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La colonización de Marte, motor del nuevo orden económico internacional

Resumen ejecutivo, 1 de mayo de 1987
EIRNS
Lyndon LaRouche (al micrófono) se dirige a los participantes de la conferencia conmemorativa del 20o aniversario de la encíclica papal Populorum Progressio, en Lima, Perú. La manta al frente del estrado reza, “Desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, Paulo VI.

Discurso del precandidato presidencial demócrata Lyndon LaRouche en la conferencia celebrada en la ciudad de Lima, Perú, el 4 de abril de 1987, en conmemoración del vigésimo aniversario de la publicación de la encíclica Populorum Progressio, del Papa Paulo VI.

Fue hace 41 años, en la India, cuando por primera vez me comprometí a la justicia económica para con las que hoy llamamos “naciones en vías de desarrollo”. Desde que me convertí en personalidad política internacional, hace ya más de doce años, he compartido con mis colaboradores de las naciones no alineadas, entre otros, sus esperanzas y derrotas en nuestra lucha común por esta justa causa. Los acontecimientos más recientes me permiten esperar que, si vivo, por fin veré la victoria, en el año que viene o en dos años.

No hay garantía de que tengamos éxito, pero la correlación de fuerzas y circunstancias a favor del éxito es hoy bastante superior a cualquiera que haya existido en los últimos 40 años.

Una de las diferencias clave es que hoy el mundo resbala con rapidez hacia el borde del mayor desplome bancario internacional de la historia. Ciertos medios dirigentes estadounidenses calculan que el desplome bancario internacional ocurrirá en el tercer trimestre de este año. El que ocurra entonces, o antes, o después, depende de decisiones políticas que aún no se han tomado. Puesto que no sabemos por adelantada exactamente qué decisiones políticas se tomarán, no podemos pronosticar con exactitud cuándo ocurrirá el desplome financiero internacional. Solo sabemos que es muy probable que el desplome ocurra muy pronto.

Ya en más de 31 estados de Estados Unidos, el grado de destrucción de la agricultura, la industria y los ingresos ha llegado a extremos que se vieron por última vez a mediados de la Gran Depresión de los treinta. En Gran Bretaña es peor aún. En el continente europeo occidental, de seguir el ritmo actual de destrucción de la agricultura y la industria, esos países pronto llegarán al mismo nivel de depresión económica que hay actualmente en mi propio país.

La importancia política de estos hechos es que la combinación de un desplome bancario internacional y la depresión que se agudiza en mi país y en Europa occidental significa que la política económica y bancaria de los últimos 20 años se vuelve sumamente impopular en esas naciones industrializadas. Si bien muchos gobiernos, y también medios financieros, gritan que hay que salvar al sistema del Fondo Monetario Internacional (FMI) a toda costa, no hay forma en que pueda salvarse el sistema del FMI por muchos meses más. Está condenado a desaparecer más bien pronto. Cuando desaparezca, la mayoría de la población de la mayoría de las naciones industrializadas exigirá un nuevo sistema, más o menos con tanta pasión como lo demandan hoy día los patriotas de América Central y del Sur.

La transición a un orden económico justo no ocurrirá sin batalla.

En los doce años pasados, mis amigos y yo hemos visto derrocar gobiernos que lucharon por esa transformación, y asesinar jefes de Estado por la simple razón de pensar como nosotros.

Hay bancos, y mandaderos socialdemócratas de esos bancos, que hacen cuanto pueden políticamente para tratar de destruirme de alguna manera, aún en mi propio país. Esos bancos y sus mandaderos socialdemócratas son el llamado “gobierno secreto” que ha puesto al descubierto el gran escándalo reciente de mi país. Que conste; son asesinos.

Estos mismos enemigos míos son los enemigos de todos los gobiernos y personas destacadas que pugnan por un orden económico justo. Estos mismos enemigos míos están movilizados en grande en este momento contra el Papa Juan Pablo II, en parte porque consideran que Populorum Pregressio y el reciente documento de la Comisión de Justicia y Paz coinciden con la política del gobierno de Perú y las acciones recientes del gobierno de Brasil. Estos poderosos enemigos míos fueran capaces de destruir naciones enteras con tal de mantener el viejo sistema. No debemos subestimar la maldad ni el poder de los opositores de estos cambios indispensables.

