Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

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Transcripción: LaRouche informa sobre
el estado de la Unión en el año 2011

Lyndon LaRouche rindió su primer informe del año sobre el Estado de la Unión Americana y la situación internacional el 22 de enero, ante un público en Virginia. LaRouche fue presentado por Debra Freeman, su portavoz nacional. El discurso se difundió al resto de Estados Unidos y el mundo entero por internet, y puede verse en http://spanish.larouchepac.com/media/2011/01/21/larouche-dar-el-informe-sobre-el-estado-de-la-uni-n-conserva.html.

Debra Freeman: Buenas tardes, señoras y señores.

A nombre de LaRouchePAC, el Comité de Acción Política de LaRouche, les quiero dar a todos ustedes la bienvenida a la reunión de esta tarde. Es tradicional en Estados Unidos que en estas fechas el presidente presente un informe sobre el estado de la Unión. Y ese informe del estado de la Unión, tradicionalmente, presenta las posibilidades para la nación. Y, debido a la importancia de EU, muy a menudo, las perspectivas para el mundo entero en el período venidero.

Dada la situación, y así como van las cosas, no creo que podamos esperar ese tipo de informe de Barak Obama. Sin embargo, dada la profundidad de la crisis, la crisis de nuestra nación y la crisis internacional, es imperativo que, de hecho, se presente un informe sobre el estado de la Unión. Es necesario para los ciudadanos de nuestro país; es necesario para los gobiernos de todo el mundo.

Por tanto, señoras y señores, sin más les quiero presentar a la persona en Estados Unidos que tiene las mejores cualificaciones para dar ese informe: Lyndon LaRouche.

Lyndon LaRouche: Muchas gracias, muchas gracias, gracias.

Hemos comenzado un período de hiperinflación en Estados Unidos— también ocurre internacionalmente—, lo que quiere decir que la gente que habla de ajustes de política en los meses venideros, o en las semanas o meses que vienen, o lo que sea, no está en el mundo real. Yo sé que la mayoría de la dirigencia del Partido Demócrata, que está reuniéndose para hablar de estas cosas este fin de semana, no tiene la más mínima idea de lo que está por golpear. Y, por tanto, está debatiendo asuntos que en realidad no vienen al caso; las cosas normales. El supuesto, por ejemplo, de que este presidente puede seguir siendo el presidente en funciones por más de un período de tiempo relativamente corto, es una creencia muy popular entre los demócratas, aun los que odian este presidente. Él ya se acabó. Porque si él no se va, no vamos a tener Estados Unidos. Ésa es la situación.

Así que hemos llegado a un momento en el que esta criatura inútil, o menos que inútil, llamado el presidente está por salir de su cargo, porque ahora estamos en un período de aceleración de la tasa de inflación internacional, que está acercándose a lo que Alemania vivió en 1923. Nos encontramos ya en una situación, en un síndrome parecido al de 1923. Cualquier gobierno que siga con las políticas de este presidente, o una política diseñada por este presidente, es un gobierno condenado al fracaso, a su propia destrucción, ¡este año!

No tenemos por qué tener un gobierno condenado a la destrucción. Lo que hace falta es deshacernos de este presidente. Si no lo sacamos del cargo, no vamos a tener gobierno. Los demócratas tienen que llegar a entender eso. Si ellos tienen cualquier plan interino para llegar para llegar a un acuerdo, a una componenda con este presidente, es una pérdida de tiempo. La realidad no va a permitir que esto ocurra.

¿Qué creen que estaban pensando los alemanes en 1923, en el verano y el otoño de 1923? En algo muy parecido a lo que muchos demócratas están pensando ahora. Lo que muchos están pensando son ilusiones. No tenemos mucho tiempo para jugar con este asunto.

Sin embargo, por otra parte, existen una gama limitada de opciones apropiadas para este problema. Y es posible, en un lapso corto de tiempo, cambiar esta situación empezando con la acción de instrumentar la ley Glass–Steagall, la ley Glass–Steagall original. Hay que reaplicar esa ley en algún momento de las semanas venideras, o algo así, lo que sería suficiente para abrir las puertas a alternativas para la recuperación, no solamente de Estados Unidos sino, porque ocurriría en EU, también para el planeta.

La otra salvedad es la siguiente: hay ciertos aspectos de Estados Unidos, de su sistema, su legado, que no existen en ninguna otra parte del mundo. Por ejemplo, si Estados Unidos se hundiera, Europa estaría condenada automáticamente a irse a pique. Si EU y Europa van camino a la perdición, toda la región trasatlántica se pierden. Si la región trasatlántica se hunde, le pasa lo mismo a Asia. Y estamos hablando de una era de tinieblas prolongada, con una despoblación muy grande de este planeta.

Así que ha llegado el momento. Ya no se puede posponer. Ya no se puede llegar a acomodos. Y, por tanto, el tipo de informe a la nación que se requiere tiene que ver con un número muy limitado, pero decisivo de opciones que salvarán a esta nación y hagan posible salvar la civilización.

Por tanto, para esta ocasión, este no es un momento para discutir sobre alternativas; un tipo plantea esto, el otro plantea eso, otro plantea otra cosa. No hay campo para tales debates, en el sentido ordinario de un debate político. Hay ciertas medidas que tienen que ponerse en práctica ahora o Estados Unidos se va al infierno. Si Estados Unidos va al infierno, el mundo va al infierno.

Ésa es la realidad. Y este presidente actual no tiene ninguna relevancia para el futuro de esta nación o del planeta. No hay manera de que esta nación pueda sobrevivir si este presidente sigue en el cargo. Y no tengo que especificar más que decir verbalmente aquí, que a él debe echársele del cargo en a la sección cuarta de la vigésimo quinta enmienda de la Constitución. Eso se aplica a él. Hay que sacarlo de su cargo ahora. Si no se hace eso —y hay que echarlo del cargo—, no habrá Estados Unidos. La existencia de Estados Unidos, y la función de Obama como Presidente de Estados Unidos, ha llegado a su fin absolutamente ahora.

Ahora estamos en una situación en la que cualquier accidente en la economía podría causar un desplome, y, por reacción en cadena, de la economía mundial empezando en Estados Unidos o en otro lado. Brasil está por hundirse. Rusia está al borde del precipicio, de hundirse. ¿Piensan que los británicos? Sí, claro, ellos están patrullando el planeta, políticamente, y por medio de grupos financieros como el Grupo Inter-Alfa; ese grupo sí controla el sistema financiero internacional. Pero ese sistema financiero en sí es lo que hay que desaparecer, si es que el mundo ha de sobrevivir

Así que ésa es la situación en la que estamos. Por lo tanto, en esta ocasión, iniciaré mis comentarios leyendo— algo que no suelo hacer en este tipo de ocasiones—; leyendo el texto de mi propio borrador de declaración. Porque es un período en que los argumentos no cuentan. Hay ciertas cosas específicas que se tienen que hacer de manera muy específica, y en una secuencia muy específica, si es que hemos de salvar a esta nación. Y, por lo tanto, esto tiene que ser exacto. No es cuestión de abrir una discusión amplia, de un debate amplio. Esto es el establecimiento de exactamente lo que se tiene que hacer como si fuera un plan de operación militar en tiempos de guerra. Un programa exacto para sacar a Estados Unidos de este problema; ¡y sacarlo vivo y ahora!

