¿Sobrevivirá nuestro Estados Unidos?:

Un plazo límite en el destino

por Lyndon H. LaRouche, Jr.

4 de junio de 2011


De manera creciente, en el curso de las décadas que han transcurrido, mi papel en la vida de nuestra nación y de nuestro mundo también, ha sido de carácter estratégico, un papel que a veces he desempeñado desde la perspectiva de lo que ha sido mi función única, en efecto, como conspirador en contra del imperio británico en su papel de cierto tipo de reencarnación del antiguo imperio romano. Son filósofos los que a veces desempeñan el tipo de papel que pareciese que me había tocado en el transcurso de mi vida adulta, filósofos que han sido capaces, en su pasado, como yo lo hago ahora: filósofos que a veces desempeñan un papel estratégico decisivo al confrontar una gran crisis existencial que amenaza al planeta.

Tal fue, por ejemplo, mi papel al crear la propuesta por una Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) a fines de los 1970 y los 1980 y, de nuevo, en la amenaza de una forma global de crisis económica creciente de tipo terminal en el verano del 2007 y después.

En un momento tal de gran crisis mundial como ahora, considera el caso siguiente como el tipo de crisis estratégica en los asuntos mundiales que en la actualidad se acerca a un estado terminal, y que se define de la siguiente manera:

Si las fuerzas militares de EU no hubieran llegado a Francia más o menos en el momento en que lo hicieron, lo que se ha llamado "Segunda Guerra Mundial" habría concluido con una victoria alemana. Si la familia real británica no hubiera logrado expulsar al canciller Bismarck de su cargo cuando lo hicieron, lo que se llama "Primera Guerra Mundial" no hubiera empezado, porque Rusia no hubiera caído en la trampa balcánica que el viejo necio del káiser austrohúngaro había echado a andar. Si el zar de Rusia hubiera atendido el consejo de Bismarck, la monarquía británica no hubiera estado en situación de iniciar la guerra mundial en Europa con la guerra del viejo necio del káiser austriaco en los Balcanes, y el zar ruso medio lelo no hubiera muerto de la manera en que le sucedió con su familia. En la guerra, como en economía, los pronósticos estadísticos, ya sea en la guerra o en las obras de la paz, es labor de tontos. En la guerra, como en economía, existe un margen de tiempo aproximado para casi todos los resultados de significado general para las sociedades. Ésa no es una cuestión de sentimientos, ni de estadísticas, sino de ciencia. Me explico.


Prólogo

"La destrucción, de la destrucción de la destrucción"[1]

No es una certeza, pero sin embargo es mucho más que simplemente una estimación razonable, que a menos de que la aprobación del restablecimiento de la ley Glass-Steagall original de 1933, ocurra antes de mediados de verano de este año, la economía transatlántica probablemente se desmoronaría en una crisis de desintegración comparable a la hiperinflación tipo Weimar de 1923, pero esta vez, a escala global. Sería una crisis de forma parecida a la de la hiperinflación de Alemania Weimar de 1923. Esa crisis, a no ser que se prevenga con el tipo de liderato como el que considero necesario en este momento, desataría, de permitirse, una propagación como en reacción en cadena de la destrucción, incluso al interior de naciones asiáticas descollantes como China e India.

Hasta ahora, cuando se hace la historia de cara a una crisis a gran escala, como ahora, no son los sucesos como tales los que definen el desenlace probable; será una orquestación de arreglos y sucesos significativos cruciales, todo combinado en una forma de expresión que solo un liderato creativo puede aportar, un liderato que se aporta incluso por medio del papel decisivo de una sola persona.

Esto significa una persona tal como el Benjamín Franklin ejemplar, en su papel en la historia de la lucha americana por la libertad contra el tirano imperial británico. En tiempos de una gran crisis como la que ahora ocurre, no son los sucesos que hacen la historia; en estos tiempos, varios líderes, o uno solo, o proporcionan la cualidad conceptual de liderato requerido, o si no, por omisión el desenlace será un desastre.

El destino de la humanidad siempre se ha determinado, a final de cuentas, por la presencia, o la falta, de personajes dirigentes extraordinarios, tales como Benjamín Franklin en su tiempo, cuya capacidad de movilizar una fuerza de creatividad personal pertinente ha marcado la diferencia entre el éxito y el fracaso rotundo de una gran empresa. Sin el triunfo de las fuerzas creativas por encima de las fuerzas de la tradición que condenan a la ruina a naciones y culturas de ese modo fallidas, la historia eliminaría a naciones enteras, a pueblos enteros incluso, y en última instancia hasta a la especie humana, como fracasos.

Así, una gran victoria para la humanidad, bajo las circunstancias de cualquier crisis de la civilización verdaderamente grave, siempre se expresa por un concepto de principio que se alberga, primariamente, en una sola figura incluso que surge en esas circunstancias para ser el faro de un concepto de victoria para las luchas existenciales de un tiempo históricamente crítico: en última instancia, nuestro Creador no acepta con agrado el fracaso.

La característica de tal liderato que se requiere, es la expresión de la verdadera creatividad humana de ese líder, una creatividad del tipo cuyo modelo es una opción válida en el descubrimiento de un principio físico universal pertinente. Las meras fórmulas no tienen ningún valor en tal crisis; el éxito depende de la cualidad de creatividad comparable (en sustancia, no en mera forma) a un descubrimiento exitoso de principio en la ciencia física, una creatividad que puede aportar el liderato que exige una crisis mundial grave.

Cualquiera que sea la fecha efectiva para una decisión crucial al respecto, el resultado para una nación, o aún para la humanidad entera, requiere un grupo relativamente minúsculo apropiado de los líderes principales, relativamente mejor calificados, que operan en cualquier crisis aguda, una crisis como la del estado actualmente terminal de las economías de la región transatlántica ahora.

Tiene que haber sido un liderato que necesariamente haya tomado en consideración todas las formas razonables de incertidumbres. Así, no debemos correr el riesgo de simplemente esperar la ley Glass-Stegall renovada; cualquiera que sea el curso efectivo de los acontecimientos inmediatamente por delante. Es necesario que hayamos tenido la intención de lograr el éxito en la promulgación de la ley Glass-Steagall dentro del intervalo de aproximadamente un mes, partiendo de ahora. El no lograr la aprobación de Glass-Steagall en el futuro inmediato, en cualquier caso, desataría pronto una catástrofe horrorosa para la humanidad en todo el planeta.

Las principales crisis de la civilización europea extendida al orbe, a menudo han sido reflejo de tales consideraciones. Las grandes guerras y los grandes virajes semejantes en el curso de la historia, como en este momento existencial presente, son así.[2]

Esa meta que he establecido en mi mente, toma en cuenta el hecho de que la política de la monarquía británica y su chupamedias cautivo, el presidente Barack Obama, será causar un veto al restablecimiento de la ley Glass-Steagall. Sin embargo, una vez que ese proyecto de ley se apruebe en el propio Congreso de EU, Obama, el títere real británico instalado de momento, estaría camino a salir del cargo y luego, probablemente prevalecería el restablecimiento de Glass-Steagall. A pesar del veto probable, una vez que la ley pendiente se aprobase en cualquiera de las cámaras del Congreso, la carrera de Obama habría llegado a su fin. Eso le presentaría a la humanidad la posibilidad de que se podría entonces salvar a la civilización, cuando de otra manera no se podría salvar ahora.

La decisión inmediata y oportuna a favor de Glass-Steagall en el Congreso es, en este momento, crucial; ninguna nación fuera de nuestro Estados Unidos tiene la capacidad para realmente iniciar tal rescate exitoso de la civilización, de lo que acabo de indicar como la crisis de desintegración económica general de este planeta, que ahora se nos viene encima ahora.

La autoridad para una alta probabilidad de éxito de esta afirmación anterior mía aquí, reside, esencialmente, en la historia de la creación de la Constitución Federal de EU, una constitución que hicieron posible aquellos líderes de la Colonia de la Bahía de Massachusetts vencida, que, a pesar de ese revés, por así decirlo, crearon la victoria lograda bajo el liderato de Benjamín Franklin. Tal es, por tanto, la historia particular que se traza desde el chelín Pinetree establecido bajo la carta estatutaria original de la Colonia de la Bahía de Massachusetts. Como en el mando efectivo de liderato en la guerra, que representa el camino a la victoria, son los principios equivalentes a principios de ciencia física los que serán decisivos en cualquier victoria lograda por estos Estados Unidos y otros, dentro del marco de la actual crisis de desintegración económica mundial.

Una vez que se resuelva la cuestión de esa definición del liderato requerido, al efecto de lo que acabo de indicar aquí, como en el caso ejemplar de Benjamín Franklin, el establecimiento de un liderato a fondo procede de manera parecida a tales acciones como las que tomó el seguidor de Franklin, Alexander Hamilton, el Hamilton que salió a relucir en los grandes acontecimientos como un líder en la formación de nuestra república federal.

