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Ante las exigencias de la usura internacional
Dominicanos acuden a LaRouche en busca de soluciones

por Jorge Luis Meléndez Cárdenas

Cuando el Fondo Monetario Internacional negocia con la República Dominicana, lo hace poniéndole una pistola a la sien de esa nación iberoamericana. Y si bien es cierto que, dada la correlación de fuerzas que actualmente impera en el mundo, la resistencia que pueda oponer un país como la Dominicana es limitada, tampoco hay que nada más someterse a las exigencias de la usura internacional, tales como dolarizar del todo la economía, como el Departamento de Estado de los Estados Unidos viene presionando a que haga. La dolarización es como un cáncer que se apodera del cuerpo y lo carcome, y ceñirse a los dictados del FMI es como poner al vampiro Drácula a cargo de un banco de sangre.

Así les dijo a los televidentes y radioescuchas dominicanos que sintonizaban el programa "Revista 110" en la mañana del 16 de diciembre de 2003, Dennis Small, director de Resumen ejecutivo de EIR. El programa, que se transmite por los canales de televisión 13, 53, y 58, y simultáneamente por la radioemisora "La Voz del Trópico" a todo el país, también se ve en Puerto Rico y en la Costa Este de los EU, donde reside una gran concentración de dominicanos.

Small, quien por décadas ha sido el portavoz de Lyndon LaRouche para Iberoamérica, les dijo a los entrevistadores —el doctor Cristino Castillo y este corresponsal— que el argumento a favor de la dolarizacion es tan absurdo, tan éstupido, que los que lo promueven deberían admitir que lo que los mueve es simplemente el terror a las amenazas del FMI y la banca internacional. También habló del papel rector que tuvo el sinarquista Dick Cheney en desatar la "guerra preventiva" contra Iraq; el significado de la victoria de los nacionalistas en las elecciones a la Duma rusa en diciembre; y los avances de la campaña presidencial de LaRouche en los EU, en donde el Movimiento de Juventudes Larouchistas está sacudiendo al electorado.

Su intervención en el programa que produce el doctor Julio Hazim vino pocos días después de que los dominicanos tuvieron la oportunidad de ver al propio LaRouche por internet, durante la alocución que éste hizo desde la ciudad de Washington el 12 de diciembre de 2003 (ver pág. 24). Además de los muchos dominicanos que habrán visto esa presentación en sus propias ordenadoras, hubo un grupo que se reunió para verla en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Hay un interés renovado en LaRouche en Dominicana, donde el precandidato presidencial estadounidense siempre ha gozado de gran simpatía por el recrudecimiento de la crisis. El 11 de noviembre pasado, nueve dominicanos resultaron muertos y 50 heridos a manos de la fuerza pública durante una huelga de protesta contra las medidas económicas. La huelga —que de hecho fue un plebiscito en contra de las políticas librecambistas— sobrepasó por mucho las propias expectativas de los que la convocaron, quienes no usaron las acostumbradas consignas populistas, sino que atacaron al modelo económico por su nombre: neoliberalismo.

Tres días después de la huelga, en un suceso preñado de ironía, el presidente Hipólito Mejía fue el primero en hacer uso de la palabra en la duodécima cumbre iberoamericana que se realizó en Santa Cruz, Bolivia, donde el gobierno anfitrión había tomado posesión no hacía un mes, luego que el presidente Sánchez de Lozada fuera obligado a renunciar cuando la población se rebeló contra las medidas del FMI.

Dominicana en el ojo del huracán

La Dominicana es un caso clásico de la desintegración económica, política y física a la que inexorablemente conducen las medidas neoliberales de privatización y desregulación del FMI. El país, para su fortuna, se había quedado a la zaga en la imposición de la reformas librecambistas que, quince años antes, pusieron a las vecinas naciones de América Central y del Sur camino a la destrucción. Pero en los 1990, sobre todo desde el Gobierno de Leonel Fernández, del Partido de la Liberación Dominicana, empezaron a imponerse de manera acelerada dichas medidas —privatizaciones, reducción de aranceles, dejar al mercado lo que le llaman "sincerizar" los precios—, las que fueron continuadas por el Gobierno del presidente Mejía, del Partido Revolucionario Dominicano.

Este programa común ha ocasionado que el peso dominicano se devaluara en 320%, y hasta más, lo que para finales del año pasado obligó al presidente Mejía, de hecho, a imponer el control de cambios. El precio de los combustibles se fue a las nubes, y se da el caso de que estos tienen amarrado un impuesto que sirve para pagar la deuda externa, algo inaudito en un producto tan sensible. El llamado ITBI (Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados) se disparó, al igual que las tarifas de la electricidad, teléfonos y el agua; los pasajes del transporte público; y el precio del gas, que subió tanto que hubo que otorgarle un subsidio temporal.

Encima, la desregulación fomentó una crisis bancaria. Igual a como sucedió en México, y en otros países, el gobierno "rescata" a entidades tales como Baninter, luego traspasa la parte todavía rentable a otras instituciones, como Scotia Bank; o como en el caso del Banco Mercantil, al Republic Bank of Trinidad; o Bancrédito, que fue adquirido por el Banco Profesional.

Para cubrir estos pagos, el gobierno tiene que firmar con el FMI, que a cambio le exige más austeridad y más reformas. En algunos casos las empresas privatizadas quiebran, y el gobierno vuelve a comprarlas a precios leoninos, como fue el caso con las empresas de distribución eléctrica Unión Fenosa, Edenorte y Edesur, para que no se interrumpa el servicios.

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