En los últimos 40 años han surgido en Sudamérica varias peleas importantes por la justicia económica internacional. Lo más que nos habíamos acercado al éxito, hasta los acontecimientos más recientes, fue bajo la influencia del Presidente Juan Domingo Perón, de Argentina, en la década que siguió a la última guerra mundial. Después de eso, el principal esfuerzo fue el que puso en marcha la encíclica Populorum Progressio, de 1967, del Papa Paulo VI. En los últimos doce años he visto dos grandes esfuerzos en pro de esta causa en Perú: los esfuerzos del período 1974 – 1975, y el movimiento por la misma causa entre los principales herederos del memorable Haya de la Torre.

En el mundo en general hemos visto, en los últimos doce años, dos grandes iniciativas nacidas en el seno de la organización de naciones No Alineadas. La primera, en los año de 1975 y 1976, condujo a la resolución adoptada por los No Alineados en su reunión de agosto de 1976 en Colombo, Sri Lanka. En cosa de un año, varias de las figuras de relieve que apoyaron esa resolución fueron derrocadas del poder, entre ellas Indira Gandhi, de la India, y la señora Bandaranaike, de Sri Lanka. En 1983, bajo el liderato de la señora Gandhi, nuevamente adoptaron los No Alineados una resolución similar, lo que condujo al asesinato de la señora Gandhi, a manos de fuerzas que operaban con apoyo político de esa agrupación asesina de banqueros y socialdemócratas identificada como el “Proyecto Democracia” en el curso del gran escándalo actual en Estados Unidos.

Cada nación en vías de desarrollo que se atreva a plantear la causa de las relaciones económicas justas entre los Estados, sabe que al luchar por la justicia para su propia nación se expone al asesinato de sus dirigentes políticos, ordenado desde el exterior, y a perpetuos intentos de organizar golpes de Estado contra el gobierno que haya ofendido a la amalgama de banqueros y socialdemócratas que simboliza el nombre del “Proyecto Democracia” en las actuales investigaciones oficiales de la corrupción en medios encumbrados de Estados Unidos.

Ahora, tenemos un nuevo peligro. Desde hace quince año, quizás, o más, se ha propagado silenciosamente la epidemia más mortífera que jamás haya conocido la humanidad. Esta enfermedad se llama SIDA: no se trata de un solo tipo de virus; es una enfermedad que evoluciona rápidamente y aparece constantemente en formas nuevas, amenazando transmitirse por vías nuevas. Los mejores cálculos son que el número de individuos en el mundo infectados con esta enfermedad se duplica cada 8 a 12 meses. Que sepamos, hasta ahora, la enfermedad es fatal a un plazo de entre unos pocos años y tal vez hasta 15 años a partir del momento de la infección.

Como resultado de agregar esta nueva epidemia a otras condiciones de hambre y enfermedades, mínimamente una nación del África negra está condenada a la extinción biológica en el plazo de unos 10 años. De aquí a unos 10 años, el 80 o 90 por ciento de la población de esa nación estará o muerta o infectada. Al ritmo actual, dentro de dos décadas o poco más, la mayoría de la población del África negra, desde el Sahara hasta el Cabo de Buena Esperanza, pudiera estar en condiciones parecidas. La totalidad del sector en vías de desarrollo está amenazada en forma parecida, a menos de que se tomen muy pronto las medidas necesarias. América del Norte y Europa occidental están amenazadas de igual suerte, quizá una década más adelante que las naciones en vías de desarrollo.

En este momento ningún gobierno del mundo puede prometer vacuna o cura para esta enfermedad en menos de 10 años. A menos de que se tomen ahora mismo medidas de salud pública muy necesarias, y muy costosas, para frenar el avance de la infección, la cura pudiera llegar ya demasiado tarde para salvar a la mayoría de la población del mundo. Otras fuerzas poderosas, tales como los maltusianos del Club de Roma y el Banco Mundial, fanáticos de la reducción de la población, se oponen a combatir la enfermedad porque esperan que esta reduzca la población mundial a la quinta parte de su magnitud actual, y hasta menos. Sin recursos nuevos, y sin transformaciones políticas que sólo un orden económico internacional justo puede proporcionar, la existencia misma de la especie humana es ahora muy precaria.

Tenemos que ganar la lucha por un orden económico justo, y ganarla ya. A menos que nos unamos en la lucha por el cambio, perderemos. No obstante, nuestras posibilidades de ganar hoy la lucha por la justicia económica son mucho mejores que en cualquier momento de los últimos 40 años.