Ese aspecto decisivo del legado de la carta constitutiva original de la Colonia de la Bahía de Massachusetts se remonta a la noción de un sistema de crédito, a distinción de un sistema monetarista. Hay que entender el sistema de crédito como el modelo base para la misma política económica que Alejandro Hamilton introdujo como piedra angular de la propia Constitución Federal de EU, con consecuencias como el Preámbulo de esa Constitución.

Este compromiso con un sistema de crédito, en vez de la semejanza al sistema monetarista europeo, ha sido el legado que orientó el liderato de nuestra república bajo el Presidente Franklin D. Roosevelt, el legado que sirvió de premisa para el diseño de Glass-Steagall en nuestro sistema constitucional. Por esa razón, hay que identificar tanto a Hamilton como a su colaborador Isaac Roosevelt, este último el ancestro del Presidente Fraklin D. Roosevelt, con el establecimiento de la tradición constitucional de nuestra república.

El ciudadano debe ubicar la clave de esa Constitución, esencialmente, en el Preámbulo de esa Constitución, Preámbulo que expresa el principio superior de la totalidad de esa Constitución, el principio que expresa su intención en términos de la lista organizada de obligaciones que el Preámbulo adopta para el cuerpo de esa Constitución en su totalidad. Este conjunto de obligaciones que ahí se presenta, define los objetivos físicos implícitos asignados a un sistema de crédito de EU, en tanto que se asocia ese sistema con la genialidad mostrada por Alexander Hamilton al rescatar a nuestra entonces joven república de la sujeción de otra manera fatal a una deuda de guerra insoluble de los estados respectivos.

Por qué es única nuestra constitución

El problema en Europa es justo de ese tipo del que he advertido aquí, arriba. Ése ha sido el caso a menudo, con algunas excepciones relativamente breves a las tradiciones económicas europeas del siglo pasado. Señalo ahora tales excepciones como las de Alemania bajo Adenauer, y aspectos de las políticas de la Quinta República de Charles de Gaulle. La tradición de la ley constitucional de nuestro EU, como un sistema de crédito, está profundamente arraigada en el rechazo de nuestra Constitución al monetarismo, con base a principios, como se expresa ahora este rechazo en el retorno urgentemente necesario al principio constitucional de EU, el principio de un sistema de crédito, en vez de un sistema monetarista. Por tanto, Glass-Steagall.

Ciertamente, Europa continental, e incluso hasta el Reino Unido, quizás prefiera o podría preferir emular el restablecimiento de la ley original Glass-Steagall en EU; pero, en el orden factible de tal acción, Estados Unidos tiene que actuar primero para iniciar ese proceso global requerido de apartarse de sistemas monetarios, e ir a un acuerdo de tipos de cambio fijos y, después de eso, avanzar con asociaciones en un sistema de crédito.

Dicho eso, ahora consideremos la diferencia entre el principio original subyacente de la Constitución Federal de EU, y los principios que gobiernan a naciones como las de Europa en general hoy.

El hecho decisivo es que:

Bajo el sistema de crédito constitucional de EU, como se plantearon las implicaciones en el Preámbulo de esa Constitución, el valor de la moneda estadounidense se basa, para nuestra Constitución, en la noción de valores físicos; mientras que, en los sistemas monetaristas europeos, el valor de la riqueza física se sustenta en la falla, a fin de cuentas fatal, de colocarlo en el precio del mero dinero por sí mismo.

Sobre el tema de economía

Por su parte, el principio monetarista opera a tal efecto, contrario a nuestra Constitución Federal, que la moneda que cuenta con el valor monetarista relativo nominalmente más alto, reduce a los sistemas monetaristas de los otros a la servidumbre relativa. De aquí que los imperios se ven empujados a tomar esas medidas especiales que probablemente orquesten tal efecto.

Nunca han sido las colonias lo que define un imperio con centro en Europa, sino más bien el precio relativo de cierta forma dominante de moneda dentro de un sistema monetario internacional. De aquí que, para salvar a la civilización ahora de un desastre inmediato, urge que restablezcamos un sistema de tipos de cambio fijos, un sistema basado en el crédito físico, como lo que se requiere con urgencia en este momento, un sistema de crédito que se emplee para rediseñar lo que actualmente es un sistema monetario internacional en gran medida arruinado, para que reencarne como un sistema de crédito.

Algunos escépticos sugerirían los casos de China e India como excepciones a esa regla monetarista actualmente dominada por los británicos desde 1971. Al contrario, considera el precio relativo del trabajo en esas dos naciones, cada una considerada en su conjunto. Considerando no solo el poder de compra del trabajador relativamente calificado, tienes que sopesar el efecto de la pobreza relativa dentro de la población en su conjunto.

La mejor manera de aclarar la confusión generalizada sobre este asunto, aun entre la mayoría de los gobiernos y economistas contemporáneos, es considerando la producción y el consumo físicos como la norma de funcionamiento, en vez de confiar en cualquier norma monetaria intrínsecamente fraudulenta establecida al presente, para que sirva como base de un enfoque confiable al análisis económica.

Una ciencia de la economía física

Esto nos trae aquí, ahora, a las siguientes consideraciones urgentes.

Todas las definiciones competentes en el dominio de una ciencia moderna de economía física (en vez de monetarista) han de medirse en términos del tiempo físicamente relativo. Esto es, de la manera en que he tratado el significado físico implícito del concepto de tiempo en publicaciones anteriores, tales como mi "Cuando los gobiernos se desmoronan". [3]

Las mediciones que se presentan en esa modalidad, se pueden referir luego de manera competente en los términos de tiempo de calendario nominal, pero eso se puede hacer de manera tolerable solo como una descripción del efecto de la acción (la mera huella), no la acción del propio pie movido. Lo que ha de medirse, primordialmente, en el tiempo físicamente relativo, es la realidad: contrario a otros tipos de mediciones hechas en lo que se consideran medidas convencionales que se encuentran entre las meras sombras que son las nociones del mero espacio-tiempo. Hay que tratar a las otras como las sombras que se proyectan en la "luz" aplicable. Como meras descripciones, meras sombras, en vez de sustancia.

Lo que proyecta esas sombras, no las sombras mismas, es lo que se ha de adoptar como el tema central de un sistema de economía física congruente con la intención que expresa implícitamente el Preámbulo de la Constitución Federal de Estados Unidos de América.

En su debido momento, en la presentación del presente informe, habré explicado la relevancia científica de esta cuestión decisiva que se ha de situar dentro de una ciencia del tiempo físico, en vez de un intento superficial de ciencia física en lo que se ha considerado como la física del "espacio y el tiempo". Esta corrección servirá como referencia necesaria a mi propio trabajo en el campo de la economía física, y a los elementos adicionales de ese método que recientemente aportó mi colega Sky Shields. Esto se debe considerar como una recapitulación necesaria de ese trabajo previo, para nuestros propósitos inmediatos aquí. Hay dos cuestiones cruciales a estas alturas de la presentación del informe.

Primero, el conjunto de categorías asociado con el conjunto de términos "espacio, tiempo, materia" tiene una falla sistémica en tanto que el "espacio", como algo distinto de "la materia", en realidad no existe. El "universo finito pero ilimitado" al que se refirió Albert Einstein en partir de sus consideraciones del descubrimiento singularmente original de la gravitación de Johannes Kepler, se cumple, se podría decir "con gran ebullición", con las expresiones muy sustanciales de la realidad físicamente eficiente de un dominio físico universal (finito, pero ilimitado) de radiación cósmica.

Segundo, como planteó Sky Shields recientemente de manera enfática el punto de vista que yo sostengo, la noción, como destacó él este punto, consiste en desembarazar el nombre de la ciencia de una noción de tiempo como lo presentan los necios de Newton o Pierre-Simón Laplace, la eliminación sucesiva de tal basura como esa conocida como noción del tiempo medible, físicamente, por medios tales como el absurdo ontológico de una noción del simple tiempo del reloj.

Como había destacado en "Cuando los gobiernos se desmoronan".

Ambos razonamientos míos que acabo de plantear, requieren que definamos el tiempo real -el tiempo del proceso físico, en vez del tiempo del reloj- como algo que actúa eficientemente sobre el pasado físico, como también, de modo concurrente, sobre el presente y el futuro. Hablando ontológicamente, la noción de un simple tiempo del reloj, cuando se usa como si fuese una noción integral de principios físicos, es una falacia sistémica, posiblemente hasta un fraude, como acaba de precisar Sky Shields en los casos de Newton y Laplace.