Ahora, por lo tanto, lo leeré palabra por palabra, por así decirlo, para que quede sentado en actas, porque los temas que estoy presentando no son intrínsecamente debatibles; se pueden discutir, pero el argumento no es debatible. El planteamiento tiene que discutirse porque es la única oportunidad que tenemos para salvar a esta nación, y para salvar a la civilización.

Entonces leeré lo siguiente:

I. La crisis

Ahora mismo nos encontramos en el punto de ruptura, en el que la civilización en todo el planeta está tambaleándose al borde de la que probablemente será la crisis más grande que haya encarado la humanidad desde que Europa se sumió en la Era de Tinieblas en el siglo 14. En este momento, la causa de la actual crisis de la civilización se centra en las islas británicas, pero la crisis en sí abarca toda Europa, desde Portugal hasta Rusia entera. Esta es una crisis que ha sido conducida por la injerencia política del Imperio Británico, que con frecuencia domina las funciones de nuestro Gobierno.

Afortunadamente todavía tenemos momentos de oportunidad para cambiar todo esto en el brevísimo período venidero. Pero no podemos esperar más que eso. Las breves oportunidades para rescatar nuestra república existen solamente si encontramos dirigentes que manifiesten tanto la sabiduría como el valor necesarios para actuar de inmediato.

La realidad estratégica inmediata es como lo describo a continuación:

Ahora mismo, desde comienzos del 2011, el mundo en su totalidad es presa de una hiperinflación acelerada de precios, cuyas características son comparables al estallido hiperinflacionario en la Alemania de Weimar de 1923.

La propagación mundial de una crisis de desintegración acelera, y no hay nada, aparte de nuestros Estados Unidos si regresa a sus cabales, que pueda impedir que este derrumbe nos lleve a la "nueva edad de las tinieblas" planetaria en ciernes.

Sencillamente, o la ley Glass–Steagall de 1933 vuelve a entrar en vigencia ahora mismo, sin ningún cambio, o nuestro Estados Unidos está condenados a la destrucción. Es más, la totalidad de este planeta se vendrá abajo, como por reacción en cadena, en el mismo proceso. No hay ninguna medida que no sea el restablecimiento inmediato de la ley Glass–Steagall de 1933, y nada distinto, que le permita a nuestra república conjurar la crisis en el período inmediatamente venidero.

Antes hubo remedios para esta crisis, pero esas opciones han sido desperdiciadas por el Congreso y el presidente hasta la fecha. A no ser que esta clase de obstrucción de medidas urgentemente necesarias acabe ahora mismo, pronto no habrá Estados Unidos, ni tampoco quedará mucho del planeta. Esta crisis de desintegración acelera rápidamente ahora.

Nunca he fallado en mis pronósticos, desde el primero que emití en el verano septentrional de 1956, de que irrumpiría una recesión en algún parte en un breve lapso de tiempo entre finales de febrero y principios de marzo de 1957. Y esa crisis de 1957 golpeó como un terremoto cuando se dio. Y ocurrió exactamente cuando dije que lo haría. No hice un "pronóstico del mercado", sino más bien fue un pronóstico en base a información técnica interna del funcionamiento del sector automotriz; los pronósticos estadísticos son para los fracasados.

Dicho eso, veamos la presente crisis internacional.

En la medida en que ciertos círculos en Estados Unidos actuaron a partir del otoño del 2007, al oponerse a mi proyecto de ley de Protección de los Bancos y Propietarios de Vivienda, y esa oposición a mi plan en el Congreso fue encabezada por gente como el congresista Barney Franks, todos ellos actuaron acorde a la asesoría que se le proporcionó a los presidentes George W. Bush y Barak Obama, y han sido esos dos presidentes los principales responsables, junto con sus anticonstitucionales "declaraciones ejecutivas" los principales responsables de la puesta en marcha de lo que se ha vuelto la burbuja financiera más insolvente en la historia de la humanidad. Nuestro Estados Unidos, también, podría ser destruidos, inevitablemente, si permitimos un apoyo continuo a las llamadas políticas de "rescate" que fueron erróneamente aplicadas por esos dos fracasos de presidentes, al igual que por los dos más recientes presidentes del sistema de la Reserva Federal: el títere de la Morgan, Alan Greenspan y Ben Bernanke. Y ahora el sinvergüenza de Tim Geithner.

Como resultado de este rescate, ahora está por estallar una bomba de tiempo hiperinflacionaria mundial.

Si esa política de rescate continúa, hará que estallen las naciones del mundo; probablemente la región trasatlántica primero, y, a no ser que ocurran acontecimientos excepcionales, segundo Asia. La desintegración inminente del totalmente quebrado sistema monetarista británico, que se conoce indistintamente como el Grupo Inter–Alfa o por su subsidiaria condenada a desaparecer, el BRIC. Ese Grupo Inter–Alfa británico ha sido el principal factor causal desde 1971, de la presente desintegración hiperinflacionaria que arremete a la región transatlántica, y es, por tanto, la fuente principal de la amenaza que hoy encara la civilización humana en general.

Desafortunadamente, pese a que las principales naciones de Asia como China e India han sido relativamente competentes en la conducción de sus propios asuntos, especialmente en comparación con las naciones trasatlánticas, aun esas grandes naciones asiáticas no podrían sobrevivir el rebote de los efectos de la explosión hiperinflacionaria en el grupo de naciones transatlánticas.

La desintegración final asociada con la creación del Grupo Inter–Alfa está en marcha ahora mismo, así que hay que detenerla ahora. Demos un paso atrás, a los sucesos que llevaron directamente a la crisis de 1971.

El factor del asesinato de Kennedy

La situación actual de crisis financiera, que ha dominado a este planeta en su forma actual desde la cancelación del sistema de Bretton Woods en agosto de 1971, fue resultado, principalmente, del asesinato del presidente John F. Kennedy. Ese asesinato permitió el lanzamiento de una guerra ruinosa e inútil en Indochina. Esa guerra había sido una guerra aun más desastrosa en los efectos horribles que tuvo para los ciudadanos y la juventud de Estados Unidos que en el propio campo de batalla del sudeste asiático.

