Introducción

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2.
3.

Los próximos cincuenta años de la Tierra

Este informe relativamente exhaustivo, se hace necesario por la importancia y la urgencia de abordar la amenaza a la civilización en su conjunto, tan poco entendida, pero que ahora en lo inmediato embiste. Mi propósito aquí, en lo principal, es corregir una peligrosa falta de conciencia general sobre algunas de las implicaciones prácticas más urgentes y potencialmente mortíferas, a discusión en los actuales esfuerzos probablemente fallidos por llevar a cabo un necesario diálogo de culturas. Esa necesidad se manifiesta en la gran probabilidad de que el esfuerzo a favor de ese diálogo resultará ser un fracaso catastrófico para la humanidad hoy, a menos que se identifiquen ciertos supuestos pertinentes equivocados, pero que hoy son populares, respecto a ese diálogo, y que se corrijan algunos de esos errores prestándole cierta atención minuciosa a los detalles, como hago aquí.

Nuestro plan de ataque en este informe deberá ser el de definir los orígenes y la naturaleza de la actual amenaza mortal a la civilización en todo este planeta, y luego suministrar esta evaluación crítica de los errores y las opciones en el pretendido uso actual de un diálogo de culturas en tanto posible remedio para la amenaza actual.

Sin embargo, no puede limitarse la participación en este diálogo a representantes de esa generación mayormente fallida que ha tenido una participación creciente en conducir al mundo y a sus respectivas naciones al mortífero lío cultural actual, que acontecimientos de las cuatro últimas décadas produjeron. Fracasaríamos en nuestro propósito, a no ser que también dijésemos lo que específicamente tiene que decírsele a la generación adulta que ahora emerge, en especial a aquellos entre 18 y 25 años de edad a quienes implícitamente encomendamos el futuro de la humanidad. Tenemos que decirle a esta generación de jóvenes adultos todo lo que necesita saber, y siempre tenemos que decirnos estas cosas, los unos a los otros, de modo que pueda escucharnos esa generación entera de jóvenes adultos en cuyas manos pretendemos echar la ejecución de la solución de este problema que ahora vislumbramos.
Por desgracia, hoy día es habitual tratar de emprender un diálogo de culturas con cierta preferencia por generalidades y sentimentalismos amplios, un programa que evita la polémica concreción de la atención al quién, el cómo, el qué, el cuándo y el dónde de ciertas discusiones problemáticas actuales, discusiones que algunos de nosotros quizás preferiríamos evitar, en vez de resolver. En este caso, por desgracia la atención excesiva a la cortesía a menudo evita, no sólo temas de los “personajes” que deben enfrentarse, sino que así, por razones de cortesía, también evita la precisión requerida para definir remedios concretos y sustantivos a problemas que tienen que abordarse con franqueza, si es que ha de haber un progreso duradero. La situación actual requiere, y con urgencia, de remedios concretos, aunque a veces sean también polémicos. A veces la victoria sigue la dirección de un ascenso difícil cuesta arriba.

Ahora procedo de conformidad.

Dicho eso, la crisis inmediata que dicta la urgencia de un diálogo de culturas puede y debe identificarse con precisión, con la ayuda de algunas observaciones concretas y a veces irritantes, de la siguiente manera ejemplar.

Esos productos de la labor del finado profesor de la Universidad de Harvard William Yandell Elliott, Zbigniew Brzezinski y Samuel P. Huntington, han urdido planes, a menudo en concierto con Bernard Lewis, un antiguo dirigente de la oficina de asuntos árabes del Reino Unido, encaminados a construir una parodia fascista mundial angloamericana del Imperio Romano. Estas personas notables y otros han trabajado en torno a tales diseños para la “globalización” como, por ejemplo, la secuela de Huntington del diseño de lo que sería, no obstante sus cuestionables intentos por desmentir ese hecho, un sistema internacional fascista al estilo de la SS, su románico The Soldier and the State (El soldado y el Estado). Su repertorio nocivo incluye tanto The Crisis of Democracy (La crisis de la democracia), que ayudó en la creación de las sofisterías del “Proyecto Democracia” y del Fondo Nacional para la Democracia, como también su receta para la guerra religiosa mundial, The Clash of Civilizations (El choque de civilizaciones).[1] Las correspondientes publicaciones sobre estrategia, y la práctica internacional continua del iniciador de la Comisión Trilateral Brzezinski, son plenamente congruentes en sus objetivos y disposición por la maldad pura, con la obra de su compinche de larga data, Huntington.[2]

Estos planes actuales para crear una forma algo novedosa, neofeudal y global de tiranía ultramontana, a menudo se consideran, de forma incorrecta, como secreciones peculiares de los Estados Unidos de América. De la misma manera en que la oficina de asuntos árabes británica fue una costilla tomada de la oficina imperial británica para la India, las payasadas diabólicas de ese par y sus cómplices en realidad son retoños de la tradición continua de ese Tratado de París de febrero de 1763 que creó al Imperio Británico, a cuyo servicio aquel viejo Fagin de la caterva de carteristas asociados con Brzezinski y Huntington, el profesor harvardiano Elliott de los agraristas de Nashville, entregó lo que propiamente se considera la obra de su vida. La Guerra de Independencia de los EU se libró contra ese imperio, el mismo que en repetidas ocasiones intentó destruir a los EUA, principalmente por la fuerza o mediante la subversión de la clase hoy representada por el profesor Elliott y su equipo.[3]