Los varios puntos que acabo de plantear arriba se han de comprender a la luz del hecho de que la percepción sensorial humana, cuando se usa como una descripción del universo físico real, nos presenta con lo que se puede identificar propiamente como una falacia de presunciones. Es una falacia que se definió implícitamente como tal en la sección final de la tesis de habilitación de 1854 de Bernhard Riemann. Sin embargo, un discernimiento más amplio y profundo de la genialidad, como ya lo había mostrado Riemann en este sentido, se empezó a apreciar más cabalmente en un tiempo posterior, por medio de un mejor discernimiento del trabajo de tales como Max Planck y Albert Einstein. La comprensión de hoy de un significado más cabal de lo que Planck y Einstein habían especificado, ha dependido principalmente del impacto de los descubrimientos riemannianos de V. I. Vernadsky y sus colegas y seguidores.

Hemos de estar ciertos, hoy, de que las percepciones sensoriales humanas son solo sombras virtuales del carácter realmente de principios de nuestra experiencia del universo que habitamos.

Por lo tanto, desde que Riemann había planteado las paradojas del espacio y el tiempo, y de una matemática situada así, tanto en el concepto físico de las funciones abelianas como en la sección final de su tesis de habilitación, estamos enterados que hay que considerar esa tesis como representación de un conjunto en expansión de suplementos "sintéticos", suplementos que hay que contrastar con las meras funciones de la percepción sensorial. Este aspecto del trabajo de Riemann ha tenido el efecto de expandir la noción del hombre del dominio físico conocido, y lo ha hecho con el mismo método general para abordarlo que ya se encuentra en la desafiante sección final de la tesis de habilitación de Riemann.

Con respecto a eso que acabo de plantear, hay que prestarle atención especial a la oración final de la tesis de Riemann: la necesidad de basar la ciencia en abandonar la facultad de matemáticas. El significado de eso es, brevemente, como sigue.

Cuando se ha de condenar a la matemática

La presunción de que los procesos físicos podrían ser representables en general por las formalidades de los procedimientos matemáticos como tal, perpetúa la presunción absurda de que los principios de la ciencia física se podrían reflejar en un sistema matemático como tal. Es fundamental reconocer que la física define la matemática, y no al revés; de ahí la advertencia que transmite Riemann en la oración final de la tesis de habilitación.

Así, la ciencia competente hoy es la que acepta la obligación de dejar atrás la dependencia de los presuntos confines de las funciones sensoriales dadas del hombre, tal y como Riemann nos había advertido al respecto. Un sustituto estadístico para la ciencia física aplicada al dominio de una economía física, es pura necedad sobre las que se generan las peores crisis de las economías, entre otras desgracias.

A la vez, respecto a la misma cuestión ontológica, ya no podemos considerarnos como confinados "de manera natural" por nuestras facultades dadas de percepción sensorial. La realidad, como se ha de conocer la realidad hoy por medio de fuentes pertinentes, ha de representarse como una colección en expansión abundante de "sentidos precursores" que ahora domina la ciencia competente en la actualidad. Eso también es cierto para cualquier cualidad competente de prognosis y otras acciones de los gobierno, como la de elaboración de leyes, que cuentan con los recursos necesarios para hacer tales proyecciones.

Cualquier noción competente de ciencia física, incluyendo la prognosis económica, depende de las clases de consideraciones que he resumido arriba. Esto nos habilita para escapar la prisión de las meras percepciones sensoriales, para entrar en el verdadero dominio de la ciencia física, en el listado en expansión de las facultades elementales reconocidas de la mente humana. La vieja percepción sensorial se acuclilla ahora en la ridiculez; mientras que los poderes creativos de discernimiento del intelecto humano abren una enorme colección de facultades adicionales para complementar los escasos cinco entregados, como en el paquete humano entregado al nacer.

Bernhard Riemann, de seguro, se sentiría complacido con ese criterio, más no satisfecho, ni yo tampoco.

Así, hace tiempo que pasó el momento en que se podía disculpar a las naciones poderosas por condenar a la mayoría de sus poblaciones a depender de los exiguos recursos de las cinco categorías de percepción sensorial. Sin embargo, hay algo más que eso a considerar.

El destino del hombre

Hoy, aspectos de esa galaxia dentro de la cual se sitúa nuestro sistema solar, establecidos desde hace tiempo, ahora le presentan a la humanidad intimaciones de presciencia de los peligros que la humanidad nunca antes ha encontrado durante estos varios millones de años en que ha existido la especie humana hasta ahora. Sin embargo, a la vez, la humanidad en tanto especie viviente es de tipo muy inusual.

Otras especies que conocemos son como todas las cosas en el universo: son creativos de hecho. Sin embargo, con la humanidad hay una gran diferencia, una diferencia de dimensiones ontológicas, y no meramente formales.

La diferencia es que la humanidad es la única especie de la que tenemos conocimiento actual cuya creatividad se puede expresar como intencionalmente volitiva en su naturaleza potencial como especie. La humanidad es el único tipo de especie conocido, dotado de un potencial innato para el poder para escoger una creatividad voluntaria respecto al descubrimiento del uso del potencial de formas universales válidas de principios creados y creativos.

Por consiguiente, la capacidad de la humanidad de adquirir el uso de los principios nuevos y más poderosos que genera la creatividad humana, indica una capacidad única de la humanidad, la capacidad de descubrir un universo que es mayor, en cierto sentido, que el que se podría haber supuesto que encierra lo que podríamos haber pensado que conocíamos adecuadamente antes. La explosión de acceso posible a tal conocimiento desde el lanzamiento de la NASA ejemplifica este hecho.

Sin embargo, esto depende de gobiernos que permitan, y también respalden, tales descubrimientos de principios nuevos, así como su uso. Esta consideración suministra una dirección hoy por hoy nueva en el aumento del poder de la especie humana, no solo para sobrevivir nuevos tipos de condiciones amenazantes, sino para abrir para nuestro uso grandes dimensiones de una universalidad más verdadera que la que habíamos conocido antes.

Una nota especial para ahora:

El mundo, ya casi la mayoría de sus naciones y de sus poblaciones, en especial las de las regiones transatlánticas, últimamente ha estado acelerando su rumbo cuesta abajo en sus economías, consideradas como una sola totalidad. Ha habido una tendencia que se ha acelerado recientemente, que ahora ha llevado a las principales naciones del sector transatlántico al borde de una crisis general de "desintegración" hiperinflacionaria. La amenaza de un desplome general ha sido, de hecho, tan seria a su manera como lo fue la hiperinflación de 1923 para la Alemania de Weimar; pero, potencialmente, las consecuencias previsibles hoy son aún mucho peores, a la vez que las economías de muchas naciones ahora galopan, globalmente, hacia un callejón sin salida común y anticipado.

Para nosotros, en Estados Unidos, esa economía actual de las regiones transatlánticas es, moral y sistémicamente, una expresión de necedad económica, una necedad persistente que ha estado detrás de la creación del actual estado de cosas abominable al presente. Este patrón ha tenido sus raíces en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, en el distanciamiento de las políticas de aquel presidente Franklin D. Roosevelt quien había conducido a un EU otrora en bancarrota, a ser la mayor potencia entre los Estados nacionales que el mundo jamás había conocido, hasta el momento de su fallecimiento. Churchill y su lacayo, el Presidente Harry S Truman, habían cambiado la dirección del mundo hacia una dirección contraria a la grandeza asociada con el Presidente Franklin Roosevelt.

Ese viraje descendente en realidad había empezado bajo la influencia que tuvieron Churchill y Wall Street sobre el nuevo Presidente, Harry S Truman. Truman, como presidente, fue prácticamente un zoquete a quien Wall Street había colocado en la postulación para vicepresidente -¡"vicio" más bien!- de EU, una figura ofensiva que era, hablando estratégicamente, un tonto, avispado pero necio, aprovechado por los imperialistas británicos Winston Churchill y Bertrand Russell.

Sin embargo, el peor descenso se efectuó después, mediante el asesinato del Presidente John F. Kennedy, el asesinato que suprimió la oposición a una participación de EU en una guerra en el Sudeste Asiático, una oposición que habían encabezado conjuntamente el presidente Kennedy y el general Douglas MacArthur.