Esta guerra no fue fruto de un error honesto, Lo que se había hecho se hizo de acuerdo con un plan de guerra que el presidente Kennedy y el general Douglas McKarthur atacaron. Esa guerra nos arruinó no sólo en lo económico sino también moralmente. Fue una guerra que no podría haber ocurrido sin tanto el asesinato del presidente Kennedy, como también el posterior esfuerzo frenético de algunos estratos dirigentes para evitar cualquier investigación pública seria de un asesinato, que coincidió en varios respectos con lo que habían sido ya los esfuerzos repetidos de operaciones fascistas basadas en España en contra del gran presidente francés Charles de Gaulle.

La Comisión Warren de hecho marcó, por tanto, el momento decisivo a partir del cual nuestros Estados Unidos se han hundido más y más, a pesar de los grandes logros en el sector espacial que inició ese presidente asesinado.

No obstante todo eso, aún hoy nuestra Constitución federal todavía nos equipa con un remedio que persiste para la presente crisis económica mundial. Pero, a no ser que se restablezca inmediatamente la ley original de Glass–Steagall de 1933, como la prioridad más alta de las acciones de nuestro gobierno ahora, no hay ninguna posibilidad de que nuestra república pueda sobrevivir bajo su Constitución actual. Estos Estados Unidos no podrían sobrevivir la actual burbuja hiperinflacionaria en aumento, que Londres y sus apéndices de Wall Street manipulan en contra nuestra. En ese caso ninguna parte del planeta escapará el impacto total del más grande proceso de "destrucción creativa", manipulado por los británicos, el mayor desplome hiperinflacionario de la civilización en la historia moderna desde la Paz de Westfalia de 1648.

Lo que es inevitable, de una manera u otra, es el desplome de presuntamente billones de lo que son en esencia dólares estadounidenses ficticios de deuda financiera atribuidas a la operaciones de "rescate" bancario, que nunca podrán pagarse, sencillamente porque se trata de un endeudamiento con "dinero de juguete", no importa que tan dispuesto o poderoso haya sido el idiota que trató de llevar a cabo ese rescate de suyo hiperinflacionario.

La razón de esa paradoja es elemental.

Esos tipos de deuda creados por los llamados "rescates" nunca podrían pagarse, ya que intrínsecamente son deudas fraudulentas, sin respaldo, que representan los llamados rescates de lo que, a final de cuentas, son sencillamente deudas ficticias qye resultan de apuestas; son deudas que no representan ningún valor físico intrínseco, presente o futuro, en términos económicos físicamente eficientes.

En esta situación paradójica, los efectos más notables de la ley Glass–Steagall serían dos: borraría esas deudas ficticia que son meramente de los que apostaron; apostaron y perdieron el valor nominal de una deuda para la que no existe riqueza actual o futura cque pueda crearse on qué pagarla. Glass–Steagall resolvería esta paradoja de la manera en que el presidente Franklin Roosevelt resolvió las locuras de los presidentes Calvin Coolidge y Herbert Hoover en 1933, lo que hizo de un plumazo, en base a la ley que ya existía intrínsecamente acorde a nuestra Constitución federal. La Glass–Steagall, ahora como entonces, allanaría el camino para refinanciar a los estados y sus principales comunidades saqueadas por las políticas de los presidentes Bush y Obama. Y serviría como base para lanzar el programa de recuperación físico–económico más grande jamás concebido por el hombre: NAWAPA (Alianza Hidráulica y Energética de Norteamérica).

El hecho es que o eliminamos esas deudas de juego porque ser las "deudas de apuesta" que son, o o no habrá ningún Estados Unidos, sino más bien muchos, muchos estadounidenses muertos. Existen los medios para conjurar esto; se llaman Glass–Steagall o, también, NAWAPA.

El planteamiento de los británicos

Es necesario recalcar aquí, que reconozco que cualquier supervivencia de la economía de Estados Unidos, significaría la bancarrota general del así llamado y ya irremediablemente quebrado "Grupo Inter–Alfa", que también se conoce como "BRIC", una agrupación que de hecho forma la base financiera–monetaria del imperio monetarista británico. Este es el sistema monetarista que ha gobernado Europa durante la mayoría del tiempo desde la formación del Imperio Romano, mismo que originó de la concertación entre Octavio y los sacerdotes del culto de Mitra en sus negociaciones en la isla de Capri.1,fu1> El Imperio Británico de hoy existe, al igual que en ese entonces, como la encarnación actual de legado del sistema marítimo de imperio financiero que Roma estableció en Capri, y que continuó a través del dominio del sistema monetarista de Bizancio, del viejo sistema veneciano, y del nuevo sistema veneciano de los seguidores de lo que correctamente se conoce como "el nuevo liberalismo veneciano" de Paolo Sarpi, un sistema que logró convertir al trono inglés en lo que devino un Imperio Británico con la invasión del "Nuevo Partido Veneciano" de Guillermo de Orange.

Ha sido principalmente la oposición amenazante de los británicos a que Estados Unidos restablezca Glass–Steagall lo que ha amenazado la disposición de la Casa Blanca de Obama a darle permiso a ciertos elementos semilacayos en el Congreso de EU a votar a favor de la demanda popular para la restitución de la ley Glass–Steagall de 1933. Por lo tanto, es necesario declarar claramente las condiciones de las que dependen la supervivencia económica no solamente de Estados Unidos, sino hasta la del propio Reino Unido, que dependen de la gran reforma económica, que a su vez depende de restablecer las condiciones de Glass–Steagall.

La quiebra británica

Si todos los bancos británicos y afines, fueran a desaparecer un buen día, mejor sería que Gran Bretaña aprendiera la lección en vez de bloquer la restauración de Glass–Steagall. Debemos sugerirle, de la forma más enfática, que el Reino Unido ahora debe ponerse en sus cabales en cuanto a este asunto.

¿Qué pasaría si los bancos del Reino Unido, y también el BRIC desaparecieran? Sería necesaria también la defunción del el Reino Unido? ¿No podría sobrevivir, aunque fuera en un papel más modesto y más apropiado como Estado nacional soberano, preocupado de sus propios asuntos, en vez de continuar su hábito deplorable de entrometerse en los problemas de otros (problemas que ayudó a crear, como en el caso del desgraciado lacayo británico George Soros)? Un grupo rescatado de bancos mercantiles al estilo estadounidense podría crearse mediante un acuerdo internacional para proteger y promover el bienestar general de los ciudadanos de un Reino Unido republicano de la misma manera que Glass–Steagall protege a nuestro propio Estados Unidos. Si no el Reino Unido, podría hacerse con Estados soberanos vecinos, como por ejemplo Escocia e Inglaterra.

La influencia británica sobre un presidente problemático tal como Barak Obama, ya no puede tolerarse más como expresión legítima de las funciones de un Presidente o de un Congreso de Estados Unidos. Así, ¿qué si los especuladores financieros internacionales acaban en la quiebra financiera? La especie humana habrá perdido menos que nada, y ellos podrían consolarse con la seguridad que ofrece un empleo honrado, que nosotros aportaremos como oportunidades decentes, en vez del narcotráfico internacional y la usura que el Reino Unido ha mantenido ya por más de dos siglos, como lo ha mostrado la monarquía británica en su aferramiento terco a ese papel hoy día en Afganistán.

