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¡Iberoamérica a la conquista del espacio!
La pelea por el derecho al espacio


El SAC-C durante una prueba de sus antenas en el Centro Espacial Teófilo Tabanera, mismo que se lanzó en 2002 y se utiliza como sensor remoto. Argentina.

El siguiente es un extracto del artículo publicado por Marsha Freeman en la Revista Resumen ejecutivo, la primera quincena de diciembre de 2002. Este número de la revista fue dedicado a la ciencia y tecnología.

Desde el momento en que Iberoamérica empezó a participar en la exploración del espacio, tanto Argentina como Brasil estuvieron desarrollando sus propios cohetes. La capacidad de lanzamiento de cohetes se ha visto, correctamente, como una cuestión de soberanía y de seguridad nacional, así como también económica. Para 1994, México, por ejemplo, había gastado 579 millones de dólares en un sistema satelital de comunicaciones en el que, en gran medida, se le pagó a empresas extranjeras para que construyesen y lanzasen sus satélites. Argentina y Brasil resolvieron desarrollar sus propias industrias espaciales.

Los programas de cohetes de Argentina y Brasil evolucionaron de sus primeras campañas con cohetes sonda. Ambos usaron los cohetes a pequeña escala como las piezas para construir vehículos de lanzamiento de varias etapas, con el objetivo de usar los cohetes de manufactura propia, desde bases de lanzamiento propias, como lo hacen los Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón, India y China.

En los sesenta y los setenta, las Fuerzas Armadas argentinas diseñaron una serie de cohetes cada vez más capaces, y en 1982, empezó el desarrollo del Cóndor II. Este era un cohete de combustible sólido de dos etapas, diseñado para transportar una carga de 450 kilogramos y alcanzar un rango de 800 a 1.000 kilómetros.

Argentina contó con ayuda del exterior para mucha de su tecnología de cohetes nueva. Después de la Guerra de las Malvinas, emprendida contra Inglaterra en 1982, el gobierno argentino decidió que, aunque aún debía obtener ciertos componentes del exterior para el Cóndor II, debería fomentarse y aprovecharse la industria local, como igual de viable. El objetivo declarado de los militares en el programa Cóndor II era lograr poner equipo, tanto militar como civil, en la órbita terrestre, y mejorar las tecnologías de vanguardia con aplicaciones en las ramas aeroespaciales militar y civil.

El Cóndor II también fue un proyecto conjunto en el que Egipto participó en la fabricación del lanzacohetes (llamado Vector), e Iraq proveía de financiamiento para el proyecto del Oriente Medio, conocido como Badr-2000. Un consorcio, en su mayoría de empresas europeas, fabricó varias partes del proyecto Cóndor, y más de una docena de empresas estadounidenses participó de manera directa.

En honor a la verdad, la "carrera misilística" en el Oriente Medio no comenzó durante la guerra entre Irán e Iraq, sino en 1961, cuando Israel lanzó su cohete Shavit. Después de la guerra en el Oriente Medio en 1967, Francia levantó un embargo, pero los Estados Unidos ayudaron a Israel en el desarrollo de tecnología de navegación y de ojivas, y éste construyó su propio misil Jericho, y lo desplegó en 1968.

Y dale con el cuento de la 'no proliferación'

Ya desde 1972, los Estados Unidos prohibieron la exportación de tecnología de vehículos de lanzamiento al Brasil, en la esperanza de que esto acabaría con el programa lanzacohetes. A mediados de los ochenta, las potencias espaciales se movilizaron para cancelar toda transferencia de tecnología a cualquier país que se negara a detener el desarrollo de sistemas lanzacohetes.

En 1982, después de la guerra entre Irán e Iraq, el presidente Ronald Reagan firmó una Orden de Seguridad nacional para investigar formas de controlar la proliferación de misiles. En 1985, el Grupo de los 7 países más industrializados inició negociaciones, y en abril de 1987, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania Occidental, Italia, Canadá y Japón hicieron público el Régimen de Control de Tecnología de Misiles (RCTM, siglas en inglés), un dizque "acuerdo voluntario".

Donde sale a relucir la mentira de que la intención de este Régimen es detener la proliferación de armas, es el hecho de que su definición de "misiles", incluye vehículos espaciales de lanzamiento que se usarían con propósitos comerciales, y cohetes sonda, usados para experimentos científicos. Los países miembros están de acuerdo en no exportar, no sólo cohetes, sus instalaciones de producción y sus sistemas, sino también una amplia gama de partes, componentes y subsistemas de "uso dual", como propulsores, materiales para estructuras, equipos de pruebas, instrumentos de vuelo, etc. Al igual que el Tratado de No Proliferación Nuclear, el RCTM establece que el acuerdo "no se ideó para impedir los programas espaciales nacionales o la colaboración internacional en dichos programas", pero después admite que "la tecnología para un vehículo de lanzamiento espacial es casi idéntica a la utilizada en un misil"; prohibiendo la transferencia tecnológica para todo programa de cohetes.

Así como las potencias nucleares insistían en que los países iberoamericanos querían desarrollar armas nucleares, ahora pueden decir que sus cohetes son el sistema para lanzar "armas de gran poder destructivo".

Al prohibir la exportación de tecnología, el RCTM arruinó los programas espaciales de lanzamiento de Iberoamérica. En su calidad de "acuerdo", que no tratado, el RCTM no impone sanciones a los países que exportan tecnología de misiles y violan el Régimen. Pero las protestas de los Estados Unidos y la presión de otros países miembros llevaron a que Italia le retirara su apoyo al programa Cóndor de Argentina, y en 1989, Francia finalmente capituló y canceló su oferta de enviar expertos y tecnología de su combustible líquido para cohetes Viking al Brasil.

Los Estados Unidos aplicaron sanciones de manera unilateral contra países de Iberoamérica, como también lo han hecho contra las empresas espaciales de Rusia por su cooperación con Irán, y contra Pakistán, por recibir asistencia de China. Estas sanciones, y la presión mayor del RCTM, sirvieron para bajarle el ritmo al proyecto de lanzamiento del VLS en Brasil, y acabó con el proyecto Cóndor II en Argentina.

Nota.- Lea el artículo completo obteniendo su revista Resumen ejecutivo Vol.XIX, num. 22-23, dedicada a la ciencia y tecnología. reir@larouchepub.com

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