciben de forma directa mediante los sentidos. Contrario a Euler y Lagrange, el descubrimiento singularmente original de Johannes Kepler de la gravitación universal es emblemático de los principios cognoscibles a la humanidad, que no pueden conocerse como objetos directamente mediante la simple percepción sensorial.[4]

Como pondré de relieve de forma repetida aquí, y más adelante en este informe, respecto al caso de la pecera, el razonamiento de Gauss de 1799 contra Euler, Lagrange y los reduccionistas en general, refleja su reconocimiento de la importancia de una geometría física antieuclidiana (también conocida como ante–euclidiana), a diferencia de lo que se describe con justicia simplemente como una geometría no euclidiana (v.gr., las de Lobatchevsky y Bolyai).

Ninguna forma inferior de vida, incluyendo a los simios superiores, mucho menos un simple dispositivo de computación digital, es capaz de descubrir y conocer un principio físico. Esta cualidad única de la especie humana, a veces llamada "prometeica" o "lo Sublime", define el significado de "espiritual" en la ciencia física, incluyendo la ciencia de la economía física. Esta es la cualidad empíricamente cognoscible, "prometeica" o "sublime" del individuo social humano, sobre la cual se fundamenta la noción del hombre y la mujer en tanto hechos igualmente a semejanza del Creador del universo.

Por tanto, el concepto científico riguroso de esa naturaleza espiritual especial e inmortal del hombre, en tanto distinto de las formas inferiores de vida, es la base de lo que los teólogos e historiadores competentes conocen como el "derecho natural". El principio de la soberanía, del bienestar general (v.gr., el bien común) y la posteridad, que se plantean en el preámbulo de la Constitución federal de EU como sus principios fundamentales, son expresiones representativas de dicho derecho natural. Toda economía política válida, y el estadismo relacionado, como lo que describía el secretario del Tesoro Alexander Hamilton como el "Sistema Americano de economía política", se deriva de la aplicación de ese cuerpo de derecho natural, del cual resumiré aquí los aspectos fundamentales pertinentes de esa materia, que tienen que ver con el tema de la regulación de los aranceles y el comercio.

El descubrimiento que presentó Gauss en esa disertación de 1799 refleja los fundamentos de las matemáticas griegas preeuclidianas llamadas "esféricas", que Tales, Pitágoras, Platón, et al., obtuvieron a la sombra de esos extraordinarios instrumentos astronómicos conocidos como las grandes pirámides del antiguo Egipto.

El planteamiento en cuestión respecto a la ciencia económica procede a partir de ahí como sigue: todo principio físico universal comprobado por experimento corresponde al descubrimiento de alguna anomalía pertinaz en el dominio de la experiencia de la percepción sensorial. Tales anomalías reflejan el hecho de que el aparato de percepción sensorial del individuo humano es parte del organismo mortal del individuo viviente. Por tanto, nuestras percepciones sensoriales son la huella, no el pie mismo, del paso del universo real sobre nuestro aparato sensorial biológico. El reto para la mente humana consiste en descubrir el principio que ha generado esa huella.[5] El concepto de Gauss sobre el dominio complejo, que presentó en oposición a los fanáticos reduccionistas como Euler, Lagrange, et al., define un enfoque de la física matemática mediante el cual podemos mostrar una correlación funcional entre la parte percibida por los sentidos de la experiencia experimental y el principio invisible descubierto que gobierna la proyección de la sombra en cuestión, la huella del pie.

El descubrimiento singularmente original de Kepler, detallado finamente en 1609, de un principio tal de gravitación universal, es un ejemplo histórico de esto.

Mis descubrimientos originales de 1948–1953, en el marco de los descubrimientos originales de Leibniz (1671–1716) en la ciencia de la economía física, inicialmente se desarrollaron debido a mi visión del progreso tecnológico como resultado de esos descubrimientos de principio universal que se sitúan en el dominio de esa noción de ironía que de otro modo se define, pero con el mismo efecto, de acuerdo con los principios de la composición artística clásica.

En otras palabras, yo rechacé la división popular contemporánea del conocimiento académico entre "dos culturas", ciencia física versus las artes, como las identificaba el autor británico C.P. Snow.[6] Reconocí una forma de ironía clásica (v.gr., principalmente la metáfora), si fuese verdaderamente ironía clásica, como el complemento de las paradojas que fomentan el nacimiento de principios físicos descubiertos. La ciencia física, como se le ve generalmente, pertenece a la relación directa implícita de las facultades cognoscitivas de la mente individual soberana con el universo físico. El arte clásico, en especial la ironía artística clásica, se refiere al mismo tipo de facultades cognoscitivas individuales, pero para el caso en que el sujeto inmediato es el proceso social, en vez de la relación ostensiblemente más simple, y supuestamente directa, del individuo con el dominio físico.[7]

Reconocí, de una forma que fue reforzada por mi posterior estudio del razonamiento de Riemann, que es en la dimensión social de la cognición, que el individuo forma esas ideas para la práctica que constituyen principios universales válidos de la ciencia física.[8] De ahí la relativa singularidad de mi descubrimiento en este aspecto.

En un esfuerzo por darle a mis descubrimientos las "piernas" necesarias para la práctica matemática o cuasimatemática cotidiana, en 1953 revisé mis descubrimientos anteriores acorde con la disertación habilitante de Riemann DE 1854.

De ahí la aplicación de los descubrimientos de Riemann a mi descubrimiento original: el llamado método LaRouche–Riemann. Este método ha probado ser, no sólo la mejor herramienta para el pronóstico económico a largo plazo, sino prácticamente la única herramienta competente conocida y de éxitos consistentes a lo largo del período de alrededor de cuatro décadas. El artificio pedagógico de la pecera que se trata en este informe, ilustrará la cuestión decisiva sobre mi método de pronóstico a largo plazo.[FIGURE 101]

Los descubrimientos de Riemann, más notablemente su disertación habilitante de 1854 y su tratamiento de las funciones abelianas, son el producto natural de la teoría general de superficies curvas que había desarrollado Gauss a partir de la semilla de sus ataques a Euler, Lagrange, et al., en su revolucionaria obra de 1799, El teorema fundamental del álgebra.[9]

Repito, la importancia de estos descubrimientos ya era implícitamente conocida por los astrónomos griegos preeuclidianos tales como Pitágoras, y también por Platón. El ensayo de Gauss de 1799 se refiere de un modo explícito a ese antiguo nexo preeuclidiano de los métodos geométricos de los pitagóricos y a Platón. El caso de doblar una línea axiomática, un cuadrado, o un cubo, es la ilustración más simple del razonamiento de los preeuclidianos de la época de Platón, y de Gauss después. Estos tres casos elementales de doblamientos paradójicos, ampliados por la construcción de los sólidos platónicos, ya definen ontológicamente lo que Gauss presenta como el dominio complejo.

En cada caso, la solución a la paradoja es un principio que es invisible a la percepción sensorial, pero que corresponde a una acción humana premeditada de la cual se genera la solución, como si fuera por la acción de construcción.[10] La más impresionante de estas soluciones antiguas, por supuesto, es la solución de Arquitas para la construcción de doblar el cubo, la cual requiere dos acciones medias sucesivas. El típico ejemplo moderno es, como ya lo he puesto de relieve aquí, el descubrimiento singularmente original de Kepler de la gravitación universal, como se detalla, por ejemplo, en su obra Nueva astronomía de 1609. Más allá de la esfera del replanteamiento que hace Gauss de los tres ejemplos pitagóricos más elementales, está la construcción de los sólidos platónicos, que le sirven a Platón, como en su Timeo, para demostrar que el espacio–tiempo físico existe más allá de los límites axiomáticos de una geometría euclidiana (o cartesiana) apriorística.

Con esas geometrías preeuclidianas (v.gr., prearistotélicas) debemos pensar en lo que me he referido antes como lo que los pitagóricos conocían como "esféricas".

La astronomía física

Al observar el firmamento nocturno nos encontramos, en tanto observadores, dentro de lo que debe parecer un espacio–tiempo físico esferoide de diámetro desconocido. En estas observaciones sólo conocemos los desplazamientos angulares. Entre estas observaciones podemos distinguir movimientos angulares anómalos, movimientos aparentes que no son congruentes con una acción esférica regular simplemente, el ciclo equinoccial, por ejemplo, conocido por los antiguos mucho antes de los signos de civilización más tempranos conocidos de una cultura del grupo de lenguaje predravidiano llamada sumeria.[11] Lo descubierto incluye lo que las grandes pirámides de Egipto dan testimonio que son ciclos muy pero muy largos, que se aprenden del estudio de características al parecer anómalas, que no son congruentes con el intento de interpretar como simple movimiento continuo las características regulares de desplazamiento angular que perciben directamente los sentidos.

Estos principios invisibles, que producen expresiones visibles de ciclos universales probadas por experimento, o como anomalías, eran conocidos por los antiguos pitagóricos y Platón como "poderes" (dúnamis). Así, para estos griegos antiguos preeuclidianos, y para sus predecesores correspondientes, no son permisibles en la ciencia nociones de definiciones, axiomas ni postulados apriorísticos (es decir, dizque "autoevidentes"). Sólo se permiten "poderes" universales definidos por experimento en el lugar en que los reduccionistas han erróneamente introducido definiciones, axiomas y postulados arbitrarios y caprichosos.[12] Así, la disertación habilitante de 1854 de Riemann nos lleva, más allá de Gauss, a un concepto del universo en el cual las únicas características axiomáticas de la geometría son esos poderes que califican como principios físicos universales definidos por experimento.[FIGURE 102]

Los "poderes" así definidos constituyen la base absolutamente exclusiva de principio para cualquier forma de estudio de economía política. Una economía política semejante es en esencia una ciencia de la economía física. Los nexos aplicables, en resumen, son los siguientes:

Planteado de manera general, si el hombre fuese una especie de simio superior, la población humana nunca hubiera pasado de varios millones de individuos vivos. Hoy día registramos un total que pasa de los seis mil millones. Los animales, incluyendo los simios, no pueden adquirir poderes más allá de los que están implícitos en sus disposiciones "genéticas" relativamente fijas. De este modo, medimos el efecto de la viabilidad relativa de una cultura, midiendo su densidad relativa potencial de población calculada. Los aumentos en la densidad relativa potencial de población están delimitados por el cúmulo de esos poderes empleados al presente como repertorio de esa sociedad. Esta es la medición aproximada requerida de los poderes productivos relativos del trabajo de una cultura nacional dada, por ejemplo. El ritmo de descubrimiento de tales poderes, y el ritmo de aplicación realizada de tales descubrimientos, indica el potencial de esa sociedad para crecer y para recuperarse de las catástrofes hechas por el hombre u otras.

Así que la forma moderna competente de una ciencia de la economía física se define en términos generales como riemanniana. En lugar de definiciones, axiomas y postulados caprichosos y apriorísticos, sólo admitimos el concepto de poderes y de cambios en la geometría de la práctica efectuados mediante el empleo de nuevos poderes aplicables recién descubiertos. Esa es una noción generalizada de una superficie de Riemann, en tanto se aplica al dominio de la práctica de una ciencia de la economía física.

Ahora examina las implicaciones prácticas de esto para la formulación de planes nacionales. Comienza con la distinción entre infraestructura económica básica y la acción empresarial local.

2.  La infraestructura económica básica

Los mismos grados de destreza de un individuo tendrán resultados diferentes en ambientes diferentes. La productividad del individuo o del empresario individual existe en un ambiente determinado, no sólo por la tecnología empleada, sino por el grado relativo de desarrollo de la infraestructura en la que opera ese individuo. A este respecto, el "corte transversal" actual del estado de progreso económico de la sociedad, lo determinan dos consideraciones principales. La primera es el desarrollo de lo que se llama infraestructura económica básica. Segundo, el grado al cual se desarrolla la población y se emplea por su poder cognoscitivo relativo, en vez de emplearse prácticamente como bestias en labores repetitivas relativamente más simples ("baratas").

Fíjate primero en la segunda consideración.

Lo que conocemos de la historia de la humanidad muestra que, hasta el revolucionario Renacimiento europeo del siglo 15, la característica económica física general de la sociedad era que un número relativamente menor de personas explotaba a un número mayor como virtual ganado humano, ya sea como ganado salvaje para cazarlo, o a menudo como ganado de cría, esclavizado, domado, mantenido en manadas que (generalmente) se podaban llegado el momento. En realidad, éstos no eran menos que humanos; representaban el potencial del individuo para descubrir y emplear poderes. Sin embargo, en lo principal sus vidas eran reguladas por medidas punitivas y afines, de tal modo que suprimían la expresión natural del potencial cognoscitivo dentro de sí.[13] De este modo eran bestializados en esa medida.

La civilización europea moderna nació durante el Renacimiento del siglo 15. Esta liberación del feudalismo medieval de los banqueros venecianos y sus aliados normandos, fue el resultado de una combinación de acciones. El más importante de los aspectos positivos de la situación fue la inclusión del regreso al humanismo cristiano clásico de la tradición griega platónica, la tradición de los apóstoles cristianos tales como Juan y Pablo, junto con el nacimiento relacionado de la ciencia física experimental moderna, de lo que fueron emblemáticas las iniciativas de Brunelleschi, Nicolás de Cusa y Leonardo da Vinci. Este Renacimiento produjo la fundación de los primeros Estados nacionales, la Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII, comprometidos con la noción de la mancomunidad. En esa nueva forma de Estado nacional la legitimidad del gobierno dependía de su servicio eficaz a la promoción del bien común de toda la población y de su posteridad (ágape).

Así, con el Renacimiento del siglo 15, la humanidad se liberó del Estado "tradicional" en el cual la mayoría de las personas eran tratadas como ganado humano salvaje o de cría, y fue el comienzo de la forma moderna de Estado nacional soberano, como lo ejemplifican, antes, la misión de Juana de Arco, la Francia de Luis XI, y la Inglaterra de Enrique VII y Tomás Moro. El concepto del derecho natural, de que el gobierno no tenía legitimidad moral a no ser que estuviese comprometido de forma eficaz a la promoción del bienestar general de todo el pueblo y su posteridad (ágape), es la distinción fundadora de la economía política moderna, a diferencia y en oposición tanto al modelo normando–veneciano ultramontano,[14] como al modelo parlamentario pro imperialista liberal angloholandés dominado por los intereses financieros de los siglos 18 y 19, un modelo también conocido en la Europa del siglo 18 como "el partido veneciano".[FIGURE 4]

La distinción fundamental de la Declaración de Independencia estadounidense de 1776 y de la doctrina de derecho natural de la Constitución federal estadounidense de 1789, como se expresa en su preámbulo, es el prototipo destilado de la genialidad del Estado nacional soberano moderno, y de la economía política moderna. El establecimiento de EU de América como la primera república constitucional moderna[15] fue una expresión singular de la herencia de ese Renacimiento. La defensa que hizo el presidente Franklin Roosevelt del bienestar general contra la usura oligarca depredadora fue una reafirmación de ese carácter de EU como una república de distinciones únicas.

Sin embargo, en las últimas cuatro décadas la mayoría de la población adulta de las Américas y de Europa que llegó a la madurez después de 1963 ha sido relativamente bestializada por el paso de EU, de ser la principal economía productora del mundo, a la decadencia "posindustrial" de "pan y circo de entretenimiento", una decadencia paralela a la tradición de la antigua Roma imperial.

De manera similar, la introducción del dogma neolockeano radical del "valor del accionista", como salió de los labios del francamente fascista magistrado de la Suprema Corte de EU, Antonin Scalia,[16] constituye un intento de transformación implícitamente traicionero a EU en lo jurídico, de una verdadera república a una sociedad basada en la subyugación del grupo familiar de menores ingresos que representa el 80% de la población, a esa corrupción sistemáticamente brutal conocida hoy día como la "cultura popular". Regresar, como pretende Scalia, del principio del bienestar general a la doctrina neofeudal inherentemente depredadora del "valor del accionista" lockeano, es una expresión de esa corrupción.

Por motivos que mostraré aquí, el concepto de infraestructura económica básica debe derivarse del enfoque expresado como los rasgos históricamente determinados de lo que el primer secretario del Tesoro de nuestra república, Alexander Hamilton, describe como "el Sistema Americano de economía política". Hamilton expresaba el fundamento científico de la alternativa representada por la república estadounidense a los modelos académicamente populares, aunque patéticamente fracasados, del parlamentarismo liberal angloholandés reduccionista de la escuela Haileybury de la Compañía de las Indias Orientales británica. Estos últimos son, notablemente, los modelos de "libre comercio" que Karl Marx alabó como "la única economía política científica" de su tiempo de estudio bajo su controlador de la inteligencia británica, Urquhart, en la biblioteca de Londres.[17]

La verdadera historia del típico adoctrinamiento académico en economía hoy día, muestra que el adoctrinamiento le ha hecho un mal servicio a la mayor parte del mundo, como las recetas generalmente aceptadas para las catástrofes globales, o el derrumbe en marcha del sistema monetario–financiero mundial de "tipos de cambio flotantes". Por desgracia, la mala enseñanza de la "Economía" hoy día, incompetencia que defienden la mayoría de los putativos académicos y otros expertos, es, como dicen algunos, "harina de otro costal", como verás en mis siguientes sumarios de los principios en que se fundamenta la infraestructura económica básica.

Para entender a nuestros Hamlet

Como lo han demostrado los profesores Minsky y Chomsky, en el Instituto Tecnológico de Massachussets, es posible hacer una semejanza creíble del comportamiento de un simio a partir de un hombre (incluso a partir de un par de profesores), pero hacer un hombre pensante a partir de un simio es un salto de especie imposible. La primera ley de la infraestructura, la cual se debería enseñar en todo curso introductorio de la materia de economía hoy, es que la infraestructura es nada menos que la gestión indispensable de la especie humana sobre lo que V.I. Vernadsky definía como la biosfera.[18] De allí que la definición y análisis funcional de la infraestructura es una expresión de esa cualidad de la especie humana que no existe en ninguna forma de vida, excepto en la humanidad. La diferencia es literalmente estremecedora, como lo señalaré en el debido momento, un poco más adelante.

El concepto que implica entender esa distinción es más antiguo que el dicho de Heráclito, "nada es permanente excepto el cambio". Al descubrir el tipo de principios físicos universales adicionales implícitos en el ataque de Gauss en 1799 contra el fraude de Euler, Lagrange, et al., el hombre llega a ser capaz de distinguirse a sí mismo de modo práctico como una forma de existencia que se expresa por un principio de tal cualidad de cambio. El hecho de que el universo no sólo tolere, sino que obedezca dicho progreso de la humanidad, demuestra que este principio de cambio es un principio característico del universo mismo. Esa es la noción que sustenta el diálogo Parménides de Platón, al igual que el famoso aforismo de Heráclito. El hombre es la única criatura conocida hecha a imagen del Creador del universo, un universo que no es la creación fija que suponen los reduccionistas, sino que es un universo autocambiante, autodesarrollante, que se desarrolla de un modo comparable al cambio de la humanidad, mediante la aplicación del progreso científico fundamental en el dominio de ese universo.[19]

Las consideraciones antedichas nos llevan a la conclusión de que cualquier concepto científico de las raíces y características de las funciones de la infraestructura económica básica deben derivarse del concepto de una predeterminación orientada a una misión, de inversión a largo plazo en cierto tipo de alternativas de inversión en infraestructura. Este sentido de misión se ilustra de un modo apropiado, aunque negativo, con el famoso caso del Hamlet de Shakespeare. Entender la tragedia de Hamlet es una mejor elección de punto de partida para descubrir los principios de la economía moderna, contrario a la acostumbrada basura académica acumulada bajo las rúbricas de Locke, Mandeville, Quesnay, Adam Smith, Jeremy Bentham, John von Neumann y demás.

En consecuencia, lo que acabo de plantear de manera sumaria tiene varias implicaciones prácticas decisivas para el diseño del tan necesario programa de recuperación económica. Una de estas implicaciones es el tema del Hamlet de Shakespeare, en especial en lo que toca al soliloquio de Hamlet en el Tercer Acto. Era el asunto crucial de ese reino de Dinamarca; es el mismo asunto decisivo al hacer la elección del Presidente de EU en las condiciones de crisis existencial que ahora enfrenta este planeta.

Hamlet, el espadachín homicida, no tiene miedo de morir, sino de lo que pueda venir después de su muerte. Así que muere como un tonto patético, llevándose consigo su reino al desastre con él, no por miedo a la muerte, sino por miedo a la inmortalidad. Revisa ese soliloquio, pero esta vez teniendo en mente cualquier selección típica de candidatos del lado de Fowler del Partido Demócrata, el lado del actual presidente nacional del Partido Terry McAuliffe. Ve al trágico Hamlet en los rostros y la conducta de incluso los relativamente mejores candidatos entre ellos. Recuerda que esta obra la compuso un verdadero genio, William Shakespeare, un verdadero estudioso seguidor de la inspiración de santo Tomás Moro, quien pensaba como un gran historiador. Lo que escuchan ahora de los labios de Shakespeare no es una pieza caprichosa de mero entretenimiento, ni una invención como las de los semejantes a Orson Welles, sino un entendimiento verdadero y profundo de los principios más grandes de la historia conocida de la humanidad.