Glass–Steagall: ¿Cómo funciona nuestra Constitución?

Para entender cómo las provisiones económicas de nuestra Constitución federal se aplican a una crisis como la actual, hay dos cosas decisivas de nuestra historia que requieren la atención concentrada de todos nuestros patriotas verdaderos en este momento.

La primera es, que el precedente de nuestra Constitución federal se encuentra en la puesta en práctica de esa primera carta real, que dio origen a la colonia de la Bahía de Massachussets como una entidad soberana, bajo la autoridad del reino de Inglaterra de aquella época. Esta carta fue empleada por los dirigentes de la colonia, tales como los Winthrop y los Mather, como la autoridad para crear un sistema crediticio para la colonia de Massachussets, en vez un sistema monetarista al estilo europeo de entonces, que continúa en vigencia aún hoy.

Ese principio constitucional no es simplemente cuestión del derecho ordinario; es la expresión de un principio físico universal, una calidad de principio constitucional de verdad, de cuyo cumplimiento hoy depende absolutamente la existencia continua de nuestra república. Oponerse a ese principio es tratar de destruir a nuestra república por medios que equivalen a la traición. En este caso sería someternos a la voluntad de una potencia extranjera: el Imperio Británico, que controla el narcotráfico internacional desde los 1790, lo cual fue precisamente la intención que llevó al presidente Richard Nixon a cancelar el acuerdo de Bretton Woods a instancias de tales como Arthur Burns, George Shultz, etc., quienes actuaron bajo la presidencia fallida, fracasada del Nixon de aquella época.

Las pruebas históricas son de que la anulación de los poderes soberanos de la colonia de Massachussetts, esencialmente por el tirano Guillermo de Orange, del Nuevo Partido Veneciano, hizo que la tradición traicionada por Londres de la política económica de Massachussetts tuviera que ser continuada por tales sucesores como el ex bostoniano, Benjamín Franklin, quien presentó la emisión de papel moneda como el instrumento propuesto de un sistema crediticio. Y este fue el hombre que se convirtió en el autor virtual de nuestra república.

La segunda consideración a tomar en cuenta, es que la autoridad inmediata de la política crediticia de nuestra Constitución federal de Estados Unidos, a diferencia de una política monetaria, surgió de la iniciativa de Hamilton al respecto, que sirvió como la piedra angular para elaborar la totalidad del diseño de nuestra Constitución federal original.

Hoy día, el papel de Hamilton en elaborar la Constitución es una cuestión que poco se conoce; sin embargo, como cuestión de práctica, es de importancia fundamental para cualquier ciudadano en la actualidad, y, por lo tanto, para cualquier persona que tenga la competencia intelectual para ocupar un puesto federal, aún hoy. Desafortunadamente, muy pocos de nuestros funcionarios por elección tienen un conocimiento competente de este rasgo central de principio en el diseño de nuestra Constitución. De allí que, la esencia de este asunto fundamental tiene que detallarse aquí, como sigue: La vida de nuestra nación, y tal vez la tuya propia, dependen de que el ciudadano adopte esto como un hecho de su conocimiento.

Hay que recalcar de una vez que, hay una diferencia entre una ley ordinaria, y una que se fundamente en una expresión veraz de un principio de la naturaleza, de un principio demostrable de lo que propiamente se concibe como derecho constitucional, y no simplemente el principio legal acostumbrado, como dicho concepto legal inferior, desafortunadamente, rige la tradición parlamentaria de Europa hasta la fecha. El concepto del Tribunal Constitucional Federal de Alemania es un caso notable del intento de mantener esta distinción entre la ley común y corriente, y el principio fundamental de derecho implícitamente empotrado dentro de nuestra propia Constitución federal. Lo que alegaba Alejandro Hamilton demuestra esa diferencia entre un principio verdadero, y lo que no es más que un simple capricho arbitrario al legislar, una distinción que claramente corresponde a las virtudes probadas por la experiencia histórica de lo mejor que representa la raza humana, que fue lo que inspiró a los colonistas de Massachussetts, previo a la invasión de las islas británicas que llevó a cabo el "liberalismo" del Nuevo Partido Veneciano imperialista de Guillermo de Orange.

El argumento de Hamilton a favor de una Constitución federal puede resumirse de la siguiente forma.

El marco del principio de Hamilton

La victoria de Estados Unidos sobre el tirano imperial británico se logró con el apoyo de las principales naciones de Europa continental a la sazón. Francia fue la primera en brindar ayuda. La monarquía española entonces se unió a Francia en su papel como aliada de Estados Unidos. Además, otras fuerzas poderosas encabezadas por el papel de la Rusia de Catalina la Grande en la Liga de Neutralidad Armada junto con la conciencia de muchos en las islas británicas, todos se juntaron en auxilio de nuestra causa de luchar por la libertad, lo que ellos vieron como su lucha por liberarse de la rapiña intríseca en el desenlace de esa guerra de los Siete Años desatada por las maquinaciones por ese Nuevo Partido Veneciano de Inglaterra y Holanda, que ya se había enquistado en Inglaterra con el reinado de Guillermo de Orange.

Sin embargo, desde 1782, cuando el lord Shelburne de la Compañía de las Indias Orientales ayudó a establecer la Foreign Office, en adelante, Gran Bretaña pudo repetir la clase de función en Europa de la que fue testigo la Historia camino a la Revolución Francesa y esas guerras napoléonicas instigadas como un eco de la llamada guerra de los "Siete Años" que la Compañía de las Indias Orientales británica prendió de 1756 a 1763.

Una vez que Napoleón fue castigado con la derrota en su intento de invadir a Egipto y el Levante, cambió de esposas, y se deshizo de la Josefina, asociada con la alianza antihabsburgo a favor de los otomanos, y le dieron como esposa a una princesa Habsburgo. Casado así con un nuevo sino, Napoleón entonces condujo guerras por toda Europa, que arruinaron a Francia y al continente, todo debido a las intenciones no exactamente bondadosas de la monarquía británica y del príncipe Metternich, quienes crearon la paz infame que Londres y Metternich le impusieron en Viena al grupo de naciones derrotadas. Como previó el ex canciller Bismarck al borde de la Primera Guerra Mundial, ésa sería, como lo fue el saqueo de Europa continental perpetrado por Napoleón, "una nueva guerra de los Siete Años".