El mismo principio de maldad que expresan Brzezinski y Huntington aparece en la obra de figuras tales como la ex secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright, vinculada a Brzezinski, y de cómplices de ella tales como Richard Holbrooke, en la orquestación de las recetas estilo “Nueva Era de Tinieblas” desatadas en las guerras de los Balcanes cuando ocupó ese cargo. Irónicamente, en ese mismo período ella dio una ponencia en la ciudad de Nueva York, donde, siendo secretaria de Estado de los EU, no sólo confesó, sino que se jactó de su asociación, y la de su padre, con la idea utópica fascista británica imperial del confederado de Bertrand Russell (quien odiaba a los EU), H.G. Wells.[4]

La importancia que le atribuyo a ese reparto de personajes no es trivial. Del mismo modo en que devino en la intención de toda la vida del profesor de Gobierno Elliott, de Harvard, y de otros de su calaña, el digerir a los EUA dentro del intestino hobbesiano de una forma futura de mancomunidad imperial británica, así también la intención de Brzezinski, Huntington y demás, en todas sus obras, ha sido la de destruir la existencia de la institución del Estado nacional en todo este planeta, incluida la de los propios EUA: todo esto y más lo hicieron a nombre de una parodia actual de la clase de orden imperial mundial que propuso Gibbon, el lacayo de lord Shelburne, en su History of the Decline and Fall of the Roman Empire (Historia de la decadencia y la caída del Imperio Romano).

Esa intención imperial cobra expresión hoy como un pretendido regreso a la misma suerte de orden imperial del sistema ultramontano medieval europeo, arraigado en la asociación de siglos de la oligarquía financiera gobernante de Venecia con la caballería normanda, notoria por las Cruzadas. Es la clase de orden mundial que fue expresada como la pretendida restauración de ese sistema por parte de la iniciativa de 1492 del gran inquisidor Tomás de Torquemada, quien estableció el precedente tanto para la expulsión de los judíos a manos de Hitler, como para el estallido de guerras religiosas en toda Europa, todo como parte de un intento por sofocar en su cuna al entonces apenas recién nacido Estado nacional soberano de la Europa moderna. Es la forma de imperialismo ultramontano que expresa la marcha hacia la “globalización” hoy día, una doctrina antinorteamericana de imperialismo, una campaña para erradicar la tradición del Tratado de Westfalia de 1648,[5] que expresan las actuales demandas de círculos dirigentes que debieron saber que éste era un error, al recordar su experiencia de los actos aventurados de Adolfo Hitler.

Como dejan claro los escritos aún pertinentes del conde Joseph de Maistre de la francmasonería martinista, artífice del tirano depredador galo y romántico Napoleón Bonaparte,[6] el modelo que Torquemada representa es el origen del surgimiento del fascismo moderno relacionado con criaturas tales como los finados Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Brzezinski y Huntington marchan, junto con el espíritu de su profesor Elliott, en esa misma tradición.

Como parte de la lucha contra la difusión de la maldad de la guerra religiosa que hoy diseminan Brzezinski, Huntington y gente afín, fuerzas opuestas a sus planes, tales como el papa Juan Pablo II, han fomentado esfuerzos nuevos en dirección a esa fraternidad ecuménica de veras agápica entre las principales religiones del mundo, retomando un esfuerzo que durante el Renacimiento europeo del siglo 15 habían emprendido grandes dirigentes de la Iglesia católica como el cardenal Nicolás de Cusa.[7] Otros han redefinido la tarea como un esfuerzo en apoyo de un “diálogo de culturas”, pero ese cambio de terminología técnica en realidad no introduce nada nuevo en la política europea, más allá de un alcance más amplio, dado que meramente fuerza el diálogo a la misma forma categórica de discusión, si bien en una base más amplia, como la propuesta original de Cusa del siglo 15 por una paz de los fieles entre los credos cristiano, musulmán y judío.[8]

Puede entenderse mejor la pertinencia del mismo esfuerzo ecuménico emprendido por líderes del Renacimiento del siglo 15 en Europa para los conflictos de hoy, al recalcar la oposición sangrienta del gran inquisidor Torquemada al ecumenicismo de la iglesia cristiana de Cusa y demás, de mediados del siglo 15.