El posterior asesinato del hermano de ese Presidente, Robert Kennedy, quien hasta su asesinato en 1968 era el probable próximo candidato del Partido Demócrata para Presidente de EU, fue el asesinato que allanó el camino para lo que resultaría ser la nueva catástrofe, el gobierno de Richard Nixon. Estados Unidos nunca se ha recuperado desde entonces; de hecho, el peor presidente de EU en toda su historia hoy contamina la silla presidencial, el caso mental neroniano y chupamedias de la monarquía británica, el mentiroso descarado Barack Obama.[4]

Nunca sería suficiente procurar reformas que no hieran profundamente las susceptibilidades de quienes se han habituado a las orientaciones políticas que nos han arruinado a lo largo del período desde la muerte del presidente Franklin Roosevelt. El problema no es simplemente que se cometieron horrores; son las intenciones, que se convirtieron en posiciones profundamente enclavadas, impuestas sobre nuestra nación, bajo el reino de esas presidencias desatinadas que han poblado partes significantes de la historia de nuestra nación. La peor de todas ha sido ese par de la última década, los pobres desgraciados que han logrado más que cualquiera en toda la historia de la presidencia posterior a la Segunda Guerra Mundial para arruinarnos desde adentro, las pobres criaturas que no solo se deben sustituir, sino que la tendencia para instalar a sus semejantes en el futuro se tiene que extirpar por completo.

Es urgente que remplacemos ahora a este presidente terrible, Obama, de preferencia ya sea en base a la Sección 4 de la 25ava Enmienda o, por lo menos, por el peso de la amenaza de que se hará eso. Se requieren más reformas que eso; se debe corregir el legado de errores que nos ha estado arruinando por la mayor parte del tiempo desde la muerte del presidente Franklin D. Roosevelt. Sin embargo, el hecho más decisivo no es la persona del par de escogencias de presidente muy malas de la última década; es el hecho de la falta de consideración por la intención basada en principios de, sobre todo, el Preámbulo de nuestra Constitución Federal, que ya se había encarnado en nuestra Constitución Federal desde el principio.

Es a ese último principio que está dedicado este informe.


I. La mente humana y su estrategia


A buen entendedor, pocas palabras. Desde este punto en adelante, hay que tener presente que implícitamente hemos dejado atrás el dominio de la imaginería específica de la mera percepción sensorial. A pesar de los intentos de aferrarse al hábito de visualizar la experiencia en términos limitados por la noción de "los cinco sentidos", hay que cambiar las características de nuestra manera de pensar existente a un concepto ontológico de la mente como tal, una noción de "mente" que se mejora a sí misma mediante descubrimientos de nuevos principios físicos, pero que también se puede adaptar a los cambios asociados a los avances en la dimensionalidad implícita de una colección expansiva de principios físicos verdaderos. Ese es un "hábito nuevo" que ha de adoptarse, aunque tome tiempo antes de que la noción sea cómoda.


Aún hoy, en lo que había sido el bastante famoso párrafo final de su Defensa de la poesía, Percy Bysshe Shelley resumió su idea del asunto de esos tipos de influencias que, a menudo, se les considera como fuerzas misteriosas. Hay que concebirlas como actuantes dentro de una población. Rosa Luxemburgo, mucho después de la obra profética de Shelley, identificaría este fenómeno como un reflejo del fundamento en principios que tienen las fuerzas que actúan sobre una población para producir lo que ella denominó "una huelga de masas".

Han existido algunas sugerencias interesantes respecto a la naturaleza de tales auges manifiestos, de manera más notable entre profesionales importantes o sus semejantes. Sin embargo, hasta hace poco los misterios relacionados a tales fenómenos parecían no tener cabida dentro de las sugerencias creíbles de científicos físicos, salvo algunas indicaciones tentadoras de aquel científico Wolfgang Köhler, quien fuera amigo y colaborador de Max Planck. Destaco el trabajo de Köhler sobre el tema de lo que él había denominado la psicología de la Gestalt, como lo han hecho por cuenta propia algunos de mis asociados del "sótano".

En el transcurso de 2010, el tema del razonamiento de Köhler había surgido de manera repetida entre los trabajadores científicos del "equipo del sótano" de LPAC. En agosto de ese mismo año, los miembros del equipo llegaron a un acuerdo enunciado para salir abiertamente en apoyo, de manera práctica, de la evidencia definitiva de que no existe ningún "espacio vacío" en este universo. Lo que se llama "espacio" está "lleno a rebosar" de un complejo inmenso y maravilloso de radiación cósmica universal.

Indicaciones que nos han sido dadas, tales como la que suministra el papel de tal radiación en guiar los vuelos de pájaros migratorios, o las estampidas aparentemente suicidas de "matanzas de peces" en masa en nuestra costa pacífica, o los precursores de terremotos, científicamente pronosticados y confirmados, de una estampida de cerdos en China, sugieren formas de comunicación entre cuerpos que, por lo general, no se han reconocido, hasta ahora, dentro de los confines de las capacidades de la percepción sensorial humana.

Nuestro empeño en estudios que tocan este tipo particular de evidencia que se origina en la categoría de "radiación cósmica", ha mejorado considerablemente la productividad científica del "equipo del sótano" al respecto, y de otras maneras relacionadas. Una comprensión de colaboración de la existencia de ese obstáculo al progreso científico, enclavado en la creencia debilitadora en una noción de un tipo de "espacio" que no tiene ninguna prueba verdaderamente decisiva de su existencia real conocida, fue un factor exitoso y por lo general notable, en nuestro trabajo.

Ahora, para ir al grano, hechos experimentales que atañen a este tema particular se cuentan entre las pruebas del hecho crucialmente importante de que, los célebres cinco sentidos de la experiencia sensorial humana, en realidad no constituyen la verdad. Constituyen solo una colección del equivalente funcional de un conjunto limitado de cierto tipo de "instrumentos de laboratorio" que vienen, por así decirlo, con "la envoltura original" de la criatura humana que acaba de nacer. Este hecho debería motivar a cualquier pensador competente en el campo de la ciencia física, a reconsiderar el logro notablemente singular de Johannes Kepler en el descubrimiento del principio de la gravitación universal.

Lo cierto de este asunto es que la humanidad desarrolla lo que se podría clasificar de manera conveniente como variedades adicionales de fuentes de lo que podríamos referirnos como algo comparable a "instrumentos", instrumentos cuyo empleo proporciona el equivalente funcional de "sentidos humanos adicionales". La densidad de tales tipos de sentidos combinados es lo que determina resultados tales como la capacidad del hombre, con la ayuda de la ciencia, de prever el futuro, y de prevenir esos disparates que llevan a grandes tragedias.

El principio que se expresa en la adopción de eso que se demuestra que cumple con los requisitos para el papel de funciones complementarias de la "percepción sensorial", ha de considerarse desde el punto de vista de la sección final de la tesis de habilitación de 1854 de Bernhard Riemann, de la siguiente manera.

Por medio de instrumentos que le permiten al hombre "percibir" más allá de lo que parecen ser los límites naturales de la capacidad de experimentar lo "extremadamente grande", o lo "extremadamente pequeño" -como ocurre en las "áreas" más allá de la esperanza de la competencia ordinaria en explorar tales dominios relativamente extremos- somos capaces de penetrar una realidad mucho más allá de la posibilidad de la"línea visual", para alcanzar logros en el aumento del poder para existir del hombre. La misma distinción, como la hace muy clara implícitamente esa sección de la tesis de habilitación de Riemann, una distinción que prácticamente estalla con un sentido de la existencia de las mayores posibilidades que se encuentran en los dominios electrizantes que representan los tipos de concierto de panoplias que se requieren para explorar los extremos más allá del alcance de esos poderes de deducción aplicados meramente a las proverbiales "cinco categorías de percepción sensorial".

La imaginación y sus sentidos

A veces es imposible representar un tema de manera competente y a la vez "objetiva". Un cambio en la perspectiva principista de uno, que participa del sentido propio de identidad personal, no es simplemente un acontecimiento que afecta la experiencia sensorial humana; también ha de considerarse subjetivamente. Ésta sería inevitablemente la orientación correcta en asuntos que atañen a las pruebas de las expresiones de una legitimidad científica ex post facto u otras comparables, como en un proceso genuino de descubrimiento de principio que se realiza. El papel de la imaginación del individuo respecto al proceso de la generación de descubrimientos en los métodos de investigación científica, es ocasión para informes autobiográficos.

Mi propia experiencia personal, en especial desde la adolescencia, ofrece algunas apreciaciones importantes para hoy respecto a los asuntos estratégicamente decisivos de gran importancia que la sociedad ahora enfrenta.

Por ejemplo: Para beneficio de quienes aún no están familiarizados con el siguiente punto, el punto que ahora señalo puede parecerles a algunos como una suerte de tangente, pero sus implicaciones son verdaderamente estratégicas en su significado. Repito una cuestión que es un hecho del que he informado en ocasiones pasadas bastante numerosas.