Supongamos, momentáneamente, que en algún momento de los meses venideros vamos a ganar la pelea por un orden económico internacional justo. ¿Qué haremos con esa victoria? ¿Qué clase de mundo construiremos para que lo disfruten los nietos de la gente más joven que se encuentra hoy en este salón? La mejor prueba de un programa que pueda elegir actualmente un gobierno es pensar concienzudamente en el efecto de ese programa al cabo de dos o tres generaciones.

Hace algunos años, mi esposa me invitó a hablar en una conferencia internacional en memoria de un preciado amigo nuestro, el científico espacial Krafft Ehricke. Krafft había dedicado la mayor parte de su vida a llegar a la Luna e industrializarla, y consideraba que el desarrollo de la Luna es un paso intermedio indispensable para la colonización de Marte para una fecha concreta y viable. Más o menos un año más tarde la Comisión Espacial de Estados Unidos adoptó un programa similar de colonización de Marte.

Si salimos de la actual crisis financiera internacional, Estados Unidos pondrá en marcha el proyecto de colonización de la Luna y Marte, con la participación de otras naciones. Yo me comprometo con su Presidente, que el Perú así como Argentina, Brasil, México y otros países de este hemisferio, serán invitados a participar. Si se financia ese proyecto, determinará el tipo de cambios que ocurrirán en todas las partes de la Tierra en los siguientes 50 años o más. Determinará las posibilidades tecnológicas del Perú en los siguientes 40 o 50 años. Yo estoy demasiado viejo para vivir hasta ver la colonización de Marte, pero confío que el Presidente Alan García si la verá. Elabore paso a paso, todos los pasos que debemos dar, a partir de la década actual, para establecer en Marte una colonia permanente. Sobre esa base, propuse: comprometámonos a iniciar una colonia permanente en el año 2017 de nuestra era. Escogí esa fecha, porque sé, basado en el conocimiento científico que tenemos hoy, que es un itinerario que podemos cumplir.

A condición de que en los meses entrantes establezcamos un orden económico internacional justos, los hijos de algunos de los más jóvenes aquí presentes descenderán a la superficie de Marte. Los hijos y nietos de algunas familias rurales más pobres del Perú de hoy descenderán a Marte. Algunos se quedarán como colonos; otros regresarán, quizá para compartir sus experiencias con algunos de ustedes, de los que están aquí hoy en este salón. Al mismo tiempo, la tecnología que perfeccionemos en cada etapa de preparación para la colonización de Marte, se usará en la Tierra para transformar la producción y la vida en la Tierra, y crear niveles de ingreso que ni la mayoría de la gente de las naciones industrializadas imaginaría posible hoy día.

Por ejemplo, con los nuevos medios técnicos, el Perú podrá transformar en agua potable el agua de mar, a bajo costo, y bombear agua fresca al interior, económicamente, para transformar algunos de sus desiertos en ricos jardines y ciudades nuevas. Dentro de unos 30 años, más o menos, cada peruano pudiera disponer de unas diez veces más de energía útil que la que hay actualmente en las naciones industrializadas. El ingreso de cada peruano sería varias veces mayor que el promedio de las naciones industrializadas más ricas hoy.

Les daré otro ejemplo de lo que puede significar la nueva tecnología aquí en la Tierra: dentro de 10 o 15 años, como resultado de diseños aeronáuticos que ya se están perfeccionando para la primera fase de la colonización de Marte, será posible volar de Lima a Washington en unas dos horas. En 25 años, o tal vez menos, la misma travesía podrá realizarse en una hora, aproximadamente.

Para darles unas cuantas ideas generales sobre este proyecto de colonización de Marte, mencionaré algunos de los rasgos sobresalientes del proyecto.

Con la actual tecnología de cohetes espaciales, el viaje de ida y vuelta entre la Tierra y Marte se demoraría uno o dos años. En el año 2017 volarán pasajeros de la Tierra a Marte en menos de dos días, en promedio, o sea más o menos el doble de lo que se toma volar de Perú a Europa hoy día. Estas velocísimas naves espaciales se impulsarán por energía de fusión; los motores de cada nave generarán mucha más fuerza que todo el actual sistema eléctrico del Perú. En otras palabras, unas cuantas centrales de energía semejantes pudieran satisfacer las necesidades eléctricas futuras del Perú. Empleando más energía de ese mismo tipo, la población peruana pudiese aumentar entre 4 y 5 veces su magnitud actual, con condiciones de vida promedio varias veces superiores al promedio actual de Estados Unidos y de Europa occidental.

