Otros artículos importantes

¿Y eso qué tiene que ver?

La mayoría de los lectores de esta publicación son suscriptores porque les interesan los análisis y planteamientos que publicamos sobre la economía y la política, y en particular los de nuestro director fundador, Lyndon H. LaRouche.

De allí que, cuando le damos relevancia a cosas tales como la importancia del do de 256 ciclos por segundo o hablamos de los ataques de Gauss contra Euler o, como en este número, el principio de Dirichlet, tú dirás, “sí, eso es interesante y todo, pero, ¿por qué tengo que aprenderlo? ¿Eso qué tiene que ver con el precio de los frijoles?”
Aunque te sea difícil creerlo, todo.

Tomemos el caso de la economía. Algunos creen que hablar de economía significa hablar de dinero o, como dice el dicho, “por la plata baila el mono”. Pero no, la economía no es dinero. Claro, el dinero refleja de forma muy tenue lo que pasa en la economía, pero no es la economía como tal, de la misma forma en que las sombras proyectadas en la pared de la cueva de Platón no son el objeto real, sino lo que dijimos, la mera representación del mismo. ¿Quieres prueba de ello? Llévate un dólar, o si prefieres un millón, a un punto remoto en el desierto del Sahara, a ver qué puedes comprar.

Otros, más sofisticados, hablan de la economía en términos de productos tangibles. Esos tienen más razón, no creen ya que la sombra es la realidad, sino que la realidad es el objeto en la cueva de Platón visto a contraluz. Estos no van con un dólar al desierto, sino que llevan agua y alimentos, y no hablan en términos monetarios, sino de “recursos naturales”. Pero esa tampoco es toda la realidad.

Para repetir un ejemplo bastante trillado, en 1492, cuando Cristobal Colón viajó a América, el viento que impulsó sus carabelas era un “recurso natural”, pero el petróleo no. No había técnica para refinarlo, y aun si la hubiera, no había ninguna máquina que pudiera emplear sus destilados como combustible. De hecho, constituía un peligro para la población humana y para el ganado, por cuanto que a veces contaminaba el abasto de agua.

Entonces, una cosa sólo pasa a convertirse en un “recurso natural” cuando el ingenio del hombre descubre o inventa un medio de emplearla en su beneficio. De allí que, como se señala en uno de los artículos que publicamos en esta edición especial, “el único insumo de la economía son ideas, y el único producto fundamental de la economía son nuevas ideas. Ni son productos ni bienes materiales, son ideas”.
Y ésa es la pertinencia del do de 256, de estudiar el arte clásico, del principio de Dirichlet: aumentar nuestro poder de generar nuevas ideas.

En una conversación que tuvo con los jóvenes de su Movimiento de Juventudes Larouchistas el 23 de junio, en una academia realizada en Alemania, LaRouche explicó que en su ensayo “Sobre el principio noético: Vernadsky y el principio de Dirichlet”, que publicamos en este número, “me refiero a algo que siempre ha sido mi cometido durante años, décadas en realidad, sobre la naturaleza de la economía, y es que en los procesos vivientes, es decir en la biosfera, en particular, en los procesos orgánicos, en términos históricos, uno tiene algo que no encaja en ninguno de los modelos mecanicistas, incluyendo los de economía. Se llama lo ‘orgánico’, en lo cual se da una interacción colectiva de los procesos”. Es decir, de lo abiótico, lo biótico y lo noético. Los dos primeros pueden comprobarse mediante experimento, y hay experimentos que muestran que existe la noesis, un principio de la razón. “Pero nunca se ha tenido un principio de la razón como algo que uno pueda poner bajo un microscopio”, dice LaRouche. “Ninguno, salvo un ser humano, jamás ha creado una idea ni es capaz de reproducir una”.

Eso es lo que nos hace inmortales. “Conocemos la inmortalidad por la diferencia entre los seres humanos y los animales. La conocemos no porque sigamos una doctrina, sino a través de ideas. Sabemos que esas ideas que son válidas pasan de una generación a la otra, y las ideas transmitidas de la persona que muere a la viva, aun siglos después, definen a la persona que aporta la idea como inmortal”. Es de suponer que tú, al igual que nosotros, aspiras a la inmortalidad, y por eso debes leer los artículos en este número.

— Sobre el principio noético
Vernadsky y el principio de Dirichlet

<<Página Anterior