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Sin radiación podrías morir

 

por Marjorie Mazel Hecht

Cuidado: puedes adolecer de una insuficiencia radioactiva.

La radiación es esencial para que la vida florezca. Entonces, ¿por qué se ha convertido en una palabra tan temida? ¿Cómo es que un concepto científico vino a definirse de un modo tan anticientífico, tal que muchos creen que la única radiación buena equivale a ninguna radiación, y que la radiación creada por el hombre (como la de las plantas nucleares) es peligrosamente peor que la “radiación natural”?

La exposición anual promedio de los estadounidenses a la radiación.

Un índice elevado de radiación, en especial como consecuencia de explosiones repentinas, puede resultar letal; las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki en Japón mataron a entre 150.000 y 200.000 personas en muy poco tiempo. Pero extrapolar a partir de una dosis dañina conocida para demostrar un daño proporcional en cantidades menores, en línea descendente hasta llegar a cero, es simplemente erróneo. El cuerpo humano no funciona de forma lineal. Sin embargo, las pautas de radiación establecidas en Estados Unidos y el mundo se fijan acorde a lo que se denomina un modelo lineal sin umbral.

Contrario a esta visión lineal, las pruebas indican que existe una dosis de umbral debajo de la cual una dosis baja de radiación no sólo es necesaria, sino buena para el sistema inmune del cuerpo. Es por ello que en Europa, por ejemplo, existe una tradición de ir a fuentes o baños termales para una “cura”. Estas aguas termales poseen bajos índices de radioactividad, y es esa radioactividad la que produce efectos beneficiosos. La radiación, obtenida de elementos radioactivos de la tierra y rocas subterráneas, calienta el agua de las fuentes naturales.

Un estudio exhaustivo de 30.000 trabajadores de astilleros nucleares, llevado a cabo en Estados Unidos, demostró que tenían una tasa de mortalidad por cáncer más baja que la de un grupo de comparación. Este estudio, que duró 10 años y costó 10 millones de dólares, fue encargado por el Departamento de Energía y finalizó en 1987, pero nunca se publicaron sus resultados.

También se han usado con éxito dosis bajas de radiación en Japón como un tratamiento para el cáncer. La irradiación de dosis bajas (que no produce efectos secundarios) de cuerpo entero o medio cuerpo fue empleada para tratar a pacientes con linfomas distintos al de Hodgkin. Luego de nueve años, la tasa de supervivencia de los pacientes que recibieron dosis bajas de radiación fue del 84%, en comparación con el 50% de los demás pacientes. Aunque una investigación similar en la Universidad de Harvard también fue exitosa, no se le ha dado seguimiento a esta clase de tratamiento en EU, muy probablemente por presión de la industria farmacológica. Un oncólogo estadounidense que trató con éxito a un paciente de cáncer con dosis bajas de radiación en la Universidad Johns Hopkins fue presionado intensamente por sus pares para que abandonara el tratamiento.

Otras investigaciones sobre el uso de dosis bajas de radiación llevadas a cabo en Japón muestran resultados muy prometedores, pero están limitadas por las restricciones internacionales respecto a realizar experimentos humanos con radiación. (Los estudios sobre linfoma fueron financiados en forma privada, con pacientes clasificados como “sin esperanza” y que no contaban con otro tratamiento médico convencional disponible). Por ejemplo, un tratamiento mensual con dosis bajas de radiación controló la diabetes en un estudio con conejos.

También es posible que dosis bajas de radiación podrían ser una tratamiento exitoso para el vih–sida, pero éste es otro campo de investigación todavía sin abordar.

La ‘radiación natural’

La dosis promedio de radiación natural proviene de los rayos cósmicos que bombardean al planeta Tierra, de elementos radioactivos en el suelo y las rocas, del gas radón (uno de los productos naturales de la desintegración del uranio presente en la tierra), y de elementos radioactivos que se encuentran presentes de forma natural en el cuerpo humano. El cuadro muestra las cantidades relativas medidas en millirem por año, siendo un rem la dosis eficaz para el hombre. (El nombre del rem se cambió al de sievert, siendo 1 sievert equivalente a 100 rem, pero la unidad antigua todavía es de uso generalizado).

Obsérvese en el cuadro que la radiación que produce la industria nuclear es minúscula, por debajo de 1 millirem por año. Asimismo, tal como el doctor Edgard Teller, famoso físico nuclear, una vez bromeó: ¡Dormir con dos mujeres al mismo tiempo lo expondría a uno a más radioactividad que vivir al lado de una planta nuclear!

En Estados Unidos la exposición anual promedio a la radiación natural es de 370 millirem, pero la dosis varía según el lugar del que se trate. Denver, Colorado, que es una zona montañosa, recibe 50 millirem más de radiación natural al año, ya que más rayos cósmicos golpean a los lugares más elevados, en donde la atmósfera es menos densa y no filtra tanto. Por cada 30,3 metros de elevación, hay un aumento de casi 1 millirem de exposición a la radiación de rayos cósmicos, y Denver está a una altura de unos 1.600 metros.

Las dosis anuales promedio de radiación natural también varían de país a país, al igual que al interior de cada país. Se ha descubierto que zonas de la India y China que poseen índices muy altos de radiación ambiental registran tasas de cáncer y leucemia más bajas que zonas análogas con radiación ambiental más baja. Algunas regiones con alta radiación ambiental (10 veces la radiación de Estados Unidos) son conocidas por la buena salud y longevidad promedio de sus habitantes (Kerala, India, por ejemplo). Aunque los efectos beneficiosos de un bajo índice de radiación han sido estudiados y documentados por 40 años, las agencias reguladoras les han hecho caso omiso y hasta eliminado las pruebas, y han procedido con la hipótesis del modelo lineal sin umbral al fijar sus pautas ultraconservadores de “protección” contra la radiación. Y así, se le hace creer al público que pequeñas dosis de radiación son peligrosas, y que hay que eliminar todo vestigio de radioactividad de los sitios nucleares (a un costo de miles de millones de dólares).

Cómo funciona la hormesis

Los efectos beneficiosos de substancias —químicas, radiación, etc.— en cantidades pequeñas se denominan hormesis. Bajas dosis de radiación mejoran la función inmune del cuerpo, incluso reparan las células y remueven aquéllas que están lesionadas, y estimulan las células y los mecanismos de reparación del ADN.

Los teóricos del modelo lineal sin umbral afirman que aun un solo fotón o partícula ionizada puede dañar el ADN celular y causar cáncer. Sin embargo, el cuerpo humano es atacado por casi 15.000 rayos o partículas nucleares de fuentes naturales por segundo. El metabolismo normal (comer, respirar, ejercitarse, etcétera) daña a un millón de nucleótidos de ADN en cada célula por día. Y existen procesos corporales normales para reparar los nucleótidos dañados o eliminar los que no pueden ser reparados. Éstos son aspectos que deberían estudiarse con el fin de identificar cómo funciona la hormesis, de forma tal que podamos sacar provecho de ello y promover tratamientos contra el cáncer y por una mejor salud.

En la revista 21st Century Science & Technology se han publicado varios artículos científicos sobre el proceso de hormesis. Un artículo abarcador, titulado “It’s Time to Tell the Truth About the Health Benefits of Low-Dose Radiation” (Es hora de decir la verdad acerca de los beneficios de las dosis bajas de radiación para la salud), de James Muckerheide, ahonda en los asuntos presentados aquí, y está disponible en el sitio electrónico de la revista citada: www.21st centurysciencetech.com.

—Traducción de María Pía Cassettari.

 

 

 

 

 

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