Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Lo primero: reabrir plenamente el Hospital General de Washington
LaRouche: A prepararnos para la era después de Cheney

Señalando que queda poco tiempo antes de que asuma el próximo Presidente de los Estados Unidos, en enero de 2005, Lyndon H. LaRouche, precandidato demócrata a la presidencia de ese país, pronunció el 22 de octubre un discurso en Washington —difundido internacionalmente vía internet—, en el que detalló una serie de medidas de emergencia que tomará en la primera hora después de tomar posesión del cargo.

Al acto asistieron cerca de 300 personas, y cientos más participaron en reuniones satélite realizadas por todo el país, y en Europa, Asia, América Central y del Sur, Australia, además de los individuos de todo el mundo que se sumaron vía internet. Los aplausos, y a veces las risas, interrumpieron muchas veces el discurso de LaRouche a medida que exponía su política para los primeros cien días de su presidencia, al que siguió una sesión de preguntas y respuestas con el público presente y el de internet, la cual duró tres horas y media.

Aproximadamente un tercio de los que asistieron a la reunión en Washington eran jóvenes, tanto integrantes del Movimiento de Juventudes Larouchistas, como en vías de ingresar al mismo. También asistió un grupo nutrido de funcionarios públicos, entre ellos legisladores estatales, concejales, etc., además de dirigentes sindicales, diplomáticos, periodistas, y activistas políticos, tales como los dirigentes de la pelea por salvar el Hospital General de Washington. La moderadora de la reunión fue la doctora Debra ("Debbie) Freeman, vocera de la campaña de LaRouche. A continuación publicamos el texto del discurso de LaRouche.


El tiempo apremia. En poco más de un año y tres meses a partir de hoy el próximo presidente de los Estados Unidos entrará a su despacho en la mansión ejecutiva, a la cual Teddy Roosevelt bautizó como la Casa Blanca.

Así que en esta ocasión, además de abordar los tres temas que presentaré aquí hoy, a manera de prefacio les daré algunos indicios de lo que haré durante la primera hora en que me desplace de la toma de posesión a la mansión ejecutiva, y comience a trabajar.

Medidas de salud

Hay dos campos de acción a los que me referiré. Uno de ellos es la salud. Tenemos un problema en el sector salud, el cual se acentúa por el hecho de que las personas que eran adolescentes cuando la crisis de los proyectiles cubanos, cuando asesinaron a Kennedy, cuando empezó oficialmente la guerra en Indochina, ahora tienen entre cincuenta y sesenta años de edad; algunos van llegando a eso, y empiezan a sufrir algunos de los problemas de salud que surgen cuando uno llega a los 50 más o menos, al menos mucha gente. Por tanto, padecen de algunos de los problemas de salud de los que también padecen muchos de mi generación.

El sistema de salud se resquebraja.

Al mismo tiempo también tenemos miembros, no sólo del ejército regular, sino de la reserva y de la Guardia Nacional, que regresan de las guerras en Afganistán e Iraq —o todavía no regresan, o nunca regresarán—, muchos de ellos heridos o con otros problemas de salud, algunos con traumas graves, a quienes esconden y privan de la atención que necesitan. Así que la salud es un problema muy importante que el próximo presidente debe atender; esos aspectos que el presidente en funciones no atiende.

Por tanto, una de las primeras medidas que tomaré será reabrir plenamente el Hospital General de Washington, como un hospital público con todos los servicios.

Al mismo tiempo, enviaré una proyecto de ley al Congreso —será un documento de cinco a siete páginas, no más largo—, que restaurará la ley Hill–Burton y revocará la de las Organizaciones de Mantenimiento de la Salud, o OMS, que instituyera el Gobierno de Nixon en 1973.

También actuaré de inmediato, dentro de las facultades del ejecutivo y mediante proyectos de ley que someterá al Congreso, para reactivar a cabalidad el sistema hospitalario para los veteranos.

También tomaré medidas similares para revigorizar el sistema de salud pública, que solía ser un sistema en el que la gente que quería ser médico podía serlo, alistándose en este programa y capacitándose, [de modo que] recibiría una educación médica, a condición de que en cierto momento desempeñaría algún servicio público como empleado del gobierno o en otra parte del sistema de salud pública. Algunos de nuestros doctores carcelarios y demás siguieron ese camino. Esta es una institución que también nos protege de cosas imprevistas como las epidemias, las crisis locales, las emergencias; y han reducido al personal del sistema de salud pública. Yo propondría restaurarlo y adecuarlo a las necesidades actuales, en particular donde surgen imprevistos en el sistema de salud. Esta es la institución que debería intervenir en esos asuntos y hacer recomendaciones, o incluso actuar.

Necesitamos dar respuesta, como dije, a los problemas de nuestra población que envejece, que no sólo incluye a los de mi generación y a algunos un poco más viejos, sino a los que andan en sus cincuenta. Tenemos amigos, de entre cincuenta y sesenta años, que mueren, o que padecen graves problemas de salud. Descubrimos que, en las condiciones presentes, cuando van a un hospital o buscan atención médica se les pone en peligro innecesariamente por la suerte de reglas nuevas que se han introducido, y por el deterioro progresivo de nuestro sistema de salud bajo el impacto de las OMS.

Tenemos que hacer reformas en este sentido. Entre otras cosas, tenemos que asegurar que no haya ningún otro criterio para proporcionar la atención médica, que no sea la decisión de un médico. Tenemos que eliminar la disposición de las OMS que establece que el médico solamente tiene el derecho de hacer una lista de la atención que recibes, y de brindar dicha atención sólo en la cantidad prescrita por algún contador de cierta firma, no por un profesional de la medicina. Eso tiene que acabarse. Tenemos que restaurar los derechos de los médicos de hacer lo que sea que consideren necesario para ayudar al paciente.

Ahora bien, esto también no lleva a otra cosa. Nos lleva a la atención de salud preventiva. Como me comentó una ex inspectora general nacional de Salud, y tomo su instrucción como una denuncia que ahora presento aquí: el problema que tenemos es que, durante el Gobierno de Roosevelt, de Franklin Roosevelt, y después, tuvimos una mejora en la esperanza de vida en este país. Como resultado de eso, la gente vive lo suficiente como para adquirir algunas de las enfermedades propias de la edad: un aumento en el cáncer y en otras clases de enfermedades que son propias del proceso de envejecimiento. Por tanto, ha surgido una nueva categoría de atención médica en las últimas décadas, de necesidades médicas que no existían precisamente en los períodos en que la esperanza de vida era más corta.

