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El peligro no es el clima, sino el crac financiero

por Helga Zepp–LaRouche

La autora es presidenta del Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (BüSo) de Alemania.


A la población la están condicionando en estos momentos con una drástica campaña de terror, para que acepte una reducción general de su nivel de vida y sus derechos civiles, y, en última instancia, un orden mundial diferente. Desde que el informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climatológico (PICC) le dio la voz de arranque a la campaña coordinada de cambio de paradigma, gobiernos, órganos informativos y científicos "objetivos" hablan al unísono de enfrentar la catástrofe climatológica que ha causado el hombre, de los pobres osos polares que nadan en busca de los últimos témpanos de hielo en un mar del Norte recalentado, y del "hecho" de que a nuestro "planeta sólo le quedan 13 años". Y el ministro del Ambiente de Alemania, Sigmar Gabriel, procura con cierto éxito verse tan gordo como Al Gore y, según Welt en línea, demanda un "líder mundial".

Si bien esta campaña de intimidación afecta la memoria de corto plazo de la gente ("acabo de estar en los Alpes, ¡y de veras no había nieve!"), pues ya se olvidó el crudo invierno y la catástrofe que generó la nieve el año pasado, el verdadero drama tiene lugar en otro escenario. La desintegración del sistema financiero mundial que ahora convulsiona a varios sectores de los mercados a consecuencia de la desarticulación del accarreo de yenes, es imparable. El derrumbe del mercado estadounidense de bienes raíces, en especial en el ámbito de las hipotecas de alto riesgo, debido a la influencia dominante que tienen en el mercado los fondos especulativos, puede llevar a un crac del sistema. La intención de la histeria ambientista es crear una situación amenazante para imponer medidas dictatoriales en medio del caos resultante.

Pese a todas las promesas juradas de que el alza de las tasas de interés en Japón fue sólo "una corrección" que no acarreará un crac, la desintegración continúa a toda marcha, y no sólo en los mercados emergentes, que han sufrido un desplome de entre 50 y 80%. La situaciáon más impresionante al momento es el colapso de la burbuja de los bienes raíces en Estados Unidos de América, donde la práctica enfermiza de emitir los llamados préstamos de alto riesgo ha llevado a la bancarrota a múltiples instituciones de crédito, y está propagándose a otros sectores de ese mercado y del sistema bancario (ver pág. 24).

Cuidado con el fraude climático

Con este telón de fondo, la campaña sobre la catástrofe climática queda al descubierto como una ofensiva de los bancos de inversión y los fondos especulativos por encontrar un nuevo nicho donde sacar megaganancias, mediante la creación de una nueva burbuja. Al Gore, quien había caído en el descrédito y el olvido por su ineficaz campaña presidencial como el estribo que usó George W. Bush para montarse, ahora está por todas partes con su documental anticientífico y sus conferencias para empresas y fondos especulativos, en los que promueve la compraventa de créditos por emisiones de CO2 como una fuente de superganancias. Lo que muchos de sus seguidores verdes desconocen, es que el propio Gore ha administrado un fondo especulativo desde 2001. Gore fue presidente interino de Metropolitan West Financial LLL (Metwest), cuyo presidente original era el timador con bonos chatarra Michael Milken, quien acabó en prisión por especular con información interna. En 2004 Gore y el ex presidente de la directiva de Goldman Sachs Asset Management, David Blood (mejor conocidos como "Blood & Gore", que en español significa "Sangre y Destripadero"), crearon el fondo londinense "Generacion Investment Fund", mismo que participa en grande en la compraventa de créditos de CO2.

"El verdadero meollo de lo que está pasando es el auge del negocio de las emisiones", escribió el Daily Telegraph el 14 de marzo. "Gore identificó una tendencia de que el comercio de certificados de las emisiones de CO2 sería el negocio más candente". El Telegraph informó el hecho de que los bancos de inversión más grandes del mundo se han tirado de cabeza en este mercado que, por cierto, tiene como centro más que nada a Londres. Gore, quien es asesor oficial del Gobierno británico en cuestiones climáticas desde 2006, le prometió a cerca de 2.000 empresas que trafican con emisiones, en una conferencia en Copenhague, que convertiría la contienda presidencial del 2008 en EUA en una campaña a favor del cambio climático.

Por tanto, más importancia cobra el documental que produjo el Canal 4 británico, titulado "La gran estafa del calentamiento global", que recoge muchos de los argumentos científicos contra la supuesta catástrofe que el hombre está creando con el clima, y remonta los comienzos de esta campaña a la era de Margaret Thatcher. Todo al que le preocupe el problema tiene que ver este documental.

