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La actividad económica se ahoga
Gane quien gane, Brasil va al incumplimiento

por Gretchen Small

La competencia por el título de "la mayor amenza al sistema" monetario, entre la deuda japonesa, el déficit de la cuenta corriente de Estados Unidos o la burbuja especulativa de los bienes raíces, debió ser encarnizada, no cabe duda, durante la reunión anual del FMI y el Banco Mundial del 27 al 29 de septiembre. Aún así, la posibilidad de un incumplimiento de pagos de la deuda externa de Brasil, de 500 mil millones de dólares, fue uno de los temas más candentes entre los neviosos banqueros, especuladores, funcionarios gubernamentales y demás merodeadores que se reunieron en Washington.

Tan sólo el pasado 7 de agosto, el FMI había anunciado el paquete de rescate más grande jamás otorgado a país alguno, por un monto de 30 mil millones de dólares. Este paquete estaba diseñado para "apaciguar a los mercados" y mantener la solvencia económica de Brasil durante la transición e instalación del nuevo gobierno, a realizarse el 1 de enero de 2003. Los candidatos a la presidencia se vieron obligados a jurar lealtad a las condicionalidades impuestas por el rescate del FMI, incluido Luiz Inácio "Lula" da Silva, a cuyo posible triunfo se adjudica la causa de los problemas financieros de Brasil.

Siete semana más tarde, Brasil explota de nuevo y el espectro del incumplimiento ronda en Brasil. Los financieros exigen más dinero, pero mucho más, para poder saquearlo del Brasil en forma de pagos o a través de la fuga de capitales.

¿Serán suficientes 63 mil millones de dólares?

Treinta mil millones de dólares no le dan a Brasil un colchón suficiente, declaró Roger Scher, analista de la agencia inglesa Fitch, en una de las conferencias que siguieron a las reuniones del FMI y el Banco Mundial. Según sus cálculos, Brasil tendrá que apoquinar 63 mil millones de dólares en 2003 para evitar un incumplimiento de pagos. Los gobierno tampoco podrán negarse, sentenció Peter Hakim, presidente del Diálogo Interamericano. "Brasil es uno de esos países que podría desbalancear a todos los demás. El FMI no puede echarse para atrás y justificarse diciendo: `Hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance' ".

Pero ni siquiera 63 mil millones de dólares impedirán que Brasil caiga en el incumplimiento, y los banqueros lo saben. La deuda del Brasil es impagable, no importa a quién se elija presidente. Quienquiera que gane tendrá que enfrentar una crisis de una magnitud para la que ninguno de los candidatos contendientes esta preparado. A como están las cosas, Brasil podría caer en el incumplimiento aun antes de que tome posesión el nuevo presidente en enero, cuando, como en Argentina en 2001, no habrá reservas para pagar la deuda.

La advertencia de los financieros en las reuniones del FMI fue tajante: estamos abandonando Brasil y queremos fondos, ya sea del gobierno o de instituciones financieras internacionales, para cubrir nuestra salida.

La única interrogante que queda es: ¿Dejará Brasil que los acreedores y especuladores saquéen su economía hasta la médula y el país se derrumbe como sucedió en Argentin? O, ¿se impondrán controles de cambio y se declarará una moratoria a la deuda, convocando a otros países a participar en la formación de un nuevo sistema de Bretton Woods, mientras todavía pueden? Como sea, la deuda no se pagará.

El precandidato demócrata a la presidencia de EU, Lyndon LaRouche, advirtió durante su gira por Brasil en junio pasado que la totalidad del sistema financiero podría estallar en los dos o tres meses venideros, a menos que los gobiernos iniciaran una reorganización por bancarrota. Les dijo a los brasileños que lo que pasaba en Argentina era una advertencia para todas las naciones, incluido Brasil.

LaRouche sentenció que Brasil se encontraría a fines de julio ante una disyuntiva de desmoronamiento "a la Argentina". La fuga de capitales abatió al real en un 18% en julio, hasta una baja sin precedentes de 3,46 reales por dólar, y el riesgo país se remontó hasta un 24% por encima de la tasa de los bonos del Tesoro de EU. Importantes banqueros estadounidenses que operan en Brasil se reunieron con el secretario del Tesoro, Paul O'Neil, durante su visita a este país el pasado 5 de agosto, y le advirtieron que un crac en Brasil "azotaría fuertemente a los bancos y las ganancias de las firmas estadounidenses, y sus tenencias de acciones". Dos días después, O'Neil, quien antes había fustigado los paquetes de rescate como una forma de engrosar las cuentas bancarias de los funcionarios corruptos en Suiza, se refería elogiosamente al paquete del FMI.

LaRouche desestimó ese paquete como una baladronada de EU, porque no tienen idea de qué hacer. Lo último que debe hacerse, dijo, es tirarle otro "dique de dinero" a una burbuja especulativa, lo que empeora la consecuente hiperinflación. La única manera de detener el caos que se produciría con una explosión de una deuda de las dimensiones de la del Brasil, es "congelar todo. . . congelar la deuda impagable", dijo. "Después puede recurrirse a una tasa de cambios fija, la cual se defiende con control de cambios y de capitales. . . Una vez que se tiene esto, podrán activarse los mecanismos de crédito nacional para mantener con vida a la economía real vital".

Mientras más se prolongue. . .

LaRouche tenía razón. El paquete del FMI apenas le permitió a Brasill sobrevivir el mes de agosto. Septiembre fue una repetición de la crisis de julio, pero agravada. Y ahora, se va hacia octubre en condiciones mucho más adversas que en julio; su deuda es mayor, con un período de vencimiento más corto y con la mayor parte de su deuda denominada en dólares; tiene menos reservas de cambio extranjeras y una economía nacional más devastada, con una moneda mucho muy debilitada (alrededor de 3,7 reales por dólar hacia el 3 de octubre).

