Otros artículos importantes

Mano de obra barata y fácil de intimidar
Se fomenta la inmigración ilegal para explotar a los indocumentados

En respuesta a una pregunta que recibiera por internet, el precandidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche planteó su propuesta para resolver el problema de la inmigración ilegal a los Estados Unidos. En su mensaje, un votante le pregunta al candidato: "¿Qué piensa hacer sobre la inmigración ilegal? ¿Qué opina de la protección de nuestras fronteras, especialmente la del sur, con tropas o la Guardia Nacional? Y sin `chanfle', por favor; sólo respuestas claras. Gracias". LaRouche contestó:

Yo nunca pongo "chanfle". ¿Por qué he de imitar a mis detractores y rivales políticos, que ya se han ganado todos los premios en ese torcido deporte político?

Resulta que "inmigrantes ilegales" es otra frasecita hecha. Para muchas personas ese término, empleado como frase hecha, se usa para despertar emociones incorrectas y echarle el dedo a los que menos culpa tienen. De hecho, el uso mismo del término "inmigrante ilegal" no es ejemplo de otra cosa que de "chanfle", de sesgar las cosas poniéndoles un nombre que le oculta los hechos reales a la gente voluble.

"Inmigrantes ilegales", tal como sale actualmente de boca de muchos políticos, en realidad quiere decir haitianos (en unos cuantos casos) pero, más comúnmente, hispanoamericanos. Hay tres factores principales tras esa categoría de "inmigrantes ilegales". Primero, la pobreza extrema en las naciones de donde provienen. Segundo, intereses financieros en los propios EU que a menudo fomentan tales formas de inmigración, y la desean como fuente de mano de obra barata y fácil de intimidar. En tercer lugar está la transformación de los propios EU, de ser la principal sociedad productora en la era de la posguerra, de 1945 a 1964, en ahora cada vez más una sociedad consumista "posindustrial", de 1965 a la fecha. Para ilustrar tanto las causas como el remedio visible para el problema de la inmigración ilegal, generalmente me valgo del ejemplo de los inmigrantes ilegales y demás de México, el grupo más grande.

El ejemplo de México

En las décadas inmediatas de la posguerra, de 1945 a 1972, tuvimos una inmigración ilegal de este tipo, mucho más reducida. El ritmo ha acelerado a partir de la crisis mexicana orquestada desde Londres y los EU en 1982; un considerable aumento causado principalmente por los efectos de esa crisis de agosto a octubre de 1982, cuando los EU y otras fuerzas capturaron y saquearon la producción agrícola, industrial y financiera de México, así como su infraestructura económica básica. Por décadas los EU vienen explotando esa vulnerabilidad económica inducida en México para saquear mexicanos a lado y lado de la frontera: como mano de obra barata, trabajando a menudo como esclavos en su propio territorio, y como trabajadores mal pagados y fácilmente explotables del lado estadounidense.

Y así, de cuando en cuando el Gobierno estadounidense toma medidas ineficaces, puramente simbólicas —pero a veces muy crueles—, con el fin de convencer a sus crédulos adherentes de que los EU de veras combaten la inmigración ilegal, cuando en realidad la promueven y explotan de manera activa de ambos lados de la frontera.

A principios de los 1980 emprendí esfuerzos por rectificar esta situación en México. Por aquel entonces tenía cierto tipo de influencia en el Gobierno de Ronald Reagan, y guardaba una estrecha relación con el licenciado José López Portillo, Presidente de México, entre otros personajes influyentes en ese país. Por desgracia, aquellos republicanos que sacaban ventaja del lío que yo intentaba desenmarañar, se juntaron con adversarios míos en el Partido Demócrata, en 1983 y 1984, para tratar de erradicar mi influencia. Lo que proponía, de haberse instrumentado en ese momento, hubiese servido para todo efecto práctico. Pero ahora ese problema, al igual que casi cualquier otro aspecto de la crisis económica, es mucho más profundo y complejo que entonces.

Hagamos a un lado el aspecto puramente provocador —y a veces apasionado— de los problemas que los efectos de esta inmigración le causan a los EU. Los indocumentados a veces sí nos "quitan empleos", porque los patrones del caso desean pagar menos por la mano de obra. En las economías de los estados fronterizos, sobre todo las de California y Texas, el efecto neto de toda la inmigración desde México —legal e ilegal— arroja un saldo positivo al balance de la economía estadounidense; ese es el principal motivo de que tantos estadounidenses influyentes, y sus representantes políticos, desean mantener nutrido el flujo de la inmigración. Es decir, estos trabajadores "ilegales" por lo regular le cuestan a los EU menos que lo que aportan con su trabajo. Son los narcotraficantes y gente por el estilo los que integran la categoría de efectos económicos netamente destructivos. Uno de los aspectos más negativos de la inmigración ilegal es el problema del narcotráfico transfronterizo, un campo en el que ya he demostrado mi experiencia como adversario del narcotráfico internacional hacia los EU.

Además, el Gobierno mexicano sabe muy bien que hay estados enteros de México que dependen en todo o en parte de las remesas de los mexicanos que trabajan, de forma legal o ilegal, en los EU.

Toda esta maraña de problemas acabó de empeorar con lo que Ross Perot tan pintorescamente llamaba el "gran sonido chupador" del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, febrilmente promovido por el vicepresidente estadounidense Al Gore.