No ridiculicen a los franceses por la reacción tonta del rey Luis XVI y del emperador José II, en cuanto al asunto del "collar de la reina", amañado por la cancillería británica. Nosotros en Estados Unidos a veces repetíamos exactamente el mismo error que la mayor parte de Europa cometió durante la llamada "guerra de los Siete Años" de 1756–1763. Lo hicimos en el caso lamentable de la guerra de Polk contra México, y cuando en nuestro propio hundimiento descabellado en una década de desangre en Indochina, luego del asesinato del presidente John F. Kennedy, lo que allanó el camino para la entrada de Estados Unidos en la guerra prolongada de Indochina, contra la cual habían advertido tanto el presidente Kennedy como el general Douglas MacArthur.

La Unión Soviética cometió el mismo error cuando metió la pata y se metió en Afganistán, que se convirtió en el principio del fin del sistema soviético. Y nosotros hemos cometido el mismo error, una y otra vez, como lo hicimos cuando, bajo la influencia del eterno mentiroso primer ministro de Inglaterra Tony Blair, nos tiramos a la guerra contra Iraq del 2003, que en realidad no ha terminado todavía, pero simplemente va en camino hacia una nueva guerra armada por los británicos, una guerra a través de la cual Estados Unidos seguiría el precedente de la ex Unión Soviética, defendiendo a los traficantes de opio de los británicos en Afganistán, con la perspectica de una nueva guerra regional, todavía por estallar —instigada por los británicos y con el consentimiento intrincado del Gobierno de Obama— en contra de Irán.

Y es que el Imperio Británico usa a tales títeres como el ex primer ministro Tony Blair, y su favorito actual, el narcisista e inmoral presidente Barak Obama.

Desde que Fracia se precipitó en la revolución y en las guerras napoleónicas, la existencia misma de nuestro Estados Unidos estuvo de tela de duda hasta que el presidente Lincoln le propinó una derrota indirecta al enemigo británico, y su Gobierno acabó con el sistema esclavista británico y puso a nuestro país en camino a sus más grandes logros a escala mundial. Con el presidente Lincoln y su legado, nuestro Estados Unidos emergió como la nación más grande, de escala casi continental, que jamás hubiera visto el mundo desde el precedente limitado establecido por Carlomagno en el continente europeo durante su vida.

Así que, esa era la situación que encarabamos cuando vino el descenso de Francia durante el intervalo de 1782–1789, lo que nos llevó de un triunfo que podemos llamar con cautela una república, al período de peligro que representaba la Revolución Francesa. Nuestro antiguo héroe Tomás Jefferson, en esencia se volvió loco durante esta época, como lo hicieron otros dirigentes, quienes, como Jefferson, regresaron a sus cabales durante la época en que las riendas de nuestra república esctuvieron en manos del presidente Monroe y de John Quincy Adams, Fue durante este intervalo de 1782–1789 que el genio de nuestra república quedó demostrado, un genio expresado por la intuición creativa de Alexander Hamilton en sus tiempos, una agudeza de ingenio que llevó al principio empleado para la creación de nuestra Constitución federal.

El principio de Hamilton en sí

Estados Unidos, una vez lograda a la victoria contra Gran Bretaña, encontró que estaba ahogándose en la deuda de guerra incurrida por las varias ex colonias. El genio de Hamilton, que salvó a Estados Unidos, es el mismo principio que expresaría el restablecimiento de la ley Glass–Steagall de 1933, que hoy podría salvar a nuestro Estados Unidos de nuevo, si actuamos para imponer esa reforma ahora, de inmediato, requiera lo que requiera.

Al crear nuestra Constitución federal, una diseñada bajo el gran principio inviolable del precepto constitucional sobre el bienestar general, todos los funcionarios escogidos por elección que se oponen a ese principio, plasmado en el preámbulo de dicha Constitución, tienen la obligación moral de ya sea cambiar de opinión o a dejar el cargo porque no quieren contaminar a nuestro gobierno con sus opiniones descarriadas.

Hamilton, al establecer una banca nacional bajo un sistema crediticio, en vez del sistema europeo monetarista en nuestro Estados Unidos, aportó la solución; una solución singular, que a veces influyó tanto a Europa como algunos Estados de las Américas, específicamente aquéllos que surgieron de una forma más durable que otras naciones al presente. Al respecto, desde 1776, el Imperio Británico ha tratado de de subvertirnos y destruirnos. Desde entonces hasta hoy día, cuando la corrupción anglófila se expresa a través de protegidos putativos del lamentable y mentiroso ex primer ministro británico Tony Blair, tales como el presidente Barak Obama.

El principio de un sistema crediticio que recalcó Hamilton, más bien que un sistema monetarista típicamente europeo, es el principio de crédito directamente contrapuesto al sistema monetarista establecido como el principio de usura del Imperio Romano, y que sigue en vigencia a través del presente Imperio Británico, y que todavía toleran hoy día la mayor parte de las naciones de Europa y otras partes, hasta la fecha.

Este principio también es un principio moral, consagrado en contra del principio de usura monetarista que se ha empleado para destruir nuestra república, lo que ha sido especialmente notable desde la traición implícita de la felonía perpetrada por el presidente Nixon en agosto de 1971.

Este principio es elemental, es el principio del "Pine Tree Shilling" (chelín del árbol de pino-Ndr.) de la colonia de la bahía de Massachussetts original: Lo que se le debe honestamente al futuro sólo puede pagarse con la creación honesta de futura riqueza física y afín, incluyendo el desarrollo de los poderes creativos pertinentes del ciudadano individual, y también de los niños y los adolescentes de esas familias.

Esas deudas de un sistema crediticio tienen que pagarse a través del fruto de la producción futura, y este principio ya lo habían entendido los Winthrop y los Mather en la colonia de Massachussetts original. Tales deudas demandan que el gobierno delimite su acumulación a un compromiso eficiente de fomentar esa producción. Esa deuda puede incurrirse legítimamente sólo por una decisión fundamentada en una perspectiva realista razonable de aumentar la creación de la riqueza física del caso, y de aumentar la productividad física de la nación. Las deudas incurridas debido a la especulación financiera no son deudas legítimas de un gobierno.

Esto describe en lenguaje más o menos sencillo, el principio de Alexander Hamilton empotrado en la intención que subsume el preámbulo de nuestra Constitución federal.

Las deudas son buenas cuando están diseñadas para cumplirse con ellas, como un sistema crediticio que se basa en un compromiso de aumentar la creación de la riqueza neta per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio de una nación. La famosa fundidora de hierro de Saugus es representativa del genio de los éxitos que horrorizó a las almas más atrasados, y con frecuencia inútiles, que reinaban en Inglaterra a la sazón.

En la práctica, el éxito de la economía estadounidense siempre ha dependido, en lo fundamental, de la producción de aquellas obras públicas que aumentan la productividad física de la nación, medido per cápita y por kilómetro cuadrado de su territorio. Ninguna república verdadera ha sido jamás una mera colección de partes, sino la aglutinación de la diversidad a efectos de lograr una unidad más grande y mejor.