Así que ahora hay que ponerle acento al cuidado de salud preventivo. Ello implica tomar medidas en el interés de la salud pública, para proteger a la gente de estos riesgos. Y también significa que tenemos que darle al médico la oportunidad, al tratar a un paciente, de hacerle recomendaciones y de recetar las medidas a tomar, ya sea como consejo médico o como receta de hecho, para ayudar a esa persona a evitar las consecuencias que algunas de esas enfermedades acarrean. En realidad, el costo para la sociedad de darle al médico y a las instituciones médicas la libertad de tomar decisiones de esa índole abaratará el costo del servicio de salud, porque la asistencia de salud preventiva, cuando sea aplicable, es mucho menos costosa que esperar la catástrofe, la cual una OMS termina reconociendo.

Por tanto, los derechos de los médicos, el liberarse de que los contadores administren la práctica de la medicina, es una medida esencial que yo impulsaría en la primera hora que estuviese en el Casa Blanca.

También necesitamos una investigación especial sobre las enfermedades relacionadas con el envejecimiento de los tejidos. Esta es una frontera que afecta no sólo a los que envejecen, sino que, en la historia de la humanidad, el estudio de las cosas que le pasa a la gente a medida que envejece es valioso para abordar los problemas de cuando es más joven. Si pescas una enfermedad en la tercera edad —como el cáncer, la investigación sobre el cáncer, que se consideraba primordialmente como una enfermedad de la tercera edad y demás—; el trabajo que hagas al respecto luego te permite abordar otras aspectos de la salud, aspectos de frontera de la salud donde has fallado antes, y por tanto eso debe ser parte de nuestro programa.

Reformas militares

En cuanto al asunto de las reformas militares: debemos rendirle honores al veterano y, en ese sentido, mi intención actual es honrar no sólo a los veteranos que han servido en el pasado, sino a los que servirán en el futuro. Esto es, propondré legislación para reestablecer el servicio militar obligatorio; y les explico porque lo haré.

Primero que nada, aunque muchos ya lo han olvidado, el servicio militar fue el fundamento de la nación. Libramos una guerra revolucionaria; en ese entonces sí teníamos un concepto de servicio militar.

Más tarde, en especial después de 1815, de la guerra de 1812–1815, comenzamos a estudiar en este país reformas de la política militar que se habían introducido en Europa. Por ejemplo, el trabajo de Lázaro Carnot, quien es famoso en Francia como el "autor de la victoria", al salvarla de la destrucción con su conducción militar de 1792 a 1794. Lázaro Carnot, un jóven científico, un genio en su época, introdujo de una forma más precisa el concepto de lo que se conoce como "defensa estratégica", un cambio en la conducta de la guerra hacia la defensa estratégica, apartándola de la guerra de gabinete y la "guerra preventiva", como se le llama. Posteriormente vino a entenderse ese criterio en nuestro país, y fue adoptado por nuestros grandes comandantes militares, así como nuestros gobiernos cuerdos; por presidentes nuestros como Dwight Eisenhower, y por el general Douglas MacArthur. No te vas a la guerra con propósitos preventivos; tu propósito en la guerra es defender a la nación, y lograr la paz lo más rápido posible y al menor costo para ambas partes, lo cual crea paz donde había guerra. Y con estas pautas, las más de las veces se evita la guerra.

Si el mundo sabe que somos una nación pacífica, comprometida al principio de defensa estratégica militar, y que si nos vemos obligados a librar una guerra será con el propósito de colaborar con la nación rival y reconstruir la paz con el menor daño posible para ambas partes —como fue el criterio empleado por Douglas MacArthur en la guerra del Pacífico, donde libro una guerra en una superficie mayor a la que cualquier comandante individual lo hubiera hecho antes, y peleó tan pocas batallas como fueran necesarias, pasando por alto las islas donde estaban las fuerzas japonesas—, no tienes que meterte allí; ellos no se irán a ningún lado, y no tienes que ir y matarlos.

Sí, arrojamos bombas sobre Hiroshima y Nagasaki; eso no tuvo nada que ver con MacArthur. ¡No tuvo nada que ver con ganar la guerra! La guerra ya estaba ganada con el bloqueo y la conquista del Pacífico. Pero MacArthur, en el menor período de tiempo en la mayor superficie, con un criterio de defensa estratégica, ganó la guerra. No fue Truman; él casi la pierde.

Una segunda cosa que aprendimos en la guerra fue la idea de una orientación hacia la misión. Esto nos llegó de Alemania. Nos llegó de un gran reformador, Gerhard Scharnhorst, quien introdujo el concepto de la orientación hacia la misión en la guerra. Debe restaurarse en Alemania, pero eso es cosa de ellos, de su criterio militar, pero nostros definitivamente debemos adoptarlo aquí.

Ahora, esto tiene implicaciones más grandes. En el pasado, nuestro concepto de defensa estratégica incluía el papel desempeñado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército. La mayoría de los oficiales de West Point se capacitaban como ingenieros militares. Construían puentes, construían canales, hacían otras obras públicas grandes. Éstas las hicieron militares, en parte; la construcción de los ferrocarriles fue obra principalmente de militares, capacitados como oficiales ingenieros. Esta institución se ha hecho impopular. ¡Es esencial!

Como cualquiera recordará de la Segunda Guerra Mundial, los efectivos de los Estados Unidos no eran los mejores combatientes del mundo. Quizá eran los más machos en ciertos aspectos, pero no los mejores combatientes. Eran mejores en los bares que en el campo de batalla. La manera en que ganamos la guerra fue con las directrices de Franklin Roosevelt, antes y durante la guerra. Las fuerzas estadounidenses abrumaron al mundo con la logística; con la tecnología y la logística. Fue nuestra superioridad en la logística la que nos permitió alcanzar el éxito donde nuestro entrenamiento militar falló. Y eso se aplica hoy día.

Destrezas para la generación joven

En ese período uno de los factores en la guerra era una organización llamada el Cuerpo de Conservación Civil (CCC). Esta institución sacó a los jóvenes de las calles y del campo, por así decirlo, y los puso en un programa a cargo de militares retirados; es decir, los campos del CCC estarían a cargo de personas que eran oficiales retirados. Los muchachos vivían en barracas, recibieron entrenamiento, hicieron diversos tipos de obras de importancia para nuestro país. Y muchos de ellos, como la famosa división Michigan, salieron marchando de los campos del CCC a las fuerzas armadas, y se convirtieron en una división militar que combatió en ultramar.