"Ser o no ser: he ahí el dilema. ¿Qué es más noble para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? Morir. . ., dormir; no más. ¡Y pensar que como un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He ahí un término devotamente apetecible! ¡Morir. . ., dormir; tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Pues es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en ese sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida. ¡Esta es la reflexión que da tan larga vida al infortunio! Pues, ¿quién soportaría los ultrajes y desdenes del mundo, los agravios del opresor, las afrentas del soberbio, los tormentos del amor desairado, la tardanza de la ley, las insolencias del poder y los desdenes que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tales cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor a algo tras la muerte, la ignorada región de cuyos confines ningún viajero retorna, temor que desconcierta nuestra voluntad y nos hace soportar los males que nos afligen antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia nos vuelve cobardes a todos, y así el primitivo matiz de la resolución desmaya con el pálido tinte del pensamiento, y las empresas de gran aliento e importancia, por esa consideración tuercen su curso y pierden el nombre de acción. . ."

Estos candidatos, incluso los relativamente mejores, o también, los menos peores entre ellos, han perdido así hasta ahora la capacidad del nombre de acción respecto a esos asuntos que son de importancia de vida o muerte para nuestra nación y nuestra civilización hoy. Se condenan a sí mismos a revivir la tragedia de Hamlet, quizás incluso por toda la eternidad.

Considera otra lección impactante, ahora la del caso de Juana de Arco. Esta elección para nuestras reflexiones tiene la ventaja de la concordancia dramática esencial entre los hechos meticulosamente estudiados del caso, y la clarividencia de La doncella de Orleans de Federico Schiller. Aquí el propósito consiste en poner de relieve el contraste entre el trágico Hamlet y la sublime Juana. Ella tenía una misión que se negó a traicionar, incluso al precio de ser quemada viva por esa causa a la que estaba consagrada, lo cual llevó a la liberación de Francia, y entronizó así el primer Estado nacional moderno, el de Luis XI, y le dio también un impulso adicional decisivo al gran Renacimiento del siglo 15 y al renacimiento del papado.

Todos morimos. La vida es un talento, como un centavo para gastar; la clave está en gastarlo sabiamente, gastarlo de manera fructífera para la humanidad. Ser fructífero en un sentido superior consiste, como lo advierte el apóstol Pablo en su Corintios I:13, no en pasar un examen escolar normal de Texas del libro de texto de moralidad del actual Presidente, sino en actuar por amor a la humanidad, para producir, no lo que se esperaba, sino lo inesperado que se necesitaba. Eso es lo Sublime: ir más allá de los límites de lo acostumbrado para encontrar una solución superior más allá del dominio de lo acostumbrado, o aun de lo conocido. Ser fructífero de esa manera es actuar como lo hicieron los autores del Tratado de Westfalia de 1648 al encontrar una salida de las contiendas religiosas que precedieron por más de un siglo, poniendo por delante, no el deseo de uno mismo, sino algo fuera de la mezquindad del reduccionista, la ventaja del prójimo.

Por tanto, lo más lastimoso es ser el tipo de figura destacada en el país de uno que, como Hamlet, evade los asuntos existenciales de la época, como lo han hecho mis rivales a la Presidencia de EU, escapando a la seguridad imaginada de evitar el desafío de los grandes asuntos de los cuales depende el futuro de la nación, o más. Evaden la crisis de cuya resolución pende la suerte de su nación y de la humanidad. En vez de valentía ofrecen, "mi plan es. . ." A tal comportamiento suyo no le llaman por su nombre —un espíritu cobarde de inacción— sino que más bien optan de modo solapado por un término menos punzante, que suene mejor para consuelo de los caprichos de los pobres tontos: "prudencia" o, aun peor, "moderación".

Ese es sólo un aspecto implícito del asunto sobre el cual nos debemos enfocar en esta coyuntura. Hamlet representa al ser humano, al dirigente que ha fracasado. ¿Cuál es el remedio para tales ejemplos de tragedia? Mira el otro lado del asunto, ¿cuál debería ser el comportamiento normal, la actitud normal del individuo moral? ¿Qué es tragedia? Es no enfrentar el reto del futuro; es no producir hoy día lo que la mente estrecha considera una acción "al parecer impráctica", pero de la cual depende la posibilidad de existencia de un mañana aceptable.

Por tanto, la característica más importante de una personalidad individual humana saludable, y la única alternativa a la tragedia, es un sentido dominante de orientación a la misión. La cualidad intelectual moral natural y afín del individuo desarrollado de un modo sano, lo que debería considerarse como normal, es decir, un individuo humano sano, es un compromiso de lograr el descubrimiento y uso provechoso de principios de la misma cualidad que el descubrimiento de Kepler de la gravitación universal, o el descubrimiento de Leibniz del principio de la acción física mínima universal. La función moral e inmortal del individuo humano mortal, no es hacer lo que se espera, sino ejecutar esa acción inesperada que contribuya a empujar al universo un grado más arriba, cuando menos para darle uno o dos codazos, de hacer al universo un poco más nuevo y mejor de lo que era.

Esta cualidad de orientación a la misión, viendo siempre hacia afuera y más allá de lo acostumbrado, expresa la naturaleza esencial del hombre, lo que distingue al hombre de las bestias. El individuo que en condiciones de crisis se aferre a lo que considera lo seguro, a los hábitos populares, a lo "generalmente aceptable", no actúa como persona sino como otra figura trágica como Hamlet, una persona cuya imagen de sí misma se aparta de la cualidad divina del hombre, al reino de las bestias, que hacen por costumbre lo que hicieron sus padres y abuelos cumplidamente antes que ellas. Esta es la esencia de los dominios superiores de la estrategia en general, y es también la clave del discernimiento decisivo necesario sobre la función de la infraestructura económica básica. Considera, por ejemplo, la investigación del finado doctor Lawrence Kubie sobre esta clase de problemas, un distinguido psiquiatra que tiene algo de importancia qué decir sobre esta materia.

El problema sobre el cual se enfocaba este aspecto de la obra de Kubie se expresaba en el título apropiado de su libro: The Neurotic Distortion of the Creative Process (La distorsión neurótica del proceso creativo),[20] ampliado en una publicación posterior, "The Fostering of Scientific Creative Productivity" (El fomento de la productividad científica creativa)[21]. Mis estudios sobre las causas posibles del desempeño relativamente exitoso o fracasado de los empleados de una gran firma de consultoría, y otros estudios similares con el mismo propósito, fue lo que me llevó al descubrimiento de la obra de Kubie, cuyas conclusiones eran congruentes con mi propia experiencia del mismo problema. El problema que encontré en mis estudios, al igual que Kubie, es muy característico de, entre otros, los profesionales universitarios de posgrado. La pauta es congruente con el síndrome de Hamlet, y también con algunos de los principales precandidatos presidenciales y otros casos parecidos hoy. La modalidad, según mi experiencia y la descripción de Kubie, es más o menos como sigue:

Ciertos jóvenes intelectos prometedores que entran a los programas universitarios de ciencia (por ejemplo), ahora como entonces, tienen una tendencia a perder sus impulsos creativos en tanto se acercan al punto de recibir grados profesionales superiores, o de asentarse en las fases iniciales de sus asignaciones en su carrera de posgrado. Como un perro viejo bien amaestrado, mantienen las habilidades que han adquirido durante su condicionamiento juvenil en las perreras académicas, pero su capacidad de ir más allá de eso se ha atenuado de modo marcado, en tanto que sus esfuerzos se enfocan en defender la condición social, verdadera o imaginada, que han adquirido frente al riesgo de "descubrir algo" que pudiese incitar a sus siempre vengativos colegas, reales o imaginados, a poner en peligro el rumbo de su carrera al presente asegurada.

De ahí que yo le he dado especial relevancia a los jóvenes entre los 18 y 25 años de edad, cuando ya no son adolescentes, pero son emocionalmente jóvenes adultos y quizás hayan evitado, hasta la fecha, la decadencia a la que se refiere Kubie, una decadencia que a menudo se establece para toda la vida en algún momento entre los dieciocho (o incluso antes para los serviles precoces) y una edad que no va más allá de los treinta.

La clase de víctima más importante de este síndrome patético es el caso trágico tan común de esos científicos físicos dotados, cuyo trabajo experimental es brillante, pero que temen presentar cualquier resultado por válido que sea, no sea que incite la furia de los altos sacerdotes babilonios de la matemática escolar generalmente aceptada. Tales son el tipo de casos de la vida real considerados en los informes de Kubie sobre sus investigaciones de fracasos por motivos emocionales en el campo del progreso científico. Los matemáticos son, en términos generales, los peores en este respecto; el físico experimental productivo tiene cualidades intrínsecas que, hablando en términos relativos, lo redimen por casi las mismas razones que apartan a Gauss y lo ponen en un plano superior al de esos fanáticos formalistas como Euler y Lagrange.

La interpretación frecuentemente errónea de tales hechos se expresa en la despistada y muy superficial diagnosis de que la persona afectada se "ha estancado" en lo intelectual, y que al parecer ha abortado sus facultades en la secuela de algún logro particular. El problema no es sólo que el individuo no ha logrado hacer un nuevo descubrimiento. La ciencia no consiste en una serie de pasos; es un proceso continuo de creatividad, en el sentido de Heráclito de que "nada es permanente sino el cambio". Consiste en una creatividad nutrida propiamente de cada logro, logro que por sí avanza y eleva a la mente saludable a enfrentar retos superiores a los que la persona acaba de conquistar.

No es "un cambio" lo que define a la ciencia; es un proceso en marcha ininterrumpida, creciente, cada vez más fuerte de cambio constante, un progreso que continúa hasta los últimos buenos años de una vida creativa individual. Un logro científico no es un descubrimiento; es un proceso sin fín de descubrimientos nuevos. El verdadero científico no es un descubridor de esto o aquello; encarna un proceso de descubrimientos sucesivos en marcha. No es el acto de descubrimiento lo que define al científico; es el proceso sin fín de generar nuevos descubrimientos.

Así que, contrario a la personalidad creativa, el atontado neurótico académico considérase a sí mismo en cierto momento como Hamlet, un espadachín perfecto, un profesional. Ese neurótico viene a ser para nosotros algo así como un alma egipcia muerta, como el pobre Hamlet, admirando la imagen de su momia. Algunos, por tanto, podrían decir de él: "Dominado por la momia" (en inglés, momia suena igual que "mami"—Ndtrd.). En contraste con esa consecuencia infeliz, la mente saludable ubica su sentido de identidad de participar en una misión permanente de descubrimientos, del cambio continuo de acumulación de principios; se orienta a una misión en la vida. No es que simplemente adopte una misión; su vida, su existencia misma, viene a ser una apasionada orientación a la misión. Así, tenemos un contraste entre el político que teme arriesgar su carrera, como podría ocurrirle a Hamlet; y el más escaso dirigente político necesario que se pone a la altura del desafío de hacer lo que sea que el progreso de la sociedad requiera que arriesgue para hacerlo.[FIGURE 5]

Los Hamlet de la vida política entienden la infraestructura después que se haya desarrollado. Moralmente, para ellos la vida termina entonces como en un espantoso sueño necrótico. No han comprendido el necesario desarrollo ulterior de la infraestructura como misión urgente de cambio. Empero, para el individuo humano cuerdo, la vida continúa sin cesar; la misión de los muertos sigue viva en los logros fructíferos de los sucesores. Eso es lo que sigue vivo en la simultaneidad de la eternidad que debe seguir a la muerte, que es lo único que motiva a la mente moralmente saludable. Es la cualidad del Prometeo odiado por el Zeus del Prometo encadenado de Esquilo.

Toma el caso de la medición de la circunferencia de la Tierra por Eratóstenes, una medición cuya memoria volvió a la luz en el mapa trazado por el colaborador del cardenal Nicolás de Cusa, Paolo dal Pozzo Toscanelli, que se le confió al Cristóbal Colón que redescubrió las tierras al otro lado del océano Atlántico. Cusa fue el fundador del concepto moderno del Estado nacional soberano (Concordantia cathólica) y de la ciencia física experimental moderna (v.gr., De docta ignorantia). Cusa, un destacado cardenal entonces, fue el origen de la política de exploración de lo que él y todo científico competente de esa época sabían era un planeta esferoide, a través del Atlántico y hacia el océano Índico, para rodear por atrás al Imperio Otomano, y aliarse con los pueblos que vivían en el extremo opuesto de tales viajes. Quienes son sabios y potentes viven a perpetuidad en aquello de ellos que enriquece la obra de quienes los precedieron y que hace eternos los beneficios que legan a la humanidad futura.

En el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura económica básica, iniciamos obras que han de realizarse a lo largo de un período futuro inmediato de no menos de una a dos generaciones, y por tanto sientan las bases para un provecho futuro de la humanidad que se extiende por muchas generaciones más allá. Es la pasión de los individuos, que se expresa como una orientación a la misión en la vida lo que genera grandes obras de infraestructura y hace posible así la existencia de una humanidad futura. Sin esa orientación a la misión aparece la decadencia.

¡Sin esa pasión previsora, lo que había llegado a ser de urgente necesidad para la humanidad se hubiese llevado a cabo demasiado tarde para quienes se les privaba de la existencia de lo que se había de haber construido una generación antes o más!

No se trata simplemente de una pasión por la idea general de hacer un bien. Es el principio activo que hace posible la existencia de ese bien que se produce. Una serie de buenas obras no define una persona moral; más bien, es una persona moral, comprometida con la innovación creativa y dedicada a amar a la humanidad, la que imparte el compromiso para generar buenos resultados para otros, y también a sí misma. Las personas que carecen de esa cualidad de orientación a la misión ya están muertas en el sentido psicosexual. Esa sensación de muerte es lo que sentimos cuando estamos en la presencia de personas que parece que se han desgastado por lo que Kubie describe como "la distorsión neurótica del proceso creativo".

Vernadsky y la infraestructura

Desde no más tarde que la antigua Grecia, la civilización europea ha sabido que la composición del universo como lo conocemos consiste de lo que la ciencia moderna denomina tres espacios–fase universales distintos, aunque en interacción. En esa tradición, hablamos de lo abiótico (procesos universales no vivientes), lo biótico (procesos vivientes y sus productos), y lo noético (los procesos creativos que expresan singularmente el Creador y los individuos humanos).

El sujeto de la distinción y el nexo entre estos tres espacios–fase ha sido el aspecto central de mi vida intelectual desde más o menos la edad de 14 años, cuando yo, desesperado de saber la falta de veracidad en mi propia familia, las escuelas y demás, recurrí a la lectura comparativa de las obras de los principales filósofos ingleses, franceses y alemanes de la Europa de los siglos 17 y 18.[22] Fue durante esos años que elegí a Leibniz por encima de Hobbes, Descartes, Locke y Kant. En los años inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial ya se me hacía claro que, a partir de que reconocí algunas de las profundas incompetencias intrínsecas científico–filosóficas del reduccionismo filosófico, que la vida representa un espacio–fase universal diferente al espacio–fase intrínsecamente no viviente, y que los procesos de descubrimiento que Kant negaba también definían un espacio–fase superior al espacio–fase biótico en general.

Estas nociones asumieron lo que podría describirse como una forma cristalizada a partir de mis encuentros con la obra de los reduccionistas radicales Norbert Wiener y John von Neumann, entre 1948 y 1953, un encuentro que me impulsó a responder buscando y haciendo descubrimientos aplicables, incluyendo algunos singularmente originales, en el dominio de la ciencia de la economía física. En el transcurso tuve mis primeros encuentros, inicialmente insubstanciales, con la obra de V.I. Vernadsky de Rusia. Pero fue mucho más tarde, en los años posteriores a 1989, que pude examinar su método para definir la noosfera de manera más precisa.[23] En general, los conceptos que expresa en su documento de 1938 señalan el modo de enfocar la tarea de integrar la región del Asia central y del norte a las tareas de construir una infraestructura eurasiática adecuada a largo plazo (una duración de dos o más generaciones, en este caso), para el desarrollo inicial de un gran potencial económico y social nuevo para ese espacio interior eurasiático, que ahora quedaba al alcance de la humanidad.[24] El rigor del razonamiento de Vernadsky[25] me permitió también establecer el caso general de la infraestructura con una precisión cualitativa mejor que antes. A partir de ese mismo escrito de 1938, el Vernadsky que uno se encuentra ahí es un pensador creativo, rigurosamente sólido, de un tipo que es raro encontrar hoy día, no uno que le haría oídos sordos a las advertencias pasajeras en el supuesto de que no fuesen hechos socialmente aceptables en los lugares académicos comunes de su época.

Hay dos conjuntos de implicaciones centrales en la obra de Vernadsky, que son de importancia decisiva para la política específica de construcción de la infraestructura que requiere la situación nacional estadounidense y la del mundo, que presentan hoy día el desplome general que embiste a un ritmo acelerado del actual sistema monetario–financiero mundial de tipos de cambio flotantes más que podrido. El primer conjunto se refiere al significado revolucionario del resumen de Vernadsky de 1938 de su razonamiento para entender el significado económico de la infraestructura.[26] El segundo enfoca las cualidades únicas de la mente humana, que deben definirse más claramente para comprender el modo en que han de enfocarse las contribuciones de Vernadsky a la planificación económica mundial en las condiciones globales de hoy.

El primer conjunto de implicaciones se aprende, en primera instancia, comparando la relación planetaria a largo plazo entre las fases biótica y abiótica de la "historia" de nuestro planeta, vista desde la óptica de la forma especial de física química desarrollada por Vernadsky: la biogeoquímica. El estudio de la acumulación de fósiles añadidos desde fuera de las funciones abióticas del planeta, demuestra los poderes superiores a largo plazo de la vida sobre los procesos abióticos. Luego, comparamos la relación funcional del impacto acumulativo de las facultades noéticas soberanas de la mente humana individual sobre el dominio conjunto abiótico y biótico; las facultades noéticas superiores de la mente humana se encuentran en el proceso de asimilar al planeta bajo su dominio.

Estas acumulaciones reflejan el poder creciente de la fase biótica sobre la abiótica, y de la noética sobre ambas; estos aumentos están correlacionados con la masa relativa de los fósiles bióticos y noéticos. Esta combinación de acumulaciones crecientes de dichos fósiles, y del ritmo de acción aumentado para el mismo efecto, define la noción funcional apropiada de infraestructura económica básica.

Este papel de los procesos noéticos así ubicado, examinado en la forma que implican los conceptos de la obra de Vernadsky, concentra nuestra atención en las implicaciones del ataque de Carl Gauss a la estupidez de Euler, Lagrange, et al., y de manera implícita también en la esterilidad intelectual de E. Kant en la obra de 1799 de Gauss, El teorema fundamental del álgebra. Al contrastar a Gauss con los "Hamlet" de las matemáticas tales como Euler y Lagrange, obtenemos un indicio del modo en el que el mundo debe definir la función de desarrollo de la infraestructura económica básica para las presentes condiciones de crisis.

A esta luz, considera las siguientes cuestiones.

Cuando hacemos, como Vernadsky, una distinción experimental entre los dominios abiótico y biótico, como espacios–fase definidos funcionalmente, queremos decir que no podemos derivar los procesos vivientes a partir de los principios que se intuyen de los procesos no vivientes en tanto categoría. Esto significa en lo experimental, que la acción de los procesos vivientes no sólo produce las características de los procesos vivientes que no se encuentran en el dominio abiótico, sino que también el principio de la vida puede imponer su "voluntad", sus características fase–espaciales específicas en el dominio no iviente (abiótico). La transformación de la composición del planeta Tierra mediante la acumulación de fósiles que sólo producen los procesos vivientes, se supera por los efectos de la acción noética humana premeditada (es decir, "voluntaria").[27]

Las fases de esa relación descrita entre el aumento de la densidad relativa potencial de población de la humanidad y la función del desarrollo de la infraestructura económica básica, puede resumirse como sigue:

En una primera aproximación la humanidad actúa para mejorar la biosfera en sí misma. En esta fase de la acción dejamos de considerar cualquier cosa hecha por el hombre que no reproduzca lo que la naturaleza misma hubiese deseado que se hiciera, pero que no podía lograrlo sin la ayuda del hombre. El hombre busca así descubrir cómo tiende la biosfera a producirse a sí misma, y nosotros, al descubrir esto, ayudamos a la biosfera a caminar donde no podría o cojearía mucho sin nuestra intervención. De este modo, se dice, "hacemos florecer los desiertos", tratamos al planeta en su conjunto como las mejores tradiciones de la agricultura obraron para optimizar la biosfera, en vez de saquearla. Emblemáticamente, procuramos aumentar la conversión de radiación solar en cualidades de grado superior y extensión de biomasa.

De ese modo hacemos más habitable el planeta, y capaz de soportar una calidad y cantidad superior de población humana, aun de esa manera relativamente más obvia. Si no hiciéremos eso la población potencial de la humanidad y la calidad de la vida individual nunca hubiese superado la condición de un babuino. Esos ideólogos perturbados que atacan cada intervención del hombre en la "naturaleza natural" nos deberían informar qué proponen hacer, con métodos tipo "Auschwitz" o semejantes, con una población humana que al presente supera seis mil millones de personas vivas, muy por encima de lo que sería posible en una estado de cultura subhumano.