Después de los resultados de mis repetidas vivencias, durante mi adolescencia, al visitar obras en construcción del astillero naval estadounidense Charleston, en el área de Boston, Massachusetts, nunca pude aceptar lo que encontraría como mi primer encuentro escolar con la geometría plana euclidiana, o cualquier cosa que se asemejara a tal concepto aristotélico, ya sea explícito o virtual, del universo. Por exactamente esa razón, en un momento no mucho más tarde que ése, había empezado a devorar todo lo que la combinación de la biblioteca en mi casa, y la biblioteca pública de Lynn, Massachusetts, ofrecían de la obra de Godofredo Leibniz. Dejando a un lado qué tanto comprendía de lo que entonces prácticamente devoré al respecto, esa experiencia ya era, para mí, un lugar placentero donde vivir intelectualmente, y también emocionalmente. Para mí, en ese entonces, cualquier encuentro con Euclides ya era un lenguaje prestado de los que ya prácticamente estaban muertos, o de los que en realidad nunca vivieron. A su debido momento, descubrí, de manera repetida, que yo había acertado más de lo que me había imaginado en esa valoración anterior.

Viendo ese conjunto de vivencias adolescentes y otras desde una perspectiva de diez o más años más tarde, me fue posible llegar a conclusiones estratégicamente importantes, tales como las siguientes.

Vine así a reconocer, sólo más tarde, el significado verdadero de lo que había sido mi decisión adolescente a favor de Leibniz. Años todavía más tarde que eso, lo que había sido mi aprensión adolescente y, admito, poco elegante de la obra de Leibniz, mi rechazo esencial de Euclides vino a representar lo que había empezado como un cambio de tipo axiomático en mi cosmovisión de ahí en adelante. Hoy, a una distancia en el tiempo de mi decisión implícita entonces, sigo gozando de un discernimiento compasivo del cómo y el por qué de la manera en que la selección de cierto principio real de la ciencia podría formar la mente de casi la totalidad de generaciones sucesivas: para bien o, sin ese principio, para mal.

Para mí, la cuestión de una ciencia física meramente supuesta que plantea Euclides y sus derivados, nunca fue el asunto del "postulado de las paralelas"; eso no era lo que consideré como lo que estaba en juego, ni entonces ni ahora. La verdadera cuestión de los métodos euclidianos no se encontraba en las formas matemáticas imaginadas que se presentan, sino en los efectos de las implicaciones ontológicas del método a priori bajo cuyo reinado se enseña por lo general el tema. La práctica de las construcciones era inofensiva, y hasta beneficiosa; el lavado de cerebro de estudiantes crédulos con la ideología, era el detalle que hace la diferencia.

Años más tarde, al encontrar la respuesta evasiva de Carl F. Gauss al reclamo tanto de Farkas como de Janos Bolyai, se me hizo claro que Gauss intencionalmente había evadido, de manera escrupulosa, la discusión de lo que había llegado a conocer de los peligros de expresar un entendimiento competente de una geometría física de verdad antieuclidiana, en vez de una meramente formal. El método que usó para explicar un supuesto teorema, era dónde ostensiblemente dormía el endiablado detalle activo.[5] Ese hecho lo aclaró el trabajo de, más significativamente, los seguidores inmediatos de Gauss, Lejeune Dirichlet y Bernhard Riemann, del Gauss que estaba sentado en la sala mientras Riemann presentaba su tesis de habilitación ahí.

Sin embargo, aunque seguí apegado a mi rechazo original de la perspectiva de certeza sensorial de la geometría euclidiana, mi idea de la geometría siguió teniendo un cambio adicional, gradual, y al final profundo, a lo largo de los 1950 y principios de los 1960. El cambio había empezado en 1953, como correlato en ese entonces de mi mayor confianza en la tesis de habilitación de Bernhard Riemann. Aun entonces, yo me consideraba que seguía siendo leal a la memoria de Godofredo Leibniz, pero había llegado a apreciar a Riemann como un sucesor adecuado e, implícitamente, como una continuación de lo que había sido el desarrollo del mismo Leibniz, más de siglo y cuarto antes. De manera gradual, cada vez más, surgieron a la vista las implicaciones más cabales de la tesis de habilitación de Riemann. Las implicaciones ontológicas del tratamiento de Riemann de las funciones abelianas son cruciales.

Los resultados asumieron los siguientes rasgos cruciales.

La sección final de la tesis de habilitación de Riemann nos confronta con evidencia que conduce hacia el descreimiento en la noción popular de la percepción sensorial. La evidencia que existe en apoyo de su argumento ahí, obliga al profesional pensante a entrar en un estado de incredulidad respecto a la presunción de que la percepción sensorial ordinaria es la forma real de organización del universo que habitamos. Al seguir el escueto y bien razonado argumento de Riemann en esa sección final de la tesis, el pensador informado e inteligente se ve obligado a considerar la obstinadamente insistente evidencia basada en hechos, de que la percepción sensorial está muy, muy lejos de ser certeza sensorial.

Entre los errores más relevantes de las presunciones populares al respecto, se encuentra lo que se presenta como la paradoja del tiempo como tal. "El tiempo como tal", cuando se trata de la ciencia física, tiene solo una escasa autoridad relativa en el dominio de las realidades físicas. El tema no termina ahí; como he desatacad, la existencia eficiente del pasado físico no desaparece cuando aparece lo nuevo.

Más bien, como he recalcado este punto en mi "Cuando los gobiernos se desmoronan", y como ha destacado Sky Shields la incompetencia intrínseca del sistema del supuesto tiempo físico de Laplace, en la primera entrega de una serie actualmente en desarrollo en Internet. Se ilustra ese punto en una secuencia nominalmente física, A, B y C. En ese caso, la existencia de B modifica A, como A' [PRIMA], que produce B ajustado como B' [PRIMA], como B' [PRIMA] define C . . ., de la manera en que ocurre este patrón, por ejemplo, en una economía física definida de manera correcta, o, en el universo en general.

Asuntos de la ciencia moderna

La ciencia moderna, en sus mejores momentos, se ha arraigado en el resurgimiento de los métodos de antecesores antiguos tales como Arquitas, en su descubrimiento del método de duplicar el cubo, como por el método de Platón, y por las demostraciones de Eratóstenes, quien entre otras genialidades, midió el tamaño de la Tierra desde una posición de observación en Egipto. La práctica competente de la ciencia moderna se centra, en sus propios orígenes especiales, tanto en el trabajo pionero de Brunelleschi, quien utilizó la catenaria como un principio de la ciencia física, y, principalmente, el Nicolás de Cusa cuya De docta ignorantia (1440) proporcionó la iniciativa para todos los logros realmente competentes, tales como los de Leonardo da Vinci, Johannes Kepler y Godofredo Leibniz. Esto mostraron ellos en su desarrollo de un método para un cuerpo competente de la ciencia moderna cuyos logros ahora se marcan, de manera más notable, por la obra de los seguidores de Bernhard Riemann y V.I. Vernadsky.

Esos métodos modernos empleados por una ciencia válida, encuentran su oposición, principalmente, en los legados del antiguo Aristóteles y el empirismo moderno de ese revisionista neoaristotélico Paolo Sarpi, quien fuera el fundador de lo que llegó a ser el liberalismo británico moderno de obras tales como La teoría de los sentimientos morales de 1759 de Adam Smith, y de tales como el lacayo de lord Shelburne, Jeremías Bentham, como en la notoria Introducción a los principios de la moral y legislación de 1781 de Bentham.[6] Ejemplos que vienen al caso incluyen el caso del notorio lord Palmerston, cuyas oficios adoptaron y controlaron la carrera de Carlos Marx en Gran Bretaña a través de la "Joven Europa", y la creación de la Confederación de EU mediante la ayuda de los canales del Giuseppe Mazzini de Palmerston, conocido como el mismo Mazzini que controlaba la sucursal de la "Joven Europa" que también se conocía como la "Joven América". [7]

Para entender los aspectos hoy pertinentes de ese marco de las actividades de Carlos Marx en la Gran Bretaña de Shelburne, de Bentham y de Palmerston, el historiador debe desarrollar una comprensión competente de la manera en que se aplica el protocolo de los métodos de inteligencia británica. Los hechos sobre lo que devinieron operaciones imperiales británicas, desde el tiempo de la accesión de Guillermo de Orange hasta el momento actual, nos alertan para que reconozcamos que las operaciones de inteligencia británica y operaciones relacionadas no están tanto bajo la dirección de la monarquía, sino por el hecho de que la monarquía la dirige lo que se puede identificar justamente, por comodidad, como las operaciones de inteligencia del imperio, principalmente en operaciones a nombre del control monetarista del imperio y de la monarquía por igual.

Desde la invasión de las Islas Británicas por Guillermo de Orange, con base en Holanda, del Nuevo Partido Veneciano, y la victoria de sus sucesores contra Europa continental durante la llamada "Guerra de los Siete Años" de 1756-53, había habido una nueva reencarnación de la tradición del Imperio Romano original que ha dominado Europa y sus guerras hasta la fecha. Las naciones de Europa continental, hasta ahora, no han comprendido lo que realmente es el imperio británico, ni han congregado los medios para resistir ese imperio británico de manera exitosa, ya sea en el exterior o desde dentro de ese sistema. Mientras tanto, incluso nuestro propio Estados Unidos se ha corrompido casi más allá de lo que nuestros patriotas puedan creer, por la influencia de tale métodos británicos, como desde el asesinato del presidente John F. Kennedy.