Torquemada expresaba la dependencia de la misma arma ideológica de racismo rebosante de odio usada por Huntington y demás, que fue típica tanto del antiguo Imperio Romano y el sistema ultramontano medieval de los financistas venecianos y la caballería normanda y sus cruzadas, como de lo que Torquemada desencadenó a modo de la pauta de guerras religiosas ejemplificada por la expulsión de los judíos de España en 1492. Este acto de 1492 condujo al estallido subsiguiente de la guerra religiosa fratricida contra la existencia del Estado nacional soberano moderno del Renacimiento del siglo 15; una guerra que dominó el intervalo de 1511–1648, hasta el Tratado de Westfalia de 1648. Es ahora, de nuevo, la base de la intención de desarraigar y erradicar el legado del sistema de Westfalia, una intención que representa la marca de lo que, de hecho, es el anhelo por un sistema imperial mundial fascista expresado por las doctrinas de Brzezinski y Huntington hoy. La actual campaña a favor de la llamada “globalización”, en contra del sistema de Westfalia, es la expresión cultural del actual tambaleo del planeta hacia su amenazada nueva Era de Tinieblas.






1]The Soldier and the State: The Theory and Politics of Civil–Military Relations (El soldado y el Estado: la teoría y la política de las relaciones cívico–militares. Cambridge: Belknap Press of Harvard University Press, 1957) y The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order (El choque de civilizaciones y la reformación del orden mundial. Nueva York: Simon and Schuster, 1996), de Samuel P. Huntington.

[2]Las actuales operaciones que Brzezinski realiza en Ucrania desde el norte del Cáucaso, son una continuación de su función, en tanto asesor de seguridad nacional en el Gobierno estadounidense de Carter, en emprender esa guerra contra lo que definió como “el punto débil” de la Unión Soviética: Afganistán. Esa operación, y la enorme expansión del narcotráfico internacional que produjo como parte de la base logística de la operación, subsiste al presente en el esfuerzo continuo por destruir a Ucrania y a Rusia mediante operaciones de corte terrorista, con base en la región del norte del Cáucaso. Uno puede describir a Brzezinski como un demente, pero la demencia no atenuó el significado de la amenaza genuina a la civilización que representaron emperadores romanos como los locos de remate Calígula y Nerón.

[3]Para fines de este informe, nunca debe olvidarse que la Confederación fue creada mediante una operación del Jeremías Bentham del Ministerio de Relaciones Exteriores británico, y de su principal protegido, lord Palmerston. El núcleo que formó esa Confederación fue la Joven América, una rama de la Joven Europa encabezada por el agente de Palmerston, Giuseppe Mazzini. Al presidente Teodoro Roosevelt lo adiestró su tío, el jefe del servicio de inteligencia de la Confederación con sede en Londres, y el presidente y liberal británico Woodrow Wilson fue un obcecado patrocinador del Ku Klux Klan, cuya restauración encabezó desde la Casa Blanca siendo presidente. Los agraristas de Nashville —de quienes William Yandell Elliott, de Harvard, fue dirigente— fueron creados en los 1920, principalmente por un grupo de nietos de los fundadores del Ku Klux Klan.

[4]Discurso de la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright del 14 de octubre de 1999, en el Instituto de Educación Internacional en la ciudad de Nueva York. Ver La conspiración abierta, de H.G. Wells (1928). Con excepción de la conspiración británico–japonesa de principios de los 1920 para que Japón atacara Pearl Harbor, la victoria del presidente Abraham Lincoln motivó a Gran Bretaña a abandonar sus previas intenciones de emprender un ataque militar directo contra los EUA continentales, y a depender en cambio de la subversión de la clase que expresaron las doctrinas de Bertrand Russell, H.G. Wells y el profesor Elliott.

[5]También lo representan los nexos imperialistas liberales británicos de ese remedo de Mary Wollstonecraft Shelley, la señora Lynne Cheney, quien, a su vez, prácticamente creó su monstruo de Frankenstein barato, su rabioso robot neoconservador imperialista y vicepresidente Dick Cheney, recogido del lodo, por así decirlo, de un campo de futbol americano.

[6]Ver The Children of Satan (Los hijos de Satanás. LaRouche PAC, 2004). El parecido de la iglesia gala del emperador Napoleón Bonaparte con la del “Rey Sol” Luis XIV, sigue siendo un elemento notable de una mancha recurrente de corrupción romántica, al “estilo de La Fronda”, podría decirse, en la cultura de Francia hasta el presente.

[7]Ver De pace fidei, de Nicolás de Cusa. La cualidad de ágape que expresa el Sócrates de La República de Platón, es la misma cualidad del ágape del Corintios I:13 del apóstol cristiano Pablo, y del principio constitucional leibniziano de la “búsqueda de la felicidad”, según lo establece la Declaración de Independencia de los EU de 1776, y el preámbulo de su Constitución federal de 1787–1789.

[8]El De pace fidei de Cusa forma parte de su campaña europea de proselitismo transoceánico a través del Atlántico y al océano Índico. Fue personalmente la obra de Cusa y la de sus colaboradores inmediatos lo que inspiró y guió el plan de Cristóbal Colón en su redescubrimiento de las Américas. Por motivos relacionados, la oligarquía veneciana ha odiado a Cusa desde entonces hasta el presente, como lo confirman los escritos de Francesco Zorzi, el consejero matrimonial veneciano de Enrique VIII de Inglaterra.

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