En la segunda aproximación introducimos elementos "artificiales" en la biosfera, tales como el transporte público (v.gr., buques), generación de energía, comunicaciones, sanidad y salud pública, vivienda, infraestructura urbana y demás. Debemos clasificar éstos como infraestructura económica básica, porque ese es el modo en que funcionan para apoyar una generalidad de vida humana. Al aumentar el poder relativo (por ejemplo, la "densidad del flujo energético"), tanto en calidad de grado como en cantidad, transformamos la relación de la humanidad con el universo, mensurable en la densidad relativa potencial de población. Aumentamos el poder per cápita del hombre para existir en el universo y para producir nuevas calidades de efectos que ayuden a esa intención.

A este mismo nivel de segunda aproximación, movemos masas de agua mediante lo que con justicia pudiera describirse como "medios artificiales", de una parte del territorio a otro. Hacemos lo mismo en otros respectos. El transporte público cambia el medio ambiente (y el significado de geografía), en tanto que trata de la actividad humana como tal. Los medios de comunicación son un caso similar. Estos cambios en infraestructura unen la relación entre las funciones de la biosfera y la actividad humana impulsada por la noesis.

En la tercera aproximación nos enfrentamos con mantener un proceso de automejora noética de las características del comportamiento específicamente humano. La introducción de esa consideración en nuestra discusión de la infraestructura, nos obliga ahora a volcar nuestra atención al hecho de que la ciencia de la economía física competente es característicamente riemanniana. Esto nos lleva al papel del concepto de poder, como Platón lo definía, por ejemplo, como un concepto que no debe confundirse con la noción de "energía" de Aristóteles.

Esto regresa nuestra atención a las implicaciones para la definición de la naturaleza humana de la obra de Gauss de 1799, El teorema fundamental del álgebra.

3.  El concepto de poder

A estas alturas de este informe es esencial que vuelva a destacar, como al principio, que el origen conocido del concepto de "poder" se remonta explícitamente a la obra de los pitagóricos, e implícitamente al desarrollo del principio de las "esféricas", que se desprende de los aspectos astronómicos del diseño de las grandes pirámides de Egipto. Antes en este informe definí la diferencia elemental entre el hombre y las especies inferiores, como el hecho de que la humanidad es capaz de liberarse a sí misma de la ingenua certeza sensorial que le muestra al observador sólo los efectos de la sombra de la acción del universo real sobre los órganos sensoriales biológicos. Lo que logra la persona individual, en este sentido, es el descubrimiento de los principios físicos universales que actúan para producir las sombras llamadas percepciones sensoriales.

La prueba de que esos descubrimientos de poderes invisibles no son ilusiones, la aportan las clases apropiadas de los que se llaman experimentos únicos.[28] En el diseño de un experimento único del tipo apropiado hay un rasgo discernible de la estructura del experimento que implica el diseño de un aparato mediante el cual incorporar el uso del principio descubierto en una aplicación que viene al caso. La ganancia cualitativa en el poder que el hombre adquiere así sobre el universo corresponde, de un modo funcional, a ese uso del griego clásico de la noción de poder (dúnamis) antes mencionada. Esta es la misma noción de poder inherente a las soluciones construibles para las paradojas ontológicas fundamentales que surgen en un modo pitagórico de geometría constructiva.

Esos conceptos de la geometría constructiva preeuclidiana son, todavía hoy día, dos milenios y medio después, los fundamentos de principio indispensables de competencia elemental en materia de economía.

Como lo he destacado aquí antes, y repetidamente a lo largo de los últimos cincuenta y pico de años, el principio fundamental que sustenta todas las cuestiones en materia de economía, es la superioridad absoluta, y la separación, de la especie humana sobre todas las demás formas de procesos vivientes. En otras palabras, esta es la misma noción de la singularidad del hombre y la mujer cuando se expresa en términos de la ciencia física, y en el Génesis 1.

Las siguientes cuestiones interconexas, consideradas como un solo concepto de principio, son de importancia primordial para cualquier tratamiento competente de la materia de principios económicos. Cualquier idea adoptada que sea contraria a ese concepto es una especie de incompetencia elemental que, si se extiende en la práctica durante un lapso del orden de varias generaciones, producirá una catástrofe económica social manifiesta, tal como la crisis de desintegración general del actual sistema monetario mundial, ahora en su fase terminal. Antes en la historia, la velocidad de las reacciones del caso era relativamente más lenta; por ejemplo, la transformación de EU, de la principal sociedad productora del mundo a la ruina en derrumbe de hoy día, ha sido en menos de dos generaciones completas.

El razonamiento a plantear sobre esas premisas es el siguiente:

El efecto de incorporar el descubrimiento realizado de un principio físico universal en el repertorio de la práctica social tiene un impacto que corresponde a un avance genético entre las especies animales. ¡Por ende, humanidad, fructificad, multiplicaos, y asumid responsabilidad por la gestión de todas las criaturas y cosas bajo el sol! No hay posibilidad de un entendimiento competente, ya sea de la sociedad humana o de los problemas a los cuales se ha mostrado susceptible, sin proceder a partir de esa distinción absoluta, "axiomática", del hombre y la mujer con respecto a las bestias. La incompetencia moral, así como intelectual, de los reduccionistas que representan esas lamentables, pero influyentes figuras de la vida académica moderna como Euler, Lagrange y Kant, es sólo una variedad de los resultados típicos de la peor forma posible de ignorancia, la ignorancia generalizada que hoy existe respecto a la diferencia de principio, definible científicamente, entre el hombre y la bestia.

Esas lamentables opiniones como las de Euler, Lagrange, Kant, Mach, et al., no sólo niegan la naturaleza de la humanidad, degradando al hombre a bestia. La mentada "Ilustración del siglo 18", que ejemplifican los fanáticos empiristas como los de esa época, fue motivada políticamente con el propósito de parar el desarrollo de la condición humana en la dirección representada en los impulsos del Renacimiento del siglo 15. Las ideas axiomáticas falsas respecto al hombre y la naturaleza que expresan Euler, et al., fueron la artesa que llevaron los lacayos para los amos oligarcas depredadores tales como el sistema liberal angloholandés, representado por el ascenso de la Compañía de las Indias Orientales del siglo 18 hacia convertirse en una nueva forma de Imperio Romano.

Es sólo al entender que los crímenes intelectuales perpetrados y difundidos por los textos de matemáticas y las aulas de clase tienen móviles políticos, que se arranca la máscara del rostro del doctrinario reduccionista, y se muestra sin disfraz la mirada de odio contra la humanidad misma.

Contrario de modo explícito a la esterilidad conceptual del razonamiento matemático de torre de marfil que comparten empiristas tales como Euler, Lagrange y Kant, el descubrimiento original de un principio universal no es sólo un incremento de eficiencia en la aplicación de principios considerados universales antes conocidos. Se trata, tal y como refiere Gauss, de las demostraciones de los pitagóricos sobre doblar la línea, el cuadrado y el cubo por ningún otro medio que no sea la construcción geométrica, del descubrimiento de ese poder que se expresa de modo único por ese tipo específico de acto físico de construcción. El descubrimiento original singular de la gravitación universal por Kepler, como lo detalla en su Nueva astronomía de 1609, no sólo es de la misma cualidad que el acto creativo de construcción física en los casos elementales de doblar, sino que el descubrimiento de Kepler depende en lo más inmediato de las implicaciones de la construcción de los sólidos platónicos, en dividir el universo entre dos espacios–fase universales, el abiótico y el biótico.

En todos los casos en que la sociedad descubre y emplea un verdadero principio físico universal recién descubierto de ese tipo, la sociedad ha efectuado un cambio ascendente en su calidad de vida, a una forma de existencia cualitativamente superior. Esto incluye, más obviamente, la noción de una revolución científico–económica representada en el paso de la práctica social de la sociedad, del estadío físico más inferior de la vida humana, en el que emplea la luz solar como combustible, a la combustión de madera y materiales comparables, al carbón mineral, a los fósiles abióticos de gas natural y petróleo, a la fisión nuclear, a la fusión termonuclear y, probablemente, al dominio de las implicaciones del principio de las reacciones de materia–antimateria.

Una de las formas más importantes y destructivas de ignorancia extendida en materia de ciencia física y economía, es la que en el aula moderna se remonta a la influencia de Aristóteles: el supuesto del reduccionista de que el poder resulta del calor, en vez de que el calor sea sólo una de las formas en las que puede expresarse el efecto del poder. El calor en sí no es una causa; es un efecto: es el aumento en la capacidad de la humanidad de generar calor controlado, es una huella del progreso, no un paso del progreso. A menudo se expresa como un subproducto del poder, pero el poder mismo es en esencia del tipo expresado por el desarrollo de la ciencia de lo que conocían indistintamente como geometría constructiva o geometría física los pitagóricos, así como por Platón.

La escasez mortal de energía mundial

Enfoca la atención ahora en una de las más decisivas de las expresiones prácticas de esas cuestiones, la espantosa escasez en la capacidad de abastecimiento de energía en EU (entre otras naciones) hoy día.

Los descubrimientos de principios físicos universales en el dominio de la microfísica (por ejemplo, la física atómica y nuclear), son ejemplos de poderes descubiertos con los cuales el hombre puede emplear objetos fuera del dominio de la percepción sensorial directa, en tanto poderes, para aumentar cualitativamente el poder de la humanidad en el universo. Para describir esto en lo que pasaría hoy por términos académicos convencionales: el modo en que la humanidad ha procedido al nivel de lo nuclear y hacia la energía termonuclear como fuentes primarias de calor aplicable, muestra el efecto mensurable más simple de la elevación de la condición humana por encima del nivel bestial de depender de la radiación solar. Esto representa un aumento en la cantidad del efecto del calor transmitido a través de una sección transversal de un kilómetro cuadrado del efecto radiado. Esta medida se denomina "densidad del flujo energético" del proceso. En ciertos puntos críticos del proceso de aumentar esa densidad del flujo energético de procesos gobernados por el hombre ocurre un cambio cualitativo, y no sólo uno cuantitativo.

Típico de ello fue el salto superior en los poderes productivos del trabajo y en el ingreso familiar disponible de un miembro promedio de la población estadounidense, logrado mediante la generación de electricidad, no sólo para alumbrar las ciudades, sino como una energía de calidad superior que comenzó a proporcionarse a EU en tanto energía surtida para la operación de maquinaria rotatoria, descubrimientos que fueron posibles mediante la obra original de científicos como nuestro Benjamín Franklin, Ampère, Gauss, Wilhelm Weber y otros.

Para aquellos lo bastante viejos como para recordar la época en que fábricas enteras todavía se movían con una maraña de ejes y correas, que transmitían energía desde una caldera de vapor en el sótano o aneja al edificio, el salto en productividad logrado con la introducción de motores eléctricos incorporados a la función de la máquina individual, podrían recordar ese salto adelante.

A partir de la obra de Rutherford y otros, para la primera década del siglo 20 era reconocido que la energía nuclear manifestada por la radiación del rádium representaba la fuente futura de energía para la economía del mundo. Esto representaba un aumento en el nivel transversal de la densidad del flujo energético a niveles de aplicación tales, que sería imposible lograr de otro modo los aumentos en el poder de la humanidad en y sobre la naturaleza.

Infortunadamente, aunque se reconoció en el transcurso de los 1920 la factibilidad en general de la fisión nuclear controlada, fue sólo debido al poder del armamento de radiación nuclear, como lo puso de relieve públicamente por primera vez el utopista H.G. Wells en el prefacio de una novela de 1913, que se puso en marcha el desarrollo de la tecnología de fisión nuclear controlada durante los 1930. Mientras que los autores principales de la guerra nuclear moderna, los utopistas H.G. Wells y Bertrand Russell, impulsaron el desarrollo inmediato de la fisión nuclear como arma lo suficientemente aterradora como para causar que las naciones se sometieran al gobierno mundial, otros, como yo empecé a hacerlo a principios de 1947, hicimos campaña política a favor del desarrollo de la energía nuclear como fuente fundamental del desarrollo necesario de nuevas naciones, tales como India, en particular. A principios de los 1970 yo impulsaba el sustituir las capacidades de menor densidad de flujo energético de la fisión nuclear como fuente de energía, por el desarrollo de la fusión termonuclear controlada.[29][FIGURE 6]

Mientras tanto las doctrinas neomaltusianas del H.G Welles de Thomas Huxley y de Bertrand Russell, el nieto del lord Russell que odiaba a Abraham Lincoln, extendían sus tentáculos. El aspecto más decisivo de la influencia de Russell fue su desempeño plenamente conciente como "hombre–bestia" sinarquista. Russell era un "hombre–bestia" en la imagen de ese verdadero progenitor de los enormes crímenes de Adolfo Hitler contra los judíos y otros, el notorio inquisidor Torquemada.[30] Con el proyecto de unificación de las ciencias basado en EU de Russell, vino la campaña después de la Segunda Guerra Mundial para realizar el tipo de utopía global descrita por H.G. Wells y por los seguidores de Russell, los hermanos Huxley, Aldous y Julian, y sus compañeros inducidos a los misterios psicotomiméticos del teosófico "Amanecer Dorado" de Aleister Crowley, George Orwell: en verdad hombres de ciencia, todos y cada uno.[31]

El lanzamiento innecesario de dos bombas de fisión experimentales sobre la población civil de dos ciudades de un Japón ya derrotado, Hiroshima y Nagasaki —continuando la política que guió los bombardeos incendiarios de Hamburgo, Dresde, Magdeburgo y demás, en Alemania, bombardeos innecesarios y, en realidad, contraproducentes en lo militar—, fue concebido por Russell y los de su calaña, no para ganar la guerra contra el Japón, sino para llevar a un mundo aterrado a un descenso de la humanidad hacia un cultura bestializada: la "Era de Acuario" nietzscheana.

El efecto del creciente miedo de tipo paranoico a la sola palabra "nuclear", engendrado por el terror contra Hiroshima y Nagasaki, y agravado más y más por el miedo a una guerra termonuclear, fue cosechado con la crisis de los proyectiles de 1962. El terror golpeó con una ola de asesinatos y atentados dirigidos por la internacional sinarquista, como el de Jacques Soustelle contra el presidente Charles de Gaulle; en especial, la forma en que la élite estadounidense manejó el asesinato del presidente Kennedy y su secuela aterró las almas de muchos jóvenes adultos de la generación de edad universitaria que emergía, llevándolos a un estado de virtual fango político. El cambio de paradigma cultural orquestado con esa sucesión de acontecimientos produjo el estallido pro psicodélico de la contracultura del "rock, las drogas y el sexo", que hizo erupción de mediados a fines de los 1960: un espectáculo de un nido de serpientes de cuerpos humanos desnudos, retorciéndose enredados en el infierno, gritando incoherencias, odiando todo el progreso tecnológico–económico que ellos creían les había otorgado la desgracia de haber nacido.

Y así llegó el "Día del Sol", y la determinación de librar al mundo del progreso tecnológico. El miedo a las armas nucleares se convirtió en el miedo al odiado fuego nuclear de Prometeo, como las pobres criaturas del malvado Olimpo de Zeus. Desde el comienzo de ese engendro creado por los agraristas de Nashville, el ex asesor en materia de seguridad nacional de EU, Zbigniew Brzezinski, hasta recientemente, ha habido un coro cada vez mayor que repite ritualmente: "¡Fuera la energía nuclear!"[32]

Desde entonces, en tanto que la generación que entraba a la juventud adulta de principios a mediados de los sesenta llegaba a ocupar la mayoría de las posiciones más destacadas de la sociedad de hoy, la forma correspondiente del "instinto de grupo" adquirido de "sigue la corriente para no buscarte problemas", de los por demás variados componentes de esa generación, ha tomado las riendas de la sociedad. Quienes no se oponen fanáticamente al mero nombre de "energía nuclear", temen manifestar opiniones que ofendan a los adversarios fanáticos del progreso tecnológico.

De resultas de esos factores y otros hemos llegado a una situación en la que la capacidad de EU de mantener apenas sus niveles existentes de abastecimiento y generación de energía se está derrumbando, sin que haya remedio para esa desconsoladora perspectiva en las mesas del gobierno. Asimismo, para enfrentar los nuevos problemas planteados como la necesidad de grados más o menos revolucionarios de progreso tecnológico en la infraestructura económica básica y en la producción de bienes agrícolas y manufacturados, necesitamos fuentes de energía de nivel primario de una "densidad de flujo energético" relativa cualitativamente superior. Esta necesidad obliga, entre otras cosas, a volver a poner el acento en la rápida expansión del uso de la energía de fisión nuclear, y a trabajar agresivamente para poner en línea la fusión termonuclear como una fuente principal de energía.

Si no damos marcha atrás a la supresión de la energía nuclear, se pone en riesgo la civilización en su conjunto, y eso rápidamente.

Para las necesidades inmediatas del mundo tenemos un tipo de instalación probada de energía nuclear, el reactor de canto rodado de alta temperatura, que debería producirse en serie, de preferencia el modelo de regulación automática de 120–200 megavatios. Su pequeño tamaño permite instalarlo más rápida y ampliamente, y nos lleva a una situación en la que podemos generar combustibles de hidrógeno localmente, en vez de depender del costoso transporte a granel y aspectos similares de producto de bajo valor por tonelada, lo que implica que el costo del transporte y otros costos de distribución son elevados en proporción al valor del producto generado en el sitio de producción. El principal producto de desecho de estos combustibles sintéticos es, en lo principal, agua.

Esta aplicación de la energía nuclear también sostiene un acento en la ampliación del transporte público tanto de personas como de bienes, lo que reduce la tendencia a utilizar cada vez más las supercarreteras, que se convierten en lotes de estacionamiento durante las horas de mucho tráfico. Facilita el uso de formas de transporte público de levitación magnética, tanto de carga como de personas, para uso urbano e interurbano, para cambiar las proporciones actuales del menos económico (por tonelada–kilómetro) transporte aéreo, al transporte de levitación magnética en los troncales de relativa alta densidad de menos de 800 kilómetros de largo. De esa forma mejora la eficiencia y economía del servicio de transporte aéreo.

Sin embargo, además de todas las metas que pueden expresarse en términos de kilovatios–hora de energía proporcionada, está el asunto más decisivo ya mencionado aquí.

Marte y más

Considera dos de los numerosos retos que típicamente deberán enfrentar las dos generaciones venideras de la humanidad: los problemas que plantea la necesaria exploración y ciertos desarrollos del espacio solar cercano (por ejemplo, la Luna y Marte), y los que derivan del ritmo creciente de consumo de ciertas materias primas que estamos acostumbrados a extraer en las regiones fósiles de la biosfera de la Tierra. Considera cada una a la vez.

El mayor peligro que enfrenta nuestro programa espacial, aparte de quienes se oponen a él de cualquier manera, es la tendencia que ha prevalecido desde poco antes del desastre del transbordador espacial en los 1980, de reducir los costos a expensas de la seguridad. Justo es decir que el concepto de viaje de exploración espacial que al presente se debate en los medios de difusión y afines, y en los procesos políticos, es tonto y hasta peligrosamente ingenuo. Tres temas yuxtapuestos, pero distintos, del programa, son fundamentales: la seguridad, la capacidad y la misión.

En cuanto a la seguridad, en ningún caso debe una nave individual llevar a un ser humano desde la órbita de la Tierra a la órbita de Marte; e incluso una flotilla,[33] que pudiera apoyarse mutuamente en un viaje interplanetario, no debe desplegarse sin una aceleración–desaceleración permanente para casi todo el intervalo del viaje.

Por motivos relacionados, que incluyen entrambos vuelos tripulado y otros vuelos exploratorios, la idea de enviar un solo objeto, o hasta algunos objetos coordinados desde la órbita de la Tierra a la órbita de Marte, es prueba de incompetencia. Tenemos que construir la capacidad que representa una infraestructura de apoyo de transporte y exploración espacial en el lapso de viajes relativamente frecuentes entre la Tierra y Marte. Esto significa desplegar nuevas fuentes de energía para propósitos tales como vuelos autónomos. La construcción de esta infraestructura no sería posible sin una previa "industrialización" de la Luna. Así que tenemos que sustentar nuestro programa de exploración espacial en nada menos que la erección de una infraestructura necesaria de apoyo interespacial solar de largo aliento para un programa permanente Luna–Marte. La idea de "Vuelos baratos con descuento a Marte" sólo existe en los sueños de los tontos.

La tercera cuestión a abordar, una bastante obvia, es: "¿Para qué ir a final de cuentas?" Esto llevará al segundo tema, el problema de un suministro adecuado de materias primas para nosotros en la Tierra. La respuesta a esa cuestión no implica acarrear materias primas del espacio; implica las lecciones de la física de asegurar la vida futura en la Tierra, lecciones que debemos aprender, al menos en gran medida, de la exploración espacial. Nuestra misión no consiste en un paseo a Marte con fondos públicos; nuestra misión consiste en explorar el sistema solar para encontrar las respuestas necesarias para vivir en la Tierra, lo que no puede asegurarse sin la exploración espacial.

