Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

Nuestro tsunami se llamó Katrina

por Lyndon H. LaRouche

31 de agosto de 2005.

El horror absoluto de esa catástrofe humana que estaba gestando la horrible negligencia continua de la camarilla de Bush y Cheney en las semanas previas, durante y después de la catástrofe natural del {``tsunami} americano'' Katrina, ya ha desencadenado ondas de choque políticas con consecuencias humanas y materiales mucho mayores que las de los sucesos del 11 de septiembre de 2001. Las secuelas de lo que son ya los horrores inevitables que los próximos días deparan, habrán de medirse principalmente por sus
consecuencias humanitarias, físicas y político~npsicológicas,
la combinación de las cuales será de la mayor importancia
para el futuro del actual Gobierno de Estados Unidos de
América, y también tendrá implicaciones ominosas para los
gobiernos del mundo entero.

El 2 de agosto fue emitida la advertencia general de que debíamos esperar que tormentas de envergadura azotaran las costas sureñas de EU en el período inmediato. Esa advertencia debió impulsar al Presidente de EUA a ordenarle a la Guardia Nacional, a la FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) y a otras instituciones pertinentes, que prepararan un plan operativo inmediato de medidas precautorias, preventivas y de emergencia para bregar con todas las contingencias obvias de un suceso probable `como el de Camille''. Ahora vemos claramente que esos preparativos de emergencia con urgencia necesarios no se hicieron.

Esta enorme catástrofe humana ocurrió, más que nada, porque el Gobierno de Bush y Cheney decidió, adrede, permitir que la advertencia clara de una mera catástrofe natural deviniese en la vasta catástrofe humana actual. Por desgracia, el Presidente estaba de vacaciones permanentes, según parece; lo malo es que el Vicepresidente no.

Siguiendo el procedimiento típico, el Presidente de EUA hubiera puesto el 2 de agosto de 2005 o durante el informe matutino del día siguiente al general de tres o cuatro estrellas del caso, con una orden presidencial, a cargo de un equipo especial de emergencia con Cuerpos de Ingenieros y fuerzas de la Guardia Nacional reforzados, en cooperación con la FEMA, a fin de diseñar un plan de batalla inmediato, a la espera de que sobreviniera el peor de los casos en uno o varios sucesos ``estilo Camille'' en Florida y a lo largo de la costa del Caribe, para los meses de agosto y septiembre.

A consecuencia de esta negligencia --a menos que haya una intervención con medidas de rescate milagrosas hoy improbables--, las vidas de mucho más de 100.000 estadounidenses peligran en lo inmediato, en los próximos días, por el progreso de efectos directos e indirectos combinados. Hasta ahora, la actual pose de afectación que adoptó el Gobierno de Bush y Cheney mientras los tiburones nadan entre los cuerpos que flotan en las calles de Nueva Orleans, servirá de poco para bregar con la catástrofe humana inminente que hay en las zonas directamente afectadas ahora.

Los equipos de rescate que debieron desplegarse días antes en preparación para el azote de Katrina, estaban concentrados principalmente en las unidades de la Guardia Nacional apostadas, junto con sus capacidades de rescate por helicóptero, en Iraq.

No obstante, la culpa del presidente Bush, cuya mente está de vaciones, y las inclinaciones hiperactivas del vicepresidente Cheney, quien se ha dado a la tarea de remplazar la mente en vacaciones perpetuas del Presidente, no es más que el aporte relativamente más reciente a la vasta catástrofe humana, económica y de otra índole que ahora supura hacia el norte desde las costas de Alabama, Misisipí y Luisiana. En este momento está destruyéndose una parte de EU que afecta directamente a millones de nuestros congéneres.

Más allá del horror absoluto de lo que pudo haberse evitado, aun en el tiempo con el que contó el presidente George W. Bush hijo desde que Katrina dejó la península de Florida, por décadas ha habido una negligencia del Gobierno de EU y muchos otros, una negligencia que en gran medida deriva de un cambio de paradigma cultural en EUA que nos desvió de ser la principal economía física del mundo, a nuestra condición actual de una nación de chozas de virtual trabajo esclavo y enormes cassinos, en donde alguna vez moró una parte esencial de la otrora potencia agroindustrial más grande del mundo. En las varias décadas de viraje, desde aproximadamente 1967~n68, de ser una economía orientada a la producción a una de "servicios'', como la llaman, hemos permitido la destrucción de la calidad del empleo productivo y la vida comunitaria que fuera nuestra norma nacional de referencia para la aplicación de nuestro principio constitucional de fomento al bienestar general de la población de EUA y su posteridad.