Los principales incidencias de violación a ese principio, son notables en lo que toca a las políticas corruptas del "ambientalismo" de ese partidario de la Confederación esclavista, Teodoro Roosevelt, el sobrino adiestrado del espía era el sobrino adiestrado por el espía confederado James Bulloch, quien trabajaba para Gran Bretaña desde Londres. Y tenemos la corrupción afín del abierto partidario del Ku Klux Klan, el presidente estadounidense Woodrow Wilson. Existen pruebas similares contra las opiniones perversas afines de los presidentes Calvin Coolidge, Herbert Hoover, Harry S. Truman, Richard M. Nixon y del presidente George H.W. Bush, el vicepresidente Al Gore, el presidente George W. Bush y, el virtualmente "emperador Nerón" de su época, Barak Obama.

La totalidad de nuestra Constitución federal descansaba sobre el concepto único, que fue eco de los precedentes que establecieron tales como los Winthrop y los Mather en la colonia de la bahía de Massachussetts en el siglo 17, bajo el "Pine Tree Shilling", que fue revivido como parte de nuestra Constitución federal a través de la influencia del joven protegido de Cotton Mather Benjamín Franklin, y del protegido de Franklin, Alexander Hamilton. Llamésmole el legado del presidente Franklin Roosevelt, quien fue un descendiente muy al tanto del aliado de Alexander Hamilton, Isaac Roosevelt, quien fue uno de los fundadores del Banco de Nueva York, establecido en oposición al Banco de Manhattan, del traidor y agente del lacayo de la cancillería británica de lord Sherburne, Jeremías Bentham, el asesino ex vicepresidente de Estados Unidos Aaron Burr.

El remedio, nuestra recuperación

Si sencillamente repudiaramos la supuesta obligación errónea de que hay que pagar la deuda sin valor que representan las operaciones que encabezó el ex agente de la J.P. Morgan y luego presidente del sistema de la Reserva Federal Allan Greenspan, y su confundido sucesor Ben Bernanke, no estaríamos haciendo nada distinto en cuanto a principios que lo que hizo el presidente Franklin Roosevelt en 1933, al fomentar la ley de Glass–Steagall original, que salvó a Estados Unidos del infierno en su momento, y que también sirvió como un faro de luz para guiar a nuestro sistema financiero y afín a la estabilidad económica, hasta cuando Alan Greenspan cometió la estafa de lograr la abolición de la ley Glass–Steagall en 1999.

La simple acción de revivir a Glass–Steagall ahora, salvaría a Estados Unidos; el no restablecer esa legislación de 1933 condenará a Estados Unidos a una destrucción temprana. Aquellos que opten por una u otra alternativa, ganaran los encomios o el oprobio de nuestros ciudadanos estadounidenses actuales y sus familias, acorde.

La deuda conocida por tales nombres como el menjurje de los "derivados financieros" de Alan Greenspan, no es nada distinta a las "deudas de apuestas", y deben tratarse como tal. El supuesto de tales formas de deudas es contrario, llana y simplemente a la clara intención del preámbulo de la Constitución de Estados Unidos.

Librar al Gobierno de Estados Unidos de las garras de esas obligaciones financieras esencialmente ficticias con Wall Street, Londres, etc., de inmediato libraría a nuestra república de esta carga. La necesidad urgente de una recuperación de la economía de Estados Unidos, entonces, puede empezar de forma lenta y cautelosa al principio, pero acelerando el ritmo de crecimiento de la economía física hacia la salud y la riqueza, y para ponerle fin a la hiperinflación galopante hacia la cual se encamina el mundo, y todo puede efectuarse desde el momento en que pongamos nuevamente en práctica la ley Glass–Steagall de 1933.

Regresar a la ley de Glass–Steagall de 1933 es la decisión singular de la cual depende la simple existencia continua de Estados Unidos ahora mismo, de la cual depende tu propia existencia personal ahora mismo, de hecho. Cualquier miembro de la legislatura que tenga un concepto distinto es una persona peor que inútil y debe ya sea reformarse o entregarse ahora mismo y buscar otra forma de empleo.

II. Los efectos de la Glass–Steagall

El efecto casi instantáneo de restablecer la ley Glass–Steagall original de 1933, será rescatar a los estados federales de Estados Unidos de su actual descenso acelerado a un infierno socioeconómico inevitable. El "rescate" de Wall Street y Londres, entonces, llegaría a su fin entonces, con la restauración de las funciones esenciales del gobierno de los estados federales. No vamos a sacrificar a los ciudadanos de nuestros estados en el altar de Wall Street o en aras del Baal de Londres, como el presidente Barak Obama ha hecho, y, hasta la fecha aun peor que el desgraciado presidente George W. Bush antes que él.

La capacidad de sostener la recuperación plena de cada uno de nuestros estados depende en gran parte del efecto "multiplicador" de aumentar el empleo fomentado por el gobierno federal y los ingresos generados por ello en la economía de cada uno de los estados. Toda persona así empleada gasta el ingreso promovido de esta forma en la expansión del mercado de la economía del estado, y así libra a nuestra nación de los enormes costos directos y relacionados de la desintegración social del estado y los municipios acarreados por las erróneas políticas aplicadas a partir de agosto de 2007 por los presidentes George W. Bush y Barack Obama, hasta la fecha.

Aunque todo esto es necesario y hay que hacerlo, no basta para reparar la capacidad de sostener los beneficios que deben regresar a los estados federales. La productividad de cada uno de ellos ahora depende desesperadamente de una combinación de ayuda federal y un aumento general de la productividad en todos y cada uno. La ruina de los estados causada por las presidencias de George W. Bush y Barak Obama, representa un nivel de incompetencia por parte de estos presidentes que equivale a la traición en sus efectos. Para los propósitos más amplios necesitamos programas de largo plazo, a gran escala, impulsados por la ciencia e inversiones relacionadas en proyectos de obras públicas, en obras que elevarían la intensidad de capital y el flujo de densidad energética de las fuentes de enería aplicadas en todos los estados de la Unión.

¿Necesitamos recortes? Recortemos el "rescate" financiero ahora mismo. ¿Cómo? Sencillamente restablezcamos la Glass–Steagall original del presidente Franklin Roosevelt. De otra forma nuestro presidente se comporta como un traidor, una persona con trastornos mentales, en efecto como un lunático. Los remedios para nuestra aflicción existen en los cambios necesarios de la política, que empiezan con acabar con casi todo lo que hicieron los gobiernos de Bush y Obama desde finales del 2007.

Mientras que el emprendimiento exitoso, brillante, de la Comisión del Valle del Tennessee (TVA) sirve como un modelo de referencia para el aumento necesario del bienestar en y entre los estados federales, teníamos antes y durante la guerra librada por EU de 1964 a 1975 en el Sudeste de Asia, la intención declarada en 1964 por el presidente Lyndon Johnson de continuar, al término de esa guerra, con lo que se conocía como NAWAPA (la Alianza Hidráulica y Energética de Norteamérica-NdR), lo que hubiera resuelto todos los problemas principales de agua y energía, no sólo en los estados del oeste de Estados Unidos, y en México y Canadá, sino que también hubiera salvado a esos territorios del terrible agotamiento y la destrucción de esas regiones y otras relacionadas de Norteamérica como un todo.