Debería recordarse el estudio que mostraba que EU ganaba más de 10 centavos de beneficios en la Tierra por cada centavo que gastamos en el desarrollo de la tecnología y las técnicas necesarias para lograr el viaje tripulado a la Luna que había ordenado el presidente Kennedy. Eso, no obstante, es sólo una muestra de lo que ha de lograrse con un programa espacial más amplio, con una orientación de misión.

En Asia central y del norte

Ahora, a esa luz, mira el futuro problema de lasmaterias primas. Considera la hipótesis siguiente, del período de muy a principios de los 1980 cuando yo trabajaba en la elaboración de lo que el presidente Reagan llamaría públicamente la "Iniciativa de Defensa Estratégica". Algunos podrían argumentar que esto fue sólo una hipótesis, pero es una hipótesis que tiene que abordarse en cualquier caso, y apunta más o menos directamente al problema a largo plazo de asegurar las materias primas necesarias de las capas fosilizadas de la biosfera.

Era claro de las consultas con científicos relevantes que, los elementos de Mendeléiev que componen nuestro sistema solar, los había generado el propio sistema solar en un período en el que el Sol rotaba mucho más rápido que hoy. Era claro que, dado que la fusión termonuclear que se calcula al interior del Sol por sí misma no podía haber generado toda la "tabla" de Mendeléiev, debemos ver el "disco" de material que los años más jóvenes del Sol habían colocado entonces como la "difusión de movimiento". Mi propuesta consistía en que la "fusión polarizada" al interior de ese "disco" podría haber generado los componentes de la tabla de Mendeléiev mediante fusión nuclear, en tanto que el Sol se habría detenido aproximadamente en el hierro; que esto era un reto inmediato que los científicos habían de enfrentar. Algunos en el Laboratorio Lawrence de Livermore estuvieron de acuerdo entonces de que la tesis era plausible, sobre la base de información experimental pertinente sobre la fusión termonuclear ya disponible.

Eso significaría, siguiendo los descubrimientos originales de Kepler de físico matemática de forma geométrica constructiva de la composición del sistema solar, que el material producido al interior de la fusión polarizada del disco se habría "destilado fraccionalmente", para distribuirse entre la lista disponible de órbitas en potencia keplerianas ordenadas armónicamente. La prueba decisiva del razonamiento de Kepler dada por Gauss con respecto a Ceres, et al., me había alentado una confianza firme en esta concepción del razonamiento geométrico de Kepler.

Esta investigación murió en la enredadera, excepto por mi propuesta de mediados de 1980 al grupo Luna–Marte de Los Álamos sobre "ciudades de la ciencia" en la superficie de Marte, y mi programa especial de media hora de televisión, "La mujer en Marte", de 1988. Mientras tanto, se abrió una nueva pista relacionada. Parte de mi trabajo había motivado a un colaborador, el profesor Moon de Chicago, a revisar sus estudios anteriores de la geometría constructiva de la tabla periódica de Mendeléiev. Luego, muy desafortunadamente, el profesor Moon murió repentinamente en Chicago. Con su muerte, el examen del "Modelo Moon" de la tabla periódica se quedó en los archivos por una década.

Mientras tanto, comenzó a salir otra pista sobre el propósito del proyecto sobre el Modelo Moon. En febrero de 1983, en una reunión realizada como parte de mi discusión privada como intermediario de una "iniciativa de defensa estratégica" propuesta al representante del Gobierno soviético, tuve ocasión de advertirle al gobierno soviético que si el presidente Reagan hiciera la propuesta, lo cual hizo de hecho el 23 de marzo de 1983, y si el Gobierno soviético fuese a rechazar ese ofrecimiento de Reagan, como era casi cierto según indicaba mi contacto soviético, entonces debíamos esperar que, por motivos económicos, el sistema económico soviético se derrumbaría en aproximadamente cinco años. Realmente se derrumbó en aproximadamente seis años. Más tarde, luego de que el secretario general soviético Andropov, incontenible, hubiese rechazado públicamente el ofrecimiento del presidente, repetí la advertencia sobre un probable derrumbe soviético en "unos cinco años". Fue por ese motivo que, el 12 de octubre de 1988, realicé una conferencia de prensa como candidato presidencial en Berlín occidental, en la cual adelanté la esperada reunificación de Alemania, con Berlín como su futura capital, en las circunstancias de un derrumbe ya inminente de reacción en cadena de las economías de Europa oriental y luego de la propia Unión Soviética, e hice una propuesta de política de cooperación de EU en la recuperación económica de esas naciones. Esa conferencia de prensa de octubre de 1988 se difundió por la televisión nacional estadounidense poco después, antes de las elecciones de noviembre.

Estos acontecimientos de los 1980 proporcionaron los fundamentos para la elaboración en 1989 de lo que se llamó el "Triángulo Productivo Europeo: Berlín, Viena, París", que se convirtió en la piedra angular del plan de 1991–1992 de un Puente Terrestre Eurasiático, que unía la propuesta del Triángulo Productivo Europeo con una red ampliada para incluir a Rusia, China e India como puntos de referencia centrales.

Las implicaciones pertinentes de ese plan del Puente Terrestre en los tópicos biogeoquímicos, son principalmente las siguientes.

El desarrollo agresivo de las naciones sumamente pobladas de los bordes oriental, sudoriental y sur de Asia, plantea la cuestión de largo plazo: ¿hasta qué punto pueden los depósitos minerales fósiles del Asia central y del norte satisfacer las necesidades de las crecientes regiones en desarrollo de las regiones más populosas de Asia? En ese momento se hace claro el papel de una misión de exploración a la Luna y Marte de largo aliento.[FIGURE 7]

Dado que gran parte de la riqueza mineral indispensable que encarnan los estratos fósiles de Asia central y del norte (así como de cualquier otra parte) son limitados, ¿cómo enfrentamos el reto de superar los efectos de tasas crecientes de consumo de estos recursos por parte de poblaciones crecientes y en desarrollo del Asia oriental y del sur, en particular? Sabemos que la mayor parte de esos depósitos se crearon como "esqueletos" de los restos de criaturas vivientes hace decenas de millones de años. ¿Cómo habremos de regenerar lo que consume la sociedad? ¿Cómo cambiamos la composición de nuestra utilización de materiales para impedir escasez crítica? ¿Cuáles son los métodos coherentes, aparte de las técnicas de la fuerza bruta, para transmutar elementos y sus isótopos? Enfrentados con ese reto que se avecina, necesitamos una física química que no siga dependiendo de la fe ciega en los "números mágicos", para aparentar explicar cómo generó realmente el sistema solar el repertorio de lo que ya se conoce como la tabla periódica del sistema solar que se encuentra naturalmente. ¿Qué hacemos? El enfoque necesario es multifacético, pero, el más obvio de éstos es un estudio a fondo de la química física de un cuerpo planetario solar que no sea la Tierra. El estudio de la Luna, de este modo, es indispensable, pero de ningún modo suficiente; la Luna es hija de la creación de la Tierra. Tenemos que salir de la prisión intelectual de nuestros libros de texto corrientes e ir a Marte, esperando encontrar la química física diferente que nos ayudará a desarrollar una química física, hasta una química física nuclear, más allá de lo que conocemos de los estudios sobre la Tierra.

En esta conexión, Rusia y Kazajstán tienen un papel multifacético de especial importancia para el planeta en su conjunto. Rusia no sólo es la nación con mayor experiencia, científicamente y de otro modo, en los problemas especiales de gestión de Asia central y del norte; la tradición científica de Rusia, desde la visita del zar Pedro el Grande a la Academia de Freiberg en Sajonia, Alemania, y el desarrollo de Rusia en geología y materias relacionadas, es de pertinencia sobresaliente para el planeta en su conjunto. Las tradiciones de Mendeléiev y Vernadsky están al centro de la tradición científica rusa pertinente hoy día. Kazajstán constituye una parte decisiva del programa infraestructural, biogeoquímico y astrofísico necesario para abordar este reto. La forma científica de ese reto es la necesidad de liberar a la ciencia de la garra desorientadora del concepto mecánico de "energía" del reduccionista, para regresar al punto de vista de la ciencia inherente al concepto de poderes que sustenta la definición singularmente exitosa de Kepler sobre un sistema solar cuya existencia y desarrollo permanente requiere el acento en ese principio de hipótesis del que ha dependido la existencia misma de la ciencia competente desde la época de Pitágoras y después.

Debemos ver al sistema solar en que vivimos, no como una cosa fija, sino como un proceso de desarrollo en marcha, en el cual debemos intervenir en el sistema todo, del modo en que tal intervención ha impulsado todos los logros de la humanidad, como especie, sobre un solo planeta, la Tierra. El razonamiento propio es el que sigue.

Cómo opera la ciencia económica

En esta conexión, consideremos el modo en que funciona la ciencia física. Piensen en la duplicación, sólo por medios de construcción geométrica, de la línea, el cuadrado y el cubo. Piensen en la construcción puramente geométrica de los cinco sólidos platónicos. Piensen en el descubrimiento de Kepler de un principio universal de gravitación. Revisen el modo en que se realizan descubrimientos de principios físicos universales y se prueba que son tales descubrimientos.

Cualquier cosa que se percibe simplemente como una regla estadísticamente congruente, no es un principio físico universal. El descubrimiento, o el reconocimiento de un principio, comienza con el reconocimiento de la ocurrencia constante de algo observado que desafía las normas aducidas de la simple "repetibilidad" estadística.

El descubrimiento de Kepler de la gravitación universal, es un ejemplo primario de esto. Al descubrir un principio como el de la gravitación, hemos reconocido la existencia de una norma regular, pero una norma de calidad diferente, una calidad muy superior a las normas propias de una ocurrencia "repetible" observada. Estas son normas invisibles, pero demostradamente efectivas, que gobiernan las meras sombras de la realidad que nos presenta la percepción sensorial. De aquí, las implicaciones ontológicas de la noción de Gauss del dominio complejo. Estas normas superiores se reconocen por los poderes creativos de la mente humana. Son normas que operan más allá del alcance de la percepción, pero, como expuso Carl Gauss en su ensayo de 1799, los errores de Euler y Lagrange son más eficientes en gobernar lo que percibimos que cualquier especie ordinaria de normas estadísticas simplemente aritméticas.

En la práctica de cualquier rama de la ciencia física, o de la composición artística clásica, la cualidad que asociamos justamente con el genio, empujamos el conocimiento humano existente de algún aspecto de la experiencia a un punto más allá de todos los límites explorados al presente.

Procuramos descubrir una anomalía pertinaz, una situación en la cual la realidad viola, perceptiblemente, el surtido de nuestras normas más preciadas conocidas al presente. Ese suceso paradójico, esa anomalía, esa ambigüedad, plantea un reto a los poderes creativos de la mente. ¿Qué es esa criatura invisible, ese principio físico universal que produce esa paradoja ontológica?[34]

De este modo, para descubrir esas leyes específicas de nuestro sistema solar, que están encima, abajo y más allá de lo que han demostrado nuestros descubrimientos científicos hasta ahora, debemos ir más allá de los límites superior e inferior de las investigaciones a la fecha. Debemos descubrir leyes, características del sistema solar, pero exigiendo principios que se expresan más allá de las fronteras de lo que nuestra experiencia nos ha permitido descubrir hasta ahora. Esto quiere decir que debemos optar por la creación de una infraestructura organizada de exploración científica que abarque a la Luna, Marte, y el traslado entre uno y otro lado, como la frontera de las nuevas dimensiones de la exploración, en busca de nuevas leyes descubiertas de nuestro sistema solar y, además, su biogeoquímica. Esto se debe conducir a una escala astronómica, pero también, simultáneamente, en las fronteras de la microfísica nuclear.

Lo que acabo de describir es una reflexión del principio fundamental —aunque desafortunadamente rara vez entendido— de cualquier forma competente de ciencia económica. El progreso del hombre, desde un nivel potencial de población semejante al del simio, de unos pocos millones de individuos vivos, a más de seis mil millones que se registran hoy día, es el resultado de la aplicación de un cúmulo de descubrimientos de principios, principios acumulados y, generalmente, transmitidos a través de muchas generaciones sucesivas, y también de una cultura a otra. El aspecto fundamental de ese proceso de aumentar la densidad relativa de población de la especie humana, es el acto de descubrimiento, original o reproducido, de principios físicos universales con las características que acabo de resumir, una vez más.

Estos descubrimientos actúan como poderes, según Platón, seguidor de los pitagóricos, emplea el término griego clásico dúnamis, y según Leibniz, fundador de la ciencia económica moderna de la economía física, introduce el alemán Kraft, como el sinónimo apropiado de dúnamis en su significado platónico. Esos poderes así definidos como expresiones de descubrimientos de principios físicos universales comprobados mediante experimento,[35] definen dimensiones adicionales de actividad humana efectiva.

Estos principios, como se refleja en las tecnologías que se derivan de ellos, son la fuente primaria de todo aumento de las facultades productivas del trabajo. El estudio de eso se hace más que poquito complicado, en tanto que examinamos los detalles intrincados de los procesos sociales involucrados; pero el mencionado principio elemental mismo se preserva intacto en toda consideración de los aspectos adicionales del proceso.

La encarnación de estos poderes intelectuales descubiertos en la cultura de una sociedad, constituye el capital primario de esa sociedad. Sin embargo, la expresión efectiva de ese capital primario requiere inversiones en las actividades físicas incluyendo a las actividades educativas, y en las estructuras físicas mediante las cuales se expresan eficientemente esos poderes en los proverbiales "puntos de producción y consumo". Las actividades que expresan esos niveles correspondientes a un ordenamiento de poderes se han de considerar como inversión de capital: en la infraestructura económica básica, en capital de producción de bienes, y en el capital necesario de empresas productivas y los hogares.

Los precios que se atribuyan a estas formas de capital deben corresponder con el mantenimiento requerido para sostener los niveles presentes de densidad de población relativa potencial de la sociedad, y con una determinada tasa de mejoramiento de la densidad relativa de población de la sociedad. Este mejoramiento corresponde a lo que se pudiera denominar, por conveniencia, "ganancia social".

La función de diversas medidas proteccionistas, que abarcan el diseño de pautas arancelarias y comerciales, políticas tributarias, o salarios mínimos y demás, consiste en establecer límites (condiciones límites) dentro de los que pueda asegurarse una expectativa razonable de "ganancia social" continua, así definida. Salvo circunstancias extraordinarias, como fue el caso durante la Segunda Guerra Mundial, estas medidas proteccionistas no son medidas de control de precios, pero funcionan al efecto de ser pautas de "comercio justo".

El propósito general es aumentar la acumulación de capital físico real donde se necesite, o donde lo desearía firmemente el interés nacional, mientras se protegen los niveles existentes de capital, incluyendo la inversión de capital físico de hecho en la calidad de vida de los hogares y los trabajadores.

Típicas de lo necesario son las formas de regulación destruidas por los Gobiernos estadounidenses de 1969 a 1981, de los que fueron asesores de seguridad nacional Henry A. Kissinger y Zbigniew Brzezinski, ambos patrocinados por William Yandell Elliott. Requerimos medidas correctivas tales como derogar las tan destructivas leyes Garn–St. Germain y Kemp–Roth. Ahora, examina los principios que sustentan esa preciosa herencia proteccionista de nuestra república, herencia que arruinaron esos malhechores.

4.  El precio de la producción

Es posible proporcionar una ilustración útil del caso a presentar, desde la perspectiva de la aplicación previa a 1983, del sistema estadounidense de contabilidad del producto e ingreso nacional desarrollado en gran parte por el finado profesor Wassily Leontief. Desde 1952 hasta 1983, en mis actividades como consultor de gerencia y otras actividades profesionales, yo había dependido mucho de comparar estudios que yo había hecho, con una combinación de las estadísticas privadas y oficiales de EU, e informes y estudios relacionados y basados en ese modelo de contabilidad nacional. En mi exitoso pronóstico a corto plazo de fines de 1956 sobre la peor recesión estadounidense de la posguerra, que estaba por estallar en la primavera de 1957, mis estudios de la burbuja del crédito al consumidor tomaron en cuenta la manera en que se ubicaba esa burbuja en la economía, según la representaban las estadísticas federales aplicables del producto y el ingreso nacional. [36] La característica de los destacados éxitos que logré de modo consistente en la prognosis a largo plazo de 1956 en adelante, demuestra la utilidad condicional de dichas formas de informe analítico, al proporcionar el tipo de información necesaria para el trabajo del pronosticador.[37]

Para mala fortuna, en 1982–1983 los informes de la Reserva Federal y del gobierno pasaron de ser problemáticos a fraudes descarados. En un programa de media hora de televisión nacional en mi campaña por la candidatura presidencial demócrata de 1984, advertí del fraude sistémico en los informes oficiales del Gobierno estadounidense sobre la economía, en especial fraudes respecto al asunto del ritmo de la inflación, y de este modo puse fin públicamente a la publicación de lo que habían sido hasta entonces mis eminentemente exitosos informes trimestrales de pronóstico. Desde entonces, los informes del gobierno se han hecho franca y crecientemente fraudulentos. La información confiable sobre el estado general de la economía real prácticamente ha desaparecido de los resúmenes oficiales que presentan el presidente de la Reserva Federal Greenspan y compañía y, en cambio, tenemos la admiración intoxicada por el crecimiento canceroso, cada vez más mortal, de la burbuja financiera sentada en Wall Street.

Hay que destacar también que mis logros principales del lado teórico del desarrollo de mi método LaRouche–Riemann fueron, en gran medida, resultado de mi comprensión de la potencial debilidad fatal de la linealidad de confiar demasiado en el enfoque Kondratieff–Leontief en el análisis de economías nacionales.[38] Los procesos económicos reales son intrínsecamente alineales, en el sentido de la geometría física riemanniana. Sin embargo, si el maestro y el estudiante entienden lo que implica esa distinción, los modelos lineales de cierto tipo pueden utilizarse en la introducción a la educación de la ciencia económica en el aula. Incluyo ese enfoque pedagógico al desarrollar mi razonamiento aquí.

Como aproximación lineal, la métrica a emplear para los cálculos económicos nacionales a propósito de sentar pautas, es una cierta medida normativa del ingreso familiar físico, que incluye toda participación en los servicios públicos esenciales de la infraestructura económica básica. El promedio de los datos como tales no debe usarse a fines de definir programas; en su lugar, debemos utilizar un esquema que corresponda a lo que requieran los hogares para satisfacer una norma sintética adoptada para un hogar cuyo empleo expresa un nivel específico fijado de desarrollo tecnológico empleado en la producción. Esta pauta se extiende como un requerimiento de todas las categorías de los hogares.

Aquí es necesaria una explicación de ese enfoque.

Cómo por lo común mienten las estadísticas

El disparate más generalizado de los que hay hoy día entre los profesionales y los no profesionales, es que al hablar de economía y de política económica tienen una confianza fanática en lo que prefieren considerar como "datos estadísticos", que casi nunca son realmente hechos en el sentido en que se presentan, y que por lo común son también producto de un desorbitado concepto erróneo de la naturaleza de lo que pasa como estadística.

Como lo he destacado ya aquí antes, ninguna tendencia estadística ordinaria muestra nunca, ni prueba un principio de la naturaleza. La falla característica de la astronomía aristotélica y empirista, desde la época del farsante egipcio Claudio Ptolomeo del Imperio Romano, hasta Copérnico y Tico Brahe, fue la suposición de que las trayectorias orbitales al parecer congruentes, según sus propias observaciones o las de otros, correspondían a las leyes cognoscibles del universo físico. En realidad, como demostró Kepler, constituían hechos que violaban pertinazmente esas estadísticas simplistas de los aristotélicos y empiristas por igual, lo cual reflejaba la existencia de alguna intención gobernante, incorporada a los procesos astrofísicos, intención que se podía identificar como un principio físico universal sólo mediante los métodos de la hipótesis platónica.[39]

Las estadísticas, a lo sumo, son incapaces de mostrarnos nada más que el aspecto relativamente menos interesante de la experiencia. Todo avance importante conocido de la especie humana ha dependido de los elementos de juicio que nos muestran la insensatez de la fe ciega en la consistencia estadística matemática. Son los cambios repentinos, estadísticamente inesperados, en las características de los sucesos históricos, por ejemplo, los que desafían los poderes de comprensión creativa de la mente humana, y así suscitan, una vez más, el descubrimiento de esa "mano del destino" que controla desde atrás de la cortina de la percepción sensorial. Esta es la mano que los hombres cuerdos pueden reconocer como la calidad de un principio físico universal, tal como la gravitación universal. Todos los rasgos más significativos de un proceso económico tienen la calidad de aplicación de los efectos de relativo largo aliento de la operación de principios recién descubiertos, principios que han estado operando, aparentemente, desde atrás de la cortina de las formas acostumbradas del análisis estadístico.

De allí que al evaluar el costo de producir cierta calidad necesaria de desarrollo cultural en un hogar familiar representativo, no debemos emplear esas métricas que pasan por alto lo realmente medido, los niveles actuales de ingreso real. Pero no debemos hacer a un lado la necesidad de determinar los efectos de las desviaciones de los verdaderos niveles de ingreso real de lo que se requiere para sostener el desempeño mejorado de forma constante que exige el interés general de la sociedad.

