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El legado de Russell y Wells
Los angloamericanos alardean de su 'nuevo imperio'

por Mark Burdman

Al romper el 2003, destacados medios dirigentes tanto de los Estados Unidos como de la Gran Bretaña promovían activamente un "nuevo imperialismo" peor que la enfermedad económica que aflige al mundo, con un "imperio estadounidense" que jugaría el papel que antes tuvieron Gran Bretaña y otros imperios fracasados de la historia. La guerra contra Iraq, pretenden, representa "la consolidación" de esos designios imperiales.

El "nuevo imperio estadounidense", no sólo se promueve tras bambalinas en los pasillos políticos de Washington —donde, según fuentes de EIR, hay animadas discusiones sobre la palabra "I", de imperio— sino que se discute abiertamente en los diarios, la televisión y la internet.

Por mucho que los propagandistas sueñan con hacer de Washington "la nueva Roma", Lyndon H. LaRouche, fundador de EIR, ha señalado lo absurdo de todo ese cuento. Cuando menos, el Imperio Romano inició en el cenit del poderío económico romano. El "imperio estadounidense", en cambio, se impulsa en momentos en que la economía estadounidense y una economía mundial fincada en el "consenso de Washington" del libre comercio, la desregulación y la globalización, han caído en un proceso de desplome sistémico.

El legado de Russell y Wells

La ofensiva de propaganda imperial se lanzó públicamente en un artículo de Michael Ignatieff, de la Universidad de Harvard, en el suplemento dominical del New York Times del 5 de enero. Ignatieff es descendiente de una familia imperial rusa y su padre, el influyente diplomático canadiense George Ignatieff, se destacó en el movimiento unimundista de las Conferencias de Pugwash del finado lord Bertrand Russell. Ignatieff pertenece al llamado bando "imperialista liberal", y no al bando neoconservador, presuntamente más arrogante. Estos "liberoimperialistas" cubren sus designios imperiales con un barniz de renuencia. Ignatieff, por ejemplo, titula su diatriba, "la carga", aludiendo a "la carga del hombre blanco" de la que hablaba Rudyard Kipling, otro propagandista del Imperio Británico. La posición de este bando la articuló el articulista británico Sebastian Mallaby a principios del 2002, en el número de marzo–abril de la revista Foreign Affairs, órgano del muy influyente Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York. En su artículo, "El imperialista renuente", Mallaby proclama: "Ha llegado un nuevo momento imperial. Los EU desempeñarán el papel protagónico".

El argumento de Mallaby ya se había originado en la propia Gran Bretaña, inmediatamente después de las atrocidades del 11 de septiembre de 2001 en Washington y Nueva York. En su edición de octubre de 2001 la revista británica Prospect publicó una nota de Robert Cooper, gurú de política exterior del primer ministro británico Anthony Blair, titulada "El próximo imperio".

En el siglo 20, el dúo macabro de Bertrand Russell y H.G. Wells impulsaron el argumento "liberoimperialistas". Su visión, enunciada con descaro por Wells en "La conspiración abierta", de 1928, era que debía eliminarse al Estado nacional soberano y crear un gobierno mundial para poner en marcha medidas centralmente coordinadas de reducción poblacional, eugenesia e ingeniería social. Russell también fomentó, como segunda opción, la idea de un gobierno mundial comandado por un "imperio estadounidense", siempre y cuando los EU estuviesen dominados por intereses financieros anglófilos y se sacara de combate a los republicanos, a quienes detestaba.

Incluso el llamado de Russell, posterior a la Segunda Guerra Mundial, de lanzar un ataque preventivo contra la Unión Soviética, se invoca ahora como la justificación del ataque angloamericano contra Iraq. Tal fue el tema del comentario editorial del diario The Times de Londres, titulado "Por qué los EU y el Reino Unido tienen razón en querer atacar a Iraq". Su autor, Phillip Bobbitt, ex director de planificación estratégica del Consejo de Seguridad Nacional de los EU se ha convertido en meses recientes en uno de los estrategas militares "utopistas" más destacados de la facción angloamericana.