La gente que pasó por este entrenamiento, y también por el entrenamiento militar regular después... transformamos a esa gente que recogimos de las barriadas y del campo del país, donde pasaba prácticamente desapercibida, y la pusimos en programas de entrenamiento de 16 semanas y pico, donde yo, por ejemplo, trabajé por un tiempo; varios pelotones pasaron por mis manos. Los veías formados en la calle de la compañía, y decías: "Ya perdimos la Segunda Guerra Mundial". Pero, a través del tiempo, uno dos años de este tipo de entrenamiento y de servicio, estos tipos, que habían sido personas bastante abandonadas, llegaron a ser parte vital y productiva de nuestra economía y de nuestra sociedad, como los veteranos de la Segunda Guerra Mundial.

Así que hoy, cuando nuestra economía se derrumba, cuando la infraestructura se derrumba, cuando estamos al borde de la bancarrota, cuando necesitamos erigir infraestructura, necesitamos una fuerza militar. Entonces, ¿por qué no usar la fuerza militar para lo que la diseñaron los grandes ingenieros como Carnot y demás? ¿Por qué no capacitarla, capacitar a un cuerpo de oficiales como ingenieros? Te da la mejor capacidad posible, si los ocupas para la guerra. Y con certeza, si estamos haciendo lo que no podemos hacer en Iraq: acabar con el lío que armastes antes de irte.

Asimismo, el Cuerpo de Ingenieros es una fuerza que puede desplegarse para ayudar en proyectos de infraestructura a gran escala por parte del gobierno federal, de los gobiernos estatales, y también de los locales; eso ayuda. También deberíamos tener —¡porque tenemos a muchos jóvenes que no están calificados para ningún trabajo serio en lo absoluto!—, necesitamos algo equivalente al programa del CCC para buscar a las personas ociosas en las calles, víctimas de una cultura de las drogas, donde los profesores y otros les han metido contra su voluntad ritalina y prozac y otras drogas peligrosas, donde los hemos metido en una cultura dependiente de las drogas, y donde el sistema educativo es peor que un mal chiste; uno no pasa por la educación, ella pasa sobre uno.

Por tanto, en estas condiciones, tenemos que pensar en formas de sacar a estos jóvenes que son víctimas del cambio en nuestra cultura, tenemos que idear formas de transformarlos, o de ayudarlos a transformarse en personas productivas plenamente capacitadas, que puedan sostener una familia con su trabajo, con el fruto de su trabajo.

También tenemos gente hacinadas en las prisiones que no debería estar ahí, porque alguien redactó una ley, o nuevas pautas que pone a la gente en la cárcel por largos períodos, de donde sale hecha un cascajo. En muchos de estos casos, que son faltas menores relacionadas con drogas en los que algún fiscal quiere ganar puntos, encierran a alguien ahí por 10 o 20 años, o más, sólo para que el fiscal gane puntos, tan sólo amontonando las acusaciones conforme las pautas. Por lo regular estas personas son jóvenes. Hay mucha discriminación en esto, porque si resulta que eres de origen dizque afroamericano, o si eres hispano, puede que te hagan una acusación mayor que si no lo fueras. Así que lo que estamos haciendo en nuestro sistema carcelario es triturar a las personas, cuando lo que necesita es un palmadita o algo equivalente, y soltarlos y regresarlos a la sociedad rápido como gente productiva. ¿Saben qué porcentaje de nuestra población cae en esa categoría? ¿Saben qué porcentaje de nuestros jóvenes varones dizque afroamericanos caen en esa categoría? ¿Saben cuantos de nuestros jóvenes de origen hispano están en esa categoría? ¿Se dan cuenta de lo que estamos haciéndole a nuestra gente con ese tipo de medidas?

Necesitamos un enfoque general para rehabilitar a la sociedad. Y yo me propongo usar la tradición militar de los Estados Unidos como uno de los instrumentos institucionales, para fomentar esas directrices. No hay "hijos inútiles" que haya que acomodar, sino jóvenes que tienen cabida en algo, y que pueden convertirse en algo ellos mismos si les damos la oportunidad y la guía. Entonces, ¿por qué no darles algo útil qué hacer, algo necesario, a fin de que salgan de ahí como ciudadanos, en el sentido pleno de ciudadanos que se respetan a sí mismos? Tenemos que hacer eso ahora mismo.

Bueno, todos saben en el mundo hoy, creo, que yo no soy una persona afecta a la guerra. De hecho, probablemente traeré más paz siendo Presidente de los Estados Unidos, que cualquier otra acción en particular. Ustedes vayan por el mundo hoy —vayan a Eurasia, a otros países—, y comparen a otros candidatos, a otros estadounidenses destacados que pudieran convertirse en candidatos, con mi imagen en esas partes del mundo, y el solo hecho de que yo estuviera por convertirme en presidente causaría un profundo respiro de alivio por toda Eurasia.

Pero, por otro lado, la gente sabe que soy serio, a diferencia de los candidatos que no dicen lo que piensan, sino que van con un asesor y le preguntan: "¿Qué deben escucharme decir para no meterme en problemas?" Tenemos a una caterva de candidatos sin agallas, todos los cuales quieren ser presidente, y algunos de ellos quieren ir a la guerra.

En todo el mundo se entiende que con una presidencia de LaRouche no se engañan. Recibes un trato justo. Pero no traten de abusar. Puedo ser muy firme, como alguna gente sabe. Es sólo que no me gusta ser ruin.

La secuela de la catástrofe de California

Bueno, ahora hay tres temas que quiero abordar después de haber hablado algo de cómo será la Casa Blanca durante la primera hora de mi presencia en esas instalaciones. Primero que nada, quiero tocar algo que Debbie mencionó: la secuela de la catástrofe de California y sus efectos sobre la campaña presidencial en curso y otros temas políticos.

Obviamente, una de las labores más importantes de un presidente es la de ayudar a reelegir una Cámara de Representantes mejor. Es decir, una buena candidatura presidencial en tiempos de temas candentes muy bien puede cambiar la composición de la Cámara de Representantes de los EU. Si tienes candidatos que compiten al amparo de ese candidato presidencial, es probable que los elijan. Ahora bien, necesitamos algunas mejoras grandes en el Congreso, pero en especial en la Cámara de Representantes, cuya mejora sin "DeLay" (que en español quiere decir "demora"—ndr.) —y me refiero a [el líder de la mayoría republicana] Tom DeLay—, se requiere con urgencia. Así que no se quejen tanto de la Cámara de Representantes, está a punto de mejorar, especialmente si gano. Porque yo les garantizo que, si compito como candidato demócrata para presidente, ganaremos el Congreso, ganaremos la Cámara de Representantes. Eso ténganlo por seguro.