De este modo, dentro de nuestro Estados Unidos de América, por ejemplo, Wall Street y su complemento en Boston son emblemáticos de un sistema de control británico, de modo sustancial, sobre Estados Unidos, que se ejerce a nombre del interés imperial británico. El presidente Barack Obama no inventó esa política de la práctica como secuaz británico; más bien, los requerimientos percibidos de esa política inventaron su papel como secuaz británico. El imperio engendró la monarquía británica, y la monarquía británica, bajo órdenes de la autoridad superior del imperio, engendró la criatura patética conocida como el presidente Barack Obama.

La razón para mencionar, aquí y ahora, asuntos como éstos que se acaban de presentar aquí, es que el mundo en su conjunto se controla esencialmente mediante conspiraciones de arriba abajo, lo que hace que cualquier hombre sabio se pregunte qué tipo de tonto crédulo (o mentiroso, a secas) creería, o fingiría creer cualquier cosa en contrario. Como otrora escribiera la compañía automotriz Packard, con ironía no intencionada, "Pregúntele al hombre que es dueño de uno".

Maquiavelo sobre la estrategia

Nicolás Maquiavelo sigue siendo aún hoy, en efecto, un factor decisivamente significativo en la conformación de una historia de la civilización europea moderna extendida al orbe. Hay que caracterizarlo como emblemático de los personajes modernos a los que nunca se les ha perdonado, por sus virtudes y por sus decisivos logros de hecho que de ellas fluyeron.

Maquiavelo fue, en esencia, uno de los frutos del gran concilio ecuménico de Florencia, y por tanto uno de los adherentes de entre los seguidores de la influencia de Nicolás de Cusa y de los seguidores del propio Cusa, tales como Leonardo da Vinci. Apareció como figura importante de su tiempo por la atención con la que contó por haber sido un ex funcionario de la doblegada República de Florencia, cargo por el que fue victimizado, después de la caída de esa república, durante el resto de su vida. Sin embargo, sus escritos llegaron a ser muy influyentes por toda Europa, tanto con amigos como con enemigos, escritos que forjaron aspectos cruciales del siglo 16 durante su vida, y también mucho después de su muerte; esto fue cierto tanto a pesar, como a causa de que su influencia e intenciones en tanto letrado clásico en la gran tradición del Renacimiento, se hizo sentir fuera de los límites, más tarde, de los dos partidos contendientes de finales del siglo XVI después de su muerte, y así fuera de la crisis del Concilio de Trento, sumido en crisis, y sus secuelas, en el papel de Maquiavelo de no ser partidario ni de Aristóteles ni de Paolo Sarpi.

Nominalmente, Maquiavelo se ha llegado a considerar como uno de los fundadores principales de una estrategia militar específicamente moderna, valoración formalmente cierta, pero también desorientadora en sus implicaciones a menudo supuestas entre los tipos más comunes de lectores presuntamente cultos en siglos posteriores. No hay que culpar a Maquiavelo por la confusión respecto a su naturaleza, ni entonces ni ahora. Más bien, la confusión sobre ese punto es, en sí, de significado extraordinario para comprender las más decisivas de las sandeces del pensamiento estratégico de pueblos y sus gobiernos hasta cierto momento durante el siglo que acaba de concluir. Por las implicaciones específicas de ese punto es que se tiene que incluir el tema de Maquiavelo, como lo he hecho, en este informe.

Su verdadero significado, aún hoy, está en el hecho de que fue cierto tipo de personaje histórico que analizó el mundo que conocía, y lo conocía bien. Entendió el sistema del antiguo imperio romano y sus expresiones que continuaron, las cuales -como su sucesor existente en la actualidad, el Imperio Británico- los historiadores en general y los estadistas destacados del mundo aún hoy entienden muy pobremente. Hoy en día, recientemente, el aspecto más interesante de sus múltiples competencias, ha sido su atención al asunto del tema de la guerra. Sobre esto último, la guerra, había sido muy respetado como fuente, por lo menos hasta tiempos recientes, aunque, irónicamente, había sido malentendido más visiblemente por los militares y profesionales afines en el mundo que lo han admirado. Los otros aspectos de su vida y naturaleza se revelan de la manera más patente desde la perspectiva de comprender la opinión equivocada que se encuentra entre sus admiradores.

Los asuntos militares y temas relacionados han tenido un carácter curiosamente doble. Por un lado, la cuestión de cómo librar y ganar guerras; por el otro lado, la verdadera razón de la importancia de evitarlas. Muchos especialistas hoy destacan la importancia de evitar las guerras; pero casi ninguno de ellos son proclives a recalcar la verdadera razón, como lo hicieron tanto el presidente John F. Kennedy como su asesor militar más importante, el general Douglas MacArthur, para evitarlas.

Sobre este tema, hay que señalar lo siguiente.

El razonamiento defectuoso en asuntos relacionados con el arte de gobernar y afines, da por supuesto que el hombre es un ente conocido al cual simplemente se le han añadido las cuestiones de conflicto militar a un lugar común tipo "noción establecida" respecto a lo que, para muchos, es la naturaleza congénita de la especie humana. Lo que se requiere, en lugar de ese prejuicio, es un discernimiento con respecto a la manera en que la guerra, y la amenaza de guerra, en realidad define la naturaleza de la humanidad de una manera general y envolvente. Esa razón, la razón más profunda para evitar la guerra, es que su causa principal no es ninguna cuestión de agravios honestos, o ambición, o cosas parecidas.

El motivo es que la guerra es el arma secreta mediante la cual, la forma de imperialismo que se remonta al llamado "principio oligárquico", ha utilizado la guerra entre las partes de la asamblea imperial como el medio principal para controlar el tamaño y otros aspectos de los componentes de la configuración imperial. Las guerras entre esas naciones de Europa que en realidad son vástagos de un imperio común, es una modalidad de guerra que ha sido el eje principal de guerras terribles, y terriblemente prolongadas, entre naciones, una tradición en quienes han sido, principalmente, súbditos comunes del mismo sistema imperial de los monetaristas.

Tómese así el caso de la idea errada de la guerra bajo las fases sucesivas de lo que originalmente fue la conducción de guerras bajo el Imperio Romano, y también sus sucesores europeos, hasta el momento actual del imperio británico de hoy.

A pesar de los reveses, orquestados por Venecia, a lo que habían sido por un tiempo las iniciativas del gran concejo ecuménico de Florencia, la obra de Nicolás de Cusa perduró como una influencia poderosa -como se ejerció en mí, por ejemplo- hasta el momento actual. Uno de entre los productos secundarios más significativos de esa influencia había sido el ascenso del papel de Nicolás Maquiavelo en movilizar la oposición al partidismo habsburgo dominante de su época. Éste ha sido un factor, desde ese momento hasta casi el momento actual, a pesar de los esfuerzos difundidos, pero al final de cuentas fútiles, por negar el hecho del efecto de Maquiavelo en su época, o el efecto en el pensamiento estratégico, o en la falta del mismo, en la civilización europea moderna, aún hasta hoy.

El hecho de que persista la influencia continuada de su obra, aún hoy, de ninguna manera es misterioso para quienes en realidad han entendido el principio común bajo el cual se han de definir en común tanto las grandes composiciones artísticas clásicas, como los descubrimientos de los principios físicos universales de la ciencia. Cualquier principio verdaderamente universal, como el principio que se expresa como el descubrimiento de un principio universal de la ciencia física, es funcionalmente inmortal por su misma naturaleza aún radiante. Ya sea que se comprenda correctamente ese principio o no, lo que ha sido el descubrimiento creativo de un principio físico de verdad universal sigue actuando en generaciones futuras de la sociedad, mucho después de que ha fallecido el descubridor efectivo de un principio. Lo mismo es cierto para las grandes composiciones clásicas, como en la música y otras.

La falta de discernimiento usual en cuanto a ese hecho que se acaba de mencionar, respecto a lo que son verdaderamente descubrimientos de principios físicos universales y principios relacionados, recibe una expresión particular en los principios que subyacen al genio expresado de Maquiavelo.

En lo que a esto atañe, su papel ha seguido siendo un factor incorporado muy a fondo en la cultura de la civilización europea extendida al orbe, hasta el momento actual. Aun cuando algunos han dado como un hecho que su trabajo ha sido neutralizado, los efectos de lo que había logrado siguen siendo un componente esencial del pensamiento estratégico europeo moderno, hasta la fecha. Éste ha sido así, porque su influencia se ha situado en el dominio de las controversias sobre temas de principios, en vez de meras tácticas.