Hay algunas ilustraciones obvias de este asunto. La educación, el cuidado de la salud y las condiciones de vida personal al interior del hogar y de la comunidad, son de importancia decisiva, así como lo que determina la calidad de vivienda necesaria para permitir la privacidad eficiente de la familia. Debemos fomentar el desarrollo de todas las personas para producir la calidad de capacidad, incluyendo el conocimiento (distinto al mero aprendizaje), que concuerde con esos niveles e índices de progreso científico–tecnológico y cultural más avanzados, según establezcan las necesidades actuales de la actividad económica nacional. Debemos educar a los niños de hoy para sus funciones adultas en la economía más avanzada tecnológicamente, de la que serán parte, digamos, en veinte o veinticinco años. Debemos calificarlos como niños y adolescentes, para el tipo de tecnologías nuevas que ahora están en proceso de aparecer.

Con demasiada frecuencia, hasta en el caso de nuestro propio EU, las medidas que rigen, incluso notablemente las medidas del gobierno, están más bien encaminadas (post hoc, ergo propter hoc) a conformar los fardos de las prácticas pasadas, que a construir los cimientos para la práctica del futuro que emerge.

No hay nada de extraño ni exagerado en esa declaración. La mayoría de los inmigrantes que llegaron a EU hace tres generaciones o más, llegaron como pobres novatos que trabajaban para hacerle una vida mejor a sus hijos y sus nietos. El caso nada atípico de la historia de una familia inmigrante de nuestra nación crisol de razas, desde el trabajador mal pagado de la fábrica que ingresó a nuestra nación, hasta el científico, médico y demás entre sus nietos, ilustra mi razonamiento.

En base a esta explicación, nuestra política económica nacional debe establecer como pauta lo que debería ser el costo de vida de un hogar familiar, en términos físicos, en vez de aceptar el actual estado de cosas como norma de referencia para el estudio de la economía en su conjunto.

De ahí que el intento de definir el precio del trabajo en términos tales como el deseo de abaratar competitivamente los salarios mediante el mentado "libre comercio", es inmoral y demencial en términos científicos. Reducir el nivel de la educación general de la mayor parte de los jóvenes a lo que alguien cree que es suficiente para las exigencias de sus patrones esperados, es una política económica tan insensata, como una práctica inmoral. Reducir el ingreso físico de los hogares por debajo de la norma inherente a factores tales como la productividad cualitativa y cuantitativa, sería moralmente censurable en extremo, y, una locura desde el punto de vista de fomentar la productividad física de una fuerza laboral nacional. El costo físico del trabajo es el costo de producir hogares familiares cuyo trabajo encarna no sólo cierto nivel corriente de tecnología y motivación, sino también una tasa de mejoramiento de esas cualidades.[40]

Planteada esa precondición, la función determinante en una economía física es la actividad humana que expresa: a) el nivel de tecnología alcanzado por la sociedad; y b) el índice de progreso del desarrollo ulterior de esa tecnología mediante, en lo principal, descubrimientos fundamentales de principio físico universal. Considera unos de los aspectos relativamente más simples de esto, primero.

En cuanto al tema de la infraestructura económica básica, también hay variabilidad. En los casos extremos, que no son necesariamente raros, tales como habitar las zonas desérticas del Oriente Medio o del África del norte, los costos de mantener una región competitivamente productiva y habitable representan un margen adicional del costo de desarrollo de la infraestructura económica básica. Sin embargo, en general los logros de productividad que obtiene la población mediante los efectos de desarrollar regiones relativamente marginales, per cápita y por kilómetro cuadrado, más que superarán los costos permanentes de desarrollo del área como región de población. Nuestro objetivo planetario debe ser "reverdecer" las áreas desérticas hasta un grado que se aproxime a la autosustentabilidad, con la ayuda de configurar tipos apropiados de microclimas a través del desarrollo a gran escala de bosques y otras áreas verdes.

Por estos medios la productividad de la población entera, per cápita y por kilómetro cuadrado, se eleva a un nivel superior. Estas ganancias en la totalidad de la sociedad superan por mucho el impacto de los mayores costos de infraestructura incurridos por convertir territorios otrora marginados en zonas productivas. Así se supera esa deducción de la riqueza total de la sociedad que las tierras marginales representan siempre.

Por otra parte, la empresa productiva agrícola o industrial individual, por ejemplo, igual que el hogar familiar, queda situada en un área mayor, cuya infraestructura económica básica no puede asignársele racionalmente a la empresa privada individual, sino que tiene que venir, ya sea del gobierno o de alguna empresa de servicio público, a veces privada, regulada por el gobierno. Este verdadero costo físico de la infraestructura, de su operación y su mantenimiento, debe calcularse sobre la base de un lapso cercano a entre un cuarto de siglo a medio siglo. La proporción de los costos físicos de la infraestructura con relación al ingreso de los hogares debe calcularse así.

En la agricultura y en la industria, por ejemplo, los costos de producción deben incluir estimaciones similares de la distribución de factores de capital físico en las operaciones corrientes.

Como parte de esto, debemos incluir un margen para el crecimiento. Esto se expresa como un margen de ganancia incorporado al costo físico total de la producción y de los ingresos de los hogares. Aunque esto permite el crecimiento "horizontal", o sea conservar el presente nivel de tecnología en la práctica, el acento debe ponerse en el ritmo de progreso científico–tecnológico.

El progreso científico–tecnológico incluye tomar en cuenta los costos fraccionales del "desgaste tecnológico". También incluye un margen de progreso científico–tecnológico por encima del absorbido al combatir las pérdidas en la productividad relativa imputables al desgaste tecnológico. Este margen adicional de progreso científico–tecnológico es la fuente del crecimiento neto real de la economía.

El negar que dicho progreso científico–tecnológico es la fuente del verdadero crecimiento económico neto de la civilización, es el origen obvio de las falsedades estadísticas en las tendencias de la política estadounidense y la opinión pública en las últimas décadas. Sin embargo, las causas de esas tendencias no pueden entenderse de modo eficaz sin examinar más a fondo la cuestión de la manera siguiente.

El crimen del empirismo

Nunca olvides que, antes de los cambios revolucionarios que introdujo a la cultura europea el Renacimiento del siglo 15, todas las culturas conocidas del mundo estaban comprometidas, como principio práctico, a formas de sociedad en las cuales la mayoría de los seres humanos eran tratados como ganado humano salvaje (v.gr., como presa de caza), o de pastoreo. Como atestiguan los casos de Solón, Sócrates y Platón, así como el cristianismo de los apóstoles Juan y Pablo, lo mejor de la antigua cultura griega estaba comprometido, en contraste con la Esparta de Licurgo, a proporcionar a toda la sociedad el provecho del bien común (bienestar general, ágape). La idea de las metas de una forma de sociedad justa había existido, como lo atestigua el apóstol Pablo en su Corintios I:13, pero, hasta ese Renacimiento, no existía como práctica generalizada de esos principios en ninguna sociedad.[41]

A partir del reinado de Carlomagno hasta el final de la "Nueva Era de Tinieblas" en el siglo 14, Europa estuvo dominada por un orden mundial ultramontano (v.gr., imperial) gobernado, de hecho, por una alianza de la oligarquía financiera de la Venecia marítima con la nobleza normanda, una alianza que asociamos con la bestialidad de las cruzadas, la bestialidad de las ejecuciones en masa de la Inquisición española al estilo de Nerón, y con la tradición de bestialidad a lo Torquemada revivida por el genocidio de los judíos y otras categorías de víctimas seleccionadas de Adolfo Hitler.

El cambio decisivo hacia el renacimiento y consolidación del concepto humanista griego clásico, cristiano del hombre y la mujer, llegó con el Renacimiento del siglo 15. Una parte ejemplar del liderato de ese Renacimiento lo aportó el cardenal Nicolás de Cusa. Cusa fue el autor de Concordantia cathólica, que contribuyó una parte decisiva al surgimiento de un sistema de Estados nacionales soberanos modernos; fue también, como Kepler lo puso de relieve más tarde, el fundador de la ciencia experimental moderna, comenzando con su De docta ignorantia. Además, Cusa fue el autor de una política de exploración que resultó en el redescubrimiento de las Américas por Colón.

Fue en ese contexto que empezaron los primeros Estados nacionales modernos comprometidos con el bien común (bienestar general, mancomunidad). La Francia de Luis XI y la Inglaterra de Enrique VII devinieron, de este modo, los modelos para el establecimiento de los Estados nacionales soberanos modernos en general.

A fines del siglo 15, Venecia y sus aliados pro feudales ya habían comenzado a contraatacar, y de manera salvaje, a este triunfo insurgente del cristianismo. Durante el siglo 16 la reacción vino a ser sistémica. La Inquisición española, prácticamente satánica, y la guerra religiosa que dominó a Europa en el intervalo de 1511–1648, representa el esfuerzo de los reaccionarios en pro del feudalismo para reafirmar el gobierno mundial mediante la bestialidad.

Sin embargo, la idea del Estado nacional soberano y del progreso científico no podía erradicarse de forma tan simple. De allí que los reaccionarios, representados por los neoaristotélicos seguidores de Francesco Zorzi de Venecia, y la nueva facción veneciana de los seguidores de Paolo Sarpi, intentaron un nuevo ataque contra la amenaza que representaba el Renacimiento para la tradición veneciano–normanda. Los enemigos más sagaces del Renacimiento, tales como el Paolo Sarpi de Venecia, abandonaron la esperanza de regresar al feudalismo erradicando la ciencia por completo. En vez de eso, recurrieron a la tolerancia de algunos de los productos de la ciencia moderna, pero a condición de que los científicos que consintieran en estos cultos al reduccionismo veneciano se convirtieran en eunucos intelectuales. Se proscribió así la difusión del método científico de Cusa, prohibición que representaron Zorzi y los empiristas, y sus engendros positivistas y existencialistas aun hoy.

Esa bestialidad de la reacción dirigida por Venecia contra el Estado nacional soberano moderno, produjo tanto a los fisiócratas neofeudales como a ese dogma del "libre comercio" axiomáticamente antimoral de la forma liberal de la democracia parlamentaria angloholandesa. De manera similar, la adopción de una forma prácticamente inquisitorial de esa doctrina de "libre comercio" —la del ultrazonzo de la Sociedad Mont Pelerin, Milton Friedman—, ha transformado la economía estadounidense en los últimos cuarenta años, de la principal potencia productiva del mundo, a la masa quebrada de podredumbre y ruina del Estado parásito, al estilo del "pan y circo" del Imperio Romano, que tenemos hoy día.[42]

La esencia de la artimaña empleada por estas facciones antirrenacentistas era la negación de la existencia de esa cualidad que coloca al hombre y a la mujer absolutamente aparte y por encima de las bestias. El objetivo de estos reaccionarios antirrenacentistas era eliminar la idea de que existen principios físicos universales que pueden descubrirse, y que no son discernibles directamente por el aspecto animal de la naturaleza del hombre: la percepción sensorial. Los ataques salvajes, hasta lunáticos, del fanático empirista Euler contra Leibniz, son el mejor ejemplo de esto, dado que entre esos empiristas Euler era el más ducho de los matemáticos de torre de marfil y, por tanto, el sofista más coherente en su formulación del mismo argumento fraudulento propuesto por muchos otros, como su compinche y cómplice Maupertuis.

La expresión política más significativa de este reduccionismo antihumanista de personajes tales como Descartes, Locke, Hume, Quesnay, Adam Smith y Euler, fue el modelo liberal angloholandés de imperialismo parlamentario. Este poder imperial lo estableció, como tal, el triunfo de la Compañía de las Indias Orientales británica sobre Francia en 1763, y el triunfo relacionado de esa Compañía en India.

La aparición del poder del Imperio Británico, en especial después de 1815, definió la forma liberal angloholandesa del empirismo —con Isaac Newton como su mascarón de proa— como el principal enemigo del legado del Renacimiento en toda Europa y las Américas. En este proceso, se adoptaron las expresiones extremistas del empirismo, como las de Hobbes, Locke, Mandeville, Quesnay, Hume, Turgot, Adam Smith y Jeremy Bentham, como la base del influyente modelo liberal angloholandés de una doctrina de economía política.

A fines del siglo 18 la principal oposición a esta receta liberal angloholandesa para la bestialización del hombre por el hombre, se aglutinó, en tanto fuerza internacional, en torno a la causa de la libertad de la república estadounidense dirigida por Benjamín Franklin. La tradición que así representábamos era la del Tratado de Westfalia de 1648, que puso fin a la guerra religiosa de 1511–1648 orquestada por Venecia. En política económica, nosotros los patriotas americanos representábamos el legado del constructor de la nación de Francia, Jean–Baptiste Colbert. De hecho, en especial desde mediados del siglo 18 en adelante, expresábamos las políticas constitucionales y económicas de la devastadora refutación de Godofredo Leibniz a la doctrina esclavista de John Locke del valor del accionista, el concepto de Leibniz de "la búsqueda de la felicidad", como Leibniz lo definió en sus Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, lo que se convirtió en la base de principio para nuestra forma de autogobierno constitucional, y en el origen del concepto de "la búsqueda de la felicidad" destacado en la Declaración de Independencia de 1776.

Fue para evitar la difusión de los logros de la libertad de EU por toda Europa, que la Compañía de las Indias Orientales británica encabezada por lord Shelburne organizó la Revolución Francesa, y echó a andar la guerra y la tiranía de corte hitleriano de Napoleón Bonaparte.

Al Congreso de Viena, que celebró la ruina del emperador Napoleón Bonaparte, con justicia se le llama el Congreso Sexual de Viena. Mientras que la policía secreta habsburga de Metternich desplegaba condesas y a otras para proporcionarle entretenimiento divertido a muchos de los representantes de los Estados ahí reunidos, Metternich y Castlereagh tomaron las decisiones principales, lo que condujo, a su debido tiempo, al éxito que obtuvo lord Palmerston cuando desplegó a su agente Mazzini con la misión de sacar a Metternich del poder.[43] En la Europa que surgió bajo la autoridad de ese Congreso de Viena dominó una división del poder entre el Imperio Británico y un continente europeo neofeudal, y aisló y puso en peligro la existencia continua de la república constitucional que habíamos formado en 1789. No fue sino hasta que un EU gobernado por el presidente Abraham Lincoln nos liberó del dominio de la doctrina de "libre comercio" del esclavista, que EU surgió rápidamente como la de por sí potencia económica más grande entre las naciones individuales del mundo, una condición que mantuvo hasta que la demencia del "libre comercio" y la "contracultura" hizo presa de nosotros hace unos cuarenta años.[44]

Ciertamente, antes de 1861–1865 caímos de modo repetido bajo la influencia de la facción esclavista respaldada por Londres, así como de los Habsburgo y la monarquía española traficante de esclavos del siglo 19; y bajo la influencia de los presidentes pro Confederación Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson. Recientemente, en especial desde el asesinato del presidente John F. Kennedy, nuestra nación ha devenido en la víctima de un remedo de las depravadas políticas de "libre comercio" del ajeno modelo liberal angloholandés. Sin embargo, pese a esas excursiones por la depravación, hasta ahora hemos permanecido, genéticamente, en el sentido político del término, lo que hizo de nosotros el legado de Franklin, excepto en tanto que hayamos sido, muy frecuentemente, las víctimas prácticamente apóstatas, ya sea del poder de coaliciones europeas que odiaban nuestra existencia, o de nuestra propia corrupción inducida de forma voluntaria, como hoy. Nuestra Constitución, y nuestro concepto de una política contraria a la Compañía de las Indias Orientales británica conocida como el Sistema Americano de economía política, nuestra oposición fundamental a un liberalismo angloholandés imperialista intrínsecamente depredador, constituye un carácter especial profundamente arraigado de nuestra tradición patriótica, incluso hoy.

Hoy día ya no somos prácticamente "la única potencia" sobre el planeta, como lo fuimos hasta que el presidente Harry Truman comenzó a estropear los logros de Franklin Roosevelt. Sin embargo, el Sistema Americano de economía política, que es nuestra tradición constitucional, es algo en torno a lo cual pueden aglutinarse muchas naciones del mundo hoy. Esto puede hacerse, a condición de que desechemos lo imperialista entre algunos de nosotros para retornar a lo que era la intención del presidente Franklin Roosevelt, de haber vivido para poner en práctica su propia política de posguerra, contrario a la presidencia de Truman, .

El propósito de dicha coalición debe ser lo que yo propuse, y que suscribí de corazón, como el proyecto de un nuevo orden económico internacional justo, adoptado en la reunión de las naciones No Alineadas en Colombo, en agosto de 1976: crear un nuevo orden económico internacional justo entre Estados nacionales perfectamente soberanos, un orden liberado de esas políticas de "libre comercio" y afines, que ahora, casi treinta años después, han llevado a la civilización europea en su conjunto al borde de la autoextinción voluntariosa.

El rasgo decisivo común a este modelo liberal angloholandés, sea en tanto física matemática o como economía política, era la negación de la existencia cognoscible de cualquier principio físico universal más allá de la interpretación estadística de la mera percepción sensorial como tal. En ambas expresiones el efecto era la negación de cualquier cualidad humana cognoscible por la que el hombre pudiese distinguirse de la bestia. Al mismo tiempo, como un correlativo de esto, se negaba que el hombre fuera capaz de descubrir y emplear cualquier forma cognoscible de principio físico universal fuera del reino cerrado de la experiencia de la percepción sensorial. En suma, el hombre, como fértil criatura de ideas, era castrado por la "navaja de Occam" o del empirismo de Sarpi, para producir un eunuco moral, que podía admirar y quedar humildemente perplejo ante los artefactos de principio de la razón científica, pero que no podía en verdad producirlos.

La importancia política crucial del empirismo, en particular, es que hace lo mismo que el reduccionismo en general. Niega, y hasta virtualmente prohíbe, esa cualidad específica del hombre y de la mujer que ubica a los seres humanos absolutamente aparte y por encima de las bestias.

Por ejemplo, el notorio fisiócrata, el doctor François Quesnay, usó su degradación de los trabajadores en la finca feudal a la misma condición que el ganado para pretender mostrar que toda la ganancia creada por la finca era fruto de los poderes místicos del título de dominio supremo del terrateniente feudal. Esta presunción del malvado Quesnay la presentó en su doctrina del laissez–faire, la cual plagió Adam Smith para convertirla en el dogma del "libre comercio". John Locke había hecho el mismo planteamiento antes, a nombre del dogma del "valor del accionista" (por ejemplo, la propiedad).[45] Mandeville, el patrono adoptado por la Sociedad Mont Pelerin de Von Hayek y Milton Friedman, trazó la génesis de la riqueza hasta la práctica privada del vicio personal, escogiendo así a Satanás como su dios favorito. El mismo razonamiento hicieron, con un empaque literario ligeramente diferente, Adam Smith, Jeremy Bentham y todos los demás ideólogos de los dogmas liberales angloholandeses.

En otras palabras, todos esos ideólogos reduccionistas procuraban regresar el reloj de la historia, desde la altura representada por el Renacimiento del siglo 15, a la forma de sociedad en la cual la mayoría de la gente era degradada a la condición de ganado humano, ya fuese de caza o de pastoreo. El acondicionamiento, podría decirse el "lavado de cerebro", de nuestra juventud en las escuelas y universidades, al igual que en otras partes, a versiones del aprendizaje que son expresiones axiomáticas del reduccionismo, ha producido un estado mental estupidizado en la población y en sus hábitos de sentar pautas, que nos impele de forma reiterada a modos de conducta de masas que nos han llevado una y otra vez a casi destruirnos, como fue el caso con el legado de Coolidge y Hoover, o a las tendencias de los últimos cuarenta años, que nos han llevado al borde de la ruina económica hoy día. El meollo del problema es que se niega la idea de la existencia de los poderes creativos de la mente humana individual, o se les mistifica de tal modo que se les incapacita, de manera que el factor de la creatividad humana real no se destaca como factor determinante en el bienestar y el progreso de la sociedad en su conjunto.

Esta fue la función criminal del empirismo, y de formas semejantes de reduccionismo, de degradar el concepto del hombre y la mujer al de una simple bestia. El propósito fue asegurar que la mayoría de la población, incluso los educados como supuestos científicos, se pensaran a sí mismos como a semejanza de ganado humano. Estos fueron inducidos, como lo fueron Euler y Lagrange, a pensar sólo como Isaac Newton, a semejanza de ganado humano: negando la existencia de aquellas cualidades de descubrimiento que ubican el conocimiento de principio fuera de la simple percepción sensorial; negando la verdad, la hipótesis, como algo innecesario, como hizo Newton. Comparen el caso del pobre Georg Cantor, quien fuera alguna vez un verdadero genio, pero que luego de que sus perseguidores, tales como Kronecker, lo volvieron loco, ¡le propuso al papa León XIII la adulación de Isaac Newton!, aunque sin éxito.[46]

De resultas de este lavado de cerebro en masa continuo del empirismo, la actividad que distingue al hombre de las bestias, el proceso de descubrimiento de principios científicos fundamentales, es excluido de los principios que se enseñan en economía. En una sociedad putativamente dedicada a las ganancias de la usura, como el modelo que adoptó Marx del sistema liberal angloholandés, la actividad que realmente produce tales márgenes de ganancia, el descubrimiento de principios científicos, se excluye de la descripción de los procesos económicos.