Se libra una batalla entre los climatólogos, geólogos, químicos y otros científicos en torno a la causa de las fluctuaciones climáticas que, a lo largo de cientos de miles de años, han determinado la alternancia de las eras de hielo, períodos interglaciares más cálidos y de calentamiento. Todo científico serio concuerda en que los ciclos solares, y sólo en un grado insignificante la actividad humana, son los responsables del cambio de temperatura. Ante esta clara contradicción entre el análisis científico y la campaña propagandística que ha últimas fechas han aprovechado los fondos especulativos, ¿cómo se explica que la canciller Ángela Merkel usara la presidencia alemana de la Unión Europea para hacer del tema del clima la prioridad? Y eso a pesar de que la propia Merkel es una física y, por consiguiente, de seguro puede informarse sobre los hechos en la materia.

La sospecha es que los gobiernos no sólo saben que la "catástrofe climática del hombre" es un timo, sino también que el sistema que se asocia con la globalización está llegando a su fin. Y como no tienen el valor de admitir que su política económica inepta es la responsable de la crisis sistémica actual, lo del clima les sirve de conveniente chivo expiatorio. Porque si el sistema financiero se viene abajo, entonces amenaza el caos y, en esa situación, tienen preparadas varias "medidas de emergencia".

El llamado a favor de una dictadura ecologista

Es interesante que el 10 de marzo el periódico Die Welt publicara un artículo principal titulado "Nuestro debate sobre el clima es hostil al progreso", el cual, sin mención alguna del crac financiero, afirma: "Entre tanto, el clima tiene que sufrir para ganarse el reconocimiento de que es necesaria una descarga política. O sea que sólo nos queda un par de años más, que no debiéramos malgastar con el desperdicio de tiempo y el método ineficaz de la orientación anterior... En otras palabras, el tema del clima por fin crea el mismo estado de emergencia para el que los derechistas y los izquierdistas, al igual que los amigos ecologistas del ['jurista de la Corona' de Hitler] Carl Schmitt, hubieran querido conseguir autorización". La situación de emergencia como fundamento de la dictadura; a eso es que apunta este artículo. Por tanto, ¿qué motiva a Merkel a que haga del asunto del clima el tema principal de la reunión cumbre de la Unión Europea y a hacer suyos los argumentos del movimiento ecologista?

La sorpresa fueron las palabras francas de uno de los otrora simpatizantes más fervientes de la globalización, el presidente checo Vaclav Klaus, quien, tras la disolución del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), sometió a su país a la terapia de choque más brutal. En el Instituto Cato en Washington, Klaus dijo que el movimiento ecologista actual es uno de los peligros más grandes que enfrenta el mundo. Esta ideología "amistosa" encubre la intención de cambiar el carácter del planeta. "Presentan sus guiones catastróficos para cambiar nuestro mundo, y eso es muy peligroso". Y abundó: "Si una teoría se deja de lado, entonces encuentran otra. Primero era la amenaza de la sobrepoblación; luego vino el hoyo en la capa de ozono; ahora salen con su tesis sobre el calentamiento global". Uno aun podría añadir las selvas que agonizan, las cuales, obviamente, siguen igual de verdes.

En una entrevista en Japón, Klaus hizo hincapié en que la tesis del calentamiento global era un mito, evaluación que confirma todo científico serio. El IPCC no es una institución científica, sino política, una especie de organización no gubernamental con visos ecologistas. Y sobre la decisión de la Comisión de la Unión Europea de reducir las emisiones de CO2 en 20%, comentó: "Esto es un obvio error craso de tanta gente, desde periodistas hasta políticos. Si la Comisión Europea se traga semejante cuento, entonces tenemos una razón más por la que las naciones mismas, y no la comisión, deben tomar las decisiones sobre tales asuntos". Es obvio que Klaus aprendió algo, y entendió que la nueva ola de la globalización y la ecodictadura destruirían todo su país.

El Congreso de EU debe aplicar las ideas de LaRouche

Pero la presente histera del clima también está descarriando al Congreso estadounidense. En vez de preocuparse por el inminente derrumbe financiero, por evitar una nueva guerra del Gobierno de Bush contra Irán, y por iniciar el juicio político contra Bush y Cheney, el Partido Demócrata activó su ala ecologista. Pero el peligro de guerra no desaparecerá mientras no se destituya a a Cheney, primero, y luego a Bush.

Si la raza humana por fin ha de salir de la crisis sistémica que lo abarca todo, entonces tiene que remplzarase la peligrosa ideología del movimiento ecologista por una claridad científica y, en general, una afirmación del progreso científico y tecnológico. Además, Rusia, China, India, Brasil, las naciones de Europa Oriental, los Estados del Golfo, los países del Mogreb, Sudáfrica y muchos otros, ya dejaron claro que no dejarán que los arrojen a una edad oscura sin dar pelea, y pugnan por un renacimiento de la energía nuclear.

Pero en última instancia, la crisis sólo puede superarse si se reorganiza al irremediablemente quebrado sistema financiero y se le remplaza con un nuevo Bretton Woods. Sólo si el Congreso estadounidense pone en ejecución las ideas de Lyndon LaRouche, y no las de Al Gore, la civilización tendrá una oportunidad.

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