'Pocos osarán resistirse'

No sólo los insidiosos "liberoimperialistas" sino también el bando neoconservador han estado ocupadísimos virtiendo porquerías neoimperialistas. A mediados del 2002 Robert Kagan, gurú neoconservador y compinche de William Kristol, director de The Weekly Standard, levantó esta bandera en un sonadísimo artículo titulado "Poder y debilidad", publicado en la revista Policy Review de la Fundación Heritage. Ahí expone que los EU se han convertido en un "hegemón", obrando sobre la base de las teorías del filósofo bestialista británico del siglo 17 Thomas Hobbes, de que la fuerza da poder. Kagan contrastaba este "hegemón" con las naciones europeas debiluchas, presuntamente acobardadas.[FIGURE 31]

En los primeros días de 2003, apareció la variante brutal de la perspectiva imperial bajo el título "El imperio estadounidense" publicado en Stratfor, publicación estratégica y militar de amplia difusión. Un personaje europeo conocedor de los sucesos políticos en los EU, dijo estar convencido de que el artículo lo inspiró o lo instigó el vicepresidente Dick Cheney, quien, junto con el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz y otros "gallinazos", forma el núcleo de la facción belicista estadounidense.

Stratfor señala que las provocaciones de los terroristas de al Qáeda ayudan a crear "un imperio estadounidense". Tomando nota de la renuencia de la dirigencia de los EU a asumir el papel imperial global, Stratfor dice que "nada es más peligroso que el poder sin apetito ni temor. El apetito y el temor enfocan el poder, le dan predictibilidad y le permiten a otras naciones formular posiciones que se ajusten, eviten o resistan ese poder. Donde faltan apetito y temor, el poder carece de foco y, por lo tanto, no puede predecirse. Esa impredecibilidad fue la marca distintiva de la política estadounidense entre la caída del muro de Berlín y el 11 de septiembre. El 11 de septiembre le redefinió el mundo a los EU. . . el 11 de septiembre creó un ímpetu no intencionado en la política externa de los EU, que ha llevado directamente a levantar el imperio".

"Pocos osarán resistirse. Los EU son muy poderosos y se han transformado de ser un gorila vagamente desinteresado, a una víbora letal y brutalmente enfocada, presta a atacar adondequiera. Dado el poder estadounidense y el estado anímico de los americanos, pocas naciones están dispuestas a correr el riesgo de disgustarlos negándose a cooperar en la lucha contra al Qáeda. . . Los EU están convirtiéndose en parte integral del proceso político nacional y su aplicación en casi todos los países del orbe. Los que se resistan, son posibles blancos de un ataque estadounidense."

"Los EU han sido una república democrática, una potencia antiimperial. Ahora son una potencia imperial. Los EU están tomando las riendas en muchos países del mundo. El asunto no es si esto debiera suceder. Está sucediendo. El verdadero asunto, aparte de cómo se desenvuelva todo esto, es el efecto que tendrá en los propios EU".

La discusión abierta del imperio también fue el tema del reportaje principal de la edición del 13 de enero de la revista U.S. News & World Report, titulado "¿Nuevo imperio estadounidense?"

'Su imperialismo es visceral'

En la semana del 5 de enero apareció en Gran Bretaña un nuevo libro por Niall Ferguson, profesor de la Universidad de Oxford, titulado Empire: How Britain Made the Modern World (El imperio: cómo Gran Bretaña hizo el mundo moderno). El libro es una alabanza desvergonzada del Imperio Británico de los siglos 18 y 19. Ferguson sintetizó sus tesis nuevamente en el diario The Times de Londres el 7 de enero, y el 9 de enero el Canal 4 de la televisión británica inició una serie de seis entregas titulada `Imperio' y narrada por Ferguson.