La aceptación del dogma del "libre comercio" de los reducionistas es el crimen por el cual mis conciudadanos, cual pobres flagelantes dementes, todavía, y con frecuencia, se castigan a sí mismos.

¿Qué es, entonces, el precio financiero?

"¿Qué tan listo debe ser un elector? ¿Qué nivel de desarrollo de la mente de los ciudadanos es necesario para permitirle al menos a una mayoría de ciudadanos hacer elecciones inteligentes las más de las veces, al menos en períodos de crisis?" El problema entre nosotros ha sido con frecuencia el fanatismo populista, que insiste que el nivel del debate debe reducirse al de la opinión popular, en vez de elevar el conocimiento del ciudadano al nivel necesario para que el ciudadano promedio haga elecciones competentes, elecciones que habrían tendido a prevenir la suerte de degeneración que han sufrido EU y su economía en los últimos cuarenta años, hasta la fecha.

Es notable que las peores decisiones, las responsables de la degeneración de EU, de ser la principal sociedad productora del mundo en tiempos del presidente Kennedy, al gueto "posindustrial" destripado, de poco pan y circo a lo romano, han sido dirigidas por quienes son representativos de los nominalmente más educados y más influyentes entre quienes ingresaron a las universidades de mediados a fines de los 1960. Los de este estrato que han despistado con éxito a las otras partes de nuestra ciudadanía, lo hicieron explotando las pasiones más mezquinas de las víctimas. Tal es el resultado de rebajar la política al "nivel popular". La evidencia es clara; los hechos siguientes son típicos de la misma:

En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, después del establecimiento de las instituciones monetarias originales de Bretton Woods, ha habido una inflación monetaria general continua de la moneda estadounidense, primero con el presidente Harry Truman, y segundo, bajo la expresión de la influencia de Arthur Burns, el patrocinador inicial de la carrera del notorio Milton Friedman. Más recientemente, desde 1996, esta inflación ha acelerado hasta convertirse en una virtual hiperinflación, la que se refleja en los últimos tiempos en la precipitosa devaluación del dólar estadounidense, de 83 centavos de dólar por euro a 1,28 dólares por euro (al momento de escribir esto), en medio del crecimiento desorbitado del déficit de cuenta corriente nacional estadounidense en el orden del billón de dólares al año, mientras que el empleo productivo de EU sigue derrumbándose.

Los mecanismos responsables de estos efectos son una combinación de, primero, una simple inflación monetaria, ya sea debido al gobierno o con la complicidad del gobierno; y segundo, un fraude cada vez más imponente en las estimaciones del ingreso nacional estadounidense, mediante mecanismos flagrantemente torcidos del sistema de la Reserva Federal y de la presidencia, como el llamado, entre otras cosas, "índice de ajuste de calidad", o los "factores hedónicos" de los utilitaristas marginales. Pero a no ser por el timo del índice de ajuste de calidad utilizado en los informes oficiales, los factores políticos no le hubieran permitido al gobierno dejar que la economía estadounidense degenerase al grado en que lo ha hecho bajo los presidentes Clinton y Bush.[FIGURE 103]

Sin embargo, no debemos pasar por alto el hecho de que la posibilidad de que los gobiernos sigan recurriendo a fraudes inflacionarios como esos trucos monetaristas, ha dependido de la credulidad monstruosa respecto a la naturaleza del valor del dinero, aun entre los ciudadanos comunes. La necesidad de dinero como capacidad de compra (y de pago de deudas), ha embaucado a muchos[FIGURE 104][FIGURE 105] ciudadanos comunes a creer que el poder del dinero (o su ausencia) en sus vidas, "prueba" que el valor económico yace en las manifestaciones meramente simbólicas del dinero como tal. La difusión galopante de la "manía del juego de azar" entre los ciudadanos comunes y círculos políticos destacados, convirtiéndolos a entrambos más o menos en zombis del mercado de valores, refleja este desorden mental ya generalizado y creciente en la actualidad. La cordura en el estudio de la economía moderna exige que distingamos entre dos tipos de ganancia aparente, una real, la segunda una ilusión popular.[FIGURE 106]

En el caso en que una economía nacional esté operando con una pérdida económica física neta, es posible crear la ilusión de que es lucrativa canalizando enormes masas de dinero o crédito hacia los mercados financieros. Esto ocurre como un proceso doble de "inflar" una ilusión popular. Primero, el dinero, de una u otra forma se inyecta en los sectores del gobierno y las empresas que generan apalancamiento crediticio. Segundo, la capacidad de crear crédito se canaliza, como con el presidente de la Reserva Federal de EU, Alan Greenspan, hacia sitios definidos tales como el mercado bursátil, el mercado de bonos o la burbuja de los bienes raíces. Así tenemos hoy día el espectáculo, incluso sin tomar en cuenta los timos descarados, de la tendencia de un Dow–Jones en alza y un Nasdaq que anda por todo lo alto a corto plazo, mientras que la economía real y el valor del dólar de EU se desploman a lo que tiende a ser un ritmo acelerado.

El papel de la proporción entre precio y ganancia de las acciones en tales mercados crea la ilusión de un aumento de riqueza en las categorías de inversión propias de esas ganancias financieras, en esencia nominales, del mercado financiero. El resultado es que el presidente George W. Bush, y los visitantes de la misma mentalidad de la Laputa de Gulliver, resuellan con asombro, apuntando al cáncer monstruoso que sale de los tontos oídos de uno a otro, mientras exclaman: "¡Ven! ¡Estamos creciendo!"

Cuando aumenta la proporción de la cantidad de dinero que fluye a través de las cuentas de la ganancia financiera, pero también mientras la actividad productiva real de la economía se derrumba, vemos el proceso de un desplome sistémico de las economías de EU y del mundo, no sólo como quiebras, sino como sistemas. Esto es lo que se llama un derrumbe sistémico, lo que quiere decir que el derrumbe constituye una parte orgánica del diseño del sistema económico, en vez de resultar de errores aislados que hayan ocasionado problemas desagradables causados desde afuera, o temporales. La causa del problema reside en las mentes tanto de los poderosos como del pobre simplemente crédulo, por igual. En tal caso, entre más se posponga el derrumbe terminal de esa economía, más desastrosa se hace la situación, como es el caso de la economía de EU hoy.

Para atajar tal montón de ilusiones, como las que atenazan las mentes de la mayoría de los ciudadanos hoy día, debemos desviar su atención de los valores nominales del dinero como tal hacia los valores físicos. Sin embargo, no debemos ver los valores físico–económicos en términos de objetos discretos particulares, sino más bien en términos de los procesos físicos mediante los cuales se aumenta la densidad relativa potencial de población. Desde esta perspectiva, no debemos cometer el error simplista del reduccionista de asociar lo "físico", primordialmente, con "objetos físicos" individuales. Es el proceso, no la cosa, lo que es fundamental. Es mediante el fomento de esas acciones que ocurren más allá de la percepción sensorial, por la mente, acciones que representa el descubrimiento de principios físicos universales, que los procesos de producción generan ese tipo de productos mejorados y los procesos de producción mejorados, cuya existencia define un margen real, físico, de ganancia, tanto para la empresa individual como para la economía en general.

De este modo, el verdadero precio justo que se le ha de cargar a la sociedad por cualquier cosa que valga la pena producir se halla, matemáticamente, sólo en lo que Gauss definía, en oposición a Euler, Lagrange, et al., como el dominio complejo. Esto representa, por un lado, la actividad obvia de la producción y los componentes que se consumen en ese proceso, y por el otro, el factor de aumento en el índice de generación de riqueza producida en el transcurso de dicha acción continua.

El proceso identificado entraña, en la primera parte, varios elementos de capital: costos y gastos corrientes; el capital de la operación en la cual se realiza la producción; el capital requerido para situar los actos productivos como tales; la infraestructura económica básica, tal como la energía, el agua, el transporte, el cuidado de la salud, la educación y demás, con la cual se soporta toda la operación, junto con otras. Para la segunda parte, representa el papel "intangible" de las facultades creativas desarrolladas de la mente de las personas empleadas. Es el último de estos componentes, el llamado "imaginario" de la variable funcional, el que representa la acción creativa de la mente, que constituye la actividad característica mediante la cual se genera la posibilidad de un margen de ganancia real, físico.[47]

El primer conjunto de objetos es producto de los actos creativos previos que definen el nivel dado de desarrollo del proceso productivo. El segundo, la acción creativa de la mente, crea la riqueza eficaz. El primer conjunto de objetos está compuesto de sujetos tangibles de la percepción sensorial; el segundo es la acción cognoscitiva humana ejecutada fuera del dominio de la percepción sensorial. Esa acción creativa es lo que distingue al hombre tanto de la bestia como de una máquina; este es el aspecto humano de los procesos económicos. El no comprender estas distinciones funcionales decisivas en el proceso económico es el origen principal de la incompetencia manifiesta de esas enseñanzas económicas derivadas de las escuelas de alegatos empiristas.

Habida cuenta de eso, ¿cómo deben actuar los gobiernos para configurar los precios de tal modo que se fomente el progreso de la manera que indica esta noción de la función económica? ¿Cómo debe definirse, emitirse y regularse el dinero? Acorde a nuestra Constitución, la moneda de EU la emite, como monopolio de la nación soberana, únicamente el tesorero del Poder Ejecutivo, por autorización legal del Congreso. La autorización para emitir moneda se emplea luego como crédito público, el cual puede prestarse, como deuda del gobierno de EU, para categorías de objetivos aprobados.

Este monopolio soberano tiene la connotación de autoridad, deber y responsabilidad del gobierno federal de defender el valor de esa moneda (por ejemplo, contra la inflación sistémica), y de regular la circulación de maneras tales como el uso de los poderes para gravar impuestos, entre otros medios pertinentes empleados. A pesar del sistema de la Reserva Federal, que fue, de hecho, una subversión corrupta, aunque tolerada, de la clara intención de nuestra Constitución federal, introducida por designio de agentes estadounidenses del rey británico (y emperador) Eduardo VII, la circulación normal de la moneda se coordina federalmente de manera apropiada mediante una institución bancaria nacional, tal como Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro estadounidense, describió la naturaleza de esta intención al Congreso de EU.

Ahora bien, con la avalancha del derrumbe del presente sistema bancario internacional, la sobrevivencia de las naciones dependerá del coraje de los gobiernos que actúen en concierto para intervenir los sistemas de banca central intrínsecamente en quiebra, y reorganizarlos por bancarrota bajo la conducción de los gobiernos. Sería imposible inducir a ese montón de malandrines intrínsecamente heteronómicos, nuestros banqueros privados y centrales del presente, a generar una forma viable de acuerdo de reorganización del actual sistema bancario mundial. Esto significa que los gobiernos tendrán que intervenir al FMI, para reconfigurarlo en la imagen del sistema monetario de Bretton Woods de la posguerra. Esto significa, en efecto, la institución de la banca nacional, por lo menos en lo que dure la crisis.

La reorganización que requieren estos sistemas bancarios y monetarios debe proceder con conciencia de la inherente incomodidad de la dirección de la economía por parte del gobierno. Los gobiernos deben diseñar e instrumentar su función en estas cuestiones, a fin de evitar cualquier efecto significativo de esta incomodidad embarazosa. El gobierno debe limitarse a hacer lo que el gobierno es capaz de hacer bien, y de este modo crear el marco favorable para la acción creativa de la iniciativa individual. El gobierno debe limitarse, al menos en los principal, a fijar las reglas del juego y a dejar que el juego siga su curso. En este sentido, dado que la situación actual de EU y el mundo es mucho peor que la de 1932–1933, debemos hacer más de lo que hizo Franklin Roosevelt para sacar a EU de la depresión que le legaron las políticas de Coolidge, Andrew Mellon y Hoover; pero nosotros, en tanto gobierno, no podemos esperar hacer mucho más. Alcanzaremos nuestras metas, con cierta incomodidad, a la espera de que el sistema que hemos organizado "arranque" con sus propias adaptaciones originales a la combinación de condiciones y normas generales que hayamos echado a andar.

Por tanto, si lo que aquí señalo como medidas necesarias conducen a cierta incomodidad en su realización, eso no constituye prueba competente contra lo que debe hacer el gobierno; es una incomodidad inherente que conlleva el establecimiento, no sólo necesario, sino indispensable, de nuevas reglas por parte del gobierno. No critiquen lo torpe del andar de un paciente convaleciente; después de todo, camina. Por tanto, lo que propongo no es uno de los planes absurdos bastante típicos de los candidatos políticos; es un cambio de esas políticas que han llevado a la ruina a nuestra república (y a gran parte del mundo), para que vuelva a caminar, aunque sea torpemente, en el sitio en que hemos caído, al parecer incapacitados.

¿Cómo lo cambiamos?

Repito: no, realmente no sabemos nada hasta que hayamos descubierto cómo cambiarlo. Para entender el problema de la economía de EU hoy, debemos descubrir cómo organizar la forma de recuperación económica general que erradique los disparates de los banqueros, políticos y populistas de barrio por igual, en especial en los últimos cuarenta años.

Al presente, nuestro concepto apropiado de la noción de banca nacional lo define, todavía, el papel que desempeñó el presidente Franklin D. Roosevelt en el diseño de la conferencia de Bretton Woods de 1944. De hecho, las calamidades que hemos sufrido por la mala gestión de nuestros asuntos desde el inició de la guerra oficial de EU en Indochina, nos muestra hoy cuán necios hemos sido en alejarnos del concepto de un sistema monetario–financiero de tipos de cambio fijos, como el que hubo hasta la presidencia de John F. Kennedy, y un poco después.

Ahora, el presente sistema monetario–financiero mundial de tipos de cambio flotantes está irremediablemente en quiebra. Tiene que ponerse en manos de la intervención del gobierno para recibir las formas de administración y organización necesarias. Prácticamente todas las instituciones bancarias descollantes de Europa Occidental y las Américas (entre otros casos) están implícitamente en quiebra al presente. Por tanto, el primer objetivo, y el más inmediato, de la intervención de los gobiernos soberanos, debe ser la estabilidad de las funciones normales de la sociedad; el segundo objetivo de corto a mediano plazo debe ser aumentar el empleo productivo a un nivel suficiente como para equilibrar las cuentas corrientes de las naciones; el tercer objetivo debe ser la negociación de un conjunto anidado de acuerdos y tratados proteccionistas a largo plazo sobre crédito, aranceles y comercio entre un grupo de naciones destacadas. Estos acuerdos deben abarcar de una a dos generaciones, correspondientes a ciclos de capital de 25 a 50 años.

La posibilidad de una recuperación de la condición que nos ha legado la combinación del sistema de tipos de cambio flotantes del FMI y la conducta desatinadamente aberrante de los sistemas de banca central de las naciones, depende de suplir crédito a largo plazo en grande para la formación de capital, con acento inicial en la formación de capital en la infraestructura económica básica. Para sostener dicho programa de expansión durante dos generaciones, como debemos, es necesario un sistema en el que los costos fundamentales del endeudamiento no deben pasar de entre 1 a 2% en tasas de interés simple. Esto sólo puede lograrse en condiciones definidas por un sistema financiero monetario de tipos de cambio fijos. Por tanto, esto significa un "sistema de reservas de oro", pero no resucitar el patrón oro al estilo británico (o el "dinero honesto" del loquito de Ezra Pound). Esto quiere decir también un sistema de acuerdos a largo plazo sobre comercio y aranceles entre las naciones, para lograr un efecto congruente con metas tales como el crecimiento a largo plazo de la formación de capital. Sólo el gobierno, o un concierto de gobiernos, tiene el poder de resistir las demandas de "trato especial" de los "intereses creados", resistencia que es indispensable para impedir el aborto del nuevo sistema, prácticamente al nacer. Sólo el poder del gobierno de resistir el clamor de intereses creados privados puede asegurar el funcionamiento exitoso de dicho nuevo sistema monetario–financiero mundial. Por tanto, los intereses creados tienen que aprender a comportarse. El bienestar de todos nosotros no demanda nada menos que eso.

No existe argumento competente para clausurar programa o institución alguna, pública o privada, que desempeñe una función esencial para impedir mayores daños al bienestar general. Reducir el presupuesto de las naciones, o de regiones políticas de las naciones, es inmoral e inaceptable en lo económico. El remedio yace en anular las doctrinas de "austeridad fiscal" que ya han hecho tanto por arruinar a naciones y el bienestar general de sus pueblos. La norma debe ser desbridar o suspender lo que no tenga que ver con el bienestar general, y al mismo tiempo aumentar el nivel del empleo productivo total, y cambiar la composición del empleo cada vez más hacia esas actividades que son más productivas, medidas en términos físico–económicos.

Es de reconocer que parte de los problemas económicos de hoy día vienen del cambio del empleo, de modos útiles a, ya sea el desempleo relativamente en masa, o la degradación en calidad de la utilidad del empleo. Sí tenemos una enorme acumulación de formas de empleo antieconómicos, como sería de esperarse de una tendencia de cuatro décadas, en Europa y en las Américas, de cambiar de lo que otrora fuera una sociedad productora, a la presente cultura de "pan y circos" dominada por formas cada vez más depravadas de entretenimiento popular. El cambio necesario en el empleo, de categorías patológicas a empleos productivos, junto con la absorción del desempleo (incluyendo el tremendo desempleo escondido por las estadísticas), constituye el principal medio para elevar la actividad productiva y el rendimiento de las economías nacionales.

Hay algunas opciones disponibles muy bien definidas para llevar a cabo dicho cambio hacia un empleo mayor y más productivo. La más impresionante es la tendencia a la cooperación a largo plazo entre Europa continental occidental y un complejo centrado en torno al "triángulo estratégico" eurasiático de Rusia–China–India. Con grandes volúmenes de formación de capital a largo plazo, tasas base de 1 a 2% de interés simple, en un sistema de tipos de cambio fijos, quedará inmediatamente sobre el tapete de la toma de decisiones de las naciones una ola de crecimiento de 50 años a través de Eurasia continental.

Entre los aspectos más notables de esa perspectiva están las funciones indispensables que habrán de desempeñar los sistemas de infraestructura económica básica a gran escala, como en la generación y distribución de energía, el transporte público, los sistemas de gestión de aguas a gran escala, nuevos complejos urbanos, y el reacondicionamiento en grande de regiones de Asia central y del norte que constituyen fuentes primarias de materias primas esenciales para las generaciones venideras. Tenemos perspectivas similares para las Américas en su conjunto. La cooperación entre los programas de desarrollo eurasiático y de las Américas define una perspectiva brillante para las naciones, sus poblaciones y sus empresarios, para más de dos generaciones por venir. Con la cooperación entre esas regiones continentales pueden generarse los recursos para ayudar al África al sur del Sahara a escapar del ciclo de genocidio que hoy le atenaza.

Para asegurar el éxito en dichas empresas debemos establecer un sistema de acuerdos entrelazados sobre comercio y aranceles, acuerdos que sean diseñados para proteger la formación de capital invertido en empresas públicas y privadas de importancia para las naciones respectivas. Esto significa, por ejemplo, dar marcha atrás al lunático desenfreno de desregulación desatado sobre el desventurado pueblo de EU y su economía en el período de 1977–1981, cuando Zbigniew Brzezinski se desempeñaba como asesor de seguridad nacional. En general, es de suponer, en el caso de EU, que casi todos los cambios hechos por el gobierno en el campo de la economía desde 1968 probablemente fueron tan malos como los efectos de la revolución contracultural del rock, las drogas y el sexo que se desató en la secuela de la crisis de los proyectiles de 1962, el asesinato del presidente Kennedy y el inicio oficial de la guerra de EU en Indochina. En algunos casos, peor.

Si seguimos reacios a realizar la clase de cambios que he señalado aquí, incluso frente al derrumbe general del sistema mundial existente que se nos viene encima al presente, entonces nosotros y nuestra posteridad pagaremos un precio horrible por esa renuencia: probablemente una nueva Era de Tinieblas planetaria prolongada para la humanidad.

5.  La máxima neomaniquea

Ahora, para el aspecto decisivo, concluyente de este informe, volvemos nuestra atención al examen prometido del síndrome del "pez en la pecera". Para ejemplos de ese síndrome, fíjate en algunas de las fuentes más notables de oposición a lo que he propuesto. Toma el caso de las variaciones sobre el tema de la máxima neomaniquea conocida con nombres tales como "laissez–faire" o "libre comercio".

"¡El niño necesita zapatos!", exclamó el de los dados. El hecho de que la oración del que tira los dados no sea la de un cristiano, no significa que no sea una persona muy, pero muy religiosa. La creencia en la "suerte", buena o mala, es una forma de religión pagana; es, entre otros, la religión de esos conocidos diversamente como "bogomiles" o "cátaros", y los seguidores del notorio "Elmer Gentry" de la vida real de la historia del siglo 18 de nuestra nación, el charlatán Jonathan Edwards.

Éstos no han de ser condenados como malvados sólo porque no sean, en realidad, ni cristianos, ni judíos, ni musulmanes.