En algún momento del siglo entrante, mucho antes de que la población del Perú llegue a 4 o 5 veces de su magnitud, tendremos nuevas fuentes de energía mucho más poderosas que la energía de fusión. Algunas de las investigaciones astrofísicas que realizaremos en el espacio, junto, junto a nuestra colonia marciana, nos ayudará a perfeccionar formas más avanzadas de generación de energía.

Por supuesto, tendrán que establecer en el Perú nuevos colegios y universidades, para que los jóvenes puedan asimilar la nueva tecnología. Pero con ayuda de tales instituciones educativas y de investigación científica, el Perú será parte importante de este progreso.

A algunos de ustedes puede parecerles que todo esto excede sus sueños. Les recordaré tres hechos. En primer lugar, todo lo que les he descrito se basa en trabajos científicos que se adelantan ya. En segundo lugar, lo que les describo está al alcance de los hijos y nietos de los jóvenes aquí presente. Tercero, lo que ustedes y yo hagamos hoy decidirá si los peruanos de dentro de 40 años efectivamente disfrutarán estos beneficios.

Déjenme decir lo mismo en forma un poco diferente. Todo esto está a solo dos generaciones del presente. ¿Conocen ustedes a sus abuelos? ¿Han hablado con sus abuelos sobre las experiencias sobre las experiencias que tuvieron y cómo trabajaban cuando ellos eran jóvenes? Yo tengo ya casi 65 años de edad. Estamos en 1987. El más viejo de mis dos abuelos nació hace 125 años, en 1862. Yo conocí en persona a un bisabuelo que nació hace 150 años. En mi propia vida he experimentado vastas transformaciones tecnológicas.

Cuando recuerdo a mi bisabuelo, un futuro a 40 años no me parece tan distante. Un peruano que tenga hoy 20 años de edad tendrá 60 en el año 2027. Para entonces, dicha persona deberá haber vivido todas las transformaciones tecnológicas que he descrito. Lo que haga ese individuo en cada uno de esos 40 años fugaces determinará hasta dónde habrá avanzado el Perú en la realización de esas metas. Para realizarlas, debemos comenzar ahora mismo, teniéndolas en mente como objetivo de cada año de nuestras labores.

Esto significa que tenemos que pensar en la manera de aumentar la producción física de una nación como el Perú hasta en 10 por ciento al año a lo largo de los próximos 40 años. Para sustentar el crecimiento debemos aumentar la productividad del trabajo empleado por un promedio de “no menos de 3 a 5 por ciento al año”. Eso conlleva un proceso continuo de progreso tecnológico. Requerirán cooperación de Estados Unidos, pero yo estoy resuelto a que obtendrán esa cooperación. Nuestras propias naciones y otras más, trabajando juntas para alcanzar nuestros objetivos de aquí a 40 años. Deben adoptar hoy mismo la política acertada, y progresar por ese camino año a año.

La mejor forma de escoger la política de hoy es elegir los objetivos que tenemos por posibles y deseables dentro de 40 a 50 años, y ajustar la política del momento a orientarnos paso a paso hacia esos objetivos.

Nunca acepten la idea de que ciertas naciones son ricas, y otras son pobres. Nunca acepten la idea de ser un país pobre. Nunca se conciban como personas de un país pobre. Les he pedido que vuelvan los ojos hacia las estrellas, para ver, con orgullo y confianza, lo que la mente les hace capaces de lograr. En soñar ese sueño está el potencial de su nación: el potencial de su nación es su realidad futura. Lo que será su nación en el futuro es lo que comienza a hacerse hoy.

Con una política acertada, en el marco de un orden económico internacional justo, en los próximos 40 años, ustedes pueden contribuir a que Perú pueda hacer lo que cualquier otra nación del mundo, incluso alcanzar aproximadamente el mismo nivel de vida que el de la gente de cualquier otra nación. Nunca acepten el espectáculo de la miseria humana; la miseria humana es innecesaria. Nunca acepten la idea de que el mundo está en peligro de sobrepoblación, si no es que se trata de un exceso de enfermedades y de maltusianos.

Lo que he descrito es una realidad científica. Todo lo que necesitamos es un orden económico internacional justo en unos cuantos meses a partir de esta fecha; y entonces todo lo que he descrito será el futuro de Perú dentro de 40 años, un futuro que ustedes en persona ayudarán a construir, con su labor de hoy y mañana. Que una imagen verdadera de lo que podrán hacer del Perú ustedes y sus hijos sea fuente de orgullo y confianza en nuestro esfuerzo común por construir un orden nuevo y justo entre las naciones.

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