Pero, aunque ensalza las tradiciones imperiales británica y afines, Ferguson es de los que quieren inculcarle obsesiones imperiales también a los EU. El 31 de octubre de 2001, un par de semanas después de que Robert Cooper, el gurú de Blair, publicara su artículo sobre "El próximo imperio", Ferguson escribió un comentario en el diario The Guardian, titulado "Bienvenidos al nuevo imperialismo", en el que insta a los EU a proclamarse un "imperio formal" y jugar el papel de "hegemón".

El 13 de enero, Ferguson recibió exuberantes loas del dinosaurio lord William Rees–Mogg, quien sacó en el Times de Londres un artículo titulado "El imperio estadounidense, antigua y fina tradición británica". Rees–Mogg abundaba en la apología del naciente imperio estadounidense en tanto continuación de los "imperios comerciales" históricos de Atenas, Venecia y Gran Bretaña, y equiparaba la relación que da Ferguson, de la importancia determinante de la "Guerra de los Siete Años" anglofrancesa (1756–1763), para consolidar el Imperio Británico, con la actual guerra estadounidense contra el "terrorismo islámico" y "el régimen de Sadda[MACRON]m Hussein" para la consolidación de un imperio estadounidense. "Estas dos luchas imperiales tienen algunas características en común", dice el lord inglés. "Ambas son globales, ambas tienen aspectos económicos, políticos y religiosos, ambas han entrañado fricciones entre Francia y los anglosajones, y ambas pudiera ser decisivas en términos de poder imperial. [No deponer a Saddam Hussein] podría ser una derrota incapacitante para la autoridad estadounidense".

"La continuidad de la tradición anglosajona e imperial es particularmente obvia en la actual pugna en el Oriente Medio", dice, "donde los EU recorren el mismo terreno que recorrió Gran Bretaña en la primera mitad del siglo pasado y enfrentan los mismos problemas del petróleo, el Islam y el nacionalismo árabe".

Luego viene esta descarada falsificación: "De hecho, no es mera casualidad que 1776 marca la publicación de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, Declinación y caída del Imperio Romano, de Gibbons, y la Declaración de Independencia de los EU. Los EU han retenido más la impronta intelectual del siglo 18 británico que la propia Gran Bretaña".

La Declaración de Independencia, claro, fue la antítesis total de todo lo que escribieron Smith y Gibbons.

El Imperio Británico, ejemplo desastroso

Pero el profesor Ferguson ha sido también blanco de acerba crítica en la prensa británica, de autores que no comparten su fantástica visión de las maravillas del Imperio Británico. El más contundente fue el historiador español Felipe Fernández–Armesto, quien da clase en el Queen Mary's College de la Universidad de Londres. En el Sunday Times del 12 de enero, comienza alabando a Ferguson en tono irónico por no inmutarse ante el hecho de que el Imperio Británico se creó a base de piratería, esclavismo, atropellos y atrocidades. Pero luego, al tratar de pintar el Imperio Británico como un gran suceso positivo, escribe Fernández–Armesto, Ferguson desconoce la realidad de que Gran Bretaña desindustrializó a una India más avanzada que la propia Gran Bretaña cuando llegaron allí los ingleses, quienes más de una vez crearon "masacres por hambruna", como parte de su estrategia. Preguntándose qué habrá detrás de la propaganda de Ferguson, el historiador español cita al filósofo e historiador George Santayana: "Un inglés, un idiota; dos ingleses, una contienda deportiva; tres ingleses, un imperio". En conclusión, escribe Fernández–Armesto. "¿Realmente habrán renunciado a su vocación de constructores de imperios? Sus antecedentes indican que son de un imperialismo visceral. Uno se estremece pensando qué cosas podrían ocurrírseles ahora".

El libro de Ferguson, y la serie televisiva correspondiente, han sido tema de amplia controversia en el Reino Unido. En la semana del 5 de enero los diarios Guardian e Independent publicaron comentarios atacándolo por su retrato sensiblero y bonachón del Imperio Británico, ocultando la realidad de ese imperio desde el punto de vista de sus víctimas.

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