En nuestro ahínco por conseguir mano de obra cada vez más barata e impuestos más bajos, hemos destruido de manera continua las industrias, las granjas y la infraestructura económica básica de EUA, en un período de alrededor de treinta años. En ese proceso, como vemos en las condiciones tercermundistas que surgieron junto a los paraísos de apuestas de Luisiana y otros estados antes orgullosos, hemos acumulado una pauta de negligencia que permitió que un fenómeno natural como "al estilo del de Camille'' redujera a toda una región de EU a lo largo de la costa caribeña, a un espectáculo como el que causó un {tsunami} mortal cuando azotó las regiones costeras de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, Bangladesh e India. Estos cambios de las últimas tres décadas y pico, combinados con el grado de indolencia del régimen de Bush y Cheney, equivalen a una crasa negligencia que basta para emprender un juicio de destitución; esta negligencia ha generado un margen de efectos que prometen ser peores que los del 11 de septiembre de 2001, a lo menos.

La catástrofe natural, como decía Platón, rebasó la capacidad actual del hombre para evitarla; la catástrofe mayor fue obra de la conducta antinatural de la dirigencia representada por el Presidente y su patente jefe, el Vicepresidente.

Entre tanto, en Europa

Al comparar los sucesos de los últimos días aquí en EUA con la situación corriente de formas similares de catástrofes en Asia, encaramos nuestra reminiscencia de la ventaja de la que llegó a gozar la civilización europea moderna sobre Asia, por ejemplo, a resultas de fundar la forma moderna del Estado nacional republicano soberano en el principio de la ley suprema del bien común. Éste es el principio de fomento a nuestro bienestar general y el de nuestra posteridad en la ley suprema de nuestra república: el preámbulo de nuestra Constitución federal. Este mismo principio penetra, por lo general con menor autoridad, aunque no obstante está presente, en todas las buenas naciones de la Europa moderna, en especial desde el Tratado de Westfalia de 1648.

Este principio de ley natural también se conoce como el principio cristiano del bien común, como el principio supremo de la ley natural al que todo gobierno y todo pueblo debe obedecer. Este principio ha sido el secreto de todo logro económico y relacionado en el fomento al mejoramiento de las condiciones de vida y la libertad de los pueblos de la civilización europea, y de dondequiera que se comparta la admiración por este mismo principio, como entre los judíos y los musulmanes, así como entre los cristianos.

En la actualidad lo que dizque es la ley superior de la codicia individual, algunas veces llamada "el valor del accionista'', ha subvertido de forma sistemática nuestra Constitución federal, remplazando el derecho estadounidense con la doctrina jurídica lockeana que establece el preámbulo de la constitución de esa conspiración de los esclavistas conocida como los Estados Confederados de América.

Al presente, tanto en las campañas políticas en Alemania y otras partes de Europa, como aquí en el propio EUA, ese gran principio moral de que han dependido todos los grandes logros de la civilización europea moderna en materia de derechos humanos y prosperidad, corre grave peligro. Impera la ley de la selva, como vemos en los peores casos de Estados en Asia y África, y como la misma ley de la selva destruye a troche y moche a América Central y del Sur. Es ese mismo instinto depredador, la ley de la selva socioeconómica, el que ha representado el corazón y el alma del Gobierno de Bush y Cheney, aun antes de las tentativas de Bush por violar el sistema del Seguro Social --el cual tiene como premisa el principio cristiano del bienestar general-- en el 2005, la política de Bush que ha sido la verdadera inspiración espiritual de la negligencia catástrofica que su equipo con Cheney ha infligido: la catástrofe humana encima de la catástrofe natural ordinaria de Katrina.

En cuanto a este asunto moral, como lo refleja la horrible negligencia del equipo de Bush y Cheney, toda la humanidad peligra, pues la mayor crisis financiera de la historia moderna se cierne ahora, no sólo sobre EUA, sino sobre el mundo entero.

 

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