Se les condena sólo cuando un paganismo, como el del panteón imperial romano, se corresponde con una racionalización sistémica de la degradación categórica de una parte de la humanidad a la condición de ganado humano. El restablecimiento de una secta pagana de tipo malvado como la de "Juliano el Apóstata" es notable, debido a la adopción implícita de Juliano como modelo adoptado por la principal figura política de la Gran Bretaña del siglo 18, lord Shelburne. El historiador de planta de Shelburne, Edward Gibbon, buscando cómo el imperio, que recién emergía después de 1763, de la Compañía de las Indias Orientales británica pudiera evitar la ruina del antiguo Imperio Romano, culpó al cristianismo por la caída del imperio de Roma, y propuso al emperador bizantino Juliano el Apóstata como modelo a seguir de Gran Bretaña.[48]

Los programas del Adam Smith de Shelburne, de Jeremy Bentham, y sus seguidores Castlereagh, Palmerston y Russell, fueron esencialmente en realidad pro paganos en la tradición de la doctrina de Gibbon. Había surgido un dogma imperialista paralelo pro pagano en las filas del clero cristiano occidental, con la doctrina ultramontana imperialista neorromana promulgada bajo la rúbrica de la mítica "Donación de Constantino". Esta forma de paganismo, bajo un pretexto nominalmente cristiano, vino a ser el rasgo característico de las sectas gnósticas de la oligarquía financiera veneciana y sus aliados normandos, que se desarrollaron en torno al poder imperial posterior a Carlomagno, hasta la nueva Era de Tinieblas del siglo 14. El resurgimiento de las fuerzas opuestas al Renacimiento en el siglo 16, encabezadas por Venecia, expresaba la misma tradición gnóstica que la Venecia anterior, y lo mismo el surgimiento de las corrientes en pro del imperialismo de forma liberal angloholandesa de los siglos 17 y 18.

Ese tipo de paganismo logra expresión aún hoy en EU, como la religión de Bernard Mandeville y François Quesnay, y del Adam Smith que odia a EU,[49] y consiste simplemente en la fe ciega que se manifiesta en los populares juego de azar compulsivos, ya sea en los casinos, en un callejón lleno de basura, o en los mercados financieros de hoy. La distinción funcional esencial de estas corrientes de creencias gnósticas es la defensa del pastoreo de la mayoría de los humanos, ya sea como ganado humano para la caza o para la cría. De ahí que la forma de derecho que practica la negación de que el hombre y la mujer están hechos igualmente a semejanza del Creador, y que proscribe del dominio de la vida mortal esos derechos de la humanidad que son inherentes a esa semejanza, es representativa de las clases detestables de paganismo a las que me refiero aquí.

Así, por ejemplo, el dios de Mandeville y de Friedrich von Hayek era Satanás: insistía, explícitamente, que los vicios privados fomentan por obra de magia la riqueza de la nación.[50] El dios de Quesnay, acechando bajo las tablas del piso, reparte riqueza por obra de magia al terrateniente titulado, mientras relega a quienes realmente producen la riqueza a la condición de ganado humano pastoreado en la propiedad. La noción de "propiedad" de John Locke, o el concepto nominalista radical del "valor del accionista" del magistrado de la Corte Suprema de EU, Antonin Scalia, se derivan de las mismas nociones paganas de los poderes mágicos, axiomáticamente irracionales, que acechan bajo las tablas del piso de la percepción sensorial conocida. Tenemos el caso del fanáticamente irracional Adam Smith, cuyo plagio de los fisiócratas marca su defensa del "libre comercio" y lo exhibe como otro seguidor más del credo de los magos paganos cátaros.

Examina esas nociones religiosas paganas semejantes a las de los cátaros, frente al telón de fondo de nuestras referencias a los síndromes populares del pez en la pecera al principio de este informe. Típico de la fabricación por parte del hombre de sus dioses malvados de capricho, es el ser mágico que acecha bajo las tablas del piso de la sensualidad, el dios pagano de Locke, Mandeville, Quesnay, Smith, et al. Estas corrientes religiosas paganas del reduccionista reflejan el modo perverso en que puede volar desaforada y frenéticamente el poder de la imaginación del individuo humano, siempre que los principios invisibles, supuestamente de suyo evidentes, sustituyan la búsqueda de la verdad que representa el método socrático de la hipótesis de Platón. Las definiciones de torre de marfil, axiomas y postulados de Euclides, así como el error aristotélico similar de Claudio Ptolomeo, Copérnico y Tico Brahe en la astronomía, ilustran la cuestión. El origen de esos razonamientos de torre de marfil se halla en la historia europea en los métodos y el papel desempeñado por los antiguos eleáticos y sus seguidores sofistas, cuya tradición constituye el aspecto esencial de la mayor parte de la enseñanza académica contemporánea de la economía hoy en las universidades.

Esas son las psicopatologías pro paganas que se manifiestan cuando la "inversión financiera" sustituye la producción mejorada de bienes físicos. El hecho de que esas patologías constituyan ahora la opinión popular generalizada, no significa que representen opiniones fundadas (acaso, "sinceras"); entre más populares sean esas creencias, tanto más peligrosas son para la sociedad, y más tienden a expresar ese tipo de amenaza epidémica para la sociedad, correctamente llamada psicosis de masas. Los peores crímenes contra la humanidad son perpetrados frecuentemente bajo la bandera de esa cualidad menos que moralmente inservible de la "sinceridad".

Esa clase de adicción sincera a nuestros hábitos mentales es la manera en que se destruye a sí misma una nación, una cultura, un pueblo entero. Así como los engatusados niños de Hamelín, que el Flautista Mágico condujo a la destrucción, del mismo modo esas tendencias en la opinión popular han estado conduciendo a la abrumadora mayoría del pueblo de EU a su propia destrucción colectiva en las décadas recientes, en la secuela de la crisis de los proyectiles de 1962 y el asesinato de Kennedy, en la secuela de la precipitación a la locura de la guerra oficial de EU en Indochina, en especial esas víctimas del legado del trumanismo y de patologías semejantes que salieron de la adolescencia durante esa época.

Para curar a una nación de la suerte de autodestrucción voluntariosa que cada vez tiene agarrada a la población de EU (entre otras naciones) en los últimos cuarenta años, no es suficiente decir: "Sí, admito que la cosa está muy enferma". A menudo, al siguiente aliento la persona que hace esa confesión agregará: "Pero no hay nada que pueda hacer para cambiar eso. Así soy, y tendrás que aprender a convivir con ello". La víctima de tales ilusiones debe reconocer los "mecanismos" patológicos que controlan su comportamiento mental. Se le tiene que hacer conciente de las creencias como axiomas que gobiernan su conducta; sólo estando conciente de esas suposiciones patológicas como axiomas, y decidiéndose a erradicarlas, puede la víctima liberarse de una ilusión de masas apremiante de la forma de la fe ciega en el "libre comercio".

De ahí mi fábula del pez en la pecera. El reto consiste en hacer conciente esta clase de suposiciones axiomáticamente patológicas que transformaron a una nación que el presidente Franklin Roosevelt había salvado, en una nación que comenzó a deslizarse desde la victoria hacia la autocorrupción, y luego hacia la autodestrucción, en el lapso de las décadas desde que las fuerzas aliadas tomaron Normandía en 1944.

Para tratar con ese desorden de masas hay que proporcionarle a las víctimas dos elementos de conocimiento. Primero, el fundamento rigurosamente científico del concepto del pez en la pecera. Segundo, la falsedad de las suposiciones específicas, como axiomáticas, que actúan como las paredes de la pecera imaginaria en la cual se ha contenido la mente de la víctima. Así se despierta un pueblo para liberarse a sí mismo de la pesadilla recurrente como la que ha tenido atenazada a la población estadounidense, cada vez más, en los últimos cuarenta años.

Empieza por observar de nuevo el modo en que se han inducido las ilusiones axiomáticas del caso. Llámese a este complejo de ilusiones síndrome de Aristóteles–Euclides–Occam–Descartes–Newton.[51] En otras palabras, reconsidera de un modo más conciso el tratamiento de ciertas manifestaciones contemporáneas de esta ilusión pro pagana, pro satánica, de los párrafos inmediatamente precedentes.

En esencia Newton fue un lunático

La élite británica de esa época escogió al famoso banquero John Maynard Keynes como el intelecto científico mejor calificado para abrir y evaluar el contenido de un cofre que contenía los papeles "perdidos" del legendario sir Isaac Newton. En esa ocasión Keynes asombró al público con su informe, al decir, en efecto, que tras examinar esos documentos se había sentido obligado prácticamente a cerrar el cofre de un golpe, tan sólo para proteger la reputación del sistema liberal angloholandés. Explicó sus actos con palabras al efecto de que Newton tenía en la cabeza un cocido de delirios religiosos paganos completamente anticientíficos, delirios del carácter de la "magia negra".[52]

La apoteosis de Newton, desde su condición de aficionado académico a la magia negra, a una celebridad de la Ilustración del siglo 18, la logró una destacada figura de esa Ilustración, un místico veneciano con sede en París, el abate Antonio Conti.[53] Conti, figura clave de una red de cenáculos que incluía los de Voltaire, Maupertuis, Euler, et al., tuvo una influencia destacada en la Ilustración del siglo 18. La supuesta guía adoptada por Conti para cuestiones de ciencia y filosofía era Descartes. Sin embargo, en cuanto a la "programación" de lo que se convirtió en el blanco escogido de Newton, Conti estipuló que Descartes debía introducirse de forma subrepticia entre los ingleses, escondiendo el sabor específicamente francés de la obra de Descartes. Se estableció en Inglaterra un cenáculo organizado en torno al doctor Samuel Clarke, para ladear el ya frágil equilibrio mental de Newton de la manera deseada.

Conti, cuya base de operaciones estaba en Francia, orquestó el uso del títere Newton para emprender un ataque por motivos políticos contra Leibniz en la misma Inglaterra. Esta influencia de Conti, a través de Londres, Voltaire, y los círculos de Maupertuis y Euler en Berlín, nos dio el mito de Newton de la Ilustración del siglo 18, un mito que ha seguido contaminando las aulas de clase y la opinión popular por igual, hasta el presente.[54]

El marco para la operación de Conti se diseñó mediante un enfoque fraudulento de una traducción inglesa de fines del siglo 17 de la Nueva astronomía de 1609 de Kepler. La noción de "acción a distancia" inventada por el empirista Galileo como un ataque a la obra de Kepler, fue empleada por los que guiaron las fases iniciales de la famosa obra de Newton, Principia. Desde París, la noticia de que Godofredo Leibniz había descubierto una solución para la demanda de Kepler de desarrrollar un cálculo, provocó e reclamo fraudulento a favor del Newton de Londres, reclamo que Newton, quien al parecer no había descubierto nada más notable que la posibilidad de abrir una ventana en la sede del Parlamento, descubrió lo que realmente era un inútil cálculo espurio, descubrimiento que Londres alegó que Newton había hecho incluso antes que la obra de Leibniz.[55]

De este modo, la influencia del argumento neoaristotélico (en contra del cardenal Nicolás de Cusa) del consejero matrimonial designado por Venecia para Enrique VIII, Francesco Zorzi (alias Giorgi), se fusionó con el empirismo neooccamista de Paolo Sarpi y su lacayo Galileo, y con la obra de Descartes en una sola urdimbre mística, reduccionista: el mito de Newton, por parte de Conti, Clarke, Voltaire, Maupertuis, Euler, et al.

Sin embargo, nuestro asunto aquí no es el caso de Newton como tal, sino los reflejos de la misma ideología reduccionista como la del pez en la pecera en las formas en que se encuentran generalmente entre los adolescentes y adultos estadounidenses, entre otros, hoy día. El papel que desempeña el modelo euclidiano de conjuntos de definiciones, axiomas y postulados de "torre de marfil" proporciona la explicación rigurosa del tipo más simple sobre la clase de desórdenes mentales que expresan las ideologías de la pecera en general.

Como he recalcado de manera repetida en escritos anteriores, el papel singular que le toca a la primera presentación de El teorema fundamental del álgebra de Gauss, de 1799, se refiere directamente a la cuestión de los poderes, del modo en que lo habían tratado rigurosamente los pitagóricos y Platón. Este fue el asunto que evadieron de forma fraudulenta los compinches personales o seguidores de Voltaire, tales como D'Alembert, Euler y Lagrange; este ha sido el error fatal de todas las enseñanzas notables de "torre de marfil" y otras enseñanzas reduccionistas de las matemáticas y la física matemática desde entonces.

Sin embargo, aunque ese error puede ubicarse en el dominio de la doctrina matemática que se enseña hoy día, no es en esencia un asunto matemático. Es sólo un reflejo coherente en el dominio de la práctica matemática de un problema más de fondo, un problema de origen diferente: las patologías típicas, sistémicas, que sufre la mente humana individual.

El estudio de la mente humana debe proceder, como todo lo que merezca el nombre de ciencia veraz, a partir de un principio singular que merezca un nombre correspondiente. El nombre pertinente es la psicología. Cierto, hay muchas enseñanzas que desfilan bajo el nombre de "psicología". Cierto, todo lo que se presenta bajo ese título tiene una cierta validez, incluso una validez que no puede dejarse pasar. Lo que quiero decir aquí por psicología, es ese principio que distingue el comportamiento humano de un modo categórico del de las bestias. Eso quiere decir que debemos observar los elementos de juicio de lo que se llama "psicología" de un modo distinto a lo que se enseña de común, una diferencia que tiene una importancia singular.

Considerada de ese modo, la psicología humana tiene dos aspectos que, en conjunto, definen la ventaja cualitativa de la mente humana sobre lo que pudiera pasar por la vida mental de cualquiera de todas las bestias. Primero, está la percepción sensorial humana, respecto a la cual el comportamiento mental humano es comparable al de las bestias. Segundo, está la capacidad soberana de la mente humana individual de hacer hipótesis, del modo en que los diálogos de Platón permiten una noción rigurosa de un principio de la hipótesis. La interacción de ese dominio complejo, así definido, entre estos dos aspectos de la vida mental humana, define un solo principio de psicología humana. Son las aberraciones en la función de formular hipótesis las que definen las carencias y los errores de la psicología humana de una manera funcional significativa. Se ha de hacer la distinción entre la veracidad, es decir las hipótesis comprobadas mediante experimento, y los sustitutos arbitrarios a tales hipótesis. Esta distinción define la raíz de tales comportamientos mentales sistémicamente patológicos como la doctrina del "libre comercio".

Hay tres tipos aparentes de psicopatología con respecto al principio de la hipótesis:

1. La suposición absurda de que no hay nada real excepto lo que nos presente la percepción sensorial: la negación de la hipótesis; la suposición de que la hipótesis no tiene existencia legítima.

2. La suposición absurda de que, aun cuando la capacidad de la mente de hacer hipótesis puede existir, hay agencias que no son conocibles mediante métodos de hipótesis experimental, pero cuyo conocimiento existe de manera "de suyo evidente", sin necesidad de hipótesis, como alegaban Newton et al. Este es el rasgo implícito de las locuras religiosas y afines, tales como la compulsión neurótica y la fuga de la realidad.

3. La suposición de que nuestras facultades de percepción sensorial nos permiten un conocimiento infalible, a priori, de ciertos principios "de suyo evidentes" del espacio–tiempo físico percibido por los sentidos, más allá de lo cual el hombre es incapaz de conocer nada sobre el universo de la experiencia sensible. Por tanto, la hipótesis no es necesaria, al modo en que los positivistas modernos, como los partidarios de Bertrand Russell, llevan a Aristóteles, Euclides, Paolo Sarpi, Newton o a Kant hasta sus extremos.

Cada una de estas suposiciones ocurre como disfunción de la capacidad natural humana de formular hipótesis.

Está en la naturaleza de esas formas patológicas de suposiciones como axiomáticas, que a veces el nombre de la suposición es un nombre conocido por el efecto de la suposición, pero que la influencia causal que corresponde a ese nombre generalmente no es un objeto de reflexión conciente por parte de la víctima de esa creencia. La facultad de plantear hipótesis, y de plantear hipótesis sobre el proceso de plantear hipótesis, radica en el dominio —lo noético— más allá de las facultades de percepción sensorial como tales; por lo tanto, no es un objeto de la percepción sensorial, salvo en tanto que se expresa en términos de las sombras que arroja la negación experimental de la certeza sensorial. Mientras no se reconozca ese aspecto condicional, la negación experimental furtiva de la suposición, la suposición ejerce un tipo de influencia axiomática sobre el comportamiento de su víctima. No puede liberarse a la víctima de la garra dominante de esa suposición, a menos que la víctima llegue a ser capaz de conocer y, por tanto, dominar a la suposición misma.

El individuo pobremente educado divide el mundo de su vida mental entre un dominio perceptual–sensual y un "universo paralelo" fantástico, el universo de sus fantasías supersticiosas. Tiende a distinguir los dos, denominando tangible al primero, y al segundo en términos tales como "sólo teórico". El poder de los llamados "Siete Pecados Capitales" es un reflejo del efecto de ese tipo de dicotomía, en el que los impulsos bestiales situados en el dominio de la percepción sensorial gobiernan la voluntad y el comportamiento de la víctima.

Esto tiene implicaciones morales, además de implicaciones económicas prácticas. La reacción inmoral es:

"¡Cómo pondrá eso comida en la mesa de mi familia, aquí y ahora?" O, "¡No me eches en cara a mis nietos! ¡Para mí lo principal es uno mismo! Que las generaciones futuras arreglen sus problemas". O, "Lo siento, pero mi preferencia de estilo de vida, por arbitrario que pienses que sea, es importante para mí".

A ese respecto, los términos "libertad" y "poder", en tanto este último sea propio al uso de Platón, son cualidades saludables de la mente humana, e intercambiables en lo funcional.

Poder, transfinito e identidad

Esta es la situación. Eres el sujeto de un drama que se desarrolla en el escenario. Ante tus ojos, un actor desempeña la representación de tu papel en la vida. Al mismo tiempo, la obra se desarrolla también en el escenario de tu imaginación. ¿Cuál eres tú? Por tanto, ¿quién eres tú?

¿Eres la persona según la conciben el autor y los actores? ¿Cómo te ves a ti mismo? ¿Como tú mismo, como una presencia sensible, aunque fantasmagórica, en el escenario de tu imaginación, mientras ves que se desarrolla la obra?

También existes en el dominio de lo abiótico. Tu cuerpo es también un proceso viviente. Tu mente es algo fuera de la biología de todas las formas inferiores de vida. ¿Cuál, por tanto, es el modo en que expresas una acción abiótica, o expresas esa cualidad noética de la mente que te coloca aparte y por encima de las bestias? ¿Cuál eres tú? ¿Quién, entonces, eres tú? ¿Cuál de ti es la facultad de ser tú?[FIGURE 8]

La mayoría de la gente, la mayor parte de su vida, alguna toda su vida, se abre paso luchando en un estado de incertidumbre respecto a quién y qué es. Algunos son, por tanto, almas defectuosas, como ejemplifica esta esquizofrenia el creyente existencialista. Algunos huyen a los escenarios del teatro imperial romano, para encontrarse como el espectador que logra la muerte del pobre amigo que actúa como gladiador en el escenario. El degenerado EU se ha convertido en el dominio popular de ese estilo de vida fugitivo de pan y circo, comiendo golosinas en el estadio o frente a la pantalla del televisor. Estos desafortunados no buscan su propio yo, sino más bien huyen de él. Para muchos, muchos pobres congéneres, la relación sexual es como anotar un gol en un juego de fútbol, acentúa la monotonía, como el acto asocial idealizado.

La identidad que muchos buscan en vano de estos modos ha de encontrarse en el acto esencialmente humano, el acto de plantear hipótesis.

¿Soy humano debido a mi acción sobre el dominio abiótico? ¿Soy humano porque expreso las características de una criatura viviente? O, ¿puedo hacer también estas cosas, y no obstante ser humano porque, en medio de todo eso, realizo una acción específicamente humana? ¿Cuál es, por tanto, la naturaleza de una acción específicamente humana?

La respuesta es: es una cuestión de poder, de lo que, como he dicho de forma reiterada aquí hasta ahora, Platón denomina dúnamis. Ve esta noción de poder como Vernadsky recordaba la noción clásica griega de lo abiótico, lo viviente y lo noético. La acción que coloca a la humanidad aparte y absolutamente por encima de otras criaturas vivientes es ese poder de la hipótesis cuya cualidad singular de acción genera el descubrimiento de principios físicos universales. Este acto de plantear hipótesis exitosamente para tal efecto es algo que reside fuera, más allá de lo meramente abiótico o de lo meramente viviente. Este es el poder que sitúa al gran artista clásico por encima y más allá del simple ejecutante capacitado, o de la patética "estrella de rock" típica.

El acto de plantear hipótesis, según los diálogos de Platón definen el significado de ese término, es la expresión de esa facultad que reside fuera de lo abiótico y lo meramente viviente, una cualidad de acción que equipa a la humanidad con un poder aumentado de su especie en el universo en general. Todo esto que distingue al hombre del mero simio ocurre como un acto de pensamiento. Ese acto noético de pensamiento representa el poder más grande que conozcamos en este universo, el poder de introducir cambios cualitativos en el ordenamiento del universo. Es en esa cualidad específica de pensamiento que una persona manifiesta una identidad verdaderamente humana.