Para despejar algo de la neblina que circunda la idea usual del carácter y la obra de Maquiavelo, hay que decir lo siguiente.

En este respecto, el error más común de presunción entre las facciones contendientes que libran la guerra entre sí, ha sido el supuesto de que están librando una guerra para derrotar a un enemigo, cuando de hecho la mayoría de las guerras ha sido por el gusto de un gobernante imperial de muchas naciones de un sistema monetarista común. Los imperios han usado las guerras para inducir a quienes se les embauca para librarlas, a derrotarse a sí mismos, de la misma manera en que la advertencia de Bismarck contra la venidera guerra mundial identificó el "principio" de la estafa angloholandesa ("el Nuevo Partido Veneciano") conocida como "la Guerra de los Siete Años" del siglo 18.

Como el público para las matanzas en las arenas romanas imperiales, que había admirado tales tonterías inmorales como ese tipo de guerra, las víctimas en el pozo se mataban unas a otras, como se decía, a manera de "deporte". Otros pensaban que era para entretener al emperador y al populacho. Quienes entendieron el juego sabían, como lo había advertido San Agustín de manera explícita, que tales juegos en la arena usaban al público en la arena para inducir a la masa de ciudadanos, desde los rangos más altos a los más bajos, a degradarse a sí misma a jugar un papel reafirmado y frescamente apasionado como tontos ilusos del imperio en tanto sistema.

Mira al pasado hacia la figura de Maquiavelo en esos términos de referencia a ese trasfondo. La demolición de la República de Florencia fue el medio para destruir el Renacimiento, como se muestra en el caso de los Medici como bobos, por su parte en la destrucción del principio de gran concilio ecuménico de Florencia, que se hizo a favor de regresar a la reconstrucción del viejo imperio romano en una forma moderna del siglo 16, conocida como las guerras religiosas de 1492-1648.

Dicho eso aquí sobre el propio Maquiavelo, la cuestión de "¿quién es el verdadero enemigo?" sigue irresoluta entre los gobiernos y poblaciones generales de hoy. Quizás aborrezcan sus efectos, pero de manera repetida abrazan las causas de lo que han llegado a odiar, como en la innecesaria y ruinosa guerra en Indochina que se hizo posible con el asesinato del presidente John F. Kennedy.

La cuestión que obviamente es necesario preguntar de manera repetida, es: "¿Por qué ha sido la gran mayoría de las poblaciones de las naciones tan a menudo, tan estúpida de esta manera? ¿Tan monstruosamente estúpida, tanto en su comprensión de la realidad como en su falta de comprensión competente de sus propias pasiones descarriadas?"

Algunos dirían, especialmente los más estúpidos o simplemente los más malvados de todos, que una forma imperial de "gobernancia", en lugar de las soberanías nacionales, es el remedio para la guerra. Al contrario, de hecho es la política y práctica más eficiente para desatar el genocidio en contra de una población que una oligarquía pasajera se imagina que ha llegado a ser demasiado numerosa, como en el caso del finado hombre más malvado del siglo 20, Bertrand Russell, y su semejanza real, el príncipe Felipe de la casa imperial británica.

Cuando la "enfermedad verde" de inmensas reducciones de población, mucho mayores que el alcance de las orgías de Adolfo Hitler, se presenta ahora en un redoblamiento, y más, del número de víctimas de los crímenes de Hitler, como en la región transatlántica en contra de las víctimas en África hoy, la pregunta de si la especie humana ha retenido la aptitud para sobrevivir surge en la más grande de todas las presentaciones eméticas: "Una humanidad que sigue los pasos del príncipe Felipe y de Bertrand Russell, o del títere real británico o de los admiradores del presidente Barack Obama, ¿ha sido en realidad apta para sobrevivir?"

Maquiavelo había expresado y había entendido esa cuestión, como en su El arte de la guerra.

¿Cómo podría llegar a ocurrir esto en lo que, asombrosamente, se llama la "civilización moderna"? Pregúntales a los liberalmente depravados que han caminado los pasos de Adam Smith y Jeremías Bentham.

Cierto: no todas las guerras son innecesarias. El presidente Franklin Roosevelt lo había entendido; su sucesor, para mala fortuna de todos nosotros desde entonces, era de una opinión directamente contraria, al igual que Winston Churchill y el genocida e intelectualmente baboso Bertrand Russell, así como el zaceoso petulante de Winston Churchill.

Las maldades del liberalismo

La mejor cosa que se pudiera decir del liberalismo, es que se trata de una conducta esencialmente inhumana, o, de manera alternativa, que es menos que realmente humana. El argumento que ha de presentarse en respaldo de ese juicio es el siguiente.

Aristóteles le había impuesto ciertas presunciones arbitrarias a sus creyentes, como se expresa eso acertadamente en las presunciones a priori de los Elementos de Euclides. El liberalismo de Sarpi había separado a esa nave frágil de sus ataduras. Donde Aristóteles había profesado tener conocimiento de verdades, Paolo Sarpi había insistido que no hay ninguna realidad en las creencias que el liberalismo le impone a la masa de la gente de las naciones. Adam Smith, como en su Teoría de los sentimientos morales de 1759, había insistido en esa política de manera muy explícita, y también con especificaciones suficientemente detalladas como para no dejar duda alguna respecto a la intención de esa instrucción, instrucción que pretendía que se encontrara entre las víctimas dispuestas representadas tanto por los contemporáneos de Smith, como por las víctimas necias entre los miembros de su posteridad.

Eso se ha vuelto la opinión liberal de esa posteridad embelezada de Smith, y ha persistido como tal.

Smith reduce las opciones permisibles de los miembros habituales de la sociedad a una forma de conducta cuyas premisas no permiten ninguna libertad para que la gente ordinaria conozca la verdad. Lo único que se permite es el privilegio de sentir el dolor o el placer, o una combinación de los dos de acuerdo al reinado de un implícito chuzo para el ganado en un imperio del "¡ay!"

El resultado es lo que se receta como una "opinión popular" inducida de los intelectualmente entumecidos. Se conoce de otra manera como lo que se induce como el éxtasis bobo de la "opinión popular".

A menudo, se le llama "libertad política".


II. Justo a tiempo


Hay una razón implícitamente disponible en todo esto, a pesar de lo que de otra manera podrían sugerir las apariencias.

Como he destacado arriba, desde el comienzo de esta presentación, hay lo que se puede denominar, tanto de manera apropiada como a menudo meramente por comodidad: un acceso disponible a la razón, que se halla en las lecciones que se encuentran entre los escombros de lo que está implícito en la condición que ahora empeora de la mayoría de los gobiernos de la región transatlántica. Los que algunos desearían identificar como el "truco" requerido mediante el cual se puede asegurar nuestra libertad real, más bien reside en la totalidad de nuestra experiencia de lo que es el verdadero progreso científico que se entrevé para cada uno y todos nosotros. Si ése no es el caso en la actualidad, como debería serlo, eso nos deja con nada tan importante para nosotros hoy como buscar y disfrutar los nuevos descubrimientos pertinentes que venzan nuestra privación.

Tenemos que descubrir tal remedio requerido a tiempo.

Como ha señalado mi asociado Sky Shields de manera muy elegante, el crimen implícito común de tales personas como el necio de Isaac Newton y el infinitamente atormentado Pierre-Simón Laplace, ha sido la presunción que el presente es la muerte de aquello que acaba de pasar en el tiempo. Desafortunadamente, el argumento de Laplace, si bien menos inelegante que las aseveraciones descaradas del abrutado especialista en "magia negra", Newton, ha proscrito el mismo principio del que depende la existencia de nuestro universo, el principio de una creatividad universal.

El principio que desatiende Laplace es lo que debería ser reconocible como un principio universal de tiempo físico, en vez de la imagen alterna de "tiempo del reloj".

El tratamiento que da Albert Einstein al universo definido por el descubrimiento singularmente exitoso de Johannes Kepler de un principio de la gravitación universal, ofrece una clave importante para la comprensión de la alternativa, a la que se le puede dar el nombre de "tiempo físico". El concepto de Einstein se hace más claro al pensar detenidamente las implicaciones de lo que él identificó como la noción de un universo "finito, pero no limitado". Ese término apunta hacia un concepto físico que es el de una cualidad universal, en vez de una cualidad meramente matemática.

Dicho de otra manera: no se puede atribuir aquí ninguna imputación de algún tamaño del universo, sino más bien de la densidad creciente del proceso continuo de creación universal. Debe parecer que la vara de medir del universo se sigue encogiendo, pero a ritmos que varían. Probablemente no podremos hacer más para obtener respuestas finales, que solo abrigar la esperanza de poder inferir su edad. Todo esto es tolerable, si reconocemos que podemos disfrutar el paseo sin la aprehensión de un destino final.