El presidente Johnson no tiene mucha culpa por haber cedido a las presiones de la insensatez de librar la guerra en Indochina, contra el ex aliado de Estados Unidos, Ho Chi Min.

Las políticas que desviaron a Estados Unidos hacia su guerra en Indochina, fueron emprendidas por el Imperio Británico en un momento de oportunidad luego de la muerte del presidente Franklin Roosevelt. La cancillería británica dejó en libertad a los soldados japoneses que eran prisioneros de guerra, para que tomaran nuevamente las armas y ocuparan Indochina hasta que el Imperio Británico pudiera llevar tropas de ocupación de Francia para retomar a esa ex colonia.

En últimas, todo este asunto en el Sudeste asiático, la responsabilidad por la atrocidad de mandar a nuestras fuerzas a morir en los sesenta y principios de los setenta en la guerra de Indochina, recaes sobre la conducta de aquellos que compusieron o, simplemente, apoyaron a la notoria "Comisión Warren", que celebró su triunfo británico sobre el asesinato del presidente Kennedy. Esta maldad se llevó a cabo en una forma que debe marcarse en la historia como el suceso traicionero que llevó a nuestra república a un estado de ruina a través de una guerra que tan sólo el asesinato del presidente Kennedy hizo posible.

El president Johnson claramente estaba aterrado por lo que implicaba el encubrimento de la Comisión Warren.

NAWAPA: Nuestro futuro

El totalmente factible proyecto NAWAPA tendrá, entre sus numerosos efectos excelentes, no solamente el de restablecer los estados actualmente en peligro y cada vez más desolados en el oeste de EU, sino que se convertirá en el precedente para remediar la desertificación y otros daños que están sufriendo los territorios de regiones enteras en los continentes de Eurasia, África y América del Sur y Central. NAWAPA, por ejemplo, está diseñado para ser un modelo para otros grandes proyectos en África, tales como el de la restauración de Transaqua en la región del lago Chad, y para realizar ciertos desarrollos en Siberia, que son de importancia estratégica para el futuro de naciones grandes y otras al sur de Rusia, entre ellas China e India.

En esencia, esta perspectiva significa que vamos a convertirnos nuevamente en Estados Unidos, como había sido la intención de Franklin Roosevelt, en miembros de un grupo de naciones respectivamente soberanas que compartirían un gran interés común después de la llamada Segunda Guerra Mundial.

Sobre esto, hay mucho más que decir en esta ocasión.

Para la puesta en práctica de este gran proyecto como lo es NAWAPA, empezando ahora mismo, nos obliga a poner la región noroeste de nuestro Estados Unidos nuevamente a producir plenamente, tanto como la región del caso en la parte occidental de Norteamérica. Las regiones que antes se dedicaban a la producción de automóviles, y las regiones afines de los estados en el noreste y el centro de EU, deben construir inmediatamente los sistemas necesarios para surtir al gran proyecto de NAWAPA con gran parte de sus propios esfuerzos. La mano de obra diestra de operarios de máquinas herramienta, ahora desempleados, y otros que recientemente han sido arrojados a la ruina en los otrora grandes estados productivos de Estados Unidos, tienen que regresar a trabajar en la construcción de ferrocarriles modernos, de trenes de levitación magnética y de otros sistemas que son necesarios en los estados orientales de nuestra región, para cumplir con la gran necesidad que tendrán el proyecto de NAWAPA y otros relacionados. Eso bastará no solamente para restaurar nuestra economía nacional; tenemos que dar saltos de progreso de una clase no vista desde la muerte del presidente John F. Kennedy. NAWAPA nos aporta gran parte de las medidas que necesitamos para lograrlo.

Es justo decir, en base al cálculo inicial hecho por la compañía Parsons a mediados de los sesenta, que cuatro millones de empleos serán creados rápidamente por el propio NAWAPA. Pero, también, para suministrar el apoyo necesario para la instalación de NAWAPA, será necesario añadir otros dos millones o más de nuevos empleos en esos estados desde Nueva Inglaterra hasta San Luis, en formas tales como ferrocarriles nuevos, trenes de levitación magnética (especialmente para llevar cargas pesadas hasta cinco mil pies de altura) y la proliferación de empleos productivos en las industrias en general, todos estimulados por los mercados creados por NAWAPA.

Esto también le dará marcha atrás en gran medida al severo secamiento de las cuencas de agua que actualmente afecta a los estados de los Grandes Llanos, y otras carestías penosas semejantes, a través de aumentar las lluvias a lo largo del continente, y que llevará, en otros respectos, a conquistar las regiones desérticas y, así, crear un clima más moderado y a un aumento en el territorio disponible para la habitación y el emmpleo.

A corto plazo, la creación de seis millones de empleos industriales y relacionados es lo que podemos calcular razonablemente como el mínimo que generaría NAWAPA. Y si le añadimos lo que resultaría de regresar a la política previa de energía nuclear, el aumento en el número de empleos productivos resultado de estas medidas solamente, sería de siete millones.

La reforma urgentemente necesaria de nuestra economía nacional, que nos aparte de Wall Street y otras formas de especulación ruinosa, y nos conduzca a ocupaciones menos aptas para los grandes simios y más cónsonas con la estimulación de los poderes creativos mentales de nuestros ciudadanos productivos, es la única alternativa que tenemos a mano para evitar que el planeta entero se sume en su totalidad en una nueva era de tinieblas, peor que la que vio Europa de resultas de la especulación al estilo de Wall Street veneciana allá durante el siglo 14.

III. El TVA y NAWAPA: Una tradición americana

En ciertos aspectos decisivos, el inicio de la Comisión del Valle del Tennessee bajo la presidencia de Franklin Roosevelt, ejemplifica el principio que se refleja en el diseño perfeccionado de la firma Parsons para NAWAPA. Le pone marcha atrás a la política de desperdicio y pudrimiento económico que el sobrino de un espía británico, el presidente Teodoro Roosevelt le impuso a Estados Unidos, un trabajo sucio llevado a cabo con el truco británico de Roosevelt, Teddy Roosevelt, de prohibir cualquier desarrollo y progreso racional en las tierras occidentales de Estados Unidos, más allá de la línea de precipitación de veinte pulgadas.

El hecho más notable es que Teodoro Roosevelt estaba expresando la misma intención traicionera contra Estados Unidos que ahora aplica como política oficial el francamente genocida Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) de Gran Bretaña.

En ese momento, la ciencia económica competente interviene y protesta en contra de semejante tontería genocida.