En segundo lugar, el Senado no es tan malo. Eso nos trae de vuelta a California. Como decía Debbie, fui a California en cuanto se planteó la amenaza de la revocación del mandato, y le comuniqué a los allegados del Gobernador de California que, aunque él cometió algunos errores, yo me oponía a que lo sometieran a ese referendo revocatorio, y le propuse varias cosas; una de las cuales sí hizo. "Yo propongo — dije— que no asuma toda la culpa por lo que sucedió en la situación de California". Todos en el sistema político, de 1996 en adelante, instauraron la desregulación. Todos lo hicieron. Peor aún, ¡Arnie Schwarzenegger fue parte de la turba que cometió el robo! ¡El hombre de George Shultz! ¡El hombre de Enron! Él cometió el robo. Y el robo se agravó realmente a empezando en 2001 y 2002, cuando el vicepresidente Dick Cheney intervino para impedir que se revelara el fraude cometido por empresas tales como Enron en contra de California; como en el caso de Williams. Y toda la bola de neoconservadores, incluyendo a Dick Cheney, se metió en este gobierno a través de George Shultz, quien es el gran patrocinador y controlador de este espectáculo grotesco, cuyo protagonista está a punto de convertirse en gobernador; protagonista pde un espectáculo grotesco de feria, esa es su calificación política.

Entonces, lo que sucedió en la situación, es que el Gobernador hizo algunas de las cosas que creí que debía hacer; sí dijo que tenía que asumir su responsabilidad por ser blando en cuanto a la desregulación, en especial en su manejo de la misma durante la crisis del año pasado. Bien, un hombre honesto, en general un luchador rudo. Pero algunos miembros del Partido Demócrata, los candidatos nacionales, o no intervinieron en California, o lo hicieron como blandengues, incluido el general Wesley Clark, a quien yo llamo el general fracaso por su actuación ahí. Se le recomienda como oficial del estado mayor, pero nunca lo pongan al mando, según algunos de sus camaradas; es un becario de Rhodes, más que nada.

Así que estos tipos fracasaron, o en realidad empeoraron las cosas. O presionaron; el Comité Nacional Demócrata presionó al Gobernador de California para que no peleara, para que se cruzara de brazos y aceptara su suerte.

Nosotros intervenimos. Algunos otros intervinieron. Pero yo tuve la buena fortuna de contar con un movimiento de juventudes, sobre lo cual podemos hablar ahora mismo, pero primero establezcamos algunas cosas. En especial este movimiento de juventudes, con todo mi respaldo y mi participación, nos metimos, como señaló Debbie, en zonas de California, en particular en el condado de Los Ángeles y el área de la bahía de San Francisco, y nos metimos para darle la vuelta. ¡Y le dimos la vuelta! Le dimos la vuelta dondequiera que estuvimos. Pero no éramos suficientes, y había demasiado de los otros diez candidatos, y demasiado de la dirigencia del Comité Nacional Demócrata.

Ahora, como saben, la decisión sobre la elección de un presidente depende en gran medida del estado de California. El Comité Nacional Demócrata está bien conciente de esto; mis diez rivales chapuceros también son concientes de eso. Y no obstante, la forma en que se comportaron en el estado de California sobre este asunto de la revocación, demostró que en realidad no quieren llegar a presidentes, porque no estaban dispuestos a garantizar que se ganaran al estado de California, el cual es decisivo para determinar, por lo menos quién será el próximo Presidente de los Estados Unidos. E iban a entregárselo a este grotesco chupacabras de feria llamado Arnie Schwarzenegger, quien también está involucrado con la gente que le robó a California, que la saqueó. ¡Y esperen a ver lo que Schwarzenegger le hace a los sindicatos y a los hispanoamericanos de California! Son a los primeros que va a perseguir.

Este hombre tiene las cualidades de un Adolfo Hitler. ¡Es un hombre–bestia! ¡Es lo que vieron en Terminator! ¡Ese es el hombre! ¿Votas por eso? Eso es lo que obtienes.

De modo que ahora estamos en una situación en la que es claro que, en tanto algunas personas en el Senado se han liberado del dominio de la "ley mordaza" del Comité Nacional Demócrata, como las ejemplifican los senadores Byrd y Kennedy, para hablar abiertamente de temas que necesitaban ventilarse, y alguna otra gente en el Senado ha tenido cosas que decir —Joe Biden y otros— que son muy pertinentes. ¡la Cámara de Representantes es esclava de esta tiranía de Tom DeLay! ¡Ahí casi tienen miedo hasta de respirar! Pero el Senado ha mostrado que la disposición del Partido Demócrata, y también de algunos republicanos, es detener esta locura, parar la locura de Cheney y lo que eso representa, deshacerse de los neoconservadores y demás. Así que hay esperanza.

Pero ahora estamos en un momento en el que lo que queda en realidad son tres candidatos: Yo, John Kerry y Howard Dean. Bueno, Dean no vale la pena, no le recomendaría a nadie que vote por él. ¡Jimmy Dean sería mejor! Pero hay que tomar en serio a Kerry, por su respaldo y posición, aunque creo que ha flaqueado algunas veces cuando no debió hacerlo. No creo que esté capacitado para ser presidente; pero está capacitado para ser candidato, y por tanto es bueno tenerlo ahí. Podrías encontrar a Dick Gephardt ahí también; no creo que vaya a ninguna parte. Pero los tres estamos ahí. Los demás son perdedores.

Quedamos tres candidatos. Ha llegado el momento en que el Comité Nacional Demócrata tiene que someterse a una reforma, a una reforma seria. Falta algo más de un año y tres meses para la toma de posesión del próximo presidente, y poco más de un año para las próximas elecciones. Hay que acabar con la tontería ahora mismo. Por eso hablo como hablo, y digo sin temor a exagerar que, dada la actual situación mundial y nuestra situación nacional —y en especial a la luz de mis logros especiales como economista—, probablementge yo sea la única persona calificada para ser Presidente de los Estados Unidos en este momento. Y California ha contribuido a dejar eso claro.