Solución de los efectos económicos

Pero la causa de fondo de los aspectos más problemáticos de esta pauta de inmigración es la destrucción deliberada de nuestra propia economía estadounidense, con la transformación, a partir de 1964, de ser la principal sociedad productora del mundo, a una sociedad consumista, moralmente podrida, en que el 80% más pobre de los estadounidenses viene sufriendo desde 1977 una constante caída de su ingreso físico neto real. Esos son los EU de hoy, en los que Wal–Mart es uno de los principales productores del "gran sonido chupador" del proceso de destrucción de industrias locales y degradación del empleo que marca la entrada de Wal–Mart a cualquier grupo de condados del país.

Vaya a esas tiendas. Aparte de las novedades electrónicas, ¿cuál es la calidad actual de los bienes en estantería comparada con la de veinte años atrás? ¿Dónde se manufacturan esos productos en comparación con hace veinte años? ¿Qué le ha sucedido a la base tributaria de los estados federales del país como resultado del proceso de desmantelamiento de la producción agrícola independiente y las empresas manufactureras locales de alta calidad? ¿Cuál es el nivel de destreza productiva de los trabajadores de hoy en relación con los de los 1970? ¿Cuál es el nivel real de conocimiento de un graduado de secundaria de ahora, comparado con uno de los 1970?

Ahora que hemos considerado algunos de los problemas clave que tienen que considerarse bajo el rubro de "efectos de la inmigración ilegal", es hora de preguntarnos: ¿Qué resultados debemos procurar para poner coto a la inmigración ilegal como tal, eliminando la clase de problemas que han conducido al auge actual de ésta? Es hora de considerar respuestas prácticas. "Dispárale a todo lo que se mueva", puede gustarle a algunos, pero eso no servirá de nada si permitimos que sigan vigentes las pautas de los últimos veintitantos años en política económica. Busquemos, no la agitación emocional, sino efectos saludables.

Mis medidas son las siguientes:

1. Restablecer el principio del Estado nacional soberano. Alto a la "globalización" y el "libre comercio".

2. Restituir medidas proteccionistas y formas de regulación como las de antes de 1977–1981.

3. Fomentar mejoras de capital de largo plazo en a) la generación y distribución regulada de energía; b) planes de desarrollo y manejo de recursos hídricos en gran escala, en especial al oeste de las proverbiales "veinte pulgadas de lluvia", desde el Océano Ártico hasta el interior de México; y, c) construcción de sistemas regulados de transporte continental, regional, etc., de carga y pasajeros, tanto nacionales como internacionales.

Esto requiere medidas tales como el desarrollo de modernos troncales ferroviarios en México, desde la frontera con los EU hasta la Ciudad de México. Requiere el acarreo de agua de las regiones lluviosas del sur de México hacia el norte, para abrir esas zonas áridas y semiáridas a la agricultura y la industria. Requiere levantar nuevos sistemas regulados de generación y distribución de energía en México. Estas medidas atraerán a la población a esas regiones de México, al tiempo que crean nuevos mercados para los EU.

4. En tales condiciones, establecer medios para la certificación de todos los inmigrantes mexicanos en los EU, legales o ilegales, en colaboración con el Gobierno de la República de México.

La reorientación de los propios EU, a convertirse de nuevo en la principal sociedad del mundo en cuanto a producción física, creará las condiciones necesarias para ir solventando ese aspecto de lo que muchos consideran la población de "inmigrantes ilegales" en la actualidad. El actual mercado de empleo de mano de obra barata y poco calificada se encogerá con la recuperación de las inversiones y el empleo en los propios EU, cooperando con México (en este caso) en la renovación de su propia fuerza de trabajo calificada, tanto en escala como en calidad.

Y, ahora sí, la inmigración

Los EU nacieron y se desarrollaron como el mejor ejemplo de nación moderna, crisol de culturas, en el mundo. En algún momento tuvo que tomarse una decisión cuyo efecto hubiera sido el convertirnos a todos en una nación de habla alemana o inglesa. Escogimos el inglés, no por amor a la Compañía de las Indias Orientales británica, sino por cuestión de conveniencia calculada.

Con ayuda de medios prestantes de todas las naciones de Europa, desarrollamos en este territorio una nueva clase de nación: una república que asimilaba en su carácter lo mejor de la experiencia cultural europea, evitando buena parte de lo peor. Hasta ese punto, nuestros verdaderos amigos en Europa estaban muy complacidos. El desafío estribaba en levantar una cultura nacional, específicamente nuestra, que formase a los reclutas a nuestro crisol republicano en un medio lingüístico y cultural que comunicase ideas en tal forma, que el más común de los ciudadanos pudiese acceder a las deliberaciones más trascendentes de la nación entera.

Desde entonces, aquellos que venimos haciéndonos más sabios en estas cosas, nos hemos dado cuenta de que la mayoría de los mexicanos estarían más contentos en su propia república, con una cultura de habla hispana de ellos y para ellos, de la misma forma en que nosotros desarrollamos nuestra propia cultura de habla inglesa. Las naciones podrán ponerse de acuerdo en los político, pero cada una debe arribar a ese acuerdo común desde la individualidad de su propia cultura, de manera que los conceptos pertinentes van formándose en los fueros internos de cada cultura.

El proceso de asimilación no es fácil. Los inmigrantes a los EU por lo general tardan dos o tres generaciones para adquirir fluidez y cultura en el uso del habla inglesa. A partir de tales observaciones es como llegamos a apreciar la importancia de fomentar la perfecta soberanía de otras naciones, ojalá como iguales.

<<Página Anterior