Cada medida que el Banco Central ha adoptado para mantener la apariencia de que la deuda aún es "viable", ha empeorado el problema. Los bonos brasileños se vendían a menos de la mitad de su valor en dólares a fines de septiembre, con intereses usureros de hasta 25%. La "solución" del Banco Central ha sido deplorable: vender instrumentos financieros de corto plazo a cambio de bonos vencederos entre 2004 y 2006, porque los tenedores de bonos simplemente se deshacen de ellos en el mercado de dólares.

Para alentar a los capitales a seguir comprando deuda interna brasileña, el Banco Central se ha dedicado a vender bonos indexados al dólar (en donde el gobierno respnde por cualquier devaluación), o en su defecto, bonos con tasas de interés flotante (con la máxima tasa de usura posible para el tenedor). El 80% de la deuda interna de Brasil está ligada al dólar o lleva tasas de interés flotante.

Sin embargo, la deuda indexada al dólar es aún más absurda. Este es precisamente el mismo mecanismo del "Tesobono" que barrió con el peso mexicano a fines de 1994 (y algo similar, con el peso argentino el año pasado). Los "Tesobonos" de México sumaban casi 30 mil millones de dólares cuando estallaron. La deuda interna del Brasil ahora es de 1,1 billones de reales, que equivalen a 300 mil millones de dólares a la tasa de cambio de hoy, y se calcula que cerca del 45% la constituyen bonos indexados al dólar. La deuda pública interna denominada en dólares de Brasil es, así, de 135 mil millones de dólares, cuatro y media veces mayor que la burbuja de los Tesobonos mexicanos. Éstas constituyen obligaciones externas de facto, aunque no se reconozcan como tales.

Este es el mecanismo que trae consigo una deuda hiperinflacionaria en Brasil, que la hace, por simple aritmética, impagable. En tanto que el real se devalúa —ha perdido casi 40% de su valor en 2002— el valor de la deuda denominada en dólares aumenta proporcionalmente, ¡sin que Brasil haga nada, o reciba un sólo centavo! Según cálculos de la agencia Bloomberg, por cada centavo que pierde el real, la deuda de Brasil aumenta 3.500 millones de reales; casi mil millones de dólares a la tasa de cambio actual.

El omnipresente espejo argentino

Los banqueros ya especulan con el incumplimiento de Brasil. George Soros y el vicepresidente del Citigroup, Stanley Fischer, se encontraban entre los peces gordos que así lo manifestaron en las juntas colaterales de la reunión del FMI. Lo que en realidad se discutió fue, como dijera Mark Mobius de Templeton Asset Management, en entrevista con Bloomberg: "Habrá un incumplimiento. La única pregunta es, ¿puede hacerse de manera controlada?"

Y la respuesta es: Sólo a la manera de LaRouche.

Lo que le preocupaba a los funcionarios en la reunión de Washington no era Brasil, ni Turquía, ni ningún otro deudor, sino cómo asegurar que los grandes inversionistas sacaran su dinero antes de que la "deuda de los mercados emergentes soberanos" se evaporara. Esto es lo que sucederá si Brasil no paga, declaró el analista de Merrill Lynch, Tulio Vera, en un seminario en Washington. Así, las diferentes propuestas que compiten —para ver cual es la más desquiciada— en la mesa del FMI, trataron sobre cómo agilizar los procedimientos de bancarrota para garantizar un máximo control centralizado del derrumbe de la economía. Ninguna de estas propuestas funcionará, pero muestran el reconocimiento de que las bancarrotas están a la orden del día.

En el caso de Brasil, hasta julio, la maniobra era renegociar la deuda cada vez que vencía. Pero como el gobierno y las empresas descubrieron en septiembre que "el mercado" ya no está dispuesto a comprar más papel brasileño. Eso significa que, o pagan, o caen en el incumplimiento. Algunas empresas brasileñas incumplieron sus pagos vencederos en septiembre, y los "reprogramaron" con sus acreedores. El gobierno tuvo que pagar 57% de los préstamos denominados en dólares que vencían, y no logró que los inversionistas renovaran 8 mil millones de dólares de contratos apalancados que vencieron, porque éstos prefieren los dólares.

La actividad económica se ahoga

Conforme se vencen los plazos, ¿de dónde saldrá el dinero para pagar? Las reservas son finitas y se agotan. El Banco Central gastó cerca de 700 millones de dólares en tres días a fines de mes para impedir que el real cayera por debajo de 4 por dólar. El gobierno, al igual que en Argentina, ya ha reducido salvajemente el gasto para pagar la deuda. Se canceló la participación brasileña en la Estación Espacial Internacional, así como proyectos de dragado de ríos, un plan para la creación de una red nacional de clínicas de salud, la reparación de carreteras, etc. Hasta el servicio militar obligatorio se canceló.

La crisis argentina muestra a los brasileños un claro ejemplo de que el saqueo de la economía física de una nación para pagar una deuda usurera e impagable, no es precisamente el camino a la solvencia económica, sino, más bien, a una Era de Tinieblas, a la hambruna y a la muerte. Aunque Brasil todavía conserva ciertas capacidades económicas de tecnología avanzada, cuenta también con una porción de la población que vive en condiciones de abyecta pobreza, aún mayor que la de Argentina antes de la implosión física de su economía.

Hoy, miles de trabajadores argentinos desesperados toman las compañías en quiebra para mantenerlas funcionando, aunque esto signifique trabajar por sólo 7 centavos la hora, una comida caliente y un lugar donde dormir, porque la alternativa es robar, unirse a las cerca de 40.000 personas que hurgan entre la basura, o morirse de hambre.

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