Este es también poder que se expresa como infraestructura económica básica, como la intensidad de capital en la producción, y como el repertorio aumentado de la mente individual del progreso científico y el tecnológico relacionado. Al negársele el desarrollo y el acceso al uso de ese poder el hombre, deviene en bestia, y muchos devienen en bestias de carga para los que los gobiernan de una manera bestial.

El poder, como lo definen Platón, y los pitagóricos antes que él, surge a la existencia en la sociedad como un acto mental de una cualidad distintiva específica. Esto es, el acto noético de plantear hipótesis. Esto genera una hipótesis, la cual, al comprobarse mediante el acto físico que corresponde al acto de plantear hipótesis, se convierte en un poder adicional a voluntad de la sociedad en y sobre el universo que habitamos. Esta acción ocurre en el espacio–fase noético, a diferencia de los espacios–fase abiótico y biótico. Es un acto mental que de este modo ejerce autoridad (poder) sobre los aspectos pertinentes de los dominios abiótico y biótico. Este poder, así expresado, nos presenta con la superioridad específica de la especie humana a todas las demás criaturas vivientes. Este es el origen de los aumentos sistémicos en la densidad relativa potencial de población de la humanidad. En este sentido, podemos hablar correcta y precisamente del poder de la "mente sobre la materia".

Es este poder lo que define una ciencia competente de economía física. Es este concepto el que debe regir como supremo en cualquier práctica competente de economía política.

Una hipótesis significa siempre un principio universal de acción eficiente sobre los dominios abiótico y biótico juntos. Plantear una hipótesis de este modo tiene varios niveles distinguibles en lo funcional. La hipótesis simple, que corresponde a un tipo específico de acción física universal o de acción artística clásica. La hipótesis superior se expresa en modos tales como el principio de desarrollo que distingue la ciencia física de los principios humanistas clásicos de composición artística. La hipótesis de la hipótesis superior conduce de forma ascendente hacia ese absoluto que expresa el mismoo poder de creación universal.

La naturaleza de los poderes noéticos de descubrimiento de principios físicos universales, pone la cualidad esencial de la existencia de la sociedad fuera del alcance del conocimiento limitado a los dominios abiótico y biótico. Para indicar esta distinción, podemos emplear el término sublime para destacar el impacto de esos poderes que operan fuera del alcance de lo abiótico y lo biótico como tales. Esta noción de lo Sublime es, por ejemplo, el principio superior del drama y la poesía clásicas de Federico Schiller. Es el principio esencial de la composición y la ejecución de la composición musical clásica fundamentada en los descubrimientos de J.S. Bach. En las matemáticas y en la ciencia física, la noción de lo Sublime se emplea de modo intercambiable por el término Transfinito.

En el caso emblemático de Schiller, el de Juana de Arco, el sentido de inmortalidad de Juana se eleva por encima de su terror mortal, de tal modo que ella no traiciona su misión ni siquiera para evitar ser quemada en la hoguera de la Inquisición. Este ejemplo representa todas las consideraciones que nos hacen humanos, consideraciones que residen fuera de lo abiótico y lo biótico, en el dominio de los poderes noéticos de la mente humana. Juana afirma sus inmortalidad, cuya sustancia manifiesta son esos poderes noéticos.

El arte clásico depende del principio de lo Sublime. El papel que desempeña la ironía, incluyendo la metáfora, en un discurso literario capaz de transmitir ideas reales, refleja el principio de lo Sublime. El papel clásico del principio del flanco en la estrategia tiene las mismas implicaciones. En la economía, el mejoramiento de las facultades productivas del trabajo, de la densidad relativa potencial de población de una sociedad, expresa la misma función de principios que yacen más allá de los hábitos establecidos de la práctica, principios que se alcanzan sólo mediante los poderes noéticos de la mente.

En sus mejores años, antes de que la demencia se apoderase de él en los 1890, Georg Cantor había desarrollado una noción del transfinito matemático, que se encuentra intacto en su Grundlagen y en su Mitteilungen de mediados a fines de los 1880.[56] Mi disgusto al leer en 1952 el tratamiento de Cantor que da el compinche de Bertrand Russell, Philip E.B. Jourdain, bajo el título de Contributions to the Founding of the Theory of Transfinite Numbers,[57] ("Contribuciones a la fundación de la teoría de los números transfinitos"), tuvo el efecto afortunado de regresarme al punto de vista de la disertación habilitante de 1854 de Riemann. Incluso concediendo la posición relativamente débil de Cantor respecto a las implicaciones continuas de la disputa Weierstrass–Riemann, el Cantor de mediados de los 1890 no se puede reconciliar con la noción del transfinito que se encuentra claramente establecida en la disertación habilitante de Riemann, o con el mismo Cantor de mediados de los 1880.

La cuestión de la política económica, que es el tema de este estudio de las raíces de las políticas de aranceles y comercio, es una cuestión ontológica, para la cual la comparación de la noción de Riemann del transfinito y la noción cambiante de Cantor, son de importancia elemental. ¿Quién, entonces, es el actor humano? ¿Quién eres tú? ¿Cuál eres tú? ¿Eres la persona que describe el autor, la otra persona representada en el escenario? O, ¿eres la persona que cambia la geometría física del mundo en el cual actúa, la persona para la cual nada es constante sino el cambio, lo Sublime? ¿Eres tú la persona que realiza esa acción noética de cambio que, en tanto acto, define la diferencia entre el hombre y el simio?

Si no, tu identidad personal cae entre las fisuras del escenario en el que murió Hamlet.

En la ciencia de la economía física, como yo la he definido y aplicado con éxito notablemente excepcional como pronosticador durante estas últimas décadas, los cambios en los principios de acción gobernantes son los que miden el desempeño del hombre para bien o, como en el caso del desempeño general de las economías estadounidense y europeas desde 1968, para mal. La misma decadencia satura la administración moderna de empresas en general.

La gerencia incompetente de hoy

La desintegración sistémica posterior a 1964 de las economías relativamente exitosas de EU y Europa Occidental legadas por Franklin Roosevelt, ocurrió en dos niveles, los mentados "macro" y "micro". Esta incompetencia está representada por lo que nos hemos encontrado, cada vez más, en el transcurso de las últimas décadas, en tanto que el papel emprendedor de lo que llaman en alemán la Mittelstand (sociedades limitadas, especializadas en ciencia y tecnología, y dominios semejantes) fue sustituido con efectos ruinosos por la generación más joven que se apoderó de la administración de tales empresas, los "sesentiocheros". La degeneración en la calidad de la gerencia coincidió con el fenómeno del pánico "ambientalista" —aunque no se limitó al mismo—, que se difundió entre los sesentiocheros. Los hábitos de la mala administración propios de las quiebras generalizadas de hoy día, son sistémicos de esa generación, y no se limitan simplemente a la incompetencia de los "ambientalistas" relativamente más fanáticos.

La adopción lunática del "triaje" (selección—Ndr.) como medida de administración de empresas, eco de la "austeridad fiscal", es el síntoma infalible de esa demencia difundida entre el componente sesentiochero de la práctica gerencial hoy día. La adopción de la legislación Garn–St. Germain y Kemp–Roth a principios de los 1980 en EU, luego de la locura de masas organizada de la doctrina de "desintegración controlada de la economía" de Paul Volcker, son reflejos de la clase de cambios hacia la locura total que han arruinado y regido la administración de empresas en EU y Europa desde entonces.

Hoy día la mayoría de las personas que ocupan posiciones relevantes en el gobierno o en las empresas simplemente no conocen lo que eran los principios de la otrora buena administración de empresas. Es en este respecto que la Depresión de los 1930 fue menos peligrosa para la sociedad que el derrumbe financiero monetario sistémico que hoy golpea a Europa y a las Américas, entre otros lugares.

El crecimiento económico real, incluyendo, por supuesto, el crecimiento de la productividad general, es una expresión de lo Sublime. La buena administración expresa un compromiso con formas de cambio de práctica en aras del cambio tecnológicamente progresivo como tal, lo cual contribuye al aumento de las facultades productivas del trabajo de la sociedad per cápita y por kilómetro cuadrado. La función singularmente esencial de la propiedad y la gerencia empresarial privada en la sociedad moderna, su superioridad en principio, sobre la gerencia de la sociedad anónima en el interés del accionista, reside en la apasionada —y de preferencia bien informada— dedicación del emprendedor a hacer algo bueno por la sociedad.

El origen del verdadero crecimiento económico general y de los negocios ordinarios, reside en los cambios que Heráclito y Platón se considerarían obligados a aprobar. Las facultades creativas de la mente, como lo he recalcado aquí, son el origen de las formas de acción de las cuales depende el éxito duradero de la economía.

Es emblemático mi patrocinio de un movimiento de juventudes de nuevo cuño, concentrado en reclutas de edad universitaria, en el intervalo de los 18 a 25 años de edad. En un momento en que la generación de los padres de estos jóvenes hombres y mujeres ha escapado principalmente a un estilo de vida en seguimiento estéril de un "nicho de comodidad", ejemplificado en sus preferencias de entretenimiento, esas mentes jóvenes viables de entre 18 y 25 años de edad veían a la generación de sus padres con una dolorosa y acusante intención: "¡Nos han dado una sociedad sin futuro!" ¡Esos jóvenes están totalmente en lo cierto!

He observado con resultados concluyentes que esta opinión de la generación de jóvenes adultos generalmente topa con un amargo resentimiento, hasta de plano rabia, de la generación de sus padres. "¡Ustedes los jóvenes no nos respetan! ¡Están perturbando nuestro estilo de vida!" La generación más vieja está absoluta y sistémicamente equivocada. Esto constituye ahora un conflicto generacional generalizado entre el futuro (los jóvenes adultos de entre 18 y 25 años de edad) y el pasado reciente (la generación de los sesentiocheros). La única esperanza para la civilización europea hoy extendida a todo el planeta, es que la generación joven, como mejor la representan mis colaboradores en el movimiento de juventudes, se gane a la generación de sus padres, para que retorne, de la corrupción habitual que hoy domina a la mayoría de los sesentiocheros, a una orientación de progreso y futuro, apartada de la moribunda y decadente cloaca del "estilo de vida del nicho de comodidad". Juntos, unidos en la causa común de adoptar un futuro mejor, la recuperación de la civilización está a la mano. La crisis de desintegración sistémica de la economía mundial que al presente embiste no le deja al mundo otra alternativa que ocasionar ese cambio en reversa del paradigma cultural.

Para entender las ramificaciones económicas de esta crisis intergeneracional, debemos ver cómo este mismo problema de decadencia se manifiesta al presente en la mayor parte de la práctica empresarial y afín.

Antes, a pesar de la influencia difundida de las ideologías reduccionistas, el "genio excéntrico", a veces disfrazado de empresario, insistía en introducir innovaciones tecnológicas en el diseño de productos y en la práctica empresarial, que contribuían a elevar las facultades productivas físicas promedio del trabajo. Estos líderes relativamente excepcionales de la microestructura voluntarista de la economía, incluyendo el artesano y técnico compulsivamente progresista alentado por esos líderes empresariales, eran los que causaban un aumento en los poderes productivos del trabajo de la sociedad.

Con el ascenso de los sesentiocheros hubo un cambio desastroso, del acento en la introducción de mejoras científico–tecnológicas, hacia la mera ganancia financiera de la ideología posindustrial barata, aun las ganancias (y pérdidas) de naturaleza puramente especulativa, tales como las apuestas en los mercados financieros. En tanto la economía física se derrumbaba desde 1977, a través de la reducción del ingreso físico neto del 80% de las familias estadounidenses, y en tanto regiones enteras de EU se derrumbaban por los efectos de la desregulación y causas relacionadas, lo que podía extraerse por ventas se hizo cada vez menos, a medida que la economía real se encogía.

Mira cómo se expresa esto en el arte de vender.

En la relación entre el vendedor y el cliente, hay una transmisión al parecer sutil, pero crucial, de esas ideas del tipo que reflejan el potencial mental creativo de la gente. Estas ideas, como se expresan en productos más o menos útiles, fomentan el tipo de cambios en el comportamiento de masas de los cuales se deriva la ganancia económica física real de la nación, o de una empresa particular.

Con la generación más antigua de gerencia estadounidense y europea, la tendencia a proceder de esa manera era más o menos instintiva entre los gerentes calificados. Entre los dirigentes empresariales y las figuras políticas de hoy, quienes cumplieron sus 18 alrededor de 1964 o después, en el intervalo de 1964 a 1977, ese instinto se ha perdido, o hasta lo han aborrecido.

Mira al movimiento de juventudes que yo he patrocinado contra este trasfondo.

Yo definí el carácter de un movimiento viable de juventudes para nuestro tiempo, centrado en el intervalo de entre los 18 y 25 años de edad, y compuesto en torno al tema de iniciación del ataque de Carl Gauss de 1799 contra el error fatal de los empiristas Euler, Lagrange, et al. La elección de esa obra de Gauss se hizo debido al ataque directo de Gauss al problema de la verdad científica conocible. En las Américas y en Europa Occidental hoy, donde la sofistería más extrema representada por los sesentiocheros es generalizada, ningún concepto de veracidad queda manifiesto de forma eficiente en la generalidad de la educación o el comportamiento adulto de la generación de los sesentiocheros. El existencialismo representa la sofistería, el irracionalismo, el odio de los fanáticos a la verdad, como se difundió entre los sesentiocheros y otros. Empero, sin un sentido válido de veracidad, ninguna generación joven puede salir adelante razonablemente con la sofistería generalizada de la generación dominante de sus padres y similares.

De ese modo, cuando se enfrenta a cuestiones que tocan estas consideraciones, el típico sesentiochero reúne su tertulia para sostener una conversación confidencial de antemano, y luego marcha hacia las negociaciones subsecuentes listo para evadir hablar de cualquier hecho que pueda llevar a deliberaciones que atenten contra el propósito de los conspiradores de defender su "nicho de comodidad" ideológico preferido, contra cualquier simple realidad. El hecho de que tal comportamiento es moralmente deshonesto se valora menos en lo moral que la "comodidad" que defiende la mentira.

Sin un compromiso con la verdad, del tipo que representa el ataque de Gauss de 1799 a las farsas de Euler, Lagrange, et al., no sería posible producir una nueva corriente dirigente entre la juventud de la sociedad de hoy. Sin ese elemento de influencia de la juventud, la generación de sus padres probablemente seguiría siendo insalvable.

Así, las nociones antisofistas de veracidad creativa expresadas como ideas en general y medidas propuestas, son la fuente más esencial de valor económico hoy. Sin la comunicación de ideas veraces, contrario a la decadencia generalizada entre la generación dominante de los sesentiocheros de hoy, de otro modo condenada de suyo a la ruina, habría poca esperanza de que la civilización mundial escapara de la nueva Era de Tinieblas planetaria que embiste.

Es la transmisión de ideas de esa calidad, que corresponden a los frutos de las facultades cognoscitivas únicas de la humanidad, lo que constituye en última instancia la única fuente de valor económico para la sociedad. Esa es la forma de acción que representa el crecimiento económico. De este modo, la transmisión de ideas válidas, no de mercancías como tales, es la fuente primaria de formas redituables de crecimiento de la empresa o la sociedad en su conjunto. La peor de todas las prácticas consiste en la pretensión de mantener márgenes de ganancia mediante el triaje de esos elementos de la operación que generan formas progresivas de cambio en la población del mercado de uno.

De allí que, sin movimientos de juventudes del tipo del que yo he iniciado, habría poca esperanza de revivir a la sociedad, al presente al borde de una desintegración económica general.

Esa visión de la presente situación debe tomarse como una ilustración de la clase general de problemas que representa el síndrome del pez en la pecera.

Las formas patéticas de comportamiento sesentiochero de referencia, corresponden con bastante nitidez a la noción de Kubie de la distorsión neurótica de los procesos creativos. Ciertos supuestos falsos que parecen axiomáticos crean una pecera de "protección" contra los elementos de juicio que sean implícitamente contrarios a esas suposiciones. Esto se combina con el carácter relativamente fijo de los supuestos que parecen axiomas empleados para constituir esa "pecera de protección".

Por más que se aferren con terquedad las víctimas de esa ilusión compartida a la protección de esa pecera, su éxito en la defensa de su ilusión colectiva simplemente asegura que la pecera los llevará a la ruina hacia donde se dirige la propia pecera. Entonces, si la sociedad no sale de esa pecera, de ese Titanic virtual que se hunde, antes de que se vaya a pique, la sociedad se destruirá por su acto voluntarioso de defender la pecera.

Esa es la situación de la población estadounidense hoy, en especial de su estrato sesentiochero. Si sigue aferrándose a sus suposiciones adquiridas desde el cambio de 1964–1972, las cuales son contrarias a la tradición de progreso tecnológico estadounidense, está nación será destruida, llevándose consigo a la mayor parte del mundo. La voluntad de esos jóvenes que se han asociado con mi proyecto de un movimiento de juventudes, no sólo en EU, sino en ejemplos significativos en las Américas en general, en Europa y más allá, demuestra la existencia de una opción viable para ocasionar el cambio rápido en la orientación cultural del cual depende evitar una nueva Era de Tinieblas.

Implicaciones proteccionistas

El interés económico nacional de EU corresponde al nivel de desarrollo de las facultades productivas del trabajo, lo cual corresponde a un nivel razonablemente elegido como meta de mejoramiento de la densidad relativa potencial de población sustentable de nuestra nación considerada en su conjunto.

Este logro depende en esencia del desarrollo del empleo de esos poderes, según la definición de poderes de Platón, cuyas expresiones representativas constituyen acumulaciones de principios físicos universales comprobados por experimento, o de principios culturales de importancia semejante.

El desarrollo y mantenimiento de esos poderes empleados, y las mejoras ulteriores en esa dirección, son posibles, en gran medida, mediante diversas formas de inversión de capital en el capital físico de la infraestructura económica básica, en infraestructura pública, en mejoras de la planta y equipo de la iniciativa privada, y en el nivel de vida físico y cultural de los hogares familiares de nuestra fuerza de trabajo nacional.

En virtud de las provisiones de una forma proteccionista de políticas arancelarias y de comercio, si operasen en el marco de un sistema monetario–financiero internacional de tipos de cambio fijos, sería factible definir un espectro de "precios justos" de mercancías en la relación de exportaciones–importaciones de nuestra economía con el mercado internacional. En ese caso, los precios de nuestras mercancías pueden disminuir a resultas del avance tecnológico que no reduce la calidad, excepto que las reducciones salariales no pueden emplearse de rutina como medio para reducir el precio de las mercancías. El comercio (importación, exportación, o ambos) puede usarse como un medio adicional para regular formas de estabilidad de precios con el propósito de proteger el valor físico relativo del capital invertido. En general, reducir los niveles de vida de los hogares como medio para hacer "más competitivos" los bienes, queda en efecto prohibida.

Mira lo que acabo de decir con el trasfondo de ese aspecto de la destrucción de la economía estadounidense desde 1977, destrucción lograda mediante la desregulación del tráfico de carga y de pasajeros. El resultado fue la concentración del tráfico entre un número limitado de "ejes", con el efecto de provocar prácticamente el desplome de comunidades en regiones remotas, y a menudo la despoblación. Esto significó el desplome de la productividad de EU en su conjunto por kilómetro cuadrado, acompañado de un derrumbe neto del producto físico neto de lo que producía la población en su conjunto. ¿Demencia? Sí; demencia engendrada por la propagación del dogma lunático del "libre comercio".

El objetivo debe ser aumentar el producto físico real tanto per cápita como por kilómetro cuadrado. Este efecto deseado se fomenta mediante fletes normalizados, transporte público conveniente de pasajeros, tanto entre ejes principales como entre centros regionales, a tal efecto que se haga uso óptimo del potencial que representa la población total y la superficie total de la nación.

Han de procurarse ventajas similares de la regulación del comercio y los aranceles entre las naciones, más o menos a escala mundial. Así, debemos alentar la formación de capital físico útil en todo el planeta para optimizar la tasa de crecimiento del producto bruto y neto per cápita y por kilómetro cuadrado.

El principio general que atañe a los aranceles y el comercio, ilustrado con esos casos constituye la urgencia de cambiar las nociones de costos y rentabilidad, del abaratamiento de los costos de capital físico de la producción y la distribución, a las utilidades que se obtengan en el margen de crecimiento per cápita de elevar el nivel de vida objetivo y la calidad e intensidad relativa de la formación de capital.

El acento inicial debe ponerse en las grandes inversiones a gran escala en la infraestructura económica básica, para efectuar un cambio cualitativo, con urgencia necesario, en el ambiente de la producción y de la vida familiar. Ese acento en la infraestructura económica básica, constituye el único medio duradero de fomentar un recrecimiento general de un sector privado viable.

Sin embargo, nada de esto podría lograrse sin referencia a los éxitos del presidente Franklin Roosevelt al salvar a EU de una depresión interna, y de la amenaza de un imperio mundial dirigido por los nazis. Esto requiere tirar a la basura a Adam Smith y todo lo que huela a él, y regresar a los principios constitucionales del Sistema Americano de economía política descritos por el secretario del Tesoro Alexander Hamilton y otros. Esto significa la restauración de las prácticas de regulación, como el proteccionismo, inherentes a la revolución de los 1930 de Franklin Roosevelt.


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NOTAS - Sobre el tema de los aranceles y el comercio