El hecho es que la existencia humana en este planeta depende de utilizar recursos finitos de minerales y otros depósitos dejados por formas de vida hace mucho tiempo. Al agotar esas reliquias de tipos de vida anteriores, el costo físico relativo de emplear esos recursos aumenta. Este reto, que es algo inherente en el papel de la vida en general, tiene un significado particular para el caso de la vida humana. Significa, en general, que la densidad de flujo energético efectivo de la acción humana per cápita y por kilómetro cuadrado, se tiene que aumentar para poder responder al agotamiento relativo de los recursos dejados atrás por formas de vida anteriores. Esto quiere decir que la concentración de poder per cápita y por centímetro cuadrado del flujo transversal, tiene que aumentarse constantemente mediante el progreso científico y relacionado.

Este requisito puede satisfacerse de manera general solamente a través de aumentar el flujo de densidad energética relativo de las fuentes de calor empleadas. Así que la humanidad ahora ha llegado al momento en que este proceso de economías nacionales no puede mantenerse sin poner un énfasis creciente en la energía nuclear de fisión como un recurso energético básico para las naciones. De hecho, estamos por pasar a una fase en la que una creciente dependencia de la fusión termonuclear tenderá a predominar, como vemos de las tendencias en China y, ahora también, en India.

Mientras tanto, estamos aproximándonos a etapas todavía superiores de culturas donde tendremos que adquirir y emplear formas equivalentes aun más elevadas de "poder calórico". Reducir el tamaño de la población no es una solución. Más bien, la complejidad de las formas superiores de energía demanda una creciente población humana educada. No hay una política cuerda para la humanidad que no sea elevarse a niveles cada vez superiores de equivalencia en las densidades de flujo energético. Es más, la humanidad ahora está acercándose a la etapa en que su actividad en el espacio solar cercano necesariamente aumentará por razones científicas y tecnológicas.

Lo menciono aquí porque las implicaciones del proyecto NAWAPA incluyen un énfasis en la dependencia de la humanidad, aquí en la Tierra misma, de procesos que ahora ocurren dentro no sólo del sistema solar, pero en efectos sobre la vida en la Tierra que son gobernados directamente por procesos de largo plazo de nuestra galaxia. El desarrollo de NAWAPA nos lleva a varios asuntos experimentales de gran importancia, pero que también se ubican esencialmente más allá del alcance de la vida en la Tierra como tal.

Hemos llegado a un momento ahora, cuando, para la ciencia de hoy, la vida humana se ubica de manera funcional en un marco de referencia mucho mayor. Los procesos que encaramos con el diseño y el logro de NAWAPA, vendrán a ser el principal proceso para la transición hacia la adaptación de la humanidad a acciones pertinentes para el manejo del espacio cercano a nuestro planeta.

Por ejemplo, el desarrollo de NAWAPA llevará a las naciones que comparten la región polar, entre ellas Estados Unidos, Canadá y Rusia, a compartir un destino común en la necesidad de explorar las implicaciones de la región Ártica para gran ventaja del planeta en su totalidad, de una manera que casi ni se ha tocado hasta la fecha. Asímismo, la exploración de esta región no lleva a ponerle un énfasis nuevo a las implicaciones de la radiación cósmica como un aspecto decisivo de la vida en la Tierra, incluyendo la de nuestra propia nación.

En pocas palabras, con el advenimiento de NAWAPA, vamos a ir mucho más allá de las implicaciones de la Comisión del Valle del Tennessee, y a lidiar con asuntos de retos cósmicos para la ciencia y la economía, mucho más allá de cualquier cosa que el mundo haya considerado hasta la fecha. El descubrimiento de una Norteamérica más allá de Eurasia tiene efectos que comparten la experiencia de John Quincy Adams, el otrora secretario de Estado, presidente y miembro del Congreso, quien tuvo un papel destacado en definir nuestra república desde el Atlántico hasta el Pacífico, como una potencia continental única, que se extendía a través del Pacífico hacia nuestro destino de una asociación natural con Asia, al igual que con la "vieja Europa". Hoy el fomento del desarrollo de esos recursos de Siberia necesarios para el desarrollo de naciones de gran población tales como China e India, que cuando se suman a las alianzas naturales con los Estados nacionales soberanos al otro lado del Pacífico entre la Siberia rusa, Estados Unidos y Canadá, definen el destino futuro de nuestro Estados Unidos en gran medida. El túnel por el estrecho de Bering hacia Rusia desde Alaska, viene a ser inevitable. Y en este sentido, las relaciones dentro de Asia cambian de manera relacionada.

Juntos nosotros, China, Rusia e India seremos líderes entre las naciones que surgen de la asociaci[on del Pacífico para llevar a cabo misiones comunes como la del desarrollo de la Luna.

Tenemos que definir nuestro destino nacional como un compromiso de criar y educar las generaciones de estas naciones cuya cooperación encotraremos en empresas en el espacio cercano; no solamente como cooperación, sino como algo inevitable. NAWAPA, una vez que se desate, representará un desarrollo de tal poder para el desarrollo, que será el punto de apoyo para llevarnos por inspiración arriba a los cielos. Tenemos que adoptar esto como nada menos que nuestro destino natural a compartir con nuestros socios al otro lado del Pacífico, y también, entre todos nosotros aquí y, en el futuro en la Luna.

Una vez se desarrolle NAWAPA no habrá ningún niño estadounidense que pueda soñar en algo menos que tales logros como sería la entrada notable de la humanidad en el escenario del espacio solar cercano.

Por tanto, compartimos un gran destino que tenemos por delante. Resolvamos que en este avance de la condición humana, nosotros los de Estados Unidos nunca volveremos a retroceder de la norma de progreso y mejora del bienestar general, como nuestra nación ha tendido a hacer desde la muerte de Franklin Delano Roosevelt.

El primer capítulo del Génesis nos enseña que el hombre y la mujer están hechos a imagen y semejanza del Creador. Que sea así para todos nosotros ahora. Nunca más debemos apartarnos de esa devoción, de esa imagen de la naturaleza y la inviolabilidad del propósito de la vida de cada ser humano. Que sea así ahora. Nosotros, en tanto nación tenemos un dispensación especial para hace que ocurra de esa manera en todo el mundo. Hagamos las cosas maravillosas para las cuales hemos sido diseñados en tanto especie. Que la pesadilla actual que desciende sobre nuestra república, y también el mundo, se nos quite de encima ahora por el poder intencional que se nos ha concedido, especialmente lo que desde la época del Massachussetts de los Winthrops y los Mathers, estaba encaminado al propósito de ser nuestra contribución especial a la causa futura de la comunidad de los Estados nacionales soberanos, que se conocen como la humanidad.

Notas:

1. Es de notar que fue desde Capri que, el emperador Tiberio le giró a su yerno nominal, Poncio Pilato, la orden de crucificar a Jesús, lo que fue decisivo para el genocidio de los cristianos que llevaron a cabo los emperadores romanos hasta la época de Constantino.