La crisis monetario–financiera

Hemos entrado a la fase aguda de una crisis general de desintegración del actual sistema monetario–financiero mundial. Vi venir esto desde hace mucho tiempo, advertí de ello; nunca me he equivocado en ningún pronóstico que he hecho a este respecto. Está ahí. Si les digo que está ahí, es porque ahí está. Si ven las cifras de ayer, o las de antier, sobre el estado de la economía estadounidense; si ven los déficit de cuenta corriente; si observan nuestra deuda externa total; si ven la situación de nuestro comercio; si observan nuestro endeudamiento interno, en particular en lo que toca a las tarjetas de crédito; la burbuja de los bienes raíces, a punto de estallar, con la que de pronto convertimos a los llamados propietarios nominales de las casas en inquilinos ilegales, porque los bancos no quieren que se salgan aunque hayan perdido la casa, pues prefieren tener intrusos que ya vivan ahí, a que vengan otros nuevos.

Esa es la clase de situación en la que estamos. El empleo se recorta. Somos una nación en bancarrota. Europa está en una situación parecida. La situación de México, de América Central y del Sur, es increíble. Japón está por estallar; Japón está quebrado, su sistema financiero está en bancarrota. Y cayó en bancarrota tratando de imprimir dólares para inflar el mercado financiero de Wall Street. Japón comenzó a imprimir dinero de noche, lo prestó como yenes, los yenes fueron convertidos en dólares, los dólares se meten así en el mercado estadounidenses. En el mercado estadounidense, ¿van a la economía? No. Se van a Wall Street, donde inflan el valor de las acciones y cosas parecidas. Y nada se escurre hacia la economía.

Veamos la primera serie de triple curvas (ver gráfica 1). Esta es la primera de tres curvas que les mostraré ahora mismo. Esto lo desarrollé en 1995 cuando estaba en una conferencia sobre salud en el Vaticano, y en el proceso presenté esto como un recurso pedagógico, porque uno no espera que monjas y sacerdotes necesariamente sean los mejores economistas del mundo. Así que traté de dejarles claro de qué estaba hablando.

Lo que tenemos es esto: si medimos lo que producimos y consumimos en términos de lo que llaman "canastas de mercado", tenemos el siguiente cuadro. Por "canastas de mercado" me refiero a la canasta de mercado del consumo hogareño, el consumo directo de los hogares. Cosas físicas principalmente: servicios médicos necesarios, que son algo físico; educación, que es algo físico —la recibes en la escuela o a través de un maestro, o algo—; también la infraestructura; no sólo bienes de capital, mantenimiento de maquinaria, sino también mantenimiento del sistema ferroviario nacional, mantenimiento del sistema carretero, de las funciones municipales, de la generación y distribución de energía, del abasto de agua y la sanidad, y así por el estilo. Esto en términos físicos, el producto per cápita de los Estados Unidos, viene cayendo desde aproximadamente 1966–67.

Ahora bien, este es un cuadro simplificado; pasaré a algo más real y físico en un instante. Pero, en este período, nos disparamos en términos de la cantidad de activos financieros. En otras palabras, los activos financieros, los mentados "valores financieros" de los Estados Unidos, han crecido, y los precios han ido en aumento en tanto el contenido físico del dólar ha venido desplomándose. Y esto ha sido catastrófico en los últimos dos años, como muchos de ustedes saben por experiencia personal.

A este proceso lo han inflado emitiendo agregados monetarios, dinero, imprimiendo papel moneda y, más recientemente, dinero electrónico; la emisión electrónica de agregados monetarios, de crédito. Ahora pasemos a la siguiente (ver gráfica 2).

Así es como se ve en términos de las cifras reales, de 1966 en adelante; estas son las tendencias. La siguiente (ver gráfica 3).

Ahora bien, el cambio ocurrió durante la gestión de Clinton. Recuerden que 1996 fue un año desastroso, en el que tuvimos que dar un giro; teníamos una elección encima, y Bill Clinton estaba apoyando a Al Gore. Y nos dieron a Gore. Clinton fue reelegido, pero las cosas estaban mal. Como resultado de no haber hecho ciertos cambios de orientación... es decir, la capitulación ante Newt "Gangrena" (por Gingrich—ndr.) ese año, ¿recuerdan? El no haber cambiado ciertos criterios.

Nos encaminabamos a una serie de crisis financieras, de crisis financieras mundiales. Vino la primera; le llamaron la "crisis japonesa". En parte la causó George Soros, la llamada "crisis asiática" que afectó a los países del Sudeste de Asia. China se las arregló para esquivarla al rehusarse a que se metieran con su yuan en ese entonces.

Luego tuvimos, al año siguiente, en 1998, la crisis de los bonos rusos. Ahora bien, la crisis de los bonos rusos fue en gran medida un regalo indirecto de Al Gore. Al Gore, como vicepresidente, había estado entrometiéndose en la política rusa, y particularmente en la reelección de Boris Yeltsin. Y se involucró en una operación muy sucia de narcotráfico, llamada Golden ADA basada en California. Y este proceso condujo al financiamiento de la "buena apariencia" de Yeltsin, podríamos decir, tras esa campaña de reelección, su campaña de reelección, que resultó en la crisis de los bonos rusos GKO de 1998, misma que causó el desplome de una importante operación financiera en Wall Street, que casi derrumba al sistema, en agosto de 1998.

Bueno, en septiembre Clinton amenazó con hacer algo sobre la reforma monetaria. Amenazó en un discurso que dio en Nueva York, y luego se echó para atrás; que es lo peor que puedes hacer. No amenaces a los banqueros y luego te echas para atrás; vendrán a matarte. ¡Y lo hicieron! Recuerden el caso de Monica Lewinsky. Eso fue una trampa cazabobos colocada en el sótano, que activaron para tratar de revocarle el mandato porque él amenazó con meterle mano a sus intereses financieros. Y nos movimos, algunos de nosotros, para pelear, y no lo enjuiciaron; lo enjuiciaron, pero no lo revocaron.

Pero no obstante, en octubre de 1998, lo que sucedió fue que, en una conferencia monetaria en Washington, se tomó la decisión de evadir el tema, y recurrieron a algo en lo cual estuvo involucrado George Soros, a un "muro de dinero" para tratar de atajar lo que era una crisis inminente en Brasil, en febrero de 1999. Ahora, regresemos a esa última curva (ver gráfica 3). He aquí lo que sucedió: lo que George sugirió —George Soros, que está asociado a la "legalización de las drogas", como le dicen—, y lo que han hecho es esa mentada medida del "muro de dinero". Esto es, arrojarle tantos agregados monetarios al sistema financiero que se derrumba, para resucitarlo dándole respiración artificial.