Ningún enfoque en la actualidad nos sirve mejor al respecto, que mi propia ciencia favorita, mi amada especialidad profesional, la ciencia de la economía física. Hay algunas ilustraciones relativamente más convenientes del punto. La cuestión del tiempo es clave para un sistema de comprensión que elimine la agonía innecesaria de lo que supuestamente fue un Laplace demoníacamente atormentado, quien, por cierto, ¡no era ningún Atlas legendario!

Por lo tanto, regresemos a las dudas de Einstein y Max Planck respecto a la precisión -o, más bien, imprecisión- presuntamente demoníaca del "tiempo". Hay una falacia doble en la noción de Laplace y de prácticamente todos los que comparten las perversiones religiosas del reduccionista, especialmente esos necios que balbucean interminablemente sobre la leyenda de un universo finito y la tonta "Segunda Ley de la Termodinámica".[8] El progreso no "agota" el progreso; mas bien, la alimenta.

La gran mentira de Bertrand Russell

La "segunda ley de la termodinámica" no solo es una mentira; es de la categoría de "gran mentira". Es, como acabo de escribir arriba, una expresión del principio oligárquico, como se asocia con el culto al Zeus olímpico de la Trilogía de Prometeo de Esquilo, con Bertrand Russell del imperio brutánico, y con el Nuevo Partido Veneciano de tipo liberal angloholandés del príncipe promotor del genocidio, Felipe (y el finado príncipe Bernhard), que vino a conocerse comúnmente como el imperio británico moderno. El programa "neoveneciano" de ese imperio, como el de Guillermo de Orange de ese partido, ha sido el de mantener la condición de las clases marginadas tan brutalmente descalzas, embarazadas y regularmente abaleadas; la muerte de las clases marginadas es el precio que esas clases deben pagar, como lo planteó Russell, para que la clase marginada así condenada "pudiera procrear más libremente".

Si fuéramos a educir la causalidad sujeta a leyes en base al patrón de desarrollo de especies vivientes, cada especie que no se desarrolla en la construcción de un orden superior de especies vivientes que la que había existido previamente, está condenada de antemano a una extinción probable, de la manera en que la especie llamada "humanidad" estaría condenada a un estado de presteza para el tipo de extinción que otrora se les otorgó a los legendarios dinosaurios, a no ser que evite la extinción implícita en las políticas favorables al genocidio de tales como Tomás Malthus, Bertrand Russell, y los príncipes Felipe y Bernhard.

Es posible que actualmente estemos, de hecho, justo a tiempo para prevenir que la especie humana desaparezca como ocurrió con los legendarios dinosaurios, a no ser que procedamos con esfuerzos emblemáticos, como no solo la proliferación de la fisión nuclear, sin también de la fusión termonuclear, y a órdenes superiores de densidad relativa de flujo energético por encima y más allá de eso.

El principio, a tiempo

El error más obvio en la perspectiva chiflada de Laplace es que carecía de todo concepto de la interdependencia inextricable del concepto del tiempo y de la creatividad, que se combinan en efecto como la principal "fuerza" de cambio en el universo.

Como lo habían considerado ya en su tiempo los círculos de tales como Max Planck y Albert Einstein, la descripción de la realidad en términos de las categorías respectivamente distintas de tales categorías nominales como "espacio, tiempo y materia" es a la vez un mito y en efecto un desastre en acecho. Solo hay una base ontológica, en la que el "tiempo" es una expresión del principio activo de la creatividad per se sobre el cual se fundamenta, en el hecho de la práctica, todo el edificio de la existencia. El tiempo, cuando se le considera como un principio físico de acción, es la métrica de la creatividad universal que ha de conocerse de otra manera como un concepto universal de antientropía física.

La métrica del tiempo es la simultaneidad de combinar la transformación del pasado, con la extensión al futuro. En otras palabras, un principio universal del tiempo físico.

De hecho, ese principio ya se descubrió, por lo menos dentro del dominio de una realidad física reconocida. El problema por resolver es la costumbre que insiste en negar la necesidad de un progreso ontológico, que determina conforme a leyes, como el principio unificador del universo.

Nada demuestra esto de manera más clara que la evidencia arraigada en una verdadera ciencia física del progreso científico humano en términos de principios educibles de economía física. El problema es que la versión oligárquica de la sociedad procura impedir que esta realidad se convierta en lo que la evidencia decisiva proclama como un hecho científico consumado.

Se puede decir justamente que el Zeus olímpico es el "nombre artístico" de Satanás, un Satanás cuyo domicilio local entre nosotros es "Wall Street", el lugar donde caníbales rinden culto en una ceremonia que se describe justamente como "comer a nuestros hijos" y, sin duda, a sus abuelos también.

El tiempo, una y otra vez

En la ciencia física de la economía, el pasado existe en los cambios efectuados sobre él por un presente que exige su sucesor propio, el futuro. Denominamos a este proceso tiempo, que es una variable. Esa variable ha de medirse como creatividad. Por creatividad deberíamos querer decir, una cualidad de progreso congruente con aumentos de lo que denominamos "densidad de flujo energético".

Como lo atestigua el registro conocido de la vida durante los 500 millones de años más recientes de nuestro planeta, el principio general del ritmo variable de progreso llamado tiempo (es decir, tiempo físico), ha de reconocerse en términos de especies de existencia de un orden superior de existencia y organización.

La existencia continua de la especie humana, ha de contrastarse con todas las otras especies conocidas de vida, como en términos de progreso a estados superiores. Todas las especies están obligadas a obedecer ese requerimiento. La humanidad representa la opción de la creatividad a voluntad, que significa la capacidad a voluntad de escoger acciones que no están predeterminadas por el estado de la naturaleza que se desenvuelve actualmente, sino como una solución que las formas de expresión inconscientes de aumento de la creatividad universal, no son capaces de escoger.

Tal es el destino de la humanidad. Hemos llegado a un punto de crisis, en el que ahora le toca a la resistencia al progreso por parte de los intereses oligarcas, una gran barrida del tipo de acontecimiento que puso fin al reino de los dinosaurios.

Notas

[1] La filosofía de cierta "nueva era de tinieblas" abismal de nuestro pasado.

[2] Lázaro Carnot, el Autor de la Victoria, ganó la guerra para Francia contra los oligarcas invasores que habían ocupado a Francia. El concepto de guerra de Napoleón perdió a Francia. No hay que confundir ganar batallas con ganar naciones.

[3] EIR, 20 de mayo de 2011, ó http://archive.larouchepac.com/node/18204.

[4] Es un asunto pertinente del registro histórico que el 11 de abril de 2009 yo presenté un estimado de las características del presidente Barack Obama, que ha sido totalmente vindicado hasta el momento actual. Esas figuras públicas que cuestionaron esa caracterización tienen poderosas, y actualmente dolorosas, razones de conciencia para hoy aceptar mi caracterización del 2009. Si Obama no estuviera mintiendo, la evidencia sería de su enfermedad mental.

[5] Existe una diferencia crucial entre ver una foto de un bistec, y la experiencia de comerlo. Parece que los formalistas nunca han comprendido las implicaciones de verdad ontológicas del descubrimiento de las funciones abelianas por Lejeune Dirichlet y Bernhard Riemann. La dificultad que esto le presenta al formalista matemático común se demuestra, como Sky Shields lo ha planteado, por el error vicioso de confundir el tiempo físico con el "tiempo del reloj".

[6] Bentham llegó a ser el principal oficial de inteligencia para lo que lord Shelburne había fundado en 1783 como la Cancillería británica. Bentham (de la división de "trucos sucios" de la Cancillería) manejaba a los trampistas y a sus trucos, como el traidor Aaron Burr y la fundación del Banco de Manhattan de Burr. El asesinato de Alexander Hamilton a nombre de los intereses de la Cancillería británica es ejemplar, como lo fue el papel de Bentham en la orquestación del "terror" en Francia.

[7] Mazzini nombró públicamente a Carlos Marx como el jefe de lo que ahora se identifica como "la Primera Internacional Comunista". Marx aparentemente no estaba conciente de que había sido un agente de las operaciones de inteligencia de Palmerston durante toda la carrera de Marx en Inglaterra.

[8] La totalidad de la evidencia biológica del desarrollo de formas de vida durante los últimos 500 millones años de nuestra Tierra, de manera consistente es de un patrón antientrópico todo el camino hasta el instante actual. A saber, no hay evidencia pertinente para respaldar una llamada "Segunda Ley". De hecho, el origen de esa patraña se ha de reconocer como el infame "principio oligárquico" asociado con los ucases del Zeus olímpico y cosas parecidas.