Como resultado de eso, para la primavera de 1999 el ritmo de emisión monetaria aceleró más rápido que el valor de los activos financieros, que es lo que indica donde se cruzan las curvas. Y hubo un aumento catastrófico en el ritmo de desplome de la economía física. Para la primavera de 2000, era obvio que esta tendencia, de la aceleración de los agregados monetarios en un intento por mantener el sistema financiero a flote, estaba metiéndonos en algo así como una hiperinflación al estilo de la de Weimar de 1923.

Sin embargo continuó, y el sistema está a punto de explotar.

Debido al libre albedrío, nunca puede predecirse la fecha exacta en que ocurrirá algo. De vez en cuando, como lo hice en 1987, cuando dije en junio y julio que era probable que en octubre tuviéramos una explosión del sistema financiero de Wall Street como nunca la habíamos visto; y sucedió en octubre, tal como lo pronostiqué. A veces puedes atinarle con esa precisión basado en tu conocimiento de los factores involucrados, pero en la mayoría de los casos no puedes predecir exactamente cuándo ocurrirá una crisis, porque participa el libre albedrío. Pero el libre albedrío no hará que las condiciones de crisis desaparezcan. Puede, manipulando algunos factores, demorar la crisis; o acelerarla, para que suceda antes. Un error puede hacer que llegue antes, o alguna maniobra inteligente puede hacer que llegué después. Pero, si usas trucos para posponer la crisis, la empeoras. Estás intentando prender una contracandela, pero en realidad lo que haces es propagar el incendio del bosque. Así que eso fue lo que sucedió.

De modo que, para este momento, desde ese período, desde los acontecimientos de 2000, como pronostiqué a principios de 2001, cuando dije: Puesto que el Presidente de los Estados Unidos es un tonto con ciertas políticas conocidas, la crisis ahora en marcha va a empeorar. Lo que temo —dije—, es que en estas condiciones, que son como las de Weimar, o las de Alemania en 1923 o después, algún tonto de capirote tratará de crear un incidente como el incendio del Reichstag para distraer la atención de la crisis financiera, y poner en marcha algún tipo de operación. Y eso sucedió el 11 de septiembre de 2001.

Pero la crisis financiera ha continuado, y ahora hemos llegado al momento en que está en una fase terminal. En Europa están advirtiendo al respecto. Cada vez más voces están advirtiéndolo. Todos la reconocen. Uno señala un aspecto, otro señala otro. Todos los hechos son ciertos: el sistema está acabado. Lo que propone el Gobierno actual, y lo que no mencionan los actuales diez contendientes (o, creo que uno se rajó hace poco, Bob Graham), lo que el Comité Nacional Demócrata rehusa enfrentar es el hecho de que tenemos ese tipo de crisis. ¡Y que ahora las medidas de George Bush hundirán a la nación!

Algunos de esos tontos van a decir: "Bueno, déjenlo que hunda a la nación, al fin que nos elegirán". Esa no es una buena forma de ser elegido. Pero así esán las cosas.

La amenaza del fascismo hoy

Por tanto, ¿cuál es la cuestión ahora? La cuestión se reduce a esto. Se reduce a lo mismo que llevó a Hitler y a otros regímenes fascitas al poder en Europa, desde 1922 con Mussolini, en adelante; y nos metió en lo que se llegó a conocer como la Segunda Guerra Mundial. Cuandoquiera que hay una crisis financiera grande, siempre hay el peligro de una de guerra generalizada de nuevo cuño. Este ha sido el hecho en la historia europea desde los 1780, desde la crisis financiera de Francia en los 1780. En ese momento, un interés bancario con centro en la Compañía de Indias Orientales británica de lord Shelburne puso en marcha un plan a partir el 14 de julio de 1789, una ola de terror que más tarde llevó a Napoleón Bonaparte al poder. Este terror, el Terror jacobino, seguido por la dictadura napoleónica, fue el modelo para el fascismo moderno, o lo que hoy llamamos fascismo. Las fuerzas que lo hicieron entonces se conocían como los martinistas, controlados desde Londres principalmente, pero era un grupo francófono el que los dirigía.

Esta es la fuerza que en realidad, en un sentido, llevó a Napoleón III al poder en Francia. Este es el interés europeo que estuvo muy involucrado en la creación de la guerra civil en los Estados Unidos. Este es el interés que, en esencia, estuvo detrás de la ejecución de la Primera Guerra Mundial. Esto es lo que llevó a Hitler, a Mussolini, a Francisco Franco, a Pierre Laval, a Pétain y demás, al poder en Europa.

Recuerden que en 1940, en junio de 1940, cuando la fuerza expedicionaria británica, con algunos franceses y belgas, estaba asentada en la playa de Dunquerque, esperando que las divisiones blindadas alemanas llegara a eliminarla, esas divisiones blindadas se detuvieron por órdenes de Hitler. ¿Por qué? ¿Por qué Hitler no barrió con la fuerza expedicionaria británica cuando pudo hacerlo? Porque tenía a gente como lord Halifax en Londres, y a otros que adoraban a Hitler, y tenían un plan. El plan era atraer a Francia y a Gran Bretaña para integrar una confederación con Mussolini, Franco y demás, y a Japón; y de inmediato atacar a la Unión Soviética, lo que se creía sería una victoria rápida con todas esas fuerzas juntas. Y luego, una vez aplastada la Unión Soviética, reunir las fuerzas navales de Alemania, Francia, el Imperio Británico, Italia y Japón para atacar a los Estados Unidos. Bueno, ese ataque, la parte japonesa del ataque, fue lo que ocurrió el 7 de diciembre de 1941. Esta fue la Segunda Guerra Mundial.

¿Y cuál era el asunto? El asunto era este: siempre que tengas un sistema financiero en crisis, los gobiernos enfrentan el problema siguiente: si la sociedad ha acumulado deudas financieras que rebasan su capacidad de pagarlas, entonces la pregunta es: ¿quién cederá? ¿Intervendrá el gobierno para decir que la vida y el bienestar de su pueblo son su responsabilidad principal? O, ¿intervendrá el gobierno para decir, no nos importa, si tenemos que matar gente para pagar la deuda, lo vamos a hacer? Y son cuestiones de esa índole que han golpeado al mundo una y otra vez desde los 1780, con la bancarrota de Francia, y es lo que enfrentamos de nuevo hoy día. ¿Vamos a decir ahora que las deudas se pagarán a cuelquier costo? Tomemos el caso de Argentina, de Brasil, etc. ¿Seguiremos la pauta del FMI en otros casos, incluso contra el pueblo de los Estados Unidos? ¿Mataremos a nuestra propia gente por medios económicos, para tratar de reprogramar la deuda que el Gobierno de Bush y los anteriores han estado amontonado en contra nuestra?

O, ¿diremos que nos atenemos al preámbulo de nuestra Constitución en estos asuntos? La Constitución, el preámbulo en particular, que expresa el derecho natural como se desarrolló en Europa en especial, luego del Tratado de Westfalia de 1648. Que nuestra responsabildad en tanto gobierno, según nuestro preámbulo, es defender la soberanía de nuestra nación, número uno. Número dos, proteger el bienestar general y fomentar el bienestar general de todo nuestro pueblo. Y tercero, garantizar estos beneficios para la posteridad.

En esas condiciones, donde tienes una crisis como esta, el gobierno tiene que someter al sistema a una reorganización por bancarrota. Eso no significa cerrar los bancos. Lo que significa es lo siguiente. Significa que el gobierno debe intervenir los sistemas de banca central, ¡incluyendo al de hecho quebrado sistema de la Reserva Federal! ¡Nuestro sistema bancario está en quiebra! Eso es un hecho. Sólo lo han apuntalado políticamente, mediante la impresión política de que no nos atrevemos a hacer nada al respecto. Está quebrado. Por tanto, el gobierno debe intervenir al sistema, para reorganizarlo por bancarrota. Ahora bien, no vas a cerrar las cosas; tomarás medidas para garantizar no sólo que la empresa siga operando, sino que el empleo y la producción crezcan. En esencial, ese es el enfoque que siguió Franklin Roosevelt en 1933.

Tienes que defender a la gente primero. No vas a aplastar nada; no cerrarás los bancos, vas a reorganizarlos; los mantendrás funcionando. Mantendrás el pago de las pensiones. Mantendrás funcionando a las instituciones esenciales. Mantendrás funcionando a los negocios esenciales. Y harás crecer la economía, de modo que puedas crear una salida de la crisis.

Esa es la tarea que tenemos ante nosotros ahora. Y eso es lo que le quita el temple a tantos que, de otro modo, pudieran ser candidatos presidenciales competentes en otras circunstancias. Les saca el jugo. Eso los asusta. ¡Le temen a la banca!

Ese fue el caso, entonces, el 14 de julio de 1789. Dos paniaguados del jefe del sistema político británico, lord Shelburne, Philippe Égalité, primo y pretendiente al trono francés, y Jacques Necker, un banquero de Lausana, Suiza, conspiraron para organizar el sitio de la Bastilla, para inducir a los guardias a disparar, y para que la turba los linchara. Y ese fue el comienzo de un proceso, a través del agente británico Danton, del agente británico Marat, y otros, dirigido por los británicos que condujo a lo que se conoció como el Terror jacobino, para destruir al gran rival de Gran Bretaña, Francia, que había sido nuestro amiga.

Y esa ha sido la pauta desde esa época. Ahora se le llama la pauta sinarquista, como se le llamó en el período de la Segunda Guerra Mundial, y como se le llama hoy.

Lo que Cheney representa

El problema es lo que Dick Cheney representa. Yo pienso que es un idiota. Les dire por qué pienso que es un idiota. Él es un abusador, un abusador de patio de recreo, no un pensador. Ya desde agosto–septiembre de 2002 lo había atacado públicamente por fraude, en la cuestión de meternos a una guerra en Iraq. Dije que era un mentiroso, que debía enjuiciársele, o forzarlo a renunciar. Ahora, he venido diciéndolo, como algunos de ustedes habrán observado, con cierta insistencia en los meses que han pasado desde entonces. Y tengo entendido que en semanas recientes Dick Cheney descubrió, de buenas a primeras, ¡que yo soy su opresor! En la primera página del Washington Post apareció esta mañana un indicio de esa ironía. De modo que Dick Cheney está un poco turbado. Y es hora de decirle otra vez: "Adiós, muchacho".

Ahora bien, Dick Cheney no es sólo un pobre diablo, aunque califica perfectamente para esa condición, mucho más que para vicepresidente; la de "viciopresidente" no es una buena calificación.

Pero tenemos otro problema. Tenemos una política militar y relacionada que se remonta a la Segunda Guerra Mundial, a esas dos bombas nucleares innecesarias arrojadas sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki que no contribuyeron en nada a terminar la guerra. Cualquiera que diga, "se salvó a un millón de vidas estadounidenses con esas bombas", es un mentiroso, o un idiota absoluto, un idiota charlatán. No tuvo nada que ver con nada. La guerra ya se había ganado. Se hizo con un propósito diferente. El autor de la política nuclear lo dejó muy claro, Bertrand Russell. Se le conocía como pacifista: ¡Maten a todos y llámenlo paz!

Bertrand Russell tenía una política de guerra nuclear preventiva a la que apoyaban varias personas en el Gobierno de los Estados Unidos, así como de la derecha, incluyendo la derecha del Partido Demócrata, como Truman. La política consistía en que al terminar la guerra, dominaríamos al mundo. Lo que queríamos establecer, con nuestro socio británico, era hacernos socios de la Mancomunidad británica. Fusionar a los Estados Unidos con Gran Bretaña y Australia, y demás; hacernos parte de una mancomunidad británica: "Los pueblos anglófonos". (¡Bah! ¡Hace del inglés una mala palabra!)

Como sea, pero el asunto era, como decía Russell de manera explícita, y lo dijo públicamente, lo publicó en septiembre de 1946: el propósito de su táctica nuclear, el motivo de que que se arrojaran esas dos bombas sobre Japón, era usar las armas nucleares como una amenaza tan terrible, que las naciones cederían sus soberanías a un gobierno mundial para evitar la guerra.

Ese era el plan. Ese plan siguió vigente con Truman. Y el idiota de Truman nos metió en la guerra de Corea por su necedad. Y lo que hicimos en este país fue que echamos a Truman, y le dijimos: "¡Fuera! ¡Regresa a la mercería! No te necesitamos". Trajimos a Eisenhower para que nos librara de la guerra de Corea, pero también del peligro de guerra nuclear.

Lo que pasó en este período es que las medidas desquiciadas de Truman, contrarias a las de Roosevelt, nos habían metido en lo que en realidad era una guerra inevitable en Corea, presionando al mismo tiempo a los chinos y a los soviéticos. Y era inevitable que hubiera una reacción, y ésta vino de los gobiernos soviético y chino, en la forma de la operación coreana, desde Norcorea hacia Surcorea. Esto se telegrafió, y Truman lo forzó para que viniese como reacción; porque supusieron que usando el terror de esa clase contra la Unión Soviética —la cual creían que no tenía un arma nuclear todavía— podrían abusar del mundo para someterlo a un gobierno mundial angloamericano. Y Truman creía eso. Y corrieron el riesgo.

Pero luego, entre tanto, el sistema soviético desarrolló un arma termonuclear antes que los Estados Unidos. En ese momento, la política de guerra preventiva de Bertrand Russell tuvo que dejarse de lado. Se botó a Truman, pasó al retiro, y Eisenhower, que era un tradicionalista —no uno de estos bichos raros—, nos dio, con todas su imperfecciones, dos períodos de paz. Y ya de salida, advirtió en un discurso contra el "complejo militar industrial", y ese fue el nombre chistoso que se le dio; era una descripción exacta. Pero dijo: "Esa es la amenaza contra esta nación". Es la misma amenaza que nos dio a Adolfo Hitler y a Mussolini, y a Franco, y así sucesivamente, allá en los 1920 y 1930. Fue esa filosofía.

Hoy día, esa filosofía la representan Dick Cheney y los neoconservadores; esa derecha que habla de la "guerra nuclear preventiva", de utilizar "mini armas nucleares", o que intenta encenderle la mecha a Corea, por lo cual Corea [del Norte] amenaza con emplear armas nucleares para defenderse. Y luego, de un día para otro, Japón y Corea del Sur desarrollan sus armas nucelares, y tienes una guerra nuclear en la península coreana y en Japón. Algunos idiotas no quieren la paz. ¡Ese es Cheney! Ese es el criterio de Cheney. Ese es el criterio de los neoconservadores. Esta es la bola de idiotas que controlan al Gobierno de Bush hoy día.

Ese es nuestro problema.

Así que, si quieren llegar al año que entra a la próxima elección, ¡desháganse de Cheney ahora! ¡Díganle a ese hombre que se vaya! "Ve con Dios, ¡pero vete!"

El modo en que se formó —o deformó— este plan de Cheney y compañía, y los neoconservadores, fue que cuando el sistema soviético se derrumbó en 1989–92, Cheney se contó entre los idiotas que trataron de convencer, sin éxito, al entonces presidente, al presidente George H.W. Bush, de que procurara instaurar un imperio mundial; de que lanzara la ocupación inmediata de Iraq; y de que tomara a la Unión Soviética y estableciera un imperio mundial angloamericano, de inmediato, en un proceso inmediato. El Gobierno de Bush de ese entonces dijo: "No". Cheney perseveró. Cheney siguió con ese plan, con varios altibajos, hasta el 11 de septiembre de 2001.

Y lo primero que hizo, en 2001, fue sacar a primer plano su plan, el plan de guerra nuclear preventiva a favor de un gobierno mundial, de un imperio mundial. Y por eso nos metimos en Afganistán. ¡No nos metimos en Afganistán por el terrorismo! Nos metimos en Afganistán porque necesitábamos pedirle a los europeos su apoyo para establecer bases en Afganistán. Aprovechamos el hecho de que los europeos nos dieron ese grado de apoyo, para sentar las bases de una guerra en Iraq. La guerra contra Iraq estaba lista para empezar en 2002. Algunos de nosotros la trabamos. Ellos la pospusieron. La metimos a las Naciones Unidas; eso la pospuso. Luego, estavieron a punto de perder su tirada. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estaba a punto de votar sobre lo de Iraq el lunes o martes siguiente. Así que en el fin de semana empujaron a Bush a iniciar la guerra, una guerra totalmente innecesaria. Pero una guerra que se lanzó con un propósito: conducir a los Estados Unidos a la guerra; hacer que Sharon, el paniaguado de estos neoconservadores, ataque a Siria, ataque a Irán; intensificar la pelea en torno a Corea del Norte.

¡Todas esas cosas están en marcha ahora! Lo que sucede en la franja de Gaza, en el Oriente Medio, es parte de lo mismo. La contención de Sudán es lo mismo. Con la negociación sobre lo de Sudán y Garang se pretende tumbar a Sudán; si echas abajo a Sudán, tumbas a Egipto. Eso es lo que se proponen estos idiotas.

El mundo está preparado para responder a esto. Así como el necio de Truman y su Gobierno nos metieron en la guerra de Corea, bajo el supuesto de que China y la Unión Soviética no se resistirían debido a la superioridad de nuestras armas nucleares, los neoconservadores y los idiotas que les creen están cometiendo ahora el mismo error. Si seguimos presionando en esta dirección, si dejamos que ataquen a Siria, si dejamos que ataquen a Irán, si dejamos que la crisis de Norcorea salga de cauce, entraremos a un proceso irreversible que llevará a una guerra generalizada, que será, no la guerra que decidimos pelear, sino la que nos imponemos a nosotros mismos, como en Iraq. Esta guerra será lo que se conoce como una "guerra asimétrica". Incluirá mini submarinos difíciles de encontrar. Incluirá armas atascadas en el lodo de las costas. Significará todo tipo de cosas que se hacen a nombre de la guerra irregular. Será una guerra generalizada como nunca ha visto el mundo antes. Una reacción asimétrica ante la potencialidad de un holocausto termonuclear global.

Ahora están atrapados entre el nivel en que, si quieren pelear una guerra, tendrán que llegar hasta el holocausto termonucelar. Si no quieren llegar a un holocausto termonuclear que destruya al planeta, ¿a qué recurrirán? Tratarán de encontrar el término medio, lo que ejemplifican las mini bombas nucleares. Tratarán de encontrar una forma de hacer la guerra, incluso la guerra nuclear, sin cruzar el umbral a la guerra termonuclear.

En esas condiciones, los Estados Unidos y la civilización mundial estarán acabados. Tenemos que parar lo que representa Cheney, ahora. Es lo más fácil de hacer; sólo